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DUENDES, APOSTILLAS Y COMENTARIOS. LOS PERFILES DE MARX, Vol. III

Edgardo Adrián López




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III. El capítulo del capital

III.1. Consideraciones previas

El padre de "Jennychen" inicia las especulaciones de este apartado, recordando que la materialización del dinero en un producto concreto (un artículo definido, en el trueque con moneda; los metales, después) supone que esa abstracción económico-economicista se torna un objeto corpóreo, que respira al margen de los individuos. Entonces, una relación social, determinado nexo entre los agentes funciona como cosa(1) (Marx, 1971 d: 177). De manera simultánea, las mercancías son la objetivación de un ente vuelto sujeto y el intercambio es un proceso entre objetos/sujetos (op. cit.: 180). Sostiene también que los intentos reformistas(2) como los de Darimon, que centran su crítica en los usos del dinero y en la invención de alguno que supere sus contradicciones, demuestran que las tensiones en la formación colectiva (f. e., el capitalismo) llegaron a su frontera. Los enlaces de producción hegemónicos pugnan cada vez con mayor violencia(3) para mudar de "envoltura". Por otro lado, tales proyectos indican que las relaciones monetarias tienen la función ideológica de borrar(4) aparentemente, las contradicciones inmanentes, profundas (loc. cit.: 179 -igual acontece con la democracia y con saberes como la Economía Política, que efectúan una apología de los vínculos actuales para crear tesoro). El materialista británico aclara que aunque las relaciones sociales entabladas para suscitar riqueza detenten rasgos económicos, poseen otros aspectos que escapan de la economía y que están completamente separados de ella(5) (op. cit.: 179/180). Sin embargo, a causa de los contornos economicistas de tales nexos, agentes no ensamblan vínculos elevados de trato sino a lo sumo, las relaciones que necesitan alimentar porque tienen un cuerpo, ciertos requerimientos, etc. (loc. cit.: 180-181). No se conducen entre sí como seres humanos ni son conscientes de pertenecer a una especie común (op. cit.: 181). Incluso aquel que asume la inevitabilidad del intercambio, ejerce violencia contra el otro, por cuanto lo empuja a mantener sólo vínculos afincados en la troca (loc. cit.: 183). Por añadidura, que los artículos deban adoptar la forma de mercancías es en sí un encorsetamiento de varones y mujeres (op. cit.: 186). Empero, en el capitalismo el intercambio basado en cierta coerción se enmascara con la presunta libertad e igualdad entre los participantes. Pero esas ideas, junto con sus expresiones jurídicas, políticas y sociales, no son más que la base de la comuna burguesa elevadas a una potencia segunda(6). La aspereza de tales nexos, no impiden la intromisión de la biosfera en lo humano (terremotos, pestes, hambrunas, etc.); al contrario, la facilitan. De lo que se trata, con el propósito de incrementar los grados de libertad disponibles para los agentes, es que la sociedad se organice de manera que limite la acción fortuita, destructiva, avasallante de los ecosistemas (loc. cit.: 185). Luego razona que el dinero, frente al capital, es una determinación simple, una forma "inferior" (op. cit.: 189). No obstante, ocurre que ésta actúa como el sujeto dominante sobre la forma desarrollada que es el capital(7). Mas el capital es el resultado, como determinación peculiar de valor, de un nivel histórico alcanzado por un modo de gestar riqueza (loc. cit.: 190). Así y todo, muchos de los diversos elementos que configuran el valor (el tiempo de trabajo como ley/sentido, la emergencia de una economía-contabilidad, etc.) se extienden en períodos tempranos de la Historia y se presentan como efecto del proceso productivo (op. cit.: 191). En suma, otros "... sistemas (sociales también fueron) ... la (estructura)(8) material de un desarrollo inacabado del valor" (loc. cit.; el bajorrelieve es ajeno). Por consiguiente, las fórmulas M-D-D-M y D-M-M-D señalan movimientos que pueden acaecer al interior de las conjunciones humanas o entre colectivos diferentes, aun cuando el valor de cambio no esté diseminado ni sea una premisa para el devenir del modo de producción (op. cit.: 192). Hubo entonces, tal cual lo hemos sentenciado en agobiantes reiteraciones, pueblos comerciantes (ibíd.) en desiguales etapas(9) (incluidas las tribus -loc. cit.: 195). Aclara que la mercancía que es comerciada por mercaderes de pueblos en los que no se puede hablar de capital comercial (1971 d: 192/193), o por comerciantes al menudeo que, por lo mismo, pertenecen a los fragmentos "medios", no son capital-mercancía sino mercancía circulante (op. cit.: 192). Retomando el hilo, las dos fórmulas son el capital comercial que es a su vez, capital circulante; con esa apariencia no llega a ser todavía la base de la génesis de valores de uso (loc. cit.: 192). Ahora bien, los dos ojales por los que transcurre la circulación no son creados por ella; los absorbe ya dados en su seno (op. cit.: 193). Y si tales puntos no se renovaran en otro plano de la sociedad, el movimiento circulatorio no podría desencadenarse de nuevo. La circulación pues, no lleva en sí el principio de su auto renovación. Es la producción la que moldea los valores de cambio, de tal suerte que presupone la circulación como momento de ella: la coloca en marcha para regresar de ésta a sí misma, volviendo a empujar la circulación (loc. cit.: 194). Ese vaivén se da en los pueblos comerciantes, pero es más significativo en el capitalismo (op. cit.: 195) en el cual los precios condicionan la producción y ésta influye en los primeros (loc. cit.: 196). En síntesis, esa cadencia ocurre en las organizaciones(10) con comercio y que implican circulación simple, y en las comunas con circulación ampliada al estilo de las sociedades fisuradas en clases (con mayor razón, en el período burgués -op. cit.: 197). En la circulación no extendida, la alternancia entre mercancía y dinero y el mutuo desaparecer de la una en el otro es una repetición "sencilla" en la que la moneda se conserva (loc. cit.: 200). No hay una misma mercancía o un idéntico conjunto de mercancías que se reproducen sin desfallecer, sino que son siempre valores de cambio distintos los que se presentan ante la moneda. Por eso, como el dinero parece ser el único componente perenne(11), la circulación "simplificante" se denomina "circulación monetaria". Con un lenguaje dialéctico, se pueden expresar los resultados de aquélla (op. cit.: 202):

En lo que cabe al aspecto simplemente(12) negativo: las mercancías lanzadas a la circulación son compradas y consumidas; sólo existe el dinero en calidad de "residuo". En lo que hace al rasgo positivamente negativo: en el permanente flujo, la moneda es negada en su autonomía y pasa a depender de ella. Tercero: en ambos momentos, lo que vuelve a ser destilado es el valor de cambio. Pero ahora surge la posibilidad de que sea consumido por la faena y que entonces se reproduzca (loc. cit.: 203). El trabajo vivo es puesto como medio para la continua reproducción de un ente abstracto, el valor.

Luego de lo expuesto, el errante epicúreo enfatiza que los economistas y algunos socialistas consideran los nexos(13) entre la sociedad(14) y las condiciones económicas de una forma desacertada (op. cit.: 204). A partir de entonces, arguye que el capital es la unidad entre mercancía y dinero y que circula en espiral, a modo de una línea que declina respecto a sí, ampliando su curvatura en cada rodeo (loc. cit.: 206). Se detiene en algo que ya había estipulado antes: el ingreso de la mercancía en el consumo, implica que se comporta en calidad de valor de uso. En cuanto tal "... no tiene existencia ... como determinación formal económica" (op. cit.: nota de p. 207). Por ello, la teoría "... debe exponer ... en qué medida el valor de uso ... queda al margen(15) de la economía ... y en qué medida entra en ella ..." (loc. cit.: nota en p. 208). Y es que, aun cuando el objeto de goce sea un "ente" extra/económico, el valor de uso condiciona económicamente al valor, al valor de cambio, al capital, etc. (ibíd.). Como si no fuera suficiente, recaptura en parte las apreciaciones vertidas acerca de la naturaleza enigmática, absurda del dinero y sentencia que con la moneda, tal como lo subrayamos en otros espacios,

"... se llega a la incoherencia; a la incoherencia, ciertamente, en cuanto momento de la economía y determinante(16) de la vida práctica de los pueblos" (op. cit.: 209; el subrayado es del corpus).

