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ESTUDIO ETNOHISTÓRICO SOBRE UNA UNIVERSIDAD NEW AGE, SUS PROCESOS DE EDUCACIÓN, SEDUCCIÓN, CONFUSIÓN E INICIACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CONTEXTO

José Luis Montero Badillo



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Lo que la institución propone y el individuo responde

En uno de los capítulos anteriores se hizo mención del término “grupo de avanzada”. El término hace referencia a la universidad y la posición que juega dentro de la gran organización de la que forma parte: The Global Foundation.

La inferencia a la que se llega a partir del dato duro, es que este experimento que es la universidad está actuando como una partida anticipada del cuerpo principal, pero no sólo para observar de cerca y precaver, que es lo que suele hacer un grupo de avanzada, sino que además está funcionando como laboratorio de transformación social y cultural en donde se están ensayando nuevas formas de relacionarse, de proceder y de percibir, es decir, nuevos referentes identitarios.

Desde lo social, lo podemos ver a través del impacto a la región en lo económico y laboral. Es decir, es obvio que una institución del tamaño de la universidad -con todo lo que ésta trae detrás- que se instala en una región con las características descritas en el capítulo respectivo, implica un proceso de cambio social que apenas, después de casi una década de operación, comienza a hacerse notar, desde las rutas de acceso y las líneas de transportistas que han entrado en conflicto por ver cuál gana la ruta que llega hasta el plantel escolar y los presidentes municipales de los poblados cercanos que se atribuyen el crédito de tener una institución de estudios superiores en la región e incluso la ayudan con la promoción, hasta los pequeños negocios que han modificado su razón social para poder satisfacer la demanda de las personas que estudian, trabajan o están relacionadas con la universidad. Incluso el impacto se percibe en las familias en las que hay un miembro que trabaja en el plantel escolar y, casi sin que ellos mismos lo noten, modifican algunas de sus costumbres y hábitos cotidianos.

Pero los procesos de cambio social son lentos y visibles sólo en su perspectiva histórica, aunque capaces de acelerarse en la medida en que movimientos como los del tipo de la Nueva Era procesan y transforman las culturas en las que se insertan, construyen y sobre todo reconstruyen significados. Esto nos lleva al aspecto de la transformación cultural, que es en el que se está especializando este grupo novoerista específico y en lo que habremos de ahondar.

Primero está el marco general de la New Age creado y propuesto por los fundadores de este movimiento , líderes carismáticos como el mismo Raynaud de la Ferrière o incluso como Rafael Estrada. Líderes que presentan una orientación de carácter general que sirve de base para crear marcos específicos por parte de sus discípulos, dependiendo del contexto que cada uno de ellos escoja para establecerse. De tal modo, un estructurado conjunto de valores y creencias aparece como congruente y complementario de las actividades y la ideología del mismo contexto. Es decir, crean una identidad para sobreponerla a la que el contexto posea, aparentemente sin cambiarla, sino sólo -según su discurso- para “mejorarla”, extendiendo los límites de su marco para incluir intereses que son secundarios para sus objetivos, pero primarios para los de sus posibles adeptos.

Claro que la situación se les facilita cuando llegan a un lugar en el que los referentes identitarios son inciertos, endebles u obsoletos. Como en el caso de esta región en la que aparentemente su principal punto de cohesión es el catolicismo (del que sobra explicar la crisis por la que está atravesando), que para la Nueva Era, como ya se dijo, resulta ser un casi perfecto caldo de cultivo cuando hace uso y manipulación de la vulnerabilidad de las personas debido al bajo conocimiento de sus creencias y a la poca consistencia de las mismas.

Después de las historias de vida en donde nos enteramos quiénes son las personas que llegan a la universidad, de qué contextos provienen, qué hacían y en qué creían, podemos deducir que a los católicos por tradición, aquellos que dicen serlo porque sus familias lo son, porque en algún momento hicieron su primera comunión y quizá hasta han ido a misa o incluso en el caso de las religiosas Bernardas, que, aunque sean de una congregación católica, desconocen muchos aspectos teológicos (desde que entienden “teología” como los momentos en los que leen algún pasaje bíblico y luego rezan), la Nueva Era les “suena bonito”, casi igual a lo que creen que debe ser, lo que las hace formar parte del considerable grupo de personas vulnerables por los bajos conocimientos de sus creencias católicas.

Pero también está el hecho de que lo contrario de la ignorancia, la sapiencia, no es garantía de inmunidad ante la New Age, porque una de sus bases es el gnosticismo, lo que podría significar, para alguien que se considerase sapiente, un referente identitario con el movimiento. Por otro lado está la ostentación de títulos académicos que, al menos en este grupo, no en todos los casos es veraz, pero que sí impacta a las personas que desconocen el trasfondo, que en este caso se trata de la mayoría de los estudiantes.

