BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

FUNDAMENTOS DEL SERVICIO COMUNITARIO PRIVADO

Nelson de Vida Martincorena




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La función social de las entidades de servicio comunitario

Al tratar el mismo tema, con referencia a las instituciones de beneficencia, adelantamos conceptos que en buena medida son ahora aplicables.

Sin embargo, dada la diferente naturaleza de las acciones que las entidades comunitarias cumplen, se requiere una adecuada apreciación de su función social, entendida como sinónimo de consecuencias o repercusiones del obrar de las mismas, en una determinada sociedad.

Estas entidades constituyen una parte del complejo mundo de asociaciones que integran lo que se ha llamado «el tercer sector», distinguiéndolo de las actividades privadas lucrativas y el sector estatal.

Refiriéndose al papel que las asociaciones cumplen en la vida social, Durkheim ha destacado muy acertadamente el que tienen los que él llama grupos secundarios.

«Una sociedad compuesta por una polvareda infinita de individuos inorganizados, que un Estado hipertrofiado se esfuerza en encerrar y retener, constituye una verdadera monstruosidad sociológica. La actividad colectiva es siempre muy compleja para que pueda expresarse por el solo y único órgano del Estado; además, el Estado está muy lejos de los individuos...

Una nación no puede mantenerse como no se intercalen, entre el Estado y los particulares, toda una serie de grupos secundarios, que se encuentren bastante próximos a los individuos para atraerlos fuertemente a su esfera de acción y conducirlos así en el torrente general de la vida social». (11)

En cuanto al rol específico de las ONGs., Barreiro, ha expresado que «...interpretan como funciones propias las de asumir, reelaborar y globalizar una multiforme variedad de demandas sociales específicas o genéricas, articulando esta dimensión reivindicatoria con la acción del Estado y sus políticas sociales...

A la vez sustentan una cultura de la cooperación, la solidaridad y la participación de los sujetos sociales involucrados en las tareas de desarrollo, para las cuales emprenden e impulsan actividades de organización, educación, y capacitación... operando como ‘escuelas de ciudadanía’». (12)

Peter Drucker se ha preguntado si estas organizaciones llamadas «no» gubernamentales o «sin» fines de lucro, podían definirse positivamente por algún rasgo común que las agrupara, concluyendo: «La institución sin fines de lucro no provee bienes o servicios ni controla. Su «producto» no es un par de zapatos, ni una reglamentación efectiva sino un ser humano cambiado. Estas organizaciones son agentes de cambio humano. Su «producto» es un paciente curado, un niño que aprende...». (13)

Dado que muchas de las organizaciones que nos ocupan proveen bienes y servicios, sin ningún fin lucrativo, concordamos con tan autorizada opinión, en tanto esa definición apunta a la quintaesencia de un alto objetivo de mejoramiento humano que no pasa sólo por lo material y participa directamente del concepto de servicio comunitario que hemos expuesto.

El autor citado ha indicado con particular acierto que en estas instituciones es fundamental fijar claramente la «misión»... «la cual debe enunciarse de manera operativa; de lo contrario será una declaración de buenas intenciones... debe centrarse en lo que esa entidad realmente intenta hacer...». (14)

La misión no debe ser indeterminada, debe estar clara en la mente y la voluntad de los adherentes y figurar como propósito vital que nuclea a los fundadores reflejándose en los estatutos de la asociación cuando éstos existen.

Que la misión se cumpla en mayor o menor grado, dependerá de una combinación de múltiples factores, que incluso varían en el tiempo: esfuerzo de los integrantes, normas de organización, apoyo que se reciba de la comunidad, tamaño del desafío propuesto, etc., etc.

Debe reconocerse que la entidad que surge libremente, como fruto de la conjunción de la voluntad de los fundadores, prosigue luego su marcha en un marco de autonomía, sin que desde el exterior, se puedan aplicar evaluaciones sobre la eficiente aplicación de los recursos o sobre su verdadera eficacia en el cumplimiento de sus objetivos sociales.

No obstante, parece lícito entender que la institución al nacer y desarrollarse, debe cumplir lo mejor posible sus fines, como una obligación ante la sociedad en cuyo seno vive y que en muchos casos contribuye de múltiples formas a su sostenimiento. (*)

Si bien no es posible realizar una evaluación particular de cómo cumplen sus objetivos específicos esta miríada de organizaciones, se puede detectar una serie de positivos efectos que influyen constructivamente en la sociedad.

Es innegable que esas asociaciones se constituyen en un vehículo ideal para la participación ciudadana en la solución de problemas que a todos nos afectan.

En ellas se puede volcar la dinámica individual, haciendo posible conjugar el verbo solidario en forma rápida y directa, sin esperar que lejanas y pesadas máquinas burocráticas muevan sus engranajes.