Para regresar a los aforismos acerca de los vínculos entre capital y trabajo, el admirador de Wolff puntúa que la estructura material(17) de las mercancías es el hecho de ser productos de una tarea que se objetiva (loc. cit.: 212-213). La labor humana con la que interactúa el capital, es el no/capital, la negación de éste (op. cit.: 215, 225). Pero ¿qué es lo que intercambian los dos términos? El trabajo es el obrero que labora y como trabajador, recibe una suma de dinero que es su salario, el que le permite comprar mercancías para su subsistencia. Vende su fuerza; su vida tiene un precio (loc. cit.: 215, 225-227, 232). Mientras el obrero intercambia una capacidad de faena que puede durar a lo sumo 20 años y por la que tendría que recibir una paga que la "amortizara" de modo adecuado, el capital sólo abona el trabajo que se le entrega en el día, pues sabe que otros laborantes vendrán a reemplazar(18) al que envejezca (op. cit.: 233). Pero el salario engendra una ilusión, un deseo de "enriquecimiento" que lo estimula (loc. cit.: 232). De eso se aprovecha el capital y empuja al obrero a que constriña su amplia humanidad a ser simple trabajador (op. cit.: 227/228). Estima que sea ahorrativo, diligente, hábil, poco exigente, estrecho de miras para con su desarrollo espiritual(19), sumiso, etc. (loc. cit.: 228-229, 232). Por su parte, el capital es mantenido y reproducido por ese poder de la tarea en cuanto actividad creadora de valores (op. cit.: 215). Con ello, se convierte en una potencia productora y reproductora del capital. Sin embargo, los contactos entre capital y faena no se despliegan a partir de la nada(20) ni del aire ni de las entrañas de la Idea, sino que se extienden a partir del estado en que se encuentra la producción y las relaciones tradicionales entabladas en su seno (loc. cit.: 219). De ahí que una de las condiciones de las que parte el capital sea la estructura de la propiedad de la tierra, a la que tiene que ajustar a sus necesidades, modificando los tipos de renta que imperan en ella. Ya en la época en la que escribía Marx, muchos economistas eran partidarios de que en la edad de crecimiento sostenido por la que atravesaba el capital, podía permitírsele a los obreros cierta participación(21) en los beneficios (op. cit.: 231). Esas medidas reformistas eran empleadas en simultáneo para demostrar que entre capital y trabajo, y que entre capitalistas y obreros productivos era imaginable alguna fraternidad. No obstante, estas ideologizaciones no se detienen a considerar que el trabajador se encuentra inmerso en la miseria(22) absoluta: al margen de lo que gane, como ser humano no tiene valor sino cuando está ocupado por el capital (loc. cit.: 232) y lo que se le abona, no le alcanza para reapropiarse de todo lo que creó con sus fuerzas, energías, etc. (op. cit.: 236). No obstante, los nexos entre capital y tarea siempre envían al consumo productivo (ibíd.: 241), por el que:

Primero: a través de la incorporación de la labor al capital, de ser lo estático, meramente existente, objetivo, muerto, aquél se transforma en proceso de producción (loc. cit.: 241, 244/245). En él, se enlaza consigo no sólo en tanto que trabajo objetivado sino como finalidad de la tarea (op. cit.: 241). El trabajo y la fuerza de labor se convierten en valores de uso para el capital y del capital (loc. cit.: 246-247). Segundo: a diferencia de la circulación "simple", en la que dinero y mercancía se diluían en el frenesí del movimiento (op. cit.: 241/242), el capital es la unidad entre ambos y su mutua conservación (loc. cit.: 242). Tercero: el capital asoma, de manera distorsionada y no perceptible con facilidad para la conciencia de los obreros, como relación social autosubsistente, cristalizada(23) (op. cit.: 242, 244).

Después de lo postulado, el difuminado en 1883 estudia la cuestión de los laborantes productivos e improductivos (loc. cit.: nota de p. 245 y en p. 246). Con el propósito de no recargar la exposición con profusas notas, abordaremos en el núcleo de la síntesis in progress, la advertencia respecto a que tales categoremas no son exclusivos, según lo advertimos en ocasiones diferentes, de la formación burguesa. Aun más y con los debidos matices, son ideas que sirven para gran parte de la historia transcurrida: los obreros no productivos son miembros de las constelaciones que Engels denomina en sentido amplio "no trabajadores" (1971 b: 124 -Stalin denomina a algunos de ellos "capas intermedias", pero también los confunde con los sectores independientes; ir a Walles, 2004: 6/7). En los conglomerados pre-capitalistas (sean de clases o no) de base e hiperestructura, son atareados que consumen riqueza sin participar como fuerza de trabajo en la producción real, directa, concreta y material. Casi siempre, esos obreros que consumen improductivamente el tesoro se encargaron de funciones de mando (1), organización (2), coordinación (3) y/o significación del mundo (4). Por eso los rotulamos como trabajadores que cumplen roles de semiotización. Uno de los argumentos que permiten ampliar la categoría de una manera poco ortodoxa, es la apreciación que sostiene que

"... las prestaciones de servicio ... (por las que se intercambia) ... dinero ... (son) consumo de (renta) ... Desde una puta hasta el Papa hay una buena cantidad de esta gentuza. Pero también se incluye aquí el honesto y 'laborioso' lumpenproletadiado; por ejemplo, grandes bandas de serviciales rufianes, etc. ..." (1971 c: 213).

En ese punto, en el vol. I de Teorías sobre la plusvalía encontramos un apartado jugoso que el editor divulgó bajo el rótulo "Concepción apologista de ... las profesiones", cuando en el fondo es una lúcida argumentación acerca de las influencias sutiles de todas las esferas de actividad entre sí* y en torno al reparto de labores en el ejercicio de la dominación. Leamos pues, en esta hora de pronósticos y desaciertos, a Marx:

"Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un sacerdote sermones ... Un criminal, ... delitos ... (Gesta) ... también la legislación ... y, con ello, al mismo tiempo, al profesor que diserta ... y ... el inevitable compendio ... (El) criminal produce todo el conjunto de la policía y la justicia ..., los alguaciles, jueces, verdugos, jurados, etc.; y todos (esos) ... ramos de negocios que constituyen ... muchas categorías de la división ... (de las tareas), desarrollan distintas capacidades del espíritu humano ... (También suscita) ... bellas letras, novelas e inclusive tragedias ... (Estimula) las fuerzas productivas ... (El) crimen aparta una porción de la población superflua del mercado de trabajo, y de tal manera reduce la competencia entre (obreros) ...; la lucha contra el delito absorbe a otra parte ..." (1974: 326). Subrayemos de paso que las bellas letras son conceptuadas en tanto capacidades del espíritu y por ende, como fuerzas productivas.

Ahora bien, una estrategia rápida para coronar una demostración que nos resulta agobiante, a causa del grado de represión a la que se vio sometida la teoría crítica (conduciendo a que se ignoren proposiciones claves como la que acabamos de citar), es observar que es probable que las trabajadoras del sexo hayan ofrecido sus habilidades desde comunas anteriores al nacimiento del Estado, aunque más no sea por imperativos místicos. Por añadidura, el papado es medieval. Advirtamos que muchos segmentos del lumpenproletariado, que soportan sus noches de frío con el cálido abrigo de la indiferencia humana y económica, ingresan en el plano de los excluidos, por lo que los "no trabajadores" no están compuestos sólo por obreros improductivos(24). De ahí la necesidad de realizar un paciente desgranamiento de los grupos que funcionarán, junto a las clases o no, en tanto que colectivos dirigentes o subalternos. Acorde a ese último agregado y considerando los habitantes inactivos no destacados, los segmentos dirigidos** se integrarían por las clases dominadas -cuando las hubiera- (que absorben a algunos tipos de "desocupados") + los sectores independientes no privilegiados + los obreros improductivos sin "status" + la población "inactiva" no acomodada + los conjuntos de "no garantizados" extremos o "vulnerables" (a veces, se integran fracciones del "lumpenproletariado"). Retomando el plano que establecía que tanto la faena como la potencia de tarea eran los valores de uso(25) del capital, el ex compañero de los hermanos Bauer señala que a raíz de la contradicción entre éste y el asalariado, ambos bienes no son objetos de goce para el laborante mismo (1971 d: 247). Ni el trabajo ni su fuerza creadora(26) se le aparecen como factores para enriquecerse, ni en calidad de poderes que suscitan tesoro (op. cit.: 248). Y es que todos los adelantos de la civilización(27) -los inventos, la división y combinación de las tareas, la ciencia, los medios de comunicación(28), la planetarización(29) del mercado, la maquinaria, es decir, las fuerzas productivas sociales-, se tornan poderes soberanos frente a los obreros y en potencias del capital (loc. cit.: 249). Con esa objetivación de los poderes colectivos en cuanto fuerzas del valor déspota, los capitalistas operan como dirigentes(30) del movimiento para inducir artículos de disfrute (a partir de ese rasgo, Stalin concluye que la clase expoliadora es clase dirigente; cf. Welles, 2004: 13/14). Continuando con el registro de especulaciones que vislumbran al capital como un poder que absorbe las potencias que se gestan por él y al margen suyo, el propietario burgués aflora a manera de amo del Amo. Por ello, "merece" una paga que es el beneficio. Entonces la relación de sometimiento del operario a los medios de producción se vuelve de tal carácter, que surge la sensación de que los primeros tienen que ser bendecidos con el agradecimiento humillado, resignado, genuflexo de sus esclavos (Marx, 1971 d: 250). Ahora bien, las descripciones, deconstrucciones, diagnósticos, los análisis emprendidos, no hablan de capitales particulares sino del capital en general. Ergo, no pincelamos el nacimiento de tal o cual valor que se autovaloriza y autovalora frente a quienes exige pleitesía, sino el "... proceso dialéctico (universal) de surgimiento (que es) ... tan sólo la expresión del movimiento real(31) en el cual el capital deviene" (op. cit.: 251; las negritas son nuestras). Sin embargo, lo demencial de la autoconstitución del capital en tanto valor-sujeto es que su invariabilidad y su impostergable incremento, es algo que se tabula en el plano de las abstracciones (op. cit.: 252). Por ejemplo, un capital de 100 táleros debe por lo menos conservarse; para que tenga lugar esa autorreproducción abstracta, formal, económica, ficticia, quimérica debe intervenir un proceso real que no es otro que el moldeado de objetos de disfrute. Lo concreto, material, específico es sometido, aplanado, absorbido, estrangulado por una transustanciación alocada, imposible(32). Para que el capital sepa cuánto en él se mantiene sin alteraciones y cuánto debe elevarse para continuar siendo la base de su auto/estructuración en calidad de cosa inerte, que se altera como si estuviese viva o como si fuese un "subjectum", se amaña con los insumos de producción (loc. cit.: 256). Éstos son un medio de cálculo por el que el valor autocrático le pone a la sumatoria de sus componentes-valor, un precio: en términos vulgares es lo que se gastó o invirtió en capital constante y variable, y lo que ambos propiciaron para extraer plusvalía. Pero no contento con esa estrategia, el capital le coloca precio a los costos de producción, agregándoles un margen estadístico de utilidad. La resultante es que el burgués tiene un insumo/valor de producción para una finalidad, y un precio-gasto de producción para otra. Au fond, lo que surge del embrollo(33) que debe apuntalar al capital es que "... los costos de producción (son) mayores que los (insumos) de la producción" (ibíd.; lo cincelado es nuestro). Pero que el proceso genético de riqueza orientado por el capital, tenga por horizonte la materialización de lo simbólico (f. i., el dinero) a través de una desmaterialización de lo concreto (la compra/venta de artículos), implica la alternativa de que los eslabones de ese movimiento puedan romperse, interrumpirse (op. cit.: 258). Originada la debacle, los obreros se conservan en contacto con el devenir real para inducir objetos de goce. Por ende:

a) los empresarios se muestran superfluos para conducir la comuna en desarrollo; b) son caracterizables como "falsos gastos" para colocar en marcha la autorreproducción de la sociedad en el tiempo; c) capital y burgueses no son entonces, "puentes" necesarios, reales(34) para la continuidad del proceso vital; d) el beneficio no es una paga por las tareas que asumen; e) no son los capitalistas los que abonan el trabajo de los obreros sino que éstos, dentro de lo que efectúan, generan el salario con el que se autocompensan (los burgueses son un "rodeo" que aflora como el punto desde el cual se inician los ritmos).

Finaliza el apartado que hemos segmentado en el postrero y voluminoso capítulo III, con la preocupación de abocetar que en la fase de transición de los siglos XIII-XVIII, el capital tuvo una acumulación externa, nombrada "originaria", y una acumulación afincada en su propio movimiento (loc. cit.: 260/261). Sin la primera no hubiese sido posible la segunda, y ésta no se habría extendido a la velocidad con que asomó.

* Acorde a una sugerencia que destilamos con paciencia en un artículo de un Negri que elogia a Lenin (2010 b: 160), es dable arriesgar que el trabajo productivo que funciona en las sociedades en las que operan conglomerados de acomodados y de no destacados, se encarga de la reproducción de los nexos colectivos propios de esa comuna. En simultáneo, las faenas improductivas y el resto de las actividades que ejercen los miembros de los aglomerados de no acomodados, reproducen lo que queda para reafirmar la sociedad de la que se trate (ibíd.). La diferencia entre faena productiva y labor improductiva, radica no únicamente en el distinto papel que guardan en la génesis de objetos de goce, sino en el disímil rol que les cabe en la reproducción de los enlaces entre los agentes. ** Con mucho tino y no descartando un sinnúmero de objeciones que sin embargo, no es plausible articular ahora, se podría caracterizar a las constelaciones no acomodadas, de "grupos excluidos"***, idea que rescatamos de un sintagma imperceptible de Zizek (2010 c: 236). La polémica ley de la tendencia del régimen burgués a secretar cada vez más pobres, querría decir que con el despliegue de niveles de las potencias modeladoras de entes de disfrute, cada vez más impresionantes en el estrato de la ciencia, la tecnología y la técnica, aumentan los asignables a distintos tipos de apartheid. Una cara de la medalla, sería que los civiles empobrecidos relativamente, se incrementan; la otra cara, significaría que los excluidos se hacen correlativamente más (Zizek, 2010 c: 235). El capitalismo deviene con persistencia, una asociación en la que se multiplican los apartheid y los excluidos, por lo que la refriega entre las clases se combina y se complica, con la lucha entre el resto de los integrantes de los aglomerados sociales y con la pelea entre los incluidos y los "rostrificados" en desiguales apartheid. *** Diseminando lo que argüimos en notas de notas que se injertan asemejando cascadas, volvemos a Negri, a ese que regresó de su fiebre anti marxista y que talló la noción de "multitud" para desplazar la idea de "lucha de clases", para explicitar tres sentidos de la noción aludida. El primero sería plus ou moins, equivalente a la de un segmento de la población de la que se desprenden los distintos sectores de los grupos subalternos (Negri, 2010 b: 162-163). Con ese significado, la idea se parecería a la de una "multitud" como la que describió Thompson, de la cual se irían conformando las diferentes fracciones de la clase obrera (1989 a y b). El segundo consistiría en que las "multitudes" son los pobres y a causa de que estos son los aglomerados colectivos, el lexema sería homólogo a "grupos no privilegiados" (Negri, 2010 b: 165). El tercero sería equivalente a una "molecularización" rebelde, por la que las constelaciones sociales debieran tender a un estado flexible, cambiante, imprevisible, contestatario (2010 b: 163, 165/166).

