BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ADOLESCENTES DE SECUNDARIA URBANA CON BAJA PERCEPCIÓN DEL RIESGO DE ITS. PERFIL SOCIOPSICOLÓGICO - SEXUAL MOA 2009

Sandris Batista Anache



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1.1.1-Aspectos de la sexualidad.

Designada de manera simplificada como el tránsito de la infancia a la adultez-lo cual no deja de ser absolutamente real-, la adolescencia se caracteriza por la complejidad y magnitud de los cambios y problemáticas a los que deberán enfrentarse los muchachos y las muchachas inmersos en esa fase de la vida, entre ellos los correspondientes a la esfera de la sexualidad (González, 2001), manifestándose en conductas, afectos y pensamientos, así como el aumento de la curiosidad por temas sexuales, del deseo sexual y de las sensaciones especiales que los acompañan.

La sexualidad se define como la forma en que nos comportamos, relacionamos y sentimos como hombres o como mujeres.

De forma más ampliada se entiende por sexualidad al conjunto de características biológicas, psicológicas y socioculturales que permiten que tengamos determinada visión del mundo y que nos desarrollemos como

hombres y mujeres, siendo una expresión de nuestra personalidad. (Torres, 2006), a su vez,-continúa expresando-, la sexualidad es personalizada y, por tanto, también los valores y criterios que de ella se tienen, los cuales están muy relacionados con el entorno familiar y social, y con las experiencias anteriores que ha vivenciado el individuo.

Este entorno familiar y social adquiere un matiz especialmente importante en la etapa de la adolescencia, porque, en la mayoría de los casos para los mayores se hace muy difícil comprender el salto cualitativo que en todas las esferas de su existencia deben dar los y las adolescentes en tan breve espacio de tiempo. (González, 2001) expresa que tradicionalmente les resulta mucho más difícil asimilar y propiciar las adquisiciones inherentes al área psicosexual de su personalidad, siendo innumerables los mitos, tabúes, prejuicios y estereotipos sexuales que albergan y transmiten a los adolescentes las personas que les rodean.

Según investigaciones los mayores prejuicios se reflejan en cuanto a la virginidad, la conducta masturbatoria, los métodos anticonceptivos y el desarrollo y disfrute de la sexualidad. La sexualidad no se percibe como algo natural y necesario, no se reconoce su importancia para el desarrollo de la personalidad.

Estos preconceptos erróneos que albergan los adultos con respecto a la sexualidad de los adolescentes, y sobre la base de los cuales suelen organizar sus influencias educativas, hacen que se conviertan, aún sin proponérselo, y a pesar de sus mejores intenciones, en la fuente de muchos de los conflictos y dificultades, de los trastornos que ellos pueden padecer en estas edades. De la conducta que los padres adopten durante el desarrollo sexual de las primeras etapas de la infancia va a depender la confianza que los hijos depositen en ellos y en su propia sexualidad durante la adolescencia.

Según cifras establecidas, aproximadamente el 25 % de la población mundial y el 10 % de la cubana se ubican en las edades enmarcadas en la adolescencia

y han adquirido la capacidad reproductiva, (González, 2001). Capacidad que puede ser mal manejada por muchos de ellos, pues, por lo general, no se les ha preparado para ser capaces de hacer un adecuado ejercicio de sus nuevas potencialidades sexuales, sin correr riesgos innecesarios.

En la adolescencia ocurren una amplia gama de transformaciones anatomofisiológicas que culminan con la madurez biológica y reproductiva. (González, 2001) expresa que en unos pocos años – en particular, en los más tempranos de esta etapa (cuando aún es psicológicamente muy inmaduro)-, el adolescente se convierte físicamente en un adulto en apariencia, capaz de engendrar hijos y de disfrutar de la vida erótica en solitario y en pareja. De tales cambios y de su nueva situación social se derivan las primeras y trascendentales adquisiciones psicosexuales.

El adolescente observa y es conciente de que su cuerpo se transforma y adquiere capacidades de adulto en dos sentidos fundamentales: como vía de procreación y, lo que es más importante para él, como vía de disfrute sexual y de atracción física, erótica y espiritual para otras personas, no sólo de sus pares sino para los mayores, (González, 2001). De esta forma, el cuerpo adquiere una nueva significación para el adolescente que estructura y desarrolla una imagen corporal diferente, llena de vivencias, conflictos y satisfacciones, las que actuarán directamente en el desarrollo de su autoestima enriqueciéndola o lesionándola según el caso, pues si el o la adolescente durante este período se siente insatisfecho por considerar que determinada parte de su cuerpo en particular, o su apariencia física en general no es agradable, tomando como base comparativa lo que la sociedad o los medios de difusión aluden como prototipo ideal, esto les genera un sentimiento de no aceptación, de insatisfacción que, de no ser manejado adecuadamente por los adultos cercanos a los adolescentes, sienta las bases para el desarrollo de una personalidad debilitada, vulnerable, tímida y retraída.

Esta transformación corporal unida a su desarrollo psíquico general da origen a lo que se denomina el “sentimiento de adultez”, o la necesidad de ser y comportarse como los adultos, de reproducir sus conductas y manifestaciones en general y sexuales en particular, lo cual trae aparejado el desarrollo de intereses referidos a todas las cuestiones de la vida sexual, de pareja, familiar y reproductiva. (González, 2001). Mas adelante plantea que rápidamente ellos y ellas comprenden que la casi totalidad de las zonas de su cuerpo, y en especial los genitales, responden a estímulos erógenos somáticos o psicógenos, entrando en una fase de experimentación sexual, caracterizada por el deseo intenso de disfrutar de las más amplias variedades de vivencias eróticas y espirituales, lo que desencadena una búsqueda activa de experiencias eróticas que los motivan al ejercicio progresivo de su sexualidad.

