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LA CAUSA REPUBLICANA

José López


 


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7. Rumbo a la República

A continuación voy a detallar lo que podría ser una posible estrategia general para la instauración de la Tercera República española. Por supuesto, esto no son más que mis ideas, discutibles y cuestionables. Yo no soy ningún experto en política, simplemente soy un ciudadano corriente que intenta aportar su granito de arena. Sin embargo, como ya indiqué, la lucha por la República nos atañe a todos los ciudadanos, y por esto es deseable que el proceso de instauración de la República sea controlado y dirigido por el propio pueblo. Creo que es primordial que los ciudadanos corrientes nos involucremos todo lo posible en esta causa. Cuanto mayor protagonismo tenga el pueblo en la construcción de la República, mayor probabilidad de conseguir una verdadera democracia. No debemos dejar que el proceso de democratización se haga a espaldas del pueblo, esté protagonizado por cuatro expertos. Evidentemente, algunas cuestiones tendrán que ser implementadas por ciertos expertos, pero en líneas generales, el pueblo tiene que tener en todo momento la última palabra y el control. Es la mejor garantía para conseguir un sistema político que sirva a los intereses generales. Este apartado complementa al capítulo “En busca de la Tercera República” del libro “Rumbo a la democracia” (ver Apéndice B).

1) Unificación republicana

Es evidente que la unión hace la fuerza. Lo primero de todo es que se constituya una plataforma popular unificada por la República, o como se quiera llamar. En la actualidad ya existen ciertas iniciativas en paralelo, descoordinadas.

Por ejemplo, tenemos la Coordinadora Estatal Republicana, la Plataforma "Cultura, Progreso y República", la plataforma Unión por la Tercera República, diversas organizaciones como Unidad Cívica por la República o Ciudadanos por la República, etc. Pido disculpas si me olvido de algunas organizaciones, porque sin duda hay más. Todas estas iniciativas deben unificarse, coordinarse. Existe la percepción general de que la unificación es imperativa, pero las iniciativas hechas hasta el momento no han conseguido la tan deseada unificación republicana. Parece que estamos a punto de conseguirlo. Aunque no será fácil.

En la plataforma popular unificada por la República deben participar todas las organizaciones y personas que propugnen la Tercera República, de todos los signos, tanto partidos políticos, como sindicatos, como organizaciones sociales, como ciudadanos a título individual. Es imprescindible una coordinación a nivel estatal. En el Apéndice B detallo más cómo podría conseguirse la unificación republicana. Esta plataforma debe funcionar de forma escrupulosamente democrática, aplicando la democracia directa siempre que sea posible, siendo aconsejable el mandato imperativo. Las decisiones deben tomarse en asambleas populares donde se elija a los ejecutores y coordinadores de dichas decisiones, en las que los individuos elegidos para ejecutarlas no las puedan modificar por su cuenta. Su autonomía debe ser en cuanto a los detalles de implementación no en cuanto a las generalidades. De esta manera, con una democracia lo más directa posible, el control del proceso hacia la República, del movimiento republicano, lo tienen las bases, el pueblo, los ciudadanos que decidan unirse a la causa.

2) Plan estratégico global

Una vez constituida la plataforma popular unificada por la República, lo siguiente es establecer un plan estratégico global. En dicho plan deben fijarse objetivos a corto plazo, a medio plazo y a largo plazo. Cuando digo largo plazo no me refiero a que estemos hablando necesariamente de muchos años o décadas. No está claro si se podrá instaurar la Tercera República ni cuándo será posible hacerlo. Si es posible conseguirlo y el tiempo para lograrlo dependerán, entre otras cosas, de cómo y cuánto trabajemos los republicanos. Pero sí está claro que para conseguirlo, habrá que seguir un cierto orden, habrá que superar ciertas etapas intermedias, no podrá lograrse en dos días. Hay objetivos que pueden alcanzarse más pronto que otros. Y hay algunos objetivos que sólo podrán alcanzarse después de otros. Si, por ejemplo, pedimos directamente un referéndum antes de que las ideas republicanas hayan podido ser conocidas, antes de concienciar a la ciudadanía, sin un debate previo amplio y plural en el que los monárquicos y los republicanos puedan defender sus ideas públicamente en igualdad de condiciones, entonces la opción ganadora podría ser con bastante probabilidad la monárquica porque juega con mucha ventaja, con una propaganda de más de 30 años. Si queremos asegurar el éxito, debemos hacer las cosas en cierto orden. No podemos hacer el techo antes que el suelo. Ésta es la idea que intento transmitir cuando hablo de objetivos a distintos plazos. Si queremos hacer las cosas bien, si queremos que se instaure una república que merezca la pena, si el objetivo no es sólo la República sino una buena república, entonces necesitaremos un tiempo mínimo y una hoja de ruta con ciertas etapas a alcanzar secuencialmente en el tiempo. Las cosas bien hechas necesitan su tiempo. Las prisas y la impaciencia se llevan mal con la calidad. La improvisación es contrarrevolucionaria.

