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ALUCINAR (EN) LOS INTERSTICIOS: “ABECEDARIO” MÍNIMO. UN SUSURRO DE PALABRAS

Edgardo Adrián López




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La respiración agitada del pensamiento

“... (Lo) que casi siempre es inherente a lo que se llama ‘acto’, es que éste se desconoce a sí mismo”

Jacques Lacan

“... (Son) intolerables

los tribunales,

... los hospitales, los manicomios,

la escuela, el servicio militar,

la prensa, la televisión,

el Estado”

Michel Foucault y el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP)

I. Los “bucles” de la resistencia

Uno de los aportes significativos(1) de Pierre Bourdieu y lo que suscitó en quienes llevan adelante sus procedimientos, técnicas, métodos, estrategias de investigación es practicar la objetivación, el autosocioanálisis* de aquel que delimita los problemas, los objetos, los temas, los conceptos y las teorías (Bourdieu, 1995b y c; Gutiérrez, 1999b: 12/13, 18). En suma, la auto objetivación consiste en explicitar no sólo el contexto de descubrimiento, de génesis y de aplicación, sino también lo más “íntimo” que pueda haber influido en las tomas de posición del sujeto supuesto saber, manifestando en ello que lo que parece ser exclusivamente individual contiene siempre la impronta de lo colectivo (Durkheim, 1984).

Casi nunca los estudiosos asoman condicionados y/o determinados por su historia de vida, las trayectorias académicas, las experiencias educativas, los modos de vincularse con las instituciones, etc., y todo ello incide en la elección de una postura epistemológica, en los métodos escenificados, en los lineamientos elegidos, entre otras opciones. Sin embargo, la seña del joven Marx asoma todavía oportuna: la independencia con respecto a la dialéctica en general y a la interacción hegeliana en particular, conseguida a través de la crítica (1985c: 49) y a los fines de esquivar la servidumbre hacia la dialéctica, en dirección a eludir una falta de conciencia o para suprimir la tosquedad y con el propósito de evitar las propias barreras de la deconstrucción, no deben acabar en el fetichismo y narcisismo de la autoconciencia que habla de sí (op. cit.: 50). La recursividad exigida puede comprometerse con la vieja trascendencia filosófica/teológica, en especial hegeliana, aunque se delinee maliciosa y escéptica.

Ahora bien, en cierta escala, la operatoria casi psicoanalítica descrita, en la medida en que es un acto, pretende que no se desconozca (la cita que funciona como anticipación proviene de Eribon, 1992: 259). Y entonces, el segundo epígrafe(2) (loc. cit.: 275) condensa la percepción-experiencia que más tarde tuve de las instituciones aludidas, a partir de las marcas que imprimieron los dispositivos tradicionales de enseñanzaaprendizaje(3).

Recuerdo dos situaciones que acaso indujeron una preferencia temprana por el saber y el conocimiento.

Los primeros días luego de asistir al Jardín, poseyendo tópicos felices de un Pre/Jardín arancelado, tuve que comparecer ante la directora por “inconducta”. Ahora puedo imaginar que el castigo de ser “juzgado” me resultó excesivo. Of course, una “política” de esa naturaleza no tardó en “rendir” sus frutos: en segundo grado, después de la partida de una maestra a la que apreciaba, acabé repitiendo esa escena “primaria” (a su vez, eco de la desobediencia contra familiares autoritarios) en la oficina de la Regente. A partir de lo que hoy me es factible significar, creo que existían diferencias en la aplicación de las sanciones entre aquellos que venían de una villa, de donde procedía, y entre los que habitaban las cercanías de una escuela situada en la misma calle en la que se ubican dos de los colegios más tradicionales y conservadores(4) de Salta capital (el Colegio “Manuel Belgrano” y el Bachillerato Humanista). El saldo fue una posición y disposición continuas a marginarme de la institución y de lo instituido, sin ser capaz de mitigar lo intransigente y autoritario que insistía en ese rechazo involuntario e inconsciente de la disciplina, en la que focalizaba la resistencia.

Con el tiempo, las exigencias de la educación de la época de la Dictadura fueron habituándome a valorar el conocimiento.

Ese habitus se fue enmarañando con los años, adosando estrategias que no hacían más que destacar una tendencia a la soledad. Leía aquello frente a lo que pocos aprendientes de mi edad y de mi condición económica eran asiduos, lo cual resaltaba el sentimiento de aislamiento (es probable que haya habido alguna compensación pulsional en esa búsqueda de “singularidad”).

Al respecto, Bourdieu indica que las apreciaciones con las que se invisten los objetos de saber en general y los objetos de investigación en particular, pueden ser la resultante de sublimar el escaso reconocimiento que el agente logra en su disciplina por otros de esferas disímiles. Quizá incluso la elección de Marx tenga esas marcas de alienación por las que, siendo historiador, no me siento en mi lugar y siendo marxista, no acabo por ser caracterizado por colegas encuadrados en estudios de caso, como historiador (esta situación fronteriza se repite por igual en el seno de la militancia). El sociólogo fallecido en el siglo XXI, sugiere que

“... el investigador participa siempre de la importancia y del valor que es ... atribuido a su objeto, y hay muy pocas posibilidades de que ... no tome en cuenta, consciente o inconscientemente, ... el hecho de que los trabajos más importantes ... sobre los objetos más ‘insignificantes’ tienen (escasas probabilidades) de (poseer), a los ojos de los que han interiorizado el sistema de clasificación ..., tanto valor” (1999i: 148). Luego prosigue afirmando que en las Ciencias Sociales podemos distinguir entre “... por un lado, la gran síntesis teórica, sin otro punto de apoyo ... que la referencia sacralizante a los textos canónicos o, en el mejor de los casos, a los objetos ... más nobles ...; por el otro, la monografía de aldea ...; y, en oposición con uno y otro, el análisis semiológico de la fotonovela, ... de las historietas o de la moda, (que supone la) aplicación de un método ... herético (que se atrae) los prestigios del vanguardismo ...” (Bourdieu, 1999i: 149). Un poco más arriba, sentencia que los agentes “esperan de otro campo ... las gratificaciones que el campo científico les niega por anticipado ...” (ibid.).

Continuando después del “corte” con lo que ya expusimos, “interrupción” que sin duda alivia las angustias de las declaraciones autoobjetivantes, podemos anticipar que es dable señalar que parte de aquel derrotero solitario se repitió de cuarto a séptimo grado y en los cursos superiores de la entonces “escuela secundaria”.

El ingreso a la Facultad se retrasó durante un año, apelando a varias “excusas”, a raíz de que temía en el ámbito de lo inconsciente lo que mi habitus iba a inducir: “alejamiento” respecto a mis compañeros, “incomprensión” de mis profesores, etc. Frecuentaba las clases munido de las tempranas lecturas de astrofísica, física nuclear, Freud, Deleuze y Foucault (asistencia que ocurría después de un largo y duro Servicio Militar, que obligó a solicitar inscripción fuera de término a fines del primer cuatrimestre de 1988).

