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LAS RELACIONES ECONÓMICAS ENTRE ARGENTINA Y VENEZUELA (2003-2008). EL IMPACTO SOBRE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Mariano Roark


 

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Segunda parte

Capitulo 3: Las relaciones bilaterales entre Argentina y Venezuela durante las administraciones Kirchner – Chávez (2003 – 2008)

3.1 Introducción

El presente capítulo se propone analizar las relaciones bilaterales entre Argentina y Venezuela durante el período 2003-2008, con el objetivo general de brindar una aproximación al proceso de acercamiento político-comercial desarrollado durante dichos año, de modo de establecer un análisis general acerca de las oportunidades y desafíos que implica el estrechamiento de vínculos con el país caribeño.

En ese sentido, el capítulo se estructura alrededor de cuatro apartados, en los que se retoman las dos etapas en que se desarrolla la relación económica bilateral de Argentina-Venezuela en los últimos años. El primero trata sobre la dinámica de los vínculos comerciales y financieros durante la etapa 1990-2003. En el segundo, se desarrollan los principales instrumentos internacionales que lograron concretarse durante el transcurso de estos trece años, haciendo especial hincapié en aquellos vinculados a temáticas afines a la economía, el comercio y la cooperación.

El tercer apartado abarca el estudio de las relaciones económicas bilaterales a partir del año 2003, en el contexto de un nuevo marco de cooperación política y profundización de los vínculos comerciales. El cuarto apartado se aboca al análisis sistemático de la composición de los intercambios comerciales entre Argentina y Venezuela y su evolución durante los últimos años.

Finalmente, a modo de síntesis, se brinda un balance preliminar del estado actual de las relaciones económicas entre ambas naciones, identificando los desafíos y oportunidades que de allí se desprenden para la economía argentina.

3.2 Comercio e inversión en la década del noventa

Durante la primera etapa señalada de las relaciones económicas entre Argentina y Venezuela, es decir, durante el período transcurrido entre 1990 y 2003, los rasgos centrales del intercambio de bienes y capitales entre ambos países se vincularon con el desarrollo de un comercio intermitente de baja intensidad y la existencia de una dinámica diferenciada respecto a los flujos financieros.

En el plano comercial, como puede observarse en el gráfico Nº 52, entre 1990 y 1999 Argentina y Venezuela mantuvieron un volumen de intercambios moderado aunque relativamente estable, con una fase de auge entre 1995 y 1998, cuando el valor de los intercambios se incrementó en un 52%. La suma promedio de las transacciones efectuadas durante estos años alcanzó la cifra de US$ 314 millones de dólares, con un saldo comercial de alrededor de US$ 210 millones favorable a Argentina.

A pesar de esta significativa performance, durante el año de mayor expansión de las exportaciones argentinas a Venezuela (1995), el mercado caribeño significó apenas el 1,8% del total de las ventas nacionales, ubicándose en el décimo segundo lugar entre los principales destinos.

Por el lado de las importaciones, es preciso destacar que Venezuela nunca ocupó un lugar destacado entre los países proveedores más importantes para la economía argentina y la década del noventa no fue la excepción. El país caribeño tuvo una débil participación en el total de compras nacionales, ubicándose en el lugar 41 en la lista de las principales fuentes de importación nacional y exhibiendo pisos históricos como el de 1990, cuando sólo se exportaron a nuestro país mercancías por un total de US$ 8 millones.

Hacia el final de la década, el ciclo comercial bilateral comenzó a transitar por una abrupta fase de declive. De acuerdo a datos del Centro de Economía Internacional (CEI), volcados en el gráfico Nº 53, la reducción del 45% en el volumen total de los intercambios, en 1999, dio inicio a una pendiente de contracción de los flujos bilaterales. Para 2003, las transacciones de bienes entre ambas economías descendieron a US$ 129 millones dólares, menos de la mitad del monto registrado en 1998.

La razón fundamental de este encogimiento de los vínculos económicos radica en la confluencia de dos factores. Por el lado de Venezuela, la caída de los precios internacionales del crudo, que llegó a pisar la cifra histórica de US$ 10 dólares el barril en 1998, tuvo un impacto decisivo en el sector externo del país caribeño, que sufrió una disminución del 25% de sus exportaciones. En Argentina, el panorama era aún menos alentador ya que, a fines del 2001, se desató una de las crisis económicas más importantes de los últimos 50 años. Entre 1999 y 2002, todos los indicadores macroeconómicos y sociales se desplomaron y la actividad comercial experimentó una significativa desaceleración. Las importaciones pasaron de US$ 31.377 millones de dólares en 1998 a US$ 8.990 en 2002. Del mismo modo, teniendo en cuenta los totales de 1998 y 1999, las ventas nacionales al exterior, en un sólo año se redujeron en más de US$ 3.000 millones.

La dinámica en los flujos de inversiones entre ambas naciones experimentó un destino similar. Tuvo un moderado impacto a principios de la década del noventa, una fase de auge en la segunda mitad y sobre el comienzo del nuevo milenio comenzó a transitar el camino del declive. La diferencia que separa a estos dos aspectos de las relaciones económicas argentino-venezolanas, radica en la importancia superlativa que representaron los flujos de capitales durante su período de plenitud. La relevancia de las inversiones nacionales en la economía venezolana durante los años noventa revistió tal magnitud que se convirtió en el eje principal de los vínculos materiales entre ambos Estados.

