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ESTUDIO ETNOHISTÓRICO SOBRE UNA UNIVERSIDAD NEW AGE, SUS PROCESOS DE EDUCACIÓN, SEDUCCIÓN, CONFUSIÓN E INICIACIÓN Y SU RELACIÓN CON EL CONTEXTO

José Luis Montero Badillo



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CAPÍTULO V. CONCLUSIONES GENERALES

Antes de pasar a la parte última del documento, quisiera tratar brevemente un aspecto en el que se profundizará en la segunda fase de la investigación, pero que no quisiera que pasara inadvertido. Se trata de un aspecto poco atendido, pese a que en la bibliografía está presente. Es el que hace referencia al carácter de “secta” que este sistema religioso novoerista pudiera tener. La razón más importante acerca del poco tratamiento del tema a lo largo de la primera fase de la investigación es el problema al que nos enfrentamos con respecto al término mismo, tan “usado” en el ámbito de las Ciencias Sociales. Se trata de una palabra a la que actualmente se le atribuyen un sinfín de significados y la mayoría de ellos de carácter peyorativo. Hoy en día, hacer uso de la palabra “secta” implica casi de manera invariable hacer referencia de manera despectiva a un grupo, generalmente religioso, como si la propia palabra ya incluyera algún tipo de juicio moral en sí misma. Sin embargo, tampoco se pueden soslayar las prácticas y las conductas habituales de este sistema religioso novoerista y menos aún en lo referente a la captación de adeptos.

Aunque es poca o nula la cultura sobre prevención de sectas que existe por los rumbos estudiados, las personas notan muchas de las cosas que pasan. Quizá no les llamen por el nombre técnico que desde las Ciencias Sociales les podríamos asignar, pero evidentemente los oriundos reparan en el tipo de personas que forman parte del sistema religioso y además conocen muchas de sus prácticas.

Para ejemplificar esto y a la vez para comenzar a abordar otros temas en la investigación, lo siguiente:

Se trata de una entrevista que tuve con un alumno de la Licenciatura en Pedagogía del mismo grupo que las monjas Bernardas. Ésta fue en un restaurante a la orilla de la carretera, entre los pueblos de Santa María Mazatla y Espíritu Santo. Unos días antes de la entrevista, este alumno se comunicó conmigo para preguntarme si podíamos vernos para charlar porque sospechaba que “los de la universidad” le estaban poniendo más atención de la normal y eso lo hacía sentir incómodo. De hecho, según él, esto comenzó enseguida del fallecimiento de su madre. A partir de ahí, no dejaron de ofrecerle apoyo, de dirigirse a él por su nombre de pila, asunto que le parecía sumamente extraño debido a que cada que iba a la dirección de la universidad a solicitar algún servicio administrativo, lo primero que le preguntaban era precisamente eso: su nombre. Y ahora resultaba que todos lo conocían. Además, hacía una semana que le habían pedido que fuera de traje y corbata a la escuela porque le iban a ofrecer un reconocimiento público por su aprovechamiento académico. Lo que le extrañaba era que ni siquiera era el mejor promedio de su grupo. Lo que es más: distaba de serlo. Y más aún: una chica que forma parte del sistema religioso le había estado haciendo invitaciones para salir en días recientes.

Este alumno es habitante del pueblo de Santa María Mazatla y hacía apenas unos meses su compañero de clase y amigo, originario de la ciudad de Nicolás Romero, de quien se trata en la Historia de Carlos, se había involucrado en el sistema religioso.

Mi interés radicaba en conocer cuál era el punto de vista de los oriundos de los poblados que están al lado sur de la universidad acerca de las personas del sistema religioso, sobre todo porque en la mayor parte de la investigación enfoqué la atención en lo que sucedía con los habitantes de la ciudad de Nicolás Romero, ubicada geográficamente al norte de la universidad.