Freud, Deleuze, Foucault, con sus juicios acerca del padre de Eleanor, condicionaron el acercamiento “curvilíneo” que tuve hacia él. También yo, influido por las obviedades ideológicas de la Guerra Fría, por la publicidad consumista, el cine comercial norteamericano, por el status de los objetos “genuinamente” académicos, “sin ser” políticos, que se fuerzan a aceptar al interior de los claustros, y a causa de autores como los nombrados, creía que la lucha contra las formas de dominio era una pelea local, individual, casi heroica(5), en las que el socialismo “real” y teórico no eran sino otra secuencia de poder en la Historia de la especie. Estaba superado, muerto; Marx no había logrado comprender ni el inconsciente, ni el lenguaje, ni el deseo (Baudrillard, 1985: 40, 81), ni la multivocidad de las confrontaciones (op. cit.: 80), ni las revoluciones “moleculares” (Guattari, 1976: 85, 155), ni que todos éramos “grupúsculos” (loc. cit.: 155, 321-323), etc.

Por mi lado, expresé frente a un ex/militante de izquierda los prejuicios que había introyectado acerca del nacionalizado inglés que prosigue fisurando las Ciencias Sociales, a pesar de las reacciones. Le llamó la atención que habiendo leído a filósofos contestatarios, pudiera ser tan poco rebelde en la aceptación de unos tópicos casi indestructibles sobre el compañero de Engels, la insurgencia socialista, la lucha obrera, etc. Pero como ocurre en esas circunstancias, en las que se es poco apto para recusarse a sí mismo, dilaté durante meses el imprescindible estudio del corpus asociado a aquel nombre. Recién en 1990, accedí a Miseria de la Filosofía. El impacto fue tal que prácticamente abandoné las obras que continuaba ahondando (Deleuze, Guattari, Derrida, etc.).

* El ejercicio de autosociopsicoanálisis arriesgadamente emprendido, fue empleado por el Tribunal que deseó malograr mi tesis, para una lectura de instrucción sumarial con el horizonte de contar con elementos que pudiera orientar en mi propia contra.

Dejado constancia de lo lamentable, el boceto preliminar de auto objetivación fue revisado a fondo por la Mgr. Ana de Anquín, una de las especialistas** en Bourdieu en la Carrera de Ciencias de la Educación (Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta) y aunque de acuerdo en términos muy generales con la estrategia de exposición articulada, no le dejó de parecer que el autosocioanálisis, caía en lo autobiográfico y en algún regodeo narcisista. En cualquier caso, la auto objetivación posee un nivel de autobiografía, a pesar que no pueda reducirse a lo autobiográfico y sea lo que fuere, la autobiografía es una curación de sí mismo (Demetrio, 1999).

** La otra es la actual graduada María Ángeles Bensi; en arduas discusiones con ella es que me interesé siste-mática/mente, por Bourdieu –es que siempre hubo mujeres en los “legados” de saber que me entre/tejieron...

II. Los golpes de la militancia y del “ser estudiante” universitario

El entusiasmo de semejante encuentro estimuló mi pulsión epistemológica, conduciéndome a charlas informales en las que me fue develada la Semiótica y Semántica de Kristeva y Greimas. “Disponía”, junto al Psicoanálisis de Freud (que sazoné con los escritos “ininteligibles” de Jacques-Marie Émile Lacan), de las herramientas para la aprehensión y re-significación de los tortuosos senderos por los que nos constituimos en tanto que sujetos traumáticamente socializados.

El interés por los orígenes del cosmos se manifestó como lo que era: la necesidad de observar mis propios “orígenes” y la elección de la carrera de grado, todavía guarda vínculos con una pregunta perpetua sobre lo que es/será el pasado que nos condiciona. El acercamiento a Marx tiene algo que explicar sobre esa necesidad insatisfecha de volver a los “orígenes”, a la historia de sí que se es incapaz de controlar, que uno padece, se la hace sufrir y la traslada a los otros (en especial, a los progenitores, a la pareja y a los hijos).

La información que constituía mi “enciclopedia cultural”(6), acumulada a partir del ejemplo de una madre que estudiaba en la universidad y de un ambiente en que había más libros que en otros hogares de la villa, permitió siempre que participara en las clases (desde los últimos cursos de la escuela primaria y de los pertenecientes a la secundaria) con alguna seguridad.

Las interpretaciones a las que llegaba de los textos resultaban cuando menos llamativas, a veces por lo curioso, otras por ser diversas de lo “habitual”. Entonces principié, a causa de la presión de mis pares y de los profesores que solicitaban la cita justa que avalara lo que sostenía, a forjar el “método” de lectura que apliqué a algunas obras de pensadores que me impresionaron.

Lo mínimo que compartía con un estudiantado que hasta fines de 1998 no había dado un giro decisivo hacia la izquierda(7), la temprana responsabilidad de dos hijos, el dominio de un dispositivo pedagógico autoritario ramificado en casi todas las cátedras, las lecturas variadas y el estudio sistemático de las obras del admirador de Engels y de los marxistas, los exámenes libres de la mayoría de las asignaturas del Plan 1985 de la Carrera de Historia, el análisis de algunos historiadores consagrados por la academia (Halperin Donghi, 1995b), etc., me empujaron poco a poco a la necesidad de enriquecer la preocupación por la teoría con la “mundanidad” de la política. Entonces la casualidad me acercó en 1993 a la Corriente Patria Libre*, que (acorde a lo que reconstruyo hoy) detenta un nacionalismo exacerbado y una estructura verticalista(8), al menos en Salta. Las discusiones mal resueltas con sus representantes autóctonos (que continúan sosteniendo que soy “servicio” o “chivato” de la policía), motivó en mayo de 1994 mi alejamiento irreversible de los partidos tal cual existen y durante años, de una actividad “orgánica” y colectiva.

Sin embargo, imaginé que la militancia tiene infinitas formas y que una de ellas podría consistir en “enseñar” a otros lo que había investigado: nos reuníamos de cuatro a seis personas a charlar sobre el amado por “Lenchen” y acerca de marxismo. Rememorando una y otra vez, los efectos desagradables que habían suscitado en mí los dispositivos pedagógicos centrados en un maestro-Amo que “transmite” contenidos, procuré efectuar otra experiencia didáctica. Los escasos concursos de auxiliar alumno y de “instructor” en los que obtuve el primer lugar en el Orden de Mérito, contribuyeron a delinear mi práctica docente. También hay que contar aquí el año (1995) que permanecí en el Colegio Secundario N° 68 de La Poma, en el que tuve que atender a estudiantes con enormes dificultades económicas, de aprendizaje y de lectoescritura. Simultáneamente, las dos becas de alumno que conseguí para analizar determinados textos del refugiado en Londres, fueron la chance que necesitaba para emplear la Semiótica, de la que iba perfeccionando su conocimiento de manera lenta y discontinua, como estrategia de análisis.

* Unos años previos a mi contacto con los miembros de ese partido, en que conocí a mi actual amigo, Sr. Carlos Balmaceda, fui Secretario alumno por la Carrera de Historia, en un centro de estudiante tutelado por Franja Morada. Mi contacto con la agrupación se debió más a simpatías personales por algunos de sus integrantes, como fue el vínculo con el eximio caricaturista, Sr. Gustavo Flores, (a) Guflo, quien me invitara a componer la lista para las elecciones de esa lejana época. Existen quienes enarbolan tal etapa en mi temprana e insuficiente formación política para señalar mis “orígenes”; puedo argumentar que muchos no “evolucionan” nada o casi nada con el correr del tiempo...

