BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CIUDAD Y GLOBALIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA: ESTADO DEL ARTE

Luis Mauricio Cuervo González




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B. Las relaciones entre globalización y territorio, y entre globalización y ciudad

Para comprender la manera como se entienden estas relaciones, es necesario establecer el tipo de causalidad propuesta entre los cambios económicos y las transformaciones territoriales, la combinación de condicionantes externos e internos para la producción de tendencias territoriales locales, y la posible existencia de modelos universales de cambio territorial asociados a esta época del capitalismo.

1. Las causalidades básicas:

Las relaciones de causalidad establecidas para explicar los cambios urbanos o territoriales tienden a operar a un alto nivel de abstracción y estar marcadas por un claro determinismo económico. Un alto grado de abstracción, en la medida en que las explicaciones se mueven a nivel de la estructura social en su conjunto, así tomen en consideración algunos factores o planos más específicos. Un determinismo económico porque en todos los casos se parte de la convicción de una necesaria correspondencia entre estructura económica y organización territorial en donde a la primera se le asigna el papel de explicación o causa de la segunda.

Como se vio más arriba, Ciccolella (1998, p.1. Los subrayados son nuestros), entiende que la reestructuración “está generando nuevas estructuras territoriales de producción, circulación, distribución y consumo, así como nuevas formas de fragmentación socioterritorial”. Una aproximación coincidente es la de Mignaqui (1998, p.1; los subrayados son nuestros), cuando afirma que “Los procesos de reestructuración han provocado impactos en la organización territorial alterando los patrones de metropolización característicos hasta los setenta”. La misma orientación está presente en Berger (2001, p.1; los subrayados son nuestros), cuando plantea que “Estos cambios en la importancia relativa de los distintos componentes del Gran Buenos Aires y de este respecto al conjunto del país son resultado de los efectos económicos, sociales y espaciales de los distintos regímenes de acumulación que atravesó el país”. En fin, Etulain y López (1999, p.4; los subrayados son nuestros), no son la excepción cuando afirman que: “en este contexto de la tendencia globalizante y tras las trasformaciones mencionadas, los procesos de integración están poniendo de relieve las consecuencias territoriales del proceso de cambio estructural”.

Cualquiera que sea el término empleado, generación, impactos, o consecuencias, se comparte la concepción de que los cambios en la estructura económica generan transformaciones territoriales.

2. Tensión global-local:

A partir de esa convicción básica, caben dos preguntas que también son resueltas por los autores analizados: primera, la de cuál es la interrelación entre las condiciones particulares o locales y las tendencias globales en la generación de los impactos territoriales y, en segundo lugar, de si esos impactos obedecen a un modelo único, universal o si son peculiares en cada caso. Con respecto a lo primero, prima la convicción de la combinación entre factores globales y locales que, miradas en relación con lo segundo, plantean una solución no necesariamente coincidente en todos los casos.

Para Ciccolella (1998, p.2; los subrayados son nuestros)se trata de una combinación de factores externos e internos, en donde los primeros desempeñan el rol dominante: “Estos cambios, si bien tienen una fuerte dependencia respecto de las nuevas condiciones productivas, tecnológicas y macroeconómicas globales del capitalismo, exhiben factores explicativos políticos, institucionales y socioculturales locales”. En un trabajo posterior, esta relación es planteada de manera menos jerárquica pues afirma que “Uno de los ejes centrales de la pugna entre lo local y lo global, estaría representado por la resignificación de la producción, la gestión empresarial y el consumo” (Ciccolella, 1999, p.1; los subrayados son nuestros). Para Mignaqui (1998, p.1; los subrayados son nuestros), esta relación se resuelve entendiéndola como proceso de particularización, sin que sea explicado: “El objetivo es aportar elementos empíricos y teórico¬metodológicos al debate sobre las particularidades de los rasgos globales a escala local, la naturaleza de los mismos y su impacto territorial”.

El reconocimiento de la existencia de un proceso de particularización de las tendencias globales, o de combinación de determinantes externos con factores internos, o de “tensión” global-local no necesariamente resulta en un rechazo a la existencia de un nuevo modelo territorial o de organización espacial, cualquiera que sea su significado exacto.

