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ANÁLISIS Y VALORACIÓN JURÍDICA DEL JUICIO PENAL EN CONTRA DE JESUS DE NAZARET

Jesús Cerda Cruz




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d. Extradición-comparecencia ante el Tetrarca

Por ser Jesús domiciliado en Nazaret, la jurisdicción para conocer del proceso penal le correspondía al Tetrarca de Galilea Herodes Antipas, de acuerdo con la lógica personal del Procurador, Lucio Poncio Pilato, por lo que éste envió a Jesús con el Tetrarca para que Herodes Antipas fuera el que resolviera el proceso y así el Procurador se libraría de la responsabilidad del mismo.

Cuando el inculpado fue remitido al Tetrarca, cuyos fines eran muy distintos a la administración de Justicia en un proceso penal, los Senadores judíos repitieron expresamente su deseo de dar muerte al reo.

La autoridad judicial de Galilea interrogó al acusado, siendo voluntad del indiciado no declarar. Le preguntó con mucha palabrería pero él no respondió nada; permaneció callado ante la curiosidad morbosa de Herodes. Los judíos continuaban acusando con insistencia. Pero Herodes, después de despreciarle y burlarse de Jesús de Nazaret, al encontrarlo inocente por no existir ningún elemento de culpabilidad en sus actos, ordenó que lo vistieran con una espléndida túnica blanca, dándole burlonamente una distinción de gran señor, y lo remitió nuevamente al Procurador.

El Procurador había resuelto la inocencia de Jesús de Nazaret antes de su envío al Tetrarca de Galilea. Herodes Antipas a su vez había confirmado la decisión de Pilato de que el reo era inocente al devolverlo al Procurador, como una afirmación e indicación de no-culpabilidad.

Esta actitud de Herodes Antipas era para complacer a Pilato, reaccionando así políticamente por el comportamiento del Procurador de haberle enviado a un galileo para investigación. También era para reestablecer buenas relaciones entre Pilato y Herodes Antipas, pues desde aquel día el Tetrarca y el Procurador se hicieron amigos, ya que antes estaban enemistados.

e. Amnistía

Nuevamente a cargo del proceso penal y con motivo de las festividades de la Pascua que ya se encontraba muy próxima –ésta se iniciaba ese mismo día con el toque oficial a las seis de la tarde-, Pilato legalmente debía conceder la libertad de un procesado, el que la multitud decidiera; el Procurador consideraba que la prerrogativa de la extinción de la responsabilidad penal, le ayudaría a solucionar su propio problema con relación al juicio en contra de Jesús, pues imaginaba que los judíos votarían por la amnistía en favor de éste.

El Procurador presentó a la multitud a otro procesado muy notorio llamado Barrabás, para que eligieran entre éste y Jesús de Nazaret para el beneficio ya expresado.

Barrabás estaba prisionero con motivo de una revuelta en la que había participado y por el cargo de asesinato. Pilato le preguntó a la multitud que si deseaban que él le diera la libertad a Barrabás o a Jesús.

Anás, José Caifás y el Senado judío se movilizaron pronto ordenándole a la multitud que votaran en favor de la amnistía para Barrabás y que Jesús fuera destruido. Mientras el Procurador actuaba, su esposa Claudia le envió un mensaje: de que no se metiera con ese justo, refiriéndose al reo Jesús de Nazaret. Mientras tanto la multitud ya había sido persuadida por los jefes del Senado.

A pesar de la defensa de su esposa en favor de Jesús de Nazaret, Pilato repitió la pregunta acerca de quién de los dos era al que seleccionaba la multitud para que el Procurador le diera la libertad. Los judíos respondieron que a Barrabás, insistiendo Pilato en conocer el destino que le daría al indiciado.

La multitud judía, asesorada por sus jefes senadores, gritaba de nuevo que lo crucificara, ante lo cual el Procurador les preguntaba acerca de que cuál era el mal que el reo había hecho, respondiendo a esto los judíos con mayores gritos en su insistencia en que lo crucificara.

