BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL DESARROLLO
UNA VISIÓN DESDE AMÉRICA LATINA

Silvana Andrea Figueroa Delgado y otros


 

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La implantación neoliberal y el funcionalismo utilitario de la ciencia

La resolución a la crisis mundial de la década de los setenta, originada por el agotamiento del patrón de reproducción keynesiano fordista, fue el despliegue de una nueva modalidad de acumulación de capital, que introdujo modificaciones en el ámbito productivo, social y político. El neoliberalismo se convirtió en la ideología y la explicación de cómo debería funcionar la economía, la reivindicación de la eficiencia del mercado para la lograr la óptima asignación de los recursos, la crítica al estado del bienestar y la liberalización de los mercados -de bienes y servicios y de capitales- eran parte del programa de acción para implantar el patrón de reproducción; así, la globalización se convirtió en la nueva forma en que se estructuraba el mercado mundial, basado en el encadenamiento productivo global y la flexibilización laboral. Las políticas implementadas a partir de los últimos años de la década de los setenta fueron hábilmente sintetizadas por Williamson (1990), bajo la acepción de Consenso de Washington, mismas que se materializaron en las reformas estructurales de primera y segunda generación. La flexibilidad laboral, la revolución científico tecnológica -sustentada en la microelectrónica y las tecnologías de la información y la comunicación- y las nuevas formas de organización de las unidades productivas, favorecían la elevación de la productividad y la competitividad. En virtud de la economía globalizada, se puso a la orden del día encontrar los determinantes de ésta para tratar de incidir en su mejor desempeño. En esta perspectiva, el desarrollo de los países se condiciona al crecimiento de las economías, lo fundamental es que se mantenga la estabilidad y el equilibrio en los mercados a fin de lograr un incremento en los principales indicadores macroeconómicos -producción, empleo y comercio-, dejando que los sistemas de estímulos de los mercados ejerzan su función de optimizadores de recursos, premiando a los mejores desempeños y castigando aquéllos que se mantienen al margen de las best practices. La ciencia y la tecnología se ajustan a las nuevas exigencias que demandan, por un lado, la consolidación del mercado tecnológico -a través del fortalecimiento de los derechos de propiedad intelectual y de los acuerdos comerciales bi y multilaterales (OMC, OMPI, etc.)- y, por otro, las nuevas condiciones para la institucionalidad científica, que incluyen su sometimiento a reglas de mercado y, en su caso, a incentivos que le acerquen a una mayor eficiencia y productividad. Al respecto Mowery y Rosenberg (1989) afirman que el crecimiento continuo de los costos de desarrollo, la convergencia tecnológica, el menor ciclo del producto en algunas industrias, los avances en tecnologías de la información y manufacturas basadas en la computación (incluyendo los sistemas CAD-CAM), la apertura comercial y las tasas cada vez más aceleradas de transferencia tecnológica internacional, han contribuido a la búsqueda de formas distintas de organización en investigación y desarrollo (ID), por lo que se abandona el paradigma de ID generado durante la época de posguerra, caracterizado por la especialización y gastos en grandes laboratorios independientes. Proponen hablar más bien de paradigmas simultáneos, específicos a cada tipo de rama, pero con visiones más amplias y de colaboración. Señalan que una de las características de la investigación científica contemporánea es la tendencia hacia la convergencia, es decir, la relación estrecha que se establece entre los avances de diversos campos científicos, por ejemplo la creciente interdependencia de las tecnologías de las telecomunicaciones y de la computación. Esta convergencia tecnológica marca nuevas maneras de ID, pues significa que las firmas deben generar expertos rápidamente en amplios conjuntos de tecnologías y disciplinas científicas, lo que exige mayores gastos y recursos humanos en ID. Este es el origen de las colaboraciones o alianzas, y la necesidad de realizar un monitoreo permanente de los desarrollos científico-tecnológicos; las firmas son obligadas a realizar investigación básica, cuestión que antes se realizaba en los centros autónomos o públicos. Por su parte, Lundvall y Borrás (1997) plantean que ver a la ciencia sólo desde la perspectiva de