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DUENDES, APOSTILLAS Y COMENTARIOS. LOS PERFILES DE MARX, Vol. III

Edgardo Adrián López




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II. El capítulo del dinero

II.1. Apreciaciones introductorias

Como es conocido, la sección se inaugura con reflexiones en torno a un nombre propio (Marx, 1971 c: 37): Alfred Darimon, economista que estudia las reformas de los bancos franceses en 1850(1) (1971 f: nota 19 de la edición, p. 482). Respecto al dinero, una de las propiedades que establece a partir de la lucha discursiva con su adversario, es que se trata de un mero signo útil para el intercambio de equivalentes (1971 c: 44). En la página siguiente, formula cuál es el problema que le interesa enfocar: ¿una reforma en el plano de la circulación, al estilo del emprendimiento ejecutado en los bancos parisinos, es suficiente para alterar las relaciones sociales de producción y los lazos de distribución? ¿Afectando la circulación se influye en los contactos intersubjetivos orientados a la génesis de tesoro, en particular y en las relaciones colectivas, en general? (El compañero de Engels aclara que éstas reposan sobre las primeras(2)). Responderá que no se puede esperar demasiado de las modificaciones superficiales de una estructura de producción. Cualquier transformación significativa en el proceso circulatorio, implicaría alteraciones sustanciales en el resto(3) de las condiciones universales para suscitar valores de disfrute y enormes sacudimientos. En especial, todo ataque al dinero(4) (que es expresión abstracta de las relaciones genéticas de riqueza) no puede tener efectos considerables, si no es diluido el carácter de dichos enlaces. Prosiguiendo con otro tema, observa que los comerciantes y los bancos dificultan el acceso a los artículos de disfrute, bienes y servicios(5) justamente en los momentos de crisis en que tendrían que ser libremente disponibles(6) (loc. cit.: 46, 47). Matiza las tópicas afirmando que analistas como Darimon no son capaces de estudiar los factores concretos del ejercicio del poder(7) de las entidades financieras (op. cit.: 48). Sin embargo, el poder de los bancos es aunque parezca lo contrario, muy frágil ya que no controlan (y no podrían concretarlo, debido a la anarquía de la producción burguesa) ni la circulación monetaria (loc. cit.: 42, 48) ni el mercado (op. cit.: 48). Incluso, entre las desiguales clases de bancos existen pugnas (e. g., entre el que representa a un país y las unidades especuladoras privadas). El problema de fondo es que los bancos no son una estrategia adecuada para regular la circulación monetaria, el crédito y el mercado a raíz de la posibilidad de cracks, los que introducen una enorme cantidad de factores estocásticos. En la época en la que vivió Ricardo éste no contaba todavía con los elementos necesarios para explicar cómo las crisis afectan el crédito, el precio del dinero, etc. (loc. cit.: 49 -por ende, Marx estaba enterado de que las explicaciones alrededor de fenómenos coyunturales envejecen a menudo). A pesar de todo, los bancos son un excelente negocio puesto que los ciudadanos son estafados con su consentimiento: mientras los primeros sólo tienen que lanzar al mercado trocitos de papel, que en cualquier instancia les cuesta lo que vale la pulpa de madera tratada (1971 c: 80/81), el resto de los mortales intercambian por tales quimeras el resultado (también comprimido en papel) de actividades reales, que en más de una ocasión son cruentas y penosas (op. cit.: 81). Hace un alto en la deconstrucción, puntuando tres observaciones:

a) la medida ingenua de eliminar el dinero, legislando que todas las mercancías puedan ejercer ese rol, es análogo a que no sólo no se disuelva el papado sino a que cada creyente asuma el rol de Papa(8) (1971 c: 50). b) Luego confecciona una advertencia metodológica que diagnostica que la imposibilidad de licuar las contradicciones insuperables de un problema, vuelve necesario que se critiquen los términos con los que se formula el dilema, que a su vez puede tornar conveniente que se niegue sin más la dificultad. c) Los que aconsejan desaparecer la actual forma-dinero y reemplazarla por otra que supuestamente sería más eficiente y que generaría menos dificultades, no saben que las paradojas, inconvenientes, irracionalidades, absurdos, sinsentidos, contradicciones, antinomias, etc., de un equivalente como el dinero continuarán(9) en todas las formas que se imaginen reemplazantes acertados, aunque de manera un tanto modificadas. Pero en esa elucubración de una alternativa al dinero, los economistas adelantados se enredan con los prejuicios del mercantilismo, respecto a valorar los metales preciosos con criterios más sociales(10) que estrictamente económicos (loc. cit.: 50/51). Por otro lado, no se percatan que con las debacles(11) los metales se ven empujados a padecer las incoherencias que sufren todas las otras formas de dinero (op. cit.: 54).

Conectado con lo que antecede, el distanciado con Hess pondera de qué depende la convertibilidad de los billetes. Entonces afirma que la convertibilidad puede plasmarse o no en medidas políticas(12). En realidad, es un fenómeno estadístico(13). La convertibilidad es una ficción, un promedio, una medida establecida por la praxis respecto a cuánto vale el dinero, sea o no legalmente convertible (loc. cit.: 56-57). El empleo de la moneda soluciona algunos inconvenientes, pero induce otros como el de su depreciación periódica: deseando "representar" el valor de las mercancías, no expresa ningún valor en absoluto y por ello, puede subir o bajar de manera arbitraria (op. cit.: 58). La vigencia del dinero implica que no existe un sistema monetario racional y que en consecuencia, el imperante es absurdo. En el fondo, los intentos por esquivar los problemas asociados al dinero, tendrían que haber orientado al economista francés a proponer la eliminación de cualquier tipo de moneda, lo que a su vez lo habría conducido a disolver los precios. Eso lo habría motivado a percatarse de que es impostergable diluir, en gran medida, la circulación y en síntesis, que habría que revolucionar en todos sus aspectos fundamentales la sociedad burguesa. Luego, Marx diferencia entre valor y precio: el primero es el tiempo estadístico de faena que se tiene que cristalizar en un producto; "es una abstracción extrínseca en tanto ... (aparece como) resultado de un cálculo que nos da la cifra media de un período ..." (1971 c: 61). El segundo es el valor traducido en dinero. A partir de ahí, caracteriza al valor que surge de la ley del valor, en cuanto valor/real o valor medio (loc. cit.: 62). Aparte de valores, hay insumos de producción (que originan los precios de producción), precios medios y precios de mercado(14). Acto seguido, se puntúa que los precios de mercado pueden homologarse a valores de mercado(15), de tal manera que la cantidad de tiempo que impone esa "mano invisible" es generalmente menor que la cantidad de tarea que figura en los costos (op. cit.: 63). El "valor"-precio de mercado fluctúa en torno al valor medio, pero tiende a acercarse a él por lo que se niega a sí mismo como negación del valor real (loc. cit.: 62). Simultáneamente, el valor medio también se autodestruye porque es una medida estadística que hace que los gastosvalor "intrínsecos" estén por encima o por debajo de él. Por lo tanto, ocasiona que el valor (de mercado) de las mercancías esté en contradicción con la determinaciónvalor(16) de los productos. Por lo demás, a causa de que los precios de producción son los costos/valor "desviados" y la ganancia "estadística" es proporcional a los volúmenes de capital intervinientes, los precios medios no coincidirán con los valores. No obstante, los precios de producción son el centro alrededor del cual oscilan los precios impuestos por el mercado (Marx y Engels, 1975: 204). Ahora bien, a los economistas no sólo se les escapa que la norma valor es respetada y superada en el capitalismo, sino cuál es la "naturaleza" del valor (Marx, 1971 c: 65). Éste no es únicamente el carácter intercambiable de las mercancías sino la intercambiabilidad misma. Empero, en eso existe un proceso curioso por el que lo que es cualitativamente diverso (valores de disfrute con rasgos peculiares), resulta aplanado en una equivalencia económico-economicista (op. cit.: 65/66). Sin embargo, semejante fenómeno no borra que los objetos de uso son inconmensurables(17) (loc. cit.: 65). El "sociólogo" lucreciano prosigue y se interroga: ¿desde cuándo es factible hablar de la existencia de mercancías? Desde el trueque más simple(18), puesto que en él los productos se evalúan comparándose unos con otros como si fuesen signos que expresan su valor de cambio (op. cit.: 67). Dos cuestiones son interesantes: por un lado, que Marx caracterice las mercancías con base en ciertas paradojas y contradicciones(19) (loc. cit.: 68, 69); por el otro, que sostenga que el dinero, al ser un signo, supone de modo imprescindible el reconocimiento comunitario(20) (op. cit.: 69). En el campo de unas meditaciones semióticas llamativas, el admirador de Engels dice que cada sociedad tiene modos de hacer que lo material acabe jugando el papel de símbolo. En ese terreno, el empleo de diferentes materiales para que el dinero/signo tenga su sustrato es parte de aquel amplio problema. Incluso, los signos lingüísticos también poseen modos de encarnarse en desiguales materias (parte de su historia consiste en los vínculos con la "basis" que le servirán de registro concreto a lo abstracto -loc. cit.: 70). Luego de este excursus, retoma la línea acerca del valor de cambio objetivado y sentencia que es un poder externo(21) a los productores e independiente de ellos. A medida que la escala de la producción se abulta, el poder del dineropoder incrementa su influencia (op. cit.: 71). Termina el apartado proponiendo que la moneda es resultado de una serie(22):

