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ARLEQUINES Y DESENCAJES. INTRODUCCIÓN A LOS PROBLEMAS DE UNA REFORMULACIÓN DE LA TEORÍA FOUCAULTIANA DEL PODER

Edgardo Adrián López



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Capítulo I

Pudimos entonces, detectar y acotar los siguientes lexemas con sus correspondientes sememas o efectos de sentido :

1. Acción: aunque el intelectual galo se inclina por la Hermenéutica , su concepción respecto de la praxis se halla en línea de la Sociología comprensiva de Weber y Parsons (por eso, Fernández Liria considerará que Foucault es weberiano…).

No obstante, una acción no se define únicamente por patrones de racionalidad que regulan la articulación entre medios y fines, y la significación subjetiva del sentido que la praxis en juego pueda detentar para los sujetos, sino idénticamente, por su función en una lógica del poder.

Podría decirse que para el autor, los podereS se resumen en cómo hacerle hacer algo al otro , pero creando el deseo inmanente de que la acción provenga de la propia volición de la unidad de subversión (us). Si se quiere, los patrones de racionalidad, la compaginación entre medios y fines, la aparición de un sentido que sostenga la praxis en el caosmos de los vínculos intersubjetivos, siempre es una estrategia del poder para lograr que los sujetos deseen hacer lo que ejecutan, como si se tratase de sus propios anhelos.

2. Acontecimiento: transformación que acaece en una materialidad X. No se trata de que ocurra “algo”, sino de que en una materia cualquiera haya cambios en su composición, o en las relaciones con sus “elementos”.

Foucault establece que “antes” del acontecimiento está la materialidad en la que se inscribe y a la cual, de un modo u otro, transforma. La constitución de un universo de “criminalidad” que hace punible determinadas praxis, es un acontecimiento que modifica la subjetividad social, la cual “ofrece” su materialidad para la inscripción de las consecuencias provenientes del suceso en lid. En otras palabras, el acontecimiento es una determinación de la materia, puesto que todo proceso transcurre en una materialidad.

3. Adscripción: el deseo y la voluntad movilizan a los sujetos para apoyar y adherirse a las consecuencias suscitadas por las relaciones, estrategias, tácticas, procedimientos, juegos y redes de poder, especialmente, en los discursos y en las prácticas. De ahí que no sea posible hallar condiciones de racionalidad “puras”, a partir de las cuales los sujetos podrían comunicarse, en virtud de que la aceptación de un tipo de “racionalidad” significa un efecto de adscripción impuesto por los podereS.

4. Agente: es la formasujeto de una fuerza, de un cuerpo o de una pasión. Al respecto, el autor delinea: “… (la fuerza de trabajo está) … referida a (los cuerpos,) que es su agente singular …” (Foucault, 1989 a: 149 y ss.).

Observemos que un conjunto de cuerpos están resumidos en un agente singular, o sea, en un Cuerpofunción general que actuaría como Sujeto de la fuerza de tarea.

5. Aparato: no es tanto un “objeto” cuanto una forma especial de acción de un mecanismo (acerca de ese último significante, ver infra).

El aparato se caracteriza más bien porque el mecanismo que lo constituye, opera de una manera mecanicista, a través de articulaciones prefijadas, respondiendo a un Centro Coordinador y con relaciones fuertemente jerarquizadas entre sus miembros.

Un aparato es un mecanismo vuelto fascista, castrador, autoritario en sus nexos internos, en sus lazos con el “afuera”. Un ejemplo de aparato son las instituciones disciplinarias de clausura.

6. Archivo: puede significar tanto el cúmulo de enunciados posibles, que permiten el funcionamiento mismo de los discursos, cuanto un campo documental sobre las subjetividades que el poder debe controlar. Así, las instituciones crean sus propios archivos por los cuales se gobiernan los elementos subjetivos que las componen. En cambio, el archivo en su sentido más abstracto es un conjunto de enunciados (no de proposiciones, que son menos formales …) que permite “hablar” a una etapa histórica X.

7. Arquitectura: es un esquema que delimita las relaciones de fuerza, los puntos de apoyo, los umbrales, los ejes de distribución, el peso de las disciplinas, el lugar de las tecnologías, etc. Pero es un esquema más concreto que un diagrama general, y se vincula especialmente con la dinámica de la Mirada.

Así como a la disciplina le corresponde una Mirada que vigila, así se le asocia una Arquitectura. Foucault sostiene en relación con la cárcel que

“… la arquitectura ya no está hecha simplemente para ser vista [fastuosidad de los palacios], o para vigilar el espacio exterior [geometría de las fortalezas], sino para hacer visibles a quienes se encuentran dentro; … (para) conducir hasta ellos los efectos del poder, … (para) modificarlos …” (1989 a: 176).

8. Calcular: más que un procedimiento o una acción es una técnica. Es el poder de construir técnicas de cálculo para prevenir los juegos azarosos de las fuerzas en pugna.

9. Campo: designa una materialidad; idénticamente, es un aglomerado de componentes que intervienen en el funcionamiento del poder. De acuerdo a eso, todo conglomerado es un campo pero no cualquier campo es un conjunto, ya que el campo se halla vinculado a las operaciones del poder. En más de una circunstancia, Foucault sostuvo que sus estudios se centrarían sobre las técnicas específicas del campo más vasto de los procedimientos del poder.

Una materialidad es un campo en el instante que aparece como disciplinaria: la escuela o el ejército implican un campo que le es propio, en tanto la materialidad espacial se encuentra organizada panópticamente.

10. Ceremonial: puede o no ser la “capa” semiósica actancial más superflua de un ritual.

No todo ceremonial implica como correlato un ritual, puesto que en la ceremonia no interesa tanto la institución de una eticidad o moralidad, cuanto la génesis de una solemnidad destinada a sacralizar el ejercicio del poder. Sacralización que no se efectúa apelando a una ética o a una moral, sino a lo que en todo poder existe de “sublime”, de trascendental.

Empero, es verdad que los Preceptos de Racionalización Ético y Moral que fundamentan el ritual, deben ser convertidos en una trascendencia.

En ese caso, el ceremonial vendría a ser un Segundo Precepto de Legitimación del ritual, pero orientado hacia lo que hay de sublime en la eticidad y moralidad que lo instituyen.

11. Cifrar: es una determinación particular de la codificación, a causa de que un código puede cifrar las relaciones unívocas que pretende establecer entre unos elementos cualesquiera.

12. Circuito: es un mecanismo de distribución de los efectos diversos que produce el poder, tales como la heterogeinización, la localización, la formación de discursos, la reproducción de ideologías , entre otros.

13. Codificación: puede ser tanto el modo de proceder de un código, cuanto la forma en que el poder cifra determinadas materialidades, con el propósito de controlarlas. Es el caso de los rituales, porque en ellos se codifican y standarizan las acciones y estrategias posibles.

14. Código: es un conjunto de reglas muy estrictas y con pretensión de univocidad. Puede actuar a cualquier nivel; desde la regionalización hasta los procesos de subjetivación. En efecto, la regionalización puede concretarse por código, tal cual acontece con la diferenciación de los espacios de encierro.

15. Coherencia: es un efecto, una ilusión superficial y de superficie por la que las relaciones, juegos y redes de poder no sólo producen su propia auto legitimación, sino que generan deseos de adscripción a las prácticas y discursos intervinientes.

16. Continuidad: más que la ausencia de pausas, de escansiones, es una “curva de potencial” que une, bajo una misma línea, puntos que están a diferentes escalas en el ejercicio de las fuerzas. Si la continuidad fuese solamente una simple relación sin pausa de X elementos, no podría explicarse cómo es que Foucault pasa del análisis de la escuela, al de la prisión*. Lo que existe en común en todos esos aparatos de encierro, es que están a diferente escala en la intensidad con que las fuerzas se producen y se ejercen, pero sin dejar de pertenecer a una “media general”. Sin duda, se puede ir de la familia a la cárcel, puesto que están en la “misma” continuidad, en una idéntica curva de potencial, pero no podría asociarse de igual modo, a las relaciones de vecindad con la práctica jurídica porque pertenecen a otra escala de intensidad de fuerzas.

*Mientras aguardaba expectante la gestación de mi primer retoño, se me ocurrió que la topología de la sociedad consistía en una serie fractalizada de innumerables cintas de Möebius, que llevan de una a la otra, entrelazándose entre sí, queriendo con ello significar que todos los espacios humanos tienen como una de sus caras, otro topos, el cual conduce a su vez, a otro espacio: transitamos así, desde la “cinta” que es la familia, al Estado, al hospicio, a la cárcel, a la escuela, a la universidad, a la oficina, a la vía pública, etc., siendodejandodeser padre, funcionario, enfermo, médico, esposo, administrativo, guardia, ciudadano, policía, gendarme, hijo, etc.

17. Control: lógica abstracta por la cual las disciplinas pueden aumentar las fuerzas del cuerpo, y disociar el poder de subversión del mismo, tal que las potencias que lo atraviesan sean otras tantas formas de sujeción.

Es igualmente, una dinámica para el procedimiento de las tecnologías, puesto que regula sus capacidades de incrementar el grado de manipulación de las materialidades, separando al mismo tiempo, su poder de movimiento. Este último es incluso, una estrategia por la cual la multiplicidad de la materia acaba por ser predecible y gobernable. El control es por añadidura, una lógica para las políticas (f. e., la biopolítica) en virtud de que normativiza sus competencias para inducir a jugar el juego del poder, disociando de los sujetos, la posibilidad de revertir las relaciones asimétricas.

Finalmente, el control es la lógica general del poder, a partir de la cual se establecen tres grandes objetivos estratégicos:

a) la constitución de parámetros para el control de las materialidades;

b) la transformación de éstas en objetos unidimensionales;

c) las disciplinas idóneas para mantener en funcionamiento la escala para el gobierno de las materialidades, y para que continúe la conversión de éstas en objetos de dominio.

El último punto mencionado, puede interpretarse de un modo más abstracto, diciendo que uno de los objetivos del poder es construir un Álgebra del dominio: las disciplinas deben ser Fórmulas amplias de sometimiento, a partir de las cuales el poder manipule las materialidades, en el seno de cálculos precisos.

