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ECONOMÍA Y TERRITORIO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. DESIGUALDADES Y POLÍTICAS

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Capítulo II Evolución reciente de las disparidades económicas territoriales

En este capítulo se presenta un balance del estado actual y de la evolución reciente de las disparidades económicas territoriales en América Latina y el Caribe, analizándose en paralelo dos fenómenos que habitualmente se revisan por separado: la concentración de la población en la ciudad mayor y las diferencias en los niveles de riqueza entre los territorios.

En contra de la idea generalizada de que las disparidades han aumentado, se observa que se han estancado y preocupa que este estancamiento aparezca como un quiebre de la tendencia previo a su disminución. Este resultado ratifica las conclusiones de los estudios examinados en el primer capítulo. En cambio, se establece una tendencia al debilitamiento del peso demográfico de la ciudad mayor de cada país, que rompe con un período muy largo durante el cual tendió a crecer.

Además, se analiza la estructura económica territorial y se establecen dos grandes categorías, o tipos de estructura, presentes en los países estudiados de América Latina y el Caribe: primacial polarizada y multipolar estratificada. Asimismo, se muestra que cada una de estas estructuras reacciona de modo diferente a los procesos de difusión o de concentración del poder y del peso económico territorial. Finalmente, se examina la correspondencia entre los resultados sociales del período, medidos con el índice de necesidades básicas insatisfechas, y el desempeño y la riqueza económica de los territorios.

A. Disparidades económicas territoriales

En los años noventa y lo que va de la presente década, ha renacido el interés por el estudio de las disparidades económicas territoriales en América Latina y el Caribe mediante diversos enfoques y aproximaciones, entre los que vale la pena destacar dos. En el primero se pueden agrupar estudios de corte sociodemográfico apoyados en investigaciones históricas, sociológicas y demográficas, o con una mirada desde la economía política. Estos trabajos han centrado su interés en explicar los patrones de poblamiento y distribución espacial de la población mediante la elaboración de explicaciones pluridimensionales y la consulta de estudios a largo plazo. En el segundo enfoque se reúnen trabajos principalmente económicos, inspirados en modelos tanto neoclásicos como estructuralistas, que plantean inquietudes en torno a la evolución de las brechas de ingresos y riqueza territorial y a sus factores determinantes. Las exploraciones económicas del efecto de la geografía física forman parte de esta vertiente.

El enfoque sociodemográfico tiene una larga tradición y connotados exponentes, como Jorge Enrique Hardoy (1964), Richard M. Morse (1975), José Luis Romero (1976) y Paul Bairoch (1985), autores representativos de un trabajo de investigación histórica que ha puesto en evidencia la relación entre las grandes épocas del desarrollo latinoamericano, incluidas las civilizaciones prehispánicas, y las formas de poblamiento y organización territorial. Gracias a estas investigaciones se ha recopilado información sobre los lentos ritmos de cambio de los sistemas urbanos y territoriales y la necesidad de observarlos en períodos largos (mitades de siglos o siglos completos) para comprender la verdadera naturaleza, magnitud y tendencia de sus transformaciones. Con estos estudios también se ha establecido que del encuentro entre las civilizaciones europeas y americanas surgió una amplia y heterogénea amalgama de formas de organización territorial, expresada en una gran diversidad de configuraciones nacionales, aunque con algunos rasgos comunes al universo latinoamericano: la acentuada concentración de población, riqueza y poder en la ciudad mayor de cada país, una forma muy especial y específica de disparidad territorial que se destaca como uno de los rasgos propios del subcontinente.

La teoría de la urbanización dependiente denominó macrocefalia a este rasgo de los sistemas urbanos latinoamericanos (Jaramillo, 1979) y asoció su existencia al pasado colonial común y a la posición económica subordinada de estos países en el sistema mundial. Cuervo (1990) contradice esta idea y muestra que los niveles de concentración urbana en América Latina y el Caribe al momento de la independencia y en la etapa previa a la industrialización no eran notoriamente altos, sino muy parecidos a los de los países desarrollados en etapas semejantes. Por lo tanto, la herencia colonial no parece definitiva en esta configuración. Como alternativa, Cuervo (1990) sugiere pensar la concentración urbana como un fenómeno propio de la industrialización, asociado a las modalidades peculiares presentes en América Latina y el Caribe y sometido a un ciclo de ascenso, estancamiento y posterior descenso, con una duración cercana al siglo. Además, identifica patrones subregionales para el área andina, el Brasil, Centroamérica y el Cono Sur.

Mientras que el papel de ciudad primada es muy estable, con contadas excepciones como la del Brasil, la composición de los centros de segundo y tercer orden es más flexible y móvil. En los últimos 30 años, la primacía ha registrado una tendencia descendente muy generalizada, aunque de intensidad variable, y con un patrón relacionado con el estado de los procesos demográficos de transición (véase el cuadro II.1). Esta tendencia es más marcada en los países de transición urbana avanzada, plena y moderada: Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, República Bolivariana de Venezuela y Uruguay. Con la excepción de Costa Rica, los países con una transición urbana incipiente se caracterizan, en cambio, por el aumento de la concentración urbana.

Los niveles de primacía urbana siguen siendo considerablemente altos, con excepción del Brasil (13%), Colombia (20%) y la República Bolivariana de Venezuela (15%). Por su parte, Chile, Panamá, el Perú y la República Dominicana escapan a la tendencia descendente y continúan aumentando el grado de primacía a pesar de presentar una transición urbana de moderada a avanzada.

