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EVOLUCIÓN RECIENTE DE LAS DISPARIDADES ECONÓMICAS TERRITORIALES EN AMÉRICA LATINA: ESTADO DEL ARTE, RECOMENDACIONES DE POLÍTICA Y PERSPECTIVAS DE INVESTIGACIÓN

Luis Mauricio Cuervo González




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D. La Nueva Geografía Económica (NGE) y la explicación de las disparidades territoriales

Basta con modificar algunos de los supuestos básicos de las teorías del crecimiento regional, examinados en el capítulo anterior, para obtener predicciones contrarias a la convergencia y, probablemente, más compatibles con algunos de los fenómenos observados empíricamente a saber, el de procesos de convergencia seguidos de fases de divergencia, o el de procesos de convergencia restringida acompañados de divergencia extendida. En efecto, la presencia de progreso tecnológico y/o la existencia de rendimientos crecientes hacen posible predecir procesos de divergencia económica regional.

De acuerdo con Barro y Sala-i-Martin (1995a), cuando se introduce el mejoramiento tecnológico, dependiendo de su tasa de cambio, el estado estacionario de la economía se desplazará continuamente hacia niveles de ingreso y riqueza cada vez mayores. En estas condiciones no hay ningún mecanismo económico que implique un determinado patrón de crecimiento, ni mayores tasas de expansión para las economías rezagadas. Esta relación sólo se daría en el fortuito caso de que las tasas de progreso tecnológico estuviesen inversamente relacionadas con los niveles de desarrollo, lo cual, no ha sido establecido hasta el momento por ninguna teoría o modelo económico. La ecuación (7) de crecimiento neto relativo del capital:

°k = s.f(k) – (n+).k

Se transforma a través de la introducción de un factor (exógeno en este caso) de desarrollo tecnológico A(t), así:

°k = s.f[k, A(t)] – (n+).k (7’)

La única diferencia con respecto a la ecuación (7) es que ahora el producto per cápita depende del nivel de tecnología.

“La curva decreciente, s.F(•)/k se desplaza continuamente hacia la derecha, y, por tanto, el nivel de k que corresponde a la intersección entre esta curva y la línea n+δ también se desplaza permanentemente hacia la derecha” (Barro y Sala-i-Martin, 1995a, p.34).

Una segunda forma de explicación de la divergencia es a través del levantamiento del supuesto de rendimientos decrecientes del capital.

“La ausencia global de rendimientos decrecientes parece irrealista, pero la idea es más plausible si se piensa K en un sentido amplio que incluya el capital humano” (Barro y Sala-i-Martin, 1995a, p.39).

La formulación más sencilla de esta nueva condición puede hacerse a través del modelo AK, en donde el ingreso es función del capital, multiplicado por una tasa o coeficiente constante A:

Y = AK (11)

En estas condiciones, el producto medio es constante, no curvilineal como en el modelo neoclásico tradicional, y por tanto, se mantiene por encima de la tasa de depreciación del capital sin producir un estado estacionario. El ingreso per cápita podrá crecer de manera sostenida, incluso sin necesidad de suponer avance tecnológico y, por consiguiente, no hay razón para que se produzca convergencia de las tasas de crecimiento de las economías con diferentes grados de desarrollo:

“En oposición al modelo neoclásico, la formulación AK no predice convergencia absoluta ni condicional (…). Esta predicción es una falla substancial del modelo, puesto que la convergencia condicional parece ser una regularidad empírica” (Barro y Sala-i-Martin, 1995, p.40).

En contra del parecer de Barro y Sala-i-Martin (1995a), la NGE parte del hecho de que la tendencia empírica predominante es hacia la concentración espacial de la actividad económica, en buena medida explicada por las ventajas económicas de la cercanía, una de cuyas expresiones sería la aparición de rendimientos crecientes. El balance entre fuerzas inductoras de concentración o desconcentración espacial de la actividad económica y de la riqueza cede a favor de las primeras debido a la existencia de estos rendimientos crecientes:

“Por qué la actividad económica está tan concentrada? La presencia de los costos de transporte sugiere que la industria se dispersará en busca de minimizar los costos de acceder a los consumidores en sus diferentes localizaciones, si es que la producción se hace en condiciones de rendimientos decrecientes a escala, tal y como los economistas lo predicen. El ‘teorema popular’de economía espacial plantea que bajo estas condiciones habrá muchas pequeñas plantas abasteciendo a los mercados locales. Es únicamente la presencia de los rendimientos crecientes a escala la que fuerza las firmas a concentrar la producción en unas pocas localizaciones, y es entonces cuando confronta la opción de escoger donde operar” (Henderson, Shalizi y Venables, 2000, p.2).

