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ESTUDIOS DE LA CUENCA DEL RÍO SANTIAGO: UN ENFOQUE MULTIDISCIPLINARIO

Salvador Peniche Camps y Manuel Guzmán Arroyo




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Aguas abajo o Respirar veneno en Juanacatlán y El Salto, Jalisco

Cindy McCulligh
Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (IMDEC), A.C.

“Está grueso”. Esta fue la declaración del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, cuando se asomó para ver el río Santiago entre los municipios de El Salto y Juanacatlán, a finales de agosto 2007, al acudir para inaugurar un nuevo tramo del estrecho puente que une a estos dos poblados. Esta manifestación de la máxima autoridad estatal ante una problemática que ha desatado la protesta de organizaciones sociales y civiles de la zona es, quizás, una buena muestra de la escasa voluntad gubernamental de dar respuesta a una problemática de salud ambiental compleja, y en consecuencia, ineludible, del modelo actual de desarrollo urbano e industrial que predomina en la Zona Conurbada de Guadalajara (ZCG).

Ante las exigencias ciudadanas del saneamiento del río Santiago, tanto las autoridades de salud como las ambientales, estatales y federales, se han inclinado por desestimar la problemática y han dejado manifiesta la inhabilidad de las diversas instancias de garantizar los derechos a la salud y a un medio ambiente sano, de estas poblaciones.

“Las cloacas son la conciencia de la ciudad”, dijo Víctor Hugo en Los Miserables. En Juanacatlán y El Salto, donde afloran y se convive con las cloacas de la ZCG y su zona industrial, lo que se sufre es la inconsciencia de una sociedad que está envenenando su propio ambiente. Aquí, la magia del agua hace desaparecer desechos al jalar una palanca, o vaciar tóxicos en un caño; aguas abajo, el truco se vuelve realidad en contra de la salud de otros.

De belleza natural a peligro mortal

El lugar solía llamarse El Niágara de México, por la cascada de veinte metros sobre el río Santiago, conocida como el Salto de Juanacatlán. Hoy en día, el paisaje se asemeja cada vez más a aquella catarata situada en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, al tornarse en una imagen casi navideña, pero por la espuma nívea de detergentes y otros químicos, que se multiplica con la entrada de la época de lluvias. En casi cualquier época del año, sin embargo, se pueden apreciar nubes blanquísimas que, ligeras, se levantan con la brisa, del fondo de la cascada, y según las corrientes del aire hacen rumbo a los poblados.

Valiente, con los pulmones llenos de ácido sulfhídrico, respirando profundo su característico olor a huevo podrido, esquivando alguna esfera de espuma que se te acerque, al pararte allí sabrás lo que es estar aguas abajo, aguas debajo de la segunda ciudad del País, aunque apenas podrás vislumbrar lo ‘grueso’ que es vivir aquí, al final del desagüe de la que es también una de las principales zonas industriales de México.

Es una peste de no aguantar, es una cosa pésima...

Enrique Navarro Orozco llegó a Juanacatlán a los diez años; ahora pasa de sesenta, y se acuerda del río de antaño:

“Cuando nosotros caímos aquí el río estaba completamente limpio, porque yo recuerdo que sacábamos pescado y nos bañábamos allí en la orilla del río... sacábamos pescado y con la misma agua del río preparábamos el caldo y estaba completamente limpia el agua”.

Con el tiempo, el panorama fue cambiando de manera dramática:

“Viví un promedio de 20 años en la puritita orilla del río donde estaban las mentadas famosas terrazas. Pero la razón de que me tuve que retirar de allí fue porque el agua se contaminó, se echó a perder y mi familia se me empezó a enfermar. Empezamos primero con gripas, con los ojos todos llorosos, y después mis hijos, y llegamos al término de que tenían hasta leucemia y manchas en la piel”.

Al dar su testimonio ante el Tribunal Latinoamericano del Agua, tribunal de justicia ética que realizó su segunda audiencia en la ciudad de Guadalajara en octubre de 2007, el señor José Luévanos Mendoza, oriundo de El Salto, explicó la experiencia que han vivido muchas de las personas mayores de las dos cabeceras municipales: “Me enseñé a nadar en las aguas del río, comí de sus peces. Quién iba a creer que el río que nos dio vida hoy nos cause tanto dolor por la pérdida de nuestros seres queridos, y rabia e impotencia contra nuestras autoridades”.

“En realidad, vamos a morir poco a poco, fumigados,” dice Navarro Orozco, quien comparte con José Luévanos la preocupación por esta muerte silenciosa que ya cobró la vida de su hija. Ante el TLA reclamó a las autoridades que, según relata, asistieron a su casa unos días antes de la muerte de su hija para pedirle que se retractara de declaraciones hechas a la prensa, en las que ligaba el cáncer de su niña a la contaminación del río, ya que él “no tenía pruebas”. “Las autoridades son las que deberían pedirnos perdón a nosotros por su apatía y negligencia; me da pena que no sean ellas las que ayuden y permitan que el río sea un drenaje” fueron sus palabras finales ante el tribunal.

