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BAHÍAS, DEVENIRES Y HORIZONTES. LOS PERFILES DE MARX, Tomo II

Edgardo Adrián López




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SECCIÓN I

“... (Este) capítulo (parecerá) más (apropiado) para un texto sobre psicologías anormales o sobre el legado de la Edad Media ... La teoría marxista tiene barrocas complejidades que hubieran impresionado incluso a Tomás de Aquino ...”

Leon C. Harris

“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. (Por eso) …, las elecciones que cuentan son las que ocurren antes o después de cualquier escuela …”

Ítalo Calvino

Introducción

En López, 2007 cincelé* que era virtuosa costumbre agradecer a quienes de cerca o de lejos, intervinieron en el desarrollo de una presentación “ritual” como ésta. Decía Sófocles que no era vana la palabra que suscita un “beneficio” (1976 c: 64); agregamos, menos la que retribuye un apoyo bienaventurado. En nuestro caso, participaron desde los estudiantes de las aulas, con los cuales compartí intereses(1), pasando por algunos de los administrativos de la Facultad de Humanidades (que hicieron más de lo que les correspondía) y por determinados compañeros militantes con los que reclamé frente a los poderes de turno, hasta personas no tan anónimas.

Si tengo que mencionarlas en una hora de venenosa niebla y borrosa lluvia es para que los muchos que dejo en las sombras de un silencio forzado, también reciban apenas jirones de lo infinito que me dieron. En la ocasión y habiendo cumplido con muchos en López, 2007, reitero algunos nombres, reacomodando o suprimiendo otros: a mis hijos, a mi sobrino, a mi abuela ausente, a mi segunda hermana. A la dolida familia Bensi, a mi compañero de militancia Carlos Balmaceda. También al Lic. Juan Ángel Ignacio Magariños Velilla de Morentin, a la familia Romano, a la familia Haro, a la Prof. Teresa Leonardi, al Dr. Hipólito Rodríguez Piñeiro, a la Prof. Myriam Rosa Corbacho, a la Lic. Norma Naharro, al Lic. Jorge Lovisolo y a la Lic. María Cecilia Mercado Herrera.

Al Dr. Julio Pérez Serrano, al CPN Julio Gambina, al Mgr. Rafael Henao, a Fernando de Pietro, a Roberto Acebo, a María Eugenia Burgos, a Carla Pamela Moreno y a Néstor Spaventa. A la familia Kirschbaum. A un genial estudiante de Nivel Medio de 1994, de la postergada La Poma, llamado Diego, a quien no pude socorrer, a pesar de mis buenas intenciones.

En lo que cabe a la estructura del trabajo, aceptando las distinciones marxianas de separar entre exposición e investigación dispusimos un nodo “central” y tres apéndices (López, 2007, 2010 a).

En la Primera Parte, se discutieron las dos hipótesis que articulamos en el Plan de Tesis elevado oportunamente al Departamento de Post–grado de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta.

Insisten tres grandes secciones integradas por varios capítulos, segmentos que serán los que compongan el laburo presente. En la Sección I se da cuenta de los modelos causales propuestos por algunas corrientes marxistas, se relevan los sentidos de “economía” que el suegro del golpeador Aveling emplea y son subrayadas las imágenes asociadas con la interacción basis/sobreestructura. En la II, nos detenemos en los Interpretantes articulados alrededor de la retroinfluencia en juego. En la Sección III, efectuamos una síntesis de la II y preparamos el arribo a las Conclusiones.

En la Segunda Parte se inserta el primero de los tres apartados arriba aludidos. El Apéndice I está compuesto por tres subconjuntos: en el “A”, se reflexiona sobre la pertinencia de la Semiótica, el que será objeto de un libro (el que está en preparación… –López, 2010 a). En uno “B”, en el que es delimitado un glosario básico (López, 2010 b); en el “C” se lleva adelante un autosocioanálisis(2) –ibid.. Éste es impostergable a los fines de “garantizar” alguna objetividad, mostrando los “gránulos” de subjetividad que atraviesan cualquier opción epistemológica(3), metodológica, etc. (Bourdieu). Asimismo, es compatible con una visión marxista: la auto crítica es un intento de objetivar al agente que desmantela ideologías, programas, alianzas, posturas, etc.