Los rendimientos crecientes, explicativos de la aglomeración económica, pueden ser de orden tanto internos como externos a la firma. Los mecanismos externos incluyen la difusión del conocimiento y las externalidades del mercado laboral. Adicionalmente deben considerarse los factores relacionados con la producción de insumos.

“Por ejemplo, la difusión de información puede surgir como producto de la vecindad entre firmas; a través de la observación mutua y del aprendizaje de lo que hacen, las firmas aprenden acerca de los desarrollos tecnológicos, de a quien comprarle o venderle, de a quien contratar, de cuales líneas de producción tienen mejor salida (…) En el mercado de trabajo, debe haber ganancias de localizarse en un mercado laboral denso en donde otras firmas hayan formado una oferta de trabajadores calificados” (Henderson et al., 2000, p.3).

Por otro lado, la cercanía de otras firmas abarata los costos de suministro de insumos o de distribución de productos, generando así un ambiente atractivo para firmas encadenadas hacia arriba como hacia abajo. En el otro extremo de la balanza se sitúan las fuerzas que inducen la dispersión espacial de la actividad económica, entre las cuales se cuentan las externalidades negativas de la congestión, los costos de suministro de los factores inmóviles y la dispersión geográfica del mercado. Finalmente, el resultado dependerá del balance específico que se establezca entre los beneficios y los costos de la concentración espacial de la actividad económica (Henderson et al., 2000, p.4).

En principio, muchas localizaciones son buenas candidatas para alojar las aglomeraciones económicas. No obstante, pequeñas diferencias (capricho histórico o expectativas autorrealizadas) determinan quienes son los ganadores y, una vez esto ha sido definido, opera un efecto inercial y acumulativo de aseguramiento de esta condición.

“Aún si las condiciones externas cambian (reduciendo probablemente la atractividad del lugar) los agentes económicos no querrán desplazarse y desperdiciar los beneficios de la aglomeración. Esta tendencia se acentuará con la durabilidad de las inversiones escondidas, tales como el local y la infraestructura. Hay por tanto un patrón de dependencia en la estructura del equilibrio, teniendo a la historia como una parte importante de las circunstancias” (Henderson et al., 2000, p.5).

La combinación de factores y los cambios en su importancia relativa pueden dar lugar a escenarios muy distintos, resumidos en cuadro 13:

“Si las fuerzas de aglomeración operan primariamente al interior de sectores particulares y si la mayoría de los factores son móviles, entonces el resultado más esperable es la aglomeración de industrias en lugares especializados (celda superior derecha del cuadro). Las diferencias de precios factoriales entre localizaciones serán bajas, tanto porque cada uno de esos centros agrupa una pequeña fracción de las actividades, como porque muchos factores son móviles. El modelo clásico de este tipo es el propuesto por Henderson (1974), quien construye un modelo de equilibrio general para un sistema de ciudades especializadas. Dos extremos son analizados: un mundo de promotores que levantan ciudades competitivas y consiguen resultados de eficiencia, y un mundo sin ‘grandes agentes’ (promotores) en donde las ciudades (generalmente de tamaño excesivo) conforman auto-organizaciones. En el otro extremo, si las relaciones operan en un rango mucho más amplio y los factores (especialmente el trabajo) son inmóviles, entonces la aglomeración, si ocurre, estará asociada a desigualdades en los precios de los factores y en los ingresos reales (celda inferior izquierda del cuadro). Entonces, en el modelo internacional de Krugman y Venables (1995) la actividad industrial se concentra en el ‘norte’, aun cuando los salarios pueden ser varias veces más altos que los del ‘sur’; las firmas tendrán impedimentos para desplazarse hacia el sur debido a los beneficios de aglomeración que sobrepasan los ahorros que se obtendrían por disminución de los costos laborales. Esta mirada del mundo es radicalmente diferente de la teoría económica internacional convencional pues predice una división del mundo entre regiones ricas y pobres, independientemente de si hay diferencias internacionales en la dotación de factores, niveles de capacitación, calidad institucional y otras características económicas importantes. El desarrollo y el subdesarrollo son simplemente manifestaciones de la aglomeración de la actividad económica” (Henderson et al., 2000, p.6).