La cruda realidad

El río Santiago inicia su escurrimiento en la parte noreste del Lago de Chapala, a unos 4 kilómetros al suroeste de Ocotlán, Jalisco, y fluye 475 kilómetros hasta su desembocadura en el océano Pacífico cerca de San Blas, Nayarit. En su tramo hasta El Salto, recibe múltiples descargas de aguas residuales industriales y municipales sin tratamiento.

Esta contaminación tiene ya varias décadas. Los testimonios de pescadores indican que en 1973 se presentó la mortandad de peces que fueron encontrados flotando en el río Santiago, así como la muerte de ganado después de haber tomado agua del río. Ya en 1984, se señala que la baja en las concentraciones de oxígeno disuelto en el río llevaban a la pérdida de vida acuática al tiempo que se daba en condiciones anaeróbicas la descomposición de materia orgánica, generando así gases tóxicos como el ácido sulfhídrico.

Actualmente, la fuente principal de aguas negras en este tramo del río es la parte sur de la Zona Conurbada de Guadalajara (municipios de Tlajomulco, Tonalá, Tlaquepaque, Zapopan y El Salto). Aquí, en la cuenca El Ahogado, el río Santiago es recipiente de unos 815 litros por segundo de aguas municipales crudas.

A esto se añaden las descargas industriales. Las industrias que descargan al Santiago antes de la cascada de Juanacatlán, están ubicadas principalmente en tres zonas: la ciudad de Ocotlán, el corredor industrial que inicia en el Parque Industrial Guadalajara y continúa a lo largo de la carretera a El Salto y La Capilla, y el corredor instalado a lo largo del Anillo Periférico Sur de la ZCG.

De acuerdo al Inventario de Descargas en el estado de Jalisco, de la Gerencia Regional de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), existen 280 descargas identificadas, de las cuales 266 vierten sus aguas al río Santiago. La industria quimicofarmacéutica aporta 36.5% de este flujo; le siguen la industria de alimentos y bebidas con 15% y la textil con 12.3%; después vienen las de celulosa (papel) y la tequilera.

Podemos señalar, además, que sólo en la cuenca El Ahogado, que drena la parte sur de la Zona Conurbada de Guadalajara (ZCG), existen más de diez parques y zonas industriales.

Los giros más importantes de estas industrias son el quimicofarmacéutico, alimentos y bebidas, minerales no metálicos, metalmecánica y eléctrico y electrónico. Las industrias con aportes más significativos de aguas residuales incluyen: Celanese Mexicana, Ciba Especialidades Químicas, IBM de México, Compañía Nestlé, Industrias Ocotlán y Harinera de Maíz de Jalisco.

Mientras algunas de las industrias mayores cuentan con plantas de tratamiento, la mayoría no somete sus aguas residuales a ningún tratamiento y, aun en los casos donde existen dichas plantas, los estudios indican que los efluentes siguen sin cumplir la norma.

En una caracterización de estas aguas industriales por la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS) Jalisco, se indica que: “las descargas de estos giros pueden contener elementos de difícil remoción y asimilación en los sistemas de tratamiento biológico y en los ecosistemas acuáticos. Estos contaminantes presentan alta resistencia a la degradación al ser de tipo refractario o incluso tóxico para los microorganismos y otras formas de vida”.

Otro estudio, publicado por Greenpeace México en febrero de 2007, analiza la contaminación ambiental provocada por la industria electrónica en este país e incluye a varias instalaciones ubicadas en la ZCG. El estudio resalta, en particular, los análisis del agua residual de un canal en la proximidad de la planta de IBM, en el municipio de El Salto. El agua muestreada contenía compuestos de alta peligrosidad no encontrados en los otros sitios considerados tanto en la ZCG como en Monterrey y Tijuana “

Una causa más de contaminación del río Santiago, que se ha venido dando hasta fechas recientes, es el vertido de los lodos de plantas de tratamiento industriales en el cárcamo de bombeo del Sistema Intermunicipal para los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) en la colonia de La Huizachera, municipio de El Salto, en el canal El Ahogado, que trae asimismo las aguas del drenaje de la ZCG. En este lugar, empresas particulares descargaban lodos industriales, se les cobraba $15.00 pesos por metro cúbico, sin que la planta procesara los residuos, antes de verterlos directamente al río.

Severamente contaminado

En torno a la construcción de la presa de Arcediano – aguas abajo del Salto de Juanacatlán – se han realizado varios análisis de la calidad de agua del río. El Estudio de monitoreo y modelación de la calidad del agua de los ríos Santiago y Verde, realizado por AYMA Ingeniería y Consultoría, a solicitud de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento (CEAS) de Jalisco, evaluó diecinueve parámetros de calidad de agua en los ríos en el periodo de noviembre de 2002 a agosto de 2003.

Para este estudio, se consultó la normatividad de diversos países y se llegó a una clasificación del agua superficial en función de la concentración de demanda bioquímica de oxígeno (DBO5), demanda química de oxígeno (DQO) y nitrógeno amoniacal.

Esta clasificación contempla cinco categorías: Excelente, Aceptable, Ligeramente Contaminado, Contaminado y Severamente Contaminado. Los puntos de muestreo incluían dos en esta zona: arroyo El Ahogado y río Santiago en El Salto-Juanacatlán. Tanto en estiaje como en época de lluvias la clasificación para ambos puntos fue ‘Severamente Contaminado’.