Los diversos estudios económicos de las disparidades territoriales realizados en los últimos 15 años presentan al menos tres vertientes inspiradas en tres tradiciones teóricas diferentes: la teoría económica del crecimiento, las economías de aglomeración y la geografía física. En la primera, a partir del estudio empírico de la experiencia de la Comunidad Europea, los Estados Unidos y el Japón, Barro y Sala-i-Martín (1991) establecieron que las brechas de riqueza económica entre distintas regiones de un mismo país, medidas en términos de ingreso per cápita, tendían a acortarse con el paso del tiempo. Esta teoría de la convergencia, usada como referencia para numerosas investigaciones en América Latina y el Caribe, no consigue arribar a resultados muy concluyentes. “La evolución de los distintos países es muy singular y difícilmente se puede hablar de la existencia de un patrón común. No obstante, algunos síntomas sugieren que la última década y media se ha acompañado de, a lo menos, un proceso de contención de las tendencias a la convergencia regional. Para México (1980-95) y Brasil (1970-1990) se rechaza la hipótesis de convergencia, para Perú (1980-1996) se acepta como muy débil, y para Colombia (1983-1995) se encuentra divergencia. Chile aparece como un caso excepcional al evidenciar una tendencia a la convergencia para el período más reciente (1985-1995)” (Cuervo 2003, pág. 45).

Los trabajos de geografía económica pueden considerarse como parte de este tipo de estudios. Para explicar la neutralización de la convergencia, e incluso la producción de la divergencia, un primer grupo de autores parte de la consideración de los diferentes tipos de economías de aglomeración, que producen ventajas para las grandes ciudades y los territorios más desarrollados (Krugman, 1991; Fujita, Krugman y Venables, 1999). Lamentablemente, este enfoque ha sido poco utilizado para la elaboración de estudios empíricos en América Latina y el Caribe. Un segundo grupo resalta la importancia de la geografía física como explicación de las disparidades económicas territoriales. Gallup, Sachs y Mellinger (1998) estudiaron las relaciones entre geografía física y desarrollo y sus conclusiones fueron tomadas como referencia por el BID (2000) para promover investigaciones nacionales. La motivación principal del estudio comparativo era lograr entender las razones de la permanencia de un grupo considerable de países y poblaciones en un estado de pobreza y subdesarrollo. La constatación inicial de la que se parte muestra algunos patrones geográficos en la distribución mundial de la riqueza y la pobreza: “Dos correlaciones geográficas con los niveles de desarrollo son inevitables. Primero, prácticamente todos los países tropicales son pobres, mientras la mayoría de los países de alto ingreso están en latitudes medias y altas. Segundo, las economías costeras tienen por lo general ingresos más altos que las interiores” (Gallup, Sachs y Mellinger, 1998, pág. 4).

De los estudios realizados por el BID (2000) donde se trata de explorar las relaciones entre geografía física y desarrollo, “es de destacar la presencia de varias conclusiones aparentemente contradictorias con las predicciones de Gallup, Sachs y Mellinger (1998): en México y Colombia, por ejemplo, son regiones del interior, relativamente aisladas de los puertos, las que han tomado el liderazgo económico; en Colombia, adicionalmente, la cercanía a ríos navegables no está relacionada con mayores densidades de poblamiento; en Bolivia, Perú y Colombia la altitud juega de diferente forma a como lo predice Gallup pues su relación con el desarrollo no es necesariamente directa, sino que en un caso es inversa (Perú) y en otros es cuadrática o curvilineal (Bolivia y Colombia). (…) Las pruebas de causalidad que establecen los modelos en realidad registran patrones y permanencias de la geografía económica contemporánea y no necesariamente explicaciones. En algunos casos hay un patrón de discriminación (Norte-Sur en México o Sur-Norte en Brasil); en unos casos el patrón es bajo-alto (Perú), en otros es bajoalto-bajo (Bolivia y Colombia); en Colombia, este ‘patrón’ favorece el interior y no la costa, mientras en Perú opera al contrario. Por esta razón es plausible sugerir que los contrastes de la geografía física en América Latina parecen estar operando como una envoltura de los contrastes y procesos de discriminación económica y social y no de manera autónoma o independiente” (Cuervo, 2003, pág. 90).

De esta revisión se desprenden varias conclusiones importantes y algunas directrices para el análisis de las tendencias recientes de las disparidades económicas territoriales de América Latina y el Caribe. En primer lugar, el sentido del comportamiento cambia de manera radical dependiendo de la variable que se utilice para mirarlo. Mientras que la concentración de la población en la ciudad mayor retrocede en la mayoría de los países, la brecha de ingreso per cápita entre regiones habría dejado de disminuir. En segundo término, independientemente de la dimensión del análisis y de las variables adoptadas, surge como patrón común la inexistencia de tendencias de cambio uniformes y la presencia de algunas tipologías que se presentarán más adelante y permiten agrupar esta diversidad en categorías de semejanza. Como tercer punto, y más allá de la variable o dimensión que se utilice para medirlos y de la comparación con las tendencias internacionales, siempre se concluye que los niveles de concentración económica y disparidad alcanzados por América Latina y el Caribe son particularmente altos.

Entre las directrices que se recogen del análisis presentado hay que señalar, en primer término, que la interpretación de los resultados que se obtengan para el período 1990-2005 se debe poner en una perspectiva de largo plazo, por ser el ritmo propio de las transformaciones territoriales, y comparativa, porque las peculiaridades de cada caso solo se pueden entender por contraste con las demás. En segundo término, cabe mencionar que es indispensable utilizar una canasta de indicadores y mediciones relativamente amplia con el fin de lograr una visión más integral de los procesos y arribar a conclusiones más firmes.


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