BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

FUNDAMENTOS DEL SERVICIO COMUNITARIO PRIVADO

Nelson de Vida Martincorena




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INTRODUCCION

«Toda reflexión que transporta al hombre fuera del círculo estrecho de su egoísmo, es saludable y buena para el alma, cualquiera que sea el giro que tome esa reflexión».

ERNEST RENAN

Nos proponemos abordar temas que por su naturaleza, pueden despertar en algunos, un gesto de duda, acaso una sonrisa escéptica.

Hablar al inicio del tercer milenio de preceptos morales, de la vigencia del amor fraterno, de servicio a la comunidad...

¿Acaso ha vuelto el Quijote a recorrer los campos de la Mancha?

Enfrentados como estamos a dramáticas alterativas en todo el orbe, donde los problemas se multiplican diariamente, es comprensible que el nihilismo y la desesperanza cundan en muchos espíritus, propiciando el egoísmo: «Pensá para vos y no para otro» luce en un graffiti montevideano.

La ocasión también alienta a los que preconizan recetas infalibles, que despreciando lo existente seguramente perfectible prometen mágicas soluciones, eso sí, más adelante, en un futuro que como la línea del horizonte, escapa siempre ante el ilusionado viajero.

Afirmar nuestra creencia en el hombre fraterno, en la necesidad de la participación de todos en la solución de las carencias comunes, quizás pueda evocar la figura del ingenioso hidalgo...

Ello no nos preocupa. Muchas actitudes que se consideraron quiméricas, al ser adecuadamente impulsadas, han devenido con el tiempo, hechos concretos, verdades de a puño.

Estamos al inicio de una era que debe forzosamente activar ideales removedores, que propicien grandes cambios, sin los cuales la vida en el planeta, amenaza precipitarse en una crisis sin retorno.

Pero si es hora de promover ideas, también es momento de realizar actuaciones comprometidas.

Ha dicho Octavio Paz: «La declinación de las ideologías que he llamado metahistóricas, es decir que asignan un fin y una dirección a historia, implica el tácito abandono de soluciones globales. Nos inclinan más y más, con buen sentido, por remedios limitados para resolver problemas concretos. Es cuerdo abstenerse de legislar sobre el porvenir». (1)

Y de soluciones positivas, mucho sabemos los Leones, que desde hace mucho tiempo – ochenta y ocho años venimos cumpliendo eficazmente y con alegre determinación, una tarea de profundo contenido humanitario.

Mencionamos la alegría, porque la manifestación de la solidaridad, tiene una íntima magia. Los que nos comprometemos habitualmente en trabajos de interés social, no podemos sustraernos a una siempre renovada emoción, cuando culmina una realización de servicio comunitario.

Ocurre que en ese momento arribamos al fin de un camino jalonado de muy diversas instancias: se ha efectuado la detección de una necesidad socialmente relevante, asumiendo el compromiso de satisfacerla; se ha determinado un curso de acción, con entusiastas esfuerzos personales, logrando al fin, con la cooperación de muchos la eliminación de carencias que amenazaban no ser nunca atendidas.

Apreciando ese proceso, nutrido de acciones desinteresadas coordinadas en el seno de una institución, no puede uno menos que preguntarse en dónde reside el motor que moviliza a quienes se apartan del egoísmo y la competencia lucrativa, que constituyen la tónica diaria de la convivencia, para volcarse generosamente al auxilio de sus semejantes.

Nos proponemos dilucidar en el presente cómo tales actitudes se desenvuelven y prosperan; qué mecanismos las hacen posibles y qué beneficios sociales de ellas derivan, incluso más allá de las realizaciones concretas.

Es obvio que tales búsquedas exceden claramente la justificación de la acción del Leonismo -en rigor una especie dentro de un vasto géneropuesto que es notorio que múltiples instituciones vienen cumpliendo en el mundo, desde muy larga data, un amplio espectro de acciones humanitarias.

Intentaremos por tanto, en una primera parte general, ingresar en un campo que va desde las entidades religiosas de la antigüedad, a las obras benéficas de inspiración individual o colectiva de más reciente desarrollo, pasando por una multiplicidad de corporaciones sociales, todas las cuales tienen el común denominador de su enfoque solidario.

Se tratará en todo caso de esfuerzos que, dejando de lado los principios de lucro o interés, operan en beneficio del prójimo, al margen de toda retribución o intercambio.