Sólo como recordatorio de la ubicación geográfica, digamos que se trata de un área de influencia en la que del lado norte está la ciudad de Nicolás Romero y del lado sur, cinco poblados: Santa Ana Jilotzingo, Espíritu Santo, San Miguel Tecpan, Santa María Mazatla y San Luis Ayucan. Y toda esta área conectada por una carretera en la cual la universidad se halla en un punto medio. El asunto era indagar qué sucede con los habitantes de los poblados del lado sur de la universidad que cursan alguno de los programas de estudio. ¿Cómo perciben las creencias que les enseñan en las clases sobre todo de Desarrollo Humano, envueltas en supuesta filosofía, creencias que no coinciden con las de la región? ¿Es posible que la experiencia del contraste no haga más que agudizar la conciencia de los elementos identitarios del grupo social y cultural al que pertenecen? ¿En qué puntos coinciden y en cuáles colisionan con la cultura de su contexto?

Una posible hipótesis consistía en que, debido a la cohesión social de estos pequeños poblados en los que la gente aún se saluda cuando camina por las calles y se conocen los nombres de las personas o al menos de la familia a la que pertenecen, en los que es difícil perderse en el anonimato del entramado social y que se distingue a leguas al extraño, hay más resistencia al cambio. El comportamiento económico, la configuración de las estructuras familiares, los ritos religiosos, las pautas emocionales y el soporte cultural en general, parecen más sólidos, a diferencia de una sociedad porosa como la de la ciudad de Nicolás Romero en donde el individuo se pierde en el anonimato de trescientos mil habitantes, aproximadamente.

La charla podía ofrecer una mirada exógena: lo que la gente ve. El problema para este alumno era de tipo cultural. Específicamente de conflicto entre las creencias y los hábitos que él había adquirido de su grupo social y las que estaba adquiriendo como estudiante de la universidad. Recordemos que se trata de comunidades que han construido su historia a lo largo de algunos años, algunos siglos, y que ahora se ven impactadas por un conjunto de factores que finalmente pareciera que desestabilizan a las generaciones jóvenes.

Partimos de la premisa de que “incluso los fragmentos más aislados del comportamiento tienen alguna relación sistemática entre sí” , porque, claro, muchos pequeños detalles encajan al final dentro de pautas generales, mismas que toda sociedad se traza como coordenadas vitales.

Un primer aspecto es la alimentación. Los datos recopilados a partir de una pequeña encuesta aplicada a algunas personas, a veces alumnos de la misma universidad, pero invariablemente naturales de los poblados del lado sur, arrojaron referencias interesantes. He de comentar que los fuereños no son muy bien vistos por esos rumbos. La gente mira al extraño con desconfianza.

He considerado el asunto de la alimentación como relevante para la investigación debido a que los integrantes del sistema religioso novoerista practican el vegetarianismo y a los alumnos se les hacen reiteradas invitaciones a no comer carne bajo unos argumentos más bien exiguos, como el de las palabras de Francisco de Asís: “Los animales son mis amigos y yo no me como a mis amigos”. O el de que los alimentos de origen vegetal regulan las emociones y vuelven a las personas más tranquilas, pacíficas y equilibradas, además de que las toxinas provenientes de la carne hacen que sea mayor el perjuicio que el beneficio que éstas aportan.

En el libro de Los Grandes Mensajes, Raynaud de la Ferrière escribe sobre naturismo y da una opinión acerca de que “la alimentación carnívora expone a peligros insospechables”, además de atribuirle el éxito a algunas personalidades históricas debido al régimen vegetariano que practicaban, como Osiris, Confucio, Jesús, Epicuro, Sócrates, Platón, Aristóteles, Rousseau, Humboldt y Nietzsche, entre otros . Lo que quiero enfatizar es que la alimentación juega un papel sumamente importante en este sistema religioso, primero como rito de paso, luego como proceso de purificación y finalmente como hábito de salud física, emocional e intelectual que conduce al misticismo.

Desde las Ciencias Sociales, la cuestión de la alimentación ha adquirido gran relevancia al grado de convertirse en uno de los temas clásicos en el estudio antropológico e histórico. Retomando a Sydney Mintz, tenemos que

...para los humanos comer nunca es una actividad puramente biológica (sin importar lo que signifique “puramente biológica”). Los alimentos que se comen tienen historias asociadas con el pasado de quienes los comen; las técnicas empleadas para encontrar, procesar, preparar, servir y consumir esos alimentos varían culturalmente y tienen sus propias historias. Y nunca son simplemente comidos; su consumo siempre está condicionado por el significado. Estos significados son simbólicos y se los comunica simbólicamente; también tienen sus historias.

