BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LOS MEDIOS Y LA AUDIENCIA EN LA SOCIEDAD GLOBALIZADA

Amaro La Rosa Pinedo




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7. Los medios ¿son parte de la familia?: Comunicación y vida cotidiana

Conceptualizando la vida cotidiana

Vida cotidiana significa el contexto de interacción simbólica y conductual en el cual nos desenvolvemos. Representa el entorno inmediato, cercano en el cual desarrollamos nuestra existencia, relacionándonos de manera constante con otras personas, y donde los individuos hacen efectivas formas de comportamiento que resultan comprensibles y aceptables para su contexto, las cuales obedecen a normas y valores interiorizados en el marco del complejo y dilatado proceso de socialización; cuya trascendencia reconocemos reiteradamente (explícita o implícitamente) a lo largo de este libro.

Recogiendo en lo esencial los criterios planteados por Daniel Prieto en varias de sus obras (1984, 1986, 1991), apreciamos que la vida cotidiana posee las siguientes características:

a. Inmediatez: La vida cotidiana nos rodea, es lo que vivimos cada día, casi sin percatarnos de su existencia, de sus propias características e inclusive de la influencia modeladora que ejerce sobre nuestro accionar.

Dada su inmediatez lo que sucede en la vida cotidiana nos parece lo adecuado, lo evaluamos como justo y lo calificamos como correcto. En esta medida si alguien vive al interior de una familia teleadicta donde se hace un consumo exagerado del medio, probablemente percibirá esto como la normalidad, pues se imagina que sucede lo mismo en otros hogares; y con seguridad le parecerá raro o hasta quien sabe inadecuado apreciar que otra familia solamente se pone en contacto con el medio de manera eventual. Recuerdo en este sentido la insistencia de un jovencito para que le encendieran el televisor cuando se sentaba a la mesa, pedido que verbalizaba diciendo “¿Cómo se imaginan un desayuno sin televisión?”

Para una persona común y corriente atravesar de noche un cementerio sería una experiencia tan poco atractiva en la que jamás se la hubiera imaginado, o quien sabe descartaría de plano, puesto que por más maduro y estable que sea, tal vez experimentaría cierta desazón y aún temor bajo dichas condiciones. Empero, para quien es guardián del camposanto resulta completamente normal darse algunas vueltas entre las tumbas para cumplir con su misión, inclusive en una noche muy oscura; y el aullido de un perro que indudablemente haría erizar los pelos a muchos, no significaría lo mismo para esta persona... solamente le anunciaría la probabilidad de la presencia de extraños.

Pero también ocurre que al tener tan cerca a la vida cotidiana no meditamos en sus rasgos, en sus cualidades o defectos, en la importancia que tiene para nosotros. Y seguramente que nos percataremos en gran medida de ello cuando por decisión propia o por causas ajenas debamos alejarnos de nuestras condiciones cotidianas de existencia. Al salir de su dilatado encierro de 126 días los rehenes que estuvieron en la Residencia del Embajador japonés en Lima afirmaban que recién bajo esas circunstancias se dieron cuenta lo que significaba realmente su contexto familiar y el intercambio cotidiano con las personas que aman; e inclusive coincidían en que ahora le dedicarían mayor tiempo a la vida en familia e inclusive al culto religioso.

b. Conocimiento práctico: Al desenvolvernos en determinado contexto, condicionados por el hábitat y la interacción social, desarrollamos un conjunto de conocimientos que permiten nuestro ajuste paulatino a las condiciones del entorno.

Señala Daniel Prieto que las modalidades de conocimiento habituales en la vida cotidiana son la analogía y la inferencia inmediata. Actuamos a partir del parecido de situaciones, hechos o personas con otras, con las cuales estuvimos previamente en contacto. Es así que un campesino de corta edad, que ha participado en faenas de siembra y cosecha habrá acumulado un sinnúmero de datos acerca de dichas tareas que seguramente no posee quien solamente ha leído sobre las mismas. Esto explica el porqué frecuentemente se pide « experiencia previa « para obtener empleo, dado que ello involucra el desarrollo de condiciones específicas que se exigen para el desempeño de las actividades laborales, que son producto de la práctica cotidiana.

