BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

RETOS Y PERSPECTIVAS DEL SISTEMA POLÍTICO CUBANO

Erick Néstor Paz Chaveco y José Augusto Ochoa del Río




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1.3.1 Relación existente entre el sistema político y la sociedad civil

El debate de la problemática que levanta el concepto de sociedad civil ha sido extraordinariamente rico, casi exuberante en interpretaciones y puntos de vista de marcado interés político práctico, especialmente cuando el concepto se asume como binomio Sociedad Civil-Estado. En esa diversidad ha intervenido la complejidad del asunto, así como su evolución histórica y, sobre todo, los intereses políticos que se han expresado en torno a ese binomio.

Estamos ante conceptos que tienen una larga historia en el pensamiento político y filosófico, por lo cual están cargados de los valores históricos que les dieron nacimiento y los que se fueron formando en el curso de sus desarrollos respectivos.

En general se podría convenir que los dos usos más frecuentes que se han atribuido, históricamente, al término sociedad civil han sido: identificándola o haciéndola coincidir con la noción del Estado o sociedad política, que se distingue de la sociedad la sociedad doméstica, natural o religiosa y como sociedad civilizada en relación con las sociedades primitivas, calificables de salvajes o bárbaras.

Todo parece indicar que el concepto surge con el pensamiento moderno de Hobbes y Locke, para los cuales es una forma de identificar a la sociedad que ha dejado de ser primitiva y empieza a organizarse como sociedad política, coherente, con un Estado que la ordena y la regula.

En esa misma línea de pensamiento, J.J. Rousseau afirmó que la sociedad civilizada debía completarse con la sociedad política, de manera que ambas se requerían y complementaban como un todo inseparable.

Hegel, cuyo pensamiento filosófico constituyó el máximo momento de despliegue de la Filosofía Clásica Alemana y de ese modo la síntesis especulativa del pensamiento liberal burgués, consideró a la sociedad civil como un momento de la dialéctica del Estado; como la sociedad que avanza sobre la organización meramente familiar y al elevarse a la organización estatal, con su capacidad de síntesis, se coloca por encima de los intereses de clase.

La primera ocasión conocida en que Carlos Marx hace alusión a la sociedad civil es en el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, en el cual dice que sus investigaciones le revelaron que ni las instituciones jurídicas, ni las formas del Estado pueden explicarse por sí mismas, ni por la evolución del espíritu humano. Pero no tanto de esta afirmación, como de la contenida en la Ideología Alemana es que se han reproducido interpretaciones reduccionistas del pensamiento marxista, según las cuales el término sociedad civil identifica la esfera de las relaciones económicas, es decir, de lo privado, frente a la esfera de la vida política, es decir, de lo público.

Sin embargo, es preciso reconocer que la supuesta oposición entre la sociedad económica o privada, de un lado, y la sociedad política, pública, es auténticamente un producto del pensamiento muy inicial de la burguesía ya desde el siglo XVII y especialmente durante el XVIII, que enfrentó, desde las posiciones del naciente liberalismo supuestamente inspirado en la cultura de los germanos, al modelo democrático latino.

Su elaboración moderna está condicionada por las circunstancias específicas en que se ha desenvuelto la lucha de clases y cómo se han expresado los intereses ideológicos de la burguesía, especialmente europea, dentro de esas luchas.

En la actualidad el concepto de sociedad civil ha sido matizado por nuevos ingredientes políticos que han tendido a distorsionarlo y deformarlo. De hecho el concepto, en cierta medida olvidada en la politología contemporánea, vuelve a ser relanzado en la década de los setenta, impulsado por los círculos de formación de políticas en los Estados Unidos, y particularmente a partir de la estrategia trazada por Kissinger contra los países socialistas de Europa del Este. En esa oportunidad, Kissinger pretender robustecer, afianzar y manipular a los sectores de potencial oposición al socialismo y enfrentarlos al “totalitarismo“ socialista, como encarnando ellos a la sociedad civil frente a ese totalitarismo que se manifiesta en la absorción de toda la vida por la sociedad política, el sistema político o incluso exclusivamente el Estado.

Más recientemente, el asesor de la Casa Blanca para los asuntos de Cuba y el Caribe, Richard Nuccio, pretendió a mediados de la década de los noventa un relanzamiento semejante del concepto de sociedad civil, para enfrentarla como opuesta e impenetrable, a la sociedad política totalitaria del socialismo cubano y, en ese sentido, alentar a los grupos de disidentes y a todas las fuerzas que podían potenciarse como opuestas al proceso socialista.

Para Nuccio, ese proceso debía discurrir dentro de lo que él llamó ya “el carril dos de la “Ley Torricelli” es decir, la capacidad que dentro de ella puede alcanzarse para realizar una fuerte labor de diversionismo ideológico dentro del país. Lamentablemente muchos fueron víctimas de la trampa y algunos, supuestamente puros ideológicamente, llegaron a afirmar que en Cuba no había ni habría nunca sociedad civil. Tal disparate sólo puede ser entendido desde las posiciones de la más total ignorancia del pensamiento científico del marxismo.

Para Carlos Marx estaba claro qué era la sociedad civil, tanto como la entendían los franceses y los ingleses del siglo XVIII, cuanto como la entendió más tarde Hegel y como él mismo la concebía en la dialéctica de la sociedad moderna.

A determinadas fases del desarrollo de la producción, del comercio, del consumo, corresponden determinadas formas de constitución social, una determinada forma de organización de la familia, de los estamentos o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad civil. A una determinada sociedad civil, corresponde un determinado estado político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil.

De tal modo, queda claro que para Marx la sociedad civil no se inventa, no se fabrica, no se construye desde los intereses políticos del poder, sino que es el resultado objetivo de determinadas formas de organización de la producción, del comercio y, según llega a afirmar, incluso del consumo. Ahora bien, la sociedad civil, que no es más que la organización de la sociedad, la familia, los estamentos y las clases dentro de esas formas de producción, corresponde a un determinado estado político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil.

Desde el punto de vista científico, marxista, la sociedad civil, con toda su dinámica es oficializada por el estado. Cuando esto no ocurre, es decir, cuando el estado queda separado de la sociedad civil y la política entra en flagrante contradicción con los intereses de los estamentos y clases preponderantes, se abre, una situación revolucionaria; quizás una de las formas más abstractas de explicar el derrumbe del llamado Socialismo Real, aunque la situación haya sido lo contrario, reaccionaria.

Los que han hablado de formar una sociedad civil en Cuba, ignoran que la sociedad civil existe siempre, y lo que han querido es enfrentar a la sociedad civil, es decir, a la sociedad cubana, con el sistema político socialista, perdiendo de vista que ese sistema político precisamente lo que hizo fue consagrar, ratificar y oficializar los cambios ráigales que se produjeron en la sociedad civil cubana con el avance de la revolución. El sistema político y la sociedad civil no son dos compartimentos separados, incomunicados y menos contrarios dentro de la dinámica y el tejido de cualquier sociedad, sino que la sociedad civil se manifiesta o no en la sociedad política, no existe sociedad civil si no es en sociedad política y viceversa, no existe una sociedad política si no está contenida y vertebrada sobre una determinada sociedad civil, de modo que ambos conceptos, se comunican, se relacionan en una dialéctica constante, de la cual brota bien la estabilidad y el consenso de un sistema político, bien su fragilidad precisamente por divorciarse de la sociedad civil.


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