NOTAS

(1) Confirmamos que el fenómeno de la cosificación es algo que acontece desde las sociedades tribales con trueque y por lo menos, con uso de moneda. [asertos anclados en el registro de la ciencia] En otro registro de matices, el político epicúreo advierte que las colectividades pre-colombinas desarrolladas de México y Perú detentan un sistema de producción avanzado, pero sin que emplearan metales en calidad de dinero. En el vol. II de El capital, sentenciará que carecían de moneda (1983 b: 112). Por ende, Marx concibe la alternativa de que existan conjunciones que posean una elevada organización de la vida y que no hayan arribado al trueque con dinero. Of course, los datos actuales establecieron que las comunas aztecas, mayas e incas utilizaban determinados artículos en tanto moneda. Ahora bien, si los habitantes de las Américas antiguas se encontraban a lo sumo en la edad del trueque con dinero y con cierto comercio, no eran aglutinamientos fracturados en clases. Sin embargo, contaban con Estado; por ende, tal vez sean viables asociaciones que se estructuren en Estado pero sin que éste sea el "consorcio" de la clase expoliadora. Operaría, parafraseando la sentencia precedente, como el "club" que regentea los intereses de los grupos hegemónicos, integrados (ante la ausencia de clases) por los obreros improductivos privilegiados, los sectores intermedios con consumo de prestigio, la población "inactiva" acomodada y los "excluidos" destacados. Gouldner acepta que esa posibilidad sea real (1983: 356) pero la emplea, como no podría ser de otra forma, para mostrar que con quien discute insisten incongruencias graves que se prestan a ser negadas o "normalizadas" (1983: 359). El supuesto desarrollo "anómalo" del Estado (que no es tal, si se cuenta con una información exhaustiva sobre la teoría que lo tematiza), parece haber ocurrido en las primeras ciudades de la baja Mesopotamia (González Wagner, 1993 a: 82).

(2) Define "reformismo" como aquella tendencia que no procura disolver las contradicciones disruptivas de una comunidad, sino que anhela sólo algunas rectificaciones en los procesos superficiales (v. g., la invención de un tipo de dinero que no sea atravesado por las contradicciones de los que tuvieron curso legal, sin desmantelar las irracionalidades que provocan tales incoherencias). Munido de ese concepto, pincelará el socialismo utópico como reformista en la medida en que acepta el ideal que la sociedad burguesa tiene de sí, pero sin darse cuenta de que esa apreciación elevada es una estrategia para desplazar la problematización de las miserias en el capitalismo (Marx, 1971 d: 187).

(3) Ciertas agrupaciones detentaron estructuras productivas y bases sociales aptas para dominar y enfrentar perturbaciones más o menos intensas, a partir de reacciones, reestructuraciones, reacomodamientos, etc., igualmente violentos, agudos (1971 d: 178/179). En consecuencia y tal cual lo inferimos en otras partes, los sistemas humanos poseen "esquemas" de estabilización y amortiguación de los cambios. En el caso de la sociedad burguesa, el capital demostró ser apto desembragar las crisis periódicas, incluidas las enormes debacles sistémicas globales como la discutida fractura del siglo XVII* (ver Lublinskaya, 1983: 139) o el crack de 1929, sin que por ello nos hagamos eco del marxismo denominado "regulacionista" o imaginemos que habrá capitalismo for ever (López, 2010 c: nota 59, p. 16).

* Wallerstein, a diferencia de Lublinskaya, sostiene que sí hubo una crisis en el seiscientos (1972 e), pero en 2006, pincela que la única debacle "bifurcadora" o que coloca en peligro al orden actual, es la que estamos viviendo hoy; la del siglo XVII y la del martes negro no fueron crisis sistémicas. Acordamos en que efectivamente, hubo una fisura en el seiscientos, mas, la crisis de 1600 y la de 1929 son debacles de bifurcación. En lo que se refiere a la crisis de fines de 2007, no contamos con elementos suficientes para saber si la debacle fue tan honda como la del martes negro, aunque existen indicios como para conocer que ha sido una crisis muy grave y que sigue en abril de 2010. Uno de los factores que quizá confundió a Lublinskaya, es la esencia "doble" de la debacle del siglo XVII, puesto que no fue enteramente, una crisis de sobreproducción, una fisura ya típicamente burguesa, y fue en simultáneo, una debacle de sub producción de tipo pre capitalista.

(4) La superestructura y los rasgos supraestructurales de la basis misma son necesarios para descartar simbólicamente los conflictos. Ello suscita el efecto de demorar la crítica del statu quo y la probable rebeldía contra él, id est, las deconstrucciones de la correspondencia naturalizada, no cuestionada entre las estructuras objetivas-objetivadas, que se "internalizan", y las estructuras subjetivas/subjetivadas, que estructuran a los individuos y se exteriorizan. F. e., el hecho de que la clase obrera de los países del llamado Primer Mundo contemporáneo no hayan pasado de su condición de oprimidos, a ser una potencia que movilice al resto de los miembros de los subalternos en pos de una sociedad sin explotación, subraya no la caducidad de un relato mesiánico sobre el papel libertario de los trabajadores productivos sometidos por el capital, sino la eficacia de los mecanismos estabilizadores. Es más, indica la operatividad aceitada de los procesos por los que las estructuras subjetivas domestican la mirada crítica y la praxis insurgente, lo cual conduce, al mismo tiempo, a que no se revisen las estructuras objetivas (por descontado, cierto marxismo no es una narración alocadamente mesiánica...).

(5) En el fondo, creemos que aun en el caso extremo de las relaciones capitalistas de producción, en las que el perfil económico es esencial, la economía no logra absorber en su seno todo lo humano: no está delineada con la complejidad suficiente, en particular, por ubicarse en el plano de la cantidad, de la equivalencia y de la contabilidad-administración. A su vez, ese enunciado se conecta con otro: ningún sistema, ninguna astucia del poder es tan hábil, potente, irrecusable como para cercar las resistencias. Siempre existe un resto humano que a causa de su complejidad (la imaginación, el deseo, el Inconsciente, la inteligencia, etc.), fuga del dominio. Por eso, si bien el intento emancipatorio es capaz de enredarse en nuevas opresiones (e. g., la planificación socialista de los cuatro instantes de la vida -producción, intercambio, reparto y consumo- quizá originaría un sojuzgamiento lamentable al plan), no hay que alucinar que, de manera ineludible, toda empresa libertaria acabará irremediablemente en el Terror. Pero aparte que la consecuencia inmediata de estas imágenes pesadillescas (al decir de Jameson) es la despolitización (1999: 61), se reinstauran en ellas las variadas doctrinas del "pecado original" en sus sentidos religiosos más castradores (op. cit.: 62).