Del mismo modo, obtenemos inferencias inmediatas; vale decir que nos bastan ciertos datos o aspectos, al parecer sin conexión para que obtengamos rápidas deducciones que dependen necesariamente de nuestras experiencias vividas. La facilidad para poder desenvolverse de manera correctamente en diversas situaciones sociales, está condicionada por las habilidades que hayamos desarrollado para detectar indicios que nos dicen “cómo son las cosas”. Así un experimentado anfitrión podrá percatarse con prontitud si sus invitados se sintieron incómodos por algunas reacciones que alguien sin su experiencia tal vez no captaría.

Aquel “sentido común”, tan venido a menos para el criterio de algunos cientificistas, surge en función de la vida cotidiana, partiendo no siempre por cierto, de un manejo lógico de las situaciones. Al respecto, es probable que muchos de quienes laboramos diariamente con una computadora, jamás hayamos recibido un curso de capacitación sobre el particular, pero hemos desarrollado un paulatino autoaprendizaje a base de la práctica cotidiana que nos permite utilizar adecuadamente diversos programas, en base a los requerimientos de nuestro trabajo; hemos aprendido la lógica del sistema a partir de nuestra interacción con la máquina

Encontramos que el criterio de Prieto muestra marcadas coincidencias con Agnes Heller quien estima que la vida cotidiana está estrechamente unida con el sentido común, pues representa para cada individuo “la vida misma”. Toda persona tiene la convicción que la realidad inmediata en la cual está inmersa es la única posible de aprehender; resultándole compleja la comprensión plena de lo que está más allá de “su universo”, al cual valora positivamente y justifica desde su propia óptica que considera como racional (Heller, 1973, 1981).

c. Experiencias decisivas o paradigmáticas: En la vida cotidiana se presentan situaciones que sirven a modo de ancla, como marco de referencia para desempeñarse en el entorno inmediato, y que ejercen una marcada influencia sobre el mismo.

Estas experiencias pueden tener una connotación negativa. Así, el secuestro de una de sus hijas exigió ostensibles cambios en la familia de un connotado empresario, quien inclusive muchos meses después todavía mostraba el impacto del hecho al desconfiar y mostrar temor frente a cualquier persona desconocida que se les acercara.

La vida al interior de un campo de concentración resultó para quienes sobrevivieron, una experiencia paradigmática sumamente dura, que indudablemente ejerció marcado impacto en su vida futura. Al respecto resulta particularmente aleccionador el testimonio del psiquiatra Victor Frankl sobre el mundo cotidiano en el campamento de Autschwitz, donde la vida de cada uno de los internos pendía prácticamente de un hilo, pues dependía en muchos casos del mero capricho de los celadores o del jefe del campo de concentración. Los cinéfilos recordarán quien sabe en este caso las escenas de La lista de Schindler.

Pero también estas experiencias pueden tener otro cariz, ser positivas y hasta modificar el curso de la vida de una familia o una persona. Así se ha dado el caso de actores famosos quienes fueron descubiertos por mera casualidad, o de familias cuya vida cambió por completo al ganarse un premio de la lotería.

Y hasta existen historias tragicómicas ligadas con estas experiencias decisivas. Hace varias décadas un personaje muy conocido de Iquitos ganó el premio mayor de la lotería, que era en la época toda una fortuna. Se afincó en Lima, donde adquirió una suntuosa residencia, se compró un stud, apostando luego sumas elevadas a “sus caballos” que jamás ganaron una carrera, dedicándose paralelamente a la vida bohemia. Cierto tiempo después al encontrarse arruinado se vio obligado a vender lo poco que le quedaba; y casi en la miseria retornó a su terruño.

d. Rutinas: La vida cotidiana supone la ejecución de un conjunto de actos que tienden a repetirse, en tal medida que se convierten en elementos rutinarios de nuestro desempeño en sociedad. En esta medida se ponen en marcha rutinas conductuales, esto es, maneras de comportarse que se manifiestan de manera relativamente estable; e igualmente rutinas perceptuales que involucran formas de “ver el mundo”, de percibir lo que nos rodea, las conductas de los demás y los elementos simbólicos. Estas rutinas involucran el desenvolvimiento de la persona en determinados espacios que adquieren particular significación, e igualmente suponen el uso de objetos en función de las demandas del entorno.

