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BAHÍAS, DEVENIRES Y HORIZONTES. LOS PERFILES DE MARX, Tomo II

Edgardo Adrián López




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Conclusiones

En la investigación emprendida, tuvimos ocasión de constatar los puntos neurálgicos de las ideas marxianas en las que tenemos una perspectiva no sólo diferente a lo que canonizaron las instituciones y los aparatos de partido, sino también las distancias con las interpretaciones de las nociones que casi podrían imaginarse como “propias” del fundador de la tradición. Asimismo, pudimos justificar el título general de lo que fue la Tesis: la confluencia “enrollada” entre Sociología, ciencia de la Historia, Semiótica y Materialismo crítico nos sirve para entender que base e hiperestructura son el resultado de grandes segmentaciones de lo colectivo y que son procesos semiósicos de envergadura desigual.

A pesar que la enumeración sea poco elegante, podemos secuenciar lo que intentamos articular con el formato acaso ambicioso, de lo nuevo:

a- la teoría alterna de los grupos y un consumo estimativo,

b- la dialéctica “menor” del Desvío que, por su “fragilidad”, no sería completamente dialéctica (López, 2010 b),

c- la deconstrucción del método y sus ideologemas asociados (ídem),

d- los principios analíticos de un “Paradigma” de la Complejidad,

e- la “naturaleza” de la caída de la tasa de lucro y de la teoría del valor,

f- los cambios que tendrían que asomar con el socialismo(1),

g- las sospechas contra una ciencia que es saber/poder (ibíd.),

h- la negación respecto a que el aplanado por los leninistas, fundamentaría alguna ciencia particular (Economía Política, Materialismo Histórico, Materialismo Dialéctico –ídem),

i- la flexibilidad de la crítica para sortear las cristalizaciones de los “buenos tiempos”, que traen las contrastaciones regulares de las intelecciones (íbid.),

j- la conversión de la n dimensionalidad de los “flujos” sociales, en dialécticas constituidas (una de las cuales es el retroimpacto entre basis y supraestructura),

k- etc.

Sin embargo, de todas estas facetas redactadas con el tono álgido de la polémica, a los fines de abrirnos paso en medio de anaqueles repletos de comentaristas de Marx (mucho de ellos brillantes y que marcaron(2) época), destaca el Objeto de la desmembrada Tesis.

Quisiéramos ahora, luego de cuatro años en los que hubo estancamientos en el despliegue del estudio, dudas, angustias, avances lentos, resultados provisorios, metacogniciones obsesivas, correcciones interminables de lo escrito, reorganización continua del material procesado, modificaciones de los planes para la redacción del corpus, agregados de notas y de bibliografía, matizaciones permanentes, etc., efectuar una pálida, “fantasmática” síntesis con el propósito de tornar apreciables las múltiples líneas del análisis. En virtud de que reseñamos el Apéndice I del Volumen I, Segunda Parte y los Apéndices II y III del Volumen II, Tercera Parte, en la Introducción, no los resumiremos de nuevo.

En la Primera Parte, Sección I, Introducción, reflexionamos sobre las aporías que, de no ser disueltas, eran capaces de funcionar como objeciones al despliegue de la Tesis, a su método y a su estructura. Allí también estipulamos que la dialéctica no es una estrategia de estudio válida sin importar el objeto que se aborda. En el caso de las Ciencias Sociales, como las colectividades humanas cristalizan las interacciones en dialécticas, a raíz de la impotencia autoinfligida de mujeres y varones, la dialéctica crítica se muestra adecuada. Pero ésta no es universal: en la comuna misma detectamos devenires que no son dialécticos; su aspecto dialéctico implica ya una reducción de su complejidad. [proposiciones científicas]

Por otro lado, acaso haya que imaginar procesos por los que interacciones “blandas” y con múltiples gradientes de libertad, se endurecen progresivamente hasta arribar a contradicciones y binarismos: [hipótesis arriesgadamente imaginativas]

a. ¿Podríamos plantear que existen distintas dialécticas: una que sería propia de los desdoblamientos (1), otra de las diferencias (2), otra de las oposiciones (3), otra de las contradicciones (4), y otra de los binarismos (5)? En parte, la esperanza es justificada en la distinción entre dialécticas constituidas y constituyentes, y dialécticas del clinamen orientadas hacia la “peste” y las totalidades, e interacciones de los desvíos que van hacia lo libertario.

b. ¿Sería factible sostener que las sociedades pueden “clasificarse” según el tipo de dialécticas históricas? Así, las comunidades más “simples” (“manadas” y hordas) probablemente serían asociaciones con dialécticas de los desdoblamientos; luego, “continuarían” las de las diferencias (bandas).

c. Es factible que en tales colectividades, las dialécticas en escena se desarrollen hacia los binarismos (tribus). De esa suerte, las interacciones citadas (oposiciones, contradicciones, binarismos) serían también “estados dialécticos” de una misma dialéctica: por ejemplo, la interacción de los desdoblamientos, tendría a cada uno de esos “estados” como sus distintas “fases”.

Lo significativo es que para el artista del tomo I de los Borradores, la dialéctica apuntaría a una dialéctica (de las diferencias, de las oposiciones y del clinamen) que no sería constantemente retroacción de los contrarios.

Luego del excursus, en la Introducción glosada enumeramos las limitaciones que cercan la escritura in progress [recuperamos el nivel de las afirmaciones remisibles a la cienciainstitución]. En ese “parergon” rescatamos la pertinencia de escribir teoría a propósito de teoría: sin desbrozar lo que el que renunciara al Partido Comunista, acaso habría querido ofrecernos con la invención de una dialéctica repudiada, las monografías sobre particularidades no hubieran avanzado más allá de una “hechología”.

Luego explicitamos las relaciones entre tema, problema y objeto de pensamiento. Lo que nos sirvió para caracterizar las múltiples vertientes de la producción intelectual contemporánea como reacias a la firma del proscrito de Europa, y con el horizonte de evitar caer en una ortodoxia nueva.

En nota 7, se anticipa la idea lukácsiana sobre que la economía es un caosmos que marca la pobre y ajetreada existencia de los individuos en la etapa de la Necesidad, pero no en la de la Libertad. En la misma nota, desplegamos en parte algunos de los argumentos que demuestran que el enemistado con los hermanos Bauer, no funda ninguna ciencia, ni convierte un saber previo, ideológico, en conocimiento científico.

En nota 8, anunciamos que hay al menos tres marxismos; este trabajo apenas si habría comenzado por dilucidar uno de ellos y en un ítem acotado.

En el Capítulo I se rescatan los logros de una tesina de Licenciatura apoyada en un método similar, aunque sin los refinamientos actuales. Es nuestro propio antecedente, además de las figuras marxistas con las que polemizamos.

Mencionamos el racconto de los elementos de base y superestructura, y las tres hipótesis que son factibles de pergeñarse a partir que nos percatamos de que el “sociólogo” lucreciano anhela establecer que son los agentes mismos los que levantan ante sí, las vallas que los mortifican.

Aclaramos de forma breve lo que comprendemos por “explicación” y pincelamos que el lexema es solidario con una postura respecto a la causalidad: cuanto más estrecho sea su empleo, menos flexibles serán las exigencias en redor de lo causal.

Por último, despejamos los diversos efectos de sentido incrustados en el concepto “economía” tal como afloran en los tres libros de los Borradores y en el tomo III de El capital.

La diferencia con el corpus desmadejado a partir del Capítulo III, Sección II, se debe a que los términos a enfocar también eran más numerosos. Por añadidura, lo emprendido en el primer capítulo es una muestra que desea argüir que la noción “economía” es más intrincada de lo que las ortodoxias y los críticos sancionaron.

F. e., está claro que aun en el capitalismo comprobamos aspectos que existen al margen de la economía. Incluso los fenómenos económicos par excellence, guardan en su seno rasgos que no pertenecen a la economía. Una de esas características es lo irracional: lo destructivamente ilógico, absurdo atraviesa e hilvana lo económico.

Una de las definiciones del lexema en liza consiste en que es: a. ahorro de tiempo y de los factores que intervienen en la génesis de tesoro; b. una estrategia para reducir los costos de producción; c. uso eficaz de la energía, materiales, desechos y de los desarrollos conseguidos por el trabajo general del espíritu humano. Es una contabilidad y administración que racionaliza los elementos fundamentales para suscitar objetos de placer (d). En nota 15 de la Introducción hacemos constar que Godelier, aun cuando se resiste al “economicismo” de Marx, aboceta que el cálculo intuitivo de las posibilidades de explotación del entorno y de las alternativas para generar valores de goce, nos sale al cruce en colectivos etnográficos.

En suma, hay cuatro grandes campos semánticos. Dos de ellos se orientan a definiciones standard de “economía”, mientras los otros dos aluden a los instantes probables de nacimiento de lo económico.

V. g., la economía es una instancia ensortijada con la larga hegemonía de la norma valor, entendida en tanto que axioma que compele a no desperdiciar luz diurna. Hence que sea viable imaginar que lo económico emergió como catástrofe en algún momento arcaico del Paleolítico Inferior. En nota 25 de Capítulo I, se procura cubrir el “vacío” en el razonamiento del padre de Laura, en referencia al nacimiento de la economía y al comienzo del imperio de la ley del valor. Reconocemos que no son adquisiciones sino acaso lo que podría pensarse.

A partir de aquí, anunciamos lo que fue demostrado en el extenso Capítulo IV: que con el socialismo la economía economicista, que alimenta procesos de ecónomo–génesis, periclitará y la medida de la riqueza no será el tiempo de trabajo, sino los nexos regulados con la biosfera y la humanidad de mujeres y varones polimorfos.

Sin embargo, advertimos en nota 24 de Capítulo I que la ecónomo/osificación de entes economicistas no tiene igual carácter en los divergentes modos para crear tesoro.

En nota 8 se remarca que la apuesta consecuentemente marxista es una rebelión(3) decidida, en el plano de la crítica al capital como “arkhaton”, contra las metafísicas del “arkhé”.

En nota 18 anticipamos que si bien no hay que ser apresurados en el diagnóstico, es legítimo apuntar que en las comunas que advinieron hasta el siglo XXI hubo un materialismo cuasi–lineal, complejamente simplificado, que abre una puerta para que la economía, que es uno de los tantos componentes de la “basis”, detente un poder considerable para influir en la vida de los hombres. El mecanicismo en la teoría es antes que “patrimonio” del amigo de Wolff, remisible a Bakunin, Maquiavelo, Hobbes.

En el Capítulo II, comenzamos por impugnar la “ecuación” leninista que equipara “base” con “economía” y a ésta con “modo para gestar tesoro”. En oposición a los leninistas, a otras figuras de la estatura de Plekhanov y en contraste con althusserianos como Badiou, subrayamos que la dialéctica no es “método”, que el socialismo no es fatum, que las “leyes” en la Historia no son normas naturales, que el Materialismo Histórico no es ninguna ciencia nueva, que no se le puede adjudicar a Marx la fundamentación de un Materialismo Dialéctico, y que es aconsejable separar crítica, ciencia y política, entre otras isotopías.

En torno a la cuestión de lo deconstructivo, sumamos que se liga con una “ética” menor de la enunciación que implica un autocontrol de las oraciones para evitar un “terrorismo” lingüístico o violencia simbólica camuflada en expresiones.

El “modelo” del “edificio”, que es abusivamente empleado por lo que permitió el Prefacio de 1859, cuenta con una versión alterna en la conclusión del volumen III de El capital que empero, casi nunca se cita. Por lo demás, Engels mismo lo amortiguó aunque se enreda en la metáfora del “reflejo”.

En nota 13 de Capítulo II, presentamos los primeros argumentos que apoyan una dialéctica “menor” del Desvío.

En nota 15, comenzamos a refutar la escolástica de los cinco modos de producción fundamentales (en López, 2010 a, mostramos de forma prolongada que podrían ser más de veinte).

En nota 24, negamos enfáticamente que el refugiado en Londres haya descuidado el factor ecológico. Una dialéctica tosca entre los individuos y la Naturaleza no podía serle indiferente, si procuraba deshilachar las asociaciones predatorias de la biosfera.

En nota 26, aclaramos algunos Interpretantes conectados con la idea “modo de gestar tesoro”.

En nota 27 disentimos de los historiadores Thompson y Kriedte, lo que nos lleva a explanar, por primera vez en el corpus abrumador de una Tesis que fue interminable, la teoría de los aglomerados sociales que (acorde a nuestra modesta opinión) completa y enriquece a la de las clases.

En nota 43, inauguramos una hypotheses que luego explicaremos respecto a que el trabajo no es central en la teoría crítica. Por el contrario, lo que debemos efectuar es preguntarnos por qué las labores devienen nodales en la vida de los agentes.

En la abultada Sección II, desenvolvimos las nociones vinculadas con la dialécticaobjeto. Pero como la resumimos en el Capítulo VI, para esquivar las reiteraciones que merman elocuencia en el estilo nos abocaremos a citar, de una manera más ordenada, las imágenes alternas a la del “edificio”. Luego agruparemos las observaciones alrededor del “problema” de los “eslabones” que diseminan los efectos de un cosmos al otro.

Dentro de las “eidolas” en lid, diferenciamos las que “inventamos” de las que encontramos(4) en Marx.

De las que permite cincelar el “sociólogo” epicúreo, contamos las metáforas conceptuales del interaccionismo (1) y la del sistema (2). Inmersos en el primer modelo, relevamos uno particular que podríamos denominar “interaccionismo simbólico” (1 a).

De las que artefactuamos con apoyo en los palimpsestos recorridos, la primera que irrumpe es la de la “niebla”: por ella, la base es un conglomerado “difuso” que “esparce” cadenas causales que accionan en la supraestructura. La otra imagen es la del “tumor”. A su vez, la economía como atractor/fractal nos guía para imaginar una interacción con la lógica de las manchas de aceite (nota 7, ítem I.2.1. de López, 2010 a).

El modelo del “tumor” nos conduce al del repliegue. A partir de lo que tallamos, nos surge viable la metáfora de la “peste” por la que el causacionismo que reina en la economía, se “riega” en lo comunitario. Enriquece las isotopías explanadas la imagen del “amarre”.

Otro paradigma que articulamos es el de la “avalancha”.

Un modelo más es el de la circulación de datos y el de la interacción en un espacio/tiempo cuántico.

Dos “cámaras aumentan” la violencia de las interacciones entre los elementos “comprimidos” (los que serían “gases”). En esta “eidola”, lo importante no es qué “recinto” está por debajo de cuál sino cómo encajonan lo etéreo, flexible, blando, “gaseoso”, etc. en formatos brutalmente simplificados.

Si basis e hiperestructura inducen un “efecto de sociedad”, el modelo es el del encendido de un fósforo. Por lo demás y a raíz de que las labores de los obreros improductivos (como la de los sacerdotes) se integran en el ámbito de la producción directa, el paradigma que se puede convocar es el del entramado o “tejido”. Éste se enlaza con el de “pregnancia”.

Algunos movimientos asociados al capital acaecen con la dinámica de las olas, por lo que es dable inferir que al esquema rígido del “edificio” se le opone el acuoso de los fluidos. Ese modelo es apuntalado con los lexemas “flujo” y “reflujo” que el padre de Jenny emplea para el valor automático. El paradigma “molecular” es enriquecido con el de los sedimentos: base e hiperestructura son precipitados.

En otro terreno, basis y superestructura pueden conceptuarse apelando a la “eidola” del videoclip: al ser estructuras arbitrariamente motivadas, son un conglomerado de imágenes rápidas que se suceden sin coherencia perceptible. Un modelo adicional es el del arcoíris, i. e., el del espectro electromagnético.

Acto seguido, nos surge oportuno sistematizar las sentencias vertidas acerca de los que objetan dónde “están” los “eslabones” que conducen los impactos de un ambiente a otro.

Del modelo de la “niebla” argumentamos que los nexos que llevan las incidencias de una meseta a la correlativa, se forman por la estructura “difusa” de una infraestructura que constituye cadenas causales(5) determinadas.

A partir de la inadecuación entre base y supraestructura, concluimos que si los demandados “puentes” no se encuentran no es porque la teoría falle, sino en virtud de que se debe asumir que no están históricamente formados.

De los casos en escena, dos son sintomáticos. El primero es el de la crítica emancipatoria que si bien emergió en la fase del capital, no se corresponde con sus imperativos sino que va contra ellos. El segundo es el que nos enseña Espartaco: cuando los sometidos adquieren la conciencia de clase política que los lleva a darse cuenta que no hay razones para ser esclavos, el modo de producción arriba a su ocaso aun cuando históricamente tenga siglos para sobrevivir.

Si la basis es una especie de contexto semántico epocal que dona los objetos que tematizará la hiperestructura, entonces la “subestructura” limita lo que puede ser articulado por su correlato; allí está su condicionamiento y por ende, no se requieren los “eslabones”. Por lo demás, la superestructura es un Metainterpretante.

Retomando la línea “principal”, advertimos que la hiperestructura no es un “apéndice” ubicado “encima” de la base por lo cual la infructuosa búsqueda de los “eslabones” no sería pertinente (nota 3 de Capítulo IV).

Como la basis no puede autolegitimarse, por más que muchos de sus elementos sean capaces de generar efectos semióticos, y requiere de la sobreestructura, este axioma general permite eludir hasta cierto punto, la exigencia obsesiva por los “eslabones”. Igual ocurre con el acontecimiento de que la superestructura sea una base elevada a una potencia segunda: en esa característica se encuentran ya las “mediaciones” que debieran trasladar los impactos.

Puesto que los individuos mismos se “clonan” en “unos” que respiran en el plano de lo material o de la “subestructura” y en “otros” que viven en el registro de la hiperestructura, los agentes son (si se insistiera con la petición que criticamos) los “eslabones” que conducen las interacciones de un lado a otro.

Sin embargo, no evaluamos que haya que descartar la “objeción” que anteponen los no marxistas a lo Bobbio (1999); si se pensara que el problema fuese real se solucionaría entendiendo que existen mecanismos (f. i., la división de labores, los intereses en tanto que illusio, etc.) que llevan a una mediana coincidencia entre el orden objetivo y las estructuras que estructuran. Acorde a lo establecido en López, 2010 a y tal cual lo propalamos en ocasiones reiteradas, es claro que base y superestructura son a su vez, esferas que constituyen a los individuos.

En un hojaldre desigual, a partir de los márgenes del Capítulo IV y de la nota 22, estipulamos que no necesariamente la conciencia de clase es una conciencia política rebelde, por cuanto existe la posibilidad de que sea un modo sutil por el que los individuos prosiguen atados a las funciones que les destina el grupo al que pertenecen. [sentencias científicas]

Completando lo precedente, en nota 27 abocetamos que a pesar de lo cuestionable del concepto “falsa conciencia”, es viable un giro productivo si enfatizamos que es una conciencia distorsionada acerca de las condiciones que determinan la praxis de los agentes: [enunciaciones deconstructoras]

i- impidiéndoles entonces emprender una acción efectiva contra tales supuestos;

ii- ocasionando que se desinteresen del destino colectivo de los subalternos en general, de las clases dominadas y de la fracción a la que pertenezcan;

iii- no traduciendo los temas cotidianos, incluso los más “insignificantes”, en cuestiones políticas decisivas;

iv- asumiendo todo aquello que contribuye a reproducir el modo de vida en curso.

En el Capítulo V, proferimos que si nos situamos en la perspectiva de la reproducción total de la sociedad, las determinaciones económicas carecen de asidero para aprehenderla, aun en el caso del orden burgués. Eso se aprecia en el hecho de que el capital termina por diluirse a partir de sus propios principios de funcionamiento. Sabemos que las inversiones en transporte, en circulación, entre otros, condicionan el tiempo de trabajo por lo que la norma valor pierde su autonomía (nota 18).

La limitación de dicha regla por la circulación, por los precios y por el descenso de la cuota de ganancia, indica que el capital se autodisuelve: el tiempo de tarea ya no funciona en su totalidad para poner valor; al no colocarse valor, el capital ve debilitado el “axioma” sobre el que se apoya y entonces se desteje (ibíd.).

Una coda casi insignificante nos habilita para justificar una noción central en la versión del pensamiento de Marx, que hemos ofrecido a lo largo del estudio in progress. De los asertos de Owen respecto a que la riqueza es tesoro constituido, inferimos que hay dialécticas constituidas y, por inducción, interacciones constituyentes (nota 23). Claro es que basis y supraestructura serían dialécticas constituidas o cristalizadas.

Ahora bien, durante el desarrollo de la serie de 4 obras escritas de una manera peculiar (Chávez Díaz, 2010 c), hemos insistido en la acción de causas sin concederle nada al causacionismo. No obstante, sería legítimo todavía preguntar ¿por qué hay causas en el seno de lo humano?

Tal vez sería factible adelantar una “respuesta”. En primer término y acorde a lo que hemos subrayado, a raíz de que las agrupaciones existentes hasta hoy fueron incapaces de controlar su relativa complejidad. Al no poder hacerlo, la diferenciación interna en niveles produjo continuos desajustes, que en el caso del capitalismo se expresan en crisis.

En segundo lugar, la debilidad frente a la naturaleza (que en la etapa actual se refuerza con una fragilidad respecto a la tecnología y a recursos como el agua a domicilio –cuando se “corta”, padecemos), indicada en la exposición a las catástrofes climáticas, señala que en los colectivos citados hubo, tal como lo apuntamos en numerosos “topoi”, un materialismo brutal, grosero, sin amortiguaciones. Por ende, hubo una causalidad correspondiente a esa violencia.

En tercera instancia los conjuntos sociales fueron simples e. g., para lidiar con su estratificación en “planos”. Esa tosquedad estimula que los contactos posibles entre dos elementos (por ejemplo, entre la economía y el resto de la totalidad) se reduzcan a nexos causa/efecto, sin que este diagnóstico suponga como siempre, que la teoría misma sea mecanicista.

En ese punto, discutimos con Gómez cuando insiste en que no hay causalidad en el sufriente en Inglaterra (1995 b: 96–98 y nota 22). Lo que parece no existir es un causacionismo que estipule causas sencillas, rígidas, fácilmente identificables (al estilo del leninismo), y que establezca que las causas son las únicas relaciones entre los elementos del mundo. De forma notable, Vladimir Ilich Ulianoff apuesta a que en Hegel se llama la atención respecto a que los efectos son parte de dos cuestiones más amplias: el mutuo influirse del todo y la complejidad del desarrollo de la materia (1972: 154; cf. también, a pesar de las enormes diferencias que nos separan, Politzer 1997: 194, 197). Un pensamiento causalista expresa de manera fragmentaria, insatisfactoria y unilateral la interconexión de lo real. Por otro lado, lo causal es una fracción y no la más “veteada”, de un cúmulo de interacciones (transiciones, saltos, negaciones, flujos, presuposiciones, devenires, génesis de totalidades, relatividad, etc.).

Por ello, acaso lo que Marx nos aconsejaría sería buscar los mecanismos por los que la multiplicidad de conexiones se engastan en vínculos causa–efecto: base y superestructura tienen enlaces causales (que no son a cierto nivel, unidireccionales ni economicistas) porque el desgarro de lo histórico en dos ambientes ásperos, implica una pérdida de complejidad de lo colectivo que ocasiona que entre esos universos las interacciones se hayan enmarcado en tales enlaces. A su vez, suscita que una pequeña “región” de la basis impacte con fuerza en el resto de los elementos de la “infra” y supraestructura. El dibujo lo expresa (gráfico 13):

Completando la inteligente hipótesis althusseriana, Bourdieu sostiene que las diversas instancias de lo humano logran algún grado de independencia relativa y que, a partir de ello, consiguen “traducir” los poderes económicos y/o políticos a su propia lógica (Bourdieu et al., 1999 o: 229/230). Engels la enriquece cuando asume que las distintas estructuras o “subniveles” no sólo actúan en calidad de fuerzas (Marx y Engels, 1975: 383), sino que poseen sus condicionantes internos (op. cit.: 382–383; correo de 27 de octubre de 1890). Aquí, cabe subrayar que rechazamos la interpretación que postula el historiador Pla sobre que no insiste una pluralidad de estructuras (1982: 13): entendemos que sí existen y que los ambientes aludidos son sistemas que engloban varias estructuras liadas.