El día de la entrevista con el alumno en el restaurante a la orilla de la carretera cuyo menú consistía, básicamente, en dos cosas: barbacoa -carne de borrego cocinada en un hoyo hecho en la tierra o en horno en ausencia del primero- y carnitas -carne de puerco cocinada en grasa del mismo puerco- sucede que uno de los momentos importantes fue cuando me tocó ordenar. Él llegó unos minutos antes que yo y no esperó para pedir su orden. Pidió consomé y un par de tacos de barbacoa. Pero cuando llegó mi turno, prácticamente detuvo la cucharada de consomé que se acercaba a su boca para esperar la orden. Entonces caí en la cuenta de que era necesario pedir algún alimento cárnico porque de lo contrario podría desconfiar de mí creyendo que yo también era de “los de la universidad”. Después me dijo que se comunicó conmigo porque en algunas de las clases que había tenido con su grupo, yo les había dado a entender que, en efecto, sus sospechas de que había algo más detrás de la universidad eran acertadas. Entonces él creía que yo sabía algo más y que lo podría ayudar en esta situación. Sin embargo, tanto él como sus compañeros de grupo tenían la duda de si yo también era parte de ese grupo. Por lo tanto, el momento de ordenar se volvió un acto con carga simbólica.

Una pregunta a los encuestados consistió en “¿cuál es el alimento típico y cuál el de mayor consumo en la región?”, la respuesta común fue que no hay alimento típico, que en esa región se come de todo, pero lo que más se come es la carne de puerco. Las “carnitas” suelen ser, en muchos lugares del país, un alimento típico de fin de semana, pero en esta región se consumen a diario.

Sólo una de las personas encuestadas, alumno de la Universidad, cuyos padres son propietarios de un restaurante y de una carnicería en Santa Ana Jilotzingo, dijo que lo que más se consume en la región es arroz y frijol, “porque es lo que nunca falta en una casa”, -comentó-, “la carne la comen dos o tres veces por semana porque a veces a la gente no le alcanza. Claro que si tuvieran, la comerían a diario. Pero el día que todos comen carne, sobre todo de puerco, es el domingo”. Esta tradición de criar ganado y vender carne le viene desde varias generaciones atrás. Él recuerda a su abuelo, pero dice que la costumbre viene de más atrás.

En su caso, al igual que en la carnicería de San Luis Ayucan, se trata de personas que venden lo que ellos mismos producen, es decir, son gente que tiene ganado y que, salvo en ocasiones especiales en las que aumenta la demanda y le compran a algún conocido de la misma región, no van a ningún rastro a surtirse de producto.

Desde la ecología cultural, Marvin Harris plantea que “las cocinas carnívoras están relacionadas con densidades de población bajas y una falta de tierras para cultivo o de adecuación de éstas para la agricultura”.

Entonces está la situación de que, efectivamente, hay una baja densidad de población. Pero además pasa que la tierra es fértil. Se trata de un clima boscoso húmedo de altura en el que la gente está acostumbrada tanto a criar ganado como a sembrar. La siembra se da sólo para consumo personal o familiar, es decir, un alto porcentaje de las casas tiene su propio huerto donde siembran productos que ellos mismos consumen como medida de precaución, “por si no hay otra cosa”, dicen ellos. Y está el factor de la temperatura promedio, que es de cinco a diez grados centígrados, y las labores a las que la gente se dedica, que son cosas del campo y del ganado en algunos casos y últimamente, de unos años para acá, a trabajar como obrero en las fábricas de las zonas industriales de Naucalpan de Juárez y Tlalnepantla de Baz, Estado de México; trabajo pesado que requiere un fuerte consumo de energía. Por tanto, no es difícil entender el alto consumo de carne de puerco en la región.

En una entrevista a Verónica, una ex integrante del sistema religioso, me interesó la intervención que tuvo una de sus dos compañeras que la habían acompañado ese día. La intervención fue acerca de su experiencia con respecto al vegetarianismo. Las tres fueron alumnas de la Maestría en Educación para la Paz, pero cuando ellas culminaron sus estudios, todavía no había el reconocimiento de la SEP. Entonces, en fechas cercanas a la entrevista, cuando ya había obtenido el posgrado la validez oficial, les hablaron a ellas. Estaban cursando ese seminario del que, cabe mencionar, ellas mismas ya estaban hartas, según me lo hicieron saber, debido a que de Seminario de Titulación, es decir, de seminario enfocado a apoyarlas en la elaboración de un breve documento de investigación, nada. “Nos quieren ver la cara”, fueron las palabras que utilizaron.

