BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ECONOMÍA Y TERRITORIO EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE. DESIGUALDADES Y POLÍTICAS

ILPES-CEPAL




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1. Civilización occidental moderna y desigualdades económicas internacionales

La industrialización y la urbanización de los tiempos modernos han ido acompañadas de un incesante aumento de la desigualdad en los niveles de riqueza entre las naciones. Esta tendencia secular, que engloba diversos procesos y heterogéneas relaciones entre grupos de países, surge sobre todo de la combinación de dos procesos contradictorios: la disminución de las diferencias entre los países desarrollados y el incremento de las disparidades entre estos y las naciones en desarrollo (Bourguignon y Morrisson, 2002, pág. 728).

Estos contrastes y matices tienen un estrecho vínculo con las propiedades de la organización espacial del capitalismo puestas en evidencia por Braudel (1986). La economía-mundo capitalista abarca solo una porción del planeta y configura una unidad con características propias como ocupar un espacio determinado, es decir, poseer límites que la explican y que varían con cierta lentitud, aceptar siempre un polo o centro, representado inicialmente por una ciudad-estado y en la actualidad por una ciudad capital, y dividirse en zonas sucesivas conformadas por un núcleo, zonas intermedias y zonas marginales muy amplias.

Los polos presentan tres rasgos específicos: la variación en el tiempo, la posibilidad de que varios de ellos compartan la preponderancia en un mismo momento o período y la sucesión de unos por otros a causa de grandes rupturas, sobre todo crisis económicas y conflictos bélicos. A pesar de los cambios, la convergencia entre países con un grado de desarrollo semejante tiende a ser más frecuente que entre naciones con disparidades más extremas.

Dentro de cada zona se configura una particular estructura de desigualdades económicas territoriales organizada alrededor de polos urbanos y sintetizada con claridad por Hardoy (1975), que distingue siete estadios en la urbanización latinoamericana. Este autor identifica Mesoamérica y la región andina de América del Sur como los focos más importantes de las civilizaciones precolombinas, ubica el período clásico (300-600 d. C.) como el origen de ciudades propiamente dichas y pone en evidencia la sucesión histórica de centros de radiación y polos urbanos dominantes en las distintas épocas. Además, establece que en los períodos inca (1000-1400 d. C.) y azteca (siglo XIII) hay evidencias indiscutibles del funcionamiento de redes urbanas consolidadas. Con la llegada de los españoles y los portugueses aparece la operación yuxtapuesta de dos redes urbanas que, tras la consolidación de la conquista y el paso a la fase colonial, se funden y establecen su centro en los virreinatos con mayor riqueza de minerales preciosos, que coinciden con los anteriores territorios azteca e inca. Hacia el final de la colonia, la preponderancia de estos territorios se debilita y comienza a ceder a favor de los países del sur que establecen relaciones comerciales más estrechas con Holanda e Inglaterra. Con sus propias particularidades, el territorio del Brasil transita por fases semejantes, con un predominio del norte en las primeras épocas de la colonia, que luego se traslada al sur por la aparición de riquezas minerales preciosas y la necesidad de defender los límites con las áreas bajo dominio español.

Pese a la diferencia de contextos y circunstancias de los procesos en Europa y en América Latina y el Caribe, los factores determinantes de la existencia de estas grandes épocas, así como de sus transiciones, son muy semejantes. Lo que afirma y documenta Braudel (1986, pág. 8) para Europa con respecto a los momentos de transición: “en todo caso, centramiento, descentramiento y recentramiento parecen estar ligados, normalmente, a crisis prolongadas de la economía general”, lo ratifica Cuervo (2004, pág. 90) acerca de las redes urbanas latinoamericanas: “los períodos durante los cuales se constató una reversión en las tendencias concentrativas coinciden, casi siempre, con épocas de crisis industrial. En (…) Argentina el proceso de desconcentración urbana comenzó durante la crisis de los años 30. En Chile la primera fase desconcentrativa urbana se inició durante otro período de crisis, el decenio de 1890. En América Central la crisis de los años 30 y las dificultades del período de entre guerras coinciden con una tendencia generalizada a la desconcentración urbana y de decrecimiento de los niveles de primacía”.