la innovación es limitado, proponen considerarla desde dos aspectos: primero, como un elemento constitutivo de la sociedad civilizada y desarrollada -representa una reflexión crítica sobre la sociedad y la manera en que interactuamos con la naturaleza y puede ser vista como un bien básico- y, segundo, como un elemento que puede tener prioridades políticas, no necesariamente económicas. Argumentan que hay dos visiones en torno a la misión de la ciencia: una señala que su rol está más allá del resolver problemas específicos complejos, mientras que la otra ve que hay una estrecha conexión de la tecnología con la ciencia por lo que los avances de una tienen mayor proximidad con los adelantos de la otra y enfatiza la mayor relación de las universidades con la industria. Desde su punto de vista son dos argumentos que reflejan las tendencias reales, sin embargo, aunque la principal contribución de la ciencia es la construcción de calificaciones más que servir como una fuente directa de innovación, lo cierto es que, al mismo tiempo, la articulación entre la ciencia, la innovación y el desempeño económico está deviniendo mucho más estrecha en algunos sectores de la economía tales como la biotecnología y desarrollo de software. Lundvall y Borrás asumen que la ciencia y las empresas tienen un papel diferente con relación al proceso de innovación y se refleja en la manera en que sus actividades están organizadas, el cómo son usados los sistema de incentivos y su respectiva forma de producción del conocimiento; todo ello ha sido percibido como una barrera natural entre dos mundos, restringiendo la movilidad de uno hacia otro -lo cual limita la eficiencia en la interacción de operaciones-. Recuperando lo escrito por Gibbons, observan que la ciencia avanza hacia la transdisciplinariedad, siendo producida en un contexto de aplicación heterogénea, organizada en forma no jerárquica, y más socialmente tomada en cuenta que antes. De esta manera, al acelerarse la tasa de cambio en el sector privado, se crean nuevas tensiones en la relación, pues la academia y las empresas tienen ritmos de cambio dispares, lo cual genera conflictos en su interacción. Asimismo, la posible globalización de la producción y distribución del conocimiento exacerba las tensiones, ya que ahora también se pone en cuestionamiento la racionalidad de que los gobiernos inviertan en ciencia básica en un mundo donde la ciencia deviene más y más fluida. Una tensión se ubica en el financiamiento, en la medida que la diferencia entre investigación básica y el desarrollo de tecnologías específicas se hace cada vez más tenue, por lo que la distinción del conocimiento como bien público y bien privado es débil y se hace más compleja. Aquí hay dos posiciones, una enfatiza la tendencia hacia su codificación, dados los avances de las tecnologías de la información, la otra afirma que el conocimiento tácito es muy importante. No obstante, hay que considerar que la ciencia básica incrementa la información, además produce conocimiento tácito, acentuando su papel en términos de: primero, la creación de recursos humanos calificados -quienes se mueven desde la investigación básica, y conducen tanto el conocimiento codificado como el tácito-; segundo, la investigación científica básica es esencial para tomar parte en las redes internacionales y nacionales de científicos, donde el conocimiento es intercambiado y generado a través de la interacción; y, tercero, la ciencia básica está en sí misma orientada a la resolución de problemas, lo cual provee capacitación óptima para los investigadores que se mueven a otros campos de investigación científica y desarrollo tecnológico. Es por ello que los autores (Lundvall y Borrás, 1997) subrayan que los resultados obtenidos de investigaciones sobre las tendencias en ID en los países desarrollados sugieren que requieren de su propia capacidad de investigación básica establecida para sostener el avance tecnológico, lo que se expresa en la correlación positiva encontrada entre investigación científica básica y su impacto económico. De lo anterior, desprenden un conjunto de propuestas para la elaboración de una política de innovación compleja. Por un lado, es necesario promover la excelencia para obtener acceso a las más prestigiosas y dinámicas redes globales. Por otro, hay una inminente tendencia en el sistema académico global hacia las disparidades crecientes -los participantes más débiles serán aquéllos con capacidades escasas en los campos más dinámicos de la ciencia y la tecnología-, por