III. Los vaivenes de una Tesina

Cada día comprobaba en múltiples ambientes académicos de la institución, en los estudiantes, en los militantes, en un porcentaje significativo de intelectuales que, según mi “vista desde un punto” (Bourdieu, 1999g: 126), “desmantelaban” el pensamiento de Marx (Escuela de Frankfurt –de la cual su modelo de retórica es Habermas-, nietzscheanos, estructuralistas, pos/modernos, post-estructuralistas, neoestructuralistas, etc.), una información limitada, ideologizada, sin profundidad, etc. sobre él(9).

Los estudios emprendidos en el Seminario Interdisciplinario Semiótica Audiovisual, me dieron el concepto que resume lo que la actualidad hizo: el proscrito de Occidente fue topicalizado de manera constante, insidiosa, imperceptible, hasta inducir cierta disposición subliminal a su puesta en suspenso, crítica, olvido y rechazo. Bien podríamos decir, aunque parezca una sentencia extrema, que Marx es un desconocido y que en ese encubrimiento parcial inciden no sólo los factores propagandísticos y de ideologización abocetados, sino la tardía traducción(10) de obras claves (los Grundrisse, Teorías sobre la plusvalía, etc.), la ortodoxia estalinista, las urgencias de la política, las orientaciones de la izquierda en las Américas, el contexto general de la Guerra Fría, entre otros elementos.

Era pues muy pesada la tarea que quedaba por delante, si anhelaba hacer un “mapa cognitivo” (Jameson, 1988b; Carrique y López, 1997: nota 18 en pp. 51/52) del “filósofo” en lid. Así fue como el tema de tesina de Licenciatura, de la que es “segunda parte” el Proyecto de Tesis, se perfiló en un contexto de polémica, debate “interno” y autoaclaración. Y mientras trabajaba en las zonas rurales de la provincia en contacto con los problemas cotidianos de estudiantes puneños, escribí el Plan que discutiría con la Directora y Co Directora, ambas de carreras ajenas a la que cursaba (tesina que al igual que esta investigación, aflora en una aproximación primera como si estuviese alejada de la cruda realidad).

Luego de tres años, acompañado de las elucubraciones de Derrida, redacté un corpus que estaba en la encrucijada de ser crítica, metateoría, literatura, ensayo, filosofía, pero no ciencia(11). A pesar de poseer tales contornos y de no ser un trabajo “típico”, el Jurado le otorgó el máximo puntaje.

El leve reconocimiento de mi militancia teórica en la academia por parte de algunos aprendientes que pertenecían al movimiento Che compañero, que más tarde se fusionó con el Frente Amplio (que a su vez era el producto de una alianza entre Tercera Posición, NOE y alumnos independientes) dando lugar a Oktubre, y un estudio “curioso”, que luego de un lustro de democracia era merituado de forma inusual, sobre el padre de Laura y a favor de él, ocasionó una colaboración estrecha con ellos(12). Pero después, el difícil 2001 me acercó a la Corriente Clasista y Combativa (CCC), organización “piquetera” que responde a la línea de masas articulada por Mao en su experiencia de lucha por el socialismo en la China de 1930 (en ese plano, las observaciones del político oriental son agudas y las intenté acumular en López, 2001b).

Nombrado Delegado de Prensa y Difusión, escribía los partes e intervenía en programas de radio, tarea que completaba con la coordinación de un grupo limitado de formación política (en los momentos en que amplío el autosocioanálisis en curso –julio de 2004-, no prosigo con idénticas funciones; me encuentro como Delegado Gremial de la CCC y por la Facultad de Humanidades en el sindicato* ADIUNSa. –lo que duró hasta 2005).

* Cuando obtengo de forma inesperada el cargo de Prof. Adjunto interino en Sociología, Carrera de Ciencias de la Educación, en marzo de 2004, los “endogrupos” del mencionado espacio curricular, emprendieron una campaña en regla para destruir todo lo vinculado con mi persona y con lo que se anuda para sostener una profesión (Salta 21, 2010). La posición hegemónica del gremio y de muchos de mis compañeros de militancia, fue que no existía ni se comprueba un parergon de mobbing y que en gran parte, yo era el responsable de las reacciones adversas en la academia, en la que en 2010, me encuentro cada vez más aislado y desacreditado (Chávez Díaz, 2010b).

Armándome de una paciencia infinita, procuré convencer a los del sindicato que no era así y que el contexto de hostigamiento era real, pero lo que logré fue que la mayoría de los integrantes de las múltiples comisiones directivas del gremio, acrecentaran su pésima** actitud para conmigo, lo que me condujo a renunciar al sindicato en 2007. La desafiliación no fue una reacción de auto victimización neurótica e infantil, sino motivada por desinteligencias profundas: si un gremio supuestamente rebelde, no podía percatarse que con mi asunto adoptaba una perspectiva poco insurgente, no me quedaba más que renunciar a un sindicato que era incapaz de auto crítica (exceptúo de mis aforismos a la Prof. Carmen Hernández y al Geólogo Pablo Kirschbaum, entre otros profesionales).

Con los compañeros de la CCC, los nexos duraron algo más pero poco a poco, se fueron deteriorando, hasta que para junio de 2010, es indiferente que todavía pueda o no considerárseme miembro de la organización aludida. Por lo demás, su errada política con respecto a la protesta del “campo” aumentó mi distanciamiento con respecto a ella.

** Lo “curioso” es que los desmantelados colegas del gremio, muchos de los cuales se expresaron en torno a mí de formas poco felices y a mis espaldas, se enojan cuando luego de años de reservarme la opinión acerca de ellos (en lo puntual, respecto al Lic. Jorge Ramírez, Facultad de Ciencias Exactas), la difundo con sinceridad y no a traición, precisamente. Esa llamativa actitud se revela también, en los “compañeros” de labores de la facultad en la que tristemente, debo ejercer mis ocupaciones: mientras ellos se auto conceden el derecho de escupir sobre mí lo que se les antoja (Chávez Díaz, 2010a) e incluso, por escrito (como el Mgr. Gerardo Bianchetti –expte. 4159/10), se ofenden cuando emito mis pareceres alrededor del disfuncionamiento de la institución...

IV. Alternativas para un Proyecto

Tratando de inventar esperanzas en un 2001 angustiante, en el que estaba desocupado, elaboro la idea de dictar, bajo la tutoría de una docente, una Materia Optativa Interdisciplinaria sobre Marx, desde la Escuela de Antropología. Elevado el Programa para su consideración en 01 de noviembre, es aprobado a principios de septiembre de 2002. Ya en clase, planteamos que no nos acercaríamos al apoyado por Wolff considerándolo un “autor”, sino un modo amplio de suscitar preguntas, objetos, etc., donde cada quien podía ritmar lo que se debatiera según la balanza que inclinara el parecer. En 2003, pude responsabilizarme de nuevo de esa asignatura con un Programa que abarcase hasta “La Sagrada Familia”; en 2004, estudiamos los tempranos escritos de Engels y “La situación de la clase obrera en Inglaterra”. En 2005, anhelamos enfocar el texto íntegro de La ideología alemana. En 2006, Miseria de la Filosofía y “El Manifiesto”; en 2007, “Trabajo asalariado y capital” y Salario, precio y ganancia; en 2008, la Correspondencia.

