BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LA CAUSA REPUBLICANA

José López


 


Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (205 páginas, 1,57 Mb) pulsando aquí

 


b) A medio plazo: conseguir un debate público plural sobre la cuestión república-monarquía

Una vez que se haya conseguido que la causa republicana haya entrado en la agenda política, una vez concienciada mínimamente la ciudadanía sobre esta cuestión, lo siguiente es plantear un debate público sobre la misma. Se trata de conseguir un debate verdaderamente libre y plural para que la opinión pública pueda escuchar en igualdad de condiciones los argumentos de los republicanos y de los monárquicos. Este debate puede ser crucial para la causa. Si logramos que se haga en unas condiciones de igualdad frente a nuestros enemigos, y si logramos, además, que nuestras ideas sean defendidas con contundencia e inteligencia, entonces la causa republicana despegará definitivamente, habremos dado un gran paso para la causa.

Pero para ello es crucial que nuestras ideas puedan ser defendidas frente a los monárquicos en igualdad de condiciones. No debemos admitir el chantaje de que ciertas ideas, por ser supuestamente más mayoritarias en el momento actual, tengan más posibilidades de ser escuchadas por la ciudadanía. En una democracia, todas las ideas deben ser defendidas en igualdad de condiciones. La verdad no está necesariamente del lado de la mayoría. La plataforma unitaria republicana deberá luchar con todas sus fuerzas, sin sectarismos, por poder ser oída en un debate verdaderamente democrático, serio y profundo. No deberá caer en la trampa de participar en un debate insuficiente, viciado, superficial, banal o limitado, con el afán de poder ser oída. Y si así fuera, si consiguiéramos un debate mínimo, y nos conformáramos con él, nuestra primera intervención debería consistir en denunciar el mismo, en reivindicar el derecho democrático de que todas las ideas puedan ser defendidas por igual.

Pero tan importante como conseguir un verdadero debate, es actuar en él adecuadamente. En el debate república-monarquía se debe defender la República, sin apellidos, frente al sistema actual. No se trata de defender las distintas opciones republicanas en este primer debate, en esta primera etapa. Se trata de convencer a la ciudadanía para abolir la monarquía, para cambiar el modelo de Estado. Se trata de denunciar los graves déficits de la actual “democracia”, se trata de convencer al pueblo de la imposibilidad de desarrollar la democracia sin límites con una monarquía, se trata de denunciar a la monarquía actual, de decir todo aquello que tanto cuesta que llegue a la opinión pública, se trata también de concienciar a la ciudadanía de la importancia de la democracia, de la importancia de mejorarla y ampliarla. En este primer debate debe acudir un representante (o varios) consensuado por todas las organizaciones republicanas. En una asamblea popular de la coordinadora republicana se debe elegir dicho representante y se debe consensuar el discurso que debe hacer ante la opinión pública. En esta primera etapa no se trata de que las distintas visiones de la República se den a conocer en detalle. Ante la pregunta que seguro nos harán los monárquicos de qué tipo de república deseamos instaurar, simplemente habrá que responder que este proceso democrático debe hacerse por etapas y con el máximo protagonismo del pueblo. Nuestro representante deberá responder que hay distintas visiones, que todas ellas deben poder ser oídas por la ciudadanía y que la última palabra la debe tener el pueblo, que el modelo de república lo deberá decidir el pueblo mediante referéndum. Que esta transición no debe hacerse de espaldas a él. Que en este caso al pueblo se le deben presentar todas las opciones posibles para que elija la que más le convenza. En todo caso se puede remitir a otro debate para que se hable más en detalle sobre el modelo de república y sobre la transición a la misma. En este segundo debate todas las opciones deben tener las mismas oportunidades para explicar ante la opinión pública sus concepciones de la República.

Una de las cuestiones que desean explotar los monárquicos a su favor es el excesivo protagonismo que en ciertos sectores del movimiento republicano se da al asunto del derecho de autodeterminación. Los monárquicos desean que el movimiento republicano caiga en la trampa de centrar el debate república-monarquía en la cuestión de los independentismos. Una de las pocas formas que tienen los monárquicos de combatir la idea de la República es presentar a ésta como la que va a romper España. Desean que la ciudadanía vea a la monarquía como la garante del orden y a la República como la garante del caos. Juegan con el miedo de la ciudadanía a que se produzca una “balcanización” (no es por casualidad que Aznar usara este concepto), con el miedo de que vuelvan a reproducirse los acontecimientos de la Segunda República. Una vez más, como siempre, usan los sentimientos nacionalistas para manipular a la ciudadanía, para desviar la atención. Los defensores de la “integridad de la patria” recurren al ambiguo concepto de la soberanía nacional cuando la soberanía popular amenaza sus privilegios. A los supuestos defensores de la “patria”, ésta les importa un bledo porque al fin y al cabo ¿qué es la “patria” sino principalmente sus ciudadanos? Si de verdad les importara éstos estarían a favor de aumentar la soberanía popular, es decir, de desarrollar la democracia.

