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LAS RELACIONES ECONÓMICAS ENTRE ARGENTINA Y VENEZUELA (2003-2008). EL IMPACTO SOBRE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Mariano Roark


 

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1.5.4 Origen de las importaciones

En función de los datos proyectados por el Cuadro N° 7, es posible verificar que EE.UU., constituye el principal proveedor del mercado venezolano, representando, durante los primeros 8 meses del 2008, el 26,2% de las importaciones totales. A este país le siguen en importancia Colombia (14,5%) y Brasil (9,4%), los cuales, junto con la economía norteamericana, acumulan una incidencia cercana al 50% de las compras totales del país bolivariano.

Notas: Datos en millones de dólares, contabilizados durante los primeros 8 meses del 2008. Fuente: elaboración propia en base a datos de ALADI.

Respecto a la distribución regional de las importaciones venezolanas, la dinámica de los últimos años (Gráfico N° 25) marca una progresiva tendencia a la disminución de la participación de las economías norteamericanas y europeas (entre 1999 y 2007 bajaron 12 y 5 puntos porcentuales respectivamente), y un repunte de las economías asiáticas y del bloque sudamericano (CAN + Mercosur). Estas últimas, en conjunto, experimentaron un aumento del 500% en sus colocaciones al mercado venezolano entre 1999 y 2007, instalando a la región como la segunda zona geográfica en orden de importancia.

Finalmente, en cuanto a la composición de las importaciones por categoría de productos (Gráfico N° 26), es posible señalar que, del total de las mercancías adquiridas por Venezuela en 2006, el agregado de países de América Latina y el Caribe desarrolló un papel destacado tanto en lo que hace a materias primas como a bienes industriales.

Dicha región, tomada en su conjunto, se alzó como el principal proveedor de Venezuela en varias categorías de importación. En los productos de tipo primarios tuvo una participación del 57% sobre el total de las compras venezolanas, mientras que en los bienes de tipo industriales, tanto de baja y media tecnología como de aquellos basados en recursos naturales, mantuvo una posición de liderazgo, acumulando una participación del 44,7%, 34% y 42% respectivamente.

1.6 Síntesis

A partir de la década de 1920, la irrupción de la actividad petrolera como sector preponderante de la economía venezolana (hasta ese entonces dominada por las actividades primarias tradicionales), imprimió importantes transformaciones sobre la estructura socioeconómica de Venezuela, cuyas dinámicas resultan claves para entender la evolución del período 1999-2008.

En este sentido, es posible señalar la existencia de cuatro tendencias o características básicas que han estado presentes en la estructura socioeconómica venezolana durante toda la etapa petrolera: el alto grado de especialización productiva, su carácter dual o heterogéneo, un alto grado de intervención del Estado en la economía y la competencia entre diversos actores por el control de los recursos energéticos.

En primer lugar, el rasgo básico de la economía venezolana es su alto grado de especialización en las actividades petroleras. Entre 1999 y 2008, el sector continúa siendo la principal fuente de divisas y el origen de la mayor parte de los recursos del Estado. Sin embargo, su contribución al PIB ha disminuido (pasando del 21% al 14% del total respectivamente) y los altos índices de crecimiento de la actividad económica a partir de 2004 han tenido como protagonistas a los sectores no petroleros.

En segundo lugar, la incorporación de la moderna industria de los hidrocarburos sobre una economía tradicional de base agroexportadora dio lugar al surgimiento de un “dualismo estructural”, es decir, la existencia de un sector petrolero de elevada productividad y competitividad, y un sector no petrolero con amplio rezago en su orientación y productividad. Este fenómeno tiene amplias repercusiones sociales y económicas: genera una sobrevaluación de la moneda nacional (“enfermedad holandesa”) que perjudica a los sectores menos dinámicos (agricultura e industria, principalmente) fomentando la concentración de las actividades económicas vinculadas directa o indirectamente al sector de hidrocarburos; y es, en gran medida, responsable del alto grado de empleo informal que permanece como flagelo para la sociedad venezolana.

