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CUADERNO DE TRABAJO USAT

Jesús Castillo More




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Lectura 1. KRUGMAN Y LA MACROECONOMÍA

Por: Jesús Castillo More

En un reciente artículo titulado ¿Cómo pudieron equivocarse tanto los Economistas?, el Premio Nobel de Economía Paul Krugman, se refiere al derrumbe de la convergencia en el análisis macroeconómico, de la que se felicitaban no hace mucho los economistas.

Krugman pregunta ¿Qué le ha sucedido a la profesión de economista? ¿Y adonde va a partir de ahora?

Durante los 160 años posteriores a la publicación de “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith, se desarrolló un extenso cuerpo de teoría económica (clásica y neoclásica), cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Esta fe, dice Krugman, quedó hecha pedazos por la Gran Depresión de los años 30. Con el tiempo, la mayoría de los economistas sustentó las consideraciones de John Maynard Keynes, tanto acerca de la explicación de lo que había pasado, como de la solución de futuras depresiones. En su obra “Teoría General del Empleo, el interés y el Dinero”, Keynes, quería organizar el capitalismo, no reemplazarlo. Pero cuestionó la noción de que las economías de libre mercado puedan funcionar sin un vigilante. Y apeló a la activa intervención del gobierno –imprimiendo más dinero y, si fuera necesario, con un fuerte gasto en obras públicas-, para combatir el desempleo durante las depresiones.

En los años treinta, Keynes consideró que era una mala idea la dejar a semejantes mercados, en los que los especuladores pasaban su tiempo tratando de pisarse la cola el uno al otro, que dictaran decisiones importantes de negocios: “Cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es muy probable que el trabajo resulte mal hecho.”

Sin embargo, hacia 1970, la discusión sobre la irracionalidad del inversionista, sobre las burbujas, sobre la especulación destructiva, había desaparecido virtualmente del discurso académico. El terreno estaba dominado por la hipótesis del mercado eficiente, que establece que los mercados financieros valoran los activos en su preciso valor intrínseco si se da toda la información públicamente disponible. En otras palabras, los economistas financieros creían que debemos poner el desarrollo del capital de la nación en manos de lo que Keynes había llamado un “casino”.

El modelo teórico desplegado por los economistas financieros al asumir que cada inversor equilibra racionalmente riesgo y recompensa es maravillosamente elegante. Sin embargo, rara vez hacían la pregunta aparentemente obvia (aunque no de fácil contestación), de si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de fundamentos del mundo real, tales como los ingresos. En lugar de ello, solo preguntaban si los precios de los activos tenían sentido habida cuenta de los precios de otros activos. De hecho, los compradores de casas comparan concienzudamente el precio de su compra potencial con los precios de otras casas. Pero eso no dice nada sobre si el precio en general de las casas está justificado. La fe en los mercados financieros eficientes cegó a muchos, si no a la mayoría de los economistas, ante la aparición de la mayor burbuja financiera de la historia.

Ahora que ha quedado al descubierto la verdadera peligrosidad de los activos supuestamente seguros, las familias de Estados Unidos han visto evaporarse su dinero por valor de 13 billones de dólares. Se han perdido más de 6 millones de puestos de trabajo y el índice de desempleo alcanza su más alto nivel desde 1940. ¿Qué orientación tiene que ofrecer la economía moderna ante el presente aprieto? ¿Deberíamos fiarnos de ella?

A finales de 2008, con las tasas de interés en el límite inferior cero, como la recesión continuaba ahondándose, la política monetaria convencional había perdido toda su fuerza de tracción. El estímulo fiscal es la respuesta keynesiana al tipo de situación económica depresiva en la que estamos inmersos.

Krugman concluye diciendo que la economía, como disciplina, se ha visto en dificultades, debido a que los economistas fueron seducidos por la visión de un sistema de mercado perfecto y sin fricciones. Si la profesión ha de redimirse a sí misma, tendrá que reconciliarse con una visión menos seductora, la de una economía de mercado que tiene unas cuantas virtudes, pero que está también saturada de defectos y de fricciones.

Entretanto, ¿Qué ocurre con la Macroeconomía? Un punto de vista más o menos Keynesiano es la única alternativa plausible. Pero los modelos del neokeynesianismo estándar, no dejan espacio para una crisis como la que estamos padeciendo, ya que esos modelos generalmente aceptaron el punto de vista del sector financiero sobre el mercado eficiente.

Esto es lo que pienso, dice Krugman, que tienen que hacer los economistas: Primero, tienen que enfrentarse a la incómoda realidad de que los mercados financieros distan mucho de la perfección, de que están sometidos a falsas ilusiones extraordinarias y a las locuras de mucha gente. Segundo, tienen que admitir que la economía Keynesiana sigue siendo el mejor armazón que tenemos para dar sentido a las recesiones y las depresiones. Tercero, tienen que hacer todo lo posible para incorporar las realidades de las finanzas a la macroeconomía. Al replantearse sus propios fundamentos, la imagen que emerge ante la profesión puede que no sea tan nítida, pero podemos esperar que tenga al menos la virtud de ser parcialmente acertada.


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