BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL Y GÉNERO

Rocío Rosas Vargas y Martha Ríos Manríquez




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CC-PIG en contextos indígenas

Si los cambios culturales relativos al género están sujetos a determinadas dinámicas muy particulares, en contextos culturales indígenas esas dinámicas se complejizan y polemizan.

El movimiento indígena en México reivindica en su lucha el derecho a la autonomía política y, de una manera particular, a la preservación de su cultura, cosmovisión, tradiciones y costumbres indígenas. Este reclamo, común a los movimientos indígenas fuera de estas fronteras, parece sugerir un determinado posicionamiento frente a los cambios culturales. A simple vista podríamos considerar que el cambio cultural es incompatible o, mejor aún, contradictorio con el reclamo de la preservación de la cultura y la tradición. Sin embargo, un análisis más profundo demuestra no sólo su conciliación sin contradicción, sino también la prevalencia de ciertos discursos y agentes del cambio y la permanencia (en sentido de preservación).

Es importante apuntar que en las comunidades indígenas se producen cambios culturales. Estos cambios son impulsados o determinados por diversos factores causales externos o internos a la propia comunidad. En este sentido, las mayores resistencias de las comunidades indígenas al cambio cultural se manifiesta en aquellos cambios promovidos o impulsados por factores externos, es decir, desde fuera. Los cambios orquestados desde fuera son en ocasiones planteados como una imposición a la soberanía indígena, como una nueva forma de colonialismo, y como tal son criticados y enfrentados con resistencia. Por otro lado, y al mismo tiempo, reconocemos aquellos cambios culturales que son motivados por factores internos, es decir, que son impulsados desde dentro de la comunidad. Este tipo de cambios, en relación a los anteriormente mencionados, poseen mayor apoyo social y aceptación porque son cambios que “interesan” en la comunidad. A pesar de que esta simple tipología no agota la complejidad del tema de los cambios culturales en contextos indígenas, sí, sin embargo, apunta cierta tendencia.

Cuando afirmamos que los cambios culturales ocurridos en el interior de una comunidad indígena impulsados por factores internos o desde dentro responden a intereses de la propia comunidad, estamos realizando una afirmación que contiene ciertas inexactitudes. En relación a los cambios promovidos desde fuera, los que se promueven desde dentro poseen mayor aceptación y apoyo de la población, aunque ésta no haya contribuido igualmente en la definición de sus intereses para promover o detener el cambio. De otra manera podríamos reconocer que los intereses a los que hacemos referencia como motores del cambio cultural desde dentro no tienen por qué representar de igual modo a todos los miembros de la comunidad. Si reconocemos la existencia de relaciones de poder en esas comunidades, nos será más fácil entender que los intereses que prevalecen para impulsar o detener determinado cambio son aquellos que mantienen quienes poseen mayores cuotas de poder, autoridad o prestigio en la propia comunidad. En esta ecuación, las mujeres - y especialmente las jóvenes - asumen un protagonismo limitado que se traduce en escaso poder para que prevalezcan sus intereses - y concretamente sus intereses de género – para impulsar o promover el cambio cultural.

Los intereses de las mujeres indígenas, planteados en sus demandas específicas de género, suponen cambios culturales. Esos cambios culturales, tal y como ya definimos, serían cambios culturales en el ámbito de las relaciones de género y, gran parte de ellos, dirigidos a promover la igualdad de género - definida de manera particular en su cosmovisión (complementariedad, equilibrio…) - . Éstos podrían ser considerados, por tanto, cambios culturales pro igualdad de género. Ante ello es interesante y revelador la posición de ciertos sectores de la comunidad, normalmente miembros varones con poder y autoridad, que haciendo prevalecer sus intereses - esos intereses con capacidad de promover cambios o detenerlos - muestran resistencias al cambio dificultándolo o imposibilitándolo. En esta oposición o barreras al CC-PIG escuchamos dos argumentos principales:

Uno es el que considera que la lucha por la igualdad de género o los derechos de las mujeres constituye un discurso culturalmente ajeno a sus comunidades indígenas, que representa a otras sociedades y, en particular, a otras mujeres. En este sentido reconocen que se trata de un discurso “colonizador” ante el cual reaccionan con resistencia. “The common basis of the allegations is that gender relations are viewed as among the most intimate aspects of our cultural traditions, and challenging these seems to challenge the very basis of who we are” (Mukhopadhyay, 1995:13).

En respuesta a este argumento las mujeres indígenas reivindican su autoría en la definición de sus propios intereses, con independencia de si su proceso organizativo y visibilidad social ha sido apoyado por ciertos agentes externos implicados/as en la lucha por la igualdad de género . “A pesar de que los esfuerzos por aumentar la equidad de género están dirigidos por las prioridades locales, estos son desacreditados al ser etiquetados de occidentales y tratados como imposiciones externas” (Jolly, 2002:1). En la misma línea de réplica podría cuestionarse a quienes utilizan este argumento, que no lo utilicen igualmente, o con la misma intensidad, en relación a la incorporación de discursos y procesos externos relativos a otras cuestiones como procesos productivos, salud, educación… que sí generan o han generado cambios culturales.

Otro argumento es aquel que alega a uno de los principios de la lucha de los derechos de los pueblos indígenas, al cual hacíamos antes referencia: el de la preservación de la cultura y tradición indígena. Bajo este principio “liberador” de los pueblos indígenas que representa el derecho a la diversidad cultural, se niegan cambios que sugeridos por las mujeres suponen la superación de relaciones de desigualdad entre los géneros. Este argumento tiene una relevancia particular porque al ser utilizado sólo cuando se quieren detener cambios culturales particulares, demuestra cierta dinámica de intereses y poderes. ¿Cómo se explica sino que sea un argumento utilizado sólo para aquellos cambios que se quieren detener y, sin embargo, sea obviado para aquellos cambios que se quieren promover? Narayan reconoce en esta dinámica el proceso de “etiquetación selectiva” mediante el cual “aquellos que tienen poder, de manera conveniente para ellos, designan ciertos cambios en valores y prácticas, como en consonancia con la preservación cultural, mientras que designan otras transformaciones como pérdida cultural e inclusive como traición cultural” (Narayan, 2000:89). Además, las mujeres indígenas, en su particular discurso de género, no olvidan su condición étnica y en base a su identidad, como mujeres y como indígenas, plantean demandas que suponen cambios culturales pro igualdad de género sin comprometer la lucha por la diversidad cultural y, concretamente, la lucha de los derechos de los pueblos indígenas. “En el contexto mexicano las mujeres indígenas han vinculado sus demandas de género a las demandas de autodeterminación de sus pueblos” (Hernández, 2003:16).

Por tanto, dos argumentos que paralizan el cambio cultural pro igualdad que demuestran su naturaleza conveniente y oportunista, pero también respuestas a los mismos que abren el camino para el reconocimiento de la conciliación entre el cambio y la preservación cultural. Algo que sugiere la lucha simultánea por los derechos colectivos (derechos de los pueblos indígenas) y los derechos individuales (derechos de las mujeres). El denominado Feminismo Indígena en México expresa bien esta conciliación a la que hacemos referencia.


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