Por otro lado, para alcanzar cada uno de los objetivos deben plantearse las correspondientes estrategias. Estrategias que se deben complementar en diferentes frentes. La lucha debe hacerse simultáneamente en todos los frentes: político, sindical, social, cultural, ideológico, etc.

Los objetivos podrían ser los siguientes:

a) A corto plazo: situar en la agenda política la cuestión republicana.

Lo primero de todo es conseguir que la opinión pública conozca la reivindicación por la República. Para ello habrá que trabajar en varios frentes.

I. Frente político: iniciativas institucionales de promoción de la República y acoso a la monarquía.

En la actualidad ya existen algunas iniciativas. La Red de municipios por la Tercera República hace cierto tiempo que se constituyó. El Partido Comunista de España ha iniciado una campaña de firmas para pedir el control de las cuentas de la Casa Real. Estas campañas deben intensificarse. Se pueden iniciar campañas también para pedir un debate público sobre el modelo de Estado, para que se celebre un referéndum, para investigar al Rey, etc.

Sin embargo, es conveniente que las campañas se hagan en el momento adecuado. Primero conviene concienciar a la ciudadanía sobre la cuestión republicana. Una vez que la gente esté concienciada será más fácil que colabore firmando. Los partidos políticos con representación en las instituciones deben intensificar y priorizar la propaganda republicana. Deben aprovechar todas las ocasiones en que puedan expresar sus ideas en público para reivindicar la República. Desgraciadamente, la mayor parte de organizaciones republicanas no tienen la posibilidad de dar a conocer sus ideas en público, por lo que los partidos que sí tienen esa posibilidad deben aprovecharla al máximo.

En particular, deben denunciar abiertamente, insistentemente y en bloque las graves carencias de nuestra “democracia”, deben denunciar la corrupción generalizada, y deben pedir que se investigue a la monarquía. Si las acusaciones que han vertido ciertos personajes individualmente tienen visos de ser ciertas (me refiero a las denuncias de José Antonio Barroso y sobre todo del coronel Amadeo Martínez Inglés) entonces hay que presentar las correspondientes denuncias en las instituciones. Denuncias que deben ser presentadas por los partidos y no por personas particulares, o en todo caso, si así fuera, en representación de los partidos. La solidaridad con las personas que por su cuenta y riesgo han tenido el coraje de denunciar a nuestro actual Rey debe traducirse en sumarse en bloque a dichas denuncias.

Aunque no sea posible investigar al Rey con la actual legislación que le protege, hay que acosar a las instituciones, hay que poner en evidencia al Estado “democrático”. La mayoría de ciudadanos no son conscientes del hecho de que nuestro Rey sea impune. Incluso si es necesario se puede denunciar ante los tribunales internacionales.

