BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

PENSAR EL TERRITORIO: LOS CONCEPTOS DE CIUDAD-GLOBAL Y REGIÓN EN SUS ORÍGENES Y EVOLUCIÓN

Luis Mauricio Cuervo González




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C. La mitad de siglo y el advenimiento de la ciencia regional

Las rupturas en el pensamiento regional de este momento se explican por la conjugación de factores sociopolíticos y transformaciones epistemológicas. La conclusión de las guerras mundiales fue acompañada de la progresiva consolidación del Estado Bienestar, de la presencia de un voluntarismo colectivo a escala nacional y de la consolidación de los enfoques marginalistas, desde tiempo atrás presentes en la economía pero hasta ese entonces con poca influencia sobre la geografía económica.

En estas condiciones, la aparición y el desarrollo de la economía regional en la posguerra está ligada al enunciado estatal de la región como “problema”. La región se impone así como objeto de análisis económico porque es parte de una conciencia colectiva encarnada en la necesidad de una política (Benko, 1998, p. 10). El nacimiento de la ciencia regional coincide con la voluntad política de equilibrar el desarrollo a nivel nacional y mundial. El problema regional se refiere inicialmente a la noción de disparidades económicas (estructura económica, nivel de vida, producción, etc.) entre las diferentes regiones del espacio nacional, y más tarde se extendió al nivel mundial, poniendo de manifiesto la dualidad entre países desarrollados y subdesarrollados (Benko, 1998, pp. 11-12).

Así, en los años cincuenta y sesenta, la geografía experimentó una transición entre ortodoxias reinantes, como parte de lo cual lo espacial reemplazó a lo regional. Se hizo un énfasis creciente en encontrar las leyes de la organización espacial, incorporando la distancia como principal influencia sobre el comportamiento humano. En un principio se trató de un simple desplazamiento metodológico que posteriormente fue considerado insuficiente y provocó un desplazamiento filosófico. El contacto con otras ciencias introdujo el interés por la especialización sistemática, acorde con el modelo filosófico positivista. En estas condiciones el término de región tomó un significado muy diferente, producto no solamente de un movimiento metodológico, sino como resultado principalmente de un movimiento en la forma de ver el mundo y en la concepción de la naturaleza del trabajo científico (Johnston, 1991, p. 379).

El paso de su aproximación ideográfica a la analítica se introdujo primero en el pensamiento anglosajón, como era de esperarse, y de una forma relativamente tardía en otras tradiciones como la francesa. Este cambio se consolidó en la segunda mitad del siglo XX, aunque se anunciaba desde un tiempo antes:

“Si la ideología dominante del área en la década de 1940 y 1950 favorecía el enfoque antiguo, la geografía como un todo estaba también llena de prácticas que prefiguraban esta última, y en ninguna parte era tan cierto como en aquellas ramas de la disciplina concernientes a temas económicos. Tanto en América del Norte como en Europa Occidental, los geógrafos habían puesto todo su esfuerzo en sistematizar el conocimiento acerca de fenómenos prácticos tales como (1) el crecimiento regional y ubicación industrial (...) (2) los patrones de urbanización (...) (3) los flujos e interacciones a través del espacio” (Scott, 2000, p. 20).

Mientras la geografía transitaba hacia la abstracción y privilegiaba el trabajo analítico, la economía intentaba espacializar su análisis e, incluso, reformular sus bases, tomando como fundamento esta especialización. Este trabajo influyó en la evolución de la geografía, la que se vio influenciada por la solidez del trabajo teórico y empírico emprendido por los fundadores de la ciencia regional, cuyas pretensiones fueron más allá de introducir lo espacial en el pensamiento y en la teoría económica. Walter Isard planteó su insatisfacción con la visión espacial propia de los economistas y creó la ciencia regional como alternativa:

“El objetivo central de esta ciencia regional híbrida, como se conoce, fue reescribir la teoría del equilibrio competitivo neoclásico en términos de coordenadas espaciales” (Scott, 2000, p. 21).

El análisis espacial y la ciencia regional tendieron a conjugarse y constituir una amalgama intelectual centrada en la identificación de regularidades, con la presencia de la economía espacial neoclásica como enfoque predominante (Scott, 2000, p. 22). La ciencia regional recurrió además a trabajos previos de geógrafos alemanes (Christaller, Hoover, Losch, Palander, Von Thunen, Weber), y a algunos geógrafos franceses contemporáneos (Perroux, Boudeville, Ponsard). Así, a principios de los años sesenta la batalla estaba decidida a favor de la geografía cuantitativa, “llegó a ser una especie de ortodoxia imperante” (Scott, 2000, p. 22).

A mediados y finales de los años sesenta la llamada nueva geografía se había instalado en Europa, especialmente en Gran Bretaña, y tenía ya una posición de importancia en países como Francia y Alemania (Scott, 2000, p. 23). En América del Norte obtuvo el cenit de su influencia a finales de los años sesenta y principios de los setenta, aunque decayó por razones políticas y porque evolucionó hacia formas cada vez más restrictivas de modelización económica espacial:

“Como Thisse (1997) sugirió, debido a su compromiso con las formas de modelización económica basadas en nociones altamente restrictivas de convexidad y competencia perfecta” (Scott, 2000, p. 22).14

Por razón de los axiomas ontológicos de la ciencia regional, se dio una importancia muy particular a los estudios acerca de la racionalidad del comportamiento de los sujetos económicos, entendidos como las células fundamentales del sistema económico:

Estas restricciones están tratando de ser levantadas por trabajos como los de Fujita, Krugman y Venables (1999), quienes hacen un llamado a una nueva geografía económica.

“El análisis espacial y la ciencia regional produjeron una ontología en la cual las unidades irreductibles finales de la sociedad comprendían individuos atomizados, omniscientes, maximizadores de utilidad, capturados en mercados competitivos” (Scott, 2000, p. 23).

De acuerdo con Scott (2000, p. 24), se introdujeron numerosas innovaciones y matices a la versión convencional del comportamiento económico racional y sus efectos o expresiones espaciales: (i) Gould (1963) introdujo la idea de incertidumbre; (ii) Wolpert (1964-1965) la de racionalidad restringida; (iii) Pred (1967) intentó una síntesis presentando la racionalidad del comportamiento económico a través de dos ejes, uno determinado por la calidad y cantidad de información disponible y, el otro, por la habilidad del decisor para utilizar la información disponible, llegando así a la visión de un comportamiento espacial no determinista sino fuertemente influenciado por factores estocásticos; (iv) Cox y Golledge (1969), introdujeron conceptos adicionales como el de percepción y aprendizaje, y (v) Hagerstrand (1970), la idea de patrones de interacción entre las dimensiones de tiempo y espacio.


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