BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

SEXUALIDAD Y PODER. TENSIONES Y TENTACIONES DESDE DIFERENTES TIEMPOS Y PERSPECTIVAS HISTÓRICAS

Ángel Christian Luna Alfaro y José Luís Montero Badillo (Editores)




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Fuentes de estudio para la comprensión de las identidades de mujeres evangélicas en una comunidad de la sierra sur de Oaxaca

Ángel Christian Luna Alfaro

Creación de cultura

La perspectiva de género es uno de los pocos caminos de creación cultural que en la historia humana ha alcanzado el dinamismo y la adhesión democrática en la construcción teórica-política. Hoy la perspectiva de género es parte inseparable de uno de los procesos socioculturales más valiosos por su capacidad de movilizar mujeres y hombres, instituciones y organismos de diversas clases, y por los frutos que ha producido. Forma parte del bagaje de la cultura feminista que dio igualmente origen a las búsquedas masculinas para eliminar la opresión genérica y constituye sin lugar a dudas la mayor aportación de las mujeres a la cultura (Cazés, 2005: 45-46).

Desde la perspectiva de género se diseñan una infinidad de propuestas programas y acciones alternativas, oficiales y civiles para afrontar los problemas sociales generados en la opresión de género, la disparidad entre los géneros, la inequidad y la injusticia resultantes (Cazés, 2005: 46).

Hoy millones de seres humanos, sobre todo mujeres abren caminos inéditos en la perspectiva de género para construir alternativas a su estrechez y sus carencias, a la injusticia y la violencia a la pobreza la ignorancia y la insalubridad (Cazés, 2005: 46).

Aunque con resultados desiguales resalta, en esa senda la realización de opciones ideadas por las mujeres mismas. En medio de incomprensión y hostilidad e incluso de acciones con antiperspectiva de género, las acciones publicas y civiles y la participación social y política que ellas impulsan, les han permitido ser destinatarias, beneficiarias y protagonistas de procesos políticos particularmente importantes por sus alcances, y por los cambios de mentalidad y actitud de los que son producto, al tiempo que inciden en ellos (Cazés, 2005: 46).

Pese a que el panorama descrito puede ser alentador e inspirador, ¿qué pasa con aquellas mujeres que no se encuentran enteradas o beneficiadas por los triunfos y aportes de las luchas feministas? ¿Aquellas que viven mas de una opresión (familiar, social, o de gobierno) que agudiza generalmente la religión?

Este trabajo busca socializar la preocupación expresada en la interrogante previa. La misma se procura plantear en un contexto contemporáneo, en un poblado de la sierra sur de Oaxaca, México: Miahuatlán de Porfirio Díaz, enfatizando el caso de la Unión femenil Otta G. Walters. Esta investigación se realizó a finales del año 2005 concluyéndose a fines de 2008 (llegó a Miahuatlán el día 12 de abril de 1934).

Un reto actual que se propone a partir del estudio de la Historia, es partir de la idea que existe una cultura de género, la misma, se encuentra apoyada por enfoques antropológicos, filosóficos y sociológicos. Este concepto, el de cultura de género, pretende rendir cuentas sobres las acciones de los hombres y las mujeres en sociedades complejas, estatales y posparentales. Al respecto Muñiz (2004, 52), nos dice que la cultura de género es el producto de los diversos discursos, portadora de significaciones, dirigente de actividades y custodia de comportamientos sexuales y actitudes sociales; así como definitoria de la normalidad y la anormalidad en cuanto al ser hombre o mujer en determinada sociedad y momento histórico. Esta forma de acercamiento, nos faculta para establecer la diferencia entre los parámetros hegemónicos de dicha cultura de género y las variantes que se presentan en los múltiples sectores de la misma sociedad o en sociedades contemporáneas aunque distintas.

La identidad de cada individuo, pueblo o nación, nos dice Ricoeur (2005), la constituye su historia, es decir: sus historias; las tramas diferentes, incluso opuestas de las que cada una de las personas, es personaje.

Referencias y estudios del binomio género y religión

El análisis del género en las religiones, nos argumenta Marcos (2004: 9), se encuentra en la intersección de múltiples disciplinas, tales como las teologías de las religiones institucionales, la hermenéutica bíblica y la ética. Sin olvidar, los aportes desde la sociología, sicología y la antropología de las religiones. Todas estas posturas, están permeadas por la teoría de las relaciones de género, así como feminista.

