BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DIVERSIDAD CULTURAL Y MIGRACIÓN

Coordinadores: Ricardo Contreras Soto y Carmen Cebada Contreras




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Las voces de niños, niñas y adolescentes que se quedan en sus comunidades.

Los informantes de este estudio fueron 96 niños y niñas de la Sierra Gorda y 248 de comunidades del Alto Laja, norte de Guanajuato.

De las familias en Sierra Gorda un poco menos de la mitad tiene experiencias directas en sus hogares, mientras que en Alto Laja es el 90% de los niños y niñas, el que tiene historias de migración en su propio hogar.

En ambas regiones la percepción del fenómeno migratorio la han construido a partir de las historias que se cuentan en casa y en la comunidad, en menor medida a través de las noticias de la radio y la televisión.

Para la mayoría de los niños y niñas en las dos regiones que cuentan con un migrante en el hogar es normal tener que ir a buscar trabajo en Estados Unidos. En Alto Laja hay una diferencia entre la percepción de las niñas y los niños. Para estos últimos es mucho más normal que para las mujeres. Sin embargo, para la mayoría la perspectiva no es halagadora, una tercera parte no sabe qué esperar en Estados Unidos y casi la mitad de los niños se imagina que la vida en Estados Unidos es triste y difícil o espantosa y horrible. Sólo para uno de cada cinco niños buscar trabajo en el Norte puede traer como consecuencia una vida feliz y divertida.

Estos datos nos dicen algo sobre la comunicación en casa, según las respuestas de los niños y niñas en seis de cada diez hogares de Sierra Gorda no se habla del tema, por lo que se infiere se comparten principalmente experiencias negativas y sólo pocas son las historias positivas. En consecuencia se visualizan viviendo en sus comunidades de origen pero trabajando en el norte. En otras palabras, se ha asumido la transnacionalidad como un modus vivendi aceptable. Se vive donde están las raíces, donde está la familia y Estados Unidos es únicamente el lugar del trabajo, aunque las ausencias duren años. La velocidad y facilidad del transporte, el incremento en las comunicaciones por teléfono e internet han acortado distancias. En este sentido las generaciones jóvenes se asumen ya como trabajadores de esta aldea global.

Los niños y niñas, en su mayoría niñas que argumentan que no es normal buscar trabajo en Estados Unidos mencionan los riesgos que implica el traslado a Estados Unidos y la desintegración familiar u otros factores emocionales. También mencionan que México sí les ofrece trabajo, aunque mal pagado, pero que es preferible que la familia viva unida, que no hay que ser tan ambicioso. Las mujeres perciben ya con claridad la tendencia nacional en la que el éxodo de la población económicamente activa en zonas de alta productividad agrícola como es el caso del Alto Laja, empieza a presentar problemas por la falta de trabajadores para el país. Son ellas las que están incorporándose, en condiciones muy desventajosas y con gran vulnerabilidad frente al abuso sexual de los capataces, al trabajo remunerado en los campos, para llenar ese vacío.

Otra información interesante nos la dio la pregunta sobre los contenidos de la comunicación en casa en torno a la migración. En Alto Laja hay mayor comunicación que en Sierra Gorda y ésta tiene diferencias según el sexo de los hijos. Las niñas reportan más pláticas sobre cómo se sienten sus padres y hermanos cuando están en el Norte y bajo qué condiciones trabajan. Con los varones los temas son más en torno a las condiciones materiales en las que viven, información sobre paisajes, dificultades para el cruce.

La percepción negativa sobre la vida en Estados Unidos también se ve influida por los sentimientos que despierta en ellos y ellas la partida de algún miembro de la familia, pues la población infantil con migrantes en casa se sienten preocupados, tristes o enojados cuando su familiar se va a Estados Unidos. El regreso de sus seres queridos representa motivo de felicidad casi para la totalidad de ellos.