El problema era que en lugar de ponerles a una persona con experiencia en investigación para que dirigiera el seminario, habían asignado al profesor Manuel, que es integrante del sistema religioso, que de investigación sabe demasiado poco y que se la había pasado insistiéndoles en el vegetarianismo y en el lado emocional que deben cultivar para que sean verdaderos “maestros en educación para la paz”, según comentaron. En el caso del profesor antes mencionado, él cursó la Maestría en Educación para la Paz y cabe agregar que él mismo es el coordinador de este posgrado.

Entonces, volviendo a la intervención de una de ellas, contó que cuando cursaba la maestría, hizo caso a la invitación y dejó de comer carne por un período aproximado de tres años. Terminó hospitalizada porque nunca le dijeron qué cosas debía comer para sustituir las proteínas y demás nutrientes de los productos cárnicos. Cuenta ella:

Al principio me espantaron horrible; me dijeron que tenía leucemia porque había unos abscesos en mi garganta y así era como esa enfermedad comenzaba. Después me hicieron estudios y descartaron eso, pero me dijeron que se trataba de cáncer. Luego también borraron esa opción de la lista y propusieron SIDA. Finalmente me preguntó el médico si comía carne, a lo que le contesté que no, y entonces me dijo que eso era. Que me faltaban una serie de proteínas y vitaminas cuyos nombres no recuerdo, mismas que me provocaban la ausencia de defensas, pero que inmediatamente me fuera a comer algún tipo de carne. Lo que me da coraje es que éstos te digan que te vuelvas vegetariano así tan a la ligera, sin tomar en cuenta las consecuencias que puede acarrear y haciendo mal uso del estatus que da el ser maestro frente a un grupo que escucha tus palabras y que cree en ti.

En “Ansia de carne”, Marvin Harris menciona que “la carne, el pescado, las aves de corral y los derivados lácteos constituyen fuentes concentradas de vitaminas tales como la A, el complejo vitamínico B en su integridad y la vitamina E. Y son la única fuente de vitamina B12, cuya carencia produce anemia perniciosa, trastornos nerviosos y comportamientos psicóticos”. Una de las constantes de este sistema religioso es que tiende a modificar la conducta de los individuos, sobre todo cuando se vuelven adeptos. Ciertas interrogantes surgen a partir de esto: ¿estará de algún modo planeada la carencia de los nutrientes que aporta la carne, de los que hace mención Marvin Harris, para que las personas se tornen más dóciles y fáciles de manipular? Al respecto, en su obra Las sectas entre nosotros, Margareth Thaler Singer dice que

los cambios dietarios repentinos, extremos o prolongados, producen predecibles respuestas fisiológicas. [...] Muchos grupos alientan y/o instituyen el vegetarianismo como parte de la conducta del miembro. [...] Otros grupos simplemente instituyen dietas baratas para ahorrar dinero y modificar la conducta. [...] Las dietas vegetarianas desequilibradas no sólo no proveen la proteína necesaria, sino que también pueden causar deficiencia de vitamina B12, una vitamina necesaria para la producción de glóbulos rojos.

Lo que es evidente es que la invitación que se le maneja al alumnado es ciertamente “a la ligera”, sin mayor sustento que el antes mencionado. No dudo que haya un sustento más racional, prudente y coherente, pero ¿hasta dónde al mismo sistema religioso o a los intereses del líder del grupo, le conviene que haya estas carencias alimenticias que conducen a deficiencias en las personas de las del tipo que mencionan Harris y Singer?

Para la misma gente de los pueblos, una forma de reconocer a “los de la universidad” es a través de lo que consumen. Dos sencillos ejemplos de esto son: uno, el restaurante que se encuentra frente a la iglesia de Santa Ana Jilotzingo, adonde suelen ir a comer algunos integrantes del sistema religioso. Allí se ofrecen, usualmente, tres guisados, de los cuales dos contienen carne de algún tipo y uno es vegetal. Para ellos, una persona que invariablemente pide guisado sin carne, es porque forma parte del grupo novoerista. Y el otro ejemplo es el de la señora Elenita, ya antes mencionado, que vende tamales afuera de la iglesia y de los que suele ofrecer los que no contienen carne a las personas que tiene ya identificadas como “de la universidad”.