18. Cuadro: es un concepto del orden de abstracción del diagrama porque implica la organización del espacio social por distintos tipos de visibilidades, por contrastes de luces y sombras.

Un cuadro no sólo distribuye los cuerpos, las fuerzas, los regímenes de producción, sino también las estrategias, las economías, las instituciones, etc. No obstante, el cuadro es tan general y abstracto únicamente para disciplinar el topos social, id est, el cuadro actúa allí donde el espacio deber ser un lugar para la reproducción de las disciplinas y de las tecnologías. El autor afirma: el “poder disciplinario tiene como correlato una individualidad … analítica y ‘celular’ …” (Foucault, 1989 a: 160).

19. Cuerpo: es una materia con capacidad de afectar y de ser transformada por la acción de otra potencia, de otra fuerza, de una pasión o de otro cuerpo.

La cárcel es un corpus en tanto afecta a los detenidos y en cuanto los constituye como sujetos en su campo de visibilidad. Un cuerpo es pues, una manera peculiar de afectar un “exterior” con el cual entra en relación; así, puede generar procesos de subjetivación y de objetivación. Puede inclusive, ser una Función suprema que organiza por retroactividad, las partes dispersas de un Todo: articula una lógica de relación entre los segmentos mediante una acción retroactiva, porque esas partes le prestan como condición la materia sobre la que el cuerpo/Función repercutirá. La prisión aflora a modo de un cuerpo–Función que reduce la subjetividad a “partes” (los encarcelados) y luego, los “totaliza” como otros tantos elementos que la hacen impactar.

20. Decodificación: es la transformación, total o parcial, de un código para hacer lugar a otros que vendrían mejor o para devolverle a la materialidad codificada, su antiguo estado molecular.

21. Derecho: es un sistema de racionalización de las estrategias y procedimientos del poder. Nunca existe un Estado de Derecho que no sea legitimación del ejercicio diferencial del poder.

However, puede haber sistemas de derecho locales que avalen ciertas prácticas. V. g., hay un derecho que vuelve “natural” la posibilidad de vigilar, castigar y balancear los “delitos” y las penas.

22. Diagrama: podríamos afirmar que es un Metaesquema, una archilógica para la distribución, organización, relación entre los elementos más abstractos del poder (tecnologías, racionalidades, economías, regímenes de producción, modelos, Preceptos, modulaciones, dispositivos, aparatos, etc.).

Un diagrama es una “totalidad” que resume la dinámica del poder de una época.

No es un esquema ni siquiera de una sociedad específica, sino que se corresponde más bien, con el grado de abstracción del concepto marxista “modo de producción” de tesoro.

23. Discontinuidad: interrupción, divergencia, intersección de una curva de potencial por otra.

24. Dispositivo: es un “instrumento” que articula “medidas” o patrones para trabajar sobre determinado “lugar” con base en cierta “precisión”. El pensador galo sostiene que los dispositivos de la prisión procuran regular el sufrimiento corporal. Intentan además, distinguir mediante determinadas “escalas”, entre el exceso de intervención y la “justa” proporción de ella (f. i., diferenciar cuándo el castigo es abundante y cuándo está “equitativamente” ejercido).

Un dispositivo, teniendo en cuenta su grado de abstracción, posibilita la construcción de “herramientas”, las cuales vendrían a facilitar las operaciones del dispositivo sobre una materialidad dada (subjetiva, inconsciente, corporal, etc.).

25. Distribución: más que un tipo de acción es una función por la que el poder dispone, tanto de elementos en un topos dado como de sus “distancias”. Por ejemplo, la cárcel es un aparato que dispersa ciertos elementos (los “delincuentes”), y reglamenta las distancias que los separan y vinculan (horarios, celdas, jerarquías, etc.).

26. Dominación: es impostergable distinguir entre “sometimiento”, “explotación” y “dominio”.

“Explotación” se predica de las clases apropiadoras de plusproducto, mientras que el “dominio”, del ejercicio del poder por el que somos alternativamente, amos y esclavos. El sometimiento se atribuye a la anuencia de los oprimidos con las relaciones, juegos y redes de poder: el gentío participa del espectáculo cruel del suplicio, cayendo en una “servidumbre del patíbulo” (Foucault, 1989 a: 64).

Por su lado, Marx pondera que las sociedades clasistas son distintas formas de orquestar las maneras serviles de existencia. El amante de Defert, afirma que el poder es una estrategia para organizar los nexos serviles concretos y cotidianos, desde una microescala fractal hasta la lucha de clases. En ese sentido, el lexema “dominación” es una determinación particular de lo que Marx bautiza “formas serviles de vida”, ya que este concepto remite a la magna lógica del modo de producción de tesoro, que es mucho más abstracta. La microfísica del poder es una estrategia particular, aunque intrincada, que transforma las relaciones sociales cualitativas entre los individuos, el mundo y los objetos semióticos, en nexos de dominio, opresión y explotación.

La microfísica del poder es a la vez, menos general y más extensa que la refriega entre clases, dado que la microfísica traduce las relaciones humanas a vínculos de disposición de la soberanía de los otros (nexos negativos y rutinarios de dominación o servidumbre).

27. Economía: es una metalógica que reglamenta las condiciones para la formación de una “racionalidad” X. También ordena las condiciones para la producción semiótica (génesis de verdades, de las formas/sujeto, de las éticas, de las moralidades, etc.).

Es que detectamos tanto una “economía” de la penalidad cuanto una “economía” de la producción de verdad o de saber.

28. Efecto de resonancia: ese concepto es sustancial y a menudo, no fue justamente valorado, en especial por pseudocríticos al estilo de Habermas, el cual hace de Foucault lo que le conviene a sus propósitos apologéticos (cf. El discurso filosófico de la Modernidad).

La “resonancia” se vincula con lo que Deleuze afirmará en Un diálogo sobre el poder, respecto de la inversión de los nexos de dominio: los oprimidos, los dominados se convencen de que la explotación, el sometimiento y el poder son ejercidos de manera exclusiva por la clase dominante, por los opresores y por los que explotan cuando, en última instancia, lo que penosamente acontece es una “responsabilidad” compartida de los dominados, oprimidos y explotados en el juego del poder.

Constatamos una “inversión de perspectiva” por la que se genera la sensación de que los oprimidos, expoliados y sometidos son meros objetos de poder y por lo tanto, los que no son sus activos reproductores, pudiendo entonces, cambiar las normas de su reproducción y diseminación (Derrida).

La “resonancia” crearía ese efecto de inversión, en el cual los oprimidos, los sometidos, etc. se ven a sí mismos despojados de toda posibilidad de ejercer el poder, cuando au fond, también ayudan a erigirlo. Los opresores quedan como los que se atribuyen un sobreponer capaz de transformar cualquier estrategia de resistencia, de lucha, de confrontación, de desvío en infra poder.

“… (La) resonancia … (ocasiona que el) … poder … (cobre) nuevo vigor (al contribuir) que se manifieste ritualmente en su realidad de sobrepoder …” (Foucault, 1989 a: 62). La microfísica y su efecto global, consistente en distribuir en el topos social un ejercicio diferencial del poder, es inseparable de un fenómeno de “resonancia”.

Podríamos sentenciar que no hay microfísica del poder sin consecuencias de resonancia.

29. Efectos: no significan tanto las consecuencias de causas visibles ante la mirada atenta de los estudiosos, como los envíos , retrasos e ilusiones que son producidos por discursos, prácticas, estrategias, etc.

30. Eficiencia: el poder no intenta solamente lograr una coordinación óptima entre medios y fines sino que trata muy especialmente, de introducir horizontes lineales de sentido en los procesos de producción. Los poderes gobiernan los fenómenos mencionados, siempre que se los enmarque en universos de sentido bien acotados, de manera que las irregularidades de lo inesperado y del sinsentido , sean conjuradas.

La eficiencia no se mide pues, por criterios de “racionalidad”, sino por la capacidad de los poderes en introducir el sentido en los procesos citados, y en controlar el sinsentido potencialmente fisurante y emancipador.

31. Eje: es una línea que actúa como un tabique y un principio de distribución, con el horizonte de clasificar, ordenar, inscribir, separar, modular, señalar, etc. Existen ejes en un cuadro, un diagrama, un modelo, una figura, etc., pero cada tipo de eje actúa de manera específica.

32. Emplazamientos funcionales: son una tecnología de topologización del espacio, valga la redundancia; es decir, tecnologías por las que los lugares son significados y producidos. Dichas tecnologías operan por “matrices” y por “cuadriculación”, o sea, generan campos de solución universales para los problemas de la administración del espacio (“matrices”), y segmentan hasta el más mínimo detalle (“cuadrícula”) para ordenar las materialidades que se encuentran allí.

33. Escena/escenificación: no habría que ver aquí los restos del discurso de la Presentación y Representación, sino el acontecimiento de que los poderes accionan por presentaciones y representaciones. Foucault realiza una “constatación” de los procedimientos del poder, sin asumir sus consecuencias epistemológicas/políticas. De acuerdo a eso, es innegable que el mismo opera por escenificaciones, por distribución de roles y programas de comportamiento perfectamente gobernables. No es otra cosa lo que sucede cuando el poder hace aparecer, en la vida cotidiana, hombres que por su “infamia” intrascendente, legitiman su santa racionalidad.

La producción de vidas “monstruosas” y de hombres “infames”, marcados por algún “exceso” vituperable es ya una escenificación, una presentación y representación de la majestuosidad con la que proceden los poderes, si no se conoce cómo apostar o si no se quieren jugar sus juegos.

34. Escritura: aunque Foucault no es Derrida, emplea la categoría “escritura” en el sentido de que el poder opera por sistemas de inscripción, en los cuales se regulan las leyes de su ejercicio.

Sin embargo, la escritura sería además, lo que “imprime” las relaciones de poder, las moralidades, las eticidades y las estéticas que lo legitiman. Esa inscripción en tales vínculos, crearía el efecto de una pertenencia inmanente, en las moralidades, eticidades y estéticas, a los nexos de dominio.

El procedimiento “escritural” de legitimación no aparecería administrado desde un “afuera”, sino que se mostraría en la interioridad misma de las relaciones de poder.

