BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESCIFRANDO A SRAFFA

Antonio Mora Plaza




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INTRODUCCIÓN

Se cumple en efecto este año del 2010 el cincuenta aniversario de esta gran obra del gran economista italiano -turinés para más señas- Piero Sraffa. A pesar de que su obra es revolucionaria en el contexto de la historia del análisis económico y a pesar de que sus aportaciones -como veremos- son de importancia capital para el desarrollo de este tipo de conocimiento sobre la realidad social, a pesar de ello decía, su obra -al igual que la de Marx- no se enseña en los cursos de licenciatura o de grado de economía en las facultades de economía. Normalmente se relegan a cursos especializados o de doctorados o, como se dice en Latinoamérica, de doctorando, y no forma parte del corpus de conocimientos de un economista cuando sale de la facultad con el título correspondiente bajo el brazo. La injusticia es manifiesta desde cualquier punto de vista: político, ético y, sobre todo, científico , que es el que me importa señalar y denunciar. Daré apenas unas puntadas a su biografía que pueden explicar históricamente este ocultamiento y relegamiento del economista italiano, pero no justificarlo; a continuación daré un esbozo del estado de la teoría económica en el momento que nace Sraffa intelectualmente; por último resaltaré algunos de los aspectos más importantes de su teoría, pero haciendo dejación de cualquier intento de hacer un mero resumen de la literatura esrafiana o los avances intelectuales de su obra. Esto normalmente sirve para alcanzar el doctorado o cosas similares, pero está alejado de mis intenciones. Si algún mérito puede tener o querría que tuviera es el de ser desvergonzado y arriesgadamente creativo.

Piero Sraffa nace en Turín en 1898 y muere en el Cambridge inglés en 1983. Es hijo de un prestigioso jurista, Ángelo Sraffa y de Irma Tivoli. Sus estudios en la escuela elemental los hace en Parma y los secundarios en el famoso instituto Giuseppe Parini, en Milán. Los universitarios los realiza en la Facultad de Derecho de Turín, donde sigue los cursos de economía política de Luigi Einaudi, especialista en finanzas. Enseguida -en 1919- entra en contacto con el dirigente italiano Gramsci y participa mediante traducciones de textos alemanes, franceses e ingleses en L´Ordine Nuovo, revista creada por el propio Gramsci y el que fuera posteriormente máximo líder y renovador del PCI, Palmiro Togliatti. La amistad, correspondencia y desvelos personales de Sraffa en ayuda de Gramsci fueron constantes hasta la muerte de éste en 1937. Tras algún intento anterior, en 1927 puede ir a Gran Bretaña y se entrevista con Keynes. Entre 1919 y 1920, Sraffa había preparado una tesis sobre las finanzas italianas bajo la supervisión del profesor Einaudi titulada L´inflazione monetaria en Italia e dopo la guerra. Ya en tierras inglesas y en contacto de nuevo con Keynes, éste le pide un artículo para la revista Manchester Guardian Commercial que dirigía. Sraffa escribirá ya directamente en inglés The Bank Crisis in Italy. Keynes quedará agradablemente conmocionado por el trabajo de su ya amigo turinés y ya no le dejará escapar de su Cambridge inglés, a pesar de los problemas de Sraffa para dar clase y, en general, para hablar en público. Entre 1924 y 1925 prepara un trabajo cuya importancia en la historia del análisis económico es difícil de exagerar: Sulle relazioni fra costo e quantità prodota (Sobre las relaciones entre costo y cantidad producida). Retorna a Italia y en 1926 obtiene una cátedra en la universidad de Cagliari, en Cerdeña, donde enseñará hasta el verano de 1927. En 1926, Keynes, a instancia del afamado economista Francis Y. Edgeworth, le pide un artículo sobre la competencia y Sraffa le manda un trabajo quizá aún más importante que el anterior: The laws of Returns under a Competitive Conditions (La ley de los rendimientos en régimen de competencia). La presión del régimen fascista para él se volverá insoportable y en 1927 se instala definitivamente en Cambridge hasta su muerte.

Este es un pequeño esbozo donde renuncio a relatar las relaciones políticas y de amistad con Gramsci por mor de espacio y oportunidad, pero es notorio que ambas fueron estrechas y leales, a pesar de sus discrepancias políticas (más tácticas o estratégicas que ideológicas). Apuesto a que debió estar en tensión por su lealtad ideológica a los sentimientos revolucionarios de los pueblos -en especial del italiano- y su rigor e imperturbable altura intelectual que no le permitía pasar más que aquello que el tamiz de su intelecto aceptaba. Prueba de ello y a pesar de decirse y aceptarse así mismo como marxista, construyó una teoría en su obra Producción de mercancías por medio de mercancías (en adelante PMPM) que se aparta de la obra de Marx tanto por su método como por sus conceptos, aunque no tanto por su objeto.