En este sentido, Ciccolella (1998, p.3) alude a la existencia de un modelo territorial de la actual época del capitalismo cuya expresión más desarrollada se presenta en las grandes áreas metropolitanas: “Las grandes regiones metropolitanas, tienden a constituirse en la forma central de la organización territorial del capitalismo flexible”. Este modelo sería claramente uno y habría sido caracterizado por Benko y Lipietz: “La profundización del régimen de acumulación flexible ha tendido a desencadenar un considerable efecto en la estructura, forma y organización del territorio. Ha generado un nuevo modelo selectivo de incorporación/exclusión de áreas determinando la declinación unas y el ascenso de otras” (Ciccolella, 1999, p.3). Estos procesos de cambio metropolitano, a pesar de hacer parte de tendencias más universales, presentan especificidades en el ámbito latinoamericano: “Si bien, a diferencia de los procesos que, por ejemplo, Sassen (1991); estudia tomando los casos de Nueva York, Londres y Tokio, donde el eje del dinamismo se desarrolló en torno a los denominados servicios avanzados o servicios a la producción en el caso de las megaciudades latinoamericanas, la reestructuración económica, social y territorial parece estar más vinculada a lo que podríamos denominar servicios banales, básicamente vinculados al consumo, y no a la producción” (Ciccolella, 1999, p.6).

Etulain y López (1999, p.4), razonan de forma semejante al proponer una serie de rasgos y tendencias de la organización territorial propios de la época actual: “Las evidencias empíricas disponibles indican que se han producido mutaciones importantes en el patrón territorial de acumulación y crecimiento, que se expresan fundamentalmente en…”. A renglón seguido y, aparentemente como haciendo parte del mismo modelo, se menciona el caso de Buenos Aires: “En este proceso, presentado sintéticamente, parece importante indagar y presentar las transformaciones de la RMBA…” (Etulain y López, 1999, p.5). De forma más clara y precisa, a nivel de lo metropolitano, reconocen una identidad o acercamiento de Buenos Aires al modelo de ciudad global: “Como resultado del primero, la ciudad capital Buenos Aires, se ha transformado en una global city, al representar el centro financiero y de comercio internacional. Espacio de localización de las casas matrices, cuya economía está directamente vinculada a la economía mundial, trascendiendo el bloque económico del MERCOSUR. Su organización está sustentada en dos pilares: la sofisticación de los sistemas de comunicaciones y la expansión incontrolable de la movilidad motorizada” (Etulain y López, 1999, p.12-13).

La existencia de un modelo de organización territorial del capitalismo flexible o de un patrón territorial de acumulación es explícitamente reconocida por estos autores. Su validez no es puesta en cuestión así se reconozca que para cada caso particular es necesario reconocer factores específicos, incluso variaciones, como la señalada por Ciccolella (1998), con respecto al papel motriz desempeñado por los servicios banales en el caso de las megaciudades de América Latina. Estos modelos o patrones aludidos más de forma general que específicos son, por tanto, la referencia con base en la cual se mira el caso particular de la ciudad estudiada.

3. Los canales o espacios de ejercicio de la interrelación global-local:

Ciccolella, Mignaqui y Etulain y López identifican con claridad los canales o vehículos a través de los cuales la reestructuración económica incide sobre la metropolización. Adicionalmente, en cada uno de estos casos se ofrece evidencia empírica que ilustra esta relación. Uno de los aspectos más valiosos e interesantes de los trabajos hechos sobre Buenos Aires resulta de este esfuerzo de cuantificación y caracterización de algunas de las vías de expresión de las tendencias globales en lo local. Ciccolella centra su atención en la Inversión Extranjera Directa, especialmente en aquella orientada a la distribución comercial en gran escala, Etulain y López se interesan por mirar la evolución de las grandes infraestructuras viales y Mignaqui mira la relación a través de las medidas y normas de planeación urbana y su impacto sobre las formas de producción de espacio residencial urbano.

Una primera y muy significativa conclusión extraída de estos trabajos tiene que ver con la magnitud de los procesos de cambio experimentados en cada una de estas dimensiones. Independientemente del sentido y características de los cambios experimentados por Buenos Aires en estas áreas, es evidente que tanto la magnitud como la intensidad de las transformaciones fueron considerables.

Ciccolella (1998), por ejemplo, presenta información como la siguiente:

22,4 millones de metros cuadrados en permisos de construcción para diferentes usos entre 1991 y 1996, 14 de los cuales se dedicaron a vivienda. De este total, por ejemplo, 3,8 millones se destinaron a comercio y representaron la mitad de todos los permisos nacionales. “Durante la década actual se han realizado inversiones del orden de los 4.500 millones de dólares en alrededor de 300 nuevas urbanizaciones privadas suburbanas (…) con un promedio de 100 Ha cada una y alrededor de 5.000.000 de m2 cubiertos construidos. En conjunto ocupan una superficie total urbanizada de 30.000 hectáreas o 300 km2 (una vez y media la superficie total de la ciudad de Buenos Aires), lo que da una idea de la dimensión de este proceso de suburbanización, ya que sólo estas tipologías, en diez años expandieron en un 10% la superficie total urbanizada del área metropolitana de Buenos Aires” (Ciccolella, 1999, p.9).