La diferencia con respecto a la ciudad de Nicolás Romero radica en varias cosas tales como la densidad de población. En esta ciudad, el que uno de sus habitantes deje de comer carne y se vuelva vegetariano, resulta ser algo absolutamente intrascendente. Salvo los familiares que vivan bajo el mismo techo, nadie se enteraría del cambio de hábito alimentario de una persona. Digamos, aventuradamente, que lo alimentario en la ciudad de Nicolás Romero ha dejado de ser un rasgo identitario a diferencia de los poblados del lado sur de la universidad. Si en Nicolás Romero algún habitante de esta ciudad se llegara a involucrar con el grupo novoerista y, por ende, modificara sus hábitos alimenticios, pasaría inadvertido para el resto de sus conciudadanos. En cambio, si en alguno de los pequeños poblados del lado sur de la universidad sucediera esto, en donde el cambio de hábitos sería más fácilmente perceptible, posiblemente sería recibido como un rechazo a uno de los rasgos que identifican a los habitantes de ese lugar.

Otra pregunta de la encuesta hacía alusión a las creencias religiosas. Sobra explicar la relevancia de este aspecto debido al corte “espiritualista” de este grupo New Age específico, con su respectiva propuesta religiosa, en contraste con las creencias de corte católico de la región, sobre todo la de los poblados del lado sur. La pregunta específica para los entrevistados fue “¿qué hay después de la vida?” La mayor parte de mi interés se enfocó en las respuestas proporcionadas por los que, además de ser naturales de estos poblados, han sido alumnos de la universidad, porque lo que contestaron permitió, de alguna manera, ver qué tanto las creencias de “los de la universidad” les han impactado.

Recordando lo antes mencionado acerca del tipo de formación iniciática que se da a través de los programas de estudio que se cursan en la universidad, el alumnado entra en una fase de alienación en varios aspectos, pero en este momento me refiero al de la alimentación y las creencias religiosas. Se propicia un estado de shock. El aparato crítico languidece y cede a nuevas formas de ver y vivir la realidad como en el caso de aquello de que, según los astros, estamos en el umbral de una nueva era, la era de Acuario, que es una era femenina, de luz, de paz y en la que la humanidad alcanzará la armonía. El asunto es la importancia que se le da a los astros y quizá esto no tendría tanta relevancia si se tratara de una perspectiva astronómica y no astrológica, que es como ellos la manejan. Y con pequeños detalles como éste es que los alumnos modifican sus creencias.

En este caso específico de la astrología, es necesario profundizar en lo que implica, es decir, en el hecho de aceptar que la vida, tanto la de la humanidad como la individual, ya está escrita y previamente determinada, lo que significa que sólo le resta al individuo esperar lo que invariablemente llegará, según el orden astral. Implica, también, una concepción estática, lineal y cíclica de la historia: la historia es inamovible porque ya está escrita en los astros; por lo tanto, no hay muchas historias, sino sólo una y que no depende en absoluto del individuo. Es lineal porque no tiene disyuntivas sino que avanza siguiendo un orden evolutivo y es cíclica porque la astrología está basada en los signos zodiacales que son doce, y al término del año zodiacal, se vuelve a empezar. Y más aún, el alumnado asume estas creencias -más cercanas a los pensamientos de tipo mágico y religioso- como saberes, como parte de un cuerpo científico porque lo está aprendiendo en una institución de educación superior reconocida por la SEP.

En el caso de uno de los alumnos encuestados que forma parte de una familia que ocupa un estatus importante en el pueblo de Santa Ana Jilotzingo, una familia que, en las misas grandes, cuando se festeja a los santos patronos o en Semana Santa, se sienta en la primera fila y que él mismo es integrante de la estudiantina de la iglesia, es decir, de una familia católica romana, a la pregunta de qué hay después de la vida, su respuesta fue que “llegamos a un lugar donde todos estamos juntos en forma como de nube, en el espacio, algo negro, como si fuéramos polvo”. Le pregunté si se refería a una especie de cielo, pero su respuesta fue que no.