En 1960 se publica simultáneamente en inglés y en italiano la obra mencionada, cuya elaboración data de finales de los años 20, cuando Sraffa decide leer los primeros esbozos a Keynes. También se lo lee a su amigo Frank P. Ramsey y a los matemáticos A. Watson y (más tarde) a A. S. Besicovitch. ¡Pasan por tanto más de 30 años desde su génesis hasta su publicación! En el ínterin, se produce la revolución keynesiana/kaleckiana. ¿Cuál es la intención primera de Sraffa al desarrollar su obra PMPM? Lo dice en el prólogo e, incluso, queda implícito más que explícito en el título y en el subtítulo. En el primero se habla de producción de mercancías por medio de mercancías -hoy diríamos bienes y servicios-, es decir, para nada se habla de capital como medio de producción distinto del resto de las mercaderías que se utilizan en el consumo. La razón de ello es que para Sraffa -y también para David Ricardo - el capital es o se pude reducir a trabajo fechado, es decir, todos los medios de producción que alguna vez en el pasado se han producido se ha utilizado trabajo; es el trabajo el factotum, o en lenguaje aristotélico, la causa eficiente del capital. Esto es un misil en la línea de flotación de la teoría económica de la época, donde, al menos desde Adam Smith, se había dividido y agregado los medios de producción (factores) en la trinidad trabajo, tierra y capital. Hablamos de conceptos y no de meras descripciones de la realidad. De ahí también el subtítulo: “preludio a una crítica de la Teoría Económica”. Veamos lo que dice la gran Joan Robinson de los que es y cuál es el papel que jugaba “el capital” en la enseñanza de la economía, de la teoría (única) de la época: “Además , la función de producción ha constituido un poderoso instrumento para una educación errónea. Al estudiante de teoría económica se le enseña a escribir Y=f(L,K), siendo L una cantidad de trabajo, K una cantidad de capital e Y una tasa de output de mercancías. Se le alecciona a suponer que todos los trabajadores son iguales y a medir L en hombre-hora de trabajo; se le menciona un problema de números índices en cuanto a la elección de una unidad de output, y luego se le apremia a pasar al problema siguiente, con la esperanza de que se olvidará preguntar en qué unidades se mide K. Antes de que llegue a preguntárselo ya será profesor, y de ese modo se va transmitiendo de generación en generación unos hábitos de pensamiento pocos rigurosos”. Robinson se queda corta en cuanto al poco rigor, porque los problemas de agregación del llamado capital son insolubles: si no utilizamos precios, no podemos sumar cantidades heterogéneas; si los utilizamos, la suma -es decir, el llamado capital agregado - depende tanto de los sumandos de los medios de producción como de sus precios, con lo que nunca sabremos a que achacar una variación estadística del capital, ni tendremos nunca una medida rigurosa del capital independiente de los precios. Dicho de otra forma, si para determinar los salarios y las ganancias tenemos que saber los precios previamente, nunca tendremos una teoría de los precios de los bienes finales y de los factores si no podemos desligar los factores y sus variaciones físicas de sus valoraciones. Entramos en una tautología donde lo más que se puede decir es que todo depende todo, y para ese recorrido no se necesitan tantas alforjas.

¿Cuál era la teoría económica predominante a la altura de comienzos de los años 30 del siglo XX? Sin duda era Marshall y su obra Principios de Economía (había desaparecido el adjetivo “política”). Su obra, trabajada durante mucho tiempo, recogía la tradición clásica con el importante añadido del marginalismo -como método y también en parte como objetivo- creado a finales del último tercio del XIX por la tríada Jevons-Menger-Walras . Se corresponde en esencia con la Microeconomía que se estudia actualmente. El economista inglés centrará su análisis en el equilibrio parcial, mientras que Walras lo hará en el equilibrio general. La matemática empleada será cada vez más el cálculo infinitesimal o diferencial, porque se supone que los bienes y servicios se pueden dividir cuanto se quieran, tanto en la producción (productividad marginal) como en el consumo (utilidad marginal); también porque sus demostraciones son más elegantes con ese instrumental. Con curvas apropiadas de costes en formas de U y en el consumo convexas hacia el origen, se dejaba el camino expedito para que, posteriormente, con un poquito de Brower y Kakutani -teoremas del punto fijo- y con algún triple salto para agregar bienes y empresas, se llegue a las teorías posteriores del equilibrio general , donde se determinan los precios finales e intermedios de una vez para siempre, donde todo es paz y armonía, y ninguna fuerza interna lo puede cambiar. Claro, esto no explica las crisis, los ciclos, por ejemplo. Pero tiene una virtud ideológica: los precios finales y las rentas de los factores están justificados por sus utilidades marginales y sus productividades marginales. Tampoco explica esta teoría el paro indeseado , porque las leyes de oferta y demanda -que se obtienen de lo anterior- tienen o debieran tener tal flexibilidad de precios y salarios -y dado que se cruzan siempre - que hacen imposible una situación de paro. El problema es que la realidad ahora, en 1929 y siguientes, y en otros períodos del capitalismo, dice lo contrario. Hay que reconocer, no obstante, que ya dentro del sistema neoclásico -personalizados en Marshall y Walras- escribe el sucesor del inglés en Cambridge, Pigou, Wealth and Welfare (1912) y lo remata posteriormente con La economía del bienestar (1920), donde se discuten posibles fallos del mercado (externalidades); era un cambio dentro del sistema intelectual neoclásico, por eso se le tildó significativamente de fallos del mercado. Con el tiempo, esos fallos del mercado y otros (bienes públicos, rendimientos crecientes o constantes, información asimétrica, etc.) pasarían a ser, aunque a regañadientes, características de mercado.