IU (Izquierda Unida) y el PCE (Partido Comunista de España) deben definitivamente declarar la guerra a esta monarquía. Es hora de pasar de las palabras, de las declaraciones, de los actos simbólicos y aislados, de los pins, de las banderas, a la acción seria, sistemática y responsable. Es la última oportunidad que tienen antes de ser eliminados definitivamente de las instituciones. Deben darse cuenta de que la guerra contra la izquierda ya fue declarada hace más de 30 años cuando se diseñó una “democracia” con el objetivo básico de eliminarla, con una ley electoral especialmente diseñada para minimizar el poder del partido comunista, para marginarlo. Es importante acosar al sistema desde dentro también. Como decía Lenin, hay que aprovechar todas las oportunidades, legales y no legales. Esto no significa caer en la delincuencia o en la violencia, por supuesto. Significa usar tanto las posibilidades de la ley actual, sus resquicios, para nuestra causa, como los métodos no contemplados en ella, métodos de presión pacíficos. Es importante siempre usar métodos correctos, exquisitos, para impedir la fácil represión del sistema. No debemos caer en sus trampas, como la injuria. El sistema desea que nuestra lucha se haga de manera incorrecta para desprestigiarla frente a la opinión pública. No debemos cometer ese grave error.

Además, IU debe fomentar las reformas necesarias de nuestro sistema político. No sólo de la ley electoral, sino que todas las necesarias para conseguir una verdadera democracia (ver el capítulo “Los defectos de nuestra “democracia”” del libro “Rumbo a la democracia”). Evidentemente, la mayor parte de reformas demandadas, sino todas, serán rechazadas por los partidos principales del régimen. IU y UPyD (Unión, Progreso y Democracia) se han quedado solos defendiendo el cambio de ley electoral, como era de prever. El régimen no está dispuesto a ser reformado. Pero aunque así sea, de lo que se trata es de situar en la agenda política la regeneración democrática de nuestro país, de poner en evidencia al régimen supuestamente democrático. Como el sistema actual no admitirá los cambios, o en todo caso los minimizará, entonces la ciudadanía podrá darse cuenta, en primer lugar, de que se pueden hacer cambios, de que no se ha llegado al tope de la democracia, y, en segundo lugar, de que dichos cambios, el sistema actual no quiere hacerlos, es decir, se dará cuenta de la necesidad de cambiar el sistema. Se dará cuenta de que la causa republicana tiene una razón de ser, ha lugar. Se dará cuenta de que sin República no es posible avanzar democráticamente, o sólo es posible avanzar muy poco, en el mejor de los casos.

Pero para que todo esto sea efectivo, IU debe luchar por la libertad de expresión, por la libertad de prensa. No sirven de nada todas estas iniciativas si el pueblo no se entera de ellas. IU debe exigir a los medios, especialmente a los públicos, que informen de forma veraz y transparente de lo que ocurre en las instituciones democráticas. Debe exigir, por lo menos a la televisión pública, que informe sobre todas las iniciativas que ocurran en las instituciones, que dé voz también al movimiento republicano. Y si no es suficiente con exigirlo, entonces deberá presentar las correspondientes denuncias ante los tribunales competentes, incluso llegando a los máximos tribunales si es necesario (como el Tribunal Constitucional), incluso llegando a los tribunales internacionales de derechos humanos si no hay más remedio. IU debe exigir con firmeza y contundencia que se cumpla la libertad de prensa, pilar esencial de toda democracia. Debe denunciar formalmente ante la ciudadanía y ante los tribunales competentes la censura sistemática que sufre el movimiento republicano.

Los militantes y votantes de IU deben presionar a sus dirigentes para intensificar la ofensiva republicana a gran escala y en todos los frentes. Si IU no responde, si no asume su enorme responsabilidad, como única (o principal) fuerza que puede contribuir a la causa republicana desde dentro del sistema, entonces las organizaciones populares republicanas deberán instar a los militantes, a los votantes, a la ciudadanía en general, a dar la espalda a dicha organización y dejar de apoyarla, y deberán asumir las iniciativas institucionales no asumidas por IU allá donde sea posible. El proceso republicano debe ser controlado desde las bases. Éstas deben presionar hacia arriba en todo momento. IU debe demostrar con los hechos sus verdaderas intenciones. Esperemos que responda ante el enorme desafío republicano porque si no la lucha por la República será mucho más complicada, pero no imposible.