Beauvoir (1999: 443), arguye que el amor le ha sido asignado a la mujer como su propia vocación y, cuando lo dedica al hombre, busca en él a Dios; si las circunstancias le impiden el amor humano, si es engañada o exigente, elegirá adorar la divinidad en Dios mismo. Coincidiendo con esta premisa, rescato una reflexión empírica al respecto, considerando que muchas mujeres, a diferencia de los hombres, asumen más cómodamente, o de manera casi “natural”, suplir a su pareja o la carencia de la misma, con su idea y sentir de Dios. El Dios cristiano embona de manera casi exacta a los parámetros de perfección, fidelidad, apoyo, amor, pero sobre todo seguridad, que desde luego requieren algunas mujeres creyentes. No existió duda, al interrogar a las asistentes de la Iglesia Bautista el Buen Pastor, sobre la identidad genérica de Dios. Todas las entrevistadas, coincidieron que él es hombre, imposible sería pensar lo contrario, Él es fuerte, corrige y castiga a los que se portan mal, como un padre…los padres, cuando quieren a sus hijos, nos regañan, nos dan nuestras tundas, para que aprendamos. Así hace Dios con nosotras. Él y su palabra, es lo único que necesitamos para vivir, lo demás es pura vanalidad.

La postura descrita, ha estado acompañada de diversas defensas y argumentaciones desde la academia así como instituciones conservadoras, identificadas mayoritariamente, al menos para el caso del continente americano, por la iglesia católica. Pierre Debergé (2007), asegura que vivimos en una sociedad que no favorece el reconocimiento de la diferenciación sexual y donde corremos el gran riesgo de confundir igualdad, con identidad del hombre con la mujer. El mismo Debergé (2007) se alarma sobre la permisividad de la homosexualidad, incitando a no verla como una “simple” variante de la sexualidad, preocupándole la idea de que la diferencia sexual, no tiene importancia espiritual ni intelectual.

Para diversas sociedades religiosas, el sexo, es indivisible de su género, o sea, lo genital, determina a la persona al interior de las dinámicas familiares, así como los roles que “deben” o “debemos” asumir, como resultado de costumbres y/o tradiciones generalmente patriarcales. En este sentido podemos argüir una especie de naturalización de los papeles y roles, siendo la aseguración de los mismos, apoyados por los preceptos religiosos, el resultado de estructuras de vida rígidas y verticales, situación que ha llevado y obligado a muchas mujeres al intento de construir discursos, así como estilos de vida y cosmovisiones que les ayuden ante el avasallador posicionamiento masculino en las estructuras religiosas.

Acerca de lo descrito, Lamas (2003: 11) considera que la categoría género resulta amenazante para el pensamiento religioso fundamentalista porque pone en cuestión la idea de “lo natural” (tan vinculada con la de lo “divino”), y señala que es la simbolización cultural, y no la biología, la que establece las prescripciones relativas a lo que es “propio” de cada sexo. El argumento anterior, bien puede ser tomado como los indicios de identidad de género al interior de iglesias, y estructuras religiosas que interpretan casi de manera literal o fundamentalista sus preceptos o libros sagrados. El enfoque de género, también ha sido pensado, desde estas estructuras (principalmente católicas), como una especie de ataque a las formas de vida “cristianas”, al respecto, ofrecemos la siguiente cita:

…no permite apelar a la “naturaleza” o a la razón o las opiniones y deseos de mujeres verdaderas, porque según las "feministas de género" todo esto es "socialmente construido". No importa cuánta evidencia se acumule contra sus ideas; ellas continuarán insistiendo en que es simplemente prueba adicional de la conspiración patriarcal masiva en contra de la mujer .

Es interesante poner énfasis en palabras como: “mujeres verdaderas”, considerando a las mismas, como hijas de Dios, o sea, de la verdad; entendiéndolas como únicas poseedoras de la potestad divina, excluyendo a las que piensan y se posicionan con otras ópticas e ideologías.

Siguiendo con la línea de críticas hacia el enfoque de género, María Osiris Reyes argumenta: “El antagonismo sexo vs género no sólo niega los avances de la ciencia en la materia, sino que, ha contribuido a destruir la vida de personas en lo individual, de parejas en lo conyugal y las relaciones entre hombres y mujeres en lo social se tornan cada día más violentas. Una teoría que fracasó desde su experimentación se ha convertido en el nuevo paradigma para las políticas públicas a nivel mundial, desde las Naciones Unidas hasta el pequeño Jardín de Niños, en donde aplicando políticas de género se trata de cambiar las conductas de niñas y niños, hombres y mujeres para buscar una igualdad que no saben en qué radica ”.

