BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ESTUDIOS CUBANOS SOBRE VICTIMOLOGÍA (COMPILACIÓN)

Dager Aguilar Avilés




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Programa “Conociéndonos mejor” Para la Prevención victimal del abuso sexual infantil

Autora: Dra. Luisa A. García Ibanoba.

Facultad Independiente del MININT en Villa Clara.

Sumario:

El programa “Conociéndonos mejor” es una experiencia de prevención victimal al abuso sexual infantil. Dirigido a la enseñanza primaria, con el objetivo de dotar a los menores de factores protectores tendientes a disminuir su vulnerabilidad a la victimización sexual con la participación de sus padres. Se compone de varios temas, que no solo van dirigidos a la prevención del delito, sino a saber reaccionar adecuadamente en caso de no poder evitarlo para disminuir el impacto de sus consecuencias, la importancia de denunciar para impedir la impunidad y la repetición del hecho y conocer los lugares de orientación y ayuda existentes en la comunidad, para su acceso en caso de necesitar atención especializada. Dicho programa se valida teóricamente a través del criterio de expertos y en la práctica mediante el pre-experimento, con resultados satisfactorios. Es una experiencia novedosa para los oficiales de prevención en colaboración con la escuela, que no solo los prepara para prevenir sino que viabiliza la retroalimentación entre ambos, en aras de detectar las señales que indiquen que el delito ha ocurrido, lo que facilita la denuncia y contribuye a minimizar la llamada cifra negra, además de favorecer de manera conjunta la pronta recuperación de la víctima y su familia. Los resultados obtenidos demostraron la viabilidad del programa.

INTRODUCCIÓN.

En todas las sociedades contemporáneas la actividad sexual con niños, niñas y adolescentes es considerada como delito, aunque aspectos culturales pudieran marcar diferencias, a lo que se suma la existencia de la corrupción y la tolerancia en algunos países que han permitido que sean miles los victimizados a pesar de sus Leyes Penales. Esto ha permitido la proliferación de la explotación sexual infantil, conocida como la “industria sin humo” que según UNICEF ha atacado a 10 millones de menores de edad, asociado a países donde se promociona el turismo como fuente de entrada económica y siendo los territorios más afectados Asia, América Central y el Caribe .

El Código Penal de Cuba protege a la infancia y la temprana adolescencia de un grupo de acciones riesgosas que atentan contra su salud y formación ético-moral, de la que además reconoce la falta de discernimiento del menor para aceptar determinadas actividades, por lo que aparece la tipificación de varias figuras delictivas, que se recogen en el Titulo 11 del Código Penal denominado “Delitos contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales y contra la familia, la infancia y la juventud”. De ellos los delitos que integran el abuso sexual infantil son la violación, el abuso lascivo, la pederastia con violencia y la corrupción de menores, aunque la tipificación de estas conductas abusivas como delitos y su severa sanción son solo parte del problema a resolver.

Lo cierto es que el Derecho Penal se centra en el autor del delito, busca establecer su responsabilidad penal y adecuar la sanción para su rehabilitación social. Por otro lado la víctima se reduce al mero rol testifical y aunque en los últimos tiempos el Derecho Penal se ha ido apropiando del enfoque victimológico, no dispone medidas para establecer el riesgo victimal en aras de promover cambios o actuar en pos de rehabilitar a la víctima, por no ser objetivos prioritarios del proceso judicial.

Es por ello que la prevención del abuso sexual infantil no se limita a la aplicación de la norma y debe dirigirse a la sociedad con la participación de profesionales, agentes comunitarios, la familia y el propio menor, en aras de reducir los riesgos.

Del abuso sexual infantil existen diversas definiciones y una de las más aceptadas es la del National Center of Child Abuse and Neglect (NCCAN) que lo define como “los contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual también puede ser cometido por una persona menor de 18 años, cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando (el agresor) está en una posición de poder o control sobre otro menor” .

Los abusos sexuales se definen a partir de dos grandes conceptos según Félix López , “el de coerción y la asimetría de edad (diferencia de edad entre agresor y víctima). La coerción (fuerza física, presión o engaño) es considerada por sí misma criterio suficiente para que una conducta sea etiquetada de abuso sexual del menor, independientemente de la edad del agresor. No se puede concebir el abuso sexual como una cuestión únicamente concerniente a la sexualidad del individuo, sino como un abuso de poder fruto de esa asimetría. La persona con poder está en una situación de superioridad sobre la víctima que impide a esta el uso y disfrute de su libertad, pero que no siempre viene dado por la diferencia de edad, porque el abuso sexual puede ocurrir entre iguales” .