Otro problema -que para el sistema religioso es estrategia- es el lenguaje y el uso que le dan a las palabras que ya significan algo socialmente entendido por acuerdo intersubjetivo , pero que ellos les asignan connotaciones diferentes hasta volverlas “palabras clave”, parte del entramado simbólico de su propuesta identitaria. Y las personas aceptan estos términos hasta volverlos parte del círculo de palabras que usan de manera cotidiana.

Pero, ¿cómo es que el individuo responde? Es decir, ¿qué sucede con los jóvenes alumnos que provienen de un contexto “tradicionalista”?

Para muchos de ellos que quizá no habían escuchado ninguno de estos términos, resulta que a la hora de que los conocen, los hacen suyos pero con un significado diferente al socialmente entendido y aceptado, pero adecuado para la Nueva Era.

La universidad, en el proceso de extensión de límites de su marco y como un elemento más para convencer a los potenciales adeptos, evita aquello que pudiera ser motivo de aversión al sistema religioso y procura lo que pudiera ser empático entre las mismas creencias del sistema y las de sus probables adeptos. Es decir, es posible que para estos novoeristas el Centro Ceremonial Otomí no signifique nada, según sus estudios astrológicos, magnéticos, energéticos o como ellos lo quieran llamar y creer. Pero si para las personas de esta región el Centro Ceremonial Otomí representa simbólicamente algo importante, entonces ellos, los novoeristas, buscarán la manera de encontrarle provecho a ese lugar atribuyéndole algunos significados que ellos sacarán de los astros, de tiempos prehispánicos o de eras venideras.

Por ejemplo, los maestros se definen como “coordinadores”, “guías” o como “un integrante más del grupo”, rompiendo con la tradicional imagen de autoridad, aunque en el fondo la autoridad siga estando bien presente. Las clases se anuncian como “talleres” para evitar cualquier tipo de prurito que eso pudiera causarle al alumnado. Y los errores, para que no suene tan “golpeado”, pasan a ser “áreas de oportunidad”. Se evitan los imperativos y los juicios críticos, y reemplazan los verbos “pensar” y “creer” por el de “sentir”. Es decir, se aplican estrategias de “no confrontación” , de acomodación, de supuesta negociación. Lo que, según la cruz de la Orden del Aquarius, significa “callar”.

Para las personas que ya poseen una previa identidad novoerista, como en las historias de Daniel e Isis, puede ser que se involucren en este grupo específico, pero también hay una muchedumbre conformada por individuos que circulan por distintos grupos, de repente buscando talleres o seminarios y de pronto impartiéndolos ellos mismos. Gente que circula por aquello que Carozzi llama “circuito alternativo” , que se trata de una enorme red mundial que participan de aquello que Hanegraaff denomina workshops . Es decir, personas que intercambian sus roles de consumidores a productores y viceversa.

Más que una relación servus-dominus (que no se descarta en el caso específico de este grupo), se trata de un círculo en el que los mismos newagers son los fabricantes y los principales compradores del producto que fabrican ellos mismos o cualquier otro grupo novoerista. Es decir, la New Age se alimenta de sí misma. Y los alumnos, una vez egresados, pasarán a formar parte de esa gran masa de consumidores de productos novoeristas, desde alimentos naturistas o cualquier otro tipo de objeto material, hasta talleres y cursos de supuesta autoayuda, autoestima o auto-superación a los que asistirán o que, eventualmente, ellos mismos impartirán, porque su proceso iniciático de estudios así se los ha inculcado, comenzando por el tipo de literatura que se les pide aún siendo alumnos y por la filosofía newager que se les imparte con la etiqueta de filosofía griega o antropología filosófica.

Y para los integrantes del sistema religioso las condiciones son diferentes. En este punto es en donde se difiere de los estudios que catalogan la New Age como light, porque lo que este grupo les pide a sus miembros no es ligero. El desapego y el desarraigo, por ejemplo, como muestras de fidelidad al maestre y al sistema de creencias. Asuntos que también se pueden ver desde diferentes perspectivas, claro está.

Pero, en primer instancia, lo que nos interesa como observadores sociales es lo que ellos creen que hacen (y ya después lo que nosotros deducimos). Así, si Gelio aprendió a vivir con dos mil pesos mensuales, es posible que para el mes próximo deba aprender a “vivir” con mil quinientos. Y para ellos significaría que su nivel de espiritualidad, demostrado a través de la renuncia y del desapego, ha aumentado (al mismo que tiempo que, en las cifras de las arcas de la gran organización, también se verá un tenue aumento, aunque esto implique que el peso y la masa corporal de Gelio se vean “ligeramente reducidas”). Y si Ari se separó de su familia, entonces será motivo de que en la próxima ceremonia cósmica ascienda un nivel más en la jerarquía del sistema religioso porque habrá superado el desapego de los seres que constituyen su propia familia, (ascensión aunada, claro, a la venta de algunas cuantas galletitas; y desarraigo que le implicará, para Ari, una referencia identitaria menos y al sistema religioso un rito de paso más).

