BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ELEMENTOS FUNDAMENTALES PARA LA TEORÍA Y ESTRATEGIA DE LA TRANSICIÓN SOCIALISTA LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Antonio Romero Reyes



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Por dónde pasa la solución del conflicto indígena.

Hernando de Soto (HdS), “el economista peruano más reconocido en el mundo”, estuvo haciendo todos los méritos que consideraba necesarios para obtener –él y sus “colaboradores” del ILD— la confianza presidencial y recibir el encargo gubernamental de hallar la “solución” al conflicto indígena con el Estado peruano por tierras, territorios y recursos naturales en la amazonía. Esto se advierte en las dos entrevistas que concedió a los diarios Perú.21 y Correo, del 8 de noviembre y 13 de diciembre del 2009, respectivamente (de Soto 2009a; 2009b).

Si bien señala que “para cada problema deben haber 20 o 30 soluciones” (Perú.21), el foco de su atención está puesto en la implementación de un sistema de propiedad, cuyo perfil aun no lo tiene del todo claro: “Hay que encontrar la forma de, respetando las estructuras tribales, permitir que de manera paralela se creen estructuras legales necesarias para hacer empresa y aprovechar los flujos de dinero que están llegando” (entrevista al diario Correo). Presupone que esta gran incógnita quedaría despejada a partir del forum internacional que está organizando con el ILD para febrero 2010, donde se esperaría recibir sustanciosos aportes de especialistas “de muy alto vuelo”.

Dichas “estructuras legales necesarias para hacer empresa”, en la amazonía, serían la expresión concreta de su idea matriz desarrollada en El misterio del capital (De Soto 2000), el cual hemos comentado extensamente basándonos en la crítica de Marx al fetichismo de la mercancía (Romero 2009c). En el pensamiento de HdS el concepto es uno solo y no está en discusión (la conversión de activos físicos en “capital”) aunque la forma de implementarlo tenga “20 o 30 soluciones”.

Ese es el problema a resolver pero desde el punto de vista de HdS o, si se quiere, desde la óptica de la inversión de capital, o de la transformación del patrimonio natural aun poseído por los indígenas en propiedad capitalista. En suma, es la solución para los detentadores de capital (los capitalistas como clase mundial). HdS lo justifica diciendo que los indígenas ya están occidentalizados en un 70-80%, porque hasta en sus comunidades viven y se visten como occidentales, cazan y depredan sus bosques como occidentales, asumen la cultura occidental y “son más parecidos de lo que se cree respecto al resto de los peruanos” (HdS en Correo).

La solución capitalista o de mercado a la cuestión de la propiedad en la amazonía peruana viene envuelta entonces en una justificación cultural (la occidentalización de los indígenas en sus distintas expresiones), con lo cual se nos indica que los tiempos han cambiado: en los comienzos del capitalismo y su civilización, cuando el capital requería del trabajador “libre” por doquier, los productores independientes (campesinos y artesanos) eran despojados de sus fuerzas productivas así como apropiadas sus tierras y propiedades, con métodos de violencia y sin necesitar ningún argumento ni justificación. Marx lo describió en el capítulo XXIV de El Capital, relativo a la acumulación originaria, como “el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción” (Marx 1975-1988, I/3: 893); proceso que se constituyó en la premisa histórica previa para la instauración de la relación capitalista. Con los territorios conquistados por España y Portugal –el mal llamado y celebrado “descubrimiento de América”— pasaba igual o peor. Todo esto fue validado y sancionado mediante la legislación, comprendiendo a la propiedad; es decir, validando el despojo y regimentando a la nueva fuerza de trabajo así sometida. Sin estos mecanismos (expropiación, propiedad privada, leyes) la “economía de mercado” difícilmente habría adquirido carta de ciudadanía, tanto en Europa como a nivel de mercado mundial.