Otra forma de medir la calidad del agua es conforme al Índice de Calidad del Agua (ICA), un valor en escala de 0 a 100 que indica el grado de contaminación de un cuerpo de agua. Se obtiene de los IC (índices de calidad) individuales para dieciocho parámetros considerados de importancia sanitaria (oxígeno disuelto, coliformes, grasas y aceites, demanda bioquímica de oxígeno, detergentes, sustancias activas al azul de metileno, etc.).

Para el tramo citado del río Santiago, existen algunos análisis en base a los ICA.

El Estudio de la contaminación del agua y de los sedimentos del Río Grande Santiago desde su nacimiento hasta la Presa Santa Rosa, del año 2001, señala que en el punto correspondiente a El Salto, el ICA fue 31.69, lo que representa contaminación en exceso; además se considera que agua con esa calidad es inaceptable como fuente de agua cruda para potabilizar. Sólo organismos muy resistentes pueden sobrevivir en ella; cualquier uso recreativo tiene que ser sin contacto con el agua y requiere de tratamiento para su uso en la mayor parte de industrias.

Más recientemente, en febrero de 2004, el Laboratorio del Grupo Microanálisis SA de CV, realizó un estudio de las aguas del río Santiago desde El Vado, municipio de Chapala, hasta el Salto de Juanacatlán. Dicho estudio indica que: “Las aguas analizadas en todos los puntos de la cuenca se encuentran fuera de los límites permitidos para considerarlas adecuadas a los usos en riego, contacto directo o indirecto con personas o animales. Constituyen además un foco de exposición y riesgo químico (ácido sulfhídrico) y bacteriológica (coliformes) a personas y animales”.

Destacamos los siguientes resultados del estudio:

• Las muestras se encuentran por arriba de los límites permisibles (NOM-001-ECOL-1996, NOM-003-ECOL-1996) para la Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) en un rango del 100 al 1,000%.

• Las muestras se encuentran por arriba de los límites permisibles para el contacto directo (NOM-003-ECOL-1996) para Grasas y Aceites en un rango del 25 al 150%.

• Las muestras se encuentran por arriba de los límites permisibles (NOM-001-ECOL-1996, NOM-003-ECOL-1996) en Coliformes lo que representa un foco de infección a cielo abierto en el trayecto de las aguas analizadas.

• Las muestras se encuentran fuera de los límites permisibles (NOM-127-SSAI-1994) para Sustancias Activas al Azul Metileno (surfactantes) en un rango de 20 a 400%.

En el 2004, el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierias (CUCEI) de la Universidad de Guadalajara realizó el Estudio para la Caracterización de los lodos de los ríos Verde y Santiago en convenio con la CEAS. En este estudio se hicieron análisis de los sedimentos del río Santiago en catorce puntos, incluyendo la cascada del Salto de Juanacatlán. Concluye el estudio que, en los sedimentos del río Santiago, existen cantidades significativas de metales pesados como plomo, cromo, cobalto, mercurio y arsénico. Por otra parte, el sitio de El Salto se destaca por su alto grado de contaminación. Señala este estudio la presencia de altos niveles de manganeso, especialmente en los sedimentos del río Santiago, y que por sus reacciones con otros metales pesados: “posee un riesgo potencial para que se promueva el desprendimiento del resto de los metales encontrados en este estudio”. El arsénico y cromo son sustancias reconocidas como carcinogénicas en seres humanos, mientras que el mercurio y el plomo afectan el sistema nervioso.

Este mismo estudio detectó la presencia de compuestos orgánicos en los sedimentos del Santiago. En el punto del Salto de Juanacatlán, se detectó la presencia de bencenos, tolueno, xileno, furanos, entre otros compuestos (p.2-50). Estas sustancias son de toxicidad conocida: los bencenos y furanos son carcinogénicos reconocidos, el tolueno afecta el sistema nervioso, y tanto tolueno como xileno puede afectar los riñones.

Las aguas y los sedimentos del río están contaminados por metales pesados y compuestos orgánicos altamente tóxicos. Lo que se aprecia, en conclusión, es un descontrol total con respecto a la normatividad en cuanto las descargas de aguas residuales hacia bienes federales, descargas a bienes nacionales y a sistemas de alcantarillado municipal (NOM-001-ECOL-1996 y NOM-002-ECOL-1996, respectivamente).

Asimismo, los municipios que conforman la ZCG incumplen el artículo 91 BIS de la Ley de Aguas Nacionales (2004) que señala que los municipios deberán tratar sus aguas residuales, antes de descargarlas en un cuerpo receptor.

Intoxicación crónica

En el río Santiago, debido a las descargas industriales y municipales, y exacerbado por obras hidráulicas, como la cortina del Salto de Juanacatlán, que contribuyen a una retención de materia orgánica y a su descomposición anaeróbica, se dispersan gases y olores al caer el agua por la cascada. Sobresale al respecto el ácido sulfhídrico (H2S).

Se trata de un gas incoloro, venenoso e inflamable que huele a huevos podridos. Por lo general, es posible detectar su presencia en concentraciones muy bajas, entre 0.0005 y 0.3 partes por millón (partes de ácido sulfhídrico en un millón de partes de aire). Sin embargo, en concentraciones altas es posible perder la capacidad de oler este gas.

