BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESNIVELES CULTURALES / DEMOLOGÍA EN LA HISTORIA

David Charles Wright Carr y otros




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La aculturación de la nación otomí en Querétaro, siglos XVI-XIX. Un proceso cíclico impulsado por el Estado.

Dr. Juan Ricardo Jiménez Gómez

Universidad Autónoma de Querétaro, Facultad de Derecho

Resumen

La ponencia propone una interpretación del proceso de aculturación del pueblo otomí a partir de la república de naturales en el distrito de Querétaro durante los siglos coloniales y el comienzo del México independiente. La idea central es que los otomíes adoptaron los moldes culturales del sistema jurídico de los pueblos o autoridades que desde las instituciones públicas imponían el sistema jurídico y judicial. Tal costumbre jurídica india era vigente en el esquema de una sociedad pluricultural.

Las prácticas llegaron a permear en la sociedad indígena y se constituyeron en actitudes identitarias que además contribuyeron para la sobrevivencia de los pueblos indios como tales. Al derrumbarse el esquema de separación racial también se canceló el subsistema de justicia para indios y con ello las prácticas jurídicas de los otomíes.

Palabras clave: aculturación, sistema jurídico, práctica cultural, otomíes.

Introducción

La nación otomí

La procedencia y orígenes de la etnia otomí han sido objeto de numerosas discusiones. Sin embargo, es incuestionable su carácter de pueblo originario de Mesoamérica.

Los otomíes pertenecieron a una antigua civilización asentada en el altiplano, tiempo antes de las inmigraciones nahuas. Probablemente emigraron del norte, lo que los coloca entre el gran conglomerado de los chichimecas. Según Soustelle, cuando los toltecas llegaron a la meseta central encontraron instalados a los otomíes. El ingreso de los otomíes debió ocurrir a finales del Clásico o en el posclásico temprano. Al llegar al Valle de México fueron nahuatlizados. Su cultura se mimetizó con la dominante de los mexicas.

El retrato despectivo de los otomíes se trasladó a la sociedad colonial. Tal es el cuadro que trazó de ellos el padre Sahagún:

Los otomíes, de su condición eran torpes, toscos e inhábiles, reñiéndoles por su torpedad les suelen dezir en oprobio: “¡Ah, qué inhábil eres! Eres como otomite, que no se te alcanza lo que te dicen. ¿Por ventura eres uno de los mismos otomites? Cierto, no lo eres semejante, sino que lo eres del todo, puro otomite”. Todo lo cual se decía por injuriar al que era inhábil y torpe, reprehendiéndole de su poca capacidad y habilidad.

Motolinía, escuetamente los describió como “una de las mayores generaciones de la Nueva España”, y juntándolos con los chichimecas, dijo de ambas etnias que eran las generaciones “de más bajo metal” y “más bárbara”, pero “hábiles para recibir la fe”.

Para el escribano español Francisco Ramos de Cárdenas, que los trató en el último tercio del siglo XVI, los “otomites” eran: muy bárbaros, apocados, de bajo entendimiento, tardos para aprender las buenas costumbres, nada curiosos, carentes de honra, de ánimo vil y cobarde, mentirosos, supersticiosos, desagradecidos, acechadores, mirones, irrespetuosos, crueles y sin piedad, sucios, flojos, viciosos por naturaleza, borrachos, golosos y carniceros, lujuriosos.

El cronista queretano fray Isidro Félix de Espinosa suavizó el perfil, comparándolos con otras etnias: “No son los othomites, como algunos escribieron, de aquella línea de gentes tan bárbaras como los chichimecas; pues aunque no abundan en riquezas como los mexicanos, y tarascos, tenían política, y se reducían a poblaciones”.

Los otomíes, provenientes del señorío nahua de Jilotepec, se asentaron en la región de Querétaro por la tercera década del siglo XVI. El padre Espinosa anota la siguiente razón de este desplazamiento: “El estruendo de las armas de los europeos horrorizó a algunos othomites, y hurtando el cuerpo los que no habían tratado a los españoles, se refugiaron a Querétaro, haciendo liga con los chichimecas, que habitaban en todas las serranías de la circunferencia”. Encabezaba esta migración el indio Conni, más tarde bautizado como Hernando de Tapia, procedente del pueblo de Nopala, quien arribó con un grupo de familiares al antiguo pueblo de Tlahco, una legua poco más al oriente de la nueva ubicación del pueblo de Querétaro.

Las fuentes primarias más cercanas a este proceso refieren, empero, una versión algo distinta. La presión de la conquista es el trasfondo, pero más directamente la causa consistió en los malos tratamientos y extorsiones de que eran objeto los otomíes por parte de los señores de la provincia de Jilotepec, pues les exigían tributos cada vez mayores de oro y algunos servicios, y de castigarlos en caso de no brindarlos, y hasta de “esclavizarlos”. Así que venían huyendo de sus propios dirigentes a una región distante, de frontera.

Después de este hecho histórico se produjo un desplazamiento masivo de otomíes hacia la comarca queretana. En otro episodio desencadenado por este mismo proceso social, los dirigentes de Jilotepec pleitearon con el cacique don Hernando de Tapia por cuestiones de supremacía política y pago de tributos. Estos otomíes pasaron a ser yomentâmâxêy, vecinos de Querétaro.

El arribo de este contingente étnico afectó a los primitivos pobladores chichimecas. Este proceso se caracterizó por la presión de los otomíes para desplazar a los chichimecas. Hay pocas constancias sobre esta situación. Uno es el poder que los chichimecas otorgaron ante el escribano Cristóbal de Tapia, que pasaba por el pueblo, para quejarse del despojo del gobierno por el indio otomí intruso don Hernando de Tapia. Otro caso es el mandamiento de amparo de posesión concedido por el virrey Luis de Velasco, dirigido al justicia de la comarca para que protegiera a los chichimecas que vivían en Jurica, a dos leguas del pueblo de Querétaro, pues el cacique don Hernando los quería desterrar para apoderarse de sus tierras.

El epílogo de este proceso fue que ambas naciones se aglutinaron, predominando la cultura más nahuatlizada. De ahí que se generalizara la identidad otomiana en la provincia.


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