BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL IDENTIDADES Y TERRITORIO

Héctor Ruíz Rueda y otros




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (159 páginas, 1.41 Mb) pulsando aquí

 


 

Apuntes conceptuales

El ser humano territorializa el espacio una vez que lo apropia mediante las prácticas culturales que en él se despliegan y son compartidas entre sus habitante, generando un territorio que sobrepasa su dimensión material, tangible, para componerse también de una simbólica, subjetiva, sobre la cual sus habitantes tendrán una representación. El territorio es entendido como “un conjunto de vínculos de dominio, de poder de pertenencia o de apropiación entre una porción o totalidad del espacio geográfico y un determinado sujeto individual o colectivo” (Montañez, 1998:20), es una fracción del espacio geográfico donde se tienen referentes identitarios comunes que se construyen, y reconstruyen permanentemente, a través de las relaciones sociales. Magnaghi considera que entre las personas que ocupan el territorio se crea un código genético en el cual se relacionan los recursos y valores construidos desde el pasado, pero que son útiles para proyectos presentes o futuros (2000) agregaría que además sirven para los espacios hacia donde se extiende.

El ejercicio de territorialidad es entendida como: “el grado de dominio que tiene determinado sujeto individual o social en cierto territorio o espacio geográfico, así como el conjunto de prácticas y sus expresiones materiales y simbólicas, capaces de garantizar la apropiación y permanencia de un territorio dado bajo determinado agente individual o social. […]” (Montañez, 1998: 22), es lo que hace posible considerar al espacio como propio y generar un sentido de pertenencia.

Actualmente cuando se habla de migración en el marco de la globalización se cree que los territorios van desapareciendo y hay una desterritorialización, debido a que las movilizaciones de población implican dejar el lugar de origen e ir más allá de las fronteras e identidades territoriales, provocando una “pérdida de la relación natural de la cultura con los territorios geográficos y sociales” (García, 1990: 288). Si bien es cierto que hay un desprendimiento del espacio físico los migrantes hacen posible llevar al territorio al lugar de destino porque las prácticas pueden trasladarse, reconfigurando las representaciones, además resulta imposible disociar al ser humano territorio, sin el cual no se puede vivir.

Sobre si el territorio es móvil y se expande Rita Segato dice que, podría decirse que las personas llevan su territorio a cuestas y que se trata de territorios extensibles, que crecen a medida que sus perspectivas poblacionales se expanden, Kearney por su parte señala que, verse más allá del propio territorio no significa una pérdida sino tener una conciencia que aun estando fuera se pertenece, se tiene un espacio más amplio que puede ser recreado a través de las prácticas. Me refiero con este a la reterritorialidad, hacer suyo un espacio mediante la reproducción de símbolos del lugar de origen en el nuevo punto de destino, de este modo la globalización y las migraciones no desterritorializan, recomponen el sentido de territorio y las prácticas.

Mediante la territorialidad se hace posible una diferenciación entre lo que es y no es propio, se excluyen a los que no pertenecen, por esta razón conlleva un sentido de acceso a los recursos, a los símbolos, a las costumbres y a la misma tierra (Sack, 1991:196) Lo simbólico es parte integral del ejercicio de la territorialidad y un componente que delimita, por no permitir que las personas (que no pertenece al territorio que está siendo practicado) acceda a ciertos “rituales”, por ejemplo los festejos y el uso que se le da al área geográfica, existe una necesidad por compartir algunos códigos para hacer posible la participación. Los códigos son adquiridos con el tiempo, por medio de la tradición, de tal modo que el haberse desarrollado y crecido en la comunidad es un factor importante para ejercer la territorialidad, así como lo es la historia porque “[…] el territorio debe reconocerse inscrito en su propia historia.” (Echeverría: 220) puesto que ésta marca la vida de los ocupantes.

El espacio geográfico tiene dos dimensiones, el concepto ha sido discutido ampliamente en la disciplina geográfica, llegando a lo aportado por la rama cultural de la ciencia, donde el espacio tiene el siguiente significado:

Una escena donde los seres humanos se ofrecen al espectáculo, representan papeles que los valorizan, los enriquecen o les aseguran ciertos poderes, tiene en cuenta al individuo y a las iniciativas de que es autor. Nos hace descubrir el sentido que le dan los seres humanos a los decorados que los rodean y que, en gran medida, han construido. Nos hace entrar en el universo de sus valores y creencias, y aclara las estrategias que retienen en su vida social, política y cultural” (Claval, 2003).

Así, el espacio geográfico existe dos veces, en la realidad objetiva y en la representación social, pero, señala Debarbieux, el que es realmente operante es el percibido y representado, porque es el que orienta y guía las prácticas espaciales (1998:200). Un espacio que se apropia puede ser llamado vivido, pertenencia respecto al territorio o bien territorialidad y se fija por medio de la relación dialéctica y permanente que hay entre ser humano y espacio-territorio. El espacio habitado no sólo es el físico, sino el intangible, el que se practica, por esa razón se puede vivir en Tijuana, pero con la presencia de la mixteca, como lo desarrollaré enseguida.

