BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL, ARTE Y LITERATURA

Héctor Ruíz Rueda y otros




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En donde se hospeda el arte contemporáneo

Bárbara Varela Rosales
Universidad de Guanajuato

Para ser sinceros comenzaré diciéndoles que no me considero una experta en mundo de la producción artística como algunos de los compañeros que nos acompañan, mi problema y placer se ha situado en tener amigos inteligentes de esos que te obligan a pensar y a replantearte tus ideas previas. Y esto es un maravilloso ejercicio mental, sobre todo bastante saludable, se los recomiendo.

Pero todavía más saludable es no tener demasiado despejados los conceptos finales y dejar la puerta abierta a la polémica y la confrontación de ideas y actitudes que son ya típica del mundo del arte de nuestro tiempo: las apariencias o lo políticamente correcto frente a realidades más profundas como es el simulacro frente a la realidad misma y desde luego los filtros impuestos entre la realidad y quien la controla.

A todo esto y en este espacio de discusión al que estamos asistiendo aparece la palabra multiculturalidad frente a lo se plantea como interculturalidad. Y de aquí parte mi participación.

Por lo que yo entiendo la multiculturalidad mantiene espacios independientes entre culturas que simplemente conviven en el mismo espacio pero sin confundirse, ante ello se presenta la interculturalidad que propone un mestizaje mucho más profundo del que pareciera generarse, una nueva cultura que nos invita a un desvanecimiento de los límites espaciales que para lo que yo quiero tratar, esos límites espaciales están representados en uno de esos grandes metarrelatos: el museo.

El registro, el tránsito y la exhibición de obras se ha independizado del fetiche sagrado del museo anunciando la puesta en circulación de las obras, su operación de fuga o salida hacia el público por otros medios más generalizados, desde luego internet.

Esta liberación de las obras y la dejadez del museo ha radicalizado la desconfianza de las instituciones del arte en los medios digitales respondiendo con custodias sobre la propiedad de las imágenes sometiendo una vez más el arte a la lógica mercantil de la industria cultural.

Pese a todo, la obra de arte tiene la característica de convertirse en objeto de deseo, acompañada por los celosos que intentan apropiarse del anhelo que la misma produce.

Desde hace dos siglos está en operación el aburguesamiento de la propiedad artística, seduciendo también a la clase media. Como parte de este sistema de seducción el Museo de Arte ha compenetrado con estas exposiciones de mercancía.

Frente a esto algunos artistas han estado interesados en provocar una ruptura respecto de las habituales actividades de la producción, contemplación y apreciación artística. Defendiendo un decidido rechazo de los aspectos mercantiles del consumo de arte al mismo tiempo que muchos de ellos intentan acompañar su actividad artística en un contexto más amplio de compromisos sociales, políticos y ecológicos opuestos a la producción de objetos diseñados según criterios utilitaristas y funcionales de la industria cultural.

Durante el siglo XIX las instituciones concentraron esfuerzos para encontrar en la firma un certificado de autenticidad, un seguro que garantice el valor de su propiedad. El arte contemporáneo nos invita al desmantelamiento de todos estos conceptos: la autenticidad, la originalidad y desde luego la institucionalidad, provocando un sisma en el estatuto mercantil del arte. Desencadenando así la disolución de la frontera entre la antigua cultura con mayúsculas y la cultura popular, no sólo como fenómeno estético sino como síntoma del posicionamiento del artista en un nuevo orden y dentro de la nueva naturaleza consumista.

Aquel artista consciente de esas estrategias mercantiles y que se consolida al programa de la continuidad arte-vida, opera bajo diversas estrategias para delinquir el atentando cultural por excelencia: poner las obras en libertad, en libre circulación.

Entonces las obras abandonan la galería para actuar directamente en la realidad gracias a una disposición artística. Este es el sentido de la propuesta de Joseph Beuys: “cada hombre es un artista”, opera la apertura de la experiencia estética creadora en el espacio público, legitimando las capacidades de mucha gente que –teniendo voluntad expresiva y sensibilidad artística- no se veían a sí mismos como artistas. El arte adquiere así un alcance social y una dimensión político-espiritual, de prodigalidad extrema, íntimamente intercultural.

La estrategia institucional de colocación del arte ha sido amparada de manera banal por un proceso de masificación del gusto y del juicio estéticos y en el desgaste de sentido auténtico hasta convertir las obras en mercancías y ornamentos superficiales. Los productores de arte se convierten en estrellas y aprovechan la publicidad mediática para dar a conocer su obra y colmar sus bolsillos, que a su vez prestan no solo su imagen sino su trabajo para el desarrollo de productos comerciales al alcance de la clase media alta.

Pero no debemos caer en la ingenuidad y creer que el arte contemporáneo ha dejado abruptamente la tradición de las Bellas Artes, el punto es el manejo de los medios del arte, ya no es la de ser grabador, vídeoartista o instalador, es la de estar presente y ser visible en esos medios, produciendo así no un nuevo arte sino un arte para los nuevos medios. En algunos casos el arte pierde su contenido crítico y su actitud mordaz, restándole su fuerza de ruptura, pero es ahí en donde los productores de arte deben transgredir y no permitir que el distanciamiento de la tradición caiga en la simplicidad y no convertirse en solo una parte de estos nuevos medios.

En los últimos años nos hemos sofocado con una cultura espectacular y mediática que ha abandonado cualquier tipo de política cultural que guardara relación con la producción y con la toma de conciencia crítica de los fallos y faltas de nuestra sociedad. Provocando una abandono generalizado de todo tipo de compromiso por parte que quienes producen y gestionan el arte.

A principios del siglo XX Marcel Duchamp desarrolló su idea de arte como filosofía crítica, a quien más tarde acompañó Joseph Beuys articulando lo ético, lo político y lo artístico. A Beuys, precisamente, no le importaba exponer. Para Beuys exhibir fue siempre sólo una excusa para ser escuchado sobre sus análisis de arte y sociedad. Aunque su obra fue asimilada por la institucionalidad artística, Beuys fue un ácido crítico el sistema político cultural.

Entonces, ¿qué es lo que replantea el arte contemporáneo?, el ser un participe mediático o acaso un productor que nunca expone, el arte contemporáneo nos plantea un escape, una salida de las galerías, de los museos, de las butacas, una liberación.

Referencias bibliográficas.

-Ardenne Paul, 2006, Un arte contextual, Publicaciones CENDEAC, España

-Bourriaud Nicolás, 2007, Postproducción. La cultura como escenario: modos en que el arte reprograma el mundo contemporáneo, Edit. Adriana Hidalgo, Argentina

-Clarke, Gray, Radcliffe y Nicholson-Smith, La revolución del arte moderno y el arte moderno de la revolución. Selección inglesa de la internacional situacionista, Pepitas de calabaza, La Rioja, España, 2004.

-Anna María Guasch -¿Lo ves o no lo ves? -salonkritik.net/04-06/archivo/2006/06/lo_ves_o_no_lo.php –

-Heath Joseph y Andrew Potter, 2005, Rebelarse vende. El negocio de la contracultura, Taurus, Madrid.

-Vázquez Rocca, Adolfo, La crisis de las Vanguardias artísticas y el debate Modernidad-Posmodernidad, En Revista Arte, Individuo y Sociedad. Revista Científica de la Facultad de Bellas Artes, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID – Año 2005 –


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