De acuerdo con datos del Centro de Estudios para la Producción (CEP), entre 1997 y 2000, Venezuela se erigió como el 2º receptor latinoamericano de inversiones argentinas (después de Brasil), recibiendo el 17.7% del total invertido a nivel internacional. Asimismo, debido a este notable incremento de los flujos financieros, Argentina se colocó en el segundo lugar de importancia como inversor extranjero en Venezuela, superando incluso a EE.UU (Cuadro N° 18).

Durante este proceso de internacionalización de los capitales argentinos el común denominador lo constituyó su dinámica altamente concentrada. Pocas compañías dominaron la mayor parte de los capitales invertidos y el destino sectorial de dichos flujos se redujo a un pequeño número de actividades económicas. Es así que, de acuerdo con la CEPAL, del total de los capitales argentinos colocados en Venezuela en 1997, tres empresas (Pérez-Companc, Yacimientos Petrolíferos Fiscales -YPF- y Techint) acumularon una participación de más del 80% (Kosacoff, 1999: 8 página va para cita textual). Dentro de esta suma, los rubros de exploración y explotación petrolera, el sector siderúrgico y la construcción constituyeron los principales destinos sectoriales, sumando, en conjunto, alrededor del 75% del total entre 1990 y 1999.

Otro rasgo particular de este proceso fue su carácter breve y efímero. A pesar de haber mostrado un ritmo frenético en sus inicios, a comienzos del nuevo milenio la intensidad en el movimiento de flujos de capital se desmoronó abruptamente a raíz de la delicada situación política y económica que atravesaban ambos países.

Por el lado de Argentina, el colapso económico-financiero del 2001 impuso serias restricciones al mercado nacional de capitales. El modelo económico implementado en este país a partir de la década del 90, con antecedentes de la década del 70, había significado un cambio profundo en el patrón productivo, pasando de ser un modelo industrial sustitutivo de importaciones a uno que impulsaba políticas económicas de apertura comercial y de especulación financiera. Este modelo involucraba medidas relativas a la desregulación económica, privatización de empresas públicas y liberalización comercial y financiera, acompañadas por una moneda asociada a un patrón de tipo de cambio fijo vinculado al dólar, denominado Plan de Convertibilidad. La liberalización y dependencia financiera implicó que la economía quedara expuesta a las interrupciones en los flujos internacionales de capital, provocando severas crisis fiscales y monetarias. En ese sentido, durante los noventa se produjeron diversas crisis internacionales, como las crisis en México (1994-1995), Asia (1997-1998), Brasil (1999) y la mencionada del año 2001.

En el caso de Venezuela, las causas de la inestabilidad económica y política tienen su raíz en el agotamiento del modelo de desarrollo interno, producto de las debilidades estructurales de su sistema económico-productivo. Desde principios de la década del veinte, la explotación y comercialización masiva de los hidrocarburos se fue posicionando como el eje central de la economía nacional, desplazando rápidamente a la producción de bienes tradicionales como el café y el cacao, hasta constituirse en la mercancía de exportación nacional de mayor importancia (concentra más del 90% de las exportaciones en la actualidad) y en la principal fuente de ingresos fiscales para el Estado (históricamente, más del 50% del total).

Ahora bien, este alto grado de especialización en las actividades petroleras vuelve a su economía profundamente dependiente de los movimientos cíclicos de los precios del petróleo y de las coyunturas económicas de los países industriales (principales mercados de destino de las exportaciones de petróleo). Durante las décadas del sesenta y setenta, en un contexto generalizado de expansión económica internacional, los altos ingresos petroleros constituyeron la base para una expansión significativa del gasto público, lo que, sumado a la implementación de un modelo de sustitución de importaciones, generó un período histórico de prosperidad económica y social sin precedentes.

A fines de la década del ochenta, las circunstancias externas comenzaron a cambiar y el modelo económico empezó a mostrar sus flaquezas. Los precios internacionales del petróleo iniciaron una fase descendente que se extendió a lo largo de toda la década del noventa, llegando a un piso de US$ 10 dólares el barril. Asimismo, las políticas de apertura comercial y recortes del gasto del Estado, iniciadas por Carlos Andrés Pérez (1989-1993) y continuadas por Rafael Caldera (1994 – 1999), eliminaron las palancas tradicionales de crecimiento interno. La crisis económica constituyó el denominador común de este período y la inestabilidad política resultó inevitable.

De esta manera, el surgimiento de este nuevo marco tuvo un efecto inmediato sobre los flujos de capitales en Venezuela. En primer lugar, a causa de la disminución de los precios internacionales del petróleo, Venezuela se unió a la estrategia adoptada por la OPEP y decidió impulsar una reducción de la producción que favoreciera un alza de precios. Las empresas privadas nacionales y extranjeras comenzaron a ser afectadas por este recorte de producción y amenazaron con retirarse. En segundo lugar, se produjeron ciertas tensiones con multinacionales y capitales foráneos por la incertidumbre que generaba la popularidad de Hugo Chávez en las próximas elecciones presidenciales.

Como consecuencia, Venezuela dejó de ser un destino atractivo para los capitales foráneos. Entre 2001 y 2002, las inversiones argentinas en Venezuela sólo registraron 67 millones de dólares, contribuyendo con una participación irrisoria del 0.7% en el total invertido en la economía caribeña.


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