Entre 1991 y 1998, el número de hipermercados en la RMBA pasó de 6 a 54, con solamente 6 de ellos por fuera de esta región metropolitana y para el conjunto con una inversión estimada de 1.200 millones de dólares y 3.700 millones de dólares en ventas anuales.

En una estimación global más completa, Ciccolella (1999, cuadro N° 1, p.8), calcula en 28.400 millones de dólares el total invertido entre 1990 y 1998 en la constitución de los llamados “nuevos objetos urbanos” (NOU).

Etulain y López (1999, p.20), hacen un ejercicio semejante pero esta vez relacionado con las grandes obras de infraestructura. Los datos, sin embargo, los ofrecen más a modo de estimación de inversiones a ser realizadas, razón por la cual es preferible no citarlos. No obstante, a nivel del crecimiento del espacio residencial aclaran: “Si comparamos los datos del crecimiento de la aglomeración entre 1970 y 1994 —alrededor de 15.000 hectáreas— con la superficie ocupada por los countries3 en el área —alrededor de 7.800 hectáreas construidas en ese mismo período— se puede comprender la dimensión de este fenómeno. No obstante, es difícil suponer un ritmo de crecimiento parecido en los próximos años. En efecto, la capacidad ociosa en los countries a 1997 era de un 60%, esto hace suponer que no se van a seguir construyendo al mismo ritmo”.

Término usado en Argentina para hacer referencia a los condominios privados.

Mignaqui (1998, cuadro N° 1, p.3-4), por su parte, calcula en cerca de 3.100 millones de dólares el valor de las inversiones en “grandes emprendimientos inmobiliarios” en la década de los noventa; y en 1.700 millones las obras viales proyectadas aparte del plan maestro de 20.000 millones de dólares (Mignaqui, 1999, cuadro N° 3, p.4-5).

El anterior recuento, así sea fragmentario e impreciso en algunas de sus informaciones, pone en evidencia que las medidas de apertura económica, desregulación y privatización lograron atraer una cantidad importante de capitales extranjeros hacia inversiones con impacto considerable sobre la ciudad. Estas magnitudes deben ser puestas en relación con cifras que permitan comprender su verdadero significado, bien sea comparándolas con el producto interno bruto (PIB) nacional, o la formación bruta de capital fijo (FBKF), o con los stocks de inversión presentes en cada una de las áreas examinadas. Estas comparaciones se hacen ocasionalmente aunque deberían ser una práctica regular y casi obligada como única posibilidad para apreciar la verdadera magnitud de los cambios que se estén produciendo.

En medio de esta imprecisión, estas magnitudes hacen pensar que el caso de Buenos Aires es muy particular en cuanto a intensidad y ritmo de estos cambios, intuición que obviamente habría que establecer con precisión a través de mediciones comparativas confiables. No obstante, algunos autores argentinos, externos a la red, ofrecen una explicación bastante sugestiva: el estancamiento económico prolongado del que venía el país y la ciudad habrían determinado un represamiento de necesidades de inversión que se habría manifestado de manera desbocada durante los años de oro de la apertura argentina. Así, procesos de cambio que se habrían producido en otras ciudades de forma más pausada y progresiva, en Buenos Aires se habrían dado de manera más súbita. “Pero si todas estas transformaciones quedaron subsumidas en la explicación general de la crisis económica, ésta también jugó un rol paradójico, en el sentido que alivió de exigencias de funcionamiento eficaz a la ciudad: si la crisis económica se manifestaba en la ciudad en la paralización del mercado inmobiliario y en la ausencia de construcciones nuevas, en un consumo relativamente bajo de energía, en un tráfico escaso de camiones y en un plantel de automóviles mayormente estancado, la crisis urbana, en cambio, se disimulaba gracias a ese estancamiento; la ciudad funcionaba porque la economía no lo hacía. Finalmente, será en los años noventa cuando todas esas transformaciones sean reconocidas como una nueva configuración urbana, ya que el tipo de apertura económica que se produjo supo encontrar en el nuevo territorio fragmentado de la ciudad un campo de operaciones completamente funcional a sus nuevas lógicas y, consecuentemente, el poder público que promovió aquella apertura se dedicó a potenciar sus distintos aspectos” (Silvestre y Gorelik, 2000, p.466; los subrayados son nuestros).

Una segunda observación se relaciona con el impacto producido por estas transformaciones en los sistemas de comercialización, producción del espacio residencial e infraestructuras viales y de transporte y, por medio de cada una de ellas en la estructura metropolitana. En este caso las conclusiones deben ser vistas con mayor detalle.


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