Al mismo tiempo que se gestaba la empresa y que aguardaba su desenlace, comencé a reconsiderar las probabilidades concretas de finalizar el Plan de Tesis inicial (1999): fue un estudio acerca de la cuota de ganancia y de cómo la teoría del valor en Marx es más compleja de lo que se estableció (tanto del lado de los marxistas, cuanto de la arista de los que lo sopesan perimido en ese punto –López, 2009b). Pero lo desmesurado que resultaba en el marco de un Doctorado, causó que lo abandonara y que buscase incluso otro Director. Habiendo pasado por la experiencia de profesionales que no tenían conocimiento de la Semiótica(13), imaginé que acaso podría encontrar a un docente que enterado de ella, le pareciera válido un semanálisis acerca del suegro de Longuet (con las peculiares torsiones que le daba a aquella estrategia y a la teoría/objeto). De nuevo, el azar me llevó a la persona indicada y el Lic. Juan Magariños de Morentin, sin tener una imagen física de quien se autodeconstruye, concediendo así los elementos que posibilitan suspender afirmaciones que no son aptas para universalizar, aconsejó otro protocolo(14).

En los comienzos de nuestros emails, había concebido un proyecto que reflexionara sobre las débiles y escasas huellas que Marx habría dejado en relación con los desniveles entre crítica, ciencia y filosofía, entre saber y verdad, entre objeto y signo, etc. Ese primer boceto, incluía referencias al Anti-Dühring (1972) de Engels y a los tres volúmenes de los Grundrisse. Posteriores intercambios, redujeron el corpus a dos de ellos. Entonces alteré la hipótesis y la hice girar hacia la dialéctica “infra”/sobreestructura.

Todavía sin definir el Plan según los exigentes criterios del Lic. Morentin (tuve que rehacer hasta cuatro veces el esquema previo), acabé el semanálisis del tomo II de los Borradores (en virtud de que es una labor pausada y tediosa, abordé el libro que me afloraba interesante). Pero cuando inicié la conversión de sintagmas, lexemas y oraciones en enunciados ordenados por isotopías, registré que promediaba de cuatro a siete horas el estudio de una carilla. A pesar de ello, el Plan se delineó con la intención de abarcar el vol. I en su totalidad, con la alternativa de ampliar hasta el libro II. El taller de la investigación me hizo ver que ni siquiera ese modesto propósito era viable; constreñí la inclusión de los resultados al epílogo del tomo I, denominado “Formas que preceden a la producción capitalista”.

En lo que respecta al método particular de relevamiento de los campos semánticos, de los lexemas, los sintagmas, las oraciones y de las isotopías, lo fui construyendo a partir de resolver las barreras que iba planteando la forma de lectura utilizada. Antes de las becas de investigación aludidas (una otorgada por la Facultad –1993- y otra por el Consejo de Investigación –1996), trabajos detallados sobre algunas obras permitieron corregir la estrategia. El primero consistió en un estudio de algunos capítulos del vol. I de El capital (cf. López, 1992a). Lo más significativo que se destiló fue la sospecha, confirmada años después, que la teoría del valor en Marx tenía un más amplio alcance del que se concede.

El segundo (1993) fue el extenso semanálisis del “Primer Manuscrito” (1985d) del palimpsesto de 1844 (1985a): allí procedía directamente a la conversión de los lexemas, sintagmas y oraciones a enunciados que, a su vez, eran glosados. No estaban bien diferenciados los desiguales momentos del proceder. El tercero (que se había comenzado en 1992, pero que finalizó en 1994) se abocó a realizar una especie de “diccionario” de los conceptos que Foucault utiliza en Vigilar y castigar (1989), y que pueden reconstruirse por el contexto y por lo que sabemos que expresará en obras posteriores.

Por otro lado, la agilidad adquirida en la construcción de campos semánticos de lexemas que tenían una carga ideológica fuerte en los historiadores que debía consultar para rendir las asignaturas que quedaban antes de la defensa de la tesina, también ayudaron en la lenta explicitación de la estrategia en juego. Algo de ello conseguimos efectuar en la tesina misma, pero muchos de sus aspectos eran intuitivos, lábiles y poco satisfactorios para el discurso científico standard. Los comentarios de ese método, que es un puzzle entre las prescripciones de Greimas y los paragramas de Kristeva, llamó la atención de un graduado de Ciencias de la Educación que me sugirió que la estructura básica era análoga a un software adecuado para la investigación cualitativa denominado “Nudist”. Por lo tanto, es factible puntuar que recién las exigencias rigurosas de una Tesis de Doctorado condujeron a un esfuerzo sistemático de metacognición de una técnica que se inició en las lecturas “aberrantes” del material de las diversas cátedras. De ahí también los vacíos que puedan quedar, los amplios márgenes de error, la imposibilidad de controlar de modo satisfactorio la lectura tendenciosa, etc.

NOTAS

(1) Como es evidente, proseguimos en el universo de la crítica deconstructiva.

En otro plano de sentencias, las demoras que implica escribir en simultáneo el cuerpo del texto, las notas y la bibliografía alivian el Inconsciente, siempre que el acceso a verdades de las que nada quiere conocerse tarda en concretarse. Empero, si no dilatar el auto socioanálisis es urgente (en especial, esquivando la tentación de enmascararlo con la deconstrucción de otros nombres, cuando lo que se espera es la autoobjetivación), es igual de importante la paciencia, el no ir deprisa. Esos otros cabos son también parte de una empresa casi imposible, que requiere de la “autobiografía” aunque sin engastarse en ella.

Sin embargo, el auto psicoanálisis guarda esenciales desigualdades con la terapia. E. g., el decurso de la autodeconstrucción es razonado y consecutivo; no hay lugar para el lapsus, la atención flotante, la ruptura temática, las preguntas del otro que escucha. Podemos retornar sobre lo dicho y “pulir” las expresiones, ajustándolas a los referentes universitarios, etc. Por eso también una de las garantías para superar tales impedimentos es que el investigador consiga vencer sus propias resistencias, en pos de ser lo más transparente para el enunciatario/destinatario.

Empero, aun cuando el auto socioanálisis sea potente y abarcador no es viable un “encuentro” con el habitus, de igual modo que no es posible un “cara a cara” con lo Real en tanto que causa de los automatismos inconscientes. En particular, porque las “presiones” institucionales nos conducen a “silenciar” ciertas “confesiones”. Tampoco es factible modificarlo a voluntad y por los efectos liberadores de la palabra que se piensa a sí misma (de ahí que la apuesta habermasiana sea limitada en este aspecto), ya que el habitus no es individual sino que se configura en el seno de grupos (aunque no emplea el lexema “clase” con idéntica carga a la de Marx, Bourdieu acepta que existen habitus de clase –1999c: 31/34). Por añadidura, es un sistema de disposiciones inconscientes y no voluntarias (op. cit.: 42).