Los casos derivados de las iglesias cristianas no católicas, al respecto de la problemática citada, suelen ser heterogéneos. Recordemos que existe un mayor número de población laica que interviene de manera más abierta en los procesos de elecciones de dirigencia en cada una de las iglesias; suelen transparentarse sus ingresos y egresos. Los puestos al interior de las estructuras pueden ser asumidos y renovados constantemente, sin tanto requisito o lentitud, a diferencia de la iglesia católica. Y en lo que respecta a las mujeres, a diferencia de las católicas, son más consideradas para cargos, al menos simbólicamente más trascendentes. Todo esto y más, provoca, que desde diversas posturas, tanto mujeres como hombres, critiquen, más abiertamente su credo e instituciones, logrando cambios significativos en diversas áreas de la iglesia. Desde luego que esta batalla, se encuentra principalmente comandada por mujeres.

Los textos al respecto, podemos dividirlos en dos posturas. Los de divulgación o comerciales, que plantean con un lenguaje bastante sencillo una postura que intenta analizar las citas bíblicas desde un enfoque hermenéutico. Los mismos, no dejan de ser una rareza para las familias y mujeres cristianas, aunque más comunes de hallar en los hogares mexicanos evangélicos. A la fecha, en ninguno de estos he localizado un enfoque feminista o de género, que se posicione con un análisis más profundo sobre lo que implica lo femenino y lo masculino al interior de las iglesias. El otro rubro, es el perteneciente a la academia. Esos son todavía más escasos, pero desde luego más abundantes a diferencia de la iglesia católica.

Las 10 mentiras que la iglesia le dice a las mujeres, de Lee Grady (2000), es una muestra interesante dentro de los textos de divulgación. El autor busca demostrar, mediante un estudio bibliográfico, las formas en que se ha usado la Biblia para mantener a las mujeres en lo que denomina “esclavitud espiritual”. Este tipo de texto, contiene, aparte de explicaciones un tanto teóricas, una serie de experiencias de la vida cotidiana, sobre la vida de pareja cristiana, en los Estados Unidos. Al mismo tiempo, cada vez que concluye un apartado, sugiere una serie de ejercicios que ayudaran a la mujer a su proceso de “liberación espiritual”. Es innegable la tendencia referente a libros de “superación personal”, quienes proponen una serie de pasos o aspectos a seguir, asegurando, para este caso, que si los efectúas, en el nombre de Jesucristo, llegarás a ser una cristiana exitosa. Grady (2000) enfatiza en su obra, la importancia de “activar” a las mujeres en los ministerios, aquellos que tienen que ver con evangelizar, orar, cuidar, etc. En este sentido, puedo notar que a la mujer se le toma en cuenta, siempre y cuando su fuerza de trabajo se traduzca en beneficio de su congregación o iglesia (apoyo para hombres). Los problemas que experimentan, así como las voces de ellas, en términos de los vínculos sociales, o sea, la vida fuera de la iglesia, están ausentes.

Sobre los libros de carácter más académico o formales, también existe una considerable producción. La mayoría, como ya señalé, resulta ser producción a cargo de mujeres provenientes de iglesias evangélicas. Una de las temáticas que se abordan cada vez más, es la referente a la teología feminista. Sonia Villegas (2005), nos introduce, apoyada por la influencia de Beauvoir (1999), al mundo religioso del sexo olvidado: la mujer. A diferencia de otras teóricas y académicas, la autora se posiciona en el discurso feminista/marxista. Resulta ser sorprendente la revisión histórica y literaria que Villegas hace en su obra, aunque para el caso que se trata en este escrito, el análisis sobre las figuras femeninas bíblicas, es de suma trascendencia, siendo particularmente de mi interés las reflexiones de prototipos femeninos cristianos, tales como: La Virgen maría, Eva, Lilith y María Magdalena.

Marga Muñiz (2000) ofrece, desde la exégesis bíblica, una interpretación acorde a los tiempos actuales, sobre los roles de mujeres y hombres a lo largo de las historias narradas en la Biblia, en un texto denominado: Femenino Plural. La autora, preocupada por la disyuntiva en la cual se encuentran muchas creyentes sobre la enseñanza de las escrituras en torno a la igualdad y sumisión mutua, en vez de jerarquía entre los sexos, brinda un acucioso tratado sobre la posibilidad de visualizar a las mujeres como lideres con igualdad de facultades espirituales que los hombres. Esto con la finalidad de incitar a una libertad para actuar, sin pensar que se intenta estar por encima de la autoridad de las Escrituras.