el "... producto deviene mercancía; la mercancía ...(,) valor de cambio; el valor de cambio ... es (la) cualidad inmanente de dinero; esta cualidad ... se separa ... (y) adquiere una existencia universal ..." (loc. cit.: 72; López, 2007 c).

II.2. M-D-M y D-M-D

La mercancía contiene idealmente o de forma latente su valor de cambio; éste se exterioriza y manifiesta luego, en dinero (Marx, 1971 c: 27). Repite una y otra vez, bajo disímiles puntos de vista, el breve argumento en relación con que la mercancía objetiva su valor de cambio en moneda. Por ello hemos considerado el que pincela que cada mercancía es potencial e inmediatamente, dinero en sí (op. cit.: 96). Por su lado, la moneda es signo de su "ser" (loc. cit.: 147). Aun el dinero "real", el "material" en tanto simple medio de cambio, es también abstracto, simbólico (op. cit.: 148 -por eso es que el sustrato en metales preciosos puede ser reemplazado por el papel/signo; ir a loc. cit.: 149). El dinero es el carnicero, el déspota de las mercancías, el dios al cual todo se le sacrifica y el que todo somete (op. cit.: 135, 156). Pero es también el concepto de tesoro individualizado en un ente peculiar, su forma corporizada (loc. cit.: 155). Con él, acontece lo que en realidad no puede suceder: que el valor de cambio de una mercancía se exprese en el de otra (op. cit.: 147). No obstante si se eliminara el dinero, se caería en un nivel muy bajo de la producción, cercano al trueque, o avanzaríamos a un plano más elevado, en el que ya no habría mercancías (loc. cit.: 150). Pero existe una paradoja, pues el dinero, que es mercancía universal, tiene que sobrevivir al lado de las otras en calidad de mercancía particular (op. cit.: 93, 155-156). Esa paradoja y contradicción, han sido resueltas objetivándolas: la mercancía es puesta de manera doble (una vez como forma natural -artículo de uso- y otra, como forma mediata o dinero -loc. cit.: 96/97). En el trueque en general, cada mercancía es su propio medio de cambio (op. cit.: 102). En el trueque con moneda, la pieza que asume ese rol es aquel producto que es demandado con mayor frecuencia como artículo de necesidad (loc. cit.: 93, 95). Entonces, la diferencia y el proceso de distinción aludidos pasan a ser oposición y contradicción(23). Pero esta diferencia se instaura en lo social con el horizonte de hacer ágil el intercambio (op. cit.: 72). En concreto, en la fase del trueque avanzado el ente que encarna el papel de dinero es el más necesitado; es a causa de su valor de uso que funciona como dinero (loc. cit.: 94). En las comunas con comercio asiduo y más profundamente mercantilistas, el producto que menos se requiere es el que opera en tanto sujeto-dinero de la cualidad/dinero de los bienes; recibe su valor de uso de movilizarse como moneda (f. i., los metales preciosos(24) -1971 c: 94; 1971 d: 178). Por ende, el valor de cambio más puro no puede desprenderse del valor de uso y éste se revela a manera de una limitación de su imperium. Sin embargo, la différance entre la mercancía y el dinero genera la alternativa de que ambos polos no sean recíprocamente convertibles. Así, el medio que tendría que facilitar el intercambio puede llegar a entorpecerlo (op. cit.: 72/73). Por otro lado, el dinero se coloca como lo diverso de la mercancía para que tenga lugar su transmutación. No obstante, en el cambio la mercancía tiende a equipararse con un igual; empero, la mercancía se identifica con respecto a lo que le es desigual (loc. cit.: 73, 76). Esa probabilidad de "desencuentro" entre mercancía y dinero lleva implícita la crisis (op. cit.: 75, 132). En suma, el valor objetivado alcanza sus fines negándolos(25) (loc. cit.: 77). Ahora bien, con la emergencia del dinero (valor absolutizado), la troca de mercancías se escinde en dos clases: en una orientada al cambio(26) simple, y en otra con vistas a atesorar y/o capitalizar aquel signo (op. cit.: 74, 136-137). Pero tanto en un caso como en otro, las disímiles formas de moneda son una estrategia para llevar adelante la ineludible contabilidad social(27) (loc. cit.: 80). Ello supondría