El promedio de captación en la universidad oscila entre una, máximo dos personas por grupo, y generalmente del sexo femenino. Quizá se deba a que los profesores encargados directamente del trabajo de “pesquisa” y “seducción” sean varones . Pero la cifra podría ir en aumento, en la medida en que logren pulir sus estrategias de captación.

Y dentro del sistema, la población femenina es mayor a la masculina, aunque los puestos jerárquicos elevados sean ocupados por hombres. Como evidencia, lo anteriormente comentado acerca de que, de los siete niveles que este grupo maneja, el séptimo (getuls de cámara) es ocupado solamente por el maestre. En el sexto (pregetuls) hay tres personas: el primer vice-rector, el ingeniero José Luis, encargado de la constructora y de los institutos de desarrollo humano y el individuo que radica en Chile al frente de lo que hay allá; en el quinto (gegnial) es en donde aparece la primera mujer, la mujer de origen chileno encargada de la Coordinación Administrativa y después de la Dirección de la universidad. Y del nivel cuarto (pregegnial) para abajo, la base es mayoritariamente femenina.

Sobre el cargo de “Directora” de la mujer chilena, Gabriela, cabe destacar el hecho de que no la asignaron como Vice-rectora, como a sus antecesores, sino como Directora. Seguramente sus “razones” tendrán, pero ¿qué tanto se deberá a su condición de mujer?

En cuanto a la construcción que ellos mismos hacen de su pasado, las palabras de Pérez Vejo acerca de que “una nación es más y mejor en cuanto más vieja sea su historia” , cambiando la religión nacionalista por la novoerista, el fundador y líder de este grupo, el maestre, dice en su libro que “es conocido que la Gran Fraternidad existe desde la más remota antigüedad” , aunque su origen lo podamos encontrar, claramente, en marzo de 1948, cuando fue fundada por Raynaud. Y acerca de la rama de la GFU que el mismo “Cordero de Dios” fundó en México en 1970, menciona que ésta “ha estado representada por diversos movimientos, entre los cuales figuran los Esenios” .

Estas fechas (1948 y 1970) representan los inicios institucionales de la GFU en Perú y en México, ambas como fracciones de la Nueva Era, pero la base psicológica la podemos ubicar con el nacimiento del Esalen Institute y el “movimiento del potencial humano” originado en California, EE.UU., a finales de los años sesenta y principios de los setenta, que posterior y paulatinamente, comenzó a expandirse por el mundo, sobre todo el occidental, poniendo en circulación los workshops, mismos que dieron pie a eventos que comenzaron con la Fundación Humanidad que organizó, en 1979, el Primer Festival Nueva Era, simultáneamente en Los Ángeles, Toronto y Londres, y que actualmente sigue realizándose.

En México se hace a través de eventos como el cada año realizado en el World Trade Center, con el nombre de Expo-Ser, entre otros. Irónicamente, en esta expansión han participado activamente muchos religiosos católicos, la mayoría de ellos jesuitas. Y ahora resulta que son ellos los más interesados en oponerse a todo aquello que tenga la etiqueta de New Age o incluso que tan sólo se le parezca.

En Historia es bien sabido que tanto las presencias como las ausencias y los silencios dicen algo. Tal es el caso de la revista Uno Mismo, de circulación sudamericana, que en 1990 adopta, como norma editorial, no mencionar la expresión “Nueva Era” por la razón de que a algunas personas les podría causar “irritación” el término y así dejar de comprar el producto. Algunas de las grandes ausencias en esta rama del movimiento son, en primer lugar, la omisión absoluta de la fundadora de la Sociedad Teosófica, Helena Blavatsky, en los libros del fundador de la GFU y en los del fundador y líder del grupo estudiado; y en segundo lugar está la “prohibición” de mencionar a Serge Raynaud de la Ferrière, a la Gran Fraternidad Universal o a algo que haga alusión a su “religiosidad” -o mejor dicho “espiritualidad”-, ante el alumnado o personas ajenas al sistema religioso.

Estudiosos en cosmología y en los signos zodiacales, no necesariamente creyentes de la Nueva Era, consideran que el eje de la Tierra está, actualmente, pasando de la constelación de Piscis a la de Acuario. Pero se trata de anticipaciones planteadas desde 1914 por P. Danov y 1937 por P. Le Core, que calcularon que será hacia 2160 cuando, de manera definitiva, el Sol entre en la constelación de Acuario, aunque para algunos grupos novoeristas las “manifestaciones” del arribo de esta nueva era han comenzado a presentarse desde, por ejemplo, 1948, pero sólo es parte de la “flexibilidad” y la “versatilidad” de la New Age.


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