Pues bien, a la altura de los años 30 se producen dos revoluciones en la teoría económica por obra de 3 autores, de los cuales uno es de sobra conocido -supongo que merecidamente- y los otros 2 son unos desconocidos para los no economistas, e incluso para estos, lo son sólo de oídas, me atrevería a decir, salvo para especialistas: el primero es Keynes y los semi-desconocidos son Kalecki y Sraffa . De Kalecki no hablaré, pero decir que es como Keynes, pero en plan riguroso, entendible y profesional. Sigamos. La llamada revolución keynesiana la recoge otra vez Joan Robinson en un artículo de 1972 . Entre otras aportaciones de Keynes, lo que va trastocar el hermoso país de la Alicia neoclásica es la posibilidad de que se pueda dar un equilibrio entre Ahorro e Inversión (o lo que es equivalente, entre Producción y Renta) y simultáneamente paro indeseado . También el factor tiempo. Oigamos de nuevo a la Robinson en el artículo citado anteriormente: “Consideremos cuál era la clave de la revolución keynesiana, tanto en el plano de la teoría como en el de la política. En la teoría, el punto principal de la General Theory fue hacer estallar el núcleo del equilibrio y considerar la naturaleza de la vida vivida en el tiempo: la diferencia entre ayer y mañana. Aquí y ahora, el pasado es irrevocable y el futuro, desconocido”. Frente a la placidez estática de la teoría neoclásica , Keynes opone el tiempo y su incertidumbre, y sin tiempo no existiría el multiplicador; tampoco una aproximación a la explicación de las crisis y los ciclos.

Después de estas leves pinceladas sobre el estado del conocimiento de la teoría económica en los albores del período de entreguerras -y que cualquier libro sobre la historia del análisis mejorará sin ninguna duda- pasemos directamente a la aportación de Sraffa en su obra Producción de mercancías por medio de mercancías. Antes de nada, sin embargo, una advertencia: he hecho en este trabajo esfuerzos ímprobos por apartarme de otros trabajos sobre Sraffa porque nada más lejos de mi intención que hacer un mero resumen de lo aportado por otros. Eso vale para hacer tesis doctorales, obtener títulos o publicar en revistas especializadas. Prefiero el valor de la originalidad imperfecta a la más coherente de las síntesis o al más perfecto de los resúmenes. Dicho esto, entramos en materia sobre el libro de Sraffa.