La diferencia de edad impide la verdadera libertad de decisión y hace imposible una actividad sexual común, ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas muy diferentes. “Esta asimetría supone en sí misma”, explica el profesor López, “un poder que vicia toda posibilidad de relación igualitaria”.

Cualquiera de estas formas de victimización trastorna la sexualidad del menor de edad, que en este período se caracteriza por la autoexploración, el descubrimiento del propio cuerpo y la construcción de la identidad sexual y al introducirlo en este tipo de prácticas sexuales, lo corrompen de la manera más vil, provocándoles secuelas afectivas y cognitivas de repercusiones para el futuro.

El interés por conocer el comportamiento del abuso sexual infantil en aras de buscar alternativas preventivas a este triste fenómeno, ha cautivado a diversos especialistas que han desarrollado investigaciones desde la óptica victimológica y que demuestran los factores victimógenos que aumentaron la vulnerabilidad de sus víctimas a la victimización sexual. , , , , , , , , , .

Los resultados de estas investigaciones descriptivas son valiosos y permiten abrir el prisma de estos delitos, entre las que se destacan estudios victimológicos de gran rigor científico de forma continuada, realizados por especialistas del Instituto de Medicina Legal de Ciudad de La Habana, que suministran una valiosa información sobre las víctimas y su medio familiar; su relación con el autor y una breve caracterización del mismo, daños que les provoca y la necesidad de diseñar programas de prevención y tratamiento para estos casos.

Como resultados más significativos aparece como criterio unánime el sexo femenino como más afectado en el período adolescente, entre 11 y 15 años de edad y alrededor del 10% por debajo de los 5 años; mientras que para los varones es de 9,7 años de edad, aunque no está exento ningún grupo de edad. Presentan retraso escolar o mal rendimiento académico y en su mayoría presentan trastornos psicopatológicos previos al hecho y con escasa información sexual de acuerdo a sus edades. Predomina el medio familiar disfuncional, con ausencia de la figura paterna y con manifestaciones de violencia intrafamiliar, la utilización habitual de golpes o castigos como formas de corrección, la presencia de relaciones de pareja violentas sobre todo asociadas al alcoholismo en la figura masculina. En cuanto a la relación previa entre la víctima y su victimario, pudo determinarse que al ser desconocido el autor, generalmente los agresores son menores de 35 años, con empleo de formas cruentas, cometiendo los delitos más graves (violación y pederastia), contra menores de más de 10 años y en lugares no habituales de actividad de los mismos. Al ser conocido el autor las características del abuso son significativamente inversas.

Como se aprecia aparecen en la familia y el menor factores victimógenos que exacerbaron su vulnerabilidad a la victimización sexual, lo que indica la necesidad de buscar alternativas urgentes de prevención desde la figura de la víctima potencial, sin pretender hacerla responsable del tal situación, de modo que pueda disminuir el riesgo a la victimización, siempre que sea posible, además de saber reaccionar adecuadamente, la importancia de denunciar y buscar ayuda especializada para los casos que lo necesiten, para paliar los efectos negativos.

Éste es un tema tabú en nuestra sociedad, junto a todo lo relacionado con la sexualidad, propio de la educación sexista androcéntrica existente como fruto de las sociedades patriarcales, a pesar de todo lo que la Revolución ha hecho en materia de educación sexual. Es un tema silenciado, sobre el que existe una cortina que refleja las falsas creencias que existen sobre el fenómeno, que van desde pensar que estos abusos son infrecuentes hasta que las víctimas son seductoras y los victimarios enfermos psiquiátricos y desconocidos, que impiden un conocimiento objetivo de la realidad y por lo tanto obstaculiza su prevención. A esto se le suma el derecho de los padres sobre los hijos como factor cultural existente en que la familia considera propiedad exclusiva a sus hijos, olvidando sus derechos, por lo que decide qué hacer si el abuso ocurre, más si es intrafamiliar, en el que se reserva el derecho de denunciar el hecho otorgándole superioridad a la intimidad familiar y de igual manera ocurre con el resto de la población que opina que es un problema íntimo de cada familia y olvidan la protección del menor en estos casos.