En un orden desigual de cuestiones, tal como lo hemos postulado en otros lugares en este mismo trabajo y en espacios divergentes (ver López, 2001a: nota 6, p. 29), el sociólogo galo refuerza una serie de enunciados y de tópicos absolutamente tradicionales acerca del acosado por la conservadora Germania, que constituyen el sentido común de la academia respecto a él. En más de una ocasión se manifiesta contra el supuesto economicismo, determinismo, causacionismo, linealidad, etc. que “palpitan” en los escritos del analista arrinconado en Londres. Incluso, a pesar de advertir que el desmantelamiento de un pensador corrosivo al estilo de Marx no es algo inocente (1999t: 20-21), declara que el marxismo subestimó los poderes de la teoría (Bourdieu, 1999u: 75).

Roces destaca al contrario, que en el “Prólogo” de 1874 de La guerra de campesinos en Alemania, escrito por Engels en 1848 (1981c: XIV), el industrial de Manchester insistía en la importancia de lo reflexivo y en que, junto a la lucha política y económica, eran los “frentes” en los que la clase obrera tenía que intervenir (Roces, 1981c: XVI). Por lo demás, ante la preponderancia de lo economicista y de la economía en los efectos sobre lo humano, Bourdieu en uno de sus últimos estudios antes de fallecer procura explicar que los más “simples” actos económicos, como la compra/venta, se apoyan en intrincadas estructuras sociales (2002: 194). Sin embargo, una investigación de tales finalidades ignora ella misma que Marx demostró una y otra vez que la economía no basta para dar cuenta de los procesos históricos (ir a 1971e: 470-471), y que hay que tener en perspectiva la totalidad estructurada en niveles tensionados con desiguales contradicciones.

(2) En principio y en la tesis, las citas que inauguran la auto deconstrucción, se ubicaban en calidad de epígrafes, en el Apéndice I (López, 2007).

Yendo a un hojaldre disímil de aclaraciones, el opúsculo en liza es rubricado por Foucault y un conjunto de ciudadanos franceses (entre los que se encuentran intelectuales, militantes de base de disímiles organizaciones, etc.) en febrero de 1971 [estrato de las valoraciones políticas]. Es uno de los momentos luminosos de un filósofo que no ahorrará, como sus compañeros Deleuze y Guattari, críticas ácidas en desmedro del enemistado con Hess y contra el marxismo.

Por ejemplo, son célebres los grises que les destinó en Las palabras y las cosas: Marx (y consecuentemente, el marxismo) es positivista (1997: 313) y escatológico, empiricista y “crítico”. Las asunciones que lo conducen a igualar la “verdad” con el “factum” y a encajonar lo profético en el anuncio de un hombre por venir, lo tornan ingenuo y en el fondo, pre/crítico (Foucault, 1997: 311). Sin duda, continúa el pensador francés en lid, como si fuese necesario decir más luego de lo enunciado, el “sociólogo” alemán no fue capaz de articular un espacio intermedio que no estuviese cercado no sólo por el positivismo y la escatología, por lo empírico y la crítica, sino por la antropología y la verdad (loc. cit.: 312). Cae incluso en la promesa revolucionaria (Foucault, 1997: 256), a la que se debe abandonar (Baudrillard, 1985: 42, 134).

Evalúa que existe una diferencia superficial, doxológica entre el padre de Jenny y Ricardo. Aquél

“se aloja sin dificultad en una disposición epistemológica que lo acogió favorablemente ... y que no tenía el propósito de (molestar) ni ... alterar ... ya que reposaba enteramente sobre ella ... (Se) encuentra en el pensamiento del siglo XIX como ... pez en el agua, (esto es), ... en cualquier otra parte deja de respirar” (Foucault, 1997: 256). Finalmente, remata con la frase lapidaria que diagnostica que el marxismo (y, en la “lógica” peculiar de Foucault, Marx) sólo “... ha generado tempestades en un vaso de agua” (op. cit.: 257). Toda esa retórica muestra que es el compañero de Deleuze, el que tenía un nexo más que conflictivo con ese a quien asedia y que los inconvenientes eran suyos antes que de la firma a la que denosta (Badiou acuerda que Foucault es “ligero” en su oposición al co redactor del Manifiesto –1974b: nota 10 de p. 97).

Empero, en varias ocasiones se apreciará que su enciclopedia es más profunda en otros terrenos que en el del sepultado en la Londres helada. F. i., expresará que no lo conocía bien (1992: 56) aun cuando se afilia en octubre de 1953, y por unos meses, al Partido Comunista de Francia (en el fondo, nos parece que un número abultado de militantes conocen muy mal no sólo la vasta obra del crítico errante, sino la de los que fundaron la tradición política socialista del siglo pasado). Habría pues, que interrogar/nos por qué intelectuales oficializados yerran el blanco de las deconstrucciones y se abocan a desprestigiar, marginar, destruir, etc. una firma como la de un exiliado de todas las naciones reaccionarias de la vieja Europa (Foucault no será el único ni el último; todavía asoman Borges, Derrida, Lacan –1987b: 846 y ss.-, Vargas Llosa, entre otros).

Ahora bien, acaso se podrá objetar con sólidos argumentos que si cultivamos una imagen negativa, pesimista acerca de los mecanismos institucionales qué transformaciones caben esperar en ellos y cuál será nuestro rol en circunstancias al parecer, tan asfixiantes [intervalo indecidible con relación a si lo declamado pertenece a lo crítico o político]. Suponemos que en el postulado respira un falso dilema: es factible diagnosticar las fronteras que cercan los cambios en lo instituido, pero sin que abandonemos un trabajo quizá agotador de pequeñas modificaciones, que propendan a ampliar los espacios de libertad, creación, solidaridad, etc. Al igual que el Marx dolido por la pérdida irreparable de su hijo varón, creemos que a pesar de las circunstancias más extremas será posible hacer algo razonable en este mundo (Stepanova, 1957: 146).

(3) Anhelé insertar la palabra subalterna, no reconocida y sin demanda/deseo de reconocimiento, de unas colegas que efectuaron, separadas y juntas, una investigación de caso en la que definían la noción “dispositivo pedagógico tradicional” (en 2004, no se habían graduado). Su propia acción de escribir y su lógica práctica, las condujeron a articular que es un aglomerado de posiciones, disposiciones, valores, juegos, habitus, discursos, vinculados a tópicos con respecto a lo involucrado en un “deber ser” más o menos autoritario, inflexible, disciplinado y disciplinario, con relación a la enseñanza y al aprendizaje (Moreno y Bensi, 2002a: 11-12). Particularmente ciego a la alternativa de una mutua influencia y enriquecimiento entre los intervinientes, obtura las probabilidades de pensar de modos inéditos los nexos entre saber, estudiar, investigar, actuar, problematizar, crear, imaginar, cuestionar, etc. Cf. Deleuze, 1990b; López, 1992b. [ídem al último párrafo de la nota 2]

El joven Engels nos sorprende cuando da a entender que algunas técnicas escolares, al estilo de la toma afiebrada de apuntes, embrutecen la inteligencia, que cierto tipo de enseñanza atenta contra el espíritu crítico y que las escuelas hacen gala de una severidad desmedida (1981e: 12) [asertos vinculados a la praxis]. Un “buen” docente es quien resulta capaz de impartir clases con gracia y el que despierta en los estudiantes el sentido de la poesía (loc. cit.: 13).