Nada más empezar en su obra capital dice el autor: “Cualquier persona acostumbrada a pensar en términos de demanda y oferta puede inclinarse a suponer, al leer estas páginas, que la argumentación descansa sobre el supuesto tácito de rendimientos constantes en todas las industrias” . Esta era la requisitoria y advertencia que le había hecho su amigo y mentor Keynes para entender su obra o, al menos, sus hipótesis. Mi impresión personal tras estudiar y escribir varios artículos sobre esta obra de Sraffa es la de que Keynes no entendió nada de lo que Sraffa había escrito hasta ese momento, porque el italiano toma los medios y los productos finales como datos, por lo que no tiene sentido hablar de rendimientos cuando el tiempo no juega ningún papel . Sólo en el capítulo de la reducción del capital a trabajo fechado hay que darle la razón al inglés. Esto demuestra la dificultad de pensar por uno mismo cuando las ideas heredades son más un obstáculo que un estímulo. Y eso que a Keynes se le tiene por un genio, que yo no discuto. Pero Sraffa no acaba su disertación sobre el tema del no supuesto sobre los rendimientos constantes y dice a continuación con fina ironía: “Si se encuentra tal supuesto, no hay inconveniente alguno en que el lector lo adopte como una hipótesis temporal de trabajo. De hecho, sin embargo, no se hace tal supuesto”. Por los testimonios que tenemos se deduce que el economista turinés era afable en demasía, pero también que intelectualmente era incorruptible y con esto lo demuestra. ¿Cuál es el objeto de la investigación de Sraffa? Lo aclara el mismo en el prefacio: “La investigación se ocupa exclusivamente de aquellas propiedades de un sistema económico que no dependen de variaciones en la escala de producción o en las proporciones de los factores”. ¿Qué consigue Sraffa con este supuesto nada descabellado? Nada más y nada menos que cargarse el análisis marginal, porque “sin variación, bien en la escala de la industria, bien en la proporción de los factores, no puede haber producto marginal ni coste marginal” . Eso obliga y le obliga a Sraffa a volver a los economistas clásicos, “desde Adam Smith a Ricardo”. Resulta curioso y llamativo qué pocos economistas considera clásicos el italiano. A partir de ahora vamos a seguir el libro de Sraffa para ir desgranando algunas de sus conceptos, hipótesis, teorías y conclusiones. Vayamos ahora al libro para intentar desentrañarlo y descifrarlo.

El libro de Sraffa hay que descifrarlo. Otros hay interpretarlos, como el de Keynes, o sólo aprenderlos, como los de Kalecki, o sólo entenderlos, como el de Ricardo, o traducirlos al lenguaje corriente, como los de Marx. Sraffa es un economista puro que utiliza las matemáticas, pero que sustituye las conclusiones formales por los razonamientos económicos que ellas implican, a diferencia, por ejemplo, de Von Neumann. Sraffa es un pos-ricardiano que desarrolla su propio esqueleto económico, cuando lo fácil hubiera sido seguir el creado por Marx. Como todo gran intelectual, Sraffa veía de lejos y no se enfangó con el grandioso esquema del alemán porque vio algo que no tenía salida: la teoría del valor-trabajo, versión Marx en lenguaje hegelés (J. Robinson). Intuyó que la forma de combatir el cáncer que se había desarrollado en la teoría económica con Jevons-Walras-Menger no era con la teoría del valor de Marx y su teoría de la plusvalía, sino con la búsqueda de una teoría de la distribución que fuera inmune a la variación de los precios. Ese fue el sueño del que Ricardo nunca despertó. Sraffa lo alcanzó con la mercancía-patrón y la razón-patrón; Marx, por su parte, lo intentó con su teoría del valor-trabajo que es distinta de la de Ricardo y, en mi opinión, tampoco lo consiguió por problemas de coherencia interna. A partir de ahí desarrolló Sraffa su teoría del excedente, su visión sobre el capital como trabajo fechado, la producción simple y conjunta, la razón-patrón como vara de medir de la distribución y sus componentes, la distinción no sociológica entre bienes básicos y no básicos, la destrucción de la teoría del capital marginalista con su recurso al trabajo fechado y la elección de técnicas. También otros logros que otros autores han desarrollado posteriormente. Pero toda la semilla está en Producción de mercancías por medio de mercancías. Tiene otras contribuciones también con dos artículos trascendentes, pero aquí nos limitamos a su libro escrito a lo largo de varias décadas y publicado definitivamente en 1960. En esta fecha nace una nueva teoría económica de la que Sraffa creó y puso la semilla. Aún está por desarrollar. En mi opinión no es la teoría de Sraffa una aportación más en la historia del análisis económico, sino una alternativa, tanto a la macroeconomía como a la microeconomía. Sobre todo a esta última. También, en mi opinión, la microeconomía que aún se enseña en las universidades es un cadáver intelectual, pero si subsiste es por motivos ideológicos y de inercia histórica.

Vamos a descifrar el libro de Sraffa y -lo que de verdad importa- desarrollarlo en lo posible. También corregirlo en sus errores, que alguno tiene. No es este un intento de recopilar lo que se ha hecho hasta ahora porque eso sirve sólo para conseguir doctorados y rellenar currículos. Con explicar la semilla de Sraffa y regarla en la medida de lo posible para que fructifique es suficiente. Más aún, cuanto más diferente sea de cuantos han desarrollado o interpretado la obra del italiano como Pasinetti, Garegnani, Schefold, Roncanglio, mejor. Nada más aburrido que repetir lo que otras han hecho, aunque sea imprescindible su conocimiento. Iremos capítulo a capítulo en lo posible, pero no se trata de divulgarlo, sino sólo de interpretarlo. No se puede sustituir la lectura de la genial obra del italiano. Aquí seremos selectivos en las cuestiones que aborda Sraffa y no entraremos en muchos de sus matices y consideraciones.


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