(6) En la misma página (Marx, 1971 d: 186) el compañero de Engels postula que la labor esclavista es trabajo forzado directo, por lo que deja abierta la alternativa de que las otras clases de labores que se constituyeron en las desiguales comunas de la Historia, sean trabajo forzado (por ende, enajenado). Por último, critica a los economistas que aplican una dialéctica insípida, afectada, satisfecha de sí, ridícula, plagada de lugares comunes y poco hábil para aprehender la multidimensionalidad de los procesos (loc. cit.: 187). Por contraposición, deducimos lo que tendría que ser una dialéctica materialista y un pensador dialéctico (no afectado, deconstructor del sentido común, etc.). Aparte de la retórica habermasiana, un ejemplo de dialéctica verbal y sofística, que transcurre en el mero "orden del pensamiento", es la pergeñada por el contractualista Bidet (1993 c, 1993 f). Insiste en que la modernidad que se inaugura con el capitalismo en cuanto modo de producción, tiene como "metaestructura" (1994 s: 157) el contrato (el que supone la inevitabilidad del diálogo para aceptar o rechazar las diferencias, y para detallar las expectativas de comportamiento futuro a partir del compromiso ineludible de que los agentes respeten sus opciones, etc. -op. cit.: 156/157). Esa "archi-base" se desplegó entre dos grandes registros: uno, el del dominio (representado por la estratificación burguesa de clases y por el burocratismo autoritario, también clasista, de lo que fue el socialismo "real" del siglo XX); otro, el de la emancipación, resumido en el concepto marxista de "asociación" autoestimulante de las responsabilidades, capacidades y potencias mutuas (loc. cit.: 157). Del contrato bajo la figura de la competencia, en el capitalismo, al contrato limitado a la figura de la coordinación con arreglo a un plan déspota, en los fenecidos regímenes de la Europa del Este, se atraviesa por transiciones dialécticas (!). Hagamos un alto para advertir que, sin entrar a caracterizar en profundidad el modo genético de tesoro que imperó en esas colectividades, la Nomenklatura y el Pólit buró no eran clases (cf. un parecer opuesto en Kohen, 1994 w: 183 y en Habermas, 1986 b: 33). Continuando con lo precedente, la libertad de los obreros productivos para someterse voluntariamente a la extracción de plusvalía efectuada por el capital, supone una cooperación embrionaria que en el curso real de la Historia, se transmutó en la planificación soviética. En paralelo, en ambos casos, el dominio que ejercen las respectivas clases dominantes se construye con la complicidad de los oprimidos. Pero en virtud de que los sojuzgados son convocados por la estructura contractual, a asumir las relaciones que los expolian, también poseen la capacidad en principio, de negarse a ello y de sustraerse. En consecuencia, en la dominación está inscrita una dinámica auto/emancipadora (op. cit.: 158; cf. una crítica lúcida de ese desmantelamiento encubierto de las concepciones de Marx, en Bonnet et al., 1994 t: 167). Así, con razonamientos sumamente abstractos, especulativos y apologéticos (que terminan por mutar en eufemismos los lexemas que le fueron útiles al admirador de Engels para desmadejar la barbarie y violencia de las comunas partidas en clases -"dominio", "explotación", "poder", "plustrabajo", etc.), se practica una dialéctica, pero una dialéctica metafísica, categorial.

(7) Estos postulados (salvo para los que esgrimen una "hermenéutica de la sospecha" contra el "economista" epicúreo, acusándolo a su vez de enredarse en ella -ver Jameson, 1999: 83), desbaratan la linealidad que pudiera colarse a causa de los significantes en juego. Lo arcaico debe ser aprehendido como lo enraizado más atrás en el tiempo y lo que es por lo tanto, menos propenso a las erosiones del presente (las referencias freudianas son justas -1976 a y b). Todo lo actual detenta un "núcleo" perteneciente a una fase anterior que actúa a modo de causa imperativa.

(8) Tal cual lo fijamos obsesivamente en otras ocasiones, nos anoticiamos de que la sociedad en su globalidad es una "subestructura". No se trata sólo de que la "basis" lo sea con respecto a la sobreestructura asociada, sino que la comuna en su conjunto es una "infraestructura", al menos para el análisis de ciertos fenómenos.

(9) En líneas previas se dijo que como capital, el dinero es negado como entidad que se disuelve en la circulación (por ende, el capital se autoperpetúa). También es negado como objeto que se independiza de ella (en consecuencia, el capital integra la circulación en su devenir). Por consiguiente, esa doble negación genera determinaciones positivas. Lo que anhelamos destacar es que en el movimiento dialéctico lo positivo crece a partir de lo negativo y viceversa. Esta reversibilidad ocasiona que la dialéctica sea flexible, posibilitando asir procesos complejos.

(10) Al hablar de las totalidades que excretan valor de cambio, aunque sea de manera esporádica, la firma/Marx menciona tipos de faenas poco desarrollados al estilo de la recolección, la caza, la pesca, etc., en los que (de forma idéntica a las tareas más productivas) los resultados logrados son empleados como medios para la labor viva, presente e inmediata (loc. cit.: 197). [al igual que en las notas precedentes, seguimos en la esfera de lo científico] Permitido el exceso, cabe enunciar que el lexema "presente" que injerta la teoría materialista no tiene la carga que se invagina en la Metafísica del Ser y a la que Derrida acosó en innumerables corpus [esas coordenadas remiten a los efectos performativos de la crítica]. Pero el francés no lo creerá así y dedicará Espectros de Marx (1995) a una deconstrucción funcional a lo que respira de liberal, conservador, reaccionario y autoritario en lo post-moderno.

(11) Como el dinero tiende a ser "eterno", el mejor camino para alcanzar esa finalidad quimérica es operar como capital (Marx, 1971 d: 201) [nos hallamos en el hojaldre de la ciencia]. Precisamente, se conserva, se eterniza al entregarse a la circulación: es en cada instante, en cada uno de los momentos contenidos en la circulación simple. Pero en tanto comprador universal de riqueza, el dinero abarca (hasta donde le da capacidad) su valor de cambio. En consecuencia, no es más que un representante limitado del tesoro ya que no es apto para adquirir todos los disfrutes, todas las mercancías (loc. cit.: 211). En otros claroscuros, una de las paradojas que aflora con fuerza es que en el frenesí del vaivén circulatorio aun el dinero se extingue y a pesar de ello, se mantiene idealmente igual a sí mismo. Por lo tanto, son la moneda y el capital los que tienden a la repetición, a buscar lo absoluto, el infinito, la identidad, la permanencia. Desde cierto ángulo y esquivando a los lectores con los perfiles de Foucault, Vattimo, etc. (tan propensos a utilizar las palabras en calidad de municiones), son el dinero y el capital los que estimulan una pulsión identitaria que procura establecer distinciones seguras entre lo "propio" y lo "ajeno", lo "local" y lo "fronterizo", el "mismo" y lo "otro", etc. [opciones críticas] A causa de estar precavidos respecto a lo liberal, conservador, reaccionario y/o metafísico que palpita en lo identitario, nos alejamos de las "evidencias" que justificarían hablar de alguna "identidad" socialista, de militantes combativos, etc. o que, frente a la "desubjetivación" posmoderna, haría inaplazable reestructurar otros sujetos (cf. una visión opuesta en Gambina, 1994 e: 33). [valoraciones que orientan una acción consensuada]

(12) Antes de iniciar las breves reflexiones de la nota, es adecuado aclarar que el lexema "simple" es sinónimo aquí de "sencillo" y no de lo "complejo" que asoma en la construcción de los conceptos que intentan asir lo real. [elucidaciones científicas] Lo negativo no se tensiona sin más con lo positivo; ambos sufren retorcimientos, bucles, curvaturas que incrementan las incertidumbres en el despliegue de los procesos dialécticos. En efecto, no se sabe de antemano qué carácter adoptarán los términos interactuantes, dando así lugar a lo inesperado. Lukács, en un escrito envejecido por el olvido, creía que lo único que acaso estaba más o menos definido en el decurso dialéctico, era el formato general de la antítesis (f. i., socialismo respecto a capitalismo), pero nada podía anticiparse de sus contornos positivos (1968 c: 47). De ahí que la dialéctica materialista responda al "Paradigma" de lo intrincado, puesto que su movimiento da espacio para lo imprevisto (1968 c: 47, 94, 121). Por añadidura, el deportado de Bélgica no sólo matiza entre "oposición" y "contradicción" sino que conceptúa la posibilidad de distinciones formales, abstractas sin diferencia. Es el caso de la circulación del capital, en el que se distinguen formalmente capital y dinero pero en donde no hay diferencia (Marx, 1971 d: 200).

(13) Por lo que deja entrever el teórico, los enlaces economía-sociedad son entendidos de una manera lineal, pobre, mecanicista, etc. tanto por los economistas cuanto por algunos socialistas de la época. Y aunque sin duda haya que aceptar que en las comunas que existieron hasta hoy, las dialécticas sociales fueron interacciones automáticas o espontáneas que tuvieron por lógica la necesidad y no la libertad (von Lukács, 1989 d: 83, 85, 127), el pensamiento deconstructivo no puede apropiarse sin más de esa constatación. La teoría debe apartarse de ese mecanicismo, causacionismo, etc. y en simultáneo, acumular las herramientas intelectuales que permitan aprehender las estructuras que mecanizan el derrotero histórico. Ahora bien, a pesar que Lukács opina como lo hemos reseñado incurre en lo que resiste, al punto de concebir que los problemas fundamentales de la transición a la dictadura del proletariado son de índole económica (op. cit.: 77, 135, en especial cuando, como en la insurgencia rusa, las premisas para el extenderse de la revolución no están dadas, al igual que en las naciones avanzadas, sino que hay que llamarlas a la vida).

(14) En la página de referencia, Marx agenda los temas que debiera abordar. Pocos saben que son casi los mismos que indicara en el Prólogo de la contribución a la crítica de la Economía Política (1859), obra en la que se sostiene que los desfasajes entre las fuerzas creadoras y las relaciones genéticas de tesoro, originan una época de revolución (1973 b: 9 -en ese incomprendido Prefacio el "economista" engelsiano declara que suprimió la "Introducción" de 1857; ir a 1973 b: 7). Antes, había especificado que el Libro I tendría que analizar el mundo de las mercancías, las relaciones de producción correspondientes y el proceso genético de tesoro asociado. El segundo, la articulación interna de la producción; el tercero, la síntesis de lo anterior en el Estado; el cuarto, los nexos internacionales y el comercio exterior; el quinto, el mercado mundial como espacio en que la producción está puesta como totalidad y en tanto que soporte del conjunto (1971 c: 163). Luego incluirá la tarea asalariada y los regímenes de propiedad de la tierra (1971 d: 204). Al mismo tiempo, sus críticos y detractores ignoran que las especulaciones del compañero de Engels se ubican en el plano elevado de las consideraciones acerca del capital en general (Juanes, 1982). Casi todos los textos que redactó, intentaron deshilvanar el Libro I; puede entenderse lo que tal vez le quedaría por enunciar, si tenemos en cuenta que le restaban aún cinco macroisotopías.

(15) Incluso, distingue entre el intercambio puro de valores de uso al costado de la economía (intercambio que debe imaginarse anterior al que ocurre en el trueque) y el que se afinca en mercancías que, de manera "intermitente", dejan de ser valores de cambio. Sin embargo, lo esencial para nosotros es que el suegro de Longuet es contundente respecto a que la economía es el reino de las formas, de las abstracciones (loc. cit.: 261), etc. y que en lo humano palpitan cosas que fugan de ella (López, 2009 b).

(16) Pero si el dinero explicita lo que a los weberianos le es indiferente, al obsesionarse por los movimientos de racionalización, la incoherencia en juego es predicable de la economía en sí (tal cual lo hemos subrayado en otros espacios de una Tesis que, al decir sereno del Lic. Juan Magariños de Morentin, sufre de "escritorragia").

(17) Remarca que no alude a las cualidades físicas en tanto sustrato de las mercancías, sino al trabajo. Por consiguiente, las propiedades en liza también son una clase de "basis". Pero tal como lo dijimos en otros "topoi" de esta investigación, es viable emplear el lexema sin atraer su correlato: la mercancía no es en sí la "superestructura" respecto a esa base.

(18) Y este conocimiento se tornó tan efectivo, que el capital se ocupa de conservar lo más alta posible la tasa de beneficio mediante variadas estrategias, una de las cuales es dejar que se abulte la desocupación y que aumenten los que medran en los sectores informales (Pla, 1994 r: 147, 149). Mas ese último diagnóstico, no nos conduce a elucubrar como el Lic. Jorge Lovisolo, que ya no hay explotación sino exclusión y que la emancipación no vendrá de los obreros ocupados (que son "privilegiados" en un contexto de desocupación creciente y que por ello, son siervos voluntarios), sino de los innumerables excluidos o "vulnerables", dado que no se endeudan ni consumen ni son "cómplices" del sistema.

(19) A pesar de las mutaciones del mercado de faena en la sociedad "post/capitalista", la deshumanización y enajenación elementales implicados en que un ser humano deba encajonar su multiplicidad para ser mera fuerza de labor (Marx, 1971 d: 227, 229) siguen actuales. Las "cualidades" como la resignación, la frugalidad, etc. no son sino pasiones que se vinculan con no disfrutar de la vida misma (op. cit.: 230). Y es que el capitalismo, a pesar que en momentos de bienestar general pueda "favorecer" a los obreros, se apoya en la pobreza relativa de los productores (1975 b: 105). Eso no descuida que en algunos países, los comienzos del capitalismo se caractericen porque la riqueza colectiva se despliega con tal ímpetu, que las clases dominadas disfrutan de un porcentaje considerable de ella (cf. USA -1971 d: 220) pudiendo convertirse en campesinos independientes (1972 a: 78). Empero, los medios de subsistencia de los obreros no son en exclusiva los que satisfacen la materialidad del cuerpo, sino los que remiten a goces delicados: en tanto que seres pensantes, tienen derecho a criticar, a agitarse para mejorar sus condiciones de tarea, a informarse y a educarse, a cuidar de sus hijos, a ampliar su acceso a la cultura "culta" o a los bienes simbólicos de los que son frecuentemente marginados, etc. (1971 d: 230; 1975 b: 240; respecto a la idea de que las estrategias nombradas son también "alimento", ver Marcos et al., 1994 k: 86 -las lúcidas feministas evalúan que existen medios de sostén que son afectivos, ideológicos, materiales, de ocio, de esparcimiento y culturales). Los enormes problemas (indirectos, directos e independientes del monto del salario) que los trabajadores hallan en colmar las respectivas necesidades con esos medios de consumo, colocan en el orden del día los "hegelianos" conceptos de la dialéctica entre señorío y servidumbre. Todavía más, que una porción de la vida deba ser "traducida" a precio supone ya el extrañamiento. Lo curioso es que intelectuales de una izquierda insurgente acepten los lexemas vulgarizados por Bell y los suyos (ir a Petras, 1994 b: 12). Si los datos indican que existe una tendencia a suplantar la tarea manual por la intelectual, también sugieren que "... la alienación llega al núcleo ... humano de la actividad laboral"; a la praxis inteligente (Lucita, 1994 j: 77). Por añadidura, la clase obrera se mantuvo relativamente estable en los años '60/'80 y constituye hoy un buen porcentaje de la población mundial activa "... muy superior a la (de) ... la época ... de los grandes partidos ... socialistas" (ibíd.). Por ende, no es verdad que la clase trabajadora sometida al capital esté a punto de desaparecer en pos de una nueva "clase", integrada por gerentes, capataces especializados, científicos, profesionales, etc. No obstante, ello no implica negar que la cualificación media de los obreros productivos se haga cada vez más sofisticada con el despliegue del orden burgués, ni que los sectores tradicionales (agricultura, minería, pesca, explotación maderera, etc.) se tecnifiquen en grado creciente. Por último, si el obrero amarrocara como para abrir una cuenta sus depósitos en el banco acrecentarían, en los períodos de prosperidad o estabilidad, los fondos de los que pueden disponer los capitalistas o, en las crisis, perdería sus ahorros (Marx, 1971 d: 230), que es lo que aconteció en la debacle política de 2001 en Argentina.

(20) Una de las razones por las que es operativa la dialéctica que tematizamos, es que estudia los procesos de acuerdo a un contexto de génesis.