Lo que me pregunto es a qué se parece más su respuesta, ¿a la de la creencia católica o a la de la creencia del grupo novoerista?

Debido a la supuesta tendencia holística de este sistema religioso de la Nueva Era, también les enseñan a los alumnos una historia entre ciencia y mito que comienza con el Big Bang, un momento en el que el ‘todo’ estaba reunido en un solo punto de energía, una conjunción entre el espíritu que ellos llaman “Purusha” y la materia que llaman “Prakriti” , que explotó y del cual surgió la emanación que es el “Nous” , y esas pequeñas partículas forman lo que ahora existe, de tal forma que las personas son una pequeña parte de ese ‘todo’, una pequeña parte de esa energía. Cabe recordar que para la New Age, Dios es energía. Así, cuando después se les dice a los alumnos que “somos células de Dios, somos polvo de Dios”, no les es difícil entenderlo cuando lo relacionan con lo anterior. Luego recurren a las filosofías de Platón y de Plotino para legitimar lo anterior y sustentarlo en algo más sólido, es decir, según los criterios de verdad, una verdad por coherencia. De ellos toman, entre otras cosas, la idea del Topus Uranus ya antes mencionado, ese “cielo” más allá del tiempo y del espacio poblado de entes perfectos, inmutables y eternos, que son las esencias o ideas. Entonces, ¿la respuesta de este alumno es de tipo católica o novoerista?

Acaso sucede lo que el 30 de enero del 2007 comentó Peter Berger en entrevista acerca de que “en el ámbito individual, se producirán cada vez más ‘combinaciones’ entre diversas creencias: ser católico, panteísta, creer en la reencarnación y en el Nirvana, por ejemplo. Como si construyéramos un ‘lego’, crearemos nuestras propias versiones religiosas, tomando de varias religiones lo que nos interese” . Sin embargo, en este caso no se trata de que el individuo toma lo que le interese de cada religión, porque de inicio ignora que lo que le están enseñando en la universidad es producto de una creencia religiosa.

Para otra alumna de la universidad y habitante de Santa Ana Jilotzingo que asiste regularmente a misa dominical en compañía de su familia, lo que “los de la universidad” crean no es algo que a ella le perturbe en lo más mínimo. No es que no sepa que hay algo más. Cada día que ella asiste a clases, al llegar a su casa, sus padres y su abuela le hacen preguntas del tipo “¿qué viste hoy?”, “¿te dijeron algo?”, pero no la cuestionan con respecto a los posibles conocimientos adquiridos, sino a qué vio acerca de “los de la universidad” y si acaso le dijeron o se enteró de algo que ellos aún no supieran. Es decir, hay gente que está a la expectativa de lo que sucede con el sistema religioso porque indudablemente lo miran como algo extraño, ajeno a sus creencias y costumbres.

El padre José Manuel, párroco de la iglesia de Santa Ana Jilotzingo, misma que pertenece a la diócesis de Tlalnepantla, Estado de México, se jacta de que ese pueblo es “cien por cien católico”. Comenta que sí les ha hecho preguntas -que él llama “busca-pies”- a los alumnos de la universidad que viven en Santa Ana Jilotzingo y que son parte de su feligresía “acerca de la GFU y de Acuario”, según comentó, lo cual deja ver que el párroco se da cuenta de que hay un sistema de creencias que puede estar influyendo en los jóvenes, pero dice que los alumnos no le comentan nada. Que a los chicos del poblado no les interesan esas creencias. Quizá el problema consiste en el tipo de preguntas que les está planteando. Es decir, si a los alumnos les preguntan acerca de las cosas relativas a lo religioso que les están enseñando en la universidad, ellos contestarán que no hay nada de eso porque ellos no perciben eso que les están enseñando como parte de un cuerpo de ideas religiosas, sino como parte de un cuerpo científico. Finalmente el padre José Manuel comentó que él mismo tenía ganas de estudiar Desarrollo Humano en la universidad. Lo que no alcancé a entender fue si el interés era personal o si era por curiosidad para ver qué sucede en ese lugar.