"... la tarea de fijar el tiempo de trabajo en el que pueden ser producidas las mercancías ...(;) ... poner a los productores en condiciones tales que su (tarea) sea igualmente (productiva) [y por lo tanto, efectuar una distribución equilibrada y ordenada de los instrumentos de (labor)](;) ... fijar la cantidad de tiempo de trabajo que debe ser aplicada a las distintas ramas de la industria ...(;) (garantizar) ... la producción general ... en proporciones tales como para satisfacer las necesidades ..." (op. cit.: 82).

A los fines de que lo precedente quede desgranado y aun cuando sea monótono, secuenciaremos que los objetivos generales de la administración colectiva han sido siempre(28):

a) fijar el tiempo en que debe ser producida una cierta cantidad de productos; b) estipular la escala temporal que tiene que distribuirse por cada rama de producción; c) garantizar la satisfacción de las necesidades; d) hacer que la faena sea productiva de manera óptima; e) para lo que habrá que distribuir de manera equilibrada y ordenada los medios genéticos de tesoro (ibíd.). Esa contabilidad puede ser encaminada de manera despótica, autoritaria, jerárquica y "papista" o puede enfocarse acorde a los procedimientos de una Junta o Consejo(29) (loc. cit.: 83).

De aquí inferimos que la ley del valor es una norma que, por su ceguera e imperatividad, condiciona todos los factores que se mencionaron. En definitiva, con el socialismo se empezará a administrar el tiempo de una manera racional, eficaz y óptima, pero sin que lo temporal se convierta en medida de los trabajos o productos de las tareas en cuanto valores(30) (op. cit.: 101). Cuanto menos se destina para los sectores I (creación de medios de producción) y II (stock de medios de subsistencia), más tiempo se gana para otras producciones, tanto materiales como espirituales(31).

"Economía del tiempo: a esto se reduce finalmente toda economía(32). La sociedad debe (repartirlo) de manera planificada para conseguir una producción adecuada a sus necesidades ..., así como el individuo debe también dividir el suyo ... para adquirir los conocimientos(33) en las proporciones adecuadas o para satisfacer las variadas exigencias de su actividad. Economía del tiempo y repartición planificada del tiempo de trabajo entre las distintas ramas de la producción resultan siempre la primera ley económica(34) sobre la base de la (génesis) colectiva (de tesoro). Incluso vale como ley en mucho más alto grado" (ibíd.).

