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PAZ Y CIUDADANÍA EN EL PROCESO DE FORMACIÓN BÁSICA DE LOS JÓVENES DE SECUNDARIA

Irma Isabel Salazar Mastache




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3 Semblanza del origen de la asignatura Formación Ciudadana

En1970 se realiza una reforma educativa en México y una de tantas asignaturas del currículo de secundaria que llevaba el nombre de Civismo era la encargada de formar en los estudiantes “comportamientos”, incluyendo algunas prácticas que determinaban conductas morales, mismas, que muy a pesar de las décadas que ya han pasado aún no desaparecen del todo. Haciéndose presentes en algunas manifestaciones del pensar y del actuar de la sociedad adulta. La cual tiene es sus manos la responsiva de educar y formar a las nuevas generaciones; ocasionando en los jóvenes y niños la repetición de patrones conductuales o el choque de culturas entre las generaciones.

En la década de los 80’s cambia de nombre de Civismo, dando paso a la asignatura de Formación Cívica, encargada entonces de moldear y hasta cierto punto manipular el ejercicio de la vida democrática nacional, dejando en las aulas polos opuestos de formación al pasar de un civismo conductual a uno democrático. Y sugerido por el Estado en función de sus necesidades.

El siglo XX se caracterizó por el universalismo liberal de los derechos del hombre, se plantearon diversos discursos y debates sobre derechos de participación ciudadana, se alzó la voz para reclamar la aceptación y reconocimiento de los otros.

1998. La Asamblea General de Naciones Unidas proclama el periodo 2001-2010 <Decenio Internacional de una cultura de paz y no violencia para los niños del mundo> (Resolución53/15).

1999. La Asamblea General de Naciones Unidas en su quincuagésimo tercer periodo de sesiones aprueba la Declaración y programa de acción sobre una Cultura de paz (Resolución 53/243). (Jiménez, 2009:196)

Las Naciones Unidas (ONU) comenzaron los preparativos de la celebración del Año Internacional de la Cultura de Paz desde su proclamación el 20 de noviembre de 1997. A la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), se le encargó coordinar dicha celebración. Al mismo tiempo, una amplia gama de organizaciones, asociaciones, grupos y personas que actúan en pro de paz, la noviolencia y la tolerancia se comprometieron a participar activamente en la preparación del Año Internacional, en todas las regiones del mundo, con el siguiente propósito:

<El año 2000 debe ser un nuevo comienzo para todos nosotros. Juntos podemos transformar la cultura de guerra y de violencia en una cultura de paz y de noviolencia. Esta evolución exige la participación de cada uno de nosotros y les da a los jóvenes y a las generaciones futuras valores que les ayuden a forjar un mundo más digno y armonioso, un mundo de justicia, solidaridad, libertad y prosperidad. La cultura de paz hace posible el desarrollo duradero, la protección del medio ambiente y la satisfacción personal de cada ser humano>. (Jiménez, 2009:46).

Las modificaciones a la matrícula de secundaria no se hicieron esperar en 1993 se aplicó un programa de formación de valores y orientación educativa como parte del enfoque de enseñanza básica para los jóvenes. Paralelamente, se empezó a dar atención a los recursos cognitivos del alumno vinculados con la necesidad de formar ciudadanos participativos. Pero fue hasta 1999 cuando se incluyó en el plan de estudios de educación media la materia de Formación Cívica y Ética, con un programa que logró vincularse con los alumnos priorizando sus necesidades e intereses individuales. A partir de esa reforma comienza a quedar atrás el civismo conductual que se venía “enseñando” en los salones de clase y que no tomaba en cuenta la vida individual del alumno sino, por el contrario, buscaba homogenizar y estandarizar valores y conductas.

Con el objetivo de vincular al alumno con sus diferentes entornos y ayudarle a desarrollar competencias y aprendizajes significativos, se dan a conocer los planes y programas de 2006 en los que se manifiesta la intención de reducir la enseñanza de formación cívica y ética de tres años a dos, en segundo y tercer grado. Esta reducción se hizo para dar cabida a una “asignatura estatal”, la cual en principio se pensó que remplazaría a la “asignatura opcional” de tercer grado de secundaria, y aunque la instrucción y capacitación de los profesores se llevó a cabo bajo el entendimiento de impartir la asignatura de Formación Ciudadana en adolescentes de tercer grado de secundaria pasado un tiempo y en medio de un desconcierto total la administración educativa coloca a esta nueva asignatura de Formación Ciudadana en primer grado.