Así fue acogida la gracia de la amnistía por los judíos, que le exigieron al Procurador que fuese indultado, en vez de Jesús de Nazaret -propuesto para ello por el mismo Procurador-, un reo de pésimos antecedentes: Barrabás. Sin hacer valer su autoridad, queriendo complacer a la multitud y presionado por el gobierno de Judea, el Procurador ordenó la liberación de Barrabás.

f. Flagelación

Una vez que le fue otorgada la libertad a Barrabás con motivo de la amnistía en su favor, el juzgador ordenó que los soldados flagelaran al procesado que no le fue concedida dicha gracia. La flagelación era una tortura excesivamente cruenta; en tal suplicio el que era torturado perdía mucha cantidad de sangre y no todos sobrevivían a tal tormento. El Procurador de Judea se imaginó equivocadamente que después de que Jesús fuera flagelado, golpeado con látigos, el sufrimiento que padeciera y la condición física que le resultara en su cuerpo, harían que la multitud judía se compadeciera, y apiadándose de El ya no insistieran en su pretensión de eliminarlo.

Jesús fue colocado inclinado hacia el frente, atado a una columna de aproximadamente un metro de altura, ahí recibió un tormento consistente en más de treinta y nueve latigazos, sobre todo en su espalda desnuda. Los que nunca aplicaban más de treinta y nueve golpes con látigo eran los judíos, por superstición, pero la flagelación la aplicaron soldados no-judíos, y ellos no fijaron límite máximo en el número de golpes.

Los azotes a Jesús de Nazaret fueron con látigos hechos con tiras de cuero de las que pendían bolas de plomo. Donde golpeaba un plomo, se abría la carne, y la sangre brotaba, yendo por las piernas al suelo. Pronto la sangre corrió por sus extremidades; las carnes se desprendían y de la espalda de Jesús, que era una viva llaga, saltaba a la vista el color blanco de sus huesos. Hasta que lo vieron a punto de morir, los soldados entonces desataron a Jesús y lo llevaron al patio del Pretorio.

g. Tortura con espinas

Jesús de Nazaret sufría estas humillaciones y torturas. Los soldados lo vistieron como a rey de burla. Cubrieron su espalda con una tela roja, como si fuera un manto real. Con una rama espinoza tejieron una corona y se la encajaron en la cabeza punzándolo dolorosamente; en una mano le pusieron una caña, simulando la vara de oro que usan los reyes, y doblando la rodilla, le decían burlándose: “salve, rey de los judíos”. Le abofetaban, le escupían el rostro, y con la caña golpeaban la rama espinoza hundiendo más las espinas en su cabeza.

h. Ved aquí al hombre

Después de estos hechos, Jesús fue conducido a la presencia de Pilato, quien pensó que los judíos se apiadarían de Jesús por la condición que mostraba su persona, y quedaría satisfecho su odio.

El Procurador, desde lo alto de una galería, presentó a Jesús de Nazaret, quien apareció cruelmente azotado, coronado de espinas, con el rostro ensangrentado y afeado por las escupidas, con la tela roja sobre los hombros y la caña en una de sus manos. En esta condición fue expuesto a las miradas de todo el pueblo.

Pilato exclamó: “Ved aquí al hombre”. Los líderes Anás y José Caifás, maniobraban para que la multitud exigiera a Pilato la muerte de Jesús de Nazaret.

La multitud se dejaba conducir por sus patrones, sin analizar lo justo o injusto de sus exigencias. El comportamiento de la multitud aparentaba continuar abogando por los intereses de Tiberio César, el Emperador, y en favor de los bienes jurídicos de Roma. La conducta del Procurador era de sumisión a la multitud; se portaba en condiciones de inferioridad por miedo a sus amenazas de ser delatado a sus jefes, gobernantes de Roma.

Su diálogo con el pueblo judío presente, era de temor ante su agresividad amenazadora y su insolencia. Sin tener ninguna obligación legalmente, les preguntaba solicitando su parecer; no demostraba su autoridad como parte del gobierno imperial.

Los judíos alzaban el grito ordenándole a Pilato y en contra de Jesús de Nazaret que lo crucificara. Pilato les dijo que lo tomaran ellos y lo crucificaran; que él no encontraba crimen alguno en la conducta de Jesús de Nazaret.

Los judíos le respondieron: que ellos tenían una ley, y que según tal ley Jesús debía morir, porque se tenía por Hijo de Dios.

Cuando Pilato oyó esta nueva acusación se llenó más de temor, pues era supersticioso, y aún con más ansia buscaba cómo liberarle. Pero los judíos insistían en que si lo liberaba no era amigo de Tiberio César, puesto que cualquiera que se hacía Rey, se declaraba contra el Emperador.

Entonces el Procurador llevó a Jesús consigo afuera, y sentándose en su tribunal, les dijo a los judíos que ahí tenían a su Rey. Pero insistían en que lo crucificara. Pilato les preguntó que si tenía que crucificar a su Rey, a lo que ellos le respondieron que no tenían Rey, sino a Tiberio César.


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