35. Esquema: como lo constataremos en el ejemplo del “modelo”, un esquema puede ser causa de aparición de ciertos modelos o bien, puede ser originado por ellos.

No obstante, Foucault emplea el término en cuestión en el sentido de las formas de economía y sociedad : a una comuna históricamente condicionada y determinada, se le asocia un esquema específico, en el cual está trazada la lógica general de construcción del poder y de su funcionamiento en tal sociedad.

36. Estética: al igual que las eticidades y moralidades, la estética es una forma de legitimación del poder, a partir de cierta valoración de la “majestuosidad”, pomposidad y “belleza” de su ejercicio. Es que toda praxis y juego de dominio implican una estética.

37. Estrategias: el concepto se asemeja bastante a la idea que propone la Teoría de juegos. Una estrategia podría ser un programa o un “sistema”, una condición de posibilidad para la puesta en movimiento de determinadas prácticas. Así, el sistema penal es una estrategia que articula ciertas praxis sociales.

En ese sentido, el término “estrategias” es de un menor nivel de abstracción que “experiencia”, pero más general que el de “práctica”.

38. Experiencia: conocido es que retorna a la idea en La arqueología del saber.

Tenemos una concepción similar en algunos puntos a lo que nos comentara hace casi 20 años, el Prof. Federico Juárez, ex docente en la Carrera de Filosofía, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa. –Salta capital, provincia de Salta, Argentina).

Es un término que Foucault abandona luego de La arqueología…, pero es importante en un texto que guarda alguna distancia con Historia de la locura…, donde el concepto de “experiencia” parece ser uno de sus ejes constituyentes.

En el mencionado texto, el autor acota el término en cuestión como una condición concreta/práctica de posibilidad para el funcionamiento de los discursos. No se trata de un principio lógico, abstracto sino de una condición específica y material, para que ciertos discursos hagan visible y enunciable la “locura” o la “criminalidad”.

Dirá también que es una forma prediscursiva que organiza los modos en que una sociedad se relaciona con sus fantasmas o, de manera más amplia, con el registro Imaginario. La experiencia de la locura que se tiene en el Renacimiento no es igual que la elaborada por nuestra comuna actual.

En Vigilar y castigar…, Foucault añadirá que la experiencia es una forma que regula las leyes que suscitan alteridades “extrañas” para que el poder, en su confrontación con ellas, se justifique a sí mismo. En ese aspecto, lo que ubicamos en La vida de los hombres infames ya estaba anticipado o abocetado en el texto que habla sobre la emergencia de la cárcel: la experiencia ya no es tanto la organización de los modos de “vivenciar” los fantasmas sociales, sino la manera en que las realidades alienadas (hombres “infames”, “anormales”, enfermos, etc.) son sistematizadas como un “afuera” que, en cuanto negación de lo medido y “racional”, refrenda la “normalidad” y las relaciones, juegos y redes de poder.

39. Figura: es una determinación concreta de lo que Foucault denomina “rostro”. Esa categoría es más usual en Historia de la locura en la Época Clásica, donde se la puede visualizar junto con la idea de “rostro”. Los rostros de lo insano se tornan posible por una experiencia X de la Sinrazón y a través de algunas figuras.

Cuando el amado por Defert habla de determinados casos “típicos” (la nave de los locos, el gran encierro, Sade , la novela acerca del sobrino de Rameau, Van Gogh, Nietzsche, etc.), no se refiere a sujetos puntuales sino a Figuras con las que la locura es experimentada, sentida, asimilada.

Empero, una figura puede ser en paralelo algo independiente del rostro, ya que se vincula con las formaciones discursivas: las mismas generan determinadas figuras que absorben la multiplicidad de lo enunciable, limitándola. El galo afirmará pues, que la figura de la verdad, pacientemente construida por las prácticas de castigo, en las que era necesaria la demostración de la “criminalidad” de algún acto, reforzará la vocación científica del discurso de las Ciencias del Hombre. La figura de la verdad así elaborada, restringirá la multiplicidad de lo que pueda enunciarse y creará procedimientos precisos de enunciación. Mujeres y varones, por fin aparecerán como objeto de un saber discursivo (1990 b: 284/285).

40. Forma: puede ser una condición lógica de posibilidad para el funcionamiento de algo, o un “axioma” práctico, sin aquel grado de abstracción.

Podemos tener una forma como principio lógico para las relaciones sociales en cierto espacio, como es el caso de la forma–prisión, o un axioma concreto que torna factible un discurso dado, como en la situación de la formaexamen, que inaugura a un discurso pedagógico.

41. Fuerzas: se acotan exclusivamente, por la oposición con otras potencias, es decir, no existe una conceptualización de la fuerza “en sí”, ya que ésta no es una Inmanencia sino posibilidad de transformación y de oposición, pero en relación con una materialidad que se le presenta como objeto de su acción (e. g. otra fuerza).

42. Función: puede indicar tanto un topoi estratégico dentro de un juego de fuerzas (por ejemplo, la función del castigo), como una forma que establece ciertas relaciones entre disímiles componentes (f. e., la función en cuanto forma o “racionalidad” por la que las distintas tecnologías se vinculan entre sí –la biopolítica con la anátomopolítica, etc.).

También se refiere al modo de acción de un mecanismo, aparato, dispositivo o máquina (v. g., la función de algunos elementos en la cárcel –panóptico, guardias, administrativos, médicos, etc.).

43. Gestión: es un concepto sustancial para la microfísica.

Casi siempre se quiso ver en ella, la reproducción del poder a través de las relaciones cotidianas con el cuerpo y con el otro, mas, la microfísica detenta por efecto nodal, el separar la lógica de los grandes conflictos (f. i., la lucha de clases), respecto de la dinámica de las pequeñas y sordas guerras. Peleas que no obstante, ya no serían los de unos cuantos contra una enorme mayoría, sino el de cómo ser eficiente en la administración de la soberanía del otro. La microfísica gestiona una serie de efectos por los cuales se consigue esta separación de su lógica, de la lucha de clases y al mismo tiempo, por la que ésta resulta atenuada. Foucault dice que la nueva gestión que inaugurará la prisión en lo social, tiene cuatro grandes efectos que vuelven latente la refriega clasista:

“… disminuir el número de diligencias (administrativas asociadas con el delito), que son costosas al Estado …; (mermar) los impuestos … (para sostener las obras públicas) asoladas por los vagabundos …; … disminuir el (gasto en) … mano de obra …; … permitir que los verdaderos pobres se beneficien, sin compartirla, de la caridad necesaria …” (1989 a: 126).

Esa gestión de la cárcel implica consecuencias estratégicas en el plano de la pelea de clases, puesto que resta la presión de la miseria. Sin prisiones, la lucha de clases sería acaso más aguda…

44. Hermenéutica: genera juegos de legitimación semánticos, a fin de subyugar la irregularidad de las fuerzas y de las materialidades.

La Hermenéutica hace de cualquier potencia y de toda materia, un Precepto de Legitimación de los vínculos, juegos y redes de poder y un Precepto de Explicación de sus “racionalidades”.

No es remisible tanto al orden de un Sentido, cuanto al acontecimiento de que los sentidos y significados cumplan por sí mismos funciones de legitimación.

El autor parece imaginar que las estrategias de significación al estilo de la Semiología, Semántica o Semiótica son en relación con la Hermenéutica, artimañas limitadas para usarlas a su vez, como armas de lucha contra el poder. Tales estrategias parten de las formas en que se organiza la interpretación, los signos, los significados y no realizan, como la Hermenéutica, una labor de desmitificación que consiste en establecer precisamente, las disímiles maneras en que se interpreta.

No parte la Hermenéutica de la realidad de la interpretación, sino que se preocupa de hacer una genealogía y arqueología de los sistemas de interpretación, y de porqué ha surgido la necesidad histórica de interpretar y de hacer interpretables ciertos fenómenos (ver Nietzsche, Freud y Marx).

A nosotros no nos asoma del todo satisfactoria la valorización de la conservadora, timorata y reaccionaria Hermenéutica, especialmente por los compromisos políticos moderados que perduran hasta hoy, en particular, en proyectos filosóficos como los de Gadamer, Husserl, Heidegger, Habermas, etc.

Au fond, sólo una Metasemántica podría cumplir esa obra de desmitificación y de crítica que Foucault le asigna a la Hermenéutica, ya que es aquella la que pone en crisis las semiologías, las semióticas y las semánticas que se edifican asumiendo el signo, el sentido y el significado. Esa Metasemántica entendida como Metasemiótica que no sería ya una Semiología, conflictúa todas las oposiciones metafísicas logocentristas que Derrida ya explicitó. En esas condiciones, dicha Metasemántica sería a la vez, una ciencia crítica, una crítica de la ciencia, y una desmitificación de todos los procesos y sistemas de significación.

45. Heterogéneo/heterogeinización: las relaciones, los juegos y redes de poder diferencian ciertas artimañas por las que proceden, a fin de gestar determinados efectos de legitimación. E. g., nuestra sociedad convierte en heterogéneos el procedimiento judicial para cercar la “criminalidad” de un acto, y el ejercicio del poder que ello comporta, con el objetivo de que la mancha de la imposición de un castigo y de la pena, no se extienda al poder, “denigrándolo”, explicitándolo, cuestionándolo. El poder logra permanecer anónimo, fantasmal, como no poder, ajeno al procedimiento judicial, porque se revela “heterogéneo” respecto de su lógica.

Ahora bien, esa heterogeneización no implica necesariamente la constitución de series. La distinción entre proceso judicial y funcionamiento de las relaciones, los juegos y redes del poder no se realiza por serialización, sino por una “simple” diferenciación de elementos que se vuelven “heterogéneos”.

46. Ilegalismos: son un campo de acción en donde parece estar ausente el poder, a causa de que está permitida la “transgresión” y el ejercicio de los infrapoderes de los sometidos, como si fuesen sobrepoderes.

Cumple también una función de legitimación.

47. Imperativo: es un axioma para la acción que puede o no estar moralizado, ritualizado o inscrito en un ceremonial. Un imperativo únicamente es un principio internalizado por el sujeto como un axioma ineludible.