Además de todo lo anterior, y no menos importante, se debe constituir una coalición política republicana que se presente a las elecciones abanderando la causa republicana. Sin importar de dónde venga dicha coalición, es importante que todos los republicanos tengamos cierta opción política a la que votar. Y para concentrar los votos republicanos, es obvio que dicha opción debe ser única, es imprescindible que todas las fuerzas republicanas se coaliguen. Lo lógico es que esto se haga alrededor de las organizaciones más fuertes e importantes, en este caso IU. Pero si esto no se consigue, o si dicha formación lo hace en base a la razón de la fuerza, si no lo hace de forma democrática, sino que lo hace imponiendo sus criterios, entonces quizás lo más prudente sería promocionar la abstención como forma de denuncia del sistema “democrático” actual. Si las fuerzas republicanas no se ponen de acuerdo en elegir representantes o en consensuar un programa, siempre será más probable que, por lo menos, se puedan poner de acuerdo en fomentar la abstención, en boicotear esta falsa democracia. Como ha quedado demostrado en varias ocasiones, es muy difícil que una coalición de izquierdas construida al margen de formaciones institucionales pueda acceder a las instituciones. El sistema “democrático” monárquico está diseñado de tal manera que es muy difícil que aparezcan nuevos partidos (especialmente de la izquierda transformadora) en el panorama político, que accedan a tener representación en las instituciones. Simplemente porque no se les da la oportunidad de darse a conocer, porque se da más opciones a las formaciones que más representación tienen ya, es decir, se cierra las puertas en la práctica a nuevas formaciones.

Por esto, si no se consigue la unidad republicana alrededor de alguna formación que ya tenga cierta representación, y que por tanto, tenga alguna opción de dar a conocer sus ideas en los grandes medios, entonces es muy poco probable que la lucha por la República pueda hacerse desde dentro del sistema, usando los mecanismos de la actual monarquía. En tal caso, no queda más remedio que pasar a la lucha alegal, que no ilegal. Como decía, primero debemos intentar la lucha por la vía legal, desde dentro del sistema, pero si ésta no es posible, entonces hay que recurrir a otros métodos al margen de los mecanismos existentes en la legalidad actual, hay que luchar desde fuera del sistema. En este caso, lo más eficaz es promocionar la abstención, el boicot general a esta farsa democrática. Por supuesto, también será difícil promocionar la abstención, pero a diferencia de la promoción de cierta formación concreta, donde debe explicarse mucho, todo un programa, en el caso de la abstención, de lo único que se trata es de hacer ver a la gente que no sirve de nada votar, como los hechos han demostrado de sobras en los últimos años. Siempre es más fácil defender un boicot que un programa. Y dado que tendremos enormes dificultades para promocionar nuestras ideas, cuanto más sencillas sean éstas, mejor podremos promocionarlas. Además, de forma natural, la abstención en estas falsas democracias tiende a aumentar en el tiempo porque la gente, sin necesidad de que nadie se lo explique, se va poco a poco dando cuenta de que su voto vale de bien poco, de que independientemente de a quién vote, sus problemas siguen en esencia igual. La tendencia natural de un sistema que no es realmente democrático es que la participación ciudadana vaya disminuyendo. Esta tendencia la combate el sistema a través del bipartidismo, fomentándolo y tendiendo prácticamente hacia un empate permanente, de tal forma que la gente piense que su voto es imprescindible para decantar la balanza de un lado u otro. Remito al capítulo “Por la democracia, abstención” del libro “Rumbo a la democracia” y al libro “Las falacias del capitalismo” donde hablo con más detalle sobre estas cuestiones.

Es obvio que es fundamental conseguir una unidad republicana. Si no conseguimos una mínima unidad, la lucha republicana está prácticamente condenada al fracaso antes de empezar. Remito, una vez más, al apéndice B. Y es obvio, que lo ideal es conseguir dicha unidad alrededor de alguna formación presente en el sistema monárquico actual, en este caso IU. De esta forma la lucha tiene más probabilidades de tener éxito.