Ante esta realidad el Departamento Nacional de Menores ha tomado de la mano el tema y ha tenido que ampliar su prisma a la óptica victimológica. Desde finales de los años 90 del siglo pasado registra información sobre la victimización de menores y garantiza un adecuado tratamiento tanto a ellos como a su familia una vez que hayan sido victimizados por un delito, siempre que sea competencia de la especialidad. También dirige el centro de protección a niños, niñas y adolescentes, ubicado en Ciudad de La Habana, para la obtención de la evidencia grabada en imagen y sonido de la exploración que se realiza durante el proceso investigativo de la instrucción penal a los menores víctimas de delitos, principalmente sexuales. Este centro garantiza que el propio proceso de investigación no resulte traumático o produzca efectos psicológicos que afecten emocionalmente a la víctima, conocida como victimización secundaria, de forma tal que brinden toda la información que conozcan para el esclarecimiento del delito.

En cuanto a la prevención de estas conductas sexuales, se han proyectado en la búsqueda de alternativas siendo esta investigación una muestra de ello, en la que se proporciona al oficial de menores una herramienta que le permita involucrar de manera activa al menor y la familia en su propio cuidado, para disminuir su vulnerabilidad a la victimización sexual.

La vulnerabilidad de la víctima es uno de los temas favoritos de la Victimología, que se refiere al riesgo que corre una persona o colectivos de personas determinadas a convertirse en víctimas de ciertos delitos . El análisis victimológico de los elementos de riesgo posee una indudable utilidad para la prevención de la victimización y demuestra que no basta solo con la Prevención Criminal, sino que además se hace indispensable la Prevención Victimal.

Desde la óptica criminológica tradicionalmente ha estado enfocada la prevención hacia la figura del delincuente y la víctima queda olvidada y no contribuye en este importante proceso.

En este sentido la Victimología ofrece una propuesta novedosa que parte de la aceptación y reconocimiento del papel preventivo que puede desempeñar la víctima en la prevención de la victimización y por consiguiente del delito, conocida como prevención victimal.

Es más probable convertirse en víctima, que en victimario, porque de hecho todos somos víctimas potenciales. Por lo que las acciones preventivas también deben ir dirigidas a interrumpir el camino riesgoso seguido por la víctima, que la conducen a la dinámica delictiva, denominado por Manzanera L (1996) como iter victimae (camino que recorre la víctima), que difiere del conocido iter criminis (camino que recorre el victimario), pero que se insertan en el delito.

La verdadera prevención del delito ocurre cuando se interceptan ambos caminos (el iter victimae y el iter criminis) logrando que no se crucen en el hecho delictivo. La actuación sobre ellos exige estrategias diferentes e instrumentación propia.

La Victimología hace prevención enseñando al ser humano y a la sociedad a no ser victimizado, pretendiendo quitarle espacio al agresor, cuyas acciones son parte de programas destinados a estimular a la población y a los grupos más vulnerables del sentido de autodefensa y concienciación de su lugar en la lucha contra el delito, métodos que difieren de los tradicionalmente utilizados en la interrupción del iter criminis.

Estas propuestas preventivas no contienen restricciones a las medidas preventivas tradicionales, más bien las enriquecen al aportar a la víctima potencial o efectiva vías eficaces que dinamizan la prevención criminal, como prioridad en la lucha contra la delincuencia.

Al analizar las definiciones de prevención victimal de Héctor Nieves , Guglielmo Gulotta , Myriam Herrera Moreno , Dr. Jorge Pesqueira Leal y el profesor Luis Rodríguez Manzanera, se acepta la de este último, por su importancia desde el punto de vista teórico y su similitud con nuestra estructura preventiva que la define como: “el intento de prevenir o evitar que ocurra la victimización” .Establece la clasificación de las medidas preventivas de acuerdo a su trascendencia, en medidas a nivel general o de gobiernos, a nivel comunitario y a nivel individual.