(21) Marx subraya que, dando por sentado que los laborantes puedan compartir las ganancias, los valores de uso que consumen con ese salario integrado por una fracción del lucro obtenido en "comunidad", no son riqueza en estricto sentido. El tesoro principia allende el consumo directo y su contenido sustancial son los placeres enlazados con el tiempo libre (ocio, entretenimiento, goce de bienes simbólicos, etc. -loc. cit.: 231, 234; 1975 b: 207, 211/212). En un colectivo en que la carga de trabajo estuviera distribuida de manera equitativa, sin que nadie pudiese "escudarse" en ser propietario de medios genéticos de tesoro y/o en funciones "importantes" que sólo son realizables por "especialistas", todos tendrán

"... 'tiempo disponible', es decir, verdadera riqueza; tiempo que ... quedará (pendiente) para el goce, el disfrute, con lo cual (se abrirán líneas) para la libre actividad y desarrollo. El tiempo es horizontes para el (despliegue) de las facultades ..." (1975 b: 211; lo destacado es ajeno). De ninguna manera entonces, el socialismo implicará que todos se verán empujados a reducirse al nivel actual de los laborantes (ibíd.); el socialismo no es un colectivismo de la pobreza (Marx y Engels, 1975: 13). Por el contrario, emergerán nuevas condiciones de excelencia social (frase que el muriente en Londres cita por otros motivos en 1975 b: 357).

En lo que se refiere a las empresas en las que los operarios son "accionistas", el deconstructor epicúreo tildó esa anomalía del capital, pero la circunscribió lo suficiente como para no caer en las apologías desvergonzadas del "fin del trabajo"* (Forrester, 1997; Rifkin 1996). Los negocios que se inyectan esta lógica no son capaces de sostener una reproducción ampliada en escala ascendente, dado que tal estrategia es invocada cuando la ganancia depende en grado extremo de las condiciones más inmediatas del mercado. Por lo demás, la paga de acuerdo a una "comisión" es una forma de retenerles a los obreros una parte de su salario. Digamos de paso, que empresas con esos rasgos señalan la necesidad de poseer una categoría que las encuadre en los sectores independientes (sea como propietarios que se atarean, en calidad de laborantes propietarios, como vía patrimonial de acumular cierta cantidad de dinero, y en calidad de agentes que se ubican entre la alternativa de consumir su plusproducto o de acumularlo para valorizarlo). Como enunciará Marx por motivos disímiles, la dialéctica entre capital y trabajo que ocurre en los negocios en los que los obreros son "accionistas" y/o en los que deben aceptar "comisiones", son un ejemplo de interacciones que devienen lo contrario de lo que cabría esperar (1971 d: 235). Of course, a nosotros nos interesa la fracción del sintagma que apunta que son posibles dialécticas que se conviertan en lo opuesto a lo que una teoría cualquiera pudiera anticipar. [ámbito de la ciencia] Aparte que lo anterior significa que pulsan dialécticas que se desvían de su dialecticidad, rescatamos que la observación detallada de los procesos es lo que flexibiliza una apuesta intelectual al punto de llevarla a asimilar que lo inaudito es propio de los derroteros de la Historia (a pesar de las matizaciones erradas, a nuestro criterio, de Kohen para con el emigrado, cf. su toma de partido en 1994 w: 185, 187). [locus de la crítica] Ya viejo, cansado de sufrir por hijos que fallecían sin las atenciones adecuadas, el amigo de Heine exclamará: "... Lo peor ... es ... sólo poder prever en lugar de ver" (carta de 29 de abril de 1881 dirigida a su hija "Jennychen" y citada por Wheen, 2000: 344). Forzando un poco las palabras, se podría inducir que Engels, en una misiva (fechada el día 15 de octubre de 1851 para su amigo) que versaba acerca de una crisis europea de sobreabundancia, afirme: "... Existe la perspectiva, ... no la certeza ..." (op. cit.: 188).

* El orden actual, por más mutaciones que sufra..., no es una colectividad del ocaso de las labores; por el contrario, es el socialismo de Marx el que principiará por ser una sociedad del fin del trabajo. Toscano, aun cuando confía en la Filosofía y no la da por algo que, al ser ideológica y déspota, habría que dejar morir, articula que las tareas son trabajonorma y que en la proporción en que se debiera abandonar las reglas que uniformizan, habría que dejar de lado las faenas en tanto normas (2010 e: 203). Por lo que la supresión del trabajoregla, implica la disolución de las labores sin más.

(22) En las instituciones de educación superior, que funcionan según Bourdieu a manera de "clubes de elogio mutuo" (1999 f: 107) y de intercambio de servicios de reconocimiento (loc. cit.: nota 10 de p. 122), en las que las investigaciones que "importan" son financiadas para desacreditar (de modo indirecto y por infinidad de mecanismos sutiles) objetos "innobles" (como Marx y su corpus), se cree con ahínco que las distinciones contemporáneas acerca de las diversas clases de pobreza (emprendidas en América Latina por la CEPAL, entre otros institutos) estaba ausente en el exiliado. [estrato de la praxis científica] Sin entrar en el debate, es oportuno puntualizar que no sólo había una idea de pobreza "estructural", vinculada con la desvalorización real y monetaria que anida en el salario en sí, sino el concepto de que la pobreza implica extravíos en el ámbito de las realizaciones y una pérdida de futuro (categoría que fue rescatada por Ansaldi, 1997: 2/4; Sen, 1995). En su conferencia, Moffatt explicita cómo la instauración de un presente "perpetuo" en la desgraciada vida de los marginados (ahora que se limitaría a un "soportar" el hoy..., sin pasado y en consecuencia, sin futuro), socava la estructura "tiempo". Para adecuar lo que enuncia en nuestro lenguaje, habría que afirmar que ese ahora agobiante es un modo de diluir la forma "tiempo"*, sin ofrecer la alternativa emancipatoria de huir del registro de lo temporal, empantanándonos en un hoy que es un tiempo déspota.

* Otra vez, una nota de nota. En medio de unas reflexiones bastante delirantes sobre la música, el que escribiera sobre Foucault, desestima que se pueda superar la formatiempo (Deleuze, 2005: 354). Aconseja que extraigamos de Chronos o Cronos, un agenciamiento temporal más lábil; un tiempo no pulsado (2005: 355-356). Lo interesante para nosotros es que diferencia entre una temporalidad "pulsada", estructurada, rígida y un tiempo no pulsado (Deleuze, 2005: 350). Mas, de las características que destila respecto de la temporalidad estrato, del tiempo que se corta en "unidades" (2005: 353), se puede argüir que Chronos no se identifica con la temporalidad pulsada sino que es una clase de tiempo pulsado exacerbado. La temporalidad pulsada es la que sería un tiempo del orden de lo corpóreo, de las materias (Deleuze, 2005: 350), sin ser un cronómetro y/o un metrónomo (2005: 351), pero Cronos sí sería una temporalidad de lo periódico, de la regularidad.

(23) Aun cuando el texto de Wheen no es demasiado edificante y procura desprestigiar al fundador de la discursividad que glosamos, cayendo en el cuestionamiento "moral" de sus acciones (incoherencia de la que nadie está exento), ha pulido frases prometedoras. F. i., opina que lo que se arguye en El capital es que

"... todo lo que es ... humano se congela o cristaliza, convirtiéndose en una fuerza material ..., en tanto los objetos inanimados adquieren vida y un vigor amenazantes" (2000: 280). Respecto a esa obra, cita la opinión de un crítico literario londinense: "... Marx (ha sido) ... el mayor satírico desde Swift" (op. cit.: 283). Poco antes había dicho que El capital "... no es ... un tratado de economía ... Si Marx hubiese querido escribir un tratado de economía clásica, y no una obra de arte, lo habría hecho" (loc. cit.: 277). Y es que para remedar la "... desquiciada lógica del capitalismo, el texto ... está saturado ... de ironía ..." (op. cit.: 283).