Construyendo y significando espacios propios

La historia de los mixtecos de Guerrero en Tijuana se distingue por su gestión para obtener espacios, los cuales dinamizan como residentes. La ciudad no se vive en su totalidad sino a través de lugares cotidianos, así Valle Verde es su espacio de vida inmediato y a su llegada, una vez cubiertas sus primeras necesidades -como la vivienda- lo pobladores se organizaron para construir una escuela donde pudieran acudir los niños, quienes en un porcentaje alto no estudiaban, involucrados desde su construcción tiene una representación por los mixtecos, así lo veremos a continuación.

La escuela, un espacio de continuidad

En la colonia Obrera se fundó la primera escuela de educación bilingüe, ahí habitan un número elevado de mixtecos oaxaqueños, sin embargo los padres de familia se oponían a instalar una escuela donde sus hijos aprendieran el mixteco por considerarlo un símbolo de atraso y discriminación, según el imaginario. A pesar de las oposiciones en 1982 quedo instalada la primaria El Pípila. En Valle Verde el proceso fue muy distinto, el grupo solicitó la instalación de una escuela, se involucraron en el proyecto padres de familia, miembros del grupo mixteco, profesores que trabajaban en la primaria de la colonia Obrera, así como instituciones .

La construcción fue una clara muestra de organización comunitaria, se crearon comisiones para construir y cuidar el material. Como indígenas, señalan, siguen apreciando y utilizando el tequio, por eso no dudaron en trabajar en una obra de beneficio común. Con la mayor parte de la infraestructura terminada el primer ciclo escolar fue el de 1994-1995, iniciaron con setenta y nueve alumnos, entre mestizos e indígenas y con esta característica continua el alumnado. Fue hasta el 18 de marzo de 1995 que se hizo la inauguración formalmente de la Escuela Primaria Bilingüe de Nueva Creación, hoy Ve’ e Saa Kua´ (casa de la enseñanza en mixteco de Guerrero). En este evento contaron con la presencia de profesores del Subsistema de Educación Indígena y de autoridades municipales, el encargado de dar los informes de construcción y agradecimientos fue el Principal del grupo , el señor Fidel Apolinar (Montiel, 2004: 5).

La primaria fue su primer espacio comunitario, además de cumplir con su función educativa es privilegiada por la comunidad por ser lugar de expresión. Se enseña en mixteco como primera lengua y se da a conocer su historia, de esta manera se sintetiza la continuidad de su cultura en Tijuana, a través de la educación de los niños, la difusión y reconocimiento entre los mestizos y la utilidad de su organización en el espacio urbano. Es un espacio que convoca a su origen y pone en marcha sus usos y costumbres, además es utilizado prácticamente como centro de reuniones para ellos. De esta forma, la escuela es un logro común, pero todavía tienen proyectos educativos por cumplir, los mixtecos planean abrir una secundaria de educación bilingüe, porque argumentan que al salir de la primaria no tiene un seguimiento.

Cuando me he referido a las prácticas que se manifiestan en los espacios, las considero como el producto de la realización dialéctica entre la acción y la estructura, que se originan a partir de la estructuración del estilo de vida característico de un agente o clases de agentes. Las prácticas no están determinadas pero tampoco son producto del libre albedrío (Bourdieu en Ritzer, 1993: 501) lo que supone que existe un control social impuesto y vigilado por la cultura y grupo a los que se pertenece. En el caso de los mixtecos en Tijuana a pesar de haber esta vigilancia se permiten ciertas modificaciones, puesto que las dinámicas en la ciudad así lo requieren. Las prácticas sociales del grupo son territorializadas en Valle Verde y al interior de la colonia son transcendentes, fuera generan más un valor instrumental, como lo explicaré más adelante, pero no hay duda de que son parte de su incorporación a la ciudad y sus dinámicas.

Esta forma de tener control sobre el espacio les permite, de alguna forma, garantizar su pertenecía al grupo, a través del despliegue de elementos culturales, reconfigurados, que contribuyen a reafirmar su identidad colectiva. En su territorio se refleja la propia historia llamando la atención de los otros, las autoridades municipales son un ejemplo, esto podría pensarse como una forma de reducir distancias sociales y difuminar las fronteras culturales, no obstante es un proceso que marcha lento.

El uso espacial en la colonia tiene otras manifestaciones, sus prácticas son territorializadas y quedan más expuestas en sus fiestas religiosas. Son dos las que realizan en Tijuana, la de San Francisco de Asís, el santo más importante del pueblo de Xochapa y la del día de muertos que logra trascender el espacio de la colonia, en este texto me referiré solamente a la primera, la cual se ha convertido en la celebración más importante para la comunidad, como dice Valentín “ahora ya es conocida nuestra fiesta”.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles