“¿Es ético que el Presidente de Estados Unidos ordene torturar a otros seres humanos?”

Desde su propio surgimiento como nación imperialista, que Karl Marx previó genialmente en su obra cumbre “El Capital” y V.I. Lenin describió en su obra de imprescindible estudio, “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, en los Estados Unidos de Norteamérica se adueñó del poder un grupo minoritario de la población, los denominados representantes del capital industrial y financiero, que imponen sus intereses, antidemocráticos, egoístas y antieticos, no solo a los propios ciudadanos de ese país, sino a aquellos otros, que por variadas razones, quedaron relegados en el proceso de desarrollo capitalista.

Ya a partir de concluida la I Guerra Mundial (1914/1918), surge a la palestra mundial como heredero de la soberbia Albión, la pujante nación y su oligarquía, que consolida definitivamente su hegemonía mundial, tras el triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial (1939/1945), que como gran acreedora de una Europa devastada por la contienda y en condiciones de imponer al mundo, la primacía de los intereses de sus gigantescas corporaciones.

Atrás quedaron los tiempos del presidente Abraham Lincoln, donde imperaba en esa nación las reglas económicas de la libre concurrencia, el paradigma del libre comercio y el idílico sistema democrático, si se comparaba con una América Latina, aun aherrojada al sistema colonialista español, añoso y arbitrario, o incluso al nefasto caudillismo, en las naciones que una vez lograda la independencia, tras gloriosas jornadas independentistas de sus pueblos, olvidaron las predicas de sus próceres como Bolívar, San Martin. O Higgins, Eloy Alfaro y tantos otros.

Con la consolidación del sistema imperialista en los Estados Unidos, cada vez mas sus presidentes, elegidos cada cuatro años entre los candidatos ofrecidos a los votantes, sin otra opción, por los dos partidos tradicionales de la propia oligarquía, estos se constituyeron en simples defensores de los intereses de la cúpula en el poder tras bambalinas o a plena luz del día, a la que ellos mismos pertenecían en mayor o menor grado. Con diferentes matices esa era su encomienda para la que fueron educados y formados. Por eso cuesta cada vez mas hacer distingos entre los programas electores de unos u otros candidatos, por sendos partidos que responden a los mismos intereses.

El discurso anticubano pronunciado por el entonces candidato presidencial Barak Obama, el 23 de mayo del 2008 ante la archireaccionaria Fundación Cubano Americana, engendro del mandato de Reagan y cenáculo de apátridas, terroristas y oportunistas, motiva la redacción por Fidel Castro de su reflexión “La política cínica del imperio”, escrita el 25 de mayo del propio año.

Este expresa al comentar la intervención de Obama como…“…lo escuché, como hice con el de McCain y el de Bush. No guardo rencor hacia su persona, porque no ha sido responsable de los crímenes cometidos contra Cuba y la humanidad. Si lo defendiera les haría un enorme favor a sus adversarios. No temo por ello criticarlo y expresar con franqueza mis puntos de vistas sobre sus palabras.

¿Qué afirmó?:

“…A través de mi vida ha habido injusticia y represión en Cuba y nunca durante mi vida el pueblo ha conocido la verdadera libertad, nunca en la vida de dos generaciones ha conocido el pueblo de Cuba una democracia…no hemos visto elecciones durante 50 años…Nosotros no vamos a soportar estas injusticias, juntos vamos a buscar la libertad para Cuba”. (101)

Al respecto expresa el dirigente cubano como…“…Obama en su discurso atribuye a la Revolución Cubana un carácter antidemocrático y carente de respeto a la libertad y los derechos humanos... Es exactamente el argumento que, casi sin excepción, utilizaron las administraciones de Estados Unidos para justificar sus crímenes contra nuestra patria…El bloqueo mismo, por si mismo, es genocida. No deseo que los niños norteamericanos se eduquen en esa bochornosa ética.

La evolución armada en nuestro país no habría sido tal vez necesaria sin la intervención militar, la Enmienda Platt y el coloniaje económico que esta trajo a la isla. La Revolución fue producto del dominio imperial. No se nos puede acusar de haberla impuesto. Los cambios verdaderos pudieron y debieron originarse en Estados Unidos…Lo primero que los líderes de la Revolución Cubana aprendimos de Martí fue creer y actuar en nombre de una organización fundada para llevar a cabo una revolución. Siempre dispusimos de facultades previas y una vez institucionalizada, fuimos elegidos con la participación de más del 90% de los electores, como es ya costumbre en Cuba, y no la ridícula participación que muchas veces, como en Estados Unidos, no llega al 50% de los electores. Ningún otro país pequeño y bloqueado como el nuestro habría sido capaz de resistir tanto tiempo, a base de ambición, vanidad, engaño o abusos de autoridad, un poder como el de su vecino. Afirmarlo constituye un insulto a la inteligencia de nuestro heroico pueblo”. (102)

Evidentemente Obama es un producto de la educación impuesta, tanto en las instituciones escolares como por medio de sus archipoderosos medios de comunicación, a la población de ese país, tergiversada acorde a los intereses del establishment.

Y continúa Fidel Castro, como…“….usted debiera conocer, antes de juzgar a nuestro país, que Cuba, con sus programas de educación, salud, deportes, cultura y ciencias, aplicados no solo en su propio territorio, sino también en otros países pobres del mundo, y la sangre derramada en solidaridad con otros pueblos, a pesar del bloqueo económico y financiero, y las agresiones de su poderoso país, constituye una prueba de que puede hacerse mucho con muy poco. Ni a nuestra mejor aliada, la URSS, le fue permitido trazar nuestro destino…En la buena voluntad y disposición de las personas hay infinitos recursos que no se guardan ni caben en las bóvedas de un banco. No emanan de la política cínica del imperio”. (103)