BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL DESARROLLO
UNA VISIÓN DESDE AMÉRICA LATINA

Silvana Andrea Figueroa Delgado y otros


 

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POLÍTICAS EN CIENCIA Y DESARROLLO

CIENCIA Y TECNOLOGÍA PARA EL DESARROLLO: EL DILEMA DE LAS POLÍTICAS CIENTÍFICO TECNOLÓGICAS EN PAÍSES PERIFÉRICOS

Alejandra Vidales Carmona*

Introducción

La relación entre ciencia, tecnología y desarrollo, desde posicionamientos como los de la teoría de la dependencia, es una controversial, en tanto hay quienes sostienen que es precisamente el avance de la ciencia y la tecnología el que ha permitido la evolución -y subsistencia- del capitalismo tal como lo conocemos hoy, convirtiéndose en una herramienta que agudiza la relación de dependencia existente. Existen, por supuesto, otras visiones más positivas que, a pesar de reconocer que es la ciencia y tecnología la que ha permitido la evolución del capitalismo, apuestan a ella como la posible solución a varios de los problemas sociales de los países subdesarrollados. Sea en el sentido positivo o negativo de la relación, es indudable que la ciencia y tecnología se considera uno de los principales motores de la producción y que, en consecuencia, la actividad y producción científico-tecnológica se encuentran directamente ligadas al nivel de desarrollo de los países. Sin entrar en cuestionamientos sobre el concepto de desarrollo, es evidente que los niveles de desarrollo entre las naciones se expresan, además de los aspectos socio-económicos, a través de las diferencias en la producción de investigación científica y tecnológica. Las sociedades marginales, o aquellos que denominaremos estados periféricos del sistema mundo (Wallerstein, 1988), cuentan con una baja participación en el proceso de creación científica y tienen, por tanto, un acceso más difícil y costoso a los resultados de estas creaciones (Pellegrini, 2000). Un ejemplo de ello, lo encontramos en los adelantos científicos-tecnológicos en el ámbito de la salud, muchos de los cuales podrían permitir a los países subdesarrollados enfrentar un sinnúmero de problemas sanitarios locales, sin embargo, el alto costo que implica la importación de estos avances restringe su acceso y utilización. Queda entonces de manifiesto, una relación ambivalente y perversa en torno al desarrollo científico y tecnológico en países periféricos, ya que por un lado éste permite -o debiera permitir- promover el desarrollo humano, mejorar la calidad de vida y crear sistemas más sustentables de desarrollo (PNUD, 2003), pero por otro, ha generado un aumento de las brechas ya existentes entre las dos posiciones en el sistema mundial de producción; a saber, la central y periférica (Wallerstein, 1988). Las instituciones de ciencia y tecnología nacionales juegan un papel fundamental en la creación, implementación y evaluación de políticas científico-tecnológicas, siendo su principal desafío, junto con la focalización de la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), la forma en que estos conocimientos se transfieren en mejoras sustanciales en la generación de políticas en todos los sectores. Claro es que los países periféricos no logran absorber de la misma manera que los países centrales los adelantos científico-tecnológicos, y menos cuando éstos, en general, no son de su autoría. Por ello, es preciso que las políticas en la materia sean pertinentes a las realidades locales, correspondiendo a los contextos económicos, sociales, políticos y culturales. Cabe preguntarse entonces por el rol que, en términos potenciales, podrían cumplir las políticas científico-tecnológicas en el proceso de desarrollo y cuál es la función que le corresponde al Estado en su diseño e implementación. Nosotros aquí discutiremos el comportamiento actual de los sistemas científico-tecnológicos en nuestros países, y su impacto en la reproducción de la dependencia.

