BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ADOLESCENTES DE SECUNDARIA URBANA CON BAJA PERCEPCIÓN DEL RIESGO DE ITS. PERFIL SOCIOPSICOLÓGICO - SEXUAL MOA 2009

Sandris Batista Anache



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Capítulo 1. Marco Teórico.

1.1- Adolescencia desde la Psicología.

La adolescencia ha sido definida tradicionalmente como una edad de tránsito entre la niñez y la adultez. Esta ha sido llamada período de la pubertad, término en castellano que aparece en el siglo XVIII, proveniente de la palabra en latín pubertas y que se refiere a la edad en que aparece el vello viril o púbico, cuya denominación enfatiza lo que distingue a la adolescencia, como etapa del ciclo vital, en lo referido a la presencia de un conjunto de cambios biológicos que preparan al sujeto para la procreación, (Domínguez, 2003).

(González, 2001) plantea que este grupo etáreo denominado adolescencia transcurre aproximadamente, de manera flexible, según las particularidades individuales y contextuales, entre los 10 y 20 años. La primera parte de este período del desarrollo de la personalidad abarca hasta alrededor de los 15 años y recibe el nombre de adolescencia temprana, mientras que la siguiente cuyo límite se enmarca aproximadamente en los 20 años, o en el momento de la inserción en la actividad laboral, según muchos autores se denomina adolescencia tardía o juventud.

En el transcurso de este período el sujeto se prepara para cumplir determinados roles sociales propios de la vida adulta, tanto en lo referido a la esfera profesional, como en la de sus relaciones con otras personas de la familia, la pareja y los amigos. Además los y las adolescentes deberán regular sus comportamientos de forma tal, que alcancen una competencia adecuada ante las exigencias presentes en la sociedad en que se desenvuelven.

Las variadas concepciones sobre este período comienzan a surgir a finales del siglo XIX, cuando esta etapa se convierte en tema de interés para la ciencia psicológica.

Estas concepciones aportan un conjunto de conocimientos, acerca de la adolescencia, que conservan buena parte de su valor hasta nuestros días, pero adolecen de la interpretación dicotómica que ha caracterizado las principales elaboraciones de nuestra ciencia a través de toda la historia de su desarrollo. De esta manera, unos enfatizan el papel de los factores biológicos en la determinación de las principales regularidades que distinguen este período (Stanley Hall, Sigmund Freud, E. Kretschmer y E. H. Haensch), otros apuestan por los condicionantes sociales, como aquellos que resultan decisivos al actuar de forma lineal sobre el proceso de desarrollo (Kart Lewin, Robert E. Grinder); mientras que los autores pertenecientes a la llamada “tercera fuerza” destacan el rol de lo psicológico como principal determinante, de las funciones y procesos psíquicos que caracterizan una etapa determinada, destacándose en el caso de algunos autores el desarrollo afectivo (teorías psicodinámicas), en otros el desarrollo cognitivo (teorías cognitivistas), o en la opinión de los terceros, el desarrollo de la personalidad como proceso de autorrealización que emana de la propia esencia humana (teorías personológicas) (Domínguez, 2003).

Una de las fases más estudiadas por diversos especialistas, al analizar el desarrollo de los y las muchachas en la etapa de la adolescencia, es la conocida como “crisis de la adolescencia”, siendo esta la fase de la vida de transformaciones más rápidas, profundas y radicales en todas las esferas (psicológica, biológica y social), sólo comparada,-según expresa (González, 2001)-, con la infancia temprana, donde, desde el nacimiento hasta los 36 o 40 meses, el infante se convierte de un ser totalmente desvalido en un niño capaz de realizar por sí mismo la mayoría de sus funciones vitales, aunque naturalmente con la ayuda y el apoyo del adulto.

En la situación del adolescente el salto se hace mucho más agudo y riesgoso, si tenemos en cuenta que al inicio de esta etapa, éste se encuentra bajo la autoridad y el control absoluto de los mayores y que, en unos breves años, deberá desarrollar las competencias que le permitan autodeterminarse, tomar decisiones trascendentales para él y quienes lo rodean, a fin de poder desempeñarse de manera independiente y responsable en la vida de pareja, familiar, laboral y social en general.

El o la adolescente va desarrollando estas competencias a través de lo que Erik Erikson definió como “moratoria de roles”, donde el adolescente asume distintos roles, como si los sometiera a prueba, sin aún desempeñarlos definitivamente, los cuales lo van preparando para su desempeño futuro, (Domínguez, 2003), a través de los cuales va adquiriendo del entorno social una serie de valores y modelos de comportamiento que él hace suyos aprehendiéndolos y particularizándolos, dotándolo, a su vez, de los contenidos psicológicos necesarios para su posterior desenvolvimiento.

¿Cuáles son entonces las consideraciones de la Psicología de orientación marxista relativas a la caracterización y explicación de la crisis de la adolescencia?

Para la Psicología de orientación marxista la crisis de la adolescencia no se identifica con el término de conflicto, sino que es valorada como fuerza motriz, que brinda en esta edad, una decisiva contribución al desarrollo de la personalidad, (Domínguez, 2003).

Es una crisis de carácter psicológico que expresa la contradicción existente entre las potencialidades psicológicas crecientes del adolescente, -de lo cual este va siendo cada vez más consciente- y las posibilidades reales para su realización. Esta contradicción es provocada por la posición intermedia que ocupa el adolescente, (Domínguez, 2003).

Por una parte, se plantean a su comportamiento exigencias elevadas ya que debe mantener una disciplina consciente, realizar con seriedad sus tareas, comportarse de manera reflexiva e independiente y por otra, se le brindan pocas posibilidades de organizar por sí mismo su comportamiento, pues realmente no siempre se encuentra preparado para tener el grado de independencia al que aspira.

Por otra parte, la necesidad de independencia y autoafirmación, son expresión de la crisis, manifestándose en ocasiones a través de conductas que resultan desagradables al adulto. Así, -expresa (Domínguez, 2003)-, tratan de destacarse en alguna esfera, de poner en apuros al adulto con sus preguntas, emplean estilos altisonantes de conversación, dan muestra de sabihondez acentuada, tratan de ser originales en el uso de la moda o presentar un extremo abandono de su apariencia física.

Estas manifestaciones son expresión, paradójicamente, de la inseguridad del y la adolescente y a la vez, una forma de buscar apoyo y comunicación con quienes le rodean. Esta expresión tendrá un carácter más o menos marcado, en función del manejo que logran los adultos cercanos al adolescente de su comportamiento, (Domínguez, 2003). En la medida en que el adulto sepa comprender su papel significativo como modelo facilitador de comportamientos adecuados y socialmente aceptados, a través de los cuales el adolescente se sienta identificado sin sentirse presionado, le irá proveyendo las herramientas necesarias para la conformación de una personalidad sana.


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