BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL Y MIGRACIÓN

Coordinadores: Ricardo Contreras Soto y Carmen Cebada Contreras




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Relatos de vida: trabajo, género y estrategias colectivas.

De mayo de 2006 a diciembre de 2007 se llevó a cabo el trabajo de campo en la Asamblea Popular La Alameda teniendo como principales instrumentos la observación participante, los relatos de vida (14 personas) , grupos focales (2 grupos, 12 participantes) y algunos talleres de reflexión (2 talleres, 15 personas). A continuación se presentan algunos de los resultados respecto a las categorías mencionadas.

Para acercarnos a la descripción poblacional es importante mencionar que los movimientos migratorios masivos recientes tienen un carácter básicamente laboral y es dentro de estos que se incluye el de los bolivianos y bolivianas hacia Buenos Aires. Por esta razón articulamos como uno de los ejes a explorar la categoría trabajo, específicamente aquel que en una extrema precarización toma la forma de reducción a la servidumbre o trabajo esclavo. El desarraigo vivido en el proceso migratorio se acentúa al encontrar en los talleres clandestinos condiciones de semi-aislamiento (privación de la libertad y/o salidas restringidas). Estas fronteras ante la nueva sociedad y el nuevo territorio, además obviamente de las relaciones interpersonales construidas entre la explotación, son las que generan rupturas abruptas del entramado psicosocial. Las condiciones ambientales y el tipo de vínculos generados en estos lugares de trabajo promueven relaciones de ambigüedad hacia los talleristas (patrones) en las que se mezclan una especie de lealtad nacionalista y agradecimiento con el resentimiento producto de las humillaciones constantes y la sobreexplotación laboral. Todo esto fomentado por el afán de los talleristas en mostrarse amigables y cómplices.

Así lo expresa Juan Francisco hablando sobre el tipo de situaciones que van generando estos vínculos contradictorios:

“Que el tallerista tome con los costureros […] eso es típico. Trata de compartir con los trabajadores más que todo con la bebida. Estar en festivales, por ejemplo en carnavales habían bailado; todas las máquinas habían arrinconado, habían bailado todo en el medio. JMC iba con su auto a traer cerveza. […] [El tallerista] cuando ve que hay facilidades así, ocasiones como el carnaval o año nuevo. ‘Compartiremos’ dice y manda también a hacer cocinar. Se festejan las fiestas bolivianas: Alasitas, la virgen de Cochabamba. Ese día se reparte un vale más alto que lo normal. Para que la gente pueda comprar y gastar ese día.”

Transgrediendo barreras de género

Son mujeres la mayoría entre asambleistas y migrantes, son también portadoras de una cultura e identidad étnica originaria; estas dos categorías no son más ni menos opresoras que la otra que resulta tal vez más evidente: la de clase. A pesar de ir codo a codo con los varones en cada actividad de La Alameda y de desafiar de esta forma al papel estereotipado en el que se suele encasillar a los inmigrantes limítrofes, y en especial a los de origen boliviano; las mujeres siguen enfrentando la opresión de género al interior de sus casas. Aquí las palabras de Alma, 32 años, originaria de Sucre:

“[…] Sí, en todos lados tenemos pelea que no les gusta que vayamos. Porque muchas veces que llegamos tarde o a algún lado nos vamos, les molesta. Pero a nosotras nos gusta participar en todo esto y peleando o no peleando igual salimos, igual vamos. Si se enojan es problema de ellos.”

Otra de las transformaciones recurrentes, es la que en palabras de ellas se expresa como “superar el miedo”. Es insistente la referencia a haber perdido el miedo, a poder defenderse. Hablamos entonces de empoderamiento, de procesos emancipatorios respecto a la triple opresión.

Dice sobre esto Mariana, que nació en El Alto y que tiene 27 años:

“[...] yo más antes tenía miedo, ahora no. Ya estoy 3 años, puedo expresarme y a parte si me dicen en la calle, ya no tengo miedo. Hablo nomás, puedo responder, les digo ‘tu estas en tu país, si es cierto pero no me trates mal’. [...] No tengo miedo de mí para enfrentarme, puedo hablarle. ‘No me grite, hábleme, yo le voy a entender, pero no me grite y no me trate mal.’”

Estrategias Colectivas: Transformaciones Subjetivas

La participación asamblearia ha trastocado la vida cotidiana de sus protagonistas, son espacios experienciarios en tanto crean condiciones de posibilidad de otras producciones de subjetividad (Fernández, 2006), es decir que instalan situaciones estableciendo inéditos modos de subjetivación para sus participantes. Esta experiencia de participación modifica no sólo la percepción, sino también las prácticas cotidianas, y en este caso particular: las referidas al trabajo. Así lo expresa Diana de 27 años originaria de La Paz, socia de la cooperativa:

“Ponemos los precios entre todas, y también le damos el precio al cliente […] Ahora, si un cliente viene, hay veces no nos damos cuenta y le podemos dar mal el precio, así que ahora ya le decimos que vamos a hacer una muestra y dependiendo de cuánto tiempo nos lleve, eso le vamos a cobrar; por lo menos a $5 nos tiene que salir la hora, yo eso siempre lo peleo.”

