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LAS REFLEXIONES DE FIDEL CASTRO: EXPRESIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA

Raúl O. Quintana Suárez




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Introducción

La dimensión universal del pensamiento en personalidades excepcionales, como lo son Martí, Bolívar, Marx y otros tantos hombres de talla intelectual, ética y política, que aún conmocionan al leer su obra o conocer de su práctica revolucionaria, nos puede inducir a error al ubicarlos en uno u otro campo del saber o del actuar. Si bien José Martí se puede definir simultáneamente como prosista excelente, poeta sensible, periodista acucioso o crítico de arte de vasta cultura, éste es ante todo y por todo, un político, en el más elevado sentido ético del término. Algo similar ocurre con Fidel Castro. Educador social y comunicador por excelencia, periodista por instinto, conocedor de los misterios imprescindibles de la oratoria y hombre de leyes por estudios, éste es ante todo un estadista, con una poco común visión política, que le permite prever acontecimientos, para otros vedados. En ambos la prensa escrita ejerció una peculiar atracción, unido a la clara comprensión de que esta, como vehículo de acceso a las grandes masas populares, sería un medio de incalculable valor en la divulgación de su ideario revolucionario.

De la importancia que personalidades cubanas de gran significación han otorgado al papel de la prensa escrita en la divulgación de sus ideas, tomemos de ejemplo lo expresado por el Generalísimo Máximo Gómez al periodista revolucionario Enrique Trujillo, en carta fechada en 1894 de que…“... sin la prensa nada podemos hacer”.

(Tomado del artículo “La prensa revolucionaria y la Guerra del 95” del Dr. Benigno Souza, publicado en “Álbum del Cincuentenario de la Asociación de Reporters de La Habana (1902-1952). La Habana, Cuba: Editorial LEX; 1952. Página 92)

El propio José Martí, quien ejerció el periodismo con singular prodigalidad, como una importante actividad en su multifacético quehacer revolucionario, nos legó las siguientes valoraciones acerca del papel de la prensa, dada su finalidad de...“…decir lo que a todos conviene y no dejar nada que a alguien pueda convenir. Que todos encuentren en el diario lo que pueden necesitar saber. Y decirlo con un lenguaje especial para cada especie, escribiendo en todos los géneros, menos en el fastidioso de Babeauf, desdeñando lo inútil y atendiendo siempre lo útil elegantemente……El periódico ha de estar siempre como los correos antiguos, la fusta en la mano y la espuela en el tacón…….Debe desobedecer los apetitos del bien personal, atender imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, valiente. En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe y los labios sin mancha que lo dictan. No hay cetro mejor que un buen periódico” (Tomado del artículo ya citado. Página 96).

Resulta sumamente difícil, por no decir imposible, encontrar una de las grandes personalidades que forjaron nuestra identidad, a través de su obra y pensamiento, durante más de dos centurias, que no haya utilizado la prensa escrita con el mismo propósito, en una u otra etapa de su vida. Mencionemos tan sólo a José Agustín Caballero, Félix Varela, José de La Luz y Caballero y José Martí, en el siglo XIX, así como Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torrriente Brau, Raúl Roa, Blas Roca y tantos otros, en la primera mitad del siglo XX.

El pensamiento progresista cubano, que inicia su formación a fines del siglo XVIII, favorecido por muy peculiares condiciones, y que alcanza en José Martí, su más alta cumbre, llega hasta nosotros, en sus posibilidades infinitas de desarrollo, en el ideario de Fidel Castro, feliz conjunción de múltiples legados, perneados todos de un significativo humanismo ético.

La historia de nuestra patria es una sucesión de disímiles batallas de ideas, con escenario en diversos contextos, sin perder su esencia motivadora de justicia y patriotismo. Y la prensa escrita constituye, sino el único, sin duda su principal instrumento revolucionario de divulgación entre el pueblo, verdadero sujeto de toda transformación.