Según la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR), de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos, la exposición a concentraciones bajas de ácido sulfhídrico puede causar: irritación de los ojos, la nariz o la garganta; dificultad para respirar para personas asmáticas y líquido en los pulmones. La exposición a bajos niveles por periodos prolongados puede ser causa de fatiga, dolores de cabeza, mala memoria, irritabilidad, mareo, y alteraciones de las funciones motoras. Además, las personas con problemas cardiacos o del sistema nervioso son más susceptibles a los efectos de dicho ácido.

El H2S no ha sido clasificado en cuanto a su capacidad de causar cáncer en seres humanos y existe alguna evidencia científica de que la exposición a este químico puede aumentar los abortos en seres humanos. A concentraciones mayores, dicha sustancia puede causar edema pulmonar, asfixia, parálisis respiratoria y muerte.

De diciembre de 2004 a marzo de 2005, Juan Gallardo Valdez, investigador del Centro de Investigación y Asistencia Tecnológica y Diseño del Estado de Jalisco A.C. (CIATEJ), realizó un monitoreo de la presencia de ácido sulfhídrico en el área urbana tanto de El Salto como de Juanacatlán y presentó los resultados en su tesis de maestría en la Universidad de Guadalajara.

El estudio parte de la hipótesis que: “el ácido sulfhídrico es uno de los gases más tóxicos que existen en la naturaleza y sus efectos pueden alterar el bienestar del entorno y salud humanas”. Indica asimismo, que la toxicidad del ácido sulfhídrico es similar a la del cianuro, ya que “bloquea la capacidad de carga del oxígeno de la sangre, inhibe el centro respiratorio en el cerebro y bloquea el metabolismo aerobio de las células”.

Los resultados arrojan niveles de H2S entre 0 y 7 ppm, y en la mayor parte del periodo de estudio los niveles se mantienen entre 2 y 4 ppm.

Esta exposición a ácido sulfhídrico por la población general, es un evento extraordinario para el que no se han estudiado los límites de exposición segura. Existen parámetros únicamente para ambientes laborales. En este sentido, tanto la Agencia para la Protección del Ambiente (EPA), la Conferencia Americana de Higienistas Industriales Gubernamentales (ACGIH) y la Administración de la Salud y Seguridad Ocupacionales (OSHA), todos de Estados Unidos, señalan una concentración promedio en 8 horas sin efecto adverso (TWA) de 2 ppm.

Es esencial resaltar para este caso de la exposición de las poblaciones de El Salto y Juanacatlán que, para fines prácticos, la población en general no debería exponerse a ninguna concentración de este tóxico, menos aún ancianos y niños que por sus condiciones fisiológicas son más susceptibles a presentar daños a la salud, desencadenados o coadyuvados por la inhalación de este gas tóxico y altamente irritante.

Hacemos notar, en este sentido, que algunas veces los niños se exponen a cantidades mayores que los adultos, ya que el ácido sulfhídrico es más pesado que el aire y los niños tienen menor estatura que los adultos. Los niños, además, pasan cerca del 50% del tiempo al aire libre, son tres veces más activos que un adulto, practican deportes y otras actividades durante las cuales se incrementa su ritmo respiratorio y por lo tanto la inhalación. En este caso, igualmente, Gallardo señala que al no salir de la zona por fines laborales, los que pasan más tiempo en la zona son los niños y los ancianos.

En la zona del estudio referido, se calculó que había 6 052 estudiantes entre 6 y 14 años, que asistían a 11 escuelas primarias y 2 escuelas secundarias. Cercana a la cascada, se ubican las escuelas Mártires del Río Blanco y Maria Guadalupe Ortiz, con dos turnos, ambas al margen del río en la población de El Salto.

Tan sólo la escuela Mártires del Río Blanco, ubicada a 100 metros de la cascada, tiene 595 estudiantes, y la Maria Guadalupe Ortiz, a 270 metros de la cortina de agua, cuenta con 962 alumnos. La cercanía de estos dos planteles educativos a la caída de agua mencionada, advierte severos riesgos a la salud de sus estudiantes.

En una encuesta aplicada en 100 casas en el área de estudio, donde residen 166 niños entre 6 y 14 años, los padecimientos con mayor índice de incidencia fueron de tipo respiratorio con 49.23%, dolor de garganta con 44.61%, enfermedades de la piel con 4.61% y 1.5%, así como de otro tipo. Se reportaron además los síntomas de dolor de cabeza, náuseas, irritación de garganta, salpullido y conjuntivitis. Concluye Gallardo que: “los efectos en la salud referidos por la población entrevistada sugieren que existe una exposición constante a bajos niveles de H2S que afectan su salud”.

Indica Gallardo que los niveles de concentración de H2S más frecuentes, entre 2 y 3 ppm: “pudieran provocar reacciones en el organismo que a largo plazo afectan al sistema nervioso central”. En este sentido, los doctores Kaye Kilburn, de la Escuela de Medicina de la Universidad del Sur de California (USC), y Marvin Legator de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas, han estudiado los efectos de la exposición crónica a niveles bajos de H2S.