Ante esta cuestión, el movimiento republicano debe actuar de modo inteligente. Sin renunciar a sus ideales, debe actuar con astucia y prudencia. En el debate público república-monarquía, en la primera etapa en la que se trata de convencer a la ciudadanía de que es necesario sustituir a la actual monarquía por una república, en la que se defiende la idea de la República, sin apellidos, decíamos que no se trataba de defender los distintos modelos de república (esto se haría en una etapa posterior), sino que se trataba de defender la idea de que con la monarquía actual no puede avanzarse en democracia, se trataba de presentar a la República como la garantía del desarrollo democrático. Ante la deseada pregunta del representante de la derecha sobre si estamos a favor del derecho de autodeterminación, nuestro representante republicano debería responder que existen diversos modelos de república, que hay republicanos que están a favor del derecho de autodeterminación y otros que no lo están (como probablemente así será si conseguimos un movimiento republicano que abarque a amplias capas de la población). Debería responder que en todo caso la última palabra la tendrá el pueblo votando la constitución republicana que más le convenza. De esta manera se evita hacerles el juego a los monárquicos, deseosos de presentarse ante la opinión pública como los únicos garantes del “orden”. El movimiento republicano debe dar imagen de dinamismo, de progreso, de diversidad, pero no de caos. Cuando se produzca el debate de la segunda etapa, del modelo de república, ya habrá ocasión de defender el derecho de autodeterminación. Lo primero es combatir a la monarquía, es conseguir convencer a la ciudadanía de la necesidad de abolirla.

Y llegado el momento de defender el derecho de autodeterminación, habrá que hacerlo también de forma inteligente. En primer lugar, habrá que decir claramente que en una verdadera democracia nadie puede ser obligado a convivir con otros. La libertad de una sociedad también atañe a la libre determinación de los ciudadanos, a que puedan elegir cómo se organizan, con quiénes se organizan, a qué Estado desean someterse. En segundo lugar, habrá que quitar hierro al asunto y decir que en el hipotético caso de que ciertas zonas deseen separarse, esto lo harán mediante referendos democráticos en sus respectivas zonas, lo principal es que todas las partes defiendan sus ideas de forma pacífica, con debates públicos y plurales. Y en el caso de que algunas zonas decidan separarse esto tampoco debe verse como algo tan dramático, no es el fin del mundo. Lo dramático es el uso de la fuerza. Lo que hay que denunciar es el uso de la violencia, venga de donde venga, para imponer criterios unionistas o separatistas. Lo principal es que el movimiento republicano demuestre su voluntad de resolver estos problemas de forma pacífica y democrática, dando la oportunidad a que todas las partes puedan exponer sus argumentos, y sobre todo dando al pueblo la oportunidad de tener la última palabra. Remito a mi artículo “El derecho de autodeterminación”. La República debe ser vista como la que puede posibilitar resolver la cuestión nacionalista, incluido el terrorismo, problema que la actual monarquía ha sido incapaz de resolver.

La cuestión nacionalista, que será usada por los monárquicos para combatir a los republicanos, se puede volver contra los primeros si los segundos saben usarla adecuadamente. Los monárquicos que acusarán a los republicanos de posibilitar la ruptura de España deberán ser acusados por los segundos de ser ellos los que rompen España al no enfrentarse democráticamente al problema, al haber llegado a un callejón sin salida, al haber sido incapaces de resolver el problema de la violencia. Los monárquicos que acusarán a los republicanos de que con la República puede romperse España, serán acusados de haber imposibilitado una resolución pacífica del conflicto nacionalista. Con la importante diferencia de que los monárquicos hablan de un posible futuro mientras que los republicanos hablan de un seguro presente y pasado. Los republicanos deben acusar a los monárquicos del fracaso en la resolución de esta cuestión y deben reivindicar ante el pueblo la necesidad de probar otras vías, de dar una oportunidad a la República, la monarquía ya tuvo la suya. La cuestión de los nacionalismos, si los republicanos actúan con habilidad, se puede volver en contra de los monárquicos. A éstos les puede salir el tiro por la culata.

En tercer lugar, el movimiento republicano debe evitar dar excesivo protagonismo a esta cuestión, debe darle el protagonismo que se merece, ni más ni menos. Sin negar su importancia, la República no debe ser vista sólo como la que posibilitará la resolución de los conflictos nacionalistas, incluido el terrorismo. Debe ser vista sobre todo como la que posibilitará que el pueblo tenga el verdadero poder para decidir sobre esta cuestión, como para decidir sobre cualquier otra. El movimiento republicano debe insistir en que lo más importante es que los ciudadanos de lo que llamamos ahora España tengan el verdadero poder para decidir su futuro, tengan el verdadero poder para decidir qué soluciones emplear para los graves problemas que les afectan, como son el paro, la vivienda, la sanidad, el terrorismo, etc. De lo que se trata es de convencer a la ciudadanía de la necesidad de desarrollar la democracia para aumentar las posibilidades de resolver los grandes problemas que nos afectan a todos.

Pero los debates públicos no tienen por que limitarse sólo a la televisión pública. Hay que conseguir que se hagan en todos los medios posibles. Estos debates pueden madurar también en Internet. Y aquí la labor de todos los republicanos es fundamental. Es importante que en todos los foros, especialmente en los más concurridos, aunque sean inicialmente hostiles a la causa republicana, se produzcan dichos debates, especialmente y primeramente el debate república-monarquía. Como siempre digo, la lucha por la República debe hacerse en todos los frentes posibles, especialmente en el frente ideológico. El castillo hay que atacarlo por todos los lados simultáneamente, especialmente por sus puntos más débiles. Y sus puntos más débiles son sus ideas.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles