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BAHÍAS, DEVENIRES Y HORIZONTES. LOS PERFILES DE MARX, Tomo II

Edgardo Adrián López




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Capítulo IV

En el Capítulo III, llevamos a cabo un semanálisis acerca de los términos e Interpretantes vinculados con la dialéctica motivo del trabajo en despliegue, estudio que debimos desglosar para conservar cierta elegancia en un registro de exposición que se autoavala de científico. A los fines de concluir con lo emprendido, explicitaremos lo que corresponda al tomo 3 de las Teorías... y al libro I de los Borradores.

Recurramos pues al volumen 3:

En las innumerables corrientes de pensamiento económico, se aprecia que las contradicciones reales de la estructura burguesa son “disueltas” por medio de abstracciones y frases (1975 b: 73). Aunque aflore como un exceso(1), bien podría emplearse lo propalado en apoyo de una hipótesis: si el pensamiento económico/economicista licua las tensiones con signos y si tales concepciones son, en cuanto operaciones retórico/ideológicas, miembros de la sobreestructura, ¿no sería adecuado pincelarla a manera de un plexo de estrategias simbólicas para desplazar, sublimar, denegar, reprimir, etc. las oposiciones citadas? El plano legal lo manifiesta de forma contundente: lo jurídico no sólo impide que, en pos del “respeto” a la propiedad privada, el obrero no se apropie de la totalidad de lo que suscita (1971 d: 419), sino que las leyes dejan al margen la desigualdad entre las clases (op. cit.: 426).

Acaso haya que formular que existe una dialéctica entre base–superestructura porque la “basis” impulsa a que, en virtud de que amortigua sin mayor efectividad(2) sus propias disrupciones, se “adose”(3) una instancia que se encargue de la función de “acolchonar” los quiebres mediante significaciones, instituciones y lenguajes (ver en el Capítulo III, el rol del Estado).

Tematizando la división de las faenas en el seno de las comunas que producen mercancías, concluye que el proceso de reproducción es un devenir continuo (1975 b: 230; 1972 a: nota en p. 242). Todo lo objetivo es un “... simple aspecto ... de hombres ... productores ...” (loc. cit.: 220) que se autogeneran (1972 a: 237, nota en p. 242, 421). Eso nos muestra que el tesoro “... aparece sólo como un fugaz aspecto del flujo de la producción en su conjunto ...” (1975 b: 231). Los objetos de goce materializados en pocos puntos, v. g. en instrumentos para su génesis, son in fact pequeños en comparación con el torrente continuo (loc. cit.: 233). Si la reproducción permanente se estancara, enseguida los acopios se desagotarían y resultaría obvio que la permanencia de los valores de disfrute no es más que la perpetuidad de su reposición y el resultado de la concreción sin desmayos del trabajo colectivo. El tesoro es la reproducción; “... es ... lo que surge del ayer” (op. cit.).

Más adelante, añade: “... la riqueza ... no es más que la actividad de los (agentes) ... Toda la riqueza no es más que una materialización transitoria (de la tarea) social ...” (1975 b: 356; lo destacado es ajeno; 1972 a: 237). Corona lo inducido con otros destellos:

“... El hombre ... (es) la condición previa ... de la historia ..., lo mismo que su producto y resultado permanente, y es la condición previa sólo como su propio producto y resultado” (1975 b: 405; lo sombreado es del corpus). El proceso social, vital es un movimiento para la conexión entre los individuos (1976: 114; 1972 a: 237). Figurativizando, tenemos:

En suma, los individuos se autoesculpen a través de mecanismos ásperos. F. i., en las comunas mercantiles las policromas relaciones humanas se engastan en inflexibles vínculos monetarios economicistas (1976: 125). El capitalismo es el ejemplo de cómo el valor de cambio, so far que contacto económico, domina la totalidad de las relaciones de intercambio y producción (op. cit. 165; 1972 a: 425, 464–465). Pero lo que acontece con el orden burgués ocurre con las otras formas sociales(4): lo objetivo acaba objetivado y subjetivado; lo subjetivo termina exteriorizado e introyectado; los cuatro procesos transcurren recreando esquemas.

Respecto del acopio de objetos de goce, el “economista” muriente (Derrida) en Inglaterra afirma que las olas de la producción abarrotan los depósitos (1975 b: 236). No obstante, si la génesis de tesoro es un elemento de la base y si ésta es una estructura, acaso pueda predicarse que “encofra” los devenires que tienen la dinámica del oleaje. La “basis” es (sólo en parte) un “sistema de sólidos” que desbarata un “sistema de líquidos”. Igual cabría sostener tanto de la superestructura, cuanto de la interacción con su correlato.

De lo antedicho se infiere que tuvo que haber “momentos” en la historia de la especie, a partir de los cuales las “ráfagas” se linealizaron extraviando su n dimensionalidad. Empero, ello supone que los feedbacks entre los innumerables componentes de lo humano debieran poseer la lógica de la circulación de líquidos. A su vez, una conjunción emancipatoria tendría que recuperar la labilidad anterior al aquitinamiento catastrófico ocurrido con los comunitarismos primigenios, conservando en simultáneo la diversidad de valores de uso, los grados de independencia conquistados, la multiplicidad de esferas para la génesis de tesoro, la velocidad en el intercambio de información y saber, el desarrollo de la productividad, la cualificación sin pausa de las habilidades del espíritu humano, etc., factores a los que arribamos a lo largo de 2 millones de años torturados.

Y eso es coherente con el epicureismo y lucrecianismo del suegro de Longuet, porque las filosofías mencionadas fueron, según Serres, especulaciones en torno a lo flexible, acuoso, ligero, en contraste con las metafísicas “pesadas” de lo sólido, duro, gravitatorio, etc.

Si aceptáramos que la metáfora del “edificio” es poco afortunada, a raíz de no ser capaces de entender que la eidola denuncia el causi/mecanicismo–causacionismo que atraviesa las comunas groseramente materialistas, detentamos otra liada con la mecánica de los fluidos que, sin duda, es intrincada y responde a las exigencias altivas del Paradigma de la Complejidad abocetado por Morin (1995 b).

En un estrato disímil de asuntos, el régimen burgués demuestra que la comuna de hombres se constituye como un dominio social sobre los “entes” (1975 b: 353). Base y superestructura son estrategias para garantizar ese control: del lado de la “basis”, se lo alcanza por las potencias de la praxis; del costado de la sobreestructura, por los poderes de la intelección colectiva. Sin embargo, ambas “técnicas” son deficientes. E. g., la ciencia (que en alguna medida es miembro de la superestructura) procura aprehender las maneras en que los individuos se autoponen. Obviamente, lo que se enuncia de lo científico acaso pueda ampliarse.

Dadas así las cosas, es probable que la sobreestructura haya sido el intento de la comuna de aprehender su proceso de autorreproducción a través de signos (ir a Capítulo III). Mas, fue un intento fallido, porque sus movimientos semióticos son demasiado rígidos y terminan por opacar aquello que tendrían que haber vuelto perceptible. Como la ciencia se aplica también en el ámbito de la producción de riqueza (op. cit.: 368), es una fuerza creadora de tesoro; por ende, integra la base. Por lo que se predica de lo científico, la “infraestructura” es un “instrumento” para controlar la autogénesis de los hombres por medio de las labores, de la trilogía “clásica”, de la economía, etc. Pero los recursos “empleados” por la “basis” dificultan esa dirección de los individuos respecto de su Historia:

La recursividad de la existencia de los agentes se aprecia en fenómenos del protocolo de la religión(5): en ella “... sólo cuentan los hombres ...” (op. cit.: 373). La temprana y esencial crítica de lo religioso, nos enseña que la minusvaloración de los individuos y su cercenamiento a seres empequeñecidos es una automutilación. Por deducción, argumentamos que la hiperestructura en pleno es un “negativo” semiótico/institucional que manifiesta, de modo harto deforme, que en el fondo los que importan son los agentes. Igual se predica de la “subestructura”: a través de los mecanismos de debilitamiento de las inauditas potencias de los hombres, los individuos se encuentran consigo en las borrascas del desencuentro (en sustancia y según una conmovedora expresión de Proust, desintegrado el Olimpo, sus dioses tendrían que habitar la Tierra –1998 a: 184).

En otro plano de diagnósticos, el amigo de Engels anuncia que en el capitalismo los burgueses desdoblan su vida en el hojaldre económico y jurídico (loc. cit.: 378). Si tomamos a cada uno de los estratos como “índices” de los universos a los que pertenecen, es viable sostener que los capitalistas existen de manera doble. Pero fácil es apreciar que el aserto puede generalizarse a las comunas que ocurrieron en el tiempo: los hombres en cuanto tales, respiraron en dos ambientes escindidos o desdoblaron sus fuerzas en base y superestructura.

Hablando de la acumulación primitiva, axiomatiza que el capital es un sedimento (1975 b: 405; 1972 a: 202) y un precipitado (1972 a: 218). Tal cual hemos argüido en análogas ocasiones, lo aducido para el valor/poder es extensible para los medios orientados a suscitar tesoro y, por esta vía, para la “basis”. En definitiva, base y sobreestructura son precipitados.

La metáfora del “edificio” que requiere de “cimientos”, es reemplazada con la de los estratos que, aun cuando tienen densidades, “granulaciones”, fechas, etc. distintas, no se asocia por necesidad a la idea de “punto de apoyo” (por ejemplo, las sedimentaciones pueden ser inclinadas y hasta verticales).

En el tomo I de los Grundrisse, encontramos:

Abordando el problema de que no existen Adanes en el “origen” de las comunas (1971 b: 4) ni una Filosofía de la Historia “adecuada” para “explicarlos”, delinea que, de la misma forma que no es imaginable el habla sin un lenguaje que sea colectivo (1971 b: 4; 1971 e: 450/451), no nos topamos con individuos que no hayan sido socializados (1971 b: 4; 1971 e: 457). Y tal cual lo demuestra el capitalismo, la producción es reproducción continua de las relaciones sociales elementales entre las clases (1971 d: 419–420). Es reproducción de la socialización vinculada a las inequitativas funciones que tienen las clases, en la génesis de tesoro.

Pero lo que palpita en lo antedicho es que la analogía a la que apela el político exiliado de Europa, es la de la “dinámica” del lenguaje, i. e. la del interaccionismo simbólico. Así, no únicamente contamos con “metáforas” que envían a una teoría implícita de sistemas y a un modelo “acuático” de influencias, sino un paradigma más concreto que es el ofrecido por las escasas y atinadas descripciones sobre el lenguaje(6). De lo que argüimos que éste no era residual en la teoría crítica, tal cual enarbolan atropelladamente Habermas y los suyos (1994 b).

Continúa anunciando que detectamos rasgos comunes en todas las sociedades (1971 b: 5). Luego reflexiona que esos caracteres universales de la producción y los perfiles específicos de cada fase histórica, tienen que ser elucidados (loc. cit.: 6). De donde argüimos que la “infraestructura” es una herramienta que posibilita asir tal dificultad conceptual. Por inducción, el “modelo” de la retroinfluencia entre base y sobreestructura es un recurso utilizado para observar cómo se articula la génesis de tesoro socialmente condicionada de los agentes, con sus “estados de cosas” mental, jurídico, moral, institucional, político, etc., según lo comentado respecto a Morton Eden (a quien, no obstante, el proscrito de las academias reconocía que había aconsejado evaluar que el asalariado era un pobre latente –1972 a: 263/264). De lo que se trata es de “... no relacionar ... fortuitamente fenómenos que constituyen un todo orgánico ...” (1971 b: 8).

Pocas líneas abajo sostiene que de la descripción de lo real, aflora la cuestión de los nexos entre aprehensión científica y movimiento efectivo (loc. cit.: 6). Por consiguiente, el detalle de cómo la “basis” organiza la creación de riqueza y de cómo la hiperestructura dispone las semiosis, los lenguajes y las instituciones, en suma, de cómo se articula una dialéctica entre base-superestructura es un plexo liado con otros temas. Empero, ello indica que si la retroinfluencia nombrada se enlaza con asuntos diversos, particulares, acaso sea creíble plantear que la dialéctica en juego sea parte de isotopías más amplias(7).

Una de ellas, podría consistir en dilucidar en qué orden se desarrolla “mejor”, en todas sus dimensiones, la riqueza (op. cit.: 8). En simultáneo, eso nos conduciría a pergeñar que en las comunas escindidas en “infraestructura”/sobreestructura el tesoro se enfrenta con determinados escollos que no tendría que sortear en una hipotética conjunción liberada de tan penosa división interna.

Otro eje es aquel por el cual comprobamos que dialécticas sociales generales, por determinados motivos, son estrechadas en basesuperestructura.

F. e., sabemos que hallamos elementos que escapan del encofrado de la economía (1972 a: 425, 464). V. g., el pensador londinense define el arte(8) como producción (1971 b: 31) de manera que el sentido de los lexemas “génesis de objetos de goce”, no es sólo económico. Desde un ángulo “aberrante”, sería viable tallar que el opuesto a los anarquistas evalúa que la distribución es un factum pre económico (op. cit.: 16, 17). Asimismo, el consumo no productivo se ubica allende el imperium de la economía (loc. cit.: 10). No obstante, si esto es así, habrá que aceptar que pulsan dialécticas extraeconómicas y, por laboriosa deducción, otras que se ubican fuera de la macrodialéctica en juego.

Nos interesa subrayar la idea más que interesante de Enguita respecto a que, al lado de la retroacción entre los grandes ambientes mencionados, insiste otra que es más amplia o que detenta otro registro, entre proceso vital y ser social. Citando a Marx, explica que el ser social es

“... la vida del hombre ... en y a través de (innumerables) niveles: económico, ... jurídico, político. Lo real que determina la conciencia no es ... siquiera el modo de producción por sí ..., sino el conjunto de las formas de la vida social” (1985: 94). A su vez, esa dialéctica vasta se “traduce” en una interacción entre ser social y conciencia colectiva(9); la dialéctica estructura/hiperestructura sería una “pálida” versión de este feedback. Sin embargo, Enguita se apega al economicismo, causacionismo y determinismo que anhela deconstruir (1985: 91–92, 94).

Por último, llamamos la atención respecto a que los lexemas “ser social” no nos solidarizan con la propuesta metafísica y frankfurtiana de la “ontología” de von Lukács (1989 d: nota 3 de p. 36; 38).

Mucho más avanzado en el texto, el epicúreo errante indicará que en las asociaciones precapitalistas en las que tienen relevancia la tierra y/o la agricultura, los cambios de los supuestos económicos pueden ser provocados por su propia dialéctica o por otros factores (empobrecimiento, etc. –Marx, 1971 e: 446).

Acaso sea viable generalizar el aserto, sosteniendo que:

a. las modificaciones o procesos en el seno de lo humano, pueden ser ocasionados por las dialécticas respectivas o por otros términos;

b. esto es, dichas alteraciones no se provocan necesariamente por dialécticas actuantes;

c. si existen interacciones atribuibles a cada ambiente por las que éstos cambian, en síntesis, si hay dialécticas “internas” a la economía, a la base en su conjunto, etc., entonces es factible concebir que existen retroinfluencias “externas” a cada uno de esos registros (el económico, el político, la superestructura, etc.);

d. si lo anterior detenta visos de realidad, quizá sea lógico suponer que entre las dialécticas “internas” y las dialécticas “externas” haya mutua influencia;

e. ese juego puede tener o no un formato dialéctico, de acuerdo a lo establecido en los ítems a y b.

Por consiguiente, si bien respiran dialécticas sociales en lo colectivo y si bien hay una propensión, en las agrupaciones pre/comunistas, a encajonar la complejidad de lo humano en dialécticas duras, ese estrechamiento no es absoluto: queda un “resto” que discurre con otras escansiones (de ahí que sea viable escapar de las dialécticas históricas, en una sociedad liberada).