En su seno se posibilita la integración de individuos preocupados por sus semejantes y por la comunidad en su conjunto, quienes encuentran en estas organizaciones intermedias una caja de resonancia donde las iniciativas socialmente estimables pueden determinar el curso de la institución y trascender en beneficio colectivo.

Y si puede ser importante el rol de estas entidades en la canalización de enfoques e iniciativas constructivas que se hayan perfeccionado en su ámbito, no menos trascendente es su función en la puesta en práctica de fórmulas que requieren difusión general.

En esa etapa de ejecución, la entidad puede constituirse en vía de penetración, a través de los vasos capilares del cuerpo social, para que los planes de público interés se asuman y se apliquen como cosa propia y no como obligación impuesta.

Surge así una doble función: colaboración en la búsqueda y formulación de las soluciones y actividad protagónica en la difícil etapa de concretar aquellas en la realidad diaria. (**)

Parece entonces indudable que las instituciones de servicio están inmejorablemente dotadas para desempeñar un importante papel de difusión del bienestar social, en la medida que utilicen adecuadamente las posibilidades inmanentes en los instrumentos a su disposición.

Hemos visto, al tratar las pautas organizativas, que la actuación de la institución de servicio, a través de una coordinación especial, produce un efecto de sinergia, de concurrencia de fuerzas.

(*) Otra cosa es el «voluntario» volcado a la ayuda social, por razones éticas o religiosas, que puede tener períodos mas o menos activos según su talante, pero cuya conducta es siempre loable, si pensamos en tantos otros que consideran que «pagando sus impuestos» ya cumplen con la sociedad...

(**) Se han señalado como funciones de las agencias privadas: la introducción de programas innovadores, la expresión de necesidades de grupos especiales, el estímulo al mejoramiento de los servicios públicos y el llenado de los vacíos que los mismos dejan. (15)

Ahora bien, esa innovación operativa, que produce un cambio cualitativo en la gestión puede reflejarse directamente en el resultado de la misma: es el aspecto creativo del servicio, que constituye uno de sus rasgos esenciales.

Al levantar la bandera de la superación humana y del perfeccionamiento de la convivencia, las instituciones de servicio aspiran a desempeñar un rol social relevante que refleja un verdadero enriquecimiento colectivo; y en verdad, tienen a su disposición todas las posibilidades para obrar en directo y trascendente beneficio de su comunidad.

No obstante, es sin duda cierto, que muchas de ellas no logran estar siempre a la altura del desafío que han aceptado.

Allí donde encontremos una institución «a la defensiva», buscando paliar determinadas carencias y atender reclamos puntuales, sabremos que está subempleando un potencial de superior valor.

En cambio, si la entidad se proyecta en actitud dinámica, saliendo al encuentro de las necesidades, procurando soluciones profundas y definitivas, propiciando marcos de superación personal, detectando incluso problemas de los cuales no hay conciencia en el cuerpo social, podremos afirmar sin hesitación que el instrumento comunitario está siendo utilizado de acuerdo a su naturaleza.

En todo caso, sería erróneo justipreciar la función social de las entidades comunitarias sólo por los resultados concretos que dimanan de su obrar.

Como ya se ha señalado, el servicio, al influjo de su esencia solidaria, produce una positiva aureola de efectos secundarios, constituyéndose en una fuente difusora de principios morales y cívicos, que son recibidos en las comunidades, por la vía de ejemplos concretos y actuales. (*)

Si del plano particular pasamos a observar el conjunto de estas entidades no lucrativas, en especial las que cumplen servicio comunitario, podemos englobarlas en el concepto sociológico de una «institución social», entendiendo por tal la que tiende a satisfacer necesidades de la sociedad, surgidas del sistema de valores que la caracteriza, a través de una estructura de actividades.

Los «servicios sociales» se consideran según Federico, una sexta institución, junto con la familia, la educación, la religión, la política y la economía. (17)

Estos servicios que constituyen lo que se ha denominado «social welfare institution» (instituciones de bienestar social) tienen por objeto «...mejorar el funcionamiento social, disminuyendo el sufrimiento, a través de un sistema de servicios financiado y aprobado socialmente, a todos los niveles de la estructura social» (Ronald Federico). (18)

(*) Los beneficiosos efectos se desarrollan asimismo en los propios integrantes de las asociaciones voluntarias, puesto que quienes pertenecen a las mismas «...están más en condiciones que otros de proporcionar una respuesta democrática a cuestiones concernientes a la tolerancia a los sistemas partidarios, de votar, o de participar activamente en política» Seymour Lipset. (16)

En el autor citado, se encuentran otras definiciones que destacan que los servicios tienden a ayudar a individuos y grupos a obtener satisfactorios niveles de vida y salud, los cuales están en dificultad o imposibilidad de mantenerse por sus propios esfuerzos.