Lo que en cualquier caso no debe efectuarse, es mecanizar la teoría a partir de ese boceto. Pero está claro que durante toda la historia pasada

“... el desarrollo de las potencialidades (de los individuos) ... se ha ido verificando sin ... participación consciente ... El hombre (creó) continuamente al hombre, pero de una manera ciega, como resultado de la casualidad” (Rubio Llorente, 1985 b: 27; agregaríamos, “y de la causalidad”).

Empero, volvemos a encontrar aquí las fronteras etnocentristas por las que una visión de lo que acaece en el mundo se “impone”. F. e., acorde a lo que nos informa la Lic. Norma Naharro (docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta), las comunas guaraní, aymará, etc. no entienden la dinámica de lo real con base en contradicciones, causa/efecto, etc., sino apelando a la permutabilidad, complementariedad, asociación. Opinamos que parte de la teoría se “salva”, si tenemos en mente que lo explanado es por qué la multiplicidad de enlaces en el mundo y en lo humano, acaban encorsetados en dialécticas históricas cuasi/lineales.

Para finalizar y en virtud de que las hipótesis (que se sistematizan en el Capítulo VII) fueron confirmadas por el despliegue de la argumentación y por la confrontación con las fuentes, creemos estar autorizados para aglutinar las conclusiones parciales en los siguientes corolarios (no obstante, advertimos que la pesada reiteración se debe a la lentitud impuesta por el discurso científico):

a. los individuos, al no controlar la praxis y sus poderes antitéticos, encauzan sus esfuerzos en la estructura y su capacidad de aprehensión semiótica en la superestructura;

b. las potencias colectivas universales se segmentan en dos enormes conjuntos;

c. las dos grandes escansiones de lo colectivo poseen el mismo grado de rigidez, pero la basis cristaliza los productos de la acción, en especial, los del trabajo, y la sobreestructura aquitina los resultados de la inteligencia comunitaria y las semiosis, originando instituciones, discursos, ideologías, etc. difíciles de alterar o subvertir;

d. tales elementos de lo social operan entonces, a modo de topicalizaciones acerca del mundo o como “imágenes” que son “mega” cristalizaciones de la vida. Surgen las condiciones para que los poderes antitéticos de la praxis se “momifiquen”, espectralicen en “fantasmas opresivos”, se objetiven, “econosolidifiquen”, fetichicen, ontologicen y “econosifiquen” en base y superestructura;

e. dada esa “pérdida de retorno”, los ambientes mencionados refuerzan el materialismo cuasi/determinista-mecanicista de las colectividades anteriores a su reconstrucción libertaria. La complejidad de lo humano es reducida a las estrecheces de lo constituido en esferas tensionadas y opuestas(6) (ver infra);

f. luego que asoman la norma valor y el registro de la economía, emerge un “clinamen” que se amplía sin desfallecimientos absorbiendo en él los diferentes niveles: e1) el de la praxis y sus productos, e2) y el de las instituciones y lo simbólico. Simultáneamente, la “declinatio” envara los elementos que así diferencia;

g. la escisión de lo humano en los citados ambientes y dialectizados con una interacción pre/formada, irrecusable, disminuye la complejidad de lo social y “distribuye” las fuerzas colectivas en esferas contrarias;

h. por último, si la dialéctica basis–hiperestructura y si la economía son alienaciones del poder humano para crear y significar, una sociedad libertaria tendría que disolver lo económico en tanto que ámbito autorreferencial y la interacción preconstituida en escena.

Quizá tendríamos que agregar que, si la flexibilidad de lo humano se manifiesta en que los devenires no se encajen en dialécticas y si cabe aguardar que el socialismo sea el fin de la partición en dos enormes esferas, acaso haya que anhelar que lo colectivo se libere de cualquier dialéctica al igual que de leyes. O por lo menos, de dialécticas magnas que operen como declinaciones hacia la “peste”. Pero la osadía de semejante enunciado nos lleva a desistir de sumarlo como conclusión “respaldada”; frente al gesto no faltarían los leninistas y/o maoístas que nos acusarían de practicar el “revisionismo” (Pla, 1982: 9). A pesar de la queja, confiamos en las palabras de un Marx que no callará.


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