El Doctor Manzanera afirma que “la parte más importante de la prevención victimal es la educación”, al referirse a la victimización sexual infantil plantea “debe enseñarse a los niños a prevenir su victimización. Es necesario enseñarles a evitar accidentes y aunque pueda parecer desagradable, hacerlos desconfiados. La educación en materia sexual cuando es adecuada puede prevenir eficazmente la victimización sexual” . También el Dr. Ernesto Pérez coincide con este planteamiento y expresa que “es muy importante que los padres, la escuela, incluso la comunidad en su conjunto, sean conscientes de esta problemática y expliquen a las niñas y niños los riesgos, a la vez que se les debe hablar de la sexualidad y orientar cómo reaccionar en caso de abuso. Dando una educación sexual positiva, donde no se asuste a los niños ni se les dé una visión negativa de la sexualidad, es como podemos ayudar” .

La autora coincide con ambos expertos y aboga por un enfoque educativo de la prevención, entendiendo la educación como el proceso intencional que pretende mejorar la preparación de los sujetos. Mientras más capacitados estén, más posibilidades tienen de manejarse de forma satisfactoria en las diferentes situaciones que entraña vivir en una sociedad cambiante. Desde este planteamiento educar para la vida es la propuesta fundamental en la prevención victimal. Propuesta que se articula de forma singular según el espacio donde se va a desarrollar la acción y que tiene que estar en consonancia con las medidas o acciones desarrolladas por el Estado.

De todo lo anterior se afirma que la prevención victimal es una alternativa novedosa en la lucha contra el delito. Esta se diseña y materializa a través de la puesta en práctica de programas preventivos que ataquen los factores victimógenos, previamente diagnosticados a través de estudios victimológicos, con especial significado en el nivel individual, comunitario y grupos más vulnerables. La labor informativa acompañada de recomendaciones desempeña un papel importante para evitar las situaciones o actitudes victimógenas.

En el caso del abuso sexual infantil la prevención victimal reporta una significación especial, porque le permite a los oficiales de menores trazarla con la colaboración de la escuela, a través de un programa que no solo se centra en un fenómeno considerado expandido en otros países, de gran repercusión para el desarrollo de sus víctimas, sino porque le concede a las víctimas potenciales, herramientas para contribuir a disminuir su vulnerabilidad a la victimización. Pero los padres tendrán una participación activa, ya que independientemente de su posición política, social o económica tiene el deber natural y legal de proteger a sus hijos, de modo que sus acciones son insustituibles en la prevención. Los padres son los responsables de garantizar la relación hogar-escuela-comunidad, además de ser los primeros rehabilitadores de sus hijos una vez ocurrida la victimización.

Se selecciona la enseñanza primaria atendiendo a las edades de mayor vulnerabilidad a la victimización, para que realmente sea una acción preventiva.

Constituye así una experiencia novedosa e imprescindible y un paso de avance para visualizar una temática tabú, sobre la que existe un gran desconocimiento. Para la confección de dicho programa se tuvo en cuenta experiencias de programas de prevención del abuso sexual infantil que existen en diferentes países, los cuales fueron caracterizados y valorados. , , , , .

La autora coincide con autores como López. F (1995), Filkelhor, Krivacska, Wurtele y Miller , Horna P (2001), que plantean que su aplicación debe ser parte integrante de un programa de educación sexual, que no trabaje el abuso en sí mismo como agresión, sino como uno de los mayores riesgos de la sexualidad, en la infancia y adolescencia. No se trata tanto de decirles que eviten los abusos sexuales, sino hacerles ver que su sexualidad se desarrolla como suya, propia, con las características de la edad.

Un programa de prevención del abuso sexual debe ser parte de un “todo” que dote realmente a los menores de las herramientas necesarias para su autoprotección. Estas herramientas deben integrarlas contenidos necesarios para la vida cotidiana que le permita afrontar adecuadamente los diferentes riesgos que esta supone, entre ellos, los abusos sexuales.

Esta posición coincide con la nueva visión sobre el diseño de programas de prevención de abuso sexual, el cual fomenta los llamados “factores protectores”, que desarrollan en los menores conocimientos y habilidades relacionados con diferentes aspectos de la vida y la prevención de los abusos, que los hacen fuertes y autónomos frente a la manipulación externa.