En contraste, dos egresados de la Maestría en Educación para la Paz, Juan y Neil, contestaron categóricamente que ellos creían en la reencarnación. Juan es habitante del D.F., católico por costumbre, es decir, porque sus padres también lo son, pero no asiste a misa, aunque en su carro traiga un Rosario que pende del espejo retrovisor. Neil vivía en Atizapán, Estado de México, cuando cursaba la maestría y practicó muchos de los ritos de paso que la universidad propone. En su caso ya había tenido cierto acercamiento a este tipo de creencias debido a que su padre es lector de teosofía desde hace muchos años.

Para el compañero de clase que se involucró con el sistema religioso y que es amigo del alumno de la entrevista, lo que hay después de la vida es confusión y ni siquiera tiene que esperarse porque la confusión la tiene ya en vida. Y ahora, captado por el sistema religioso novoerista de la universidad, resulta que se inclina por pensar que después de la vida no hay nada más. “Creo que termina nuestro camino y le servimos de nutriente a la Tierra. Aquí acaba todo”, comentó. Pero para el grupo newager en cuestión, eso no importa. Lo que sí es importante es que él siga trabajando para ellos en las condiciones en las que lo hace, que están muy cercanas a las de explotación, al igual que en el caso de muchas personas más que están dentro del grupo.

Si partimos invirtiendo la premisa de que “incluso los fragmentos más aislados del comportamiento tienen alguna relación sistemática entre sí”, entonces podemos decir también que muchos pequeños detalles ”desencajan” al final dentro de pautas generales, mismas que toda sociedad se traza como coordenadas vitales. Bien, ¿cuáles son esos “pequeños detalles”? Algunos son los que ya mencionamos, es decir, los hábitos alimentarios, las creencias astrológicas, las formas de concebir a dios y la concepción de la historia.

Con respecto a los hábitos alimentarios, es fácil notar las relaciones que hay con otros aspectos como el económico y el identitario. Por ejemplo, suponiendo que muchas personas se volvieran vegetarianas, podríamos pensar que se abriría un nuevo mercado de productos naturistas en la región a la vez que se cerraría -o al menos disminuiría drásticamente- otro más: el de los productos cárnicos, desde la ganadería hasta las carnicerías y los restaurantes. Cabe recordar que el sistema religioso es propietario de un conjunto de empresas. Y entre éstas, una cadena de restaurantes y tiendas naturistas. Al final, ¿quién produciría y quién consumiría? Y en esta relación, ¿quién se enriquece y quién se empobrece?

Como muestra la venta de galletitas por parte de sus adeptos que forman parte de los primeros niveles jerárquicos. En esta sencilla situación podemos ver quién produce y se enriquece y quién consume y se empobrece.

Por el lado identitario, el hecho de que en una casa se consuma carne dos o tres días a la semana, pero invariablemente el domingo, el mismo día que van a misa y en el que se reúnen todos los integrantes de la familia, no es casual ni gratuito. Contiene un alto simbolismo. Representa un día especial en el que lo que se hace también es especial y lo que se consume debe estar a la altura de esa situación. “Los frijoles para otro día. Para el domingo, la carne.” Y el no comerla ese día en compañía de la familia podría implicar cargar con lo que Joan Pratt llama “el estigma del extraño” . La marca de los que no comen carne, que en este caso son “los de la universidad”.

Una de las estrategias básicas para reclutar gente que suelen tener los grupos que tienden a modificar la conducta de sus miembros, es la de anular los referentes identitarios. Éstos pueden ser muchos y muy variados, según cada cultura y cada grupo social. Esos referentes que están constituidos por “pequeños detalles” que al final encajan dentro de pautas generales, no son tan pequeños cuando se ven a profundidad. Por ejemplo, lo que les dicen en la materia de Desarrollo Humano acerca de la astrología, las eras y la historia que comienza con el Big-Bang, que finalmente tratan de conseguir que la persona reinterprete su historia, altere de manera radical su cosmovisión y acepte una nueva versión de la realidad y la causalidad. Éste es uno de esos “pequeños detalles” que hacen que las personas se sientan, gradualmente, cada vez más alejadas de las pautas generales que conllevan a coordenadas vitales trazadas por los grupos sociales a los que pertenecen.