48. Instancia: una instancia es una cualidad particular de la materia. En efecto, la misma es una “superficie” en la cual se dan ciertas diferenciaciones de movimiento. Una materia siempre es objeto de movimientos, de procesos (Engels, 2005).

En ese sentido, una instancia es la diferencia que aparece entre la secuencia de un movimiento. Foucault habla de “instancia judicial” en tanto existe en la materialidad que es la cárcel, una serie de movimientos que conducen al “castigo” del acto “delictivo”. La “instancia judicial” es una “pausa” en ese movimiento que termina en la clausura. No es una escansión para interrumpir o demorar el estado terminal del movimiento, sino para hacer más efectiva su lógica.

Una instancia es como un refuerzo que asegura la continuidad del movimiento en una materia X.

49. Intensidad: es la curva de potencial en su cota más álgida; por ejemplo, en la curva que pasa por la cárcel y acaba en la escuela, la intensidad de fuerzas puede manifestarse en la continuidad de la disciplina o de la vigilancia.

El lexema señalado puede significar también, un movimiento, un devenir en el curso del cual determinada materialidad incrementa su capacidad de influir y ser transformada. Existe un devenirintensidad en esa materia: tal es el caso de los hombres “infames”; en ellos insiste un devenir intenso que los convierte en “puentes”, para el paso de las relaciones de poder.

Existe cierta escala de proporcionalidad en razón de que, cuanto más agudo sea el devenir infame, tanto más intensamente los nexos de poder transitarán, destrozándolas, por esas vidas “insignificantes”. Generalmente, el devenir intensidad hace que una materialidad sea más propensa a ser manipulada, que a producir cambios en el exterior; es lo que acontece con los locos, los niños, etc.

Finalmente, el término en lid implica cierta regularidad con la que determinados acontecimientos se reproducen; por ejemplo, la intensidad con que los juegos de poder se repiten en determinados aparatos, tales como la prisión (en ese caso, el juego de la vigilancia y al mismo tiempo, el de la momentánea evasión de los castigos…).

50. Intervención: como la idea de “resonancia”, este categorema es nodal en la dinámica de la microfísica, puesto que son los oprimidos los que reproducen las modalidades “pasivas” de intervención en las relaciones, juegos y redes de poder, modalidades que asignan siempre a algunos el sobrepoder de ejercer el poder de manera unidireccional.

Por esa peculiar intervención cualquier acción rebelde, es direccionada, encajonada a y en una continua reproducción de los efectos del poder.

51. Juego: es un complejo de acciones en las cuales existe determinada “racionalidad” para el ejercicio del poder. Es toda relación social que es un nexo de poder; insiste en una dinámica peculiar de poder.

Esa idea del juego en las relaciones y redes de poder, permite hacer una distinción entre los vínculos sociales cualitativos, que pueden huir de las relaciones de poder, y las conexiones de dominio propiamente dichas. Si toda relación social fuese vínculo de dominio, no habría alternativa de revolucionar la comuna actual, dando lugar a una colectividad de mujeres y varones genuinamente libres, que producen acorde a sus deseos y para desplegar sus fuerzas “esenciales” (cooperación, solidaridad, amor, apoyo mutuo, etc.).

Para algunos, Foucault homologa relación social con vínculo de poder; para nosotros, no identifica un asunto con el otro. Precisamente por eso es que hay que explicar cómo surge el poder en un campo de nexos cualitativos, es decir, cómo es que los vínculos semiósicos enriquecedores con el otro, pueden ser convertidos en relaciones, juegos y redes de poder.

52. Legilibilidad: las relaciones, juegos y redes de poder parten de visibilidades ya instauradas (la escuela, el convento, el ejército, etc.), y de enunciados sobre la lógica de esos visibles y de sus “contenidos” (aprendientes, seminaristas, soldados, etc.).

Sin embargo, “antes” de actuar por visibles y enunciables, las relaciones, juegos y redes de poder tienen que construirse un campo de legibilidad que les permitan no sólo producir visibilidades y enunciados, sino por igual su distribución.

No basta con que se pueda vigilar al ciudadano como para determinar cuándo se vuelve “delincuente”, ni es satisfactorio con que se pueda predicar algo sobre su “criminalidad”; es impostergable que el estudiante, el seminarista, el soldado, el encarcelado, el “loco” puedan ser distribuidos en la sociedad de acuerdo a determinada dinámica.

No siempre es conveniente que la “locura” sea legible o que la clínica sea un espacio textual que se presta a la lectura (el poder debe saber pautar qué es legible y qué tendría que permanecer ilegible y por ende, no explicitable…).

53. Límite: se relaciona más con el fenómeno de la producción de márgenes, que con el de distinción. Los márgenes son siempre necesarios a una microfísica, dispuesta a generar objetos para su propia legitimación. Es lo que acontece con la discursivización de la vida de los hombres infames.

54. Línea: en Foucault una línea puede ser un recorrido de una potencia (línea de fuerza) o una estrategia para la vigilancia (línea de perspectiva).

Las líneas absorben los flujos deseantes y los someten a oposiciones de fuerza o a estrategias de vigilancia. La disciplina de la cárcel es una muestra de cómo la línea disciplinaria somete los deseos a estrategias de vigilancia.

55. Localización: es una operación particular de la zonificación, puesto que si bien aquella supone una fragmentación del espacio social para ser controlado, la localización produce un sistema de coordenadas, por el cual todo individuo es siempre manipulable. En ese aspecto, la localización genera un efecto de “tridimensionalización”, tal que cualquier subjetividad, aun en sus ínfimos detalles, es potencialmente objeto de poder.

56. Lucha: más que la permanencia de un conflicto o la dialéctica de intereses contrapuestos, lo que define la pelea para Foucault es la contradicción entre fuerzas. Las relaciones, juegos y redes de poder son una lucha porque son ante todo, el ejercicio de fuerzas enfrentadas.

Ahora, el aporte que realiza con referencia a Marx es que para éste casi todo es pelea entre clases. En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, se infiere que la lucha de clases no es un conflicto abierto y estrictamente político, sino que con frecuencia, es una tensión latente, sorda, oculta, profunda, no directa, en la cual se revelan desde el terrorismo de Estado hasta los pequeños “atentados” que acaecen cotidianamente. However, casi todo en el amigo de Engels se remite a la Gran Refriega entre clases, aun cuando él mismo delinee que existen otros procesos que no pueden reducirse a esa lógica, pero que podrían torcer el rumbo de los acontecimientos (es el caso de la lucha de los trabajadores improductivos no privilegiados –personal de maestranza, administrativos, etc. ).

Foucault viene a decirnos que no toda lucha es un conflicto entre clases ni remisible a la pelea entre clases, ni siquiera en el nivel molecular, como pensaba el Marx de los escritos historiográficos. La concepción de la lucha en cuanto oposición de fuerzas es lo suficientemente amplia como para aplicarla también al conflicto clasista, con la ventaja de abrir la alternativa de estudiar aquellas refriegas que Marx sugirió que escapaban de la lógica cuasi binaria del Amo y del Esclavo.

57. Máquina: no es ni un aparato, ni un mecanismo, ni un dispositivo.

Una máquina nunca puede estar integrada por ortopedias ni por aparatos, ya que es sumamente flexible.

Las relaciones entre sus elementos no son mecánicas ni mecanicistas, porque una máquina produce a partir de los chorros, flujos, derrames que circulan por ella (Deleuze , 2005).

Una máquina puede ser asimilada a una especie de catalizador de los flujos deseantes y de la subjetividad. Por ello es que se podría alucinar que Foucault habla de las máquinas de castigar, sin incurrir en contradicción, puesto que tales máquinas “canalizan” con determinada lógica, las subjetividades sociales y los anhelos (f. e., la subjetividad del llamado “delincuente” y los deseos de los “buenos” ciudadanos…).

Una máquina es una materialidad, antes que un conjunto de elementos; es un espacio para la circulación de la subjetividad, antes que un dispositivo o aparato.

58. Marca: es una fisura, una muesca o un corte que el poder suscita para organizar los sistemas de castigo y en general, todas las disciplinas. Al respecto, Foucault dirá:

“… los signos … deben constituir el nuevo arsenal de las penas, del mismo modo que las marcas (en el cuerpo) organizaban los antiguos suplicios …” (1989 a: 108).

La marca es no obstante, una forma de organización semiósica de las disciplinas, aunque más rudimentaria y discontinua que el signo (cf. Infra).

59. Materialidad: no consiste en la “corporeidad” de unos segmentos, su realidad “física”, sino en que en la materia no existe ninguna trascendencia por encima de ella; no hay nada que la subordine a una idealidad cualquiera. En ese aspecto, la materia es inmanente a sí misma, pero esto no quita que los poderes intenten darle a las diversas materias sociales (los cuerpos, los valores de uso, la sexualidad, etc.) un Sentido que las trascienda y entonces, las “gobierne”.

De ahí que para nosotros la microfísica no se refiera tanto al hecho de que las relaciones, juegos y redes de poder se reproduzcan a través de la vida cotidiana, cuanto al suceso de que las materialidades sociales sean subordinadas a trascendencias, las cuales actúan en los acontecimientos más ínfimos. La microfísica del popder nos permite visualizar cómo los actos mismos en su materialidad irreductible, son enmarcados por el Sentido y por “racionalidades” múltiples.

En La vida de los hombres infames, el amigo de Deleuze esculpirá que los poderes “fabulan”, “literaturizan” las subjetividades, otorgándoles un sentido trascendente a fin de justificar, por contraste con ese sentido de la “infamia”, su propia “racionalidad”. En consecuencia, la microfísica asigna ante todo, una trascendencia a una materia X para poder disponer de ella.

60. Mecanismo: no es tanto cierta vinculación entre elementos determinados, a fin de suscitar ciertos efectos, como la racionalidad misma que gobierna la génesis de esos efectos, en relación con las disposiciones de los miembros que los crean.

Es una forma que permite la operatividad de un aparato, máquina, dispositivo, instrumento, etc.

Todo mecanismo supone una lógica previa que lo hace posible, es decir, una tecnología.

