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ELEMENTOS FUNDAMENTALES PARA LA TEORÍA Y ESTRATEGIA DE LA TRANSICIÓN SOCIALISTA LATINOAMERICANA Y MUNDIAL

Antonio Romero Reyes



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La heterogeneidad estructural: soporte de la mundialización capitalista.

Recurriendo a las categorías de El Capital procedemos a representar la heterogeneidad estructural en el siguiente cuadro-matriz, mostrando los diferentes niveles de desarrollo y modalidades de acumulación.

Considerando la teoría dominante del comercio internacional que ve la participación de los países según la exterioridad de las mercancías que se ofrecen en el mercado mundial (materias primas, manufacturas elaboradas o productos muy sofisticados), los niveles I y II corresponden a los países altamente industrializados, tecnológicamente “avanzados” y por ende más “modernos”. En estos niveles entran USA, Europa occidental y Japón, secundados por los “tigres asiáticos”. Los países del grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y en parte China) estarían atravesando por una situación que podríamos caracterizar en tránsito, desde el nivel III al II, inclusive hacia el I en el caso de Rusia.

Los niveles III, IV y V abarcan el “resto del mundo” -los países menos desarrollados o en vías de desarrollo— compitiendo ferozmente entre sí por ampliar sus mercados mediante bloques comerciales y entablando afanosamente tratados de libre comercio con las superpotencias del Norte en condiciones desventajosas y ciertamente leoninas. Esta competencia feroz por los mercados internacionales entre países dependientes, dominados y avasallados, para dizque insertarse “competitivamente” en la ola globalizadora y conquistar así la senda del “crecimiento” (¡nótese cuan poderoso es el ilusionismo que la economía burguesa propaga a través de sus conceptos!), reproduce en los hechos el mismo patrón de comportamiento que tuvieron las potencias del primer imperialismo (desde el último tercio del s. XIX hasta 1914), lo que desencadenó la primera guerra mundial.

Toda esta anarquía nunca fue ajena a la correspondiente recomposición de las relaciones de poder a escala mundial.

En contraste con lo previamente dicho, y desde la crítica de la economía política del capitalismo, los países se articulan en términos de la ley del valor mundializada (Amin 2001). En virtud de esta ley el cuadro permite apreciar que los países se diferencian y relacionan según las modalidades de acumulación; la composición orgánica del capital (constante y variable); la relación de producción bajo la cual el “trabajo vivo” entra en combinación con los medios técnicos o fuerzas productivas (incluyendo a la naturaleza); la productividad del trabajo “en general” (o su grado de explotación) reflejada en la categoría del “salario” y la respectiva distribución de ingresos; así como la situación laboral de los trabajadores con respecto a las necesidades del capital (lo que otras escuelas de pensamiento abordan bajo el tema del “empleo” considerado en si mismo). Todas estas son expresiones o formas que la ley del valor mundializada engloba.

De acuerdo con lo anterior el capitalismo histórico, y más aun con la globalización actual, descansa en una matriz estructural que se caracteriza justamente por su heterogeneidad. Esta misma heterogeneidad –con mayor razón todavía— es aplicable al caso de cualquier estado-nación. Veámoslo en el caso de un país dependiente como el Perú. Este país carece de un sector “de punta” (nivel I), su nivel más avanzado de desarrollo (el nivel II) se halla hegemonizado por empresas monopólicas internacionales, filiales de grandes transnacionales o mega corporaciones, e inversiones de países vecinos (especialmente de capitalistas chilenos) lo cual es observable en sectores productivos como la minería, el petróleo y el gas; grandes cadenas comerciales; servicios (telefonía); banca privada; fondos de pensiones (AFP). La proyectada privatización de puertos, la concesión de aeropuertos y otras infraestructuras de carácter estratégico, entran también en esta consideración. A este nivel pertenece también la alta tecnocracia del estado (hoy en día de orientación neoliberal); es la tecnocracia más internacionalizada e identificada con los grandes capitales; bajo su cargo esta el manejo de las riendas del país y su principal ideólogo es el Dr. Alan García Pérez y no –como muchos creen— el sr. Mario Vargas Llosa, un renegado ilustre. El Dr. García presidente del Perú en el quinquenio 2006-2011 ya ha revelado sus aspiraciones de retorno para el 2016.

En el nivel III (y como parte del II) participan algunos grandes proyectos gubernamentales en alianza o asociación con capitales externos y otros fondos internacionales, p. ej., en materia de irrigación y turismo; en este nivel también se encuentran las exportaciones del país (otras materias primas y productos no-minerales). En el nivel IV podemos considerar a todas las empresas que producen para el mercado interno, tanto en el ámbito urbano como rural, entre las cuales se hallan las Pymes “formales” (pequeñas y medianas empresas) en las ciudades, y las cooperativas u otras formas organizativas de producción de cierta envergadura en el campo, principalmente en la costa y algunas contadas áreas de la sierra. El Estado es el principal agente articulador de este nivel con los superiores, como p. ej., mediante programas de formalización de la propiedad.

En el nivel V encontramos a las microempresas familiares, los autoempleados, pequeños talleres, las comunidades campesinas e indígenas, pequeños productores minifundistas, colectividades organizadas por lazos de solidaridad (comedores populares, clubes de madres, vaso de leche) y otros múltiples emprendimientos de carácter local. Son los «marginales» peruanos del s. XXI, sin que el término ni su concepto sean forzosamente sinónimos de “exclusión”. La articulación de ese conjunto de actores con los niveles superiores se da mediante variadas estrategias de inserción, sea por iniciativa propia (venta ambulatoria, mercados, ferias) o a través de programas especiales del Estado (v. gr. Sierra Exportadora; Fondo Empleo), de las municipalidades (ejecución de “obras”) y los proyectos de las ONGs. La mayoría de la población peruana y la PEA se desenvuelve en este nivel. Si en el Perú existe una economía “nacional” en ciernes, es precisamente esta.

Nuestro cuadro-matriz puede también servir de marco para un interesante ejercicio de reflexión, interpretación y debate respecto a la cuestión de qué significa “profundizar el capitalismo” –o si se quiere, la “economía de mercado”— en un país como el Perú, lo cual viene además sutilmente justificado con la fachada teórica de la «responsabilidad social de la empresa». Este tema ha ido ganando muchos adeptos entre los empresarios de diferentes países latinoamericanos, volviéndose uno de los predilectos de nuestros neoliberales criollos y sus parientes ideológicos más cercanos del liberalismo “social” (o social-liberalismo).

Se sobrentiende entonces que la «heterogeneidad estructural» no es una totalidad estática. Todo lo contrario, pues está jaloneada por tendencias y contradicciones que presionan en distintos sentidos y direcciones, con impactos sobre todo el planeta. Si asumimos como correcta la parábola de Boulding (la Tierra vista como una “nave espacial”) podemos darnos cuenta fácilmente que el nivel de mando del mundo (nuestra nave) se halla en manos de -y está mal conducido por— los “cinco monopolios” identificados por Amin. ¿Ese es el poder que debemos derrotar revolucionariamente para acabar con todo el capitalismo? Si es así, entonces, ¿con qué estrategias? ¿Se trata de abolir definitivamente dicho poder para sustituirlo por otra elite “más humanista” que nos gobierne? El ejemplo histórico más representativo (paradigmático) a pequeña escala sigue siendo la Comuna de París de 1871, relatada con singular maestría por Marx en sus borradores de la Guerra Civil en Francia (Marx 1978).


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