El doctor Kilburn investigó el impacto de exposición prolongada a niveles de H2S arriba del umbral olfatorio (aproximadamente de 1 a 50 ppm) en dos comunidades cercanas a refinerías de petróleo, que son fuentes de ácido sulfhídrico. Encontró síntomas como dolores de cabeza, náusea, vómito, depresión, cambios de carácter y dificultad para respirar, y concluye que: “El ácido sulfhídrico envenena el cerebro y el daño es irreversible... el H2S es peligroso cuando sea que lo puedas oler”.

Por su parte, el doctor Legator analizaró la exposición crónica a H2S por una central termoeléctrica en Hawai en donde 88% de los sujetos decían haber experimentado el tipo de afectación al sistema nervioso central descrito por Kilburn. Lo que señala Legator, toxicólogo ambiental, es el “enorme vacío de información” en cuanto a los efectos crónicos de niveles bajos de H2S, una sustancia que describe como una “neurotoxina potente”.

Un estudio más reciente, realizado durante el periodo de septiembre del 2005 a junio del 2006 por el Dr. Francisco Parra Cervantes, médico familiar adscrito a la Unidad de Medicina Familiar No. 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en El Salto, Jalisco, arroja otros datos preocupantes sobre los efectos de este gas en los niños y niñas de esta zona. Se trata de un estudio epidemiológico ecológico observacional, de dos grupos escolares de 8 a 11 años de edad de ambos sexos, el primer grupo A (n-50) expuestos a contaminantes ambientales en donde prevalece en mayor concentración el ácido sulfhídrico; y el segundo grupo B (n-50) el cual no está expuesto a este contaminante ambiental, en las localidades de El Salto y Juanacatlán.

En los resultados del estudio, se aprecian diferencias clínicas epidemiológicas en ambos grupos. Mencionamos las más significativas, en orden de frecuencia. Con relación al aparato respiratorio, se aprecia que el grupo expuesto presentó un flujo espiratorio máximo promedio de 1,500 cc en contra de 2,000 cc del grupo no expuesto. Además, la saturación de oxigeno fue menor en el grupo A en un rango de 90 a 95 % contra el 95 a 99% en grupo B. Con respecto a los síntomas, la tos en grupo A fue del 45% contra 23% del grupo B. En cuanto a la rinorrea o secreción nasal, en grupo A es del orden de 59% contra 21% del grupo B. Con respecto a la sintomatología del aparato neurológico, se observa que existe mayor irritabilidad en los niños expuestos en el orden de 80% contra 18% de los no expuestos. La cefalea o dolor de cabeza se presentó en el 51% del grupo A, contra el 21% del grupo B. Para la sintomatología del aparato oftalmológico, se observa que 41% del grupo expuesto presentó conjuntivitis irritativa, contra 4% del grupo B. En sintomatología general, se apreció la fatiga en 38% del grupo A contra 8% del grupo B. Y, finalmente, se observó un mayor incremento en las visitas a consulta médica por motivos de infecciones vías respiratorias, en consecuencia ausencia escolar en 37% en el grupo expuesto (A) en contra de 13% en el grupo no expuesto (B).

Para el mismo estudio, se realizó monitoreo de la concentración atmosférica del ácido sulfhídrico mes con mes en el área de ambas escuelas, en el transcurso del ciclo escolar. Se observaron variaciones importantes en la concentración del H2S, las cuales estaban relacionadas con la temperatura y los vientos predominantes en ese momento. Se observó que los meses más significativos estos incrementos fueron: junio con 6.10 ppm, mayo con 3.80 ppm, diciembre con 3.40 ppm, y febrero con 2.80 ppm. Al mismo tiempo, el estudio señala que: “existe una correlación estrecha entre la presencia de sintomatología clínica con el correspondiente impacto a las constantes fisiológicas del flujo espiratorio máximo y la saturación del oxigeno”.

La (no) respuesta gubernamental

En el año 2007, la problemática de contaminación en El Salto y Juanacatlán cobró mayor importancia en el escenario público local, no solamente por la audiencia del TLA, sino trabajan por eventos y manifestaciones de las poblaciones locales y el surgimiento de nuevas asociaciones que por el saneamiento del río, la salud y el medio ambiente, que han producido reportes y materiales didácticos y de difusión sobre esta problemática. Ante las exigencias de soluciones en el corto, mediano y largo plazo por parte de ciudadanos y ciudadanas, así como organizaciones, y los cuestionamientos de los medios de comunicación es interesante averiguar cuál ha sido la capacidad de respuesta de las autoridades en sus discursos. Para evaluar su acción habría que esperar porque hasta ahora no se ha transitado a acciones concretas en beneficio de la población.

La afectación de las poblaciones por la contaminación del río Santiago es claramente una problemática de salud ambiental, definida por la Organización Mundial de la Salud como lo relacionado con “todos los factores físicos, químicos y biológicos externos a una persona, y todos los factores relacionados que impacten el comportamiento… engloba la evaluación y control de aquellos factores ambientales que potencialmente pueden afectar la salud”. En el caso de las respuestas que ha venido proporcionando la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ), se aprecia la renuencia del organismo de aceptar un vínculo entre las condiciones ambientales de tan grave deterioro y la salud de la población.