Etnografía de la reunión

Asistir a los servicios de la Iglesia Bautista “El Buen Pastor” de los días domingos, nunca representó un reto para un servidor. En él pude experimentar apertura y un recibimiento cordial por parte de las y los asistentes. Mi rol de profesor de la única universidad regional, así como mis experiencias previas en el ámbito de temáticas que versaban sobre religión, me facilitó el proceso de digestión institucional. Mis visitas a dicha reunión, se iniciaron de manera esporádica desde el mes de octubre de 2005, agudizándose con el paso del tiempo, la investigación se detuvo hasta mediados de 2008.

En la misma pude observar la participación indistinta por parte de hombres y mujeres, incluso en la manera en que se suelen sentar en las bancas del templo, no se encuentra sexuada. Para el caso de algunas iglesias de corte pentecostal (por poner apenas un ejemplo), se colocan dos hileras de bancas, en una se sientan los hombres y en la otra, las mujeres. En esta iglesia bautista, las dos hileras existen, más otras bancas periféricas, pero no hay conflicto o penalización alguna si hombres y mujeres se sientan en la misma banca.

Al frente, en el estrado, tanto el pastor y su esposa , se colocan en la misma altura. Ambos participan durante los rituales. Inclusive las mujeres participan de manera constante en el servicio religioso. Las intervenciones de ellas consisten en peticiones de oración ante sus necesidades, agradecimientos públicos a su Dios, y la manifestación de sus testimonios de vida, enfatizando las formas en que consideran que Dios les ha auxiliado ante sus necesidades.

A partir del mes de mayo de 2008, hasta el mes de julio del mismo año, inicié, gracias a la confianza y apertura del pastor Carlos Mendoza, entre otras personalidades de la Iglesia (principalmente mujeres), una visita constante a las reuniones de la Unión Femenil Bautista Misionera Otta G. Walters. La reunión se efectúa todos los días martes, de 6 a 7 p.m. en el segundo piso de la Iglesia.

Ellas suelen llegar tarde a la reunión, la razón suele tener que ver con las labores domésticas que regularmente desempeñan. Es común escuchar comentarios por parte de ellas donde argumentan que se les hace tarde porque no tenían con quien dejar a sus hijos/as, o que debían de darle de comer su marido, entre otras actividades tradicionales de mujeres.

Uno de los requisitos que deben cubrir las asistentes, es que deben estar casadas, o al menos ser mayores de 25 años. Cabe hacer la acotación de que a esta edad, en lugares como Miahuatlán, suele ser muy raro que una mujer no este casada o al menos viva en unión libre o concubinato con su pareja. Para el caso de las asistentes, todas a excepción de una, han vivido en pareja. Las más jóvenes (entre 25 y 35 años) tienen pareja, la mayoría de las mujeres mayores a la edad señalada, están viudas o separadas (divorciadas). Todas sin excepción, saben leer y escribir; algunas aprendieron el proceso de lecto-escritura como resultado del proceso de evangelización, efectuado principalmente por otra mujer bautista misionera. Son pocas las cuentan con estudios superiores, así como solvencia económica individual. La mayoría depende del apoyo familiar y de pareja para su subsistencia socioeconómica. Ninguna habla una lengua indígena. Un par de ellas ejercen su profesión y viven del sueldo obtenido de esta dinámica (profesora de preescolar y enfermera). Una buena porción de las asistentes, se dedica a la manufactura y venta de comida (antojitos, comida corrida, etc.). El trabajo domestico, es una actividad que efectúan todas, siendo una porción considerable de mujeres que se dedican al 100% a esta labor. A su vez, la mayoría está involucrada en alguna actividad o servicio de la iglesia, tales como maestra de escuela dominical, limpieza de la iglesia, etc. Al respecto, no reciben una compensación económica por su servicio.

Actualmente son 13 las mujeres que conforman formalmente, a la Unión Femenil Bautista Misionera Otta G. Walters. Ellas se graduaron el 11 de mayo de 2008, en medio de una ceremonia rodeada de un ritual donde se les entregó una especie de cerificado que argumentaba que ellas habían recibido un curso que las capacitaba para ser misioneras. Este es precisamente uno de los objetivos de asistir a la reunión, capacitarse para dar servicio “profesionalizado” a la iglesia. A pesar de existir una comunidad “de planta”, existen otras mujeres que asisten regularmente, y otras de manera esporádica.