Horna P (2002) establece que todo programa preventivo debe responder a tres criterios: ir enmarcado en un enfoque de promoción del buen trato a la infancia y de educación afectivo sexual; hacer referencia a unos contenidos mínimos, con independencia de la población a la que vaya dirigido (se refiere a los contenidos sobre el abuso sexual) y dirigido a la posible víctima pero también al potencial agresor.

Los factores protectores son definidos por Rutter M (1985) citado por Kotliarenco M (1997) “como las influencias que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro que predispone a un resultado no adaptativo”.

A este concepto en los últimos años se ha asociado la “resiliencia”, que según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) consiste en la capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas o incluso ser transformada por ellas .

Esta visión general sobre los programas de prevención, constituyen experiencias para trazar la prevención victimal tanto en el nivel comunitario como individual en nuestro país. En Cuba existen las condiciones propicias para el desarrollo de programas como estos, porque a diferencia del resto del mundo existe especial atención por la educación sexual de las nuevas generaciones como parte de su formación integral y su preparación para la vida. Desde la década de los 60 del siglo XX, fue un objetivo central de la Federación de Mujeres Cubanas poner en marcha programas y acciones de educación sexual, desde la cuna y en cada edad y para ello convocaron a los Ministerios de Educación y Salud Pública, con sus respectivos campos de actuación. En lo que se refiere al Sistema Nacional de Educación, el plan de perfeccionamiento educacional fortaleció los contenidos curriculares y se materializó en textos y orientaciones metodológicas, así como en el sistema de superación y formación del personal docente. El resultado del trabajo intersectorial y multidisciplinario propició la creación, en 1977, del Grupo Nacional de Educación Sexual, devenido más tarde en Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), coordinador de los esfuerzos que por distintas instituciones se venían desarrollando en la esfera de la educación sexual. Este centro ha desarrollado diferentes acciones, capacitaciones y como eje central de trabajo tiene el tema del abuso sexual y la violencia como una institución pionera al respecto en Cuba.

Durante estas décadas, se han desarrollado diversas acciones para fomentar una nueva comprensión de la sexualidad humana y de los roles de género, implicando a la familia y los docentes en su desarrollo. En el año 1995 ha propuesta del CENESEX y luego de sensibilizar al MINED, fue aprobado el proyecto educativo MINED-FNUAP (Fondo de Población de las Naciones Unidas) “Educación formal para una conducta sexual responsable”, de la que se deriva la colección “Educación y sexualidad” que contiene la serie “Hacia una sexualidad responsable y feliz”, que se propone contribuir en el proceso de reflexión y debate sobre cómo desarrollar la educación sexual en el ámbito escolar dirigida a maestros, familiares y menores de las diferentes enseñanzas, priorizando la adolescencia.

Como parte de esta serie para los centros docentes se elaboró un documento teórico metodológico con el objetivo principal de brindar elementos conceptuales y metodológicos básicos para la preparación de los involucrados. Contiene aspectos conceptuales sobre problemáticas de gran importancia y actualidad, referidas a la integración de la educación sexual en la propia dinámica del proceso docente-educativo a través de la vía curricular y en cada asignatura. Orienta la creación de espacios y actividades extracurriculares que contribuyan a la integración de la información que se suministra en las asignaturas, además de la orientación a la familia como parte del proyecto. Potencia el enriquecimiento de una sexualidad sana, la equidad entre los sexos, la identidad del género, la orientación sexual y el rol del género de forma flexible y auténtica, las relaciones de pareja, la constitución de la familia, la paternidad y la maternidad, así como enseñar los riesgos de la sexualidad, el aborto, las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), el alcoholismo y el tabaquismo.

Como se puede apreciar con este programa se educa a las futuras generaciones en el desarrollo de una sexualidad sana y feliz, pero no menciona el tema de la violencia, los abusos sexuales y menos aquellas conductas que tipifican el delito de corrupción de menores como fenómeno de gran auge a nivel internacional y del que no está exento ningún menor de edad.

Es por ello que teniendo como antesala el programa de educación sexual vigente en las escuelas, al que tienen acceso todos los menores y sus padres, es posible elaborar un programa preventivo al abuso sexual infantil para el nivel primario. No paralelo a la labor preventiva de la escuela, sino como enriquecedor de la educación sexual existente. Así el programa preventivo no sería sexofóbico y la educación sexual no olvidaría uno de sus mayores riesgos.


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