2.4. Las transferencias monetarias en efectivo y el empleo: impacto de la compensación en el comportamiento de los individuos

La influencia o impacto de las transferencias condicionadas en efectivo (TCE) se determina básicamente por el monto de la transferencia y por la cantidad de hogares que reciben la misma. Fiszbein & Schady (2009) determinan que para la mayoría de los países que aplicaban estos programas, este impacto es generalmente algo más pequeño que la magnitud de la transferencia. Entonces, el hecho de que la transferencia no impacte en igual medida implica que existen fuerzas o fenómenos que intervienen en la acción del programa. Esta diferencia de valores puede ser el resultado del cambio en el comportamiento de los individuos beneficiarios de las TCE.

Uno de los comportamientos que representa preocupación en los investigadores de las TCE es el desincentivo que puede generar a la oferta laboral de los adultos las transferencias monetarias. Éste se podría originar en primer lugar por causa del ocio. En secciones anteriores se ha visto que un incremento en la renta de los hogares, podría ocasionar disminuciones de la oferta laboral. Es decir, a causa de las transferencias recibidas el efecto renta asociado a las transferencias podría dar lugar a más ocio y menos trabajo. También los beneficiarios podrían considerar que necesitan disminuir la oferta de mano de obra para convertirse o continuar siendo "suficientemente pobres" y que puedan ser elegibles para las transferencias. Los adultos también pueden tener que incrementar sus actividades no laborales para tener hijos en la escuela o clínicas de salud, pues esto implica utilizar tiempo para llevar a los hijos a la escuela, a los centros de salud, entre otras actividades no laborables que se las considera como ocio, y lo más importante que pueden reducir la oferta laboral de los adultos (Fizbein & Schady, 2009).

De este modo, resultado de este tipo de cuestionamientos se dieron las diferentes reformas acontecidas la década pasada en los programas de transferencias en los EEUU. Pues, durante la aplicación de los diferentes programas se presume la existencia de desincentivos al trabajo por parte de los adultos.

En el caso del Bono de Desarrollo Humano (DBH) ecuatoriano, si bien éste no tiene explícitamente desincentivos al trabajo, el hecho de que los hogares beneficiarios estén en evaluaciones periódicas de su elegibilidad genera implícitamente un incentivo al cambio de comportamiento de los hogares que desean continuar siendo elegibles. Por otro lado, teniendo en cuenta la oferta de trabajo de los adultos, y considerando un modelo estático donde los individuos distribuyen su tiempo entre ocio y trabajo, se puede argumentar que el principal efecto que tendría el BDH sobre la oferta de trabajo es el “efecto renta”. Pues un incremento de los ingresos, aumenta la demanda de los bienes normales, que en este caso incluyen al ocio, que produciría una disminución de las horas de trabajo. Si por otro lado, se origina o prevalece el “efecto ingreso” el BDH no afectaría negativamente a la oferta de trabajo de los adultos (Parker & Skoufias, 2000).

Además, en el BDH los beneficios del programa se vinculan con la asistencia de los niños a la escuela, lo cual implica que disminuirá el trabajo infantil, pues los niños dispondrán de menos tiempo para estas actividades. Esto conlleva a considerar qué ocurre con la oferta de trabajo de los demás miembros del hogar una vez que exista esta reducción del trabajo de los hijos. Intuitivamente, si se considera al hogar como una unidad, reduce la mano de obra al interior del mismo, lo que implica que existe más mano de obra disponible al interior del hogar incrementando el trabajo doméstico de la familia, pero reduciendo sus horas de trabajo en el mercado laboral (Parker & Skoufias, 2000).

Por otro lado, considerando que las familias deben elegir entre enviar a sus hijos a la escuela o ponerlos a trabajar en actividades que generen recursos económicos, se puede tomar a la escuela y al trabajo como sustitutos, pues el incremento del tiempo dedicado a la escuela se asocia con una reducción del tiempo dedicado al trabajo. Esto implicaría reducciones en la oferta global de trabajo de la familia y por ende en sus ingresos, dando a posibilidad a que la familia opte por no enviar a sus hijos a la escuela. Sin embargo, según Parker & Skoufias (2000) la escuela es únicamente una fracción del día, por lo que resultarías posible incrementar el tiempo dedicado a la escuela simplemente reduciendo el tiempo dedicado al ocio y no al trabajo, es decir, la escuela y el trabajo no siempre serán sustitutos.

En este sentido, existe preocupación por muchos políticos y académicos, acerca de los impacto que pueden generar las transferencias condicionadas en efectivo sobre la oferta laboral de los adultos Hasta el momento se ha abordado varias razones que implican que éstas desincentivan la oferta laboral y otras que no lo hacen. Con respecto a cuál sería la causa para que las transferencias no originen desincentivos a la oferta laboral se encuentran los argumentos de Fiszbein & Schady (2009), que manifiestan que, al ser los beneficiarios de este tipo de programas generalmente hogares pobres su elasticidad de ingreso-ocio puede ser muy baja para ellos. Además, la reducción de ingresos a causa de la disminución del trabajo de los hijos y el aumento de los gastos relacionados con el cumplimiento de la condicionalidad de las transferencias son compensados por las transferencias. Con la misma lógica, también la oferta laboral no puede ser afectada por las transferencias si las familias beneficiarias las perciben como “temporales”, pues en este caso la conducta de los beneficiarios no cambiará al considerar que este beneficio le será concedido únicamente por un período de tiempo y por ende su oferta laboral se mantendrá.