La reunión tiene secciones determinadas por los fundamentos básicos de las uniones femeniles bautistas misioneras planteados líneas atrás de este escrito. La oración resulta ser el elemento principal de apertura de la reunión. En ese segmento, existe una coordinadora (persona indistinta), quien inicia la oración, pero antes interroga a las presentes, si tienen una petición o necesidad especifica para organizar la oración. Una vez expuestas las peticiones, se encarga a una persona diferente que ore por necesidades de otra. Cuando concluye este segmento, que por lo regular se hace en espacio de unos 10 minutos, se continúa a alabar a Dios, con diversos cánticos incluidos en la literatura de las y los bautistas (himnarios, etc.). Acto seguido, se plantea hablar sobre un tema o aspecto de la vida espiritual cristiana, basado preferentemente en la Biblia. Regularmente, las mujeres que asumen las coordinaciones de cada segmento (oración, lectura de Biblia o alabanza), suelen ser las mismas. A pesar de ser, en ocasiones, más de 10 mujeres que asisten, son las que llevan más tiempo asistiendo, las que más participan y exponen libremente sus ideas e inquietudes.

En cada uno de los momentos o secciones de la reunión, existe una actitud de “presión” por parte de las veteranas, para con las que casi no se animan a participar. En este sentido, habrá que acotar, que ante mi presencia en las reuniones, existe la gran posibilidad de que ellas se hayan sentido cohibidas. A pesar de eso, pude notar, que las tareas que se encomiendan en la reunión, tales como la lectura de la Biblia u otros textos, así como otras tareas, no las suelen hacer. Es aquí cuando las mujeres más comprometidas llaman la atención a las menos involucradas. Considero, que no cuentan con un programa previamente diseñado sobre las lecturas y temas a exponer en la reunión; lo que se puede visualizar es una serie de improvisaciones donde las más experimentadas plantean lo que piensan pertinente.

Mi presencia en las reuniones cambió un poco la dinámica del ritual. En más de una ocasión, me invitaron a compartir temáticas, éstas últimas versaron sobre la situación de las mujeres en el cristianismo; las formas en que se utiliza la Biblia para la opresión femenina, la intolerancia religiosa, el papel de las mujeres cristianas en las sociedades contemporáneas, fueron algunos puntos que se abordaron.

El interés y respeto de las presentes no se hizo esperar, hasta que una de ellas manifestó su apatía sobre lo que yo compartía. Ella, una mujer mayor de 40 años, argumentó que sabía lo suficiente sobre los temas y que no le hacía falta escuchar más. Pese a que a más de una estaba interesada en seguir escuchando sobre los temas concernientes a la situación de las mujeres frente al cristianismo, se tuvieron que someter a las mujeres más tradicionales, éstas últimas, no necesariamente mayores de edad, ni de presencia mayoritaria, según me enteré por charlas informales, manifestaron en mi ausencia, su descontento por mi presencia, al igual que su negación por lo que hablaba.

La dinámica de trabajo tuvo que ser interrumpida. Las filas se cerraron y a pesar de que haber brindado mi número telefónico y referencias de mi lugar de trabajo, nadie recurrió a mí. Opté por retirarme de las reuniones y no tocar ni insistir sobre el tema. Esto último me impidió efectuar historias de vida o entrevistas a profundidad. A mi parecer, la relación con ellas no terminó mal, pero tampoco se pudieron efectuar amistades o lazos sociales fuertes, más bien noté muchas reservas, agradecimiento por parte de algunas, y un rostro en el que se dibujaban ganas de hacer o decir cosas, pero, bajo los ojos del cuidado, orden y disciplina de las liderezas, no se logró concretar algo más.

Ellas, sus historias, sus porqués

Ante las dificultades de tener un acceso más personal (privado) con las asistentes, la presente pesquisa, decidí complementarla con charlas informales, manteniendo el anonimato de ellas . Estas charlas con ellas, se efectuaron entre los meses de mayo, hasta el mes de julio de 2008. Lo que describe en las siguientes líneas, resultan ser ciertos datos generales de algunas de las mujeres que forman parte de la Unión femenil bautista misionera Otta G. Walters. No tuve la oportunidad de determinar una muestra o algo similar, simplemente me adapté a las posibilidades que la estructura social me ofreció. Al respecto, procuré indagar acerca de las razones que las incitan a pertenecer a dicha unión. Me interesó rescatar la representación simbólica que la unión les ofrece, así como los aspectos periféricos que surgen como resultado de reunirse a la “femenil”.