61. Mecanismos de explicitación: existe algún correlato con la legibilidad, pero puede ser independiente de ella, particularmente cuando el poder genera los “zócalos discursivos” desde los cuales evidenciar el poder y desde los que hablar sobre su reproducción.

Mediante sus propios mecanismos de explicitación, los poderes no ocultan ni reprimen in stricto sensu, las formas de su ejercicio, sino que suscitan un “falso” espacio de legibilidad que para los que hablan del poder es sin duda, verdadero.

Los mecanismos de evidenciación, se enlazan con la lógica binaria de lo secreto/mentiroso, enunciado/reprimido, verdadero/falso, producido/inducido, antes que con la dinámica de la legibilidad. Ciertamente, los mecanismos de explicitación vienen a reforzar los efectos de legibilidad que el poder instaura, pero eso es una relación derivada.

62. Mirada: si bien todo cuadro está enlazado con una Mirada ésta es un fenómeno independiente del cuadro.

Es una función que hace visible todo lo que en el espacio social se presta a los efectos de lectura que al poder le interesa. De allí que la Mirada también se encuentre asociada al diagrama, al aparato, a la rostridad , al dispositivo, etc.

63. Modelos: también es una “lógica” de construcción de procesos, pero puede gobernar la aparición de esquemas y formas, o ser el “sema” específico de algún esquema. Todo depende de las circunstancias que lo rodean.

Para el caso en que el modelo se evidencia como un movimiento de producción que suscita esquemas y formas, en Vigilar y castigar… se afirma que si

“… bien es (verdad) que la lepra (indujo) rituales de exclusión, que dieron, hasta cierto punto, el modelo y … la forma general del Gran Encierro, la peste ha suscitado esquemas disciplinarios …” (Foucault, 1989 a: 201/202 y ss.).

Vemos aquí cómo la lepra, en cuanto modelo de procedimiento de los poderes, es un modelo de eficiencia y como tal, produce formas y/o esquemas. Si la lepra como modelo generaba formas, la peste inducirá esquemas disciplinarios, lo cual viene a confirmar que un modelo puede producir indistintamente, esquemas o formas.

Al referirse al modelo como “mínima unidad significativa” de un esquema, el ex cristiano tallará

“… la imagen de la peste vale para todas las confusiones y los desórdenes; del mismo modo que la imagen de la lepra, (que supone la necesidad de cortar el) contacto, (la de la peste) se halla en el fondo de los esquemas de exclusión …” (1989 a: 202).

Observamos pues , que el modelo de la lepra o de la peste son determinaciones particulares de esquemas de segregación, o sea, ambos modelos son “semas” determinados de cierto tipo de esquemas o cuadros.

64. Modulación: es una operación de transformación referida exclusivamente a la standarización de acciones, anhelos, subjetividades, objetos, etc.

Existen modulaciones cuando se moldean esos universos de tal manera que puede haber otros elementos del poder (estrategias), sin que haya modulación. En ese caso, no toda estrategia supone una modulación.

65. Nivel: es una dinámica concreta que organiza distintas líneas de fuerza, segmentaciones, planos. Mejor todavía, es la lógica específica y concreta que regula las articulaciones de líneas y segmentaciones para que aparezcan determinados planos.

Cuando estudia un texto, el intelectual anti marxista se interroga por cuál es la lógica o nivel que organiza sus líneas de fuerza, de manera que emerjan los diversos planos que atraviesan un palimpsesto y pretenden gobernarlo (nivel gramatical, plano sintáctico, nivel semántico, intertextualidad, intra textualidad, etc.). Las diferenciaciones lingüísticas y no tan lingüísticas aludidas, son las consecuencias del poder en un texto cualquiera.

En el análisis de la prisión se pregunta qué es lo que hace que determinadas líneas sociales, puedan ser reconducidas en la dirección del encierro. El estudio de la cárcel envía a la “racionalidad” del nivel. Es allí donde el Foucault “bizco” que construimos, habla de aquel aparato represivo en cuanto forma–prisión.

66. Operador: es un mecanismo por el cual los efectos del poder se transmiten.

Las disciplinas son operadores, al igual que los aparatos y dispositivos, porque todos esos componentes esparcen las consecuencias del poder.

67. Orden: es una noción menos elevada que las de “función” y “forma”; se vincula con un proceso general de organización y distribución.

El orden es condición de posibilidad para que un espacio se organice en niveles, estratos, líneas, segmentos, flujos, etc. F. e., el orden del discurso se refiere a la lógica abstracta por la cual los discursos se relacionan, distribuyen y organizan en epistèmes .

68. Organización: siempre se ubica en el hojaldre del sistema, pero no porque haya una afiliación al discurso estructuralista y su correlato, la teoría de sistemas, sino en virtud de que el gobierno de la multiplicidad aleatoria de las materialidades sociales, sólo puede hacerse efectiva si hay una disposición orgánica en sus nexos.

However, no debemos inferir que el poder procede siempre por organización y sistematización; también deja lugar al azar y a lo molecular, a causa de que le basta con reconducir el movimiento irregular de esas materialidades, hacia las segmentaciones duras que implican los sistemas y sus relaciones orgánicas.

69. Ortopedia: archiaparato que reglamenta prácticas, especialmente desde un punto de vista moralizante.

Una ortopedia tiene por horizonte obvio la de “hacer andar” al sujeto, con el apoyo seguro de las morales y de las éticas diversas que producen Sentido, que nos tranquilizan con el Sentido.

70. Pasión: son variables, dependientes o no, que relacionan 2 series fundamentales, a saber, la serie de las fuerzas y deseos, y la serie de los cuerpos. En ese sentido, las pasiones son una condición de posibilidad concreta para que determinadas potencias y deseos, se inscriban en cuerpos construidos de determinado modo, a fin de que aparezca la fuerza de trabajo, o sea, una fuerza destinada a producir. Foucault dice:

“… Cada variable de las (potencias del cuerpo) –vigor, rapidez, habilidad, constancia– puede ser observada, y por lo tanto … contabilizada. Rotulando … toda la serie de los cuerpos (y de sus potencias), la fuerza de trabajo puede analizarse en unidades individuales …” (1989 a: 149 y ss.).

71. Plano: es resultado de la articulación de líneas y segmentaciones que circulan sin consistencia. Para el intelectual francés, un plano es siempre una entidad que da coherencia y cohesión a las líneas y segmentaciones que cercan a los deseos.

Pliegue: es un efecto de las operaciones de un discurso, aparato, máquina, dispositivo, etc.

72. Política: es un conjunto de estrategias para hacer/hacer y para hacer–saber, en particular, en lo que se refiere a la manipulación de las materialidades (cuerpos, signos, textos, etc.).

73. Práctica: es una relación social que funciona como condición concreta de posibilidad para el asomo de los discursos. Aunque toda praxis es discursivizable, Foucault nos informa que es una materialidad prediscursiva (La arqueología…).

No obstante, como principio de existencia para los discursos, no detenta el grado de abstracción de la “experiencia”, ya que esta última ordena las prácticas por las cuales los hombres se conectan con los fantasmas sociales.

74. Programa: es tanto un “directorio” en el cual se esquematizan las posiciones de aparatos y sujetos (v. g., la cárcel como directorio de sí misma), cuanto una lógica enlazada a la acción, a la construcción de estructuras actanciales y a la coordinación de roles. En ese último aspecto, el programa se asocia directamente con el universo de las prácticas sociales.

75. Proporcionalidad: no es tanto una medida cuanto una obvia relación entre materialidades (fuerzas, partículas, máquinas, instituciones, etc.).

76. Punto: es un espacio para la intersección densa de movimientos, potencias, discursos, prácticas, en suma, lugar de encuentro de materialidades diversas. Pero también es un espacio en el cual puede encontrarse sintetizada la lógica del poder y de la lucha de clases.

Foucault sostiene al respecto que el Panóptico no es únicamente un esquema disciplinario, sino un Punto que sintetiza todo un Imaginario social acerca del funcionamiento ideal del poder, y su vínculo con la lucha de clases. No obstante, el punto es una especie de “agujero negro” que absorbe las prácticas sociales y los discursos, “sistematizándolos” y relanzándolos al espacio social, provistos de otras potencias.

Actualmente, se sabe que los agujeros negros no son tan negros , es decir, que no escapan a la segunda ley de la fantástica Termodinámica y por lo tanto, emiten cierta cantidad de energía hacia el exterior. Para Foucault, un Punto se parece a un agujero negro, en el sentido de que aglutina intensamente ciertas prácticas y discursos, para enviarlos a lo social con otras fuerzas y sentidos.

El Panóptico no es desde esa perspectiva, una mera síntesis apretada de la dinámica del poder, sino que es un aparato de recodificación y sobrecodificación que procede mediante “captura” de las relaciones sociales.

77. Rango: es predicable tanto de una jerarquización en las acciones (f. i., el rango del médico frente al enfermo), cuanto de la distribución de intensidades en una curva de potencial (e. g., el rango del Panóptico en relación con los aparatos que propagan sus efectos –familia, cárcel, escuela, taller, etc.).

La función/Rango es de suma importancia en la dinámica del poder, debido a que “estabiliza” las relaciones sociales en universos casi despojados de imprevistos. De una u otra manera, la función–rango no cesa de reproducir el Imaginario Jerárquico y el axioma de que es impensable una máquina de lucha que no sea coordinada de algún modo. Dicha función termina por hacer de la burocracia una especie de Metacódigo, a través del que los nexos son interpretados y normados. El rango hace inevitable la constitución de un código burocrático capaz de asegurar que cada quien no sólo sea vigilado en el lugar que corresponde, sino que a cada cual se le “retribuya” según sus funciones.

El teórico anti marxista nos hace percibir que la burocracia y sus efectos, no consisten en una simple reglamentación de procedimientos a partir de una escritura, sino que implica un código de “retribuciones” acorde a las funciones que cada sujeto lleve a cabo, y según el lugar en que se ubique en un espacio de rangos.