Por los rigores de la impresión y a causa de las imposiciones enlazadas con la necesidad de conservar alguna unidad, la Primera Parte y el conjunto del Apéndice I fueron destinados al Volumen I.

La Tercera Parte es inaugurada con el Apéndice II, el cual es una síntesis del tomo 1 de los Grundrisse que se aprovecha para hacer notorias las divergencias con las lecturas canónicas del pensamiento del nacido en Tréveris, apuestas que exceden lo que dictaron las ortodoxias políticas y filosóficas (López, 2010 c).

El Apéndice III se divide en dos fracciones: la “A” justifica los criterios que orientaron el semanálisis de “B”, que convierte en enunciados los sintagmas, lexemas relacionados, isotopías, etc. del epílogo “Formas que preceden a la producción capitalista” (1971 e). Ambos apéndices conforman el Volumen II.

Ahora bien y a partir de la apreciación de Engels (“Yo –el editor– me permito ... una observación marginal”; 1983 c: 436), es creíble sentenciar que uno de los inconvenientes con Marx es que su escritura densa, sinuosa, difícil, nos hace estallar en “Yos” que colonizan su rica poliestructuralidad. Si agregamos el contexto de la primera “Guerra Fría” (puesto que existe una segunda; cf. Chomsky, 2000), el rechazo institucional, etc. es casi “natural” que el “economista” inglés sea “desconocido”. Una de las enormes tareas que quedan pendientes para “abrir” al suegro de Longuet a la lectura de un siglo que no parece desmentir sus asertos (aun cuando los teóricos de un supuesto capitalismo “de consumo” y de una alucinada “economía política” de los bienes “intangibles”), es aceptar que no ha sido frecuentado con la necesaria paciencia. El segundo paso, es asumir que el homo academicus puede enredarse en las barreras someramente mencionadas que impiden el acceso a la firma/Marx (algunas otras se articularon en la “Introducción” a la tesina de Licenciatura –ver López 1998 a: 2/5; López, 2008).

Con ese propósito es que, concluida la redacción de la Segunda Parte, retornamos sobre nuestros puntos de partida; nos percatamos de una serie de paradojas iniciales que, de no ser salvadas, comprometían seriamente la investigación en curso (López, 2010 a). Algunas de ellas, las generales y fundamentales, las discutiremos en este momento; otras, fueron abordadas en López, 2010 c.

Con fines meramente expositivos, secuenciaremos las “aporías”(4) por orden de amplitud, comenzando por las más restringidas.

Una tarea de Tesis Doctoral como lo fue la mía en su momento, es una investigación de carácter científico, lo que supone formulación acotada de hipótesis, delimitación del problema, distinción entre tema y objeto de estudio, utilización de métodos(5), procedimientos y técnicas precisas, etc. No obstante, según diferenciaciones que empezaremos a explicitar en el glosario del Apéndice I, el cuerpo desplegado en las páginas que siguen se ubica entre crítica y ciencia (López, 2010 b). La primera con capacidad de autoobjetivación(6); la segunda, con la necesidad de asumir ciertos presupuestos para no incurrir en una demostración ilimitada de nociones. Ese “desencaje” se explica porque la praxis científica que introyectamos se halla surcada por la crítica (en especial, en sus versiones deconstructiva y de auto recusación).

Una aporía enlazada con el status de crítica y praxis de resistencia en un análisis como el emprendido, es el apuntado por Iurij Lotman cuando señala que los textos culturales artefactuados para hacer circular, comunicar, producir y reproducir sentidos, no por eso son masivos necesariamente (1996 c: 67). Los pormenores de una polémica extensa “en clave” casi “escolástica”, pone barreras a la difusión de una postura deconstructora y de una toma de partido en la lucha de clases, que restringe los efectos en la pugna ideológica y política que hilvanan el debate de ideas.