Caso 1 Alberta López. Edad: 58 años

Proveniente de un poblado cercano a Miahuatlán (a media hora de distancia/sin especificar lugar). De “cuna católica”, decide volverse bautista a partir de su experiencia laboral con una médica de origen norteamericano. La médica le enseñó los menesteres de la atención sobre cuidados de salud (auxiliar de enfermería), así como a leer y escribir. Durante este proceso también perfeccionó aspectos referentes a la preparación de alimentos (cocina), entre otros puntos sobre limpieza, orden y disciplina para la vida laboral, social y moral. Al respecto de la unión femenil, ella opina: Yo vengo aquí para escuchar de la palabra de Dios y crecer junto con mis hermanas, en el espíritu de Cristo. Es bonito escuchar palabras de aliento y de Dios, cuando una tiene problemas. Entre semana atiendo a mi familia, pero el martes nadie me lo toca, es como un día especial, mis hijos ya saben que es el día que me toca ir con la “femenil”. Para el caso de Alberta, según me cuenta, la mayor parte de su familia es cristiana (no católica), aspecto que le da mucho orgullo y bienestar. Aunque no siempre fue así, ella fue la primera en convertirse; insultos, asedios, y presiones, eran el pan de cada día para ella, por parte de su familia.

Caso 2 Susana Rodríguez. Edad 36 años

Oriunda de Miahuatlán, divorciada. A su cargo se quedó el cuidado y manutención de una hija (8 años) y un hijo (12 años). Separara de su “marido (probablemente vivía en unión libre, no especificó circunstancia)”. El motivo de su separación tuvo que ver con violencia intrafamiliar (él, la violentaba física, simbólica y emocionalmente). Docente a nivel preescolar. Es cristiana (evangélica) desde nacimiento. Solvente económicamente. Ha vivido en los Estados Unidos de Norteamérica. Hay algunas personas que no me agrada su presencia, son como muy cerradas en la reunión, pero existen otras hermanas que mis respetos, aprende mucho una con ellas, hacen sentir bien. No te juzgan, ni te molestan. Cuando tuve mi problema con mi marido, muchas me apoyaron, nunca olvidaré su ayuda.

Caso 3 Petra Álvarez. Edad 35 años

Es originaria del Istmo de Oaxaca, ha vivido en varias partes del Estado debido al trabajo del su esposo (militar). Dedicada al trabajo doméstico, madre de 1 hija de 3 años. De cuna católica, lleva un poco más de 5 años de ser bautista, lo hizo en Miahuatlán. Venir a la femenil es de mis pocas distracciones en este pueblo, aquí aprendo, desde la oración y de la Biblia, hasta recetas de cocina, consejos de cómo atender a mi marido y cuidar a mi chiquita.

Caso 4 Leticia Orozco. Edad 52 años

Comerciante (elabora frituras, papas fritas, etc.), originaria de un poblado perteneciente al distrito de Miahuatlán. Tiene unos 8 años como bautista. Solvente económicamente. Madre de 2 hijas (una de 12, otra de 15) y un hijo (10 años). La femenil me ha traído muchas cosas buenas, nunca había estado en una reunión de mujeres, aquí me ayudan a ser mejor persona, me enseñan muchas cosas…de cómo ser cristiana, de cómo ser buena madre, ser una buena hija de Dios. Yo era media burra para tratar a la gente, aquí me enseñan a comportarme a ser una buena mujer. Cuando mi marido me dejó ellas me ayudaron en mi soledad. Oramos mucho y el Señor me ayudó mucho.

Caso 5 Cinthia Ramos. Edad: 32 años

Trabajo domestico (Ama de casa). Miahuateca. Dependiente económica de su esposo. Madre de una hija de 4 meses. Yo me acerqué al Señor porque mi marido toma mucho. Mi mamá se murió cuando era yo chiquita y nunca conocí a mi papá. El pastor (Carlos Morales) ha sido como un papá para mí, la hermana Elba (esposa del pastor) como una mamá, mis compañeras en la femenil como mis hermanas. Aquí encontré la familia que nunca tuve. Yo na´más aprendí a leer y a escribir viendo, a punta de golpes. Las hermanas en la femenil me han enseñado más de la escritura y a leer con la Biblia. Es muy importante eso, pa´que no te hagan mensa. Mi marido sigue igual, a veces deja de tomar unos días, pero ya no me pega. Yo quiero que mi hija si crezca con familia, y sabiendo del Señor, no como yo, ahí na´más, a la buena de Dios. Desde chiquita he tenido que trabajar para mantenerme, por eso no pude estudiar, pero en la femenil aprendo muchas cosas, me siento como importante, sobre todo cuando ayudamos al prójimo y a las hermanas que todavía no conocen de la palabra .