En los albores del siglo XXI, con su insaciable sed de valorización, el capital busca apropiarse primordialmente de nuevos territorios; y esto vale igualmente para el conjunto de la cuenca amazónica, convertida por los países que la componen en un espacio fragmentado (Gudynas 2007). HdS lo reconoce así: “ha comenzado una carrera por comprar tierras y concesiones en zonas como la Amazonía y eso va a generar problemas al no existir un registro de propiedad ordenado” (diario Correo). De hecho, el proceso histórico de ocupación, extracción y explotación de recursos, así como los modos de producción y de vida, en esta parte del mundo, están ampliamente documentados por investigaciones desde diversas disciplinas sociales (antropología, sociología, historia) y humanistas (etnografía, etnolingüística y otras), mientras que de Soto recién está descubriendo el mundo indígena y pretende saber además “adónde quieren ir”. En uno y otro caso, los destinatarios del conocimiento difieren en el tiempo: las investigaciones y estudios precedentes –hasta los años 80— procuraban aportar elementos para las políticas de desarrollo de los estados en la amazonía, desde distintas escuelas y perspectivas teóricas (estructural-funcionalismo, antropología económica, antropología social e histórica, evolucionismo, culturalismo u otras); el estudio emprendido por HdS y colaboradores del ILD tiene como referente al capital visualizado mediante el “chorro de inversiones” que él da por hecho, y para que los indígenas puedan “aprovecharlo”, piensa que la solución se halla en la creación de “estructuras legales” que no se sabe bien en qué van a consistir. Aunque nos digan por adelantado que los indígenas tendrán algún nivel de participación en esas instancias, podemos descontar como seguro que responderán a la racionalidad capitalista, no al Buen Vivir. La “solución” capitalista buscada por de Soto, a ser revestida seguramente con un discurso democrático, occidental y cristiano, busca separar lo que nunca dejó de ser una unidad (Chirif, García y Smith 1991).

En la amazonía peruana estamos ante el inicio de un ciclo de acumulación que profundiza y amplifica, a la vez, el patrón de desarrollo capitalista que ha venido siguiendo el Perú desde los años 90, sirviendo a los fines de la reproducción ampliada del capital a escala planetaria y a sus fracciones más transnacionalizadas. Este es el contexto en su real dimensión, en el que debe ser colocado el conflicto por los derechos de propiedad en la amazonía, al contrario del economicismo vulgar y hasta revestido de “ciencia” con que de Soto viene pensando y planteando el “problema”, es decir, divorciado de toda consideración histórico-estructural. Tratándose de capital y capitalismo nada ni nadie puede garantizar que los derechos de propiedad de los indígenas y sus comunidades sobre sus territorios ancestrales serán salvaguardados de la voracidad capitalista, ni impedir la aparición de situaciones que a la larga podrían conducir a nuevas modalidades de apropiación y despojo, que si bien pueden diferir de las del pasado –digamos que exentas de violencia— al fin de cuentas llevan a lo mismo (a la enajenación y el despojo). Detrás del conflicto indígena y de la solución tecnocrático-legalista que se pretende, se halla la cuestión de la integración del espacio amazónico, o sus fragmentos nacionales, al espacio mayor de la acumulación a escala global que es el nivel donde opera la imparable maquinaria infernal, responsable del cambio climático y que está acabando con el planeta entero.

Los territorios ancestrales y todo lo que contienen (biodiversidad, recursos genéticos, ecosistemas) siempre ocuparon el centro en la cosmovisión indígena, entendiendo este “centro” como fuente de vida y reproducción. Los indígenas obtienen de la “naturaleza” sus medios de producción y de subsistencia; desde que entraron en contacto con occidentales, o desde que en sus territorios y comunidades penetraron las relaciones mercantiles, parte de sus actividades y los productos que obtienen de estas lo destinan al intercambio. La economía mercantil simple forma parte y está incorporada en el conjunto de sus estrategias de vida (Smith, Tapuy y Wray 1996). De Soto, no sin soberbia, pretende presentar como descubrimiento lo que otros especialistas, mucho antes que él, ya habían constatado en sus trabajos e investigaciones de campo. Para nadie era un secreto, al menos en el mundo de las ciencias sociales tanto del Perú como de Latinoamérica, que los indígenas intercambian productos en el mercado, y que su modo de vida había entrado en simbiosis con las relaciones mercantiles, por dentro o por fuera de sus territorios. Si el 70-80% de esa población intercambia productos en el mercado, sea este mercado la ciudad o el centro poblado más próximo, o mediante la venta a intermediarios o por el simple trueque (productos de la caza y pesca por mercancías urbanas), ¿significa por eso que se encuentran completamente occidentalizados? Para de Soto es suficiente con saber que, por el mero acto de vender y comprar en el mercado local, los indígenas –él lo deduce— están dispuestos a desprenderse de sus “propiedades”, enajenándolas o concediéndolas a terceros para que sean “puestas en valor” pues obviamente carecen de capital dinerario para generar sus propias “empresas”. Asume asimismo que los indígenas quieren ser “empresarios”. Habría mucho que discutir sobre el contenido de la empresarialidad de los indígenas amazónicos.

El “pasadismo” es el expediente más fácil al que recurre el pensamiento de derecha para descalificar de antemano cualquier otra alternativa a la que representa el “chorro de inversiones”, que supuestamente –en la opinión de HdS— es una oportunidad “para que las comunidades puedan aprovecharlas para vencer sus problemas de pobreza y falta de destino para sus hijos”. Lo utiliza, asimismo, para evitar el debate con los “brokers culturales”, ecologistas y conservacionistas, a quienes (tanto el periodista de Correo como HdS) denostan. HdS pretende hablar con autoridad sobre “pasadismo” cuando, en realidad, él es más “pasadista” que ninguno de los indígenas si recordamos uno de sus socorridos argumentos, expuesto en su libro sobre los “misterios”, para justificar la modernización de los sistemas de propiedad: “Los países que salen del comunismo y los del Tercer Mundo están exactamente donde Europa, Japón y Estados Unidos estaban hace un par de siglos.” (de Soto 2000: 207).