Sin embargo, casi siempre los profesores, maestros, etc. se dedican a producir textos (libros, artículos, folletos) que no guardan utilidad (Engels, 1981e: 12). Por su parte, el apreciado por el padre de Jenny, ironizando acerca de los “aportes” de algunos obreros improductivos o que realizan trabajos inmateriales que ofertan disfrutes especiales (Marx, 1974: 177), sostiene que la labor de los abogados se cristaliza en “artículos” muy específicos, que adoptan la forma engorrosa de gruesos legajos (op. cit.: 140).

(4) Aceptamos la diferencia entre las ideologías “liberal” y “conservadora”: la segunda, según Wallerstein (2001: 82, 102), tiene su eje en los discursos de la exclusión (el clasismo, el racismo, la homofobia, etc.); la primera, hace hincapié en la igualdad formal, la democracia ilusoria de las urnas, y en los rechazos de la desigualdad real y del ejercicio efectivo de un poder popular genuinamente demócrata (1998: 42, 97, 103, 239; 2001: 80/82, 102-104). [estrato intermedio entre ciencia y política]

Lo reaccionario, por su parte, consiste en un modelo político acusadamente verticalista y en una decidida negación de las más elementales exigencias de los grupos subalternos, que desde la Revolución Francesa en adelante procuraron canalizarse en los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

(5) Es imprescindible rememorar las innumerables series hollywoodenses en las que el héroe es un solitario con ciertas aptitudes más o menos extraordinarias, que lo impulsan a actuar en nombre de los otros y de forma mesiánica, escatológica. [registro de la crítica]

Sin embargo, tarde aprendí que había que luchar, pero de manera elegante y llevar a cabo cierta “ética” de la enunciación, en la que se tienen que abandonar los lugares y roles a partir de los que juzgamos, aconsejamos lo que se debe hacer, etc., como si fuese posible enseñar a vivir [cosmos de la praxis]. La delicadeza en el trato, el interés por mantener con los demás relaciones elevadas, por no proferir imperativos, etc., son parte también de un tipo de militancia que es consecuentemente libertaria y comunista, pero que para una gran mayoría de leninistas son rasgos pequeñoburgueses o de diplomacia “blanda” (ver Mao, 2001).

Engels se lamentaba de que las normas evaluadas socialmente “aceptables”, redujesen el vínculo con los otros a la cortesía artificiosa, a los juegos de salón y a la rutina (1981e: 13). Baudrillard postula que esa moral de la atención exquisita para con los semejantes, es un axioma de la “izquierda divina” pero que las masas insurgentes de formas que no previó esa izquierda, eluden (1985: 81).

(6) Preferimos esta categoría a la que articula Bourdieu en las “especies de capital” [discusión en el ámbito de lo instituido como ciencia]. El capital económico, el social, el político, el cultural y el simbólico son en realidad, formas de poder. Por añadidura, si el lexema “capital” exige su correlato de explotación, de valorización y de trabajo, no se observa qué clases de procesos similares se conectan con los otros “capitales”. Bien es verdad que el sociólogo deconstruido distingue entre poder (del que desgranan varias “lógicas”) y capital; no obstante, ello no afecta las apreciaciones vertidas.

Retomando el hilo argumentativo, tendríamos un poder económico, social, político, cultural, etc. Pero en virtud de que esas especies de poder son también valores y están validados, la resultante sería el de un podervalor/validado económico, y así de manera sucesiva. Hay que aclarar que en el caso de este registro, el poder-valor economicista se acota en los términos de la hipótesis del valor del menospreciado por intelectuales compensados con la fama.

Sin embargo, su concepción del poder está allende la teoría del valor. Para demostrarlo sería oportuna una cita del “sociólogo” epicúreo que tiene incalculables consecuencias: en medio de reflexiones acerca de lo que es trabajo productivo e improductivo en la fase de dominio del capital autocrático, sostiene que lo único que tiene su propietario es poder. “… El propio (burgués) sólo tiene poder …” (1974: 329). Algunos verán en ello rasgos todavía hegelianos (v. g., los correspondientes a la dialéctica entre señorío y servidumbre); nosotros optamos por un nexo con Lucrecio, Epicuro y Diógenes.

(7) No puedo hacer justicia aquí a una historia más concisa y global del movimiento estudiantil de la Universidad Nacional de Salta, pero nos surge que las organizaciones alternativas a la larga hegemonía de Franja Morada (en Humanidades, f. e., Democracia, Azul y Blanca, MUP, NOE, PARES, Tercera Posición, FRENTE AMPLIO, UNESI, etc.), no contaban con una orientación orgánica hacia un pensamiento contestatario o en la línea de Marx. [análisis político desde lo político]

En la Facultad, presuntamente sólo siete docentes tenían un conocimiento relativo de sus textos (dos de Filosofía, tres de Antropología y dos de Ciencias de la Educación), pero únicamente una profesora era afiliada al Partido Comunista (la que en 2003 terminó emigrando a la provincia de La Pampa). En los aprendientes, y menos en los ingresantes, no había casi nadie con tal perspectiva. Recién en 1998, 15 años después del fin de la Dictadura, comienzan a surgir grupos que responden a las gruesas interpretaciones políticas del marxismo.

Va de suyo que tampoco puedo realizar siquiera un análisis somero de los campos intelectual y académico de Salta, ni por consiguiente de las posiciones, tomas de posición y disposiciones que he internalizado/naturalizado [acotación de la reflexividad desde el discurso de la ciencia]. Por eso también el estudio del habitus emprendido en el autosocioanálisis, no es completo dado que requiere un desmantelamiento de los campos aludidos.

Empero, algunos datos acerca del contexto en el que la Tesis fue redactada ayudan a “anclarla” en la Historia, gesto que va a contrapelo de lo que se acostumbra en instituciones ritualizadas para la cualificación de sus burócratas del conocimiento. [diagnosis política]

En la Salta de mayo de 2004, hubo un nuevo gobierno del Dr. Juan Carlos Romero, familia de larga incidencia en la vida de los salteños, surgido de la modificación cuestionable de la Constitución local para adaptarla a una re reelección protestada por algunos sectores. En la esfera nacional, ejerció el Ejecutivo el abogado Néstor Kirchner luego que el voto desbancara el poder visible del Dr. Carlos Saúl Menem (Senador en 2010), y después que profundizara las divisiones en el justicialismo entre duhaldistas y los partidarios del flamante Presidente (en 2008, fue sucedido por la Dra. Cristina Fernández, muy jaqueada por el establishment –Sociedad Rural, Cámara de Empresarios de Argentina, Unión Industrial, Grupo Clarín).

De 2004 a 2008 y en Salta y en el resto del país, los índices de desocupación, subocupación, pobreza, marginación, indigencia, exclusión, desnutrición, mortalidad infantil, crecimiento económico (desalentado por la crisis energética), estabilización del número de graduados universitarios por carreras, reactivación de las economías regionales, inflación, persecución contra los luchadores populares, pago sumiso de la Deuda Externa, escalada represiva, etc., continúan con las tendencias de la década menemista (no significa que igualemos al nefasto Menem y quienes lo acompañaron, con el kirchnerismo; apuntamos grandes líneas* –justo sería agregar que existen determinadas orientaciones beneficiosas, tales como la política de DDHH, la asignación universal por hijo, etc.).