Tal cual lo afirmó Althusser junto a tantos, es adecuado reconocer que se esgrimen espadaspalabras para defender otras. Mas en este contexto, la batalla puede acaso resumirse en un mero “ejercicio” destinado a “iniciados” y para un “público ‘esclarecido’”.

Otra paradoja consiste en que el “método” de exposición que parece ser un instante de la investigación científica, rige el asomo de los momentos críticos (como el Apéndice I) que tendrían que sobrepasar a dicho “método”. Sin embargo, sólo un presupuesto apresurado nos motiva a creer que ambos “métodos” son patrimonio exclusivo de la práctica científica. Si nos atenemos a lo efectuado por el texto–Marx, pertenecen con igual derecho al ámbito de la crítica deconstructora.

La cuarta “aporía” radica en que las hipótesis se formulan con apoyo en el cuerpo de la teoría/objeto, pero empleando elementos que no pertenecen a ella (semiótica, psicoanálisis, etc.). Sin incurrir en anacronismos, es factible afirmar que el expulsado de Francia tenía una notable inteligencia semiótica y psicoanalítica para su época.

Por ejemplo, en su empeño por argüir que la Economía Política se estructura a partir de conceptos que margina (“plustrabajo”, “plusvalía”, etc.) y que por ello, se convierten en su centro “vacío” y, por derivación, en centrales, alude a lo “implícito”, “denotado”, “inconsciente”, lo que es sabido sin poder decirlo, entre otras figuras. Por lo demás y a fin de sostener hipótesis que no están del todo explícitas(7) en el conjunto del pensamiento del “autor” que comentamos, se requieren de componentes que provengan de campos como los mencionados, que ofrecen las herramientas para hacer emerger a la “superficie” lo no dicho. Se plantea otra lectura del “universo” Marx que, al estar descentrada de lo frecuente, exige el impacto de otros conocimientos(8).

Una paradoja si se quiere más incisiva, es la de que la teoría–objeto es al mismo tiempo instrumento de análisis. Pero en esa “circularidad” no nos encontramos solos ya que igual ocurre con el Diccionario de Greimas y Courtés (1982; 1991): el lexema “semiótica” se define apelando a la Semiótica; el sentido es acotado presuponiéndolo (Greimas 1973: 1/2; Jameson 1980: 12). Podrá razonarse que acaso los semiólogos en liza no afrontaron el dilema; preferimos la alternativa de una enseñanza: los “autores” galos mostrarían que ese tipo de paradoja(9) epistémica y procedimental, se resuelve en las praxis crítica y científica mismas.

Una versión modificada de una de las “aporías” anteriores es que para explicitar conceptos “ocultos” del Materialismo, se envía a la Semiótica pero su pertinencia sólo puede ser justificada con el pensamiento del admirador de Engels explicitado. Id est, cuando el palimpsesto de la teoría–objeto está presente in toto y de manera simultánea. La solución radica en impugnar semejante desmesura. However, para una paradoja menos fuerte es oportuno un rodeo: la teoría/objeto es “particionada” de manera tal que una fracción permanece en estado latente o en lo no dicho, otra es analizada y otra es convocada en calidad de instrumento de estudio. Son los momentos de exposición los que por su decurso disuelven la antinomia.

Por último, estas paradojas exceden la retroinfluencia materialista pero están formuladas gracias a ella.

Para nosotros, marxistas no metafísicos y comprometidos con la transformación activa de la sociedad contemporánea, la dialéctica (sea ésta la “clásica” o la de cuatro tiempos), no es el único “metodo” para pensar y delimitar entes conceptuales. Tampoco sabemos si la existencia de innumerables “methodos”, y de vastas clases de nexos entre teoría y praxis (en particular, políticorevolucionaria) tienen que resolverse mediante una suerte de “concurrencia” que “decante” los más “eficientes”. En una perspectiva ortodoxa, la dialéctica se presentaría en carácter de tal efectividad(10).