La investigación científico-tecnológica entre la dependencia y el desarrollo

Aun cuando el avance científico-tecnológico se ha transformado en uno de los principales motores de la producción, lo cual se refleja en la capacidad de los países centrales de mantener y generar importantes niveles de crecimiento económico, ha contribuido, por otra parte, a establecer significativas brechas respecto a los países periféricos, en tanto que los adelantos científicos y tecnológicos se concentran en los primeros, reproduciendo el circulo de acumulación de capital. Según estadísticas del Banco Mundial (1998), la distancia que separa los países centrales de los periféricos es mayor en relación con la generación de conocimientos que en relación a los niveles de ingreso. Dada su relevancia para el proceso de crecimiento económico, el impulso de la ciencia y tecnología se ha transformado en la estrategia por excelencia en la reestructuración y conservación del sistema económico mundial. Para autores como Castells (1997) y Wallerstein (1972 y 1988) es el progreso científico tecnológico, de la mano de la innovación, el gran responsable de la reestructuración del sistema mundo, sin que para ello haya sido necesario la desaparición del capitalismo -o la sociedad de mercado- como el motor de la economía mundial (Wallerstein, 1988). Así, los indicadores de ciencia y tecnología se transforman en información sustancial para comprender el nivel de desarrollo de las economías nacionales. Las recomendaciones de organismos internacionales y países miembros de las principales economías mundiales orientan a los países subdesarrollados a fortalecer las políticas nacionales de ciencia y tecnología; en especial enfatizan el incremento progresivo del gasto de I+D que, en la actualidad, se encuentra muy por debajo de la inversión que realizan los países centrales. Los indicadores de ciencia y tecnología tienden a resaltar el presupuesto en I+D respecto al PIB, sin embargo, debemos preguntarnos en qué medida los recursos aplicados en el rubro sirven de forma efectiva al desarrollo. El fortalecimiento de la inversión, por sí mismo, en investigación básica y aplicada, así como la canalizada a la formación de capital humano especializado, no garantiza la existencia de un sistema de ciencia y tecnología atingente a los requerimientos de cada país. Para determinar el impacto real del monto financiero ejercido sobre el desenvolvimiento económico y social, es conveniente cuestionar antes los modelos impulsados en los países periféricos, en tanto éstos siguen siendo subordinados al propio desarrollo de los países centrales. La relación entre ciencia, tecnología y desarrollo en los países periféricos aparece, entonces, como una vinculación forzada que no responde a las necesidades locales, sino a extranjeras. Éste es quizás uno de los fenómenos que puede ofrecer mayores elementos explicativos a la falta de pertinencia de muchos de los sistemas de ciencia y tecnología en los países subdesarrollados. Su intento por acoplarse a un modelo que no les pertenece -ni tampoco favorece- orilla a impulsar políticas científicas y tecnológicas que sirven, en consecuencia, más al subdesarrollo que a su superación. La inestabilidad económica y política que caracteriza a los países periféricos, la existencia de sistemas educacionales precarios, la baja inversión en I+D y, sobre todo, la falta de definición de un modelo propio de desarrollo, constituyen elementos que nutren la tendencia a configurar sistemas frágiles de ciencia y tecnología en estos países que, en su mayoría, se ligan a la inversión del Estado. Los adelantos en salud, vivienda, cuidado del medio ambiente, alimentación y muchos otros deben ser, por lo general, adquiridos externamente. Importar tales avances científicos y tecnológicos profundiza la dependencia con los países "proveedores de conocimiento", a la vez que aumenta la brecha ya existente entre los países centrales y periféricos. Esta situación es la que impulsa a los últimos a realizar grandes esfuerzos encaminados al fortalecimiento de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología con miras a mejorar su condición. Pero, la ventaja de los países centrales respecto a los periféricos termina por imponerse a las instituciones de la región, que optan por estrategias concernientes a la administración científico-tecnológica, limitándose en muchas ocasiones a la detección de áreas en las que resulta más factible la producción propia, así como en las que es preferible importar. No obstante, la prospección referida no ha logrado ser del todo nítida, y menos suficiente, por lo que contribuye a un paisaje de contradicciones. Por un lado, se movilizan recursos valiosos destinados a fortalecer los sistemas nacionales de ciencia y tecnología con el objetivo de producir y generar investigación científica y tecnológica para la atención de necesidades internas, mientras que, por otro, no se logra cristalizar la generación de conocimiento de forma sustentada, de manera tal que impacte en la satisfacción de dichas necesidades; su cumplimiento demanda de la importación de progresos tecnológicos. La mera importación de tecnologías desde países centrales a países