En el orden mundial, en 2004, la agresiva política imperialista de los EEUU dio origen a la guerra de Irak y a una presunta ocupación de la selva colombiana por 9.000 marines, insertos en una fuerza de 17.000 hombres, destinados a combatir el contra poder anticapitalista de las guerrillas (esta última noticia, apenas si se difundió a fines de abril). Recrudecen las amenazas sobre la Venezuela del Presidente Hugo Chávez y contra la Cuba del Comandante Fidel Castro.

En 2010, se acaba de celebrar el Bicentenario, donde los enfrentamientos entre los débiles medios oficialistas y la enorme corporación mediática, entre la Presidente Cristina Fernández y el procesado Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, entre diputados como la desgastada Elisa Carrió y los que responden al kirchnerismo, entre los que elogiaron reaccionariamente el Centenario de 1910 y quienes apoyaron los actos de 2010, eclipsaron una reflexión honda que pusiera en jaque el orden burgués nacional y planetario (que es lo que se halla en debacle con la prolongación de la crisis norteamericana de 2007, en la europea de 2010).

* En Salta, el panorama descrito para 2004/2008 sigue igual, a pesar de los cantos de sirena del joven reaccionario, abogado Juan Manuel Urtubey, actual Gobernador de la provincia y con discutibles ambiciones presidenciales.

En el estrato de lo nacional, las perspectivas nos son poco claras, en tanto existen datos controvertidos ofrecidos por el INDEC y en la medida en que la autoritaria corporación mediática liderada por el grupo Clarín, tampoco dejan cifras aceptables.

(8) Esos rasgos están peculiarmente acentuados en una estructura que rescata el peronismo de Eva Duharte y de los Montoneros, pero no son exclusivos de ella sino que son perfiles compartidos con un buen número de agrupaciones que se afincan en el leninismo.

Por lo demás, el anquilosamiento, el “dirigismo”, el vanguardismo, el sectarismo, la “sloganización” del pensamiento de Marx, el “rivalismo”, etc., no son malas aplicaciones del leninismo; son algo inherente a él [nivel de lo político]. Por supuesto, para alguien que piensa así, ser marxista sin ser leninista, sin responder a ninguna de las escuelas de la tradición y sin aceptar el modo de funcionamiento de los partidos leninistas de izquierda, resulta doloroso por los mecanismos de silenciamiento, acechanza, etc. que los leninistas ponen en juego al igual que los que son reacios al amigo de Engels. En oportunidades diversas se “difundió”, como una acusación de complicidad militante, que me atrevía a poner en duda a los grandes de la tradición y que era funcional a los reproductores de semióticas orgánicas de los grupos hegemónicos; no pasaba de ser un “juanbjustista” tímido. Por eso, no era menos “torpe” (en realidad, habría que utilizar otras palabras que no serían aceptadas por las rigideces de la academia).

(9) Biógrafos como Paul Johnson, sostienen que no era ni estudioso ni científico, sino moralista y un académico fracasado (2000b: 76). En todos los escritos del pensador radicado en Inglaterra, se comprueba una deformación tendenciosa de los datos y una deshonestidad intelectual al inventar citas o forzar las palabras de otros (parece que llegó a falsear pasajes de Adam Smith –loc. cit.: 87/88). Divulgadores de esa factura, ayudan a cristalizar tópicos resistentes. [apreciación científica]

Hasta donde me fue permitido comprobarlo, la bibliografía que se suele ofrecer de consulta en algunas cátedras para un acercamiento a pensadores deconstructores (Freud, Nietzsche, Paulo Freire, etc.) son de un tenor similar.

(10) Acorde a lo que resulta de mis estudios, Lenin, Trotski, Stalin y Mao no pudieron consultar escritos esenciales que no avalaban las afirmaciones más lineales, mecanicistas, ásperas, de esos intérpretes que, gracias a los partidos que siguen sus propuestas, devinieron verdaderos Interpretantes de Marx (esto es, esquemas rígidos de significación). Una de esas obras fueron los Borradores: descubiertos alrededor de los años ‘40, no fueron traducidos al alemán sino al borde de la muerte de Iosif Vissarionovich Djugashvili (Stalin) y estuvieron disponibles en castellano en el ‘70 (Tarcus, 2000c: 17). Por añadidura, los comentarios de su pensamiento se hacen a menudo a través de las apreciaciones de Engels y Lenin: f. e., Mao en sus extensas Obras Escogidas efectúa más citas de ambos que de Marx y confiesa en su autobiografía que a los 27 años tiene acceso al socialismo a partir de dos divulgadores rusos (2000).

Por su parte, Lenin realiza análisis que tienen de fondo un conocimiento mejor afinado de Hegel y de su dialéctica, que de los escritos complejos o polémicos del fundador de la tradición (eso sucede con miembros ensalzados de la Escuela de Frankfurt como Benjamin, entre otros, que recién pasados sus cuarenta años accede al resumido por Most, por vía de Lukács).

La compañera del conductor de la nueva “Comuna de París” que fue la revolución de los soviets, relata que el primer contacto de aquél con Marx fue “El Manifiesto Comunista” y luego el tomo I de El capital (1984: 27). Trotski matiza lo precedente y sostiene que quizá en 1889, en Kazán, leyó por primera vez el tomo inaugural de la serie acerca de la sociedad burguesa (1972: 187, 239); recién hacia 1892-1893 puede sostenerse que era un marxista con base en el estudio sistemático, en el período de Samara (Trotski, 1972: 242/243). Sin embargo, junto a El capital, Ulianoff se procuró “La situación de la clase obrera en Inglaterra” y el Anti-Dühring (op. cit.: 217/218). Pero en medio existe todo un “arco” de obras que no son menores (los Manuscritos de 1844 –que se revelan a partir de 1930-, “La Sagrada Familia”, La ideología alemana –que se edita en ruso hacia 1932; ir a Stepanova, 1957: nota 8 de p. 56-, Miseria de la Filosofía, etc.) y que matizan el mecanicismo que puede resultar de pasar sin transición alguna, de “El Manifiesto...” a la concepción del valor.

Por último y tal cual lo hemos glosado en otros lugares (López, 2010e), el pensador argentino Ricardo Gómez sostiene que Marx y Engels tenían ciertas diferencias y que el primero no avaló, de forma expresa y pública, las sugerencias más metafísicas de su entrañable amigo (1995b: 89). Agrega que las asunciones de Marx no lo conducían, como le endilgan sus críticos y acorde a lo que integran sus seguidores ortodoxos, a vaticinar ninguna ley infalible e inexorable de la evolución histórica (Gómez, 1995b: 90; Jameson, 1999: 123; acerca de esa alucinada ley o de la superación “inevitable” del capitalismo por el socialismo, cf. Lenin, 2000: 93). Si de cuando en cuando, el alemán muriente en Inglaterra habla de leyes éstas no son más que tendenciales y para cada modo genético de tesoro (Gómez, 1995b: 90, 101). Hay que descartar por simplistas las interpretaciones canónicas y economicistas del materialismo deconstructivo (loc. cit.: 98).