Un balance preliminar

En buena parte de las investigaciones y textos expuestos, resulta casi inevitable no poder encontrar la posición defensiva contra un sistema patriarcal, posicionando a las mujeres en el rol de oprimidas, siendo el hilo conductor de la mayor parte de producción bibliográfica, una amplia argumentación de la victimización de las mismas, frente a lo que ellas consideran, las malas interpretaciones por parte del liderazgo masculino.

La mayoría es cuidadosa/o en vincular sus planteamientos con los enfoques de género o feministas. Salvo contadas excepciones, las y los autores expuestos, no incitan a la rebelión contra el sistema impuesto, ni a pensar a Dios en femenino (Dios como Diosa). Más bien podemos notar la incitación a la lectura de la Biblia, con la finalidad de encontrar nuevos y mejores argumentos para la vida espiritual en términos un tanto más equitativos. Algunos autores, como es el caso de J. Lee Grady (2000), consideran (metafóricamente/espiritualmente), que nos encontramos en “tiempos de guerra”, y que no se puede ganar la batalla si el ejército está incompleto. Así que la labor de los textos más conocidos o comerciales, sobre la situación de hombres y mujeres al interior del campo religioso internacional, es una acumulación de muchos buenos deseos, con la carencia de un análisis exhaustivo o profundo sobre los aspectos complejos que rodean los porqués de las estructuras humanas denominadas como patriarcales. Las dosis y disertaciones que alientan la vida igualitaria al interior de las iglesias, no dejan de ser mínimas, controladas por el celo tan característico de las culturas hegemónicas posicionadas en los grupos de poder (predominantemente liderado por hombres).

La situación no deja de ser delicada y el establisment religioso, se encuentra todavía en calidad de intocable, permisible y sin interrogantes que aspiren a las acciones que inviertan los roles o que al menos aspiren a posicionarse en la tan añorada equidad de género. Muchas autoras apelan al espíritu de sacrificio y el tradicional aguante femenino. Esto con el fin de entender a los hombres, que por tanto tiempo les han oprimido. Considero que esta situación no es derivado de la ignorancia de posturas críticas que plantean la transformación y transversalización de acciones a favor de la equidad entre hombres y mujeres, muy al contrario, así como las cuotas de mujeres en los partidos políticos, lo aquí presentado, no es más que formas diplomáticas de tapar el sol con un dedo, no se diserta sobre la situación de creyentes gays y lesbianas, aspectos como el aborto, la liberación del celibato de sacerdotes católicos, adopción de hijos en uniones homosexuales, el placer en el ejercicio de la sexualidad, o el mismo control que se ejerce sobre la misma, al interior de iglesias que expulsan aquellas mujeres que tienen hijos o inician su vida sexual antes o fuera del matrimonio.

Las temáticas pendientes, siguen estando lejos de la discusión pública. La idea, sigue siendo, deconstruir la identidad femenina en breves porciones, sin olvidar su rol de peonas de las iglesias, anexándoles labores extras, a parte de las desempeñadas en el interior del hogar y el mundo laboral. Se continúa apelando al mundo sentimental; da la impresión que ellas tienen que salvar al mundo, de todas las atrocidades y atropellos de una cultura patriarcal que no se responsabiliza de la parte que le corresponde, de todo el caos desatado.

La tierra se prepara y fertiliza para insertar al nuevo tipo de mujer, empresaria, líder y emprendedora, que aparte, tiene que servir a la iglesia, el esposo y las y los hijos. Los textos críticos, siguen siendo áridos en lo referente a la mejor digestión de los mismos. Lejos del entendimiento y gusto de las primeras, se continúa con un estilo de escritura que aspira a tocar el corazón, muy lejano a la razón y la conciencia .