El contenido ético-humanista del pensamiento de Fidel Castro, principal forjador de la Revolución Cubana, expresión de continuidad y ruptura con el ideario progresista anterior y de notable inspiración martiana, se nos muestra en sus múltiples discursos. escritos, entrevistas, mensajes y declaraciones publicados en la prensa escrita durante décadas de bregar revolucionario y que alcanza en sus actuales Reflexiones, un alto grado de madurez. Feliz conjunción de legado y contemporaneidad.

Con una impresionante trayectoria revolucionaria; testigo excepcional de su propia obra, algo poco común en los líderes políticos fundadores de procesos revolucionarios que marcan hitos históricos, éste retorna al final de su vida a su quehacer periodístico, como instrumento de combate, que siempre marcó su vida, desde los años juveniles universitarios. En sus Reflexiones, vía alternativa a su pensamiento desbordado, en las limitaciones de su forzada convalecencia, se plasma la experiencia como conductor del proceso de construcción del socialismo en un pequeño país subdesarrollado, bloqueado y hostigado por la potencia capitalista más poderosa.

Constituye Fidel Castro una figura política que aún sus más recalcitrantes enemigos, respetan, y que la gran mayoría de los pueblos admiran. Con sus Reflexiones éste logra realizar su propósito de esclarecer, argumentar, interpretar y valorar los principales hechos del acontecer nacional e internacional, sin la pueril validad de aspirar a que sus criterios se conviertan en dogmas ni que tengan que ser compartidos por todos sus lectores. Como el mismo expresa el 23 de mayo del 2007…”….ningún peligro es mayor que los relacionados con la edad y una salud de la cual abusé en los tiempos azarosos que me correspondió vivir. Hago ahora lo que debo hacer, especialmente reflexionar y escribir sobre las cuestiones a mi juicio de cierta importancia y trascendencia”. (1)

El estudio de sus Reflexiones nos muestra diversas facetas, llenas de posibilidades investigativas. Pero en nuestro criterio todas ellas marcadas por su eticidad, dado que el pensamiento y la actividad revolucionarios de Fidel Castro se encuentran siempre enrumbadas por inconmovibles principios morales. En ese sentido, éste representa, con sus ideas, la continuidad y ruptura con el fecundo legado progresista de los siglos precedentes, marcado por el quehacer pedagógico y filosófico, ético y patriótico, humanista y solidario.

“…No ando con engaños ni con mentiras, digo aquí lo que siento, lo digo sin demagogia ni hipocresía”…afirmaba en fecha tan temprana como el 11 de marzo de 1959…“….yo no estoy luchando aquí por la gloria. Hay quien lucha por la gloria, por vanidad, para que le hagan una estatua…..lucho por lo que siento, porque cada uno tiene que cumplir con un deber en esta vida y mi deber me tocó a mí como pudiera haberle tocado a cualquiera….No quiero estatuas en esta vida ni después de muerto…..Mi premio es cada vez que le haga un bien a alguien sentirme satisfecho, mi premio es cada vez que vea a una familia feliz, sentirme satisfecho”. (2)

A partir del 28 de marzo del 2007, con la publicación en Granma (posteriormente reproducidas por otros medios) del artículo “Condenados a muerte prematura más de 3 mil millones de personas”, bajo el título de “Reflexiones”, se inicia una nueva etapa en la profundización de la estrecha y permanente colaboración de Fidel Castro en la prensa escrita.

En estas, Fidel Castro aborda una gran diversidad de temáticas, aunque en ellas predominen los aspectos económicos, particularmente la esencia, causas y repercusiones de la crisis económica que estremece al sistema capitalista en sus cimientos; la valoración de la vida y obra de figuras de la política y la cultura nacionales y mundiales o acontecimientos, que por su índole y significación, influyen de una u otra forma en el acontecer de la sociedad moderna. En todos ellos, es fácil discernir un componente ético de ineludible presencia en su pensamiento.


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