En consecuencia, un “… estudio riguroso del pensamiento de Marx debe diferenciarlo, cuando corresponda, de Engels, así como del llamado marxismo-leninismo (ambos son variantes de un materialismo dialéctico que ... nunca compartió)” (op. cit.: 91). Nosotros agregaríamos una sobre/costura: jamás siquiera lo formuló (Peña, 2000d: 114).

(11) El estilo de ensayo fue una causa permanente de divergencia con los que a principios de 1999 se habían comprometido a guiarme (dos historiadores argentinos), con mis dos antiguos Orientadores de Cádiz y con el abogado Magariños de Morentin. [plano del autosocioanálisis]

No obstante, junto al Lic. Magariños de Morentin coincidimos en que las normas de enunciación consideradas científicas no son objetivas y que guardan un componente arbitrario, que se vincula con lo que se considera paradigmático en una época, localidad, institución, etc. [estrato de la crítica]

A mi modo de ver, la objetivación participante inspirada en Bourdieu delata que el discurso científico es nada más que un discurso entre otros. La semiótica ahonda en ese plano, rescatando que “... el predicado ‘es verdad’ no es más que una manera encubierta de decir ‘yo sé’ ... (o) ‘yo digo que’ ...” tal sentencia o tal otra es verdadera (Greimas, 1980: 22). Por otro lado, respecto a la verdad

“... conviene hablar ... (de un simple) decir-verdadero; con otras palabras, (de una) veri-dicción. El saber del sujeto de la enunciación ... se encuentra modalizado en verdadero o falso, en secreto o mentiroso, y sobredeterminado por la modalidad del creer (persuadir/asumir)” (loc. cit.: nota 2 de p. 19; lo destacado es ajeno).

En definitiva, en la ciencia se borra el “yo digo que...” alterándolo por un impersonal universal, lugar vacío que puede ser ocupado por cualquiera. Sin embargo, en la lógica práctica del hacer-ciencia no es lo mismo que el enunciador sea un investigador reconocido que un ignorado ilustre, que sea respaldado o no por ciertas instituciones, etc. Empero, la auto objetivación es una estrategia para lograr universalidad, con la mira de restringir lo que pudiera haber de subjetivo, ideológico, poco comprobable, en un estudio llevado adelante por alguien que está inserto en capas de historia.

(12) A pesar de lo problemático que fue sobrevivir en una Facultad que, descontando a unos pocos docentes y auxiliares, no deja de desplazar lo que pueda expresarse en torno al contestatario alemán, a favor de él-por él-desde su firma (tal cual lo esgrime Derrida respecto a Paul De Man –1989), algunos militantes, viejos o “novatos”, impugnan la futilidad de una resistencia “individual”, aislada, sin reflexionar sobre los condicionantes que arrinconaron la práctica de lucha y sin tener en cuenta lo que puede el cuerpo de la teoría. [“veta” de las decisiones y elecciones]

Pero los que así razonan olvidan que Marx y Engels juntos consideraban que los partidos, aun los combativos e insurgentes, pueden comportarse con sus integrantes como una pandilla de asnos ofuscada contra la divergencia: en 13 de febrero de 1851, el empresario de Manchester le comentaba a su amigo que la posición de ellos era independiente [hojaldre de la crítica]. Por lo tanto, “… (¿cómo) puede gente como nosotros encajar en un ‘partido’? ... (Un) ‘partido’ (no es más que) una reata de borricos …” (ver Wheen, 2000: 184; lo destacado nos pertenece). De ahí que no imagine que la organización leninista de la “vanguardia” obrera sea la única alternativa como forma de articulación de estructuras políticas de clase, con los grupos subalternos en general y con las clases dominadas en particular, en pos de una comunidad sin juegos anquilosados de poder. [caosmos de la política]

Acaso las variedades inventadas en el fragor de la lucha en grandes movimientos de masas como los insertos en lo que se dio en llamar el “Argentinazo” (que concluyó parcialmente con la renuncia del ex Presidente Dr. Fernando De la Rúa en diciembre de 2001), conduzcan a otros modos de concebir los partidos. Por esa sospecha es que prefiero organizaciones “abiertas”, horizontales, plurales, colegiadas, etc. al estilo de colectivos “piqueteros” como la CCC y a pesar de todas las críticas que se le dirijan, justificadas o no.

(13) Aun cuando en numerosos países de las Américas y del mundo, la Semiótica se expande sin cesar y se “inmiscuye” en los campos disciplinares de las ciencias sociales y humanas, todavía es una “rareza” de intelectual “disidente”, iconoclasta [sugerencias científicas]. De ahí que pueda acaso resultar interesante, productivo incluir la semiótica para e. g., la lectura de arte rupestre o etnográfico, o la deconstrucción de las ideologías y los documentos.

(14) La pertinencia de los estudios de Derrida se demuestra cuando nos percatamos que instituciones educativas como la universidad suelen ser fono y falogocentristas, por lo que los aprendientes somos empujados a repetir contenidos, a ingresar en una carrera por los méritos y a utilizar con escasísima frecuencia la escritura, la cual se encuentra subordinada al privilegio de la voz dicha ante Jurado. [registro que comparte elementos asignables a la crítica y a la ciencia]

Por ende, es frecuente que sea el alumno el que aprenda por sí mismo: a) cómo identificar y redactar una hipó/tesis; b) a diferenciar tema, objeto y problema; c) a elaborar un esquema para trabajos de investigación; d) la constancia necesaria para concluir con una tesina de Licenciatura [nivel de la praxis]. Contando con los consejos de mi Directora de beca, con la destreza que da la práctica y con los protocolos que esgrime el Consejo de Investigación, pude solucionar aspectos como los señalados y que, a nuestro criterio, no debieran ser dejados a suerte. En particular, porque son casi siempre los mismos profesores que no indican la manera de diluir esas carencias, los que más intransigentes resultan.

En el fondo, nos parece que esto es síntoma de innumerables fuerzas, valores, estrategias, pasiones, modos de acumular destrezas y saberes, lugares de enunciación, discursos, etc., que no se explicitan, que no se “advierten” a los estudiantes y que son un “plafón” para el “éxito académico” o la simple supervivencia en un campo de alta conflictividad.

Sospechamos que como el manejo “ilustrado” de la lengua oral y de la lectoescritura es un bien que distingue en la academia, los que adquirieron por propio tesón dicha habilidad, no quieren que su aprendizaje se generalice: los endogrupos de accionar cuasi mafioso en el interior de la universidad, son uno de los motivos para que el uso académico de la lengua oral y de la lectoescritura se conserve en tanto distinción para pocos.

Son esas “camarillas” las que son expulsoras de alumnos, practicando un elitismo despolitizador a los fines de asegurarse que los que sobrevivan en la institución, acepten que la carrera académica se logra siendo obsecuente, genuflexo, obediente, etc., con respecto a las “Madrinas” y “Padrinos” que regentean (en el sentido prostibulario...) las mafias institucionales.


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