Según Reimers, durante los años 90’s y con la intención de introducir el ejercicio de la educación al terreno de la calidad se llevan a cabo ejercicios de revisión de los planes y programas de estudio a nivel básico arrojando como resultado que la educación cívica en ese momento era en gran medida una asignatura aislada en el currículo, enfocada principalmente en conocimiento de hechos históricos y de instituciones de gobierno y que la cultura escolar y la práctica pedagógica reflejaban valores culturales autoritarios más que prácticas democráticas de estudio (Raimers, 2007). Ante la sugerencias de una educación más democrática, el Banco Interamericano de Desarrollo financia y reevalúa en 1999 un estudio más específico acerca de la educación cívica; países como Chile, Colombia, Portugal y Estados Unidos forman parte de ese ejercicio y dan a conocer en 2004 un informe con varias propuestas de mejora en cuanto a la formación ciudadana:

…proponemos superar una visión clásica de educación cívica por una visión contemporánea centrada en el desarrollo de competencias (conocimientos, habilidades, actitudes y destrezas) para participar cívica y políticamente. Hacerlo implica incidir sobre varios ámbitos de lo educativo: 1) los contenidos explícitos de los programas, en asignaturas específicas de educación cívica, de historia y de gobierno, 2) los ejes transversales del currículum —con contenidos, promoviendo el desarrollo de competencias necesarias para vivir en democracia; 3) en la pedagogía que experimenten los estudiantes en las escuelas —en muchas de ellas la relación entre maestros y estudiantes son aún reflejo de tradiciones autoritarias— y 4) en la organización misma de la escuela. Consecuentemente es necesario reemplazar una visión restringida de la educación cívica por una ampliada, que asuma la educación democrática en diversos niveles organizacionales de la institución educativa y que lo haga por medio de modalidades novedosas que permitan a los estudiantes desarrollar las competencias necesarias para ejercer ciudadanía. ¿Cuáles son esas competencias? ¿Qué proponemos en este informe? Las que permitan ejercer los derechos democráticos de libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de expresión, de movimiento. El derecho de reunión, de organizarse con otros, de votar, de ser juzgado imparcialmente y de igualdad ante la ley. También las competencias para cumplir la obligación de votar, de participar políticamente, de pagar impuestos, de defender a la nación, de obedecer la ley, de aceptar las decisiones de la mayoría y de respetar los derechos de los demás. Así mismo, las competencias que permitan comprender a cabalidad lo que el otro quiere (Reimers, 2007).

México, ante esta perspectiva de mejora educativa y humana se suma a un movimiento que llevaba gran ventaja en otros países americanos y, con la idea de insertarse en un esquema de formación de calidad, decide apostarle a la educación ciudadana como parte del currículo de secundaria, incorporándose al Tercer Estudio Internacional de Educación Ciudadana, financiado también por el Banco Interamericano de Desarrollo en agosto de 2005. En esos términos, la reforma de planes y programas de 2006 no es más que el cúmulo de propuestas estudiadas y ejercidas desde 1999 en varios países de América Latina y que surgen como respuesta a todo un proceso de análisis auspiciado por la Organización de Estados Americanos que hoy vela por la capacitación de profesores, el intercambio de información y la adopción de prácticas humanas.

México trata entonces y a paso acelerado incorporarse a esta reforma educativa planteada en toda América Latina para incluir en sus planes y programas de 2006 una nueva asignatura que diera cabida y al mismo tiempo respuesta a todo el planteamiento sugerido por la Organización de Estados Americanos y bajo el nombre de Formación Ciudadana introduce en las aulas tópicos que, de entrada, dejan asombrados a los profesores. Ante esta perspectiva de incertidumbre, falta de dominio de los contenidos y desconocimiento total de las estrategias de enseñanza y evaluación, la asignatura estatal de Formación Ciudadana pretende en un ciclo escolar instruir a los alumnos a través de los siguientes bloques temáticos con la única finalidad de formar ciudadanos altamente responsables y dotados de competencias que les permitan conocer el Estado de Derecho para manifestarlo en una Cultura de la Legalidad.

Bajo el nombre de “Formación Ciudadana para una Cultura de la Legalidad” inicia su aplicación, a manera de pilotaje, en el 2003, sin plan ni programa elaborado, pues se fue dando a conocer a los maestros, en la mayoría de las instituciones, conforme transcurría el ciclo escolar; lo cual arrojó como primer resultado meses de retraso y confusión entre profesores, administradores de la educación, alumnos y padres de familia.

Para 2007, se presentan los contenidos del programa de la asignatura estatal bajo el nombre de “formación ciudadana para jóvenes mexiquenses” integrado por cinco bloques temáticos planteando la posibilidad de potenciar y desarrollar competencias en los adolescentes, que les posibiliten hacer un ejercicio responsable de su libertad, desarrollar su autonomía moral, e involucrarse de manera activa y documentada en la construcción de una cultura que promueva el apego al Estado de derecho y la Legalidad, como parte fundamental de la formación integral de los alumnos. (SEP, 2007).


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