Abocados entonces a desentrañar las diversas formas de actuación altruista que surgen desde la esfera privada, serán objeto de análisis la caridad, las instituciones de beneficencia y las de servicio comunitario, señalando sus principales rasgos distintivos.

Se intentará profundizar en el concepto de la caridad, su origen religioso y su azaroso desarrollo a lo largo de la evolución de nuestra civilización.

Paralelamente se hará mención a las elaboraciones de la ética moderna, que postulando el amor fraterno, arriba desde diferentes bases, a una conclusión similar al precepto caritativo; lo que no sorprende, porque la naturaleza del hombre no cambia con el simple paso de algunos miles de años.

Los sentimientos filantrópicos han sido llevados al plano de la vida cotidiana -no con demasiada frecuencia, hay que reconocerlopor gestiones individuales o más habitualmente, por organizaciones de caridad y beneficencia, que han cumplido un señalado papel humanitario, en el seno de sociedades que hacían gala de la más cruda despreocupación para atender las múltiples carencias existentes.

Las instituciones de servicio comunitario serán consideradas en último término, señalando que su gestión, objetivos y formas organizativas, obedecen a razones diferentes a las anteriormente reseñadas, por más que la vinculación individual de los integrantes de éstas, pueda obedecer -entre otrosa principios caritativos. (*)

Es pertinente señalar que este estudio no obedece a un interés meramente teórico, de raíz ética o sociológica, sino que aspiramos a encontrar en su desarrollo los fundamentos del servicio comunitario privado, los aspectos constitutivos y funcionales que determinan tanto el «ser» como la «razón de ser» del mismo y de las entidades que lo propician.

Entendemos que la identificación de tales fundamentos, podrá coadyuvar al mejor desenvolvimiento del servicio, favoreciendo la remoción de los obstáculos que dificulten su progreso, promoviendo así el rol social que las entidades comunitarias cumplen en la práctica y, lo que es más importante, hará patente la brecha existente en muchos casos, entre las tareas que se desempeñan siempre loables y las posibilidades de expansión ínsitas en el concepto.

Finalizada la parte general, abordaremos el ámbito de naturaleza específicamente leonística, tratando alguno de los principios que informan nuestro movimiento, desde su fundación en 1917, destacando el ideal filosófico que lo alienta y los rasgos de la institución, donde la «idea-fuerza» despliega todo su poder.

Formularemos por último un análisis detallado del servicio leonístico, recalcando sus correspondencias con el concepto general e indicando sus peculiaridades, como vías efectivas de acción social. No estará ajena una razonable evaluación del generalizado éxito que acompaña a tales tareas en todo el mundo, que no obstante, son como toda empresa humana, susceptibles de creciente perfección.

En ese sentido tenemos el convencimiento que un movimiento de influencia comunitaria debe realizar el esfuerzo permanente de repensar y actualizar los principios que fundamentan su doctrina, a riesgo de pagar su pasividad con anquilosamiento, iniciando el progresivo camino de la debilidad.

Una razonable permanencia de ciertas bases conceptuales que dieron vida a la institución, debe recombinarse permanentemente con las cambiantes realidades del mundo, asegurando así la adaptación de su rol y el progreso de sus objetivos.

(*) Vance Packard, resalta la participación en los clubes de servicio, como una forma de adquirir status, de ganar prestigio social. Si bien en casos individuales esta motivación espuria puede estar presente, en manera alguna roza la preponderante esencia solidaria de la vinculación a tales clubes y no justifica la extendida difusión y adhesión que ellos suscitan. Por otra parte, si la pretensión de una persona es ganar status, tiene a disposición otros medios que exigen mucho menor esfuerzo, los cuales han sido suficientemente ilustrados por el autor citado (2).

El conjunto de las entidades de servicio y el Leonismo en especial no son ajenos a esa necesidad de renovación, que es por otra parte regla común del fenómeno vital, en su más amplia acepción.

A la vez, median en estos momentos poderosas razones de público interés para aumentar los canales de participación democrática de la mayor cantidad de ciudadanos, en la solución de los problemas sociales.

Ese protagonismo, que las instituciones que nos ocupan, posibilitan en gran medida, permite trocar una actitud pasiva y plañidera, de permanente queja pesimista, en una dinámica e innovadora coparticipación en los asuntos comunes.