El primer acercamiento del actual Secretario de la SSJ, Alfonso Gutiérrez Carranza, se dio a finales de abril de 2007, cuando acudió a una reunión con organizaciones de la sociedad civil en las instalaciones del ayuntamiento de Juanacatlán. Para esa ocasión señaló Gutiérrez a la prensa que: “Para que empecemos a manejar este problema, ahorita lo estoy viendo y está más complejo de lo que me imaginé”. Ya para el 7 de mayo de ese mismo año, esa complejidad pareció haberse aclarado en algún grado, ya que se comprometió diciendo que: “Yo estuve revisando la estadística y de hecho en eso estoy y no ha tenido un impacto el cáncer; sin embargo, es muy molesto vivir ahí por los malos olores”.

De esta manera, el encargado de velar por la salud en el estado desestima una afectación mayor de los gases desprendidos del río, algunos de los cuales se perciben como malos olores, como si la calidad del aire que se respira no estuviera relacionada con la salud. En cuestión específicamente del cáncer, un padecimiento multifactorial, hay que dejar claro que establecer científicamente una relación de causa-efecto entre las enfermedades y la contaminación del río, requiere de estudios epidemiológicos costosos y de larga duración. Además, para este tipo de sistemas complejos donde intervienen diversos tóxicos y la población expuesta es heterogénea, como precisan Kriebel et. al.: “los efectos acumulativos e interactivos de múltiples daños a un organismo o ecosistema son muy difíciles de estudiar”.

En estos casos, es de suma importancia la aplicación del principio precautorio, incluido en el Principio 15 de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (1992). No existe una definición única y aceptada para el principio precautorio, pero en la Declaración Final de la Tercera Conferencia del Mar del Norte (1990) se caracterizó como: “realizar acciones para impedir los impactos potencialmente dañinos de substancias que son persistentes, tóxicas y susceptibles de bioacumularse, aun cuando no haya evidencia científica para probar un vínculo causal entre emisiones y efectos”.

Más allá de no aplicar el principio precautorio para este caso, el secretario de la SSJ parece designar a las y los ciudadanos afectados la responsabilidad de probar el daño, desdeñando aun la posibilidad de que su Secretaría estudie la problemática. Con suma presunción, en agosto del año pasado declaró Gutiérrez que: “Los habitantes están bien porque [sólo] tienen algunos problemas de las vías respiratorias. Se les está atendiendo”. Para quienes esas palabras no consuelen, Gutiérrez prosigue al asegurar que en relación a las estadísticas a su disposición “no hay movimientos fuertes en las cuestiones del cáncer”. Los culpables de esta preocupación son, para él, los habitantes de ambos municipios: “Ellos de eso se han agarrado, de ese tema, porque murió alguien, pero no me dan nombres específicos y no puedo investigar más. Yo estuve en Juanacatlán y no hubo algo que me demostraran, que me dijeran: mira, aquí esta la estadística.” En esa misma ocasión agregó que en la SSJ no se planeaban estudios.

En el veredicto del Tribunal Latinoamericano del Agua (TLA) para el caso “Deterioro y contaminación del Río Santiago: Municipios de El Salto y Juanacatlán, Estado de Jalisco”, el jurado advirtió de la “gran cantidad de casos de alteraciones severas a la salud en las poblaciones”. En este sentido, afirmaron en el veredicto que existen indicios de enfermedades respiratorias, dérmicas, dolores de cabeza, fatiga, insomnio y niveles inferiores en el flujo respiratorio máximo “en buen número de los pobladores de El Salto y Juanacatlán”. La situación ambiental que prevalece en estos poblados, a su juicio, “puede propiciar la aparición de diversas enfermedades, algunas de ellas de gravedad”, y, en resumen, la contaminación del río significa que “la población está en un constante riesgo para su salud”. Tomando en cuenta estos hechos, el jurado del TLA recomendó a las autoridades mexicanas ordenar: “la elaboración de un estudio epidemiológico e interdisciplinario, independiente y participativo”, con el afán de “determinar y analizar los daños específicos a la salud de los habitantes de El Salto y Juanacatlán, a raíz de la contaminación del río Santiago”.

Esta recomendación fue retomada, hacia finales de octubre 2007, por el Congreso del estado de Jalisco, de donde salió un exhorto al Secretario de Salud para realizar los estudios necesarios para determinar las enfermedades producidas en los dos municipios en cuestión por la contaminación del río. Inamovible, Gutiérrez Carranza respondió: “No hemos sentido la necesidad de hacerlo (el estudio) porque en los últimos cinco años no ha habido una variación importante en cuanto a defunciones por cáncer”.

Las autoridades ambientales no han tenido una mejor actuación. Esto fue reconocido por Juan Rafael Elvira Quesada, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), también a finales de octubre del año pasado. “Hay un marco jurídico un tanto nebuloso que no nos ha permitido avanzar” dijo al explicar la inacción tanto de la Procuraduría de Protección al Ambiente (PROFEPA) como de la CONAGUA: “esto no es una excusa, tengo programada una reunión con ambas instituciones para definir qué le toca a cada quien y que nadie pueda echar marcha atrás, sino que tengamos una actuación convincente de las autoridades”. Lo que ha obstaculizado una desempeño ‘convincente’, según relata el secretario, es la propia Ley de Aguas Nacionales, la cual no define con exactitud las responsabilidades de estas dependencias para multar o las sanciones a las empresas que vierten sus residuos a cuerpos de aguas federales.