Ávidos de independencia y autodeterminación, de tomar las riendas de su vida sexual y general, de asumir posturas y actitudes independientes de los adultos, los y las adolescentes –con frecuencia por su poca madurez- se ven imposibilitados de alcanzar estos fines por sí solos, por lo que recurren al apoyo y seguridad del grupo de sus iguales. En un primer momento este grupo va a estar compuesto por chicos o chicas del mismo sexo, ya que con estos se sienten más cómodos que con los del orto sexo. Expresa (González, 2001) que estos últimos, por lo general, son el objeto de su atracción, pero aún carecen de las habilidades y las vías efectivas de interacción que faciliten una buena comunicación entre ellos.

En esta etapa primaria, en que los y las adolescentes experimentan física y psicológicamente las necesidades de experiencia sexual y no están aptos aún para el inicio de los juegos intersexuales, solo pueden encontrar su satisfacción a través del autoerotismo y la masturbación, “encontrando en estas prácticas solitarias una vía de descarga de tensiones físicas y psicológicas acumuladas, descarga que le permite alcanzar la necesaria catarsis y relajación indispensable para su concentración en la gran diversidad de actividades escolares, sociales y de otros órdenes” expresa (González, 2001).

A través de estas prácticas solitarias el ser humano aprende a conocer con profundidad las capacidades erógenas de su cuerpo, ejercitando y desarrollando su función orgásmica y preparándose para el próximo paso de esta fase experimental: el establecimiento de los vínculos de pareja.

La necesidad o el sentimiento que impulsa al individuo a iniciar las relaciones de pareja (denominada necesidad de pareja y que caracteriza esta etapa), surge, en especial en los medios latinos, desde muy temprano en la preadolescencia. Con la nueva situación social del adolescente y el desarrollo de la libido, esta necesidad de pareja se reestructura y crece para dar origen a un conjunto de emociones y sentimientos que se expresan mediante los llamados enamoramientos, entusiasmos, polóleos o cortejos sexuales, propios de estas edades. (González, 2001).

Tales manifestaciones, que mezclan la realidad con la fantasía, los sentimientos amorosos y eróticos con la actividad lúdica, durante un período de tiempo más o menos largo en la mayoría de los casos, no suele pasar de los acercamientos y contactos superficiales y platónicos, ya que la inmadurez y timidez de estas edades no les permite nada más.

(González, 2001) plantea que mediante estos tímidos intercambios sexuales el y la adolescente refuerzan y estrechan los vínculos con un pequeño grupo de muchachos y muchachas de su mismo sexo, y en especial con uno de ellos, quien se convierte en su amigo más íntimo, prácticamente en su “alter ego”, su “otro yo”, el espejo en el que se mira y con quien comparte sus intimidades, necesidades, preocupaciones, intereses y angustias, llegando a tener con él un nivel de compenetración y confianza muy profundos, por lo que no es nada inusual que en las etapas iniciales de la adolescencia, en que el erotismo, la libido de estos chicos y chicas no está aún orientada de forma estable hacia un objeto definido hombre o mujer, encuentre una vía de expresión y satisfacción en los intercambios y jugeteos, que casi siempre inconscientemente se producen con estos amigos más íntimos de su mismo sexo. Estas prácticas son una forma más de ejercitar la función sexual, de orientar sus impulsos sexuales aún no direccionados, por lo que no expresan, en la mayoría de los casos, una tendencia homosexual, ni son patológicos.

Estas prácticas deben ser bien manejadas por los adultos cercanos al adolescente, de forma tal que este no vivencie estos aspectos de su sexualidad como algo sucio, aborrecible o displacentero que posteriormente puedan condicionar la aparición de trastornos en esta área, no permitiéndole disfrutar a plenitud de su sexualidad.

(González, 2001) expresa que el tránsito desde el autoerotismo y los enamoramientos platónicos hasta las uniones coitales debe ser un proceso paulatino, lento, gradual.

Cuando, por el contrario, y como le sucede a muchos adolescentes, su iniciación y desenvolvimiento sexual es prematuro y apresurado, quemando etapas, ya sea por su preparación insuficiente u otros motivos como las presiones externas de la pareja y de los amigos o simplemente por curiosidad, esto suele traerles serias consecuencias en su desarrollo psicosexual que se traduce en los embarazos, la maternidad, los matrimonios precoces, los abortos, las disfunciones sexuales, entre otros trastornos frecuentes, así como el contagio con alguna infección de transmisión sexual que en el peor de los casos podría ocasionarles una esterilidad prematura e incluso la muerte.

Las experiencias sexuales progresivas en la adolescencia no solamente son típicas, necesarias e inocuas en estas edades (cuando están bien orientadas), sino que tienen una función fundamental en el desarrollo y consolidación de los componentes psicológicos de la sexualidad: “la identidad y el rol de géneros y la orientación sexoerótica”, y con ellos en el proceso de autoafirmación como seres sexuados, expresa (González, 2001). Estas experiencias sexuales van dotando a los adolescentes de seguridad, de autoaceptación, de confianza en sí mismos y en sus potencialidades, propiciando un desarrollo personológico adecuado y, a su vez, los prepara para el rol que deberán desempeñar como hombres o como mujeres dentro de la sociedad.


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