En el terreno de las advertencias epistemo–metodológicas, el “filósofo” que obstruye la alternativa de fundamentar racionalmente un saber económico que sea una ciencia, opina que la descripción pormenorizada de las desiguales fases de la productividad del trabajo y de las fuerzas creadoras, impide que se formulen leyes sociales presuntamente universales e inexorables (1971 b: 7). La batería de categoremas integrada por “modo epocal de producción/totalidad”, “formas de sociedad y economía”, “bloque histórico de base–superestructura”, etc., permiten esquivar la tentación escolástica y dogmática de alucinar normas con el estatuto de reglas que pautan la biosfera y el cosmos. “Infra” y sobreestructura son un concreto histórico viviente (op. cit.: 22).

La dinámica de la producción burguesa manifiesta que transcurre sin tropiezos gracias a la interferencia de la policía, el gobierno, etc. (loc. cit.: 8). Tal como emerge del Capítulo III, la superestructura es entonces, una “nube” de segmentos esenciales en la operatividad de la base, en particular, del trabajo, de la génesis de valores de disfrute, de la economía y de la tríada ortodoxa.

A lo anterior, adiciona que el “estado de derecho” capitalista es un disfraz del derecho del más violento y rapaz (ibíd.), “derecho” que gobernó los suspiros de los individuos desde hace cientos de miles de años. Si le damos otra vuelta a la afirmación, obtenemos que la superestructura alberga una tendencia a sublimar la crudeza de la base en una agresividad mediada por mecanismos de denegación, represión, desconocimiento, etc. En consecuencia, el reino de la “basis” es el del poder casi sin desembragues; el de la súper/estructura es el de un poder material que se “recubre” de semióticas (es decir, de una fuerza desdoblada y duplicada).

Comentando que los nexos entre producción y consumo son de tal multivocidad que el segundo gesta al primero y éste induce al otro (op. cit.: 10/12), inferimos un “patrón” para las interacciones entre los miembros de la base que se extiende al cuerpo de la sociedad. Si lo que es causa resulta causado por el efecto, si la producción no es tal sino por la participación de otro “nivel”(10) (cf. López, 2010 a), etc., acaso haya que postular que la tarea y la economíaeconomicista se transforman en “centros” para la quebradiza vida de los hombres, porque arte y lenguaje son comprimidos de tal modo que no son hábiles en revelar, salvo de manera engorrosa, que son “ejemplos” de las capacidades de los agentes. Y porque ese encajonamiento multiplica la hegemonía del trabajo y de lo económico (sin embargo, los devenires humanos son procesos históricoeconómicos y no sólo económicos –1972 a: 395).

Colaboran en el recorrido de este círculo, el devenir de la producción, el estatuto de la propiedad y los estilos con los que se reparte el plusproducto, el lugar que ocupa la biosfera, la trilogía “lineal”/no lineal aludida con recurrencia, en suma, la “basis” en su enmarañamiento.

En la misma isotopía, esculpe que por la producción-globalidad (que es la interacción afiebrada de los cuatro momentos estudiados en López, 2010 a –1971 b: 20), gesta al productor como productor (loc. cit.: 14), id est, al hombre en cuanto hombre. De lo que cincelamos que la base es una estrategia por la que los agentes operan como individuos. Cae por su peso que igual predicamos de la sobreestructura y del feedback con su correlato: por los tres elementos, los hombres se vuelven tales sólo que de manera autoflagelante(11).

El concepto se reitera: la distribución explicita que los individuos son fijados, inmovilizados, adscritos a determinados universos (op. cit: 14, 17), a las relaciones de producción correspondientes (loc. cit.: 17). Por extensión, “infra” y superestructura son modos por los que los hombres son adosados en funciones que, al tiempo que los constituyen, los empaquetan.

En algunos períodos históricos, se pudo observar que la legislación en uso era una forma de distribución que incidía en la lógica de la génesis para suscitar tesoro (op. cit.: 16, 19). Por consiguiente, el corpus que cuenta con esos rasgos indica que la distribución no es únicamente un reparto cuasi/económico de los objetos de goce, sino que son relaciones de distribución de “segundo orden”. Por otro lado, el plano jurídico no es sin más del registro de la superestructura sino que puede operar, inserto en la base, en tanto marco o contexto(12) de la producción/producción.

No obstante, la producción que es la trama que contiene a los cuatro instantes del movimiento de la mayoría de las colectividades que respiraron hasta hoy, condiciona cada uno de tales momentos y los vínculos que conservan entre sí (loc. cit.: 20, 28). La metáfora convocada es la del espectro electromagnético: la produccióntotalidad es un haz en el que se bañan los diversos colores (op. cit.: 28). La mecánica de los fluidos es completada con la de las ondas y, puesto que los fotones se propagan en la atmósfera, con la de la mecánica de los gases. Con lo que, en el lenguaje de Serres, tenemos caudales y turbulencias en el campo electromagnético, en el aire y en los líquidos (el epicureismo y lucrecianismo de Marx nos salen al cruce).

Ahora bien, de lo precedente es argüible que la “basis” es un “parergon”, un “campo” lábil/endurecido que influye en la disposición de sus miembros. Por analogía, la sobreestructura también lo es.

Si la economía–economicista, conectada con una ley que empuja a administrar la luz diurna (puesto que según el economista Steuart, el tiempo es precioso –1972 a: 319, 434) y el transcurso de lo que es simbolizado culturalmente como “tiempo” (estabilizado luego de una lucha con otros parámetros sociales), y si las labores con valencias artísticas y semióticas empobrecidas son factores/causas; si la dialéctica entre modo de producción–relaciones intersubjetivas/potencias creadoras y si los regímenes de propiedad son elementos impactantes en lo humano, todo ello se debe a la estructura de la “subestructura” o base.

Si determinados “niveles” de la hiperestructura intervienen en la “basis”; si la socialización de los agentes se lleva a cabo por medio de instituciones, lenguajes y semióticas que no controlan y se les enfrentan como terceros poderes; si algunas instancias (f. e., el Estado) se independizan de lo comunitario; si los hombres se tienen que “resignar” a ser condicionados por prejuicios, tradiciones, costumbres; si todo esto ocurre es por la estructura de la súperestructura. En paralelo, las “distancias” entre los miembros de los dos grandes cosmos nombrados se deben por igual, a la “naturaleza” de su dialéctica: siendo “lineal”–no lineal, compleja en su causalismo (gracias a la incidencia de elementos que reproducen esa clase de retroacción), dicho feedback no puede menos que centuplicar la preeminencia de lo materialmente tosco (sea éste concretomaterial o concreto/espiritual).

Después de lo anterior, arribamos al célebre “tratado”(13) de Marx sobre la elaboración de categorías (1971 b: 22). Como es sabido, postula que las conciencias teóricas (de las que la filosofía y la ciencia v. g., son “subespecies” –ibíd.) se posesionan del mundo a través de signos. Cada tipo de práctica ejecuta lo que le corresponde: el arte se apropia del mundo de manera estética (loc. cit.: 22, 31), la religión(14), de forma religiosa, etc. Id est, cada clase de acción simboliza los multiversos y lo Real (ir a López, 2010 d) con sus instrumentos.

Tal cual lo hemos razonado en ocasiones similares, lo proferido es extensible a la base, a la superestructura y a su dialéctica. Los tres elementos serán modos de apropiarse el universo, de moldearlo y de constituirlo: los dos primeros, porque son un conjunto de prácticas (op. cit.: 31); el “nexo” entre ellos, en virtud de que es la estructura del proceso por el que la totalidad de las acciones adscritas a cada estrato, aprehende lo “externo” (en otras palabras, a raíz de que la apropiación del mundo por la globalidad que son basesuperestructura se patenta por una dialéctica singular).

Cuando detalla la visión de Alfred Darimon, el político rebelde se halla atento a la elaboración de los cuadros estadísticos que confeccionaban a los que deconstruye (1971 c: 37/38). Sopesa que algunos investigadores pueden apelar a la presentación de cuadros con el propósito de esconder obviedades (op. cit.: 38; ciertamente, ése es el caso de innumerables historiadores). Manifiesta estar enterado de las variables empleadas en demografía (loc. cit.: 38).