Pasadismo en el sentido de Revel significa reproducir en el futuro las mismas formas de vida que provienen del pasado. En cambio, y según la cita que acabamos de hacer, el “pasadismo” de De Soto es retro, pues consiste en llevarnos hacia atrás en el tiempo (un retroceso completo): si en el caso peruano –y de otros países similares— nos encontramos con un retraso de dos siglos por detrás de Europa, USA y Japón, quiere decir entonces que somos premodernos, para no hablar sino en materia de propiedad. El mensaje ideológico es claro: debemos emular lo que occidente hizo aparentemente bien, renunciando de antemano a las soluciones originales, es decir, propias o endógenas (la creación heroica de Mariátegui). Por si fuera poco, tanto el periodista de Correo como HdS no ocultan su fobia a cualquier forma de colectivismo que en su manera de pensar evoca al fracasado “comunismo” en Rusia y Europa del este. Hay aquí una notable y completa distorsión de conceptos así como de experiencias históricas. Lo que se busca, en el fondo, es despejar el camino de formas comunales de existencia para que las relaciones mercantiles, depuradamente capitalistas, terminen de una vez de imponerse en todo el espacio amazónico.

Tal vez la preservación y defensa del “colectivismo” de los pueblos y nacionalidades originarias, practicado milenariamente, sea una solución “extrema” abogada por los ecologistas radicales; pero ante la magnitud y gravedad de la crisis ambiental quizás sea la solución más óptima para la preservación no solo de sus formas de vida en simbiosis con la naturaleza, sino y sobre todo de la misma especie humana. Después de todo el modo de vida indígena, resumido en el BUEN VIVIR/VIVIR BIEN ha contribuido al mantenimiento de ecosistemas, bosques y biodiversidad, mientras que la modernidad capitalista solo ha traído -y continua haciéndolo— destrucción y deshumanización (es decir, degradación de los humanos a ser objetos y a relacionarse como portadores de mercancías). El “moderno” modo de vida occidental tan valorado por de Soto representa «una forma de vida que, para vivir, debe matar constantemente». (Bautista 2009).

A comienzos de los noventa, un examen que hicimos de la problemática territorial con relación a los procesos sociales y políticos en la amazonía ecuatoriana, nos permitió advertir de que estos espacios debían ser enfocados y manejados como territorios en transición, por los intereses en juego y la potencialidad de los conflictos allí presentes (Romero 1992). Sin soberbia ni arrogancia intelectual podemos afirmar que el tiempo ha confirmado plenamente esa apreciación, que se valida aun más con lo que sucede hoy en día en la amazonía peruana. Al hablar de territorios en transición, desde hace 17 años, quisimos dar a entender que la suerte y el futuro de la amazonía, incluyendo por cierto a las comunidades y pueblos indígenas, como ahora en el caso peruano, depende de relaciones de fuerzas sociales y políticas. Los indígenas amazónicos lo comprendieron muy bien sin que necesitaran de “broker cultural” alguno ni de ninguna fuerza exterior. Lo sabían porque –a despecho de lo que creen de Soto y los periodistas condescendientes a los que concede entrevistas— ellos viven cotidianamente la globalización por las consecuencias económicas, sociales y ambientales sobre sus territorios que deja el extractivismo de las transnacionales. Su futuro, el de sus familias e hijos está ligado a la integralidad e inalienabilidad de sus territorios, cuyos derechos fueron puestos en entredicho por el Estado peruano (más concretamente, por el presidente García). El conflicto que condujo al “baguazo” del 5 de junio cerró una etapa y abre potenciales escenarios. Saben que su futuro sigue en suspenso...

Más allá de la cháchara sobre el “pasadismo” y el chorreo de las inversiones –esta última expresión convertida en vulgarismo por los políticos (desde los tiempos de Toledo) y el periodismo cortesano para encandilar, ilusionar y entusiasmar al gran público con el “modelo de crecimiento”— el debate principal con HdS y lo que este representa es de alcance político-programático. Planteamos el desarrollo autónomo y autocentrado de los pueblos y nacionalidades indígenas, cuestión indesligable de la visión y proyecto de país que queremos. La derecha económica peruana ya se pronunció a favor de la perpetuación y eternización del “modelo económico” en el CADE 2009 celebrado en Arequipa.


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