Empero, consideramos que no existen razones “externas” al objeto que se estudia, a los parámetros con los que se desgajó el problema, etc. que indiquen a la interacción en juego como la estrategia obligada. A pesar de las objeciones que le dirigimos a Althusser, puesto que llega a sostener que no habiendo una filosofía lo suficientemente “elaborada” en Marx, él se la proveyó (1993: 296), pensando en su lugar lo que el forastero epicúreo mismo debió haber considerado (op. cit.: 297), sus dardos contra la dialéctica (ibíd.), contra sus leyes supuestamente “universales” (loc. cit.: 298) y contra el Materialismo Dialéctico (Dia–Mat) de raigambre pos/leninista (ibíd.), son luminosos.

No obstante, si lo anterior se aparta de un presunto Marx que trataba de fundamentar su proceder dialéctico en la inevitabilidad y eficacia de dicha retroinfluencia, evaluamos que el paso que damos le evita al materialismo(11) incurrir en un esencialismo metodológico idealista. [universo de los “axiomas” con carácter de ciencia]

Aunque se tendría que efectuar un estudio paciente, desesperante sobre los aspectos que son más propensos que otros a ser abordados por una dialéctica “menor”(12), astuta, no lineal, abierta a lo estocástico, podríamos indicar quizá unos temas en los que ésta alcanzaría un óptimo: los vínculos entre teoría y acción (a), el deconstructivismo y el autosocioanálisis (b), los enlaces entre crítica, ciencia y praxis política (c), el mutuo condicionamiento de base y superestructura (d), entre otros cabos [hojaldre de la crítica]. De ahí que parte de la solución de la paradoja referida a la dialéctica consista en postular que las isotopías en escena, a pesar de desbordarla, se prestan a ser asimiladas en sus momentos, siempre que seamos conscientes de ese “avasallamiento” y que reconocido, lo aceptemos.

En cuanto a las limitaciones que acotan el estudio, podemos anunciar algunas. [registro de lo canonizado con las figuras de lo científico]

Si bien se tiene como fondo de polémica un desmadejamiento continuo de la pos–modernidad (con su culto al capitalismo y al fin de las ideologías, con su fanatismo por el ocaso de la lucha de clases –Lyotard, 1993: 37–, con su idolatría por el “deseable” fin de las revoluciones(13), etc.; postmodernidad que es, parafraseando a un Lévi-Strauss que dirá igual acerca de la política –Gruppi, 1974 div: 85–, una mitología adecuada a la fragmentariedad de lo contemporáneo), los referentes inmediatos, a causa del tema de la vieja Tesis, son los marxismos ortodoxos. &&Empero, de éstos no se efectuó un “estado de la cuestión” que revele al detalle las líneas clásicas respecto a la dialéctica base/superestructura y sus innovaciones postreras. Tampoco se comentaron exhaustivamente las perspectivas más actuales, como las provenientes del marxismo analítico o las adjudicables a la moderna teoría del valor.

Siendo mi campo específico el de las investigaciones históricas, no se relevaron las opiniones de los profesionales del área que marcaron tendencias (Fontana, Assadourian, Hobsbawm, Wallerstein, Samir Amin, entre otros), ni se llevó adelante un estudio de caso que permita “testar” las hipótesis arriesgadas. Sin embargo, el hecho de que se proceda a una (auto)aclaración de los enunciados productivos vinculados con una interacción desacreditada, no justifica una posible objeción de mero ejercicio “hermenéutico” o logografía. “Antes” de cualquier estudio empírico, era impostergable indagar acerca de lo que el sufriente en Londres habría afirmado de una dialéctica simplificada y repudiada. Sin esta tarea previa de escritorio(14), se encontrarían objetos históricos que serían complejos respecto a una retroinfluencia mecanicista entre base y superestructura. Así, “confirmaríamos” que es una dialéctica desechable, lineal y que entorpece el acceso a la realidad de los procesos sociales.