(24) No compartimos empero, un diagnóstico indigenista excesivo y radical: el tupamaro Huidobro, más contestario que el ideólogo Guillermo Bonfil Batalla (1984 b), enarbola que el occidentalismo y eurocentrismo que se injertaron en las posiciones libertarias tercermundistas, interiorizaron categorías foráneas (como la de norte-sur, desarrollo/subdesarrollo, dependencia, etc.), sin percatarse de que la contradicción fundamental ahora es vida-muerte (1994 c: 22) y que las naciones expoliadas ni siquiera cuentan para el capital globalizado (1994 c: 20). Sin embargo esa situación, a la que habría que abocetar menos intempestivamente, no elimina la composición intrincada de los aglomerados sociales, que en el caso de los dirigidos no se reducen ni a los excluidos ni a los trabajadores que consumen renta.

(25) Aunque lo hayamos reiterado en otros "locus" de este decurso, la imaginación del "economista" epicúreo para aprehender las "tonalidades" con los que afloran los objetos de disfrute es tan profunda, que concibe que la faena, un proceso son un valor de uso (incluso la energía que enerva la capacidad de tarea -Marx, 1974: 75). Pero si las labores son una relación social, entonces los nexos con el otro son entes de goce. Más adelante, conceptúa que el intercambio químico, la transformación mecánica, etc. abultan el valor de uso original de un artículo (loc. cit.: 251/252). Resulta concluyente que no es viable que lo eleven sin que esos acontecimientos mismos sean entes de disfrute. En consecuencia, no son tales únicamente los productos concretos.

(26) El ex compañero de los hermanos Bauer escribe sobre Esaú: "... vendió ... su fuerza creadora ... por la capacidad de trabajo como magnitud existente" (1971 d: 248; el cambio de tipo es ajeno). Deducimos que la multiplicidad, lo fluido, lo invalorable, lo extra cuantitativo, lo que está allende la economía (la aptitud "divina" para gestar cosas, signos y mundos), es agostado en un orden de menor complejidad y que se objetiva. Actúan mecanismos de "composición" de lo molecular y de las "micro"-subjetivaciones, en estructuras/fuerzas y estructuras-sujetos (por ende, no hay ninguna filosofía del "subjectum", etc.).

(27) Tal como lo adelantamos en la etapa argumentativa en la que definimos la mayoría de los términos que se emplearon a lo largo de la Tesis (López, 2007 a), la reseña del corpus es uno de los cabos para sustentar una diferenciación rigurosa entre "civilización" y "cultura". Mientras ésta es un conjunto de semiosis que construye y rodea determinados objetos semióticos, la primera es el estado en que se ubican las potencias talladoras de riqueza (Magrassi et al., 1986).

(28) La enumeración nos motiva para aventurar que las fuerzas citadas son también, componentes de la cultura. Destaca del conteo, la indiscutible previsión respecto al rol creciente de los mass/media y por enlace, de la publicidad.

(29) No es la primera huella por la que se estipula que el capital atravesó por sucesivas edades de "mundialización" (no nos es desconocido que hay autores que deslindan entre lexemas que son disímiles, pero los rigores del estilo nos llevan a apelar a los "sinónimos"). Sin embargo, Marx las circunscribe a las que se conectaron con las globalizaciones del valor automatizado: a una reestructuración, ampliación, integración, profundización e interacción de los elementos del mercado mundial. Era consciente que en su época, el planeta era una sociedad universal de naciones (1976: 56). Otros historiadores sostienen una perspectiva de amplia escala, que arranca con la expansión del Homo sapiens hasta el capitalismo denominado "tardío" (ver Piel, 2000 e: 100-118), lo que no nos satisface, aseveración que en 2004 auto censuramos para eludir las zonceras de los que idolatraron al Dr. Jean Piel.

(30) La honestidad intelectual que es condición de cualquier proceso investigativo, nos torna obvio que lo que se enuncia pareciera contrariar las extensas y a veces, tediosas reflexiones acerca de una presunta teoría de los grupos que sería complemento insoslayable de la teoría "ortodoxa" de las clases. No obstante y sin demasiado esfuerzo, es perceptible que los burgueses como dirigentes de la producción lo son en calidad de "protagonistas" (Marx, 1975 b: 260) y no en el sentido cuasi/gramsciano de "hegemónicos". Empero, el uso del significante habilita para conservar el semema que se vincula con los enormes conjuntos.

(31) No hay que solazarse con la dialéctica de los hechos; su derrotero apenas es la "plataforma" de una complejidad más honda y que nos exalta para optar acaso por una interacción flexible, hábil, no superflua. Lo real, su devenir, la polivalencia que lo teje está allende cualquier dialéctica fácil, ortodoxa, dogmática, estructurada (por una dialéctica "menor", entonces). Manipulando otro asunto, el europeo deconstructor de lo etno y falogocentrista apunta que el trueque directo (para distinguirlo del trueque "indirecto" o de la asidua circulación que pertenece al capitalismo), es comercio (1971 d: 252). Pero en lugar de ponerse en duda la oportunidad de las distinciones entre intercambio, mercadeo y proceso circulatorio lo que se asienta es que en el trueque simple ya hay valores.

(32) Así, los planteos linealmente marxistas que cierran la emergencia del capital en una dialéctica entre proceso real de trabajo y movimiento quimérico de valorización desconocen que esa supuesta interacción no funciona en cuanto tal, sino porque todo el universo incoherente de la economía torna factible lo que es inaudito. En otras palabras, que esa dialéctica imposible acontece porque algo la fuerza; no es una retroinfluencia que vaya de suyo. No obstante, lo real (en el sentido lacaniano) regresa e irrumpe por el lado del burgués porque no puede comerse su "Dasein", esto es, el valor abstracto incrementado. Empero, una parte de lo que integra el precio del artículo, debe reservarse para el consumo del capitalista (Marx, 1971 d: 257-258).

(33) Es decir y en el lenguaje ilógico del capital, los "insumos" son mayores que los costos o, lo que es idéntico, el precio de una mercancía siempre excede los gastos para suscitarla (op. cit.: 257). Por lo demás, el estudio del valor, de los costos, de los precios, de la ganancia media, etc. no es algo que se origine en la teoría misma, sino en la constatación de los procedimientos mentales que tienen que efectuar los empresarios para otear la eficiencia con la que usan el tiempo en cuanto recurso escaso. Necesidad que nace a su vez, de que la basis en su conjunto opaca las causas, relaciones, mecanismos, etc. por lo que lo temporal se vuelve una tiranía. Sin embargo, ese enredo no se sostiene únicamente por la objetividad de lo irreversible sino por la intervención de hábitos, percepciones, costumbres, etc. que empujan a ello (en suma, por la subjetivación de las estructuras estructuradas a través de las estructuras que estructuran; entonces las primeras se convierten en "esquemas" que en paralelo, modelan "realidades"). Por añadidura, la teoría de los precios y del valor permite enfocar al comercio como el intercambio de determinados gastos/valor de producción, encarnados en valores de uso, por otros costos-valor (1976: 55). Como apreciación final y transitando por niveles de intelección distintos, podemos sostener que el estudio implícito y a medias explícito de la lenta constitución de una temporalidad con el formato de una norma déspota, conocida con el nombre de ley del valor, cumple en Marx con la exigencia cardinal para interpretar los procesos desde el paradigma de los sistemas alejados del equilibrio, procesos que son así capaces de ser atravesados por la historia (Prigogine y Stengers, 1991 j: 199). La hipótesis de la norma valor es coherente con la idea dialéctica fundamental de que nada permanece, que todo cambia y en definitiva, que lo humano está zurcido de temporalidades, multiversos y singularidades.

(34) En consecuencia, capital y burguesía son fenómenos irreales que son vueltos reales, imprescindibles, insoslayables, etc. porque no existe una autogestión profundamente democrática de lo comunitario por parte de los obreros productivos y de los elementos de los grupos subalternos. Disentimos en ese punto con Bidet, que niega el rol protagónico del proletariado en esta construcción (1994 s: 163), y con Kohen, que exige actualizar el marxismo a los fines de compaginar la resistencia obrera con otros sectores e instancias configuradoras (1994 w: 186/187; ir a Molano, 1994 v: 180 -eso es oportuno pero no lleva a rechazar el papel de las clases dominadas por el capital).


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