BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESCIFRANDO A SRAFFA

Antonio Mora Plaza




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Capítulo XI: Tierra

Abordamos ahora epígrafe, el capítulo XI de la obra de Sraffa que va referido al viejo tema de la renta de la Tierra. Esta renta, como una de las tres retribuciones de la producción junto con los salarios (de los trabajadores) y las ganancias (de los capitalistas), la rastrea Schumpeter hasta llegar a Quesnay y a Cantillon . Siempre ha tenido mala prensa, incluso entre los economistas que hoy -pero no en su momento- pueden ser considerados ortodoxos. A. Smith la critica y para D. Ricardo es una de las ideas-fuerza de su esquema intelectual. Ricardo la define como: “... aquella parte del producto de la tierra que se paga al terrateniente por el uso de energías originarias e indestructibles del suelo” . Tiene esta definición cierto empaque, como de una pretensión de universalidad, como corresponde a un intelectual de máximo nivel que era el economista inglés. Tampoco con ello se limita a las rentas derivadas de los productos agrícolas, sino que también se refiere a las de las minas también. Sin embargo, unos cuantos párrafos más allá, la completa, la concreta y muestra de paso su rechazo a esta retribución cuando dice que: “Únicamente porque la tierra no es ilimitada en cantidad ni uniforme en calidad, y porque con el incremento de la población, la tierra de calidad inferior o menos ventajosamente situada tiene que ponerse en cultivo, se paga renta por su uso” . En esta frase queda claro para el que lo lea sin prejuicios, que la renta, en concreto, la de la tierra se deriva de un problema de calidades o, su equivalente económicamente, de distancias. Pero es el propio Ricardo el que origina confusión cuando dice que: “Renta es siempre la diferencia existente entre el producto obtenido mediante el empleo de dos cantidades iguales de capital y de trabajo” . Aquí parece indicar Ricardo que, aún cuando no hubiera diferentes calidades de tierra, el sólo hecho de aumentar el capital y/o el trabajo sobre la tierra origina una renta. De aquí a la ley de los rendimientos decrecientes generalizada para todos los recursos productivos y de las productividades marginales no hay más que un paso. O quizá más de uno, porque esta formulación explícita y generalizada se hace con los marginalistas en el último tercio del XIX. Para los marginalistas y neoclásicos de antes y de nuestros días, todos los factores se pagan -¿o querían decir que deberían pagarse?- de acuerdo con el valor de sus productividades marginales. Y ahí acabó el intento de construir un tipo de conocimiento con marchamo de ciencia, para convertirse en meros gráficos y fórmulas hasta que llegó una rama de este conocimiento -que no ciencia- que fue el keynesianismo . Pero volvamos con Sraffa y su capítulo XI y oigamos sus palabras sobre qué entiende él por renta: “Puede decirse que los recursos naturales que son utilizados en la producción, tales como la renta y los depósitos minerales, y que por ser su oferta escasa permiten a sus poseedores la obtención de una renta, ocupan entre los medios de producción una posición equivalente a la de los productos “no básicos” entre los productos” . Puede verse por estas palabras que Sraffa no se queda en la concepción de Ricardo sobre el origen de la renta y, sin desdecir al economista inglés que tanto admiraba y al que dedicó buena parte de su vida a su obra y a su correspondencia, pone el acento el italiano -y quizá toda la partitura- en la escasez como origen de la renta. Es verdad que ya en su época era un lugar común hablar de la escasez como una de las características de los llamados fenómenos económicos y, quizá por ello, se hablaba de la economía como la ciencia lúgubre. Más tarde aclara Sraffa el porqué de ese acento: “Si no hubiera escasez, sólo se utilizaría un método, el más barato sobre la tierra, y no podría existir renta”. Aquí ya se aleja de Ricardo -en mi opinión- porque habla de método, es decir, de lo que hoy llamaríamos métodos de producción, que ya coge al marginalismo a contrapié, porque nos alejamos de aumentos de la intensidad del capital para hablar de cambios en su composición. Sraffa no da puntadas sin hilo y, poco a poco, sin querer traicionar a sus maestros clásicos, va llevando el agua a su molino hasta dejar seco el molino de los marginalistas.