De acuerdo con estas consideraciones, es posible entender las diferencias entre niveles de desarrollo entre países como haciendo parte de procesos de mediano y largo plazo con comportamientos cíclicos, con parámetros cambiantes, con resultados diferentes a lo largo del tiempo y dependiendo de las circunstancias. En términos de la comprensión de las formas de despliegue de la actividad económica en el territorio, resulta posible salir de los extremos de simplificación de un espacio económico homogéneo y comprender las tendencias de cambio más concretas y complejas en donde pueden coexistir procesos de uniformización y homogeneización socioeconómica, con otros de segmentación, separación y diferenciación.

En este sentido, el modelo de Puga y Venables (1999) permite entender este tipo de procesos diferenciados y estratificados.

“Se alcanza un punto en el cual la brecha salarial es muy grande para ser sostenible y la actividad manufacturera comienza a salir de los centros establecidos hacia regiones de bajos salarios. No obstante, solamente un (o unos pocos) centro industrial nuevo comienza a establecerse en un mismo momento (…) El desarrollo toma entonces la forma de ampliación del conjunto de países que hacen parte del ‘centro’, mientras la mayoría permanece fuera, totalmente aislados. A medida que el crecimiento continúa, la ampliación del conjunto de países ‘centrales’ crece secuencialmente, sumándolos por turnos. Este enfoque predice que el desarrollo no es un proceso estable de convergencia entre países pobres y ricos, sino mas bien una transición rápida de un selecto grupo de países pobres al club de los ricos” (Henderson et al., 2000, p.7).

Un proceso semejante toma lugar al interior de cada país, con una difusión selectiva y secuencial del crecimiento desde el centro hacia la periferia.

“En las fases iniciales de la industrialización, ésta tiende a concentrarse en una o dos ciudades mayores (…) y luego en algún momento inicia la desconcentración. Los detalles de este proceso son interesantes. La desconcentración industrial es más dramática que la de la población y transforma las bases de las áreas metropolitanas mayores. La desconcentración industrial inicia por los suburbios y las áreas no urbanas de la ciudad mayor, luego alcanzan las ciudades satélite pero en un radio no mayor de 60 km. De distancia a la ciudad original. (…) La segunda ola se da hacia el hinterland, tanto ciudades como zonas rurales, fuera del dominio de las mayores áreas metropolitanas” (Henderson et al., 2000, p.22).

Para los países externos al grupo perteneciente al centro, el costo de la exclusión asume diferentes formas.

“Los costos de transporte incurridos en los bienes comerciados son solamente uno de los costos asociados con la distancia, tal vez los más fácilmente observables” (Henderson et al., 2000, p.9).

No obstante, a pesar de su importancia y su indiscutible impacto negativo sobre las posibilidades de crecimiento y desarrollo de los países atrasados, este tipo de costos no es capaz de explicar por sí solo los diferenciales de desarrollo observados en el mundo que van en una escala de 50 a 1 (Henderson et al., 2000, p.10). Otros flujos económicos estratégicos, a saber el del capital y la tecnología, también se afectan negativamente con la distancia:

“Estimativos basados en los flujos suecos de Inversión Extranjera Directa sugieren que el coeficiente de la distancia es más negativo que para el comercio, implicando una mayor sensibilidad a la distancia” (Henderson et al., 2000, p.11).

Estos procesos de cambio y transformación se producen, no obstante, en medio de un ritmo caracterizado por la permanencia y la inercia. Los tiempos de cambio de las estructuras económicas espaciales son relativamente lentos y sólo pueden ser comprendidos cuando se les mira en plazos amplios. El crecimiento de las ciudades tiende a preservar las características generales de la estructura de la red y del sistema urbano. Aunque se presenta movilidad de las ciudades entre los distintos escalones de la jerarquía, hay muy poca movilidad descendente de aquellas que están en el tope más alto:

“A lo largo del último siglo, algunas pequeñas ciudades nuevas o existentes han crecido para convertirse en grandes. Algunas ciudades de talla media se han estancado y han descendido en tamaño relativo y aunque muy excepcionalmente algunas áreas metropolitanas han presenciado pérdidas absolutas de población. No obstante, consistente con las observaciones de Eaton y Eckstein en Francia y Japón, en los Estados Unidos casi no hay descenso relativo en la parte alta del sistema. Las ciudades en el percentil superior de la distribución de tamaños en 1900 están por completo en 1990, aunque el número de ciudades haya crecido y haya habido adiciones a la lista de ciudades del percentil más alto. Esta gran estabilidad se da por dos conjuntos de razones (…) La primera es que ellas tienen ‘historia’ (…) y la segunda es que han acumulado conocimiento local, instituciones y tradiciones (…) ellas tienen influencia política” (Henderson et al., 2000, p.25).


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