Estas son las impresiones de una primera revisión somera del estado del arte, en torno a una temática, que al menos para Latinoamérica, se encuentra en sus primeros pasos, incompleta y lejana de las realidades especificas sobre las circunstancias particulares de mujeres establecidas en regiones multiculturales, con amplio rezago económico, pero sobre todo en aspectos legales y de posibilidades de aspirar a una vida equitativa.

El rol tradicional de madre, también denominados cautiverio por Marcela Lagarde (2005), se reproduce a niveles macroestructurales en la misma iglesia, recayendo en las mujeres que pertenecen a la unión femenil, el rol de educadoras, transmisoras o reproductoras de los valores, moral e ideología de la Iglesia. Al mismo tiempo se fomenta la preparación de las mismas, para el otro cautiverio (dual): madres/esposas. Educar a las mujeres jóvenes para serlo, así como “perfeccionar” esa actividad, es una de los objetivos principales en su formación, al interior de la “femenil”. Ante todo, buenas esposas y madres, para dar testimonio de que Cristo vive en ti, en tu casa y los tuyos.

En las pausas que se efectúan en medio de la reunión, ellas aprovechan para compartir experiencias de vida, al mismo tiempo se brindan consejos sobre cómo sobrellevar la vida cotidiana en sus casas, con hijos/as y pareja. En este sentido, la unión femenil bautista misionera Otta G. Walters, se convierte en una especie de escuela que educa sobre aspectos referentes a la moral (cristiana) y brinda varios tips y lineamientos de vida familiar. Al mismo tiempo se convierte en un club de autoayuda, eso en medio de un contexto social, con carencia de este tipo de espacios.

Al mismo tiempo que se educan en los principios bíblicos, ellas aprenden varias destrezas sobre educación formal, tales como leer, escribir y expresión verbal. Las incitan a perder el miedo ante el público.

Concibo a la presente unión femenil, como un espacio donde se les brindan herramientas que bien pueden ser utilizadas para aspirar a una incipiente autonomía (sin empoderarse, claro está). Este estilo de vida que oferta la iglesia bautista el Buen pastor, en su Unión femenil, resulta llamativa para algunas mujeres, que por su historia y cultura personal, se pueden adaptar a ciertas posturas morales y sociales que se socializan al interior de la misma, desde luego, éstos aspectos están condicionados por el contexto sociocultural, histórico y económico inmediato. Digamos que ellas obtienen, en gran medida, muchas de las cosas necesarias que se requieren para subsistir en Miahuatlán, seguridad, educación formal, dominio propio, consuelo en sus problemas, son escuchadas e inyecciones de dignidad.

No puedo argüir que lo que se oferta en le unión femenil bautista misionera Otta G. Walters, podría ser lo mejor para “reformar” u orientar los estilos de vida femeniles en la región de la Sierra Sur. Lo que si puedo percatarme, es que sí ellas lo buscan, es porque lo necesitan; existe un medio que obliga u orilla a refugiarse a espacios donde se puedan socializar estilos de vida, que de manera regular no se presentan (ofertan) en las sociedades inmediatas. En este sentido considero a las estructuras e instituciones de gobierno, religiosas y/o sociales, insuficientes, cortas de planteamientos novedosos, efectivos, carentes de soluciones a las necesidades o exigencias de un tipo de mujer ávida de alicientes para la ajetreada vida cotidiana de un poblado de la sierra sur oaxaqueña.

Estas son apenas algunas consideraciones, que me surgen como resultado de una primera incursión al tan complejo mundo evangélico. Por supuesto, urge desmarañar aun más, con la finalidad de conocernos y aspirar al diálogo, si no ecuménico, al menos cordial, constructivo y lleno de propuestas para aspirar a un desarrollo integral y multicultural.

Fuentes de estudio

a) Bibliografía

Beauvoir, S. de, (1999). El segundo sexo. La experiencia vivida. México: Alianza Editorial Siglo XX.

Cazés, Menache, D. (2005). La perspectiva de género. Guía para diseñar, poner en marcha dar seguimiento y evaluar proyectos de investigación y acciones públicas y civiles. México: UNAM/CONAPO/Instituto Nacional de las Mujeres.

Debergé, P. (2007). El amor y la sexualidad en la Biblia. México ITESO/Universidad Iberoamericana

Grady, L. (2000). 10 mentiras que la Iglesia le dice a las mujeres. Cómo se ha usado la Biblia para mantener a la mujer en esclavitud espiritual. EUA: Casa Creación.

Lagarde, M. (2005). Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: UNAM/PUEG

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