Para recorrer ese camino de revitalización, las entidades de objetivos sociales cuentan con una indudable ventaja: disponen de una herramienta de gran potencial creativo como esperamos dejar en evidencia en este trabajo.

A ello debe agregarse su inobjetable fundamentación ética y social, su fluida integración con la comunidad -fuente y destino de la accióntodo lo que fomenta una interactuación permanente y con ella, la posibilidad de nuevas iluminaciones conceptuales, que perfeccionen el propio movimiento.

Aclaremos por último que el análisis de las peculiaridades de las instituciones privadas, dejará fuera de nuestra atención la acción estatal, dotada de rasgos propios, según los diferentes ordenamientos constitucionales y objeto de diversas políticas sociales, impulsadas por quienes ejercen el poder.

A pesar de nuestra prescindencia, debemos señalar – ciñendo nuestro comentario a los regímenes democráticos que el Estado moderno, abandonando épocas en que se limitaba a ser «juez y gendarme» ha ido asumiendo progresivamente nuevos cometidos en diversas áreas -seguridad social, salud, enseñanzatransformándose en el «Estado de Bienestar», por más que la eficacia de sus prestaciones está desde hace tiempo en controversia.

A pesar que el rol estatal en el área social recibe fundadas críticas a nivel mundial, en muchas partes es un valor aceptado que las intervenciones públicas son todavía muy necesarias y por tanto es válido preguntarse si no son excluyentes de las actividades privadas tanto benéficas como comunitarias, que carecerían entonces de razón de ser.

La respuesta es negativa.

La asunción estatal de obligaciones no es incompatible con la labor que cumplen las asociaciones privadas.

Las mismas no sólo tuvieron un clarísimo papel precursor con su conducta solidaria, que más tarde la sociedad asumiría, consagrando un derecho donde existía la contingencia de una dádiva; sin duda pueden y deben continuar aportando su particular dinámica, supliendo las falencias de la administración burocrática, en una coexistencia que tiene asegurado un proficuo futuro.

Es más, en la hora actual, no es utópico considerar que sólo con una intensa e integral cooperación de las distintas organizaciones de la sociedad civil, entre sí y con los órganos estatales, es posible diseñar actuaciones eficaces que aborden con posibilidades de éxito, problemas sociales cuya extensión y complejidad, exigen un cambio sustancial de las acciones.

Los tradicionales instrumentos de intervención, sean públicos o privados, se revelan como impotentes para erradicar las dificultades y sólo atinan a dar soluciones parciales.

En momentos en que autorizadas opiniones están hablando del fenómeno de la «nueva economía», porque las antiguas formas de producción e intercambio están recibiendo el fuerte impacto de las tecnologías que se extiende por el orbe, lo que permite pensar en un verdadero cambio cualitativo, ¿no habrá llegado la hora de diseñar novedosas estrategias de concertación y coordinación de todas las fuerzas vivas de una comunidad, para abordar los problemas sociales?

En oportunidad de tratar más adelante, la función social de las entidades de servicio, y su real eficacia para solucionar muchos problemas sociales, aventuraremos algunos modestos aportes, que sin pretender contestar esa difícil pregunta, podrán propiciar un debate; intuimos la necesidad de proponer una nueva intensidad para el servicio, complementaria de los objetivos existentes, por más que los caminos que ella puedan conducir, parecen por ahora intrincados.

Creemos que el laberinto social actual tiene salidas, pero con la misma convicción afirmamos que las mismas sólo serán encontradas con el auxilio de un conjunto concertado de muy calificados y audaces exploradores...

Quedan así esbozadas los propósitos de este ensayo; si en alguna medida nuestro esfuerzo, posiblemente avaro en aciertos, contribuye a despertar inquietudes para dilucidar y mejorar aspectos relevantes del funcionamiento de las organizaciones de servicio y de nuestro Leonismo en particular, propiciando así la consecución de las metas que les son propias, nos consideraremos compensados con exceso.

En todo caso, aunque resulte cierto lo que tan bellamente ha dicho Hierro Gambardella, en cuanto a que «... No hay otra cosa que la austera alegría / de inventar las columnas que sostienen la idea», (3) confesamos que la tarea nos ha resultado grata, por más que en ocasiones hemos añorado una fortaleza que estuviera acorde con la magnitud del objetivo.


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