periféricos no resuelve el problema de fondo, como tampoco valora el impacto que tienen los adelantos científicos y tecnológicos sobre la sociedad y la cultura. Con lo anterior, se reproduce la condición de subdesarrollo, entendida como la vinculación subordinada al exterior, a expensas de los intereses locales (Cardoso y Faletto, 1969). La dependencia en materia científico-tecnológica permite a los países centrales, a través de los organismos internacionales que los representan, dirigir e influir en las políticas económicas de los países periféricos. El financiamiento extranjero, la denominada cooperación internacional, entre otros, son instrumentos que luego son utilizados para incidir en las decisiones de los Estados nacionales sobre su desenvolvimiento y el rumbo que tomen en la tarea científica-tecnológica. En este contexto, podemos identificar al menos dos grandes corrientes que buscan configurar la orientación que deben adoptar las políticas científico tecnológicas de países periféricos. En un extremo, encontramos la postura neoliberal que apuesta por el mercado global de las ideas y la producción -su libre flujo-, y la desatención de sistemas científico-tecnológicos nacionales. Y en otro, una postura que apuesta por la creación de sistemas endógenos de investigación científica y tecnológica que busquen, primordialmente, corregir las consecuencias del sistema de mercado. Éstas plantean un falso dilema en las condiciones imperantes. La importación de conocimientos supone un sistema de financiamiento que debe destinarse al pago de impuestos tecnológicos traducidos en patentes y derechos de propiedad intelectual, empero, la producción propia de conocimiento y tecnologías, supone una inversión sustancial en el sistema de investigación científico-tecnológica que no logra contribuir a la superación de la dependencia. Estas dos grandes corrientes existentes no difieren mucho del dilema planteado en los años 50 respecto a la necesidad de abrir los mercados nacionales de los países de América Latina o bien, impulsar el modelo de sustitución de importaciones. La existencia de las mismas disyuntivas en materia de desarrollo evidencia la existencia de una economía mundial que sigue siendo desigual, y que a juicio de Cardoso y Faletto (1969) demuestra el proceso creciente de acumulación de capital de los países centrales a costa del subdesarrollo de los países periféricos. El fortalecimiento de la investigación aplicada concentra gran parte de los esfuerzos realizados por las políticas nacionales de ciencia y tecnología por reorientar los desarrollos externos en respuestas locales atingentes. Sin embargo, los frágiles sistemas de ciencia y tecnología de los países periféricos no permiten capitalizar ese conocimiento de forma tan eficiente. Así, una porción de la importación de ciencia y tecnología no es aprovechada en todo su potencial, mientras que la inversión propia en la generación de conocimiento es usada en gran medida por agentes extranjeros, en especial del sector productivo ligado a la explotación de recursos naturales. Ningún adelanto en materia de ciencia y tecnología será absorbido si no se incorpora estructuralmente a la sociedad y la cultura, cuestión primordial de tomarse en cuenta al momento de pensar estrategias en este sentido para los países periféricos. Sin duda, la consideración e inclusión de los aspectos sociales y culturales facultaría políticas de investigación más atingentes y más eficientes. Es claro que, en el ámbito del conocimiento, una sociedad no destaca sólo por las tecnologías que es capaz de crear, sino también por aquellas que elige utilizar y desarrollar y aquellas que se encuentra con capacidad de absorber y aprovechar. Esta elección no puede ser ajena al componente social y cultural. La incorporación de los elementos sociales y culturales a la planificación y diseño de las políticas de ciencia y tecnología implica necesariamente fortalecer las estructuras nacionales destinadas a la formación de un capital humano capaz de producir investigación científico-tecnológica de calidad y en función a respuestas internas, además de traducir los adelantos científico-tecnológicos externos en beneficio propio. Si bien se han hecho esfuerzos -notables en algunos casos- por invertir más recursos en I+D y en transferir los resultados, la formación de científicos e investigadores descansa, en una proporción nada despreciable, en la oferta educacional proporcionada por los países centrales. Las becas de posgrado y de investigación otorgadas en la región latinoamericana siguen canalizándose muy poco, o nada, al fortalecimiento de los sistemas nacionales de educación. En suma, las políticas impulsadas en materia de ciencia y tecnología por los países periféricos requieren de más inversión, y por igual de la definición de líneas estratégicas que aporten a un modelo de desarrollo, más allá de un simple modo de producción. Ello, sin duda, requiere del diagnóstico y reconocimiento de los propios requerimientos y recursos disponibles, donde se incluye la atención y robustecimiento de las tareas en torno a la formación de capital humano en todos los niveles.


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