En lo que cabe a los precios, son fenómenos antiguos y su determinación por los insumos de producción es progresiva(35) (loc. cit.: 83, 139). Sin embargo, únicamente en el capitalismo los costos/valor tienen una injerencia condicionante en todas las relaciones sociales genéticas de riqueza. Por lo demás, las limitaciones de lo económico, de los precios, de la moneda, etc. para expresar incluso los objetos que tendrían que poder cuantificarse o derivarse al registro de la economía, se observa si intentásemos imaginar un número para el PBI de la Inglaterra de 1857: "... cualquiera sabe que no hay bastante dinero en el mundo para realizar tal precio" (op. cit.: 125). Regresando(36) a la cuestión del dinero, el innovador en el devenir del pensamiento sentencia que, al contrario de lo propalado por economistas e historiadores actuales, los precios no son altos o bajos porque circule mucho o poco dinero, sino que circula tal o cual cantidad de moneda porque los precios son bajos o altos (loc. cit.: 129). Asimismo, sostiene que el dinero funciona como un poder social apropiado de manera particular (op. cit.: 84, 156, 166). El agente enriquecido guarda un vínculo secreto, fetichista, bárbaro con el dinero (loc. cit.: 166). Su ostentación mágica, ingenua hace que el individuo sea apreciado según la cantidad de monedas que posee (ibíd.). El hombre se empoza en un culto al dinero al que no le falta su búsqueda de lo "eterno", su ascetismo, sus renuncias, sacrificios, parsimonia y su desprecio por los placeres "mundanos" (op. cit.: 168). Como poder, parece ser lo absolutamente seguro pero en realidad es lo inseguro, lo que no dura, lo efímero, lo que se acaba (loc. cit.: 170). Esa situación indica que el valor exteriorizado opera como un tercer poder, una potencia soberana o independiente de la voluntad de los individuos. El acontecimiento descrito es parte de un proceso más amplio que se revela ya con el valor de cambio (op. cit.: 85, 131), es decir, antes que nazca el dinero: el vínculo entre los agentes asoma como un enlace entre cosas(37) (loc. cit.: 84-85). Los objetos, en particular las mercancías, tienen una fuerza social, un poder que acciona sobre la vida de los agentes (op. cit.: 85). Por su lado, el desarrollo de los individuos, de sus esferas de acción, se encuentra enmarcado en tres contextos amplios (loc. cit.: 85). El primero de ellos abarca desde las hordas de Homo, hasta el auge del comercio en comunas con mercaderes que son un sector autónomo y no una clase. La productividad humana(38) se extiende en forma restringida y en lugares aislados; la individualidad de los agentes está subsumida en el colectivo. El segundo estadio incluye desde el comercio aludido, hasta la sociedad hegemonizada por el capital. Se caracteriza porque la relativa libertad "personal" se logra a costa de una esclavitud respecto a las cosas(39) (ibíd.). En ambos casos, la producción pesa sobre los agentes como una fatalidad(40) por no ser racionalmente controlada (op. cit.: 86). Como ejemplo de la segunda etapa, el capitalismo nos manifiesta cierta belleza(41), grandeza y un desenvolvimiento casi incondicionado de la voluntad y del saber (loc. cit.: 89). Sin embargo, la ciencia es un espacio en que los agentes pueden encontrarse aplastados por una estructura simbólica(42) (op. cit.: 90). El tercer estadio, cuando ya no existan clases a raíz de una revolución democrático insurgente(43), supondrá el crecimiento de una libre individualidad, la expansión de una productividad elevada, la subordinación de ésta a lo comunitario y su tratamiento en tanto patrimonio social (loc. cit.: 85/86). Se aprovecharán la hermosura, magnanimidad, el saber, etc., gestados por el capital (op. cit.: 89). De idéntica manera, habrá un intercambio sin barreras, libre(44) (loc. cit.: 86). Pero esa posibilidad no sería desplegada en algún futuro si no estuviera latente en la comuna actual(45) (op. cit.: 87). Entonces, los agentes podrán "... crear las condiciones de su vida en lugar de haberla iniciado a partir de (ellas) ...". Superarán las premisas empobrecidas (loc. cit.: 89) y los individuos universalmente desarrollados en el seno de enlaces sometidos a su propio control general, acicatearán la multilateralidad de sus nexos y habilidades (op. cit.: 89-90). En otro orden de asuntos, es dable pronunciar que intercambio, empleo del dinero y conversión de los productos en mercancías son acontecimientos que se profundizan y amplían a medida que la división de las tareas se hace compleja(46) (loc. cit.: 85, 133). Con el afloramiento del dinero, en tanto éste es signo, se aprecia que los hombres han sido dominados por abstracciones (op. cit.: 92; 1971 d: 186; cf. una idea similar en Jameson 1999: 189/190). Ese fenómeno principia con la relativa autonomía que poseen las relaciones sociales modeladoras de tesoro. A su vez, en el hecho de que tales vínculos pueden expresarse semióticamente en ideas. Aquellas abstracciones o estos conceptos, son ambos síntomas de que lo material oprime a los agentes. A partir de ese dominio de lo abstracto (sea a través de entes suprasensibles, como el dinero, o a partir de las significaciones semiósicas), los productores, conservadores y reproductores de semióticas al estilo de los filósofos, entendieron que siempre fueron importantes las abstracciones en la existencia humana, sin tener en cuenta el proceso de vida material. Esa concepción invertida se refuerza por dos mecanismos adicionales. Por un lado, los miembros de las constelaciones de subalternos "internalizan" el orden vigente (sus desigualdades, jerarquías, diferencias, etc.), creyendo que son sometidos por ideas que, por añadidura, se presentan eternas, invariantes. Por el otro, los grupos dirigentes, en particular, las clases explotadoras, se preocupan en consolidar, nutrir, inculcar, etc. estas nociones de sentido común(47). Luego de lo dicho, todavía es legítima la pregunta de por qué hay dinero (loc. cit.: 96). En principio, esa entidad económico-economicista, aun en su aspecto de moneda natural en el trueque de sociedades tribales, es expresión del valor de los artículos y por consiguiente, del tiempo de trabajo que costaron. En paralelo, la exigencia de darle apariencia objetiva al tiempo consumido se debe a que los agentes no controlan la génesis de tesoro (ibíd.) y a que ese tipo de cronos existe bajo el aspecto de la actividad (op. cit.: 99). El dinero es símbolo u objetivación del tiempo de tarea; éste se hace entonces, objeto general(48) (loc. cit.: 97). Ello ocurre porque los valores de disfrute no son desde el principio, un producto universal, colectivo. Tampoco la génesis de riqueza es grupal (op. cit.: 100). Sin embargo, en esa clase de sociedad que no llega todavía a ser colectiva puede haber un caso en que los agentes adquieran a través de su faena, determinados bienes como cuotas específicas de la producción comunitaria; allí, los productos no son mercancías(49). El tipo mencionado torna factible imaginar una asociación posterior que sea genuinamente comunitaria en la que, en vez