Ella misma reflexiona al comparar su trabajo actual con el que hacía antes en los talleres textiles clandestinos:

“Me sentía que era un trabajo obligado mayormente, porque nos daban una cantidad que teníamos que terminar en un día sí o sí. En cambio aquí no, o sea, donde trabajábamos antes no teníamos que salir, no podíamos ir a ningún lado, ni reuniones, no nos podíamos enfermar, nada. Aún si nos enfermábamos, igual teníamos que trabajar y teníamos que entregar sí o sí la misma cantidad. Pero en cambio aquí, como no tenemos un patrón, a nadie le tenemos que entregar cuentas.”

Sigue hablando de las estrategias logísticas del emprendimiento, que cabe destacar han sido consensuadas por todos las socias y socios de la cooperativa, sin distinción jerárquica. En este relato podemos observar una síntesis condensada de un largo proceso de negociación que finalmente logra conciliar las necesidades maternas e individuales con los derechos laborales y la productividad:

“O sea por ejemplo hoy Alma no está viniendo a trabajar porque su hijo está mal, pero ella no tiene que pedir permiso a nadie. Claro que nosotras hemos hablado y hemos quedado que una que está hospitalizada, le vamos a pagar su hora. […] Eso hablábamos hoy en la mañana, y todas tenemos que estar de acuerdo porque ya en eso hemos quedado. Bien se interna ella o internación de un hijo que sí es necesario que la madre tiene que ir a dormir con el chico, en esos casos tenemos que pagarle la hora”.

Y finalmente, hablando sobre un sentido de pertenencia no sólo a la organización, sino a su propia actividad laboral, Diana involucra en su discurso factores organizativos que ejemplifican una estructura horizontal que implica mayor involucramiento personal y que deviene en consolidar prácticas autonómicas. Es importante mencionar que en La Alameda quienes formaban parte de la Cooperativa mostraban también mayor compromiso en actividades de militancia, lo que nos hace pensar en que estos procesos de micropolítica fortalecían a una conciencia y compromisos mayores:

“O sea siento que es nuestro trabajo ya. Por ejemplo en un taller nosotros costuramos, costuramos, no nos interesa quién es el cliente, pero sí tenemos que entregarle ese tanto. En cambio aquí si yo sé que un día tengo que entregar ese trabajo y que sí o sí tengo que venir, lo hago para esa fecha, pero la hora que yo quiero o como yo puedo organizarme.”

Como hemos visto la Asamblea “subvierte en sus microexperiencias las formas hasta ahora obvias de la producción, el mercado, la propiedad, la cultura, la política haciéndose cargo del vaciamiento de sentido de un estado garante de los ciudadanos” (Fernández, 2006: 59).

La participación directa en reuniones, el choque cultural al enfrentar escenarios horizontales con ciudadanos argentinos, las estrategias de lucha y protesta (escraches , marchas), además de la convivencia laboral cotidiana bajo un esquema cooperativista, todo esto va promoviendo fuertes lazos afectivos y reconstruyendo un nuevo tejido social que reestablece vínculos bajo nuevas condiciones y directrices; así lo explica Alma:

“[…] Sí más que todo aprendimos más cuando empezamos a trabajar en la cooperativa. Empezamos a hablar de los derechos y algo de eso nos sirvió mucho por lo menos algo podemos levantar la cabeza ¿no? No es como antes que teníamos que estar así calladas”.

Una de las líneas de análisis que se desprenden de los relatos anteriores y en general del trabajo con la Cooperativa La Alameda es la que respecta a niveles de participación y su relación con la actividad productiva concretamente. Es decir que fue posible observar claramente un grado mayor de participación y de compromiso hacia la organización, así como mayores elementos de análisis de la realidad local y nacional en quienes participaban no sólo de la asamblea, sino también de la cooperativa; quienes pasaban ocho horas trabajando en el taller textil (que habían transformado las relaciones de producción) y que por lo tanto habían sido parte de un proceso que permitía una praxis integral: práctica transformadora y reflexión analítica.

Esto resultó especialmente claro en la organización por el eje que nucleó a la mayoría de las y los migrantes que la forman: el trabajo esclavo. Al tener la experiencia previa y las huellas físicas y psicológicas de estas condiciones de servidumbre, se vuelve visible la categoría trabajo y formas productivas como un eslabón que constituye la base para la integración de reflexión y práctica militante en un ejercicio cotidiano de participación. Hacia el otro extremo, o al menos con actitudes en general más ocasionales y faltas de compromiso estaban quienes por ejemplo acudían sólo a reuniones de asamblea o a prácticas de militancia como los escraches, pero que no tenían la oportunidad de vivenciar cotidianamente un cambio en su actividad productiva.

Uno de los desafíos constantes en la incorporación de nuevos integrantes a la Asamblea era la superación de la dimensión individual y personal de los efectos del trabajo esclavo. Es decir, la capacidad de visualizar las causas de la experiencia personal como parte de un sistema en el que los determinantes reales estaban lejos de ser atributos individuales de quien los contrató o quien los y las explotaba. En este sentido, una vez más la integración en la praxis de otro tipo de esquema productivo en el que la propia voz de sí mismo(a) como costurero(a) era tomada en cuenta en un plano horizontal con la del resto; pensamos que fue un factor decisivo hacia la resubjetivación y reapropiación de la capacidad de tomar decisiones. Sin la pretensión de ubicar esto como un proceso concluido, pensamos que fue un factor clave en el camino hacia la autonomía, dejando atrás reificaciones y condicionantes sociales hasta entonces heterónomas (Castoriadis, 1997).

Finalmente, al promover la participación colectiva favoreciendo la implicación personal, la Asamblea 20 de Diciembre vuelve visibles categorías de opresión (etnia, clase, género) que habían permanecido invisibles.


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