Empero, lo valioso de los análisis concretos (en particular, de aquellos que exigen la elaboración de cuadros) es que muestran que no siempre se pueden establecer leyes uniformes, ni esclarecerse las acciones recíprocas, ni ofrecer vínculos causales satisfactorios (op. cit.: 40–41). Por ende, si los “eslabones” intermedios entre “basis” e hiperestructura no pueden ser mencionados, ello ocurre no porque la teoría que debiera imaginarlos es deficiente, sino en virtud de que la realidad es tan “manierista” que ni siquiera las herramientas de la estadística son capaces de otorgarnos indicios débiles (1983 c: 548). Sin embargo, queda el recurso de apelar a hipótesis de elevado grado de abstracción (como la de la nota 7 en pp. 292/293), a los fines de aventurar sentencias acerca del probable curso de la dialéctica entre tales caosmos(15).

Lo sostenido parece estar en contradicción abierta con el aserto sobre que late cierto causacionismo complejamente aplanado, y con el hecho de que las dialécticas sociales que respiraron en la Historia fueron interacciones agresivas. Sin embargo, por más que el materialismo intrincadamente rudo de las comunas con necesidades toscas, habilidades limitadas, fuerzas genéticas contenidas y tiempo libre usufructuado por los no trabajadores (acerca de este lexema, ver 1972 a: 114, 229, 313, 333), permita el impacto de la economía, lo n dimensional de lo humano ocasiona que haya un “resto” que no se someta a la “eterna” reproducción de lo Mismo. Si así no fuese, no habría esperanzas emancipatorias.

Prosiguiendo en su polémica(16) con Darimon, establece (tal como lo expresamos en el punto II.1. de López, 2010 a) que la convertibilidad del dinero opera como una ley económica que puede o no tener su realidad política (1971 c: 55). Jugando con las posibilidades lógicas, es creíble que no todo lo que ocurra en lo hiperestructurado provenga de una “causa” en la base. Por ende, procesos de la superestructura pueden tener sus motivaciones en otras “regiones” de ella.

En consecuencia, es también factible pensar que uno de los factores que oscurecieron con capas de ortodoxia y linealidad la interacción en escena, fue que se aprehendió la influencia mutua a modo de un vínculo elemento a elemento(17) entre componentes de ambos hojaldres.

Más adelante, encontramos una cita en la que piensa en redor de cómo los economistas creen que por la libre concurrencia, cada uno persigue su interés privado (op. cit.: 83). El político excluido de las instituciones observa que así cada cual es un obstáculo para el otro (ibíd.). De frase al parecer nimia, inferimos que para el caso particular de las comunas escindidas en grupos antagónicos (en las que constatamos con singularidad lo que enunciaremos), las influencias de la “basis” impactan en la superestructura y viceversa porque en la base hay illusio en torno a las innumerables(18) formas de explotación, dominación y poder, y en virtud de que en la sobre–estructura también observamos la acción de intereses de naturaleza análoga.

Las alucinaciones en juego se hallan socialmente determinadas (Bourdieu), y ligadas a la reproducción de las condiciones universales de vida que fijan los colectivos y a los medios(19) generales que ofrecen para su realización (loc. cit.: 84).

Los “eslabones” que conducen las repercusiones de un ámbito a otro son aquí, los intereses e illusio por las cuales los individuos están incapacitados para recusar sus valoraciones, percepciones, ideologías, etc. Of course, la pugna entablada en pos de la concreción de tales intereses y porque se asumen intereses, no es un factor único de explicación. Sin embargo, emplear esa estrategia supone llevar a cabo investigaciones plus ou moins, detalladas de cómo se estructuran los intereses y de cómo inciden en las vidas de los hombres(20).

Luego puntualiza que en las comunas mercantiles, en especial, en el capitalismo, los nexos entre los individuos se independizan de tal suerte que afloran como si fuesen vínculos entre cosas (op. cit.: 84/85). Esos objetos, en particular las mercancías, tienen una fuerza social, un poder que acciona sobre la vida de los agentes (loc. cit.: 85). “Infra” y superestructura son los contextos propicios, en las asociaciones mercantiles (sobre todo, en las de clases) para reforzar la autonomía de los “entes”, conservar la subyugación de los individuos a cualquier tipo de arbitrariedades y regular el alcance de la fuerza de los objetospoder.

A raíz de que especula sobre cómo las cosas devienen en “entes” poderosísimos en la vida de los agentes, se aboca a pincelar los “estadios” de desarrollo(21) (ibíd. –cf. López, 2010 a, ítem II.2.). Uno de ellos, es un estadio de emancipación (ibíd.: 85/86); los otros dos, los son de dependencia(22) (op. cit: 85-87).

De lo que concluimos que el lexema “modo de producción” (que es social –1971 d: 227), asido en el plano de abstracción que lo equipara con “tipo de sociedad”, no es el único que emplea Marx para delimitar “fases” históricas. Como ejemplos alternos, valgan las oposiciones (que no son hegelianas) “reino de la Libertad vs. universo de la Necesidad”, “etapa parasitaria de la biosfera vs. autonomía respecto de la Naturaleza”, entre otras. En el seno de la teoría crítica, pulsan categorías de mayor generalidad que el de “modo de producción” (que es un “estilo” de desarrollo de la producción social –1971 d: 409): mientras éste abarca el tiempo de larga duración (varios siglos), las oposiciones citadas aluden a millones de años.

Otras de las nociones que son de mayor alcance que la endiosada por las ortodoxias y por sus detractores, es la de los “taxones” 1 (tribus nómadas, forma asiática), 2 (tribus guerreras, modo antiguo) y 3 (germanismo), y la de los “tipos” I, II y III (ver López, 2010 a, III.4.2.). Un modo de producción como el esclavista, f. i., no modifica en profundidad las condiciones de los colectivismos desarrollados (1971 e: 454). Por ende, no se percibe una diferencia epocal entre la esclavitud y e. g., el colectivismo despótico oriental, sea hidráulico o no (taxón 1 –op. cit.: 434/435). Sin embargo, sí se detectan quiebres si el analista ubica el phylum al que pertenece el régimen de las labores esclavas (taxón 2 –loc. cit.: 452).

Las divergencias son más notorias si tenemos en perspectiva los tipos de tarea I, II y III: las faenas campesinas (tipo I) y/o artesanales (tipo II) pueden originar la esclavitud (op. cit.: 462), a pesar que ella integra el tipo III (loc. cit.: 461).

Por lo demás, los estadios arriba nombrados (aun los de subordinación relativa) implican grados en el despliegue de la productividad humana (op. cit.: 227). De lo que argüimos:

a) que “productividad” no es un concepto que se asocia a economía y trabajo;

b) que, por el contrario, el “índice” de productividad es un “índice” de creatividad que incluye innumerables aspectos subjetivos;

c) que la productividad anclada en la tarea es apenas un pálido “reflejo” de creatividades más profundas y de valencias múltiples;

d) a su vez, si la productividad liada con las labores es un miembro de la estructura, tanto más la creatividad multilateral. En el fondo, esa productividad sería junto a los hombres en sí, la “archi”base de cualquier extenderse.

e) Si los estadios de sometimiento citados son grandes fases, la dependencia que impera en ellos se predica de cada uno de sus elementos. En virtud de que uno de los estratos son los modos de producción, de éstos puede enunciarse que son “estadios de subordinación”. Y como son simultáneamente, bloques de basesuperestructura éstos son “estadios ser-viles de vida” (1972 a: 282);

f) “basis” e hiperestructura son pues, condiciones que limitan la productividad humana en general y la creatividad del trabajo en particular.

g) No obstante, si habrá que contemplar la posibilidad de un tercer estadio que no sea la “misma vieja cosa” a los fines de no resignarnos a que sólo se vaya de una forma de dominación a otra, entonces ese tiempo será una etapa en la que la productividad humana, la creatividad de la que son capaces los individuos no encontrarán cercamientos bajo las figuras de la base y de la sobreestructura. Id est, no habrá “basis” y superestructura.

Lo antedicho parece ser contrario a lo que Marx aboceta para el socialismo avanzado (esto es, posterior a la fase de transición de la “dictadura” radicalmente democrática de los obreros):

“... la repartición planificada del tiempo de trabajo entre las distintas ramas de la producción (resulta ser) ... la primera ley económica sobre la base de la producción colectiva. Incluso vale como ley en mucho más alto grado” (op. cit.: 101; lo cincelado nos pertenece). En efecto, por lo que asoma en el socialismo en despliegue decidido hacia el comunismo y que, por ende, aleja de sí la posibilidad de recaer en una sociedad dividida en clases (por ejemplo, el orden burgués, o cualquier otro que haya existido o que no haya sido bajo el cielo), aquél tiene una “basis” que es la producción comunitaria (1972 a: 396). Hay incluso economía; se trata de una economía colectiva. Encontramos también al menos, una ley.

Recordemos que para el caso del socialismo, no hemos negado la emergencia de una cierta “economía” sino que hemos postulado que fuese no económica y no economicista, al ser una contraeconomía o anti/economía respecto a la enrollada en la norma valor. Esa “economía” blanda sería una orientada por las necesidades, por los placeres, por el estímulo continuo de las fuerzas subjetivas como principal tipo de riqueza, por la productividad so far que creatividad polifónica, etc.

Con ese tono, hemos sentenciado que la insurgencia socialista tendría que ser el principio del fin de la economía economicista, de la economía “estirada” por la antítesis entre tiempo de trabajo y tiempo libre (1976: 232) y por derivación, de toda clase de economía, incluso de esa “economía” socialista que no llegaría a ser imperium (de lo) económico. La revolución laica y no trascendental por el socialismo debiera ser el ocaso de las estructuras de parentesco de larguísima duración, de la propiedad privada, del dinero, de los precios, de las mercancías, del Estado y de la constitución de procesos con el formato de axiomas implacables contra los individuos. La “ley” que menciona Marx es una norma que los agentes tienen que poseer como “horizonte” para regular su vida; no es fruto de condiciones incontroladas ni incontrolables. La razón asociada de los hombres ejerce un control colectivo (1983 c: 275) de tales perfiles, que no palpitan leyes en el sentido en que lo hubo en las conjunciones pre comunistas.

Por último(23), no dice textualmente que la producción asociada, democrática, libre de dominio, sin clases, etc. sea una base sino que esa producción es un “punto de apoyo” para la norma que discutimos.

Empero, si así no fuese estaríamos dentro del “caso límite” por el cual el exiliado en Londres recurre al lexema “basis” sin su correlato, cuando elucubra lo que habría que aguardar que aconteciera en el socialismo (ver Capítulo III).

Con el afloramiento del dinero(24), en tanto éste es signo, se vislumbra que los hombres han sido dominados por abstracciones (1971 c: 92; 1971 d: 186). Ese fenómeno principia con la relativa autonomía que poseen las relaciones sociales “gestoras” de tesoro. A su vez, en el hecho de que tales vínculos pueden expresarse semióticamente en ideas. Aquellas abstracciones o estos conceptos, son ambos síntomas de que lo material oprime a los agentes.

A partir de ese dominio de lo abstracto (sea a través de entes suprasensibles, como el dinero, o a partir de las significaciones semiósicas), los productores, conservadores y reproductores de semióticas al estilo de los filósofos, entendieron que siempre fueron importantes las abstracciones en las encrucijadas humanas, sin tener en cuenta el proceso de vida material.

Esa concepción invertida se refuerza por dos mecanismos adicionales. Por un lado, los miembros de los subalternos internalizan el orden vigente (sus desigualdades, jerarquías, diferencias, etc.), creyendo que son sometidos por ideas que, por añadidura, se presentan invariantes, eternas. Por el otro, los grupos dirigentes, en particular, las clases explotadoras, se preocupan en consolidar, nutrir, inculcar, etc. estas nociones de sentido común.

Expuesto con tales claroscuros el pensamiento del amado por “Lenchen”, resulta que los efectos de la base en la superestructura y de ésta en la primera se propagan a causa de que lo material aplasta la praxis y la inteligencia de los individuos. In fact y tal como lo establece para el capitalismo, las sociedades que recibieron las marcas del tiempo hasta hoy fueron épocas de desarrollo restringido de las condiciones de vida (1983 c: 277; 1971 e: 479).

En la diseminación de las influencias (acorde a una lectura bourdieuana del aserto analizado), juegan un rol clave los múltiples procesos que llevan a confluir a las estructuras estructurantes y subjetivas(25), con las estructuras estructuradas y objetivas, en particular, las de las clases dominadas (en general, las de los dirigidos). F. e., uno de los factores que intervienen en la coincidencia forzada entre las estructuras en liza es la división del trabajo, puesto que consiste en la reproducción social de los hombres (1976: 173). Recreación que tiene que “acomodar” las valoraciones, impresiones, sentires, deseos, pulsiones, intereses, disposiciones, socializaciones, illusio, etc., con los requisitos de los esquemas que apuntalan la objetividad del mundo.

Por añadidura, son esenciales los intrincados mecanismos de expansión de temas, debates, problemas, gustos, objetos de estudio, publicaciones, ideologías, filosofías, estéticas, políticas, maneras de consumo, etc. que formarán parte de la cultura “erudita”, del sentido común, de los infinitos procesos de conservación de las desigualdades y de la doxa científica (Bourdieu). “Adoctrinamiento” que va contra los valores de las clases dominadas en especial y por extensión, de los aglomerados dirigidos. Entre otros efectos, los procesos en juego ocasionan que los obreros alucinen que “... su única posibilidad de salvación (es) el enriquecimiento de su (empleador)” (1983 a: 593).

Of course, eso no quiere decir que todas las creaciones semióticas enumeradas sean directamente “representantes” de las clases expoliadoras o que reproduzcan sus valores. En primer término, éstas no son los únicos conjuntos que integran los grupos hegemónicos; tales producciones también se vinculan con el resto de sus componentes.

En segunda instancia, los lazos entre los sistemas simbólicos y los dirigentes no son lineales. Sin embargo, eso no implica asumir las tesis de Daniel Bell, apoyadas por Lipovetsky (ir a 1995: 83/85), por las que se establece que en la sociedad postindustrial la rebeldía contra lo instaurado que atravesaba el arte moderno, demuestra que las creaciones semióticas no responden a las clases dominantes sino que pueden ir contra ellas: el hedonismo, el modo de vida hippie, etc. no son ideologías propias del capital(26).

La síntesis dialéctica de lo enunciado se halla en que en los dos imborrables tipos de acontecimientos (i. e., en los devenires por los cuales lo subjetivo se “amolda” a lo objetivo; en las estrategias de imposición simbólica del dominio), los obreros improductivos (privilegiados o no) encargados de eufemizar a través de significaciones los conflictos, las luchas, las desigualdades, las jerarquías, los autoritarismos, las violencias, las exclusiones, etc., asumen el papel de dominadosAmo al servicio del statu quo (Bourdieu): en la “educación” de los miembros de los subalternos, con el propósito de que “acepten”(27) no gobernarse por sí mismos, entre otras cuestiones, difunden las visionesmundo de los grupos dirigentes, de las clases apropiadoras y/o de las eventuales élites.

En otro registro de sombras y luces, la intuición respecto a que en Marx pulsa un modelo de las olas para asir los procesos humanos, recibe justificación cuando, elucubrando acerca de lo que determina la cantidad de dinero en circulación, su velocidad, etc., dice que esa cifra está sometida a flujos y reflujos (1971 c: 129). Agrega que las transformaciones que acaecen, ocurren a través de largos períodos y son paralizadas continuamente por una cantidad de circunstancias aleatorias (ibíd.). Por lo tanto, lo azaroso empuja a estudiar el retroimpacto de la dialéctica entre base y sobreestructura en el seno de centurias o decenas de siglos. Los “eslabones” que conducen los efectos de un ambiente a otro y viceversa, son necesarios en los análisis que dilucidan la interacción en escalas menores de tiempo.

Tal cual lo señalamos en el ítem II.3. de López, 2010 a, el refugiado en Londres indica el grado en que los individuos se objetivan en las cosas con las que se vinculan (como el dinero), y la escala en que los “entes” creados afloran como manifestaciones de lo subjetivo (op. cit.: 156; 1972 a: 395). Por esto es que es dable afirmar que hay una objetivación en lo objetivo de lo “interno”, y que existe una subjetivación en el reino de lo subjetivo, de lo concreto (v. g., a través de su significación). La apreciación puede extenderse a comunas con desiguales modos de gestar tesoro: la riqueza en ovejas nos da el despliegue de los agentes como propietarios de rebaños; los bienes en cereales, su desarrollo en calidad de agricultores (1971 a: 156). However, el despliegue citado en las comunas escindidas en clases hacen que sea también la disolución de la individualidad (loc. cit.: 158). F. i., aquellos que no tienen dinero o que lo poseen de manera reducida, como los conjuntos no acomodados y en particular, los obreros sometidos por el capital, se ven constreñidos a “no ser” en igual proporción que su carencia de monedas (ibíd.). Pero en las clases apropiadoras, que estimulan en el resto de los miembros de los grupos “distinguidos” el consumo, el dinero es fuente de realización porque crean y gozan de valores de uso inéditos orientados a las más disímiles necesidades humanas (op. cit.: 159). Son ricos en inventiva, en la génesis de nuevos objetos de placer.

“Basis” e hiperestructura son pues, “marcos” en los que ocurre el movimiento de objetivar, en lo “externo”, lo subjetivo, y en “introyectar”, en lo “interno” mismo, lo concreto. Al tiempo que se despliegan las capacidades se las entorpece. E. g., la aspereza de los nexos entre los individuos son abrasivos con ellos, pero no impiden la intromisión de la biosfera en lo humano (terremotos, pestes, hambrunas, etc.); al contrario, la facilitan. De lo que se trata, a los fines de incrementar los grados de libertad disponibles para los agentes, es que la sociedad se organice de manera que limite la acción fortuita, destructiva, avasallante de los ecosistemas (1971 d: 185 –que por consiguiente, no maniate a los hombres con la base y superestructura).

En otro eje de reflexiones, es razonado que las ideas de “libertad” e “igualdad”, junto con sus expresiones jurídicas, políticas y sociales, no son más que la “infraestructura” de la comuna burguesa elevadas a una potencia segunda (op. cit.: 186; 1976: 179). Son incluso, mitos (Marx y Engels, 1975: 285).

El sintagma es uno de los puntos claves que nos apoyan para articular que la sobreestructura no es más que una “hiper”base. Por consiguiente, es una materialidad acaso más “fina”, epicúrea, “delgada”. Pero si lo institucional y semiótico son materiales, entonces la retroinfluencia entre los dos grandes ambientes, va de un tipo de materialidad (la “infraestructura”) a otro (la superestructura) y viceversa. Tal como lo anunciamos, el plexo de lo simbólico y el entramado de instituciones es una duplicación de la basis. No sería entonces, una “emanación” ni un reflejo (contra Politzer, 1997: 158).

Inmediatamente después de lo anterior, el amigo de Wolff puntúa aspectos de la supraestructura que sobreviven en otros modos de producción (por ejemplo, el Derecho Romano), tal cual lo establecimos, y que por tender hacia un futuro demasiado lejano para la sociedad de la que son miembros, guardan cierta inadecuación con respecto a las condiciones materiales que imperan (1971 d: 184).

Por deducción es creíble estipular que la crítica(28) (en tanto cúmulo de estudios genealógicos, arqueológicos, de autosocioanálisis, de deconstrucciones, etc.) es una operatoria “futurista” en relación con el capitalismo, puesto que estaría menos desajustada en un socialismo libertario. La crítica se parecería entonces a esos rebeldes que, como dijera el Andrés Rivera de La revolución es un sueño eterno, salen al despiadado escenario del tiempo antes o después de la hora precisa (1987: 133).

En consecuencia, las formas concretas que habitan en la “basis” y las estructuras sociales que palpitan en la súper/base no “encajan” unas en las otras como si la Historia fuese el sastre que las lleva a coincidir.

Otro jalón esencial en el que podemos detenernos, es aquel pasaje donde el “sociólogo” germano concibe a las sociedades-sistemas como “infraestructura” en su totalidad (1971 d: 191; 1972 a: 15, nota en p. 242). Reitera la hipótesis cuando asume que los comunalismos arcaicos (a los que pincela de “comunismos naturales” –1972 a: 465) y los colectivismos, actúan en calidad de grandes fuerzas productivas (1971 e: 456). El bloque histórico de base/superestructura es en sí una “basis” y una potencia genética, al menos para desgranar ciertos fenómenos como el del nacimiento de la mercancía (1971 d: 191) o el estatuto de la propiedad de la tierra (1971 e: 456).

Por añadidura, si adoptamos lo que se afirma sobre el capitalismo en calidad de una sentencia que puede extenderse a otras colectividades, la sociedad es concebible como poseedora de un “núcleo” que la caracteriza. Marx dice lo propio acerca del régimen burgués: trabajo asalariado-capital/renta del suelo son su estructura central (1971 d: 217). Pero si partimos de que la tarea asalariada es un tipo de labor, que el capital es una forma que adoptan los medios de producción y que la renta de la tierra(29) se vincula con el estatuto de propiedad vigente, concluimos que la clase de trabajo que haya, el carácter que asuman los medios para la génesis de tesoro y el tipo de propiedad del suelo en curso, son la “sustancia” de una asociación. Sin embargo, esos elementos no se conectan sólo con la economía, sino que remiten a la dialéctica complejamente “simplificada” entre modo de producción/fuerzas genéticas–enlaces intersubjetivos. En suma, el “núcleo” que nos permite “sintetizar” en pocas palabras lo que condiciona la dinámica de los cambios históricos en una comuna es social.

Sin embargo, lo económico encuentra la forma de “simplificar” en su universo la vida de varones y mujeres: los casi infinitos tipos de propiedad de hectáreas preburgueses demuestran que la existencia de los agentes descansó en la economía (1971 e: 449). Y es que los hombres y sus sociedades tienen una existencia económica (op. cit.: 442, 444), i. e. un “giro” objetivo de existencia (loc. cit.: 445).

De esto último argüimos que si la economía, que integra la “subestructura”, es un modo de objetividad cabría pensar lo mismo para la estructura en su conjunto. Por analogía, hiperestructura sería una “impronta” de objetividad. En suma, el bloque histórico de base y superestructura son formas de existencia colectiva de los agentes o modos subjetivos-objetivos de vida (op. cit.: 453; 1972 a: 395). En efecto, el plexo “infraestructura”/sobreestructura nos da determinado “individuo” (un “ritmo” para ser griego, romano, etc. –1971 e: 456).

Comentando los numerosos colectivismos (el germánico “sencillo” y el desarrollado, etc.), el esposo de Jenny postula que el todo económico en el tribalismo guerrero se observa en las casas individuales (loc. cit.: 443). Por lo que inferimos que ya en la “fase” de los colectivismos, se puede afirmar que la economía es una totalidad. Si empleásemos una imagen clínica (sin comprometernos con las relaciones de poder/saber que circulan entre médicos, institución médica y pacientes), la economía resultaría caracterizada como un “tumor” que, aislado y difusamente diferenciado en las entrañas de lo colectivo, logra incidir en lo social.

Aprovechando que en el parágrafo anterior aflora un lexema que envía a “sociedad”, acaba oportuno señalar que el padre de Eleanor imagina a la comuna bajo el aspecto de un individuo colectivo (1972 a: 15, 16, 228, 282). Incluso, la demarca como una asociación de agentes (op. cit.: 18, nota en p. 242, 282). Sin embargo, no significa que sea una sumatoria de hombres; los agentes son idealmente hombres fuera o al margen del colectivo (1971 d: 205). Los individuos resultan entramados por roles y lugares desiguales; hence que un conglomerado de seres sea el conjunto de relaciones, funciones, condiciones en general, etc. por las cuales los agentes se encuentran específicamente situados (op. cit.: 204/205). Base y superestructura son universos por los que se erigen determinados vínculos, funciones, divisiones en el trabajo del dominio y repartos de las tareas, etc., factores múltiples que inciden en la vida y que sesgan a los individuos.

Retoma las apreciaciones vertidas acerca de la naturaleza enigmática, absurda del dinero y profiere que con la moneda, tal como lo transcribimos en otros “topoi” del palimpsesto, se arriba a la incoherencia y locura en tanto condicionamientos de las prácticas sociales (loc. cit.: 209). De este modo, es factible afirmar que todas las comunas en las que la autorreproducción de los agentes se vio estrechada en el minúsculo “recinto” de la subestructura que se conoce con el significante “economía”, las hilvanó lo irracional. “Basis” e hiperestructura asoman entonces, como lo que procura domesticar y racionalizar lo destructivamente ilógico, sin perjuicio de alimentarlo. Por añadidura, lo que aflora determinante es algo abstracto, no lo “material” sin más: aserto llamativo para un Marx que es “mecanicista”.

Hojas adelante, el político rebelde afirma que Holanda fue un ejemplo de cómo se combinó capital comercial, manufactura y ambiente medieval para influir en el curso del siglo XVI(30) (loc. cit.: 219). Si ampliamos la intelección, podemos delinear que un bloque determinado de basesuperestructura es una “gubia” que emplea un conjunto de agentes a los fines de marcar una época, incidiendo en ella, dándole su “espíritu”.

En página 220 el “sociólogo” tantas veces declarado muerto, añade que una sociedad es una globalidad, pero “incompleta”. En la proporción en que la comuna se desarrolla se alcanza poco a poco, la plena totalidad. Ésta consiste en que los componentes del nuevo modo de producción se encuentran subordinados a él.

Sin embargo, sería factible imaginar un ángulo “aberrante” para lo enunciado: existen procesos de “totalización” por los que diversos niveles “internos” de lo humano se “encapsulan” y “aíslan”. A su vez, la sociedad en su conjunto se convierte en un “gran encierro” de las alternativas y potencialidades. Una de las cuestiones que habría que eludir en una agrupación emancipatoria es que surjan totalidades retraídas. Lo que nos habilita para conceptuar que subestructura e hiperestructura son totalidades entrejuntadas, que estimulan procesos opresivos de encapsulamiento.

Tal como lo explicitamos en otros espacios de la investigación in progress, reducida cada vez la labor que el obrero colectivo tiene que destinar a los sectores I y II, la sociedad encuentra tiempo para estudiar los modos de conseguir que la autorreproducción sea más plena. Puede entonces lograr que la ciencia sea un eslabón que le permita a la comunidad, vincularse con su proceso de autocreación de una manera consciente (op. cit.: 266). Pero si lo científico integra la sobreestructura, acaso sería creíble postular que la hiper/estructura es una estrategia de codificación institucional(31) y semiótica del mundo para la autoestabilización del orden.

Ahora bien, en el capitalismo el statu quo es un conjunto de boundaries que, en la proporción en que son acrecentados y apuntalados, resultan superados (loc. cit.: 273, 276–277, 360, 362/363, 368–369, 375/377). Por su parte, las crisis como enormes movimientos de desvalorización, depreciación y aniquilamiento del capital nos enseñan que su extenderse es el incremento de posibilidades, pero que sus turbulencias son la destrucción de tales alternativas (op. cit.: 407–408).

Aunque eso ocurra por dinámicas alternas a la que inspiran al capital (sed de ganancia, ostentación de la ine(i)quidad, ambición de formar un mercado planetario sin barreras, integración de la ciencia y de la técnica a la producción, de tal suerte que es una “dataproducción”, atropello de los Derechos Humanos más elementales, estabilización de la tasa de lucro, deterioro de la biosfera, consumismo irracional, rol creciente de los massmedia, semiotización de las mercancías –publicidad, modas, etc.-, entre otros aspectos), las comunas pre/burguesas procedieron elevando sus fronteras como enormes dificultades “para” entonces sortearlas (1971 e: 446/447), extraviando posibilidades de desarrollo. Base y superestructura son estructuraciones de inconmesurables “cercados” que son derribados y extendidos. Incluso, cabe imaginar que los dos ambientes sean en sí barricadas que, en una sociedad que no se rigiera con semejante lógica de esposarse para emanciparse, dejarían de latir.

Más adelante, define lo que es súper tesoro: es el tiempo liberado de la necesidad de agostar la diversidad de la vida en temporalidad para las faenas (1972 a: 147, 229, 231–232, 236), la multiplicidad de anhelos (1972 a: 16, 229, 232, 236) y la variedad de estrategias para colmarlos (1971 d: 349, 361; 1971 e: 447/448; 1972 a: 236). Cuanto más abultado es el tiempo emancipado del que dispone una sociedad (1972 a: nota de pp. 120–121, 147, 229, 231/232, 313) y cuanto mayor es la parte de la población que juega el rol de fuerza de tarea; cuanto más policromos sean los deseos y las vías para satisfacerlos, mayor es la riqueza.

En ese sentido, las formas sociales que arribaron hasta hoy avanzaron poco a poco en la creación de tiempo libre (op. cit.: nota de pp. 120–121) y en la ampliación cualitativa de las necesidades: v. g., desde el trueque simple con moneda natural hasta el capitalismo, las potencias genéticas, el grado en que la labor poseyó carácter colectivo, la complejidad del reparto en las tareas, etc., incrementaron temporalidad emancipada y las exigencias de los individuos en calidad de tesoro.

Por añadidura, el tiempo libre es la oportunidad de diversificar las clases de prácticas, y los modos en que los agentes se apropian y significan el cosmos (1971 d: nota de p. 352). Empero, “infraestructura” y sobreestructura fueron puntos de partida que dificultaron el avance en la génesis de cronos, para la autocalificación perpetua de las habilidades y entorpecieron el “progreso” en las expectativas. Sin embargo, dentro del empobrecimiento que implicó el desgarro de lo comunitario en dos universos, éstos multiplicaron su enmarañamiento en la escala en que el obrero general pudo dedicarse a actividades enlazadas con las capacidades del espíritu humano. No obstante, la variedad en las formas de acción se “basificaron” y los “estilos” para semiotizar se hiperestructuraron, anquilosándose y tornando penosa la subversión de la praxis y de las intelecciones.

Un ítem que nos empuja a comentario es aquél donde el ignorado por las academias y editores de periódicos a favor del establishment, aboceta que la génesis de plusvalía en un punto demanda la creación de plusdinero en otro (op. cit.: 359). La apreciación nos lleva a sospechar que el proceso de producción es un “medio” en el que sus “gránulos” internos se “comunican” entre sí. Dicha “comunicación” potencia la integración compacta de esos puntos (loc. cit.: 360).

Por razonamiento, es imaginable que la “basis” posea idéntica “naturaleza”. En síntesis, base, superestructura y la dialéctica entrambas son “medios” en los que los “nodos” que los componen se encuentran en interacción porque los otros existen de manera simultánea. La interpretación geométrica/relativista de la gravedad y el microcosmos de las partículas subatómicas(32), se acercan a la idea que suponemos implícita en el argumento de Marx.

Líneas abajo, el “sociólogo” lucreciano elucubra que el capital, a través de sus “caudales” y “turbulencias”, acaba por suscitar la sociedad que le corresponde (1971 d: 362; 1972 a: 221), i. e. genera un “efecto de sociedad” (1972 a: 237, nota en p. 242), como dirían los althusserianos (cf. Badiou 1974 b: 21; Althusser 1998 e: 73). Pero cada movimiento de reproducción de las formas de gestar tesoro, distribuirlo, etc. incubó “efectos de sociedad” típicos. En consecuencia y por inducción, la “basis” hizo lo propio junto a la sobreestructura(33).

Cuando tematiza la acumulación primitiva, el “político” errante propala que son los supuestos históricos (1971 e: 420) o las condiciones de formación-realización del valor dios (op. cit.: 421). Si tenemos en mente que tales supuestos fueron estados determinados de base/superestructura, ese bloque resulta delineado, como lo hemos señalado en disímiles “topoi” de la Tesis, a manera de un conjunto de premisas temporalizadas de existencia. Los colectivos humanos son las formas históricas de los modos sociales orientados a la génesis de tesoro (loc. cit.: 422).

Páginas después agregará, a partir de una aguda sentencia de Proudhon, que los procesos históricos de constitución del capital (op. cit.: 449), f. i., son génesis extraeconómicas de fenómenos que, en su permanente y obsesiva reproducción, se harán económicos (loc. cit.: 448). Hinc la formación de una nueva sociedad-totalidad o modo de producción no se debe a causas puramente económicas, ya que hasta la economía misma, incluso en el capitalismo, posee “orígenes” extraeconómicos. Este es el marco a partir del cual se tiene que leer una oración que, de otra suerte, se prestaría a reforzar el mecanicismo, economicismo, linealidad, causacionismo, etc. propios de las ortodoxias y de los que canonizaron de manera interesada, semejante interpretación de las sutilezas del opositor al régimen contemporáneo:

“... que la historia preburguesa y cada una de sus fases, tenga también su economía y un fundamento económico de su movimiento, es ... la mera tautología de que la vida del hombre ... descansó ... sobre la producción social ...” (op. cit.: 449; lo cincelado es del corpus). De nuevo, hay que interrogarse por qué, si el nacimiento de una comunidad es extraeconómico, la economía condicionó su devenir; por qué, si la producción es social, las distintas clases de economía jugaron un rol tan destacado.

En lo que se refiere a los cambios, éstos indican que las sociedades son estrategias de autoestabilización y, en simultáneo, de desequilibrio; son relaciones que las perpetúan y que las disuelven o erosionan (1971 e: 422, 454/456, 458). La reproducción es reproducción–disolución en espiral, en una combinatoria incierta de alteraciones graduales mínimas o máximas, que se acumulan y suscitan catástrofes(34) (ciclos negativos de expansión, puntos cruciales en la continuidad del sistema, revoluciones, etc.).

En dicha reproducción/disolución, mujeres y varones se transfiguran, elaboran nuevas potencias, otras representaciones, inusuales clases de interconexión, otras necesidades y hasta un lenguaje distinto. Se alteran las condiciones subjetivas y objetivas (loc. cit.: 455; 1972 a: 395); varían estructura y sobreestructura.

Antes había mostrado en apenas una oración de renglón y medio, que las condiciones espirituales, las valoraciones colectivas, las actividades económicas con prestigio son las que se desarrollan más que otras y son las que le dan sus rasgos a una época (1971 e: 440). E. g., en la Antigüedad adquiere preponderancia la agricultura en desmedro del comercio y de los oficios urbanos, puesto que el trabajo independiente, el campesino poseedor de un manso eran sinónimo de libertad, la escuela de los soldados; en determinados años de la Edad Media, sucede al revés (ibíd.).

A su vez, en fenómenos como la acumulación primitiva se constata que los gobiernos “... aparecen como condiciones del proceso histórico de disolución y como creadores de las condiciones para la existencia del capital” (loc. cit.: 470). El orden jurídico que santifica la propiedad privada, aflora como una condición general para suscitar tesoro (op. cit.: 478). En síntesis, la superestructura influye decisivamente en la base(35).

Situados en otro terreno, y en medio de las arduas especulaciones respecto a que hay artesanos laborando en las manufacturas (loc. cit.: 429), a que la multiplicación de los obreros improductivos y de los integrantes de los sectores independientes estimuló la constitución primigenia de capital (op. cit.: 430), a que incluso los señores feudales contrataron obreros asalariados para aumentar el excedente inducido en el “parergon” de relaciones intersubjetivas medievales (loc. cit.: 431), se estipula que la aparición y desaparición de criados libres en la Polonia de los siglos XVI/XVIII no alteró sustancialmente el modo para la génesis de tesoro (ibíd.). De lo que derivamos que los integrantes de la “basis” influyen en los cambios en escalas desiguales. Por lo que las distinciones entre base e hiperestructura, son idóneas para calibrar el grado de repercusiones que poseen los elementos de lo colectivo en sus derroteros.

Transitando hacia otro tema, si aceptamos que Marx nunca logró una demostración convincente del fin del capitalismo y que ese ocaso se podría direccionar hacia el socialismo, encontramos al menos un argumento para apoyar la intuición: cuando los esclavos (por ejemplo, con Espartaco) se percataron de que no había nada que pudiera justificar que “deben ser” propiedad de un tercero, las labores esclavas ya no podían ser miembros de la subestructura y la esclavitud no podía continuar por mucho más tiempo (op. cit.: 424). La tarea asalariada llegó “dinamei” a su término porque la teoría crítica, enarbolada(36) por algunos sectores de la clase obrera, contribuye a suscitar la necesaria conciencia insurgente por la que las clases dominadas y los grupos subalternos, se percatan de que son hábiles en “regentear” los procesos esenciales para la continuidad de una comuna.

Ahora bien, ello muestra con insistencia notoria que fenómenos superestructurales como la toma de conciencia de los sectores desfavorecidos respecto a que otras formas de vida son posibles, impactan en la dinámica de la base. Pero esa intervención no guarda el formato de lo real, actual, concreto, “presente”, sino de lo potencial y virtual. [asertos pertenecientes a lo canonizado como ciencia]

Otra cita interesante para los desembragues que llevamos a cabo es aquella en la que, tal cual hemos insistido a lo largo de López, 2010 a, la mercancía asoma desde la etapa en la que aparece el trueque: los valores de uso resultan comparados unos con otros. Sin embargo, aun en tales comunas el objeto útil es parte de la “basis” (loc. cit.: 464, 470/472, 474–475; 1972 a: 306). ¿Qué sucede entonces con la mercancía que aflora aquí y allá, de cuando en cuando? Observemos que un elemento económico, como es el valor de cambio, no tiene garantizado por ese hecho, su pertenencia a la “infraestructura”. [opiniones especulativas]

No obstante, si para los componentes sociales que tienen una complejidad de escasas valencias (como es el caso de entes económico/economicistas al estilo del dinero, etc.), sólo existen dos ambientes a los que pueden ser atribuidos, entonces si la mercancía no es adjudicable a la base, por sorprendente que parezca, debe asignarse a la superestructura. En consecuencia, ésta no es sólo un vasto número de instituciones y de procesos semióticos sino que, en circunstancias atípicas como la descrita, absorbe a factores económicos.

Lo anterior no significa que no haya elementos de lo humano que no puedan existir en un estado “intermedio”, y que no requieran adscribirse ni a la “basis” ni a la sobreestructura. Precisamente, ideamos que palpitan ciertas dialécticas sociales de una complejidad y sutileza tales que, encontrándose “fuera” de esos universos encajonados, son en parte succionadas hacia ellos, sacrificando sus dimensiones.

Prosiguiendo con las matizaciones sobre los objetos de goce, Marx sentencia que los valores tienen base en sí mismos (1971 e: 465, 477). [hojaldre de las aseveraciones autolegitimadas de científicas]

Por ende, esas fracciones son aptas para donarse consistencia y cohesión, esto es, a los fines de suscitar sus propios efectos “superestructurales”.

En otro registro de claroscuros, sería oportuno sostener que quizá la hiperestructura se diferencia, separa, curva de la “infraestructura” porque, en un primer instante, en lo social había componentes (que acaso luego constituirían la “basis”) que se tensionaban y declinaban a sí mismos para otorgarse cohesión y coherencia [apuesta arriesgadamente especulativa]. Esas fracciones o “gránulos” de lo colectivo con una cualidad tan singular principiaron, en un “segundo” momento, a “aglutinarse” en factores-causas.

Por último, la función central de investir semióticamente de coherencia y cohesión los “estados de cosas” y los “estados subjetivos” (Greimas y Fontanille 1994: 14), se escindió en una esfera enmarañada, autónoma (gráfico 11):

Cabe indicar que ese movimiento es tal vez del orden de la lógica, antes que de la sucesión temporal; sólo investigaciones pausadas de largo aliento, podrían amortiguar, “falsar” o refutar el esquema.

Recapitulando las abigarradas observaciones sobre las líneas múltiples para disolver los taxones 1, 2 y 3, y los “tipos” I, II y III (ver López, 2010 a, III.4.2.), sería factible interpretar, para colmar el extenuante Capítulo IV, que la complejidad de los procesos supone formas de economía y sociedad que no pueden adscribirse a modos de producción definidos (Marx 1971 e: 473/474). Por ende, “basis” y sobreestructura no se corresponden aquí con un modo de producción en cuanto sociedadtotalidad, sino con el categorema “transición” (que se revela entonces de mayor amplitud sémica).


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