Una barrera adicional que cercena los alcances de la investigación en curso, es la consulta de las fuentes. En un procedimiento académico consagrado, las ediciones en alemán de las obras largamente citadas del teórico epicúreo, tendrían que haber sido el eje de la Tesis. Si se trata de “restablecer” una dialéctica desplazada de las lecturas tradicionales, lo adecuado era una confrontación con los campos semánticos de los términos germanos, habida cuenta de la riqueza de los lexemas en lid. Pero una empresa de semejante magnitud exigiría duplicar el Apéndice del semanálisis-muestra, con el riesgo de que la Tesis completa se transforme en una discusión de la versión en alemán y de su traducción al castellano. Para esquivar la desmesura elegimos atarearnos con la edición cuidada de Miguel Murmis. Por añadidura, la logografía, la disposición escolástica resultante y la exégesis “talmúdica” de los palimpsestos involucrados, serían operaciones reforzadas y no mitigadas; en consecuencia, la praxis no se elevaría de su estatuto. La paradoja acerca de los alcances políticos modestos o nulos de una investigación que confía en el impacto de lo razonado en el ámbito de la lucha de clases, se haría casi insondable: mientras hablemos en “claves” comprensibles sólo para “entendidos”, el estudio quedaría aislado y esa falta de contacto con el entorno conduciría a que en los hechos opere en calidad de mera ideología y/o teología.

Sin embargo, la elección de las traducciones en nuestra lengua (en particular, las de los Grundrisse) no se acompaña de una crítica de las versiones que responden a las directrices del IMEL de Moscú, fundado por el leninista Riazanov (ir a Maiello 2003 c: 15). La lentitud del desarrollo de un trabajo como el emprendido, vuelve prohibitivo prolegómenos sin duda necesarios, pero remisibles a una eventual ampliación de los resultados logrados en el contexto actual.

Una limitación adicional proviene de que el vol. I estudiado es intrincado, pero no es suficiente por sí para emprender una reconstrucción en gran escala. No obstante, ésta es insoslayable si se anhela obtener un comentario lúcido, que no sea la puesta en escena de lo incansablemente dicho acerca del tomo primero de los Borradores(15).

Por último, no se realizan las pausas respecto a la “evolución” del pensamiento del amado por “Lenchen”. Tal cual lo advierte Althusser, se corre el riesgo de enredarse en la libre asociación de ideas (1973: 43), en una “teoría” de las “verdaderas” fuentes(16) (op. cit.: 44), o en “anticipaciones” por las cuales enunciados anteriores a una fecha (f. e., 1848) son interpretados por lo que se expresará después (1857 –loc. cit.: 44/45, 48). Igualmente, ciertas posiciones se comprometen con una “deconstrucción” que procura diferenciar entre un Marx materialista y un Marx todavía idealista(17), con lo cual se extravía la unidad de los textos (op. cit.: 45, 47). Sin la escenificación de tales matizaciones, se es proclive a que la apuesta de lectura se mire a sí misma en los objetos que procura elaborar (loc. cit.: 48). Entonces, se despliega a ella misma en su propio seno (ibíd.) y no se ocupa de la teoría que reconstruye. Empero, las advertencias que el caso amerita podrían convertirse en el tema desplazando indefinidamente la demostración de las hipótesis.

Despejadas las “aporías” que tornaban defectuosa la argumentación y explicitados los alcances del estudio en desarrollo, recordaremos algunos ítems abocetados en el Plan de Tesis.

Asumiendo que el tema incluye al problema(18), el primero es sin duda la dialéctica en juego. Dentro de ella, las cuestiones que nos interesan investigar son, por un lado, que dicha interacción acaba por ser más sutil, compleja, dinámica y variada de lo que enunciaron los marxismos políticos, los marxismos filosóficos y las diversas corrientes contemporáneas del pensamiento que la referenciaron (incluido el trabajo de algunos historiadores). Por otro lado, que la conocida imagen del edificio sobre sus cimientos no agota los intrincados nexos entre ambas esferas sociales, siendo factible postular eidolas “menos” deterministas.

Finalmente, si bien hay que poner en suspenso el causacionismo lineal que atravesó la exposición de la dialéctica entre tales ambientes, que se pueda predicar que en los colectivos que existieron al presente, aquélla discurre según un materialismo estrecho, cuasimecanicista, no envuelve a la teoría misma en un pensamiento no complejo. Antes de Morin (1995), el admirado por Engels llevó a cabo un “Paradigma” de la Complejidad.

El problema que anhelamos resolver es el de obtener, mediante el análisis semio-semántico(19) del “epílogo” del vol. I de los Grundrisse, una versión de la dialéctica aludida que no sea lineal y, sin embargo, que permita explicar el materialismo grosero en el que incurren las sociedades previas al comunismo (cabe aclarar que la referencia al lexema no supone ninguna escatología, como tampoco la hay en Marx, a pesar de las acusaciones de Althusser –1993: 300–, quien confiesa que accede al que se opone, no a través de sí sino por las mediaciones de Maquiavelo, Spinoza y Rousseau –op. cit.: 289).

A su vez, esa interacción “lineal”/no lineal se diferencia de las hipótesis establecidas por los pos-modernos, los postestructuralistas (Foucault, Guattari), los neo/estructuralistas (Bourdieu), la Escuela de Frankfurt, los pos-marxistas (Negri), los anti/marxistas y por los diferentes marxismos al uso en el siglo XX. A través de aquella estrategia de estudio se reconstruiría la semiótica(20) o lenguaje del suegro de Lafargue. Sin embargo, esa re-elaboración no es producto de una técnica infalible ni de cerca formalizable según las previsiones de Magariños de Morentin (cf. 1996 b y 1998 b), mas tampoco es arbitraria (la limitación de lo subjetivo en el estudio, es conseguido con la meditación escalonada y la extensión de la Tesis es una prueba de ello).

La tradición política marxista (a la que denominaremos “ortodoxa”) no tuvo ocasión de esbozar una interacción entre “basis” e “hiperestructura” sutil, compleja, no mecanicista ni determinista, ya que algunos de los textos principales sólo se conocieron en la época de Stalin (ése es el caso de los Grundrisse). La vertiente filosófica, desde Gramsci a Althusser, pasando por Goldmann, Della Volpe, Badaloni, entre otros, intentó ofrecer una versión menos metafísica, pero en su empresa tuvo que diferenciar entre un Marx idealista y otro “maduro”.

Por su lado, Foucault y Guattari aconsejaron abandonar dicha dialéctica por considerarla sencilla en relación con el funcionamiento del poder y en conexión con los procesos de heterogénesis libertaria.

Bourdieu cree que la interacción entre estructuras estructuradas y objetivas, y estructuras estructurantes y subjetivas (el habitus –lexema que también habría sido cincelado por Andreas-Salomé; ver 1980: nota 78 de p. 236), es una opción menos rígida que una dialéctica erosionada (1995 a). No cesa de acusar al enemistado con Hess, de ser mecanicista (1997: 160). Los post/modernos (Castoriadis, Baudrillard, Lyotard, Vattimo, Debray) y los anti-marxistas (Hayek, Schumpeter, Paul Veyne, Ariès, Giddens, Le Roy Ladurie –quien en 1948 era miembro del PCF; ir a Althusser 1993: 271), poco dejan “vivo” del pensamiento todavía actual, del exiliado en Inglaterra. Uno de sus “flancos” preferidos de ataque es el de la interacción en juego, a la que acusan de hipótesis poco atinada.

Por su lado, la Escuela de Frankfurt, que ha sido evaluada por muchos como una intersección fructífera entre Marx y Freud, terminó por ser una revisión “a fondo” de las tesis más caras a una teoría social crítica con vocación insurgente: Habermas declara que esclarecerá al admirador de Wolff, de una forma que él mismo no consiguió en sus escritos (1982: 89; 1995: 232; Mardones 1991: 319). Estipula que los conceptos de “base” y “superestructura” y sus conexiones, son representaciones triviales de las influencias entre disímiles “subsistemas” (1989 c: 485).

Por último, Toni Negri en su afán de presentar otros perfiles del crítico germano, acaba por negar la eficacia de innumerables conceptos, entre los que se cuentan aquellos intervinientes en la dialéctica en liza.

En suma, la idea es que se aprecie lo nuevo que aún queda por decir de un objeto que fue polemizado hasta las fronteras del interés.


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