Para Peter Berger, “la identidad subjetiva y la realidad subjetiva son creadas por una misma dialéctica entre cada individuo y los demás «individuos significativos» que se hallan a cargo de sociabilizarle. Cabe agregar que el individuo se apropia del mundo a través de su diálogo con los demás, y, aún más, que tanto su identidad como el mundo conservan para él su realidad solamente en cuanto este diálogo prosigue”.

Si lo que se le enseña al alumnado se hace a través del lenguaje, entonces el mismo lenguaje es uno más de esos “pequeños detalles”. Por ejemplo, los concepto antes mencionados como el de “ser” o el de “desarrollo humano”. Si bien son términos que la gran mayoría del alumnado no manejaba antes de ingresar a la universidad y mucho menos sabían de su significado, el primer acercamiento que tienen a éstos resulta ligeramente falseado como en el caso de un caudal más de palabras, por ejemplo, “energía”, “proacción”, “sinergia”, “yo interno”, “chispa divina”, “niño interior”, “alta sabiduría”, “equilibrio”, etcétera. Y si la realidad social se construye en la conciencia del individuo por el diálogo con aquellas personas más significativas de entre sus semejantes, tales como padres y maestros, pero lo que dicen unos y otros se contrapone; y si la construcción social de la realidad cuelga del finísimo hilo del diálogo, ¿a qué pautas generales pertenecen esos “pequeños detalles” y a qué coordenadas vitales los están conduciendo?

La expresión de asombro del alumno durante la entrevista, a mi parecer se debió a que realmente escuchó cosas nuevas que llegaron a complementar algunas de las que él mismo ya sospechaba.

Finalmente, después de alrededor de dos horas, fue más lo que dije que lo que logré indagar. Sucede que los alumnos saben muchas cosas de la filosofía y las creencias del grupo religioso, pero no saben que lo saben. Lo realmente importante en el caso de este alumno eran las estrategias que estaban usando para poder hacerlo caer en las redes del grupo. Le estaban “subiendo la autoestima” con reconocimientos que él mismo era capaz de reconocer que no le correspondían. Lo anterior aunado a insistentes invitaciones a reuniones y fiestas a las que él notaba que sólo asistían “los de la universidad”. Lo estaban, incluso, tratando de acercar a través de una chica miembro del sistema religioso, similar a lo que sucedió en la Historia de Ari.

Es necesario enfatizar que este alumno pasaba por un momento difícil debido a la reciente pérdida de su madre y para este grupo religioso novoerista, ése es uno de los momentos idóneos para captar adeptos por la posible vulnerabilidad en la que se hallan.

Por supuesto que también está la situación de la región cultural, constituida por estos pequeños poblados, a la que aparentemente le cuesta mucho trabajo dar respuesta a los problemas de los jóvenes y que quizá no está proporcionando las explicaciones a etapas de la vida que el sujeto socio histórico experimenta.

“Bueno, pero, ¿no crees que al final ellos salen perdiendo si al término de la licenciatura no logran convencer a nadie del grupo? Ya convencieron a mi amigo, pero, uno de veinte, ¿no es demasiado poco?”, me dijo el alumno.

Efectivamente, -le contesté-, se trata de uno que ya es adepto. Pero también estamos hablando de diecinueve iniciados. De diecinueve consumidores en potencia que, aunque no les haya llamado la atención la propuesta de la universidad, manejan un lenguaje de manera coloquial que sólo las personas que han estado cerca del pensamiento New Age conocen y distinguen. Diecinueve personas que cuando vean algún anuncio de un curso de “Desarrollo Humano”, de “Terapia Holística”, de “Taichi” o de cualquier cosa que hayan visto en la materia de Desarrollo Humano, se verán irreflexivamente identificadas y atraídas a tomarlo, de la misma manera que se verán seducidas a consumir todo aquello que, lo sepan o no, tiene tintes New Age. Y tú serás uno de esos consumidores.

Así, podemos notar la mirada de la gente de los poblados cercanos a la universidad y también nos podemos percatar de algunas de las estrategias que este sistema religioso está usando para la captación de adeptos, mismas que coinciden con las formas de captación que algunos especialistas mencionan que tienen las sectas. Pero por el momento baste decir que se trata de un sistema religioso que tiende a modificar la conducta de sus devotos y de sus posibles adeptos. El problema es que en este caso todo el alumnado es susceptible de formar parte del sistema religioso.


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