En tercer lugar, el hecho de poseer el control y la propiedad de los recursos petroleros ha generado una presencia dominante del Estado en la economía nacional, convirtiéndolo en un actor clave del desarrollo económico y del bienestar social. Durante el período de estudio, si bien la esfera privada tuvo un ritmo de expansión promedio del 12,3% (cifra que prácticamente duplica los niveles alcanzados por el sector público) la presencia del sector público en la economía continuó siendo determinante, en gran medida, como consecuencia del control sobre los sectores claves del desarrollo económico. Hacia el 2005 el Estado venezolano contaba con alrededor de 95 empresas públicas, incluyendo sociedades mercantiles e Institutos Autónomos que desarrollan actividades empresariales, contribuyendo con cerca del 30% del Producto Interno Bruto del país. Del mismo modo, las riquezas provenientes de la posesión de estos sectores (y sobre todo del energético), han posibilitado la puesta en marcha de numerosos planes de asistencia social que han mejorado sensiblemente los niveles de vida de la población.

En cuarto lugar, un aspecto de amplia relevancia para el análisis estructural del devenir económico venezolano hasta nuestros días lo constituye la competencia entre diversos actores por el control de los recursos energéticos. Al depender gran parte de los ingresos gubernamentales casi exclusivamente de la renta petrolera, y al ser el gasto social y la distribución de esos ingresos la base de legitimidad del sistema político y los resortes principales del desarrollo económico, ello hace a la dirigencia venezolana dependiente del éxito y la efectividad de la economía petrolera y de su poder e influencia sobre ella. Durante los años noventa, el Estado había perdido control sobre PDVSA a partir de las políticas de apertura y autonomía. La llegada de Chávez al gobierno implicó desde el principio una transformación del equilibrio de fuerzas a favor del Estado. De hecho, gran parte de la inestabilidad económica coyuntural de los primeros años del gobierno chavista está vinculada con esta competencia por la fuente principal de los recursos económicos del país. Recién en 2004 el conflicto se resuelve a favor de la administración gobernante y es, a partir de entonces, cuando Venezuela comienza a exhibir niveles de estables de crecimiento económico y bienestar social.

Por último, es preciso destacar que la conjunción de estos tres elementos estructurales ha dado origen a una configuración económica particular con importantes implicancias para la inserción económica externa de Venezuela. En primer lugar, la alta concentración productiva en el sector energético, su mayor competitividad respecto a los sectores tradicionales y el incremento exponencial de los precios del barril de crudo provocaron una presencia predominante del petróleo en el total de las ventas internacionales de Venezuela (entre 1998 y 2008 el sector petrolero aportó un valor promedio de alrededor del 83% de las exportaciones totales).

En segundo lugar, la propiedad estatal del principal producto de exportación de la economía nacional convierte al Estado como el principal actor exportador, con todo lo que ello significa, en tanto no funciona con las mismas lógicas que una empresa: puede incurrir en pérdidas y tiene intereses a mediano y largo plazo.

En tercer lugar, la dualidad estructural y los efectos de la “enfermedad holandesa” sobre los sectores económicos vinculados tanto a la industria como a la agricultura, han determinado la existencia de un amplio sector de empresarios nacionales orientados más a la importación que a la actividad productiva. En consecuencia, Venezuela tiene serios problemas de autoabastecimiento en productos agroalimentarios básicos (importa cerca del 80% de los alimentos que se consumen) y déficits estructurales en su actividad manufacturera. Esta situación ha determinado la existencia de dos patrones geográficos de relacionamiento comercial. Uno de carácter interindustrial, con EE.UU. y el resto de los países centrales; y otro de tipo Sur-Sur, con la región de América Latina y el Caribe, que presenta un alto nivel de complementariedad económico-productivo y ofrece nuevas oportunidades para los sectores no tradicionales venezolanos.

Finalmente, creemos necesario destacar que el fenómeno de la dependencia y la concentración petrolera de la economía venezolana deben ser analizados cuidadosamente a través de la profundización del análisis respecto a las propiedades especiales que reviste dicha mercancía como producto estratégico fundamental para el desarrollo de la economía internacional. En este sentido, la alta volatilidad de los precios internacionales del crudo y su participación dominante en las ventas totales venezolanas puede hacer variar el perfil comercial nacional, sin que se observe una real expansión de la actividad productiva en esa dirección. Lo mismo sucede respecto a la dinámica de los mercados externos, ya que la evolución hacia una dependencia cada vez más abrumadora de la demanda norteamericana se vuelve mucho menos determinante tomada en términos absolutos.


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