Dado que es un valor aceptado que estas actividades pueden ser tanto públicas como privadas, las entidades de servicio al ocuparse con frecuencia de los llamados problemas sociales, comparten con el Estado una zona común de actuación, que origina frecuentemente una positiva confluencia de esfuerzos.

Corresponde a los entes estatales abordar con todas las potencialidades a su alcance, el diseño y puesta en práctica de políticas sociales de gran aliento, que traten en profundidad los dramas de la pobreza extrema, la niñez desvalida, la endémica crisis de la vivienda, la atención básica de la salud, la educación hasta los niveles medios y tantos otros que por su dimensión, golpean la realidad de todos los días.

Se trata de «...un principio elemental de sana organización política, a saber, que los individuos, cuanto más indefensos están en una sociedad, tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de los demás, en particular, la intervención de la autoridad pública...», según palabras del Papa Juan Pablo II. (19)

Paralelamente, desde el seno de la sociedad civil, la iniciativa privada, nucleada en las asociaciones de finalidad social, debe brindar un apoyo sistemático y permanente, a todas aquellas actividades de interés público.

Dichas asociaciones poseen ingredientes personales fundamentales, que el Estado nunca podrá aportar: autonomía de planeamiento, gestión y dirección, entusiasmo solidario auténtico, capacidad de esfuerzo y sacrificio desinteresado, sensible percepción de las necesidades, que propicia el surgimiento de la simpatía como insuperable impulsor.

En el área de los recursos, la posibilidad de acudir a fuentes de la actividad privada, convocadas por la relación «aporte-obra concreta», mucho más motivante que la lejana vinculación «carga tributaria-realización estatal».

El contacto directo con la comunidad abre un ancho campo a la colaboración popular, auspiciada por el prestigio y la consideración colectiva a que se han hecho acreedoras muchas instituciones, de responsable actuación a lo largo de los años.

Todas esas positivas facetas permiten la recepción de múltiples aportes privados, que de otra forma permanecerían como meras intenciones solidarias, sin cristalizar en realizaciones de interés.

Existen innúmeras experiencias de coincidencia de esfuerzos públicos y privados en diversas áreas sociales y las mismas avalan las altas potencialidades de la fórmula.

No obstante, no debe pensarse que esa mera coexistencia de actividades opera como un talismán liberador de fuerzas omnipotentes capaces de soluciones plenamente eficaces pues la realidad social de todos los días, demuestra lo contrario. (*)

Resumiendo el rol social de las entidades que integran el «tercer sector», parece evidente que la sociedad tiene derecho a esperar que las ONGs. resulten útiles, funcionales, influyentes y sobre todo que aporten verdaderas soluciones en los ámbitos que ellas mismas se han fijado.

Y sin desconocer los múltiples logros que se alcanzan, como muchas tienen notorias dificultades para cumplir sus objetivos, es legítimo pretender que estas organizaciones continúen una tarea de creciente perfeccionamiento, depurando sus mecanismos, ajustando sus métodos de trabajo y de aprovechamiento de los recursos.

Justipreciando con ponderación el rol general de las actuaciones privadas y públicas en el sector social, se hace evidente que más allá de la gran diversidad de actividades que alcanzan logros parciales muy estimables, sobrevive un cúmulo de problemas y carencias que son renuentes a ceder frente a los esfuerzos mejor intencionados.

Admitimos que se trata de un terreno resbaladizo, donde cada uno puede tener su respetable juicio de valor, pero en lo personal nos resulta difícil sustraernos a la sensación de que los remedios puntuales no alcanzan, que las enfermedades sociales no logran ser atendidas, por medios verdaderamente idóneos, que conduzcan a un efecto social decisivo.

Parece evidente que en muchos terrenos las «dosis homeopáticas» no rinden resultados concluyentes...

Dada la importancia de este asunto, que de alguna manera podría poner en tela de juicio el rol de la actividad, al tratar específicamente los Fundamentos del Servicio, en el Capítulo siguiente, intentaremos hacer evidente líneas evolutiva en cada uno de ellos, que son auspiciosas para el mejoramiento de los instrumentos que se están empleando, lo que redunda en mayor eficacia de los resultados.

No obstante, como la situación general no ha mejorado, diríamos ha empeorado, nos atreveremos a dar un paso adelante al proponer una nueva meta para las instituciones de servicio, las cuales sin descuidar para nada su amplio campo actual de acción, deberían abrir un sector de cooperación e integración con múltiples y diversas fuerzas, para atacar en conjunto algunos graves problemas sociales, en lo que denominamos «nueva intensidad del servicio».

(*) Es un hecho reconocido que muchas veces, la ausencia de planeamiento y coordinación entre los actores, genera la duplicación de esfuerzos y el dispendio de recursos laboriosamente obtenidos.


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