En particular para esta gran cuenca Lerma-Chapala-Santiago, tiene otra percepción el ingeniero César Coll Carabias, actual director de la Comisión Estatal del Agua de Jalisco y anterior Subdirector General de Administración de la CONAGUA. En una reunión en junio 2007 con integrantes de varias organizaciones civiles, explicó uno de los motivos por la contaminación actual del río Santiago:

El trabajo de la CONAGUA deja mucho que desear… la CONAGUA ha sido severamente desmantelada, cuenta con tres inspectores para toda la Cuenca Lerma, Chapala y Santiago - imposible, imposible tener presencia. Entonces, se ha dejado que la gente arroje lo que les dé la gana, en las cantidades que les dé la gana y con las condiciones que les dé la gana… simple y sencillamente no hay control. No hay presencia de la autoridad.

Esta ausencia de la autoridad es lo que permite lo que Pedro Arrojo Agudo llama “dumping socio-ambiental”, en donde “muchas empresas que en los países desarrollados aplican nuevas tecnologías y cuidan sus vertidos a los ríos, se sienten libres para contaminar ríos y acuíferos del Tercer Mundo”. En los corredores industriales de esta zona, sean empresas transnacionales o mexicanas, esta falta de presencia y control es lo que da la citada libertad, también llamada impunidad.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco (CEDHJ) se encuentra en proceso de integración de la queja 986/2007 en relación a la contaminación del río en la citada zona y dio a conocer, a mediados de febrero 2008, un informe especial para el caso. Este informe incluye un resumen de las respuestas gubernamentales a los interrogantes de la CEDHJ. Vale la pena citar la síntesis de estas contestaciones, que dan el pulso de la voluntad oficial. Según esta Comisión:

• La Secretaría de Salud informó que el problema de la contaminación ambiental no es de su competencia y que carece de recursos para realizar estudios epidemiológicos y ambientales.

• La Semades informó que el problema no es de su competencia.

• La Comisión Estatal del Agua manifestó que… se tenían aprobadas otras dos macroplantas denominadas Agua Prieta y El Ahogado, pero hasta la fecha no se han instalado.

• La Profepa sostuvo que no está facultada para verificar hechos relacionados con descargas de aguas industriales o residuales.

• La Comisión Nacional del Agua se limitó a enunciar las acciones proyectadas por la Comisión Estatal del Agua, sin precisar cuáles son las que ese organismo realizará para erradicar la contaminación.

• La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios señaló que para emitir una evaluación epidemiológica y ambiental en la zona, solicitó a la Secretaría de Salud la realización de un estudio, el cual no ha realizado con el argumento de la falta de recursos económicos.

• La Semarnat informó que el número de empresas registradas como generadoras de residuos peligrosos en la zona son 69 en El Salto; 46 en Ocotlán y 10 en Poncitlán.

Se concluye que cuando se llega a admitir que existe el problema, no se tarda en asegurar que no es competencia de nadie.

Aguas letales

En los primeros meses de 2008, una tragedia llevó al centro del escenario público local la contaminación de este río. Miguel Ángel López Rocha, un niño de ocho años, quien vivía en un nuevo fraccionamiento asentado a orillas del Santiago, cayó accidentalmente al río, e ingirió algo de sus aguas. Fue llevado al hospital el 26 de enero, donde permaneció en coma durante diecinueve días. No logró recuperar la conciencia y falleció el 13 de febrero.

Desde su ingreso al hospital, la causa de su padecimiento se volvió polémica y se hicieron varios intentos de negar cualquier vínculo con el agua que habría ingerido. La primera hipótesis, manejada por el jefe de pediatría del Hospital General de Occidente, Enrique Rábago Solorio, resulta incluso ofensiva. El primero de febrero, Rábago Solorio declaró que era probable que el menor conviviera con niños adictos y que se hubiera intoxicado por consumir un derivado de opio. Para esas mismas fechas, el Secretario de la SSJ tenía otra información: “Tengo conocimiento de que trae un traumatismo cráneo encefálico y tiene un hematoma intraparenquimatoso, que lo tiene en coma”, aseguraba Gutiérrez Carranza. Posteriormente se insinuó que la madre del niño, María del Carmen Rocha Mendoza, era la responsable de la muerte de su hijo.

Pareció esclarecerse la causa del estado de Miguel Ángel cuando, días antes de su fallecimiento, la doctora Luz María Cueto, fundadora del Colegio de Toxicología de Jalisco, practicó los análisis de orina al niño, resultando un nivel de arsénico de 51 microgramos por litro, mientras el rango normal es de 5 a 12 μg/l en una persona no expuesta al metal. Este resultado, según la doctora Cueto, era consistente con los síntomas presentados por el niño: “esta criatura presenta un cuadro clínico que, por estas características que estoy dando, clínicas y que constan en el expediente clínico del hospital, corresponden a un cuadro de intoxicación aguda por arsénico… sobreaguda y por vía gastrointestinal”. En cuanto a la fuente de este elemento, la especialista afirmó que el arsénico sólo procede de fuentes industriales. “La industria de la curtiduría de pieles, el templado de vidrios, metales, son los usos generales”, señaló Cueto.