lo tanto, las políticas deberán combinar la excelencia y el igualitarismo en términos de desarrollo de recursos humanos. Para absorber conocimiento del exterior es necesaria una cierta capacidad científica mínima. Además, si bien es recomendable la alianza internacional, ésta deberá de ser cuidadosa y recordar que el flujo internacional de científicos es aún bajo. En términos específicos, proponen las siguientes políticas: hacer que los estudios universitarios -o parte de ellos- se orienten a los problemas y a promover la cooperación entre estudiantes y científicos trabajando en diferentes disciplinas; dar fuertes incentivos al staff científico para moverse de la academia a la industria; y crear nuevas formas de organización que abran acceso a la base del conocimiento de las universidades, las cuales también deberán proteger a la comunidad académica del exceso de la orientación por la rentabilidad. "Las diferencias nacionales en el desempeño científico y tecnológico están profundamente relacionadas a cuestiones tales como el rango de la investigación científica, la estructura industrial, el sistema educativo y la fundación de instituciones externas" (Lundvall y Borrás, 1997: 86). Por su parte, Tünnerman (2006) nos plantea una visión más crítica, considera que, citando a Harvey, hay una fragmentación y dispersión espacial y temporal, se trata de una compresión del espacio -todo sucede aquí, sin distancias, diferencias, ni fronteras- y del tiempo -todo acontece ahora, sin pasado y sin futuro-. En la medida que la ciencia se efectúa en las universidades, señala los efectos de esas tendencias: una disminución del tiempo de graduación y de pos-graduación, con el consecuente impacto en la dedicación a la realización de disertaciones de maestría y tesis de doctorado; en la docencia, destaca la renuncia a la necesidad de transmitir a los estudiantes la historia de cada disciplina, el conocimiento de sus clásicos, las cuestiones que le dieron nacimiento y sus transformaciones. La absorción del espacio-tiempo del capital financiero y del mercado de la moda conduce al abandono del núcleo fundamental del trabajo universitario, es decir, la formación. Además, la división internacional del trabajo no permite que los universitarios, los científicos, los artistas y los intelectuales de los países periféricos dependientes participen de la academia mundial en una situación de igualdad con aquellos de los países centrales hegemónicos. En esto, Tünnerman puntualiza tres aspectos principales: 1) hay desigualdad en lo que respecta a los recursos financieros, instrumentales y técnicos para las investigaciones; 2) hay desigualdad en las oportunidades para la divulgación y aplicación de los resultados de los trabajos; 3) para asegurar la pertenencia a la academia mundial, los miembros de los países periféricos dependientes aceptan restringir sus investigaciones a problemas, cuestiones, temas, métodos y técnicas definidos en los países centrales hegemónicos. Por otro lado, cabe destacar que desde el mismo ámbito de las ciencias, se han discutido los problemas que han acarreado la especialización y las formas en que avanza el conocimiento, su vínculo con la sociedad y su responsabilidad. Es el caso de la Biología donde se plantea, por ejemplo, la relación entre los diferentes organismos y su entorno ecológico, la manera en que se relacionan, la derivación de patrones macro y en los cuales hay una relación de codependencia y codeterminación. Sobreviene la necesidad de estudios globales que permitan conocer esos patrones, por encima de la especialización. Los cambios evolutivos operan a múltiples niveles y escalas: de células a organismos, poblaciones, comunidades y la biósfera. Exhiben conductas de competencia y cooperación. Departamentos de biología y zoología botánica se han dividido: biología celular y molecular, ecológica y evolutiva, neurobiología y conducta, genética y desarrollo, psicología. En este sentido, Lubchenco (1998) señala la demanda de un nuevo contrato social en el que los científicos: (i) atiendan las más urgentes necesidades de la sociedad, en proporción a su importancia; (ii) comuniquen su conocimiento y comprensión ampliamente para informar la toma de decisiones de los individuos y las instituciones; (iii) ejerzan un buen juicio, sabiduría y humildad. "El contrato debe reconocer el amplio dominio humano del planeta... ayudará a la sociedad a moverse hacia una biósfera más sustentable" (Lubchenco, 1998: 495).


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