Los trabajos pioneros de Antropología Urbana desarrollados por Oscar Lewis a comienzos de los 60, mostraron lo que representa vivir en un entorno precario, donde las limitaciones de espacio ejercen una considerable influencia sobre las modalidades de interacción y comunicación que se hacen efectivas. Así en Los hijos de Sánchez cuenta el autor la verdadera tragicomedia que implicaba el simple hecho de ingresar al baño, pues en tanto constituye una actividad de naturaleza íntima requiere necesariamente de privacidad. Las condiciones de la vivienda negaban en este caso “su intimidad” a los integrantes de la familia puesto que lo que denominaríamos « su casa « era una habitación grande separada del baño solamente por una madera que apenas cubría una parte de la entrada. Se describe igualmente la popularidad que alcanzaban las radionovelas y el papel que en general cumplía la radio en el entorno familiar cotidiano.

Los objetos son igualmente elementos importantes en el entorno cotidiano, y tienen significación según el contexto en que se ubiquen las personas. Amparo Cadavid nos relataba hace algunos años que discrepaba con los habitantes de zonas marginales de Bogotá quienes ubicaban un almanaque en la parte posterior de la puerta; pero luego de conversar con ellos y conocer su vida diaria comprendió que esto cumplía con determinada función. Observemos los tipos de objetos que tenemos alrededor nuestro en la vida cotidiana y la manera en que están ubicados; de seguro apreciaremos esto como lo más natural o adecuado, mientras que para un observador ajeno quien sabe no signifique lo mismo.

En este sentido recogemos el testimonio de muchos colegas quienes luego de un largo viaje se han percatado que sus familiares o empleados (con la mejor intención por cierto) han puesto en orden su escritorio o mesa de trabajo; experimentando luego considerables contratiempos para ubicar sus materiales o documentos de trabajo, dado que, a pesar del desorden relativo que otros puedan observar, conoce habitualmente dónde están “sus cosas”.

Las rutinas se convierten en algo tan importante para la vida de cualquier persona, que se manifiesta lo que Prieto denomina en varios de sus trabajos, el rechazo a la incertidumbre; esto es, la presencia de un estado de disonancia o malestar ante el abrupto cambio de las condiciones cotidianas de vida, tal como puede comprobarse en su modalidad más elemental en el caso de los niños quienes deben pernoctar en una vivienda ajena, donde les resulta difícil conciliar el sueño. Más de un viajero empedernido podrá relatar que a pesar de las comodidades que pudiera encontrar en los hoteles, extraña en algún momento “su cama” y el ambiente hogareño que lo rodea o hasta su propio ambiente de trabajo, al cual aparentemente rechaza por momentos, pero que en realidad constituye parte importante de “su mundo”.

Es de suma importancia pues el rol de anclaje (la fuerza) que posee la vida cotidiana, al explicar el porqué de los graves problemas que afrontan quienes por algún motivo pierden objetivamente contacto con el entorno en que se desempeñaron mucho tiempo. Así es frecuente el intenso stress, los sentimientos de disminución en su autoestima o hasta los graves cuadros de desajuste que experimentan los jubilados que deben dejar de lado varias décadas de labor constante en un mismo lugar, donde con las diferencias que dependen de cada persona, han desarrollado intensos lazos emocionales así como manejado objetos y espacios, con los cuales ya no mantienen contacto. Recuerdo en este sentido el caso de un militar de carrera, retirado luego de más de 35 años de servicio con el máximo grado de General de División, quien llamaba la atención con frecuencia a los subalternos quienes no habían reconocido su jerarquía, que antes era fácil de percibir por el uniforme; pero que requería ahora la presentación de su carné de identidad. No quería darse cuenta que su vida cotidiana ya no era la misma y que por tanto debía adaptarse a las nuevas circunstancias.

Algo similar ocurre con los migrantes quienes deben dejar de lado sus relaciones sociales, su paisaje y en general su vida cotidiana. Franco (1991) revela cambios en la percepción del espacio y del tiempo, lo que se explica en base a la pérdida de “su mundo personal” por las nuevas condiciones de vida y las exigencias que plantea la urbe.