Este resultado fue ratificado después de la muerte de Miguel Ángel. El secretario Carranza Gutiérrez señaló, el 25 de febrero, que el niño murió a causa de una intoxicación por arsénicos. Sin embargo, en sus palabras: “El río no fue”. Según la autoridad de Salud, los niveles de arsénico en el Santiago no son lo suficientemente altos como para provocar semejante intoxicación. Otra posible fuente de arsénico, declaró, son los plaguicidas y raticidas que contienen este tóxico, aunque admitió que estos productos ya salieron de circulación en México.

En esa misma semana, el arsénico fue desestimado como causa de muerte. Al dar a conocer los resultados de la necropsia practicada al niño, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) informó que: “la causa de su muerte fueron las alteraciones provocadas por falla orgánica multifuncional secundaria a procesos infecciosos con septicemia y anemia”. Fue una infección generalizada por bacterias, sostuvieron, mientras los estudios de los órganos, para detectar metales pesados, arrojaron “concentraciones [que] corresponden a valores normales y compatibles con la vida”. Finalizaron su comunicado a la prensa, asegurando que analizaron también aguas del río Santiago cerca de la colonia popular La Azucena, donde vivía Miguel Ángel, y que: “las concentraciones de metales pesados en las aguas analizadas, se encuentran dentro de los valores que la norma 001-SEMARNAT-1996, establece como límites máximos permisibles en aguas agrícolas o residuales”.

Dada esta última aseveración, preocupa el desconocimiento que la autoridad manifiesta de la normatividad mexicana. La NOM-001-SEMARNAT-1996 tiene como objetivo establecer: “los límites máximos permisibles de contaminantes en las descargas de aguas residuales en aguas y bienes nacionales, con el objeto de proteger su calidad y posibilitar sus usos”. Esta norma regula la calidad de descargas de aguas residuales, pero no la calidad de los ríos. Para clarificar, según la Ley de Aguas Nacionales (LAN), artículo 3 fracción VI, las aguas residuales son: “Las aguas de composición variada provenientes de las descargas de usos público urbano, doméstico, industrial, comercial, de servicios, agrícola, pecuario, de las plantas de tratamiento y en general, de cualquier uso, así como la mezcla de ellas”. En contraste, la LAN señala que un río es una: “Corriente de agua natural, perenne o intermitente, que desemboca a otras corrientes, o a un embalse natural o artificial, o al mar” (Art. 3, XLVIII). Por lo tanto, la calidad del agua del río Santiago no se mide por los parámetros de la citada norma.

Al momento de escribir este artículo, se está viendo un esfuerzo por deslindar a los industriales de su responsabilidad por la contaminación del Santiago. En una declaración que le resultó lamentable, el coordinador del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco, no dudó en garantizar que: “Con un buche de agua ahí de seguro nadie se envenena”. Animarse de esta manera a ingerir las aguas del río Santiago le pareció al doctor Mario Rivas Souza, director del Servicio Médico Forense (SEMEFO) estatal, ser “una pendejada en pretérito plusperfecto: una perfecta pendejada. Yo nunca había oído una pendejada tan grande como ésta”.

Saneamiento total

“Se tiene un programa muy ambicioso para que al 2006 prácticamente quede terminado todo el saneamiento de la cuenca de El Ahogado”, declaraba en entrevista en julio de 2003 el ingeniero Raúl Antonio Iglesias, Gerente Regional para la Región Lerma-Santiago-Pacífico de la CONAGUA: “La intención es que al 2006 quede totalmente cubierto todo el saneamiento en lo que es el Alto Santiago”.

Sin embargo, ya en 2008, el prometido saneamiento aún no comienza. Las autoridades estatales están licitando alguna empresa privada para la construcción de una sola planta de tratamiento para esta cuenca de 518 kilómetros cuadrados - con el número señalado de industrias – empleando la tecnología y sistemas de tratamiento propuestos por la empresa. Mientras la construcción de una planta de tratamiento ha de contribuir a una mejora en las condiciones sanitarias, se requerirá de un esfuerzo mucho mayor para lograr el saneamiento total de cada uno de los afluentes y descargas hacia el río Santiago y su restauración. Es de verse si este 2008, declarado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas como el Año Internacional del Saneamiento, traerá algún avance.

Mientras tanto, uno puede ir y encontrar las grandes bolas de espuma, maravilla y desgracia de los tiempos modernos, que vuelan y se pasean por la zona. Niños en El Salto y Juanacatlán suelen jugar con esta espuma que mancha hasta los coches. De pié sobre el puente, si lo aguantas, puedes oler los gases que emanan diariamente de la cascada penetrando casas, escuelas, clínicas y jardines. Allí es evidente la impunidad con que se vierten los desechos día con día. Allí mismo, todas las promesas de saneamiento se esfuman, comidos por el mismo ácido sulfhídrico que irrita ojos y piel, y que destruye los pulmones.

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