Por lo general, estas crisis expresan cambios geopolíticos más grandes, relacionados con el control político y militar de rutas y fuentes de riqueza, o son consecuencia de profundas transformaciones tecnológicas producidas en los medios de transporte y las comunicaciones. Como ejemplo se destaca el control de las rutas hacia Oriente en Europa (Braudel, 1986), los ciclos de producción y explotación de metales preciosos en la América colonial (Hardoy, 1975) y los sucesivos efectos de la introducción de nuevas infraestructuras y novedosos sistemas de transporte: fluvial (De Vries, 1987), marítimo, ferroviario (Weber, 1899) y automotor. La ciudad, la red urbana y los medios y soportes físicos de comunicación, transporte y del área inmediata, entonces los centros Mayas deben calificarse como ciudades” (Hardoy, 1975, pág. 8).

La intensidad, el contenido y el ritmo de cambio de las desigualdades económicas territoriales varían en función de las transformaciones de las fuentes generadoras de riqueza (naturales, sociales, tecnológicas, organizativas y de infraestructura), las redes físicas de soporte entre las partes (diseño, patrones de cambio y relaciones costo-eficiencia) y los equilibrios geopolíticos de cada momento. Además, operan en medio de continuidades básicas, profundas inercias y estructuras socioeconómicas de soporte con un alto grado de estabilidad durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, cada época presenta una sucesión de polos dominantes y ciclos de intensificación y debilitamiento de las desigualdades económicas territoriales. Corresponde ahora ocuparse de la comprensión de estos ciclos y de los factores que en ellos intervienen.

2. Crecimiento y estructuras territoriales

En la época más reciente del capitalismo, la evolución secular de las disparidades entre territorios a escala nacional muestra algunas peculiaridades. En medio de esta tendencia internacional, las fases de divergencia y convergencia entre territorios de un mismo país se alternan por períodos. Esta alternancia de fases de divergencia y convergencia económica territorial se observa en experiencias nacionales analizadas mediante estudios históricos de largo plazo . Cabe señalar que en los países de América Latina y el Caribe es difícil encontrar experiencias nacionales bien documentadas.

Algunos estudios econométricos comparativos han permitido consolidar y enriquecer esta idea, empezando por el trabajo pionero de Williamson (1965, págs. 9 y 16), su ratificación en las investigaciones de Wheaton y Shishido (1981, págs. 17-29) y la reciente reafirmación y ampliación en las investigaciones de Henderson (2000, pág. 14). Con muy pocas diferencias, los tres trabajos coinciden en la existencia de una relación de U invertida entre desarrollo económico y concentración urbana, la forma más evidente de las disparidades territoriales: el crecimiento económico produce mayor concentración urbana y esta alcanza un punto de saturación en niveles intermedios de ingreso per cápita, a partir de lo cual se registra un descenso en los índices de concentración urbana.

Este patrón de comportamiento cíclico de la concentración urbana y las disparidades económicas territoriales asociadas tiene consecuencias significativas sobre la interpretación de procesos concretos en países específicos y sobre las políticas económicas territoriales. La más relevante de estas consecuencias se relaciona con el significado socioeconómico del incremento de las disparidades económicas territoriales (concentración urbana): no son necesariamente perjudiciales para el desarrollo y serán deseables o indeseables dependiendo del nivel que adquieran y del momento en que se produzcan.

Sobre la base de información vinculada al crecimiento económico y la concentración urbana de unos 80 a 100 países y lapsos de cinco años entre 1960 y 1995, Henderson (2000, págs. 16 y 17) encuentra que: “el nivel del mejor valor de primacía aumenta con el crecimiento del ingreso hasta unos US$ 4,900 y posteriormente desciende. Sin embargo, para un amplio intervalo (US$ 1.800-US$ 8.100), el mejor valor cambia poco. Las pérdidas debidas a los excesos de primacía descienden hasta cuando el nivel de ingreso del país alcanza US$ 3.000 y posteriormente aumentan hasta alcanzar su máximo en los rangos de ingreso medio de US$ 5.000 a US$ 10.000, antes de descender moderadamente. (…) Un resultado clave es que son substanciales las pérdidas de ingreso, en cualquier nivel del ingreso, debido a la concentración excesiva. Las estimaciones puntuales sugieren pérdidas en crecimiento anual (porcentual) del ingreso cercanas a un 1,5. Con tasas anuales de crecimiento porcentual del ingreso promediando algo más que 2, estas son pérdidas muy altas”.

Estas mediciones colocan a América Latina y el Caribe en una posición particularmente desfavorable pues muchos países presentan índices de primacía muy superiores a la norma estadística (Henderson, 2000, pág. 31). Por tanto, es de suma importancia identificar los procesos económicos detrás de estos comportamientos históricos y de los ciclos de concentración y desconcentración, e intentar comprender los aspectos socioeconómicos peculiares del continente que podrían explicar estas singularidades económicas territoriales.


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