"... de una división del trabajo, ... se tendrá una organización ... que (distribuirá) la porción que corresponde al individuo en el consumo (total)"(50) (ibíd.). El intercambio por el que se accederá a los valores de uso requeridos, no será un cambio mercantil(51) sino una troca de actividades colectivas por necesidades y fines comunitarios.

Luego de ello, Marx establece que la primera forma del valor(52) es el artículo de disfrute (1971 c: 106; 1971 d: 178). Señala que existen varios tipos de valores de goce: el cotidiano, inmediato, que expresa un nexo íntimo con la biosfera, y el festivo o que trasciende lo inaplazable (loc. cit.: 106). Páginas adelante, anuncia que no cualquier tipo de cambio de mercancías (f. i., el trueque) "... constituye ... circulación" (op. cit.: 120). Para que se dé, las mercancías tienen que moverse en tanto precios (figuraciones abstractas e ideales) y debe haber un devenir constante, un sistema (loc. cit.: 120, 139). Hasta cierto punto, ni siquiera en el feudalismo existe circulación en el sentido acotado (op. cit.: 120), a pesar que en ese estado social de cosas se cumpla con una condición adicional: que los metales preciosos se "muevan" en tanto dinero en lugar de ser simples mercancías valiosas (loc. cit.: 118). Ya con los precios, la paradoja que se abre consiste en que la compra/venta no realiza las mercancías sino sus precios: primero, el agente no adquiría el valor de consumo porque se hallaba "envuelto" en un "ropaje" fantástico (el de la mercancía); ahora no lidia siquiera con ella, sino con una abstracción peor (ibíd.: 128, 146). Cuando surge el proceso circulatorio con los precios y el dinero, las relaciones intersubjetivas refuerzan su aspecto de poderes ajenos situados por encima de los individuos (op. cit.: 131). La circulación misma asoma como una potencia soberana. Más todavía, en tanto que una totalidad en sí, es parte del movimiento comunitario; por ende, ese devenir aflora independiente de los hombres. Y ello está acorde con el hecho de que el punto de partida del movimiento social no sean agentes libres. En síntesis, los productos tienen que ser traducidos de modo continuo en dinero y en precios (loc. cit.: 121, 123, 139). Por eso es que la circulación asoma infinita (op. cit.: 131). Sin embargo, la cantidad de moneda que existe en un colectivo como el burgués, y la proporción entre esta cifra y la abundancia de artículos son cantidades difíciles de especificar(53) (loc. cit.: 124). Si tenemos en perspectiva la circulación como globalidad, dinero y mercancía son instantes de ella (op. cit.: 135). El dinero en D-M-M-D, es mediado por sí mismo y aflora a manera de una unidad que converge consigo. El dinero se presenta como fin (eso acontece con cualquier capa mercantil y en general, con el comercio -loc. cit.: 135/136). Se intercambia por sí mismo usando como "puente" la mercancía (pasaje tachado y que figura a pie de página en op. cit.: 137). Pero si M-D-D-M, esto es, el cambio de una mercancía por otra puede llegar a poseer sentido, la troca de dinero por dinero o D-M-D no lo tiene (loc. cit.: 136). Es una fórmula insensata, arbitraria y abstracta(54). Una de las razones por la que la conversión de mercancías por otras es algo con sentido, es porque se satisfacen necesidades y goces(55) (op. cit.: 139). El permanente fluir de la circulación por esos dos polos, hace que adquieran independencia respecto de ella: entonces, de ser sus momentos internos asoman en calidad de existentes autónomos fuera de su ámbito. Esto se revela con ímpetu en el dinero (loc. cit.: 138). Simultáneamente, como dinero y mercancía son los ojales por los que atraviesa la circulación, ésta los subordina a su movimiento y los conduce a sobrevivir desapareciendo (op. cit.: 144). Si se trata del dinero, en la compra y venta consumadas se extingue como soporte de la mediación (loc. cit.: 144, 147, 169); se convierte en un simple fantasma de la riqueza efectiva (op. cit.: 170). Si se halla involucrada la mercancía, ésta se esfuma en el precio, en su existencia inmaterial, simbólica (loc. cit.: 145/146). Pero la circulación mercantil no sólo se "representa" por M-D-M o por D-M- D, sino por D-M-M-D-M, es decir, por un flujo que impide que sus instantes se cierren sobre sí y que empuja a la circulación a ser infinita (nota mencionada de la página 137). Acaso sea adecuado finalizar el apartado con un diagnóstico inquietante: aunque la opinión de algunos economistas (que enseguida citaremos) sea inexacta, el empleo del dinero en el comercio y en asociaciones con circulación, no oscurece que se prosiga trocando un artículo por otro, id est, que estemos bajo el dominio del trueque(56) (op. cit.: 132, 151).


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