Sin más preámbulos, vamos a exponer las ecuaciones, que esta vez ¡también! las hace explícitas Sraffa y que recojo en forma matricial:

(104)

donde la novedad respecto a las ecuaciones que definen el sistema esrafiano es la de la inclusión de PtT, siendo Pt la renta unitaria de la tierra (o minas, por ejemplo) y T una matriz diagonal nxn que representa las cantidades de las diferentes tierras según sus cualidades. La otra posible novedad es la de que los precios de los medios de producción los lleva desde 1 a m, en lugar de n. Yo no entiendo porqué. De momento haré m=n y en un anexo daré la ecuación y sus posibles consecuencias para el caso de que m fuera diferente a n. De (104), al hacer cero la tasa de salarios w, obtenemos:

(105)

siendo gm la tasa máxima de ganancia. Ahora, de (104) y (105) sale:

(106)

donde los precios de los productos y de los medios -es decir, las no rentas- no dependen de las rentas PtT. La (106) es muy acorde con lo que decía D. Ricardo: “Dicho cereal no se encarece porque hay que pagar una renta, sino que debe pagarse una renta porque el cereal es caro” . Los precios de los productos finales P, sean genéricos o sea el trigo como bien final, no dependen de PtT, es decir, de las rentas. Ya queda dicho que el economista inglés, sin título universitario, era una inteligencia suprema. De (105) y (106), sustituyendo los precios de (106) en el lado derecho de (105) pero no en el lado izquierdo, queda:

(107)

Ahora las rentas unitarias Pt aumentan con el aumento de los precios finales P, con la productividad de la tierra YT-1, con la tasa de ganancia máxima gm, y disminuyen con los salarios w, con la tasa de ganancia (interés, beneficios) r y con la saturación de la mano de obra en relación a la tierra LT-1. De nuevo aquí las rentas (unitarias) de la tierra Pt dependen de los precios del producto P, pero no al revés. Creo que D. Ricardo, de la mano de Sraffa, estaría satisfecho. También Pasinetti con su pequeño modelo ricardiano y su ecuación:

(108)

siendo R la renta de la tierra buscada, f(N) la función de producción (del trigo o bien final), N el número de trabajadores (u horas de trabajo) y df/dN la productividad (marginal) del trabajo.

Una generalización del modelo esrafiano que él no se atrevió a formular podría venir dado por la ecuación:

(109)

donde hay m+n+s precios diferentes entre productos finales Py, rentas unitarias Pt y precios de los medios Px, y con el tipo de ganancia r abarcando todos los costes. Al seguir los mismos pasos dados para deducir (107), obtenemos la ecuación:

(110)

que no cambia nada las conclusiones de la ecuación (107) . Y, al igual que en la anterior, nada nos asegura desde el punto de vista formal la existencia de rentas negativas, lo cual no tendría sentido económico. Sólo podría evitarse al modo esrafiano acudiendo a la realidad y con los propietarios o empresarios huyendo de posibles métodos de producción -que dependen de L y X- en la agricultura que dieran lugar a semejante desaguisado.

La principal dificultad de los modelos planteados, tanto del esrafiano más puro, el mencionado de Pasinetti, como el ampliado, es la de que las matemáticas tienen enorme dificultad para distinguir la calidad de la cantidad. Hemos visto que de Ricardo arranca dos posibles interpretaciones de la renta (diferencial) de la tierra: la debida a los cambios de calidad y la del aumento de la cantidad de tierra manteniendo la misma calidad, es decir, con cantidades homogéneas susceptibles de suma. A posteriori, ambas interpretaciones caben formalmente, pero las consecuencias reales son distintas por más que las matemáticas no puedan distinguirlo. Sraffa se percató de ello con su proverbial sentido de la observación y lo explicó mejor en el epígrafe 89 de su libro, uno de los más brillantes del italiano. En el siguiente plantea el sempiterno problema de los medios de producción que no son producidos (la tierra, las minas) y de la posibilidad -como es el caso del trigo- de varios métodos de producción para obtener el mismo bien final. En concreto dice Sraffa que: “Las máquinas de tipo obsoleto son similares a la tierra en la medida en que son empleadas como medios de producción aunque ya no son producidas... Y como la tierra, tales instrumentos obsoletos tienen la propiedad de los productos no básicos y son excluidos de la composición de la mercancía patrón” .

Sraffa muestra su deseo de reducir todo ello a un modelo equivalente al de la producción por -aunque el no lo diga- las ventajas formales que tiene y que hemos visto. Creo que es un intento baldío y hay que dejar la producción simple (y en especial la de que todos los productos sean básicos) por sus aspectos pedagógicos, pero se debe llegar siempre a la producción conjunta, a la diversidad de métodos para un mismo producto, a la anualización de las rentas del capital fijo, a la reducción del trabajo fechado, a la diversidad de tasas de salario y de tasas de ganancia , etc. Sraffa ni mucho menos resolvió todos los problemas que planteó, pero sembró la semilla; quedarse sólo en lo que concibió el genio hace ya casi 90 años sería casi una traición. Claro, que peor es, como ocurre en la enseñanza universitaria de la economía hoy día, licenciarse y saber que Sraffa forma parte del pasado, no porque se le haya superado, sino porque se le ha ignorado. Las tesis doctorales al respecto, los artículos en revistas especializadas no son suficientes si sus conceptos, su teoría, su modelo, los problemas que plantea, no pasan al corpus canónico del conocimiento de un graduado y, no digamos, de un doctorado.


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