A pesar de que para la mayoría de los niños y las niñas el imaginario no es positivo, los que tienen familiares migrantes sí expresaron, en su mayoría, sentirse más felices desde que un miembro de la familia se fue a trabajar a Estados Unidos. Esta valoración positiva del fenómeno en su condición cotidiana tiene una correlación directa con las respuestas que se dan con respecto al uso de remesas. El imaginario del mal necesario encuentra su respuesta concreta en la satisfacción de necesidades inmediatas como son alimentos, útiles escolares, zapatos y ropa. Llama la atención que aún con familiares migrantes hay niños y niñas que reportan que en su casa a veces falta comida. Es interesante que los niños y las niñas desde tempranas edades tienen muy claro el principal móvil de expulsión de la población económicamente activa: la búsqueda de trabajo. Sin embargo, los trabajos a los que tiene acceso esta población no alcanzan una remuneración suficiente para consumir bienes que aumentan el confort o abren el acceso a condiciones en las que se logre superar la pobreza, se trasciende la pobreza extrema, es decir, la falta de recursos para comer, estudiar y vestirse.

La proyección a futuro de los niños y niñas de Sierra Gorda se expresa de la siguiente manera:

Además de la translocalidad expresada anteriormente, otro elemento cultural nuevo es la facilidad con la que se asume la movilidad provocada por la búsqueda del trabajo mejor remunerado, sin importar las enormes distancias, que se viven como condición natural de vida.

Con respecto a la familia que desean tener las nuevas generaciones, aunque ellos y ellas todavía tienen entre tres y seis hermanos, se proyectan como los de la cultura vecina con uno o dos hijos. Los bienes a los que aspiran son en orden de importancia casa propia, vehículo y sólo un pequeño número de estos niños y niñas de origen rural anotan animales, cosecha, muebles, comercio propio u otra opción.

A la pregunta de ¿Qué tipo de trabajo, profesión u oficio quieres tener?, el cincuenta por ciento quiere acceder a una profesión, siendo la de maestro/a la que apareció en la mitad de los casos. Los demás niños y niñas se proyectan en los trabajos de sus progenitores. Anotan una gran cantidad de ocupaciones propias de su género. La niñas: “criadas”, enfermeras, amas de casa, estilistas, secretarias y los varones: albañil, vivir del campo, carpinteros, herreros, policía, soldado, chofer, boxeador.

Por último nos parece relevante compartir los valores expresados por esta población infantil. Un primer valor que es contundente es el de la familia, misma que expresan en sus dibujos con sonrisas y expresiones de felicidad.

El deseo de tener familias más pequeñas no sólo refleja preocupaciones por poder brindar un nivel de vida digno a los hijos, también el bienestar emocional juega un papel importante. Otro aspecto novedoso es que los varones ya no proyectan su virilidad en el número de hijos que desean tener, esto es un gran cambio cultural. Pues son algunas niñas las que expresaron el deseo de tener muchos hijos

El acceso al empleo se ha convertido en un valor fundamental, la propiedad de la tierra como medio de producción ha dejado de ser una prioridad. Cabe hacer la reflexión histórica de que con excepción de grupos indígenas que nunca perdieron sus tierras comunales, los campesinos pequeños propietarios y ejidatarios se asumen con mayor facilidad como peones y/o empleados que como productores y/o emprendedores. Al menos en estas zonas donde la Hacienda o la Mina fueron los medios de subsistencia hasta bien entrado el siglo XX y que sólo un lapso de 50 años tuvieron en sus manos los medios de producción, sin recibir la formación y la capacitación técnica necesarias para lograr formas de producción sustentables.

Esto se corrobora con las respuestas a la pregunta ¿en qué gastarían el dinero?, responden comida, ropa y útiles, compra de vehículos o bicicletas, en muebles, en vivienda y sólo un 5% de los niños y niñas anotó que en ganado. Es sorprendente que nadie gastaría en juguetes u otros artículos suntuarios o simbólicos con respecto de su imagen como podrían ser relojes, pulseras, cosméticos, botas, sombreros, pistolas. Estos datos dados por los niños coinciden con lo documentado en otros estudios hechos con adultos (Arroyo y García Zamora, 2000; Russell, 1986).

Tradicionalmente en las familias rurales sólo las fiestas eran consideradas como empleo correcto del tiempo libre, ahora junto con la escuela que introduce el concepto de vacaciones este nuevo valor encuentra eco y se vincula con el paseo, el viaje en algunos niños y niñas.

El valor de la escolaridad ha encontrado un grado de aceptación fuerte. Para un número significativo la educación básica es suficiente, aunque sólo para la mitad de la población la educación sirve como instrumento para trascender su condición socio – económica.


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