Creemos que esa concepción nos llevaría a cuestionar dos frases muy conocidas de Marx, respecto de la dinámica del Socialismo y del Comunismo. En lo que cabe a la primera formación social, el admirador de Engels asegura que el uso y la distribución de la faena deben hacerse distribuyendo a cada uno, según su tarea y capacidad. En la “Crítica al Programa de Gotha”, estipula que el socialismo no puede introducir una equidad indiscriminada, porque se entiende que no es lo mismo el aporte al trabajo social realizado por un individuo con todas sus potencialidades, que el ejecutado por otro en minusvalía, por las circunstancias que fueren y debido a razones físicas o psíquicas. Nosotros no esgrimimos contra el socialismo las fantasías burguesas de “igualdad, fraternidad, democracia y solidaridad”, sino que llamamos la atención sobre una forma de interpretar el modo de producción socialista, que está propensa a reintroducir la Función/rango. Con ella, el socialismo se convertiría en una Gran Superficie de Inscripción para los Imaginarios jerárquicos y para las múltiples burocracias, acabando por reducir de otras maneras el polimorfismo humano y semiótico de las relaciones cualitativas sociales.

Respecto del Comunismo, Marx aboceta que se tendría que partir de una distribución de la riqueza según la tarea de cada cual y de acuerdo a sus necesidades. Se superó ya la etapa de socialización del tesoro y se diluyó el estar atado en parte, a una medida independiente de las necesidades, conocida como ley del valor . El comunismo es plenamente una sociedad que, al no reprimir ninguna necesidad y al hacer de ella una condición para el despliegue de las fuerzas humanas, se ubica fuera de la Economía de la Recomposición e inaugura el reino de la Libertad . Pero otra vez, la función–rango puede reproducirse aquí si las necesidades mismas son segmentadas.

En un contexto en el cual la riqueza fluyera a chorros, no es posible justificar una jerarquía de las necesidades ni la postergación del deseo “para más adelante”. Los anhelos y cualquier pulsión inconsciente deben ser ENTERAMENTE satisfechas. Más todavía y aunque un leninista nos acuse de izquierdista “infantil”, en el modo de producción comunista es el registro Imaginario lo que por fin sería una vía de “alimentación” positiva de los deseos, y en el cual los requerimientos imaginarios no estarán supeditadas a la solución de los problemas de subsistencia.

78. Recodificación: traducción de ciertos componentes de un código a una nueva lógica. Por ejemplo, el encierro de los “locos, muy anterior al apresamiento de “delincuentes”, recodificado en el Panóptico de Bentham.

79. Régimen: es una metalógica para la regulación de leyes vinculadas a los procesos de producción. F. e., Foucault habla de “régimen de signos” cuando está involucrando un modo de producción semiótico determinado. Así, cuando se refiere a las normas que se instauran en la dinámica de la penalización, sostiene que allí están en juego determinados regímenes de signos, enlazados a su vez, con formas de producción semiósica acordes con la lógica del castigo.

En un plano menos abstracto, el concepto significa “estatuto”, es decir, rango, lugar donde acaecen ciertos hechos. Cuando se habla de régimen de acciones, se referencia al estatuto de las mismas, al rango en el cual están ubicadas.

80. Régimen de producción: al igual que con el concepto de “economía”, Foucault delinea un punto de vista general y no mecanicista (Marx, justicia es aclararlo, tampoco fue mecánico …). Todo lo que regula la producción de objetos semióticos (desde los valores de uso y las cosas “espirituales”, según el nacido en 1818, hasta la génesis de los procesos de subjetivación) es un régimen o modo de producción.

La diferencia con Marx no radica en que haga “más abstracto” el categorema de “modo productivo”, como Foucault mismo alucinó, sino en incluir de manera expresa todos los procesos de subjetivación y de relación con la verdad, con base en los que el poder no cesa de reproducirse. Lo que habría realizado con respecto al exiliado en Londres, sería una ampliación semántica (lo mismo que hará cuando en Tecnologías del Yo, detalle la composición de lo que bautizamos como “fuerzas de producción formales”, al partir de las tecnologías aludidas…). Esa observación es impostergable para neutralizar lo que hay de negativo en el discurrir foucaultiano, respecto del discurso marxista, trasluciendo cierto rechazo de algunas de sus proposiciones no mecanicistas sustanciales.

Es que cuando se efectúa una lectura atenta y minuciosa de los textos de Marx (López, 2010 a, 2010 b, 2010 c, 2010 e), no es viable sostener que aquél haya incurrido en un economicismo estrecho: él mismo advierte que v. g., un modo de producción incluye tanto la producción material como la inmaterial o estrictamente “espiritual”.

Tampoco puede decirse que haya soslayado la problemática de la microfísica del poder, en el parergon en que en el libro I de Teorías sobre la plusvalía, no cesa de insistir en que la fuerza de trabajo es el resultado de una composición previa, que organiza las pasiones, las habilidades, los flujos, las potencias humanas para que funcionen como fuerza laboral.

Sugiere también que la “criminalidad” co determina, sin ninguna duda, el despliegue de las potencias de producción, ya que acicatea en la sociedad burguesa, la defensa de la propiedad privada.

Tales apreciaciones del amigo de Engels, no permiten delinear que habría que partir de dos tipos de descripciones del poder y de la colectividad, tal como Foucault afirma en Genealogía del racismo: una que poseería una visión economicista del poder y reduciría todo a relaciones de producción (presuntamente, Marx) y otra que asignaría al poder y a sus relaciones, juegos y redes un status independiente de las dialécticas marxistas. Según puede constatarse en lo que someramente hemos expuesto en torno a la opinión de Marx respecto al poder, se verifica que para éste, economía y poder en las sociedades de clases, son dos causaciones complementarias .

En síntesis, un régimen de producción es un modo de regular la creación de objetos semiósicos que ingresan en cierta lógica del poder. F. i., la génesis de “criminalidad” se correlaciona con un modo de producción de objetos semióticos que están en determinada perspectiva con el funcionamiento del poder de una época cualquiera.

81. Ritual: programa de acción standarizado que incluye como aspecto esencial e inherente a sí mismo, una eticidad y moralidad, programa que a su vez, induce ciertos efectos de eticidad y de moralidad.

Los procedimientos jurídicos son rituales en la medida en que en calidad de programas de acción rutinarios, conllevan una ética, una moral y crean, sobre quienes se ejerce, algunos efectos de eticidad y moralidad (e. g., en torno a los jueces, el verdugo, el “delincuente”, el ciudadano, etc.).

El ritual tendría su propio Precepto de Legitimación en la monotonía misma en que se ejecuta, pero sin dejar de implicar en la Tradición que asoma “inscrita”, una ética y una moral de los ídolos o de los “antepasados”. El atentado contra todo ritual significa una profanación de los ídolos.

82. Rostro/rostrificación: se trata de una tecnología por la cual se serializan los cuerpos, a fin de subordinar su multiplicidad a monotonías semiósicas.

Es la asignación de un espacio característico y singular, a los cuerpos. Por eso, el autor habla tanto de los rostros de la “delincuencia” o de la “locura”, cuanto de los de los prisioneros. Llega a tematizar incluso, el rostro del poder…, y eso porque el poder no deja de ser un cuerpo, una materia que ejerce sus fuerzas sobre otras materialidades, siendo en consecuencia, algo pasible de poseer un rostro. Id est, el poder es reconocible, identificable, se torna visible en figuras monótonas que en simultáneo y por su topicalización , lo ocultan, lo vuelven imperceptible. Por una u otra razón, el poder se rostrifica a sí mismo para dejar leer de su lógica aquello que le conviene a sus objetivos.

Para que pueda sopesarse el alcance del semema discutido, la siguiente cita resume su densidad:

“… el soldado se ha convertido en algo que se fabrica; de una pasta informe … se ha hecho la máquina que se necesitaba; … lentamente, una coacción calculada recorre gran parte del cuerpo, … lo vuelve perpetuamente disponible …; en suma, se ha ‘expulsado al campesino’ y se le ha dado el ‘aire de soldado’ …” (Foucault, 1989 a: 139 y ss.).

83. Segmento/segmentación: un segmento es indistinguible del proceso que lo genera, puesto que no se trata de una línea geométrica, sino de una potencia de alta intensidad que adopta la forma de un “segmento”.

Y una fuerza, de acuerdo a lo que ya definimos en relación con ella, es un proceso que se opone a otro, que encuentra la “medida” de su poder en la confrontación con otro proceso (otra fuerza, una pasión, un movimiento de subjetivación, un proceso de objetivación, etc.).

Un segmento es ya una segmentación, un acontecimiento que concentra intensidades elevadas que, por eso mismo, fragmenta y subordina las materialidades que se le ofrecen. Así, un segmento dado fragmenta y domina algunas prácticas sociales, las cuales ven reducidas su polimorfismo semiósico libertario. Foucault indica este fenómeno al mostrar cómo en la cárcel los segmentos disciplinarios, someten las prácticas internas a la institución y aun a las de la sociedad toda, a universos duros de sentido. En ellos, los sujetos no devienen más que en objetos castigables, frágiles ante la amenaza de la Mirada absoluta del poder: no pueden ser horizontes de acción significativa para la multiplicación de las potencias sociales.

84. Semántica: por analogía con el status de la Semiótica, la Semántica es un juego de significados trascendentales para someter a los nexos de poder, tanto la diseminación de las fuerzas como su movimiento.

Las semánticas del poder no cesan de hacer producir significados y sentidos, a una materialidad (la del significante) que se presta mal a las manipulaciones lineales y mecánicas.

85. Semiología: al contrario de una concepción algo tradicional, es una Metasemiótica que “sistematiza” las diversas semióticas particulares, de las cuales el poder se vale para reducir la multiplicidad de las materialidades, a través de la constitución de universos de signos.

Foucault delinea: “… el ‘espíritu’ como superficie de inscripción para el poder, con la semiología como instrumento …” (1989 a: 107).

86. Semiotécnicas: el autor habla de las tecnologías de producción de signos, como de un formato general de todas las tecnologías posibles. Cualquier técnica y todo poder opera ya dentro de un orden dado de Sentido o de un régimen semiósico. Además, ningún efecto de las tecnologías o del poder deja de inducir singularidades semióticas (signos, marcas, sentido, verdad, cifras, saber, etc.). Pero las semiotécnicas guardan por finalidad crear intereses, actantes , interacciones, etc., que regulen procesos de subjetivación, órdenes de verdad, dispositivos de saber, etc.

87. Semiótica: a diferencia de las corrientes lingüísticas, el francés concibe a las semióticas básicamente en calidad de estrategias de construcción de signos y de estados de cosas, correspondientes a los mismos.

Las semióticas no son “sistemas” para Foucault, sino objetos de sistematización por la semiología la cual, sin embargo, no deja de ser una artimaña, aunque de nivel más abstracto.

Tienen la finalidad estratégica de

“… establecer un juego de signos … que pueda someter el movimiento de las fuerzas a una relación de poder …” (Foucault, 1989 a: 108 y ss.)

88. Serie: la serialidad puede ser un atributo concreto de algún acontecimiento (entendiendo por “suceso” todo lo que tenga lugar en la Historia –desde los procesos de subjetivación hasta una crisis), una función o una forma. Tendríamos así, una serie/función cuando la serialidad actúe como un catalizador, como una fuerza que haría mover elementos distribuidos de cierta manera. La disciplina carcelaria asume una función–serie, ya que regula la vida de los presos con base en una serialización o fragmentación de sus relaciones con el topos (celdas separadas), con los horarios (tiempos estrictos), con el otro (vínculos de jerarquía, promoción, rivalidad, etc.), etc.

En las instituciones educativas, la seriefunción es concretada por la disciplina que estimula la competencia, la respuesta frente al examen, el deseo de pertenecer al Cuerpo Docente, la “normalización” a la que se accede por los rendimientos obtenidos, etc.

En cambio, la serialización por la forma implica un grado de abstracción más complejo, que nos remite al orden de los axiomas. La forma/serie puede actuar a modo de un principio de funcionamiento de una máquina, de un aparato, de un dispositivo. Puede operar como axioma para el afloramiento de un “sistema”, en tanto condiciona si la articulación de los componentes que coadyuvan a la reproducción interminable del poder, será molecular o molar. La forma–serie que norma un sistema de castigo, puede ser flexible/molecular o de cierta rigidez casi axiomática. En todos los casos, la serie se caracteriza por ser una “agrupación” que nunca llega a formar un conjunto cerrado, sino que siempre mantiene su capacidad de impactar sobre un “exterior” cualesquiera.

Más todavía, sus elementos, aun cuando constituyen un “sistema”…, no dejan de “evolucionar” casi sin coordinación, pero manteniendo alguna interdependencia necesaria para sostener la “agrupación” bajo la lógica de la serialización.

89. Signo: rastreamos una idea muy productiva sobre la constitución del signo, que la podemos asociar con la concepción peirceana.

Como sabemos, para Peirce el signo se integra de una “parte interna” y otra que “racionalizaría” y subsumiría esa fracción “interior”. La parte “interna” se compone del Interpretante, el Representamen, del Objeto y del Fundamento.

El segmento que englobaría en una fracción mayor a esos elementos, está constituida por un Precepto de Racionalización, y por el Signo que resulta del vínculo entre ese Precepto y las secciones del signo “originario”.

El Precepto de Legitimación es una justificación de la necesidad de la relación entre el Interpretante, el Fundamento, el Representamen y el Objeto, id est, una legalización de los nexos entre signo y significado. Como a su vez, la relación entre ese Precepto y el signo así racionalizado, apela a otro Argumento de Legitimación, el signo va suscitando una “Totalidad” continuamente abierta y en crecimiento.

Ahora bien; Foucault nos permitiría sumar un elemento a ese esquema: lo que podríamos denominar “sujeto reactivante”, en tanto ejerce la función de producir al Precepto mismo de Explicación y en cuanto actualiza todo el sistema del signo. Mas, no se trataría que el sujeto reactivante construya un Precepto de Legitimación, sino que induzca el Precepto que podrá ser racionalizado en su momento. Tampoco se trata de que dicho sujeto asome en algún instante del sistema del signo, sino que sea condición de posibilidad para que el sistema mismo se actualice.

No hay en lo anterior un enredarse en ninguna Filosofía del Sujeto; únicamente efectuamos una constatación: el poder impulsa a funcionar un signo, cuando un sujeto se hace cargo de sus efectos. Es lo que muestra cuando afirma que

“… el papel del delincuente en el castigo es el de reintroducir, frente al código y los delitos, la presencia real del significado … Producir … y … reactivar … el sistema significante del código, (llevando a) funcionar la idea de delito como signo del castigo …” (Foucault, 1989 a: 133).

La sugerencia del pensador galo, nos posibilita introducir la perspectiva del semiólogo norteamericano en los enlaces de poder, mejor de lo que nos lo permitirían las nociones de “Fundamento” y de “Precepto de Explicación”. Con el añadido del Sujeto Reactivante, el signo se observa con claridad como producto de una semiotécnica.

90. Significante: antes que un “dato” de hecho, es una consecuencia que aparece en una materia X. La materialidad misma es asignificante, hasta que no actúen sobre ella las estrategias semiósicas empleadas por el poder. Eso no implica presuponer que existiría una materia “trascendental” a toda significación, pero tampoco, por evitar este realismo ingenuo, podemos creer que el principio de todo es siempre el significante. El mismo es un efecto del poder; el significante debe ser desenmascarado, si no queremos enredarnos en las consecuencias que trae partir de los supuestos que el poder suscita.

91. Sintaxis : es la Metalógica que hace posible la construcción de sujetos, actantes, objetos, valores, programas de acción, roles, etc.

92. Sistema: antes que de una coordinación de estructuras, se trata de un Efecto universal y estratégico, que daría coherencia y compacidad a un conjunto de miembros de los que el poder se sirve para su reproducción (formas, subjetividades, funciones, aparatos, instituciones, máquinas, etc.). Foucault pincela que el sistema del castigo del siglo XVIII, integra diversos elementos tales como los instrumentos de tortura y las múltiples máquinas que hacen circular la subjetividad de los “delincuentes”, para que los nexos entre ellos aparezcan “necesarios” y “razonables”.

93. Sobrecodificación: es una legitimación del proceso mismo de codificación, antes que una simple normativización que sería quizá, mucho más rígida.

94. Superficie de inscripción: podría interpretarse como una ampliación de la noción de “zócalo discursivo” que emplea Foucault, para regionalizar la descripción de los discursos. Una superficie de inscripción es así, una superficie para la escritura de fenómenos X, tales como la propagación del deseo de castigar, el anhelo de normalizar, el deseo de infamar, etc.

Es una superficie abstracta en la que los procesos se distribuyen, reproducen, vinculan y/o intersecan. Por ejemplo, la cárcel es una superficie en la que se escriben los fenómenos de vigilancia y castigo, que son reconducidos hacia el “afuera” social, aunque éste no cesa de inducirlos en el “adentro” de la prisión.

95. Suscripción: los sujetos que son por ello mismo, objetos de dominación, refrendan con su propio “consenso” la violencia disimulada en los discursos o en las prácticas de comunicación, alucinatoriamente sin presuntas “barreras de dominio”. Nunca existe un estado de disolución del disenso que no sea fascismo decisionista, impuesto subrepticiamente por el poder.

96. Técnicas–tecnologías: son lógicas que normativizan las operaciones de producción del poder, sobre ciertas materialidades. Una tecnología de producción de signos es una lógica por la cual los signos son generados, a partir de ciertas operaciones en la materialidad del significante.

97. Tecnoestéticas: el pensador galo afirma que el derecho de castigar se constituye en arte, no por la coordinación calculada de sus efectos, sino por la investidura semiótica que despoja a ese derecho de cualquier “mancha”.

Las tecnoestéticas cumplen por ello, una función de legitimación, haciendo homologables la acción castigable y el “derecho” a penalizar a tal punto, que la existencia del castigo no “sirve” como desenmascaramiento del poder. La acción “delictiva” remite sin pausa, al derecho a castigar porque está en la naturaleza misma de la acción, que sea objeto de pena. Esa correspondencia tan estrecha detenta la finalidad de impedir la denuncia contra el poder, en cuanto no hay cómo “criticar” un derecho que surge de la esencia misma de la acción.

98. Tecnoestrategias: son artimañas para “encubrir” el ejercicio diferencial del poder, id est, que lo hacen aflorar como si fuera un Estado ideal de Derecho, en el cual se pueden tematizar los “conflictos” que no atañen a la lógica profunda del poder, como si se tratase de una discusión sobre dicha lógica.

Lo que es tematizado en ese ilusorio Estado de Derecho son refriegas que, de una u otra manera, pasan de costado la lógica real de dominio. De ahí que las tecnoestrategias produzcan la consecuencia de una Acción Comunicativa, para que los sujetos reduzcan sus formas de resistencia a una polémica “racional” de la dominación, pero sin cuestionar la lógica fundamental que la sostiene. Por consiguiente, implican un “blanqueamiento” de la violencia simbólica y no tanto, instauradas en los discursos y en las prácticas, aspirando a aparecer “libres” de poder en un contexto social en el cual todavía se encarcela, se hospitaliza a los “locos”, se anatemiza a los “infames”, se normaliza a los “anormales”, etc.

99. Tecnogénesis: son técnicas por las cuales se disciplina la administración de chronos , como su intervención en el sistema de los castigos. En ese último sentido, las tecnogénesis se correlacionan con las tecnopedagogías, en razón de que el sujeto debe ser disciplinado en un aprendizaje que dura tiempos exactos, con el objetivo de que el esfuerzo invertido en su socialización esté distribuido con equilibrio, sin llegar a permitir segundos inútiles o desaprovechados.

100. Tecnopedagogías: son las técnicas por las cuales se le hace internalizar y aprehender las reglas de socialización diseminadas por el poder, a un sujeto dado.

Son también las técnicas por las que el sujeto es adiestrado en el deseo, en sus pasiones, sentimientos, angustias. Las tecnopedagogías implican en cierta medida, un terrorismo contra el deseo en tanto le administran al sujeto anhelos de repeler el deseo mismo. Ese terrorismo puede ser más o menos explícito, pero siempre está presente en la dinámica del poder. Encontramos en Foucault:

“… El sentimiento de respeto a la propiedad –la de las riquezas, pero también las del honor, … (la propiedad) de la vida–, lo ha perdido el malhechor … Es preciso por lo tanto, hacérselo aprender de nuevo(, impulsándole a experimentar) lo que es perder la libre disposición de sus bienes, … de su cuerpo …” (1989 a: 111).

