BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

RETOS Y PERSPECTIVAS DEL SISTEMA POLÍTICO CUBANO

Erick Néstor Paz Chaveco y José Augusto Ochoa del Río




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1.3.2 Relación del Estado como poder público político dentro del sistema político con la sociedad civil

Anteriormente se señalaba que el Estado era, sin lugar a duda, el eslabón principal del Sistema Político. Profundizando en esa afirmación, se esclarece el papel primordial del Estado dentro de la sociedad política y al paralelo, sus relaciones con la sociedad civil.

Ante todo, se reitera un punto de vista científico, contrario al sostenido por el pensamiento liberal burgués, en el sentido de que el Estado no sólo es distinto, sino que es opuesto y excluyente de la sociedad civil. Como ya hemos visto, el Estado forma parte, con sentido principal, del conjunto de entes que tienen que ver en la sociedad con la toma de las decisiones políticas, esto es, constituye, como siempre repetimos, el eslabón principal del sistema político. Por supuesto que el Estado es algo distinto que la sociedad civil, pero ello no quiere decir que sea necesariamente opuesto a ella o que los términos de relación entre estos dos componentes de la sociedad sean siempre contradictorios.

La sociedad civil, por el contrario, se levanta, como forma de organización de la vida social, de los estamentos y de las clases, a partir de determinadas relaciones sociales de producción, de determinadas formas de producción, de distribución e incluso de consumo, y esa sociedad civil, a su vez, es oficializada o no por el sistema político, particularmente por las acciones estatales.

Cuando existe un singular nivel de homogeneización en la sociedad civil y ella es oficializada adecuadamente por el Estado, estaremos ante una sociedad política y un sistema político de alto nivel de consenso social. Cuando por el contrario, la sociedad civil está plagada de contradicciones y enfrentamientos y el Estado y todo el sistema político de la sociedad, dado que esa es la única forma de alcanzar los consensos por los que lucha en definitiva todo Estado o todo sistema de poder político.

Sin embargo, no puede perderse de vista que sólo el Estado es el ente social que dispone de poder público político. El poder, como capacidad para imponer decisiones a otros, cuando se trata de decisiones políticas y, por tanto, se refiere al poder político, puede encontrarse en distintas graduaciones, intensidad y matices, dentro de diferentes entes políticos de la sociedad y las cuotas de poder de esos entes no son absolutas sino que varían históricamente, según diferentes coyunturas políticas.

Así, por ejemplo, un partido político puede tener diferentes niveles de poder, como ascendiente político sobre masas de la población y capacidad de movilización de dichas masas. Ese poder, por supuesto, ni es fijo ni viene dado por decisión administrativa, sino que resulta de diferentes factores y, entre ellos, sobre todo, de los vínculos esenciales que ese partido haya sido capaz de establecer con la población. Incluso partidos ilegalizados han sido capaces de detentar enorme cantidad de poder en determinadas circunstancias históricas. Otro tanto podría decirse de los movimientos sociales, de los frentes o coaliciones políticas, de los mismos grupos de presión, etc.

Pero, no obstante ello, ninguno de esos entes dispone del poder político en forma de poder público, es decir, de poder que se ejerce sobre toda la población, de manera universal y que puede realizarse mediante la coactividad incluso, para lo cual cuenta o puede contar con todos los aparatos y mecanismos de hacer efectiva esa coacción, verbi gratia, policías, jueces, cárceles, órganos o servicios secretos, etc. Esto es privilegio exclusivo del Estado. En su rasgo ya enunciado de disponer de poder político público, está implícito el sentido universal, general de ese poder y su eventual realización coactiva.

De ello se deriva que en todo el quehacer político, la aspiración inmediata o mediata, pero esencial de cualquier fuerza política, sea precisamente acceder al poder del Estado, adueñarse de la maquinaria estatal o, al menos influir sobre ella.

En el caso de los países socialistas, algunos, una buena parte de la población, se equivocan y suponen que el eslabón o elemento principal del sistema político es el Partido Comunista, dado que, como es sabido, en nuestros países no se oculta el papel de la dirección política de la sociedad como elemento de concentración y depuración de los intereses de la clase dominante, y tampoco se oculta que esa dirección política descansa o se encuentra en el Partido Comunista. Tal cual está definido en la doctrina, en Cuba el Partido no es el elemento principal del sistema, aunque esto tiene sus matices, analizados más adelante.

En los países capitalistas, el Estado y sus decisiones son inspiradas regularmente, por lo que llamamos la dirección política de la sociedad que suele ocultarse, perderse y ensombrecerse dentro del complejo tejido social. De tal modo, no suele verse, y menos declararse, que esa dirección política está en un partido determinado, o en una coalición de partidos o, en cualquier organización social o incluso en determinados grupos de presión. Sin embargo, en los países socialistas, como ya vimos, se enuncia de forma cristalina dónde está la dirección política de la sociedad, que suele recaer en partidos de carácter marxista leninista. Pero ello no desdice que siga siendo el Estado el eslabón principal del sistema de poder o dominación política. El partido, por muy fuerte que sea, y por mucho consenso con que cuente, sólo puede imponer sus decisiones sobre el pequeño número de ciudadanos que constituyen su membresía (no debe olvidarse que esos partidos marxistas leninistas son partidos selectivos y no de amplias masas o libre afiliación) y sólo a esa membresía puede exigirle determinadas conductas bajo conminación de algunas leves sanciones. Sin embargo, el Estado alcanza con su poder a toda la sociedad, incluidos los que se oponen al sistema, y sobre todos erige su fuerza o potencial de coactividad.


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