La persistencia de rutinas implica que en la vida cotidiana exista cierto grado de previsibilidad; esto es, se manifiesten formas de actuar y percibir la realidad que pueden preverse dadas ciertas condiciones. Así podemos saber por anticipado qué diría, comentaría o como se comportaría alguien de nuestro entorno inmediato ante un hecho concreto o frente a determinado mensaje. Ello no está dado porque tengamos cualidades paranormales o seamos capaces de predecir el futuro, sino que en función del trato cotidiano con la persona ya contamos al menos con una aproximación a sus formas de comportarse y expresarse. Esto podría explicarse en términos del interaccionismo simbólico por cuanto la percepción así como la interpretación de la realidad a la que enfrenta cualquier individuo depende de la interacción social.

e. Complejidad: La vida cotidiana de cualquier ser humano es un mundo sumamente complejo donde tienen lugar diversidad de patrones de relación interpersonal, donde se ejercen formas distintas de manejo de situaciones y donde es posible visualizar infinitos procesos de toma de decisiones.

Esta complejidad que en realidad no percibe con nitidez quien se encuentra inmerso en sus situaciones de existencia diaria, condiciona que el universo donde se desenvuelve cada persona no sea fácilmente asequible en todas sus implicancias para cualquier observador externo, tal como ya lo hemos afirmado. Explica igualmente el porqué no resulta tarea sencilla entender las manera como cada persona interactúa con quienes le rodean, con los objetos y en general con su entorno inmediato.

Al ingresar al patio de una hacienda recientemente expropiada por la Reforma Agraria, decretada por el gobierno militar peruano, un ingeniero miraba con desconcierto el uso que un campesino le daba a varias piezas de una lujosa vajilla de porcelana: Un plato era comedero para el perro mientras que con la sopera se había improvisado un macetero. Al preguntar el por qué le respondieron: “se trata de platos viejos, que no valen la pena... Además, el patrón casi no los usaba... Siempre los tenía guardados con llave en el almacén y sólo los sacaba para las fiestas”

En la vida cotidiana se hace efectivo el ejercicio privilegiado del poder, que se manifiesta en las relaciones interpersonales con toda una gradiente de posibilidades, que van desde el autoritarismo brutal hasta la más sutil forma de manipulación, de la cual frecuentemente no se percata el individuo, porque está inmerso en ese mundo que categoriza como “suyo”; en el cual las cosas están dadas de tal manera que le parecen normales, sin que eventualmente le conduzcan a una mayor reflexión o análisis.

f. Apropiación de la oferta cultural: Cuando el ser humano observa la realidad lo hace a través del prisma de un conjunto de esquemas mentales, que dependen en gran medida del contexto cultural al que pertenece, y que en la práctica actúan orientando la apreciación de los eventos sociales. Estimamos que es indiscutible la evidencia de la formación de dichos esquemas en base a la manifestación de procesos de comunicación intrapersonal e interpersonal en el marco de determinadas situaciones sociales de estimulación que suceden en su vida cotidiana. Es en este entorno donde interiorizamos los elementos que configuran la cultura.

El proceso de socialización implica la puesta en marcha de comportamientos funcionales a las normas y valores predominantes de una cultura (tanto los de su sociedad en general como los de su subcultura en particular), los cuales son captados por el sujeto mediante la comunicación interpersonal y a través de los mensajes que recibe de los medios de comunicación. Determina del mismo modo la manera en que el sujeto se pone en relación tanto con su medio ambiente como con los objetos y bienes en general, que también constituyen variables culturales.

La interiorización de la oferta cultural del entorno se realiza prácticamente sin que nos demos cuenta, y es en tal medida que nos acostumbramos a cierta clase de normas y valores, tipos y modalidades de alimentación, formas de trato, etc.; que resultan pareciéndonos al fin y al cabo “consustanciales a la existencia de los seres humanos”. Es por ello que cuando vamos a radicar a otra ciudad y tanto más a otro país, amén de extrañar el paisaje y la alimentación echamos de menos los patrones de interacción habituales vigentes en la sociedad que dejamos atrás.


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