101. Tecnopolíticas: todas las tecnologías son políticas en cuanto son normas de procedimiento para hacer/hacer. Las tecnologías producen y transforman, mas, siempre en torno a un fondo de seducción, de política sugestiva.

102. Tópico: es una imagen construida por el poder que sólo rescata de los objetos semiósicos, lo que puede suscitar en los sujetos anhelos, expectativas, compromisos, etc.

El tópico es un factor esencial en la construcción, en el seno de la dialéctica del Amo y del Esclavo, de la acción comunicativa ya que aquél genera el deseo mismo de que las relaciones de poder sean aceptadas y “redistribuidas” por todos, con base en los discursos que cada quien dirige a otro. Se vuelve comunicable lo “interesante” que es tener expectativas de “solucionar” los conflictos por vía “racional” y “juiciosa”. Como en los discursos mismos y en las imágenes que el poder utiliza, están instauradas la violencia y las reglas que lo distribuyen a diferentes “profundidades”, el tópico reprime de la conciencia social lo que acabamos de anticipar.

103. Umbral: separa diferentes regiones, heterogeneidades o locus, pero sin dejar de vincularlas.

104. Virtualidad: es un campo de elecciones factibles o de operaciones todavía por elaborar.

La idea de “virtualidad” definida de aquella manera, es fundamental para la lógica de la microfísica del poder, dado que la misma produce campos virtuales a fin de articular las operaciones, estrategias, procesos, etc. necesarios para contestar a los avatares de lo casual o de lo imprevisible.

105. Voluntad: noción de indudable genealogía nietzscheana, pero que resulta definida con ciertas alteraciones: en el filósofo del martillo, la voluntad y sobre todo, la voluntad de poder, es un rasgo inherente a la lógica de la vida en general y a la dinámica de la civilización en particular. Las tesis más reaccionarias al respecto, sostienen que las sociedades “verdaderamente” aristocráticas y “superiores”, se construyen aceptando la voluntad de dominio en tanto que forma “justa” y “eficiente”, para “limpiar” al hombre de “debilidades”. El “progreso” de los individuos hacia un ser más allá del Bien y del Mal, sólo es posible si la sociedad mantiene las diferencias “sanas” entre las clases, la explotación de los más incapaces y débiles, y el espíritu aristocrático (Nietzsche, El viajero y su sombra, Así hablaba Zarathustra, Mas allá del Bien y del Mal, etc.).

Foucault, lo suficientemente precavido para no caer en estas imbecilidades, retoma el concepto de “voluntad” y lo enlaza con los acontecimientos históricos: la voluntad se corresponde siempre con una situación dada de poder, id est, existen tanto una Genealogía del dominio cuanto de la voluntad. Por ende, esta última se define en tanto condición concreta de posibilidad para la acción, suscitada por el poder, en la escala en que el mismo produce e induce deseos. Así, la voluntad de dominio o de saber, guarda idéntico grado de abstracción que el semema “experiencia”, pero colocado en otro orden que no es el registro Imaginario.

La voluntad se asocia con lo que denominará en un texto de edición muy posterior a Vigilar y castigar…, tecnologías del Yo: los procesos de subjetivación y de objetivación que producen esas tecnologías, son irrealizables si el poder no suscita en paralelo, la voluntad por la que los sujetos actúan.

A pesar que a esto lo agregamos en otro trabajo , podríamos concretar una taxonomía de las voluntades, clasificación que se completa con lo que dijimos en López, 2007 a y en López, 2010 e:

La Semiótica contrasignificante que desterritorializa desde la semiosis las relaciones y juegos de poder es, sin duda, emancipatoria. However, el carácter libertario de la misma debiera apartarla de las tres grandes voluntades que modulan y modelan los sujetos: la de poder, la de saber y la de fe. La voluntad de poder, idénticamente que la voluntad de saber, operan como archivoluntades que pulsan otras que, a su vez, las atraviesan y las traducen, a manera de un holograma visto desde distintas perspectivas. La primera no sería, entonces, voluntad de voluntad (Heidegger, l984: 47) ni voluntad de azar (Klossowski), o voluntad de dominio, sino que las tres expresarían la voluntad de poder de modos siempre distintos.

A las mencionadas podríamos agregar otras: voluntad de sometimiento, de castigo y de evolución. La voluntad de dominio es la otra cara de la del sometimiento, ya que el poderío ejercido implica el sojuzgamiento a ese ejercicio, a esa dominación. El Amo es esclavo de su propio lugar como amo. La voluntad de evolución es aquella que nos lleva a ordenar los acontecimientos de nuestras vidas en una serie progresiva, en una serie que nos garantice que marchamos con paso firme hacia las luces de un mejor amanecer.

Respecto a la voluntad de saber, podemos afirmar que circulan en su seno, las siguientes: voluntad de verdad, voluntad de sentido, de racionalidad, de discurso, de pensar y de comunicación. Por la primera, entendemos aquella que nos moviliza a sostener verdades para enfrentar a los otros y, llegado el caso, anularlos o destruirlos. La segunda nos protege, no sólo del sinsentido del Sentido que reduce las diferencias, sino del sinsentido en cuanto tal. Siempre está exigiendo que se busque Sentido, que se esté en torno a él, vagando alrededor de sus sombras, oprimiendo el corazón y el cuerpo de los otros con nuestras miserias transformadas en salvaciones.

La tercera nos fuerza a plantear la alienación y el dominio como pérdidas de una situación racional y genuina, como pérdida de una razón que, al principio de los tiempos habría sido pura, libre de ansias de poder.

La cuarta actúa para que nos convirtamos en sujetos de discurso, no sólo en cuanto nos apegamos a él, sino en tanto generamos otro, con su propia “jerga” y sus reglas. Somos de esta forma iniciadores de grandes discursividades o “epistèmes”, o de pequeñas discursividades militantes, por las que vencemos y con–vencemos a los otros, a fin de que terminen atrapados en tales efectos de poder.

La voluntad de pensar extiende el poder en la producción de enunciados e ideas, con base en una “integral” de factores que legitiman el lugar desde el que hablamos. La voluntad de comunicación nos hace tiranos del consenso y promotores de mayorías, aplastando los espacios para juegos cuya lógica no puede ser absorbida en patrones comunes.

No obstante, Nietzsche no habría considerado una tercera voluntad que es la postulada por Cioran (l995: 10) y Camus (l963). El pesimismo estimulante de sus palabras nos permite articular la voluntad de fe, aquella fuerza que mantiene la vida lejos de la muerte y del suicidio. Por esa archivoluntad pasarían la voluntad de eficiencia práctica o de lucha, la de esperanza, de idolatría, de vida, de construcción y la de afirmación. En la primera, la fe nos lleva a un enfrentamiento con el poder a causa de una tiranía frustrada, a una impotencia para ejercer el dominio. Con la esperanza nos volvemos fanáticos de nuestras propias verdades, sentidos y discursos, generando un cristiano en nosotros, a pesar que nos pueble un ateísmo prometeico.

La idolatría nos hace dogmáticos en nuestras certezas o en el escepticismo, el cual es otro modo de ciego fanatismo.

Camus es preferible a Nietzsche en ese punto, dado que el nihilismo del segundo se transforma en otro motivo para nuevas idolatrías. No es casual que Zarathustra figure como el Sacerdote profético del Superhombre, del hombre que impediría que el hombre acabe siendo un nuevo dios, aunque, acaso, no pueda evitar que ese Superhombre sea algo divino en su empresa.

En la cuarta, la fe nos impulsa a creer en la vida y para ello, ya como San Agustín o como Nietzsche, ponemos la vida en discurso y ofrecemos a los posibles discípulos y futuros Maestros, sentencias para vivir la vida, acorde a “su” esencia.

En la quinta reforzamos la voluntad de vivir y la de producir ídolos con la voluntad imperiosa de levantar nuevos templos, sea en nombre de religiones teológicas o de ideologías religiosas, integristas.

Finalmente, la fe nos arroja a convertir el “Sí” en un monolito enorme, al pie del cual se degüellan todos los cuerpos y los sueños. Cuando Marx, al final de sus días exclama “¡Qué inútil y vano es este querido camino de la vida!”, en cuanto posible eco a una pregunta muda respecto a las razones que lo impulsaron a sostener su propia existencia y no encuentra respuesta, cuando sangra la pureza del papel al escribir que la vida es bella, inútil, frágil, como motivo para justificar cualquier empresa, activa, en los breves signos de su enunciado, las voluntades que hemos analizado. Marx ha devenido entonces más “nietzscheano” que Nietzsche, según lo que Borges dice al respecto de literatos que son más “kafkianos” que Kafka. Si esas voluntades opresivas, si esas potencias de infamias y violencias sacralizadas, no fueron leídas en el suspiro desfalleciente de Marx, es porque en él, aun hoy, queda mucho de insoportable. Se parece a ese gran océano del cual bebemos para curar nuestra sed, a ese mar del cual habló Foucault respecto a Sade (la exclamación citada fue tomada de Blumemberg, l985: 90).

106. Zonas: la microfísica procede por “regionalización”, suscitando topos locales infinitesimales, en los cuales las posibles estrategias de lucha son sofocadas, al obligarlas a una segmentación que las desarticule de las posibilidades de un enfrentamiento más radical, abisal*.

La “zonificación” es una función particular de los fenómenos de heterogeinización, ya que la creación de elementos distintos implica una regionalización.

*Así como para Freud el análisis por él inaugurado sería un Psicoanálisis abisal (2008 blx: 1965), por analogía podríamos esgrimir que nuestro marxismo sería un marxismo** abismal y que abisma…

**Ese marxismo afincado en cierto Marx, no sería una “politodicea”, una opinión política de sentido común, vulgar y encima, con aspiraciones de ser ciencia.

Tampoco es una “historiodicea” por la que se emplea los procesos históricos para “ilustrar” enfoques politológicos, haciendo pasar tales análisis por estudios críticos o científicos.


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