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LAS RELACIONES ECONÓMICAS ENTRE ARGENTINA Y VENEZUELA (2003-2008). EL IMPACTO SOBRE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Mariano Roark


 

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2.3 Evolución de la actividad productiva

El análisis de la evolución de los sectores económicos durante el período 2003 – 2008 y su comparación con la dinámica que estas actividades tuvieron en la década de los noventa, brinda elementos significativos sobre el rumbo de la estructura productiva argentina pos-convertibilidad.

En este sentido, a partir de una mirada general de la participación de los tres grandes sectores económicos en la formación del PIB es posible inferir una serie de tendencias claves que se abren tras la profunda crisis del 2001-2002. En efecto, como se observa en el gráfico Nº 37, durante el año critico del 2002 (cuando el PIB experimenta una caída de alrededor de 11 puntos porcentuales) el sector primario y terciario obtienen los puntos más altos de participación en los 15 años considerados, mientas que el sector secundario se deprime. A partir del 2003 la tendencia se revierte, el sector secundario inicia una etapa de crecimiento sostenido, mientras que el primario y el terciario se deprimen volviendo a los valores promedio de los años noventa.

Ahora bien, de acuerdo con datos del INDEC volcados en el gráfico Nº 38, al desagregar las actividades vinculadas a los sectores primario y secundario se deduce que, con excepción de la minería, la pesca y el suministro de electricidad, gas y agua (que tuvieron una evolución errática), todos los sectores experimentaron algún crecimiento a partir del 2002, destacándose por su intensidad las actividades de la construcción, la industria manufacturera y la producción agrícola-ganadera.

El caso particular de la evolución del sector de la industria manufacturera merece un análisis aparte. En primer lugar, resulta llamativo el alto nivel de dinamismo que ha demostrado el sector tras la crisis del modelo económico de los años noventa. De acuerdo con datos del CEI, tomando el período entre 1991 y 2001 (en aras de no incorporar el efecto de la crisis 2001-2002) la industria tuvo un ritmo de crecimiento promedio anual del 0,9%. Durante el régimen de pos-convertibilidad, entre 2003-2008, el sector manufacturero creció a un promedio anual del 11,2%, creciendo a una tasa anual media superior a la de la economía en su conjunto y revirtiendo el proceso de desindustrialización relativa de la década pasada (Cuadro Nº 8).

Por su parte, durante esta última fase de crecimiento de la economía argentina, la actividad de la construcción también ha mejorado su contribución relativa, al tiempo que los servicios no muestran cambios fuertes entre ambas fases, a excepción de la Intermediación financiera, que ha sido mucho menos dinámica. Con excepción del año 2005, las tasas anuales de crecimiento de la industria han superado en el período 2002- 2006 a las observadas por el PBI total; de todas maneras, en los últimos dos años (2007-2008) registran cierta desaceleración en comparación con el primer momento de la reactivación y asumen valores cercanos al promedio general (cuadro Nº 9).

2.4 Panorama social

La evolución del desarrollo social durante el período 2003-2007 presenta tanto elementos positivos como tareas pendientes. Como se mencionó previamente, desde el inicio de su gestión, el presidente Kirchner afirmó que su gobierno haría “especial énfasis en los aspectos sociales y en la lucha contra la pobreza y la exclusión” (Kirchner, 2003b). En base a este compromiso, una de las primeras acciones del Ejecutivo consistió en la expansión de la proporción del gasto público destinado a servicios sociales, en gran medida solventado gracias a la mayor recaudación fiscal y a la reducción significativa del servicio de la deuda externa (gráfico Nº 39).

Más allá de los mecanismos que se pusieron en marcha a raíz de la expansión del gasto social y de las múltiples causas que han impactado en la evolución del desarrollo social, es posible afirmar que, en líneas generales, la evolución de los índices de pobreza, indigencia y desempleo señalan el surgimiento de una tendencia significativa hacia la mejora de las condiciones de vida de la población. En este sentido, de acuerdo con datos del INDEC, entre 2003 y 2007 el porcentaje de población por debajo de la línea de pobreza experimentó una disminución del 56,7%, pasando de 54% en 2003 a 23,4% en 2007. La indigencia se redujo un 70,4% y el desempleo en 50,9% durante el mismo período (gráfico Nº 40).

Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) también demuestra una evolución favorable en la mejora progresiva del bienestar social. En este sentido, de acuerdo con la última medición mundial (PNUD, 2009), Argentina tiene un índice de desarrollo humano de 0,860 (el más alto en los últimos 30 años) lo que la ubica en el 46º puesto entre 179 estados. El PNUD considera a los países con un índice superior a 0,800 como de alto desarrollo humano. Además, la evolución del IDH en Argentina durante las últimas tres décadas ha sido ascendente, con la excepción del período 2000–2003, donde se observa una disminución atribuible a los efectos de la profunda crisis económica y social experimentada por el país en ese lapso (gráfico Nº 41).

Ahora bien, como revela un estudio reciente de la CEPAL (2008), las mayores reducciones de las tasas de pobreza e indigencia en el período 2002-2007 en América Latina tienen su origen en los efectos del crecimiento sobre los ingresos medios de los hogares más que en los cambios en la forma en que se distribuye dicho ingreso. Este fenómeno, como se verifica en el gráfico Nº 42, ha constituido el factor predominante en la reducción de la pobreza y la indigencia en Argentina.

En este sentido, Eduardo Basualdo (2008) en su estudio sobre la distribución del ingreso en Argentina, sostiene que en el marco del acentuado proceso de crecimiento que comienza en 2003, se registra una notable recomposición del salario real promedio y de la ocupación de mano de obra (gráfico Nº 43). Dentro de este contexto, Basualdo remarca que “es indudable que la reactivación de la producción industrial y de la construcción tuvieron un impacto de primer orden de importancia en el descenso de la desocupación (hacia fines del 2007 se ubica alrededor del 8% de la población económicamente activa), especialmente por el mantenimiento de un elevado coeficiente de empleo /producto en esas actividades económicas” (Basualdo, 2008: 317).

Ahora bien, a pesar de los significativos logros en materia de recomposición de la ocupación y aumento del salario real promedio -en gran medida atribuibles a la política que adoptó la actual gestión gubernamental en pos de la reactivación económica, en general, y de la reindustrialización, en particular -, si se traducen estas transformaciones en términos de la distribución del ingreso se constata una situación sorprendente que no parece estar en consonancia con esas modificaciones. En efecto, tal como se refleja en el gráfico Nº 44, la participación de los asalariados en el ingreso en el año 2007 (28%) es significativamente inferior a la vigente en 2001 (31%), es decir a la que estaba vigente antes de la crisis de la convertibilidad y la valorización financiera.

Siguiendo a Basualdo (2008), la explicación a esta aparente contradicción se encuentra en que el PBI, no solamente creció en forma continuada a tasas sumamente elevadas (entre el 8% y el 9% anual) entre 2002 y el 2007, sino que aumentó claramente por encima de la combinación de salario real y ocupación (masa salarial). En efecto, en el Gráfico Nº 44 se verifica que, mientras el PBI aumentó el 31% entre 2001 y 2007, la masa salarial (equivalente al salario real por la ocupación) lo hizo sólo en un 16%. Se trata de procesos definitorios en la evolución de la participación de los asalariados en el ingreso, porque la misma es el resultado del cociente entre la masa salarial (ocupación por salario real) y el PBI (equivalente al valor agregado o el ingreso generado anualmente en el país).

En conclusión, debido a la recuperación que registró el salario real y la ocupación durante los últimos años, las condiciones de vida de la clase trabajadora para el año 2007 son mejores que durante la crisis e incluso que antes de ella (2001), pero su participación en el valor agregado (en la distribución del ingreso) es menor porque el PIB creció más que la masa salarial. Visto del otro lado, “se puede decir entonces que el capital está en mejores condiciones que antes debido a que se apropió a través de sus ganancias de una porción mayor del valor agregado generado anualmente, registrándose una participación creciente del mismo en el ingreso” (Basualdo, 2008: 311).

Como consecuencia, a pesar de los avances que se han realizado en materia de bienestar social, Argentina sigue manteniendo un nivel de desigualdad medio-alto (cuadro Nº 10) -incluso dentro de los parámetros de una región tradicionalmente poco distributiva como América Latina- aunque inferior al de países como Brasil, Chile y México.


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