II. Frente sindical: los sindicatos deben contribuir también a la promoción de la causa republicana.

En cualquier reivindicación sindical debe aparecer la cuestión republicana. Los sindicatos deben hacer ver a los trabajadores la importancia que tiene la democracia en las condiciones laborales. En las manifestaciones deben aparecer pancartas por la República, banderas tricolores. En los mítines, en las revistas, en los boletines, en los correos electrónicos enviados regularmente a los trabajadores de las empresas, se debe hacer propaganda republicana, se debe promocionar la prensa alternativa, se debe recomendar ciertos libros, ciertas películas, ciertos documentales. Los sindicatos pueden jugar un papel esencial en la concienciación de la clase trabajadora.

Además de a las luchas parciales, con objetivos concretos a corto plazo, deben contribuir a la lucha global, con objetivos a largo plazo. Es evidente que la prioridad absoluta en momentos de crisis como el actual es luchar por el empleo, por los pocos derechos laborales que tenemos. Se necesita una movilización general contundente de la clase trabajadora. Primero para defenderse y a continuación para atacar, para pasar a la contraofensiva. Y la mejor herramienta para la lucha sindical es y ha sido siempre la huelga general. Una huelga general es una revolución en miniatura. Es un paso importante en la lucha de clases. Como dice Alan Woods: En la dialéctica, más pronto o más tarde, las cosas se transforman en su contrario. En las palabras de la Biblia, “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”. Lo hemos visto muchas veces, especialmente en la historia de las grandes revoluciones. Secciones previamente atrasadas y pasivas pueden ponerse al día de golpe. La conciencia se desarrolla mediante saltos bruscos. Esto se puede ver en cualquier huelga. Y en cada huelga podemos ver elementos de una revolución, aunque en un estado embrionario, no desarrollado. En este tipo de situaciones, la presencia de una minoría consciente y audaz puede jugar un papel similar al de un catalizador en una reacción química. En algunos casos, incluso un solo individuo puede jugar un papel absolutamente decisivo.

La lucha sindical es imprescindible. Pero también hay que recordar que la lucha sindical es insuficiente, debe formar parte de una lucha más global, una lucha política. Los sindicatos deben contribuir también a la lucha política. La lucha sindical y la lucha política se complementan. Las condiciones laborales dependen del contexto político. Los sindicatos deben hacer ver a los trabajadores que es muy difícil conseguir condiciones dignas para los trabajadores con el capitalismo actual, con un sistema donde los trabajadores no tienen ni voz ni voto en sus empresas. Deben concienciar a los trabajadores de que los parches, aunque necesarios, son insuficientes, de que la lógica del capitalismo les condena tarde o pronto a la precariedad laboral, a la pérdida de poder adquisitivo, a los despidos. De que la única manera de conseguir condiciones dignas de trabajo, a largo plazo, es con un sistema donde la democracia esté presente en las empresas. Deben concienciar a los trabajadores de la necesidad de desarrollar la democracia, de que ésta llegue a todos los rincones de la sociedad, incluido el económico. Deben hacerles ver que no es posible una sociedad verdaderamente democrática si su motor, como es la economía, no funciona de forma democrática. Y para conseguir esto es imprescindible desbloquear el desarrollo democrático, es necesario conseguir un sistema político verdaderamente democrático, es necesaria la República, la verdadera República, la cosa pública.

Y como ya dijimos para el caso de las formaciones políticas, las bases deben presionar para que los sindicatos contribuyan a la causa republicana. Los sindicatos que no contribuyan a la causa, que no demuestren con los hechos que están del lado de los trabajadores, y esto puede percibirse especialmente en épocas de crisis, deberán ser marginados por los trabajadores. Las organizaciones republicanas pueden contribuir, y mucho, a desenmascarar a los sindicatos amarillos. Los sindicatos que de verdad estén del lado de los trabajadores, que demuestren ser combativos, que practiquen la lucha de clases, deberán aprovechar para ganar terreno entre los trabajadores. La causa republicana y la crisis son una oportunidad histórica para que los sindicatos minoritarios se unan y ganen adeptos frente a los sindicatos vendidos al sistema. Pero también son una oportunidad histórica para que los grandes sindicatos reconduzcan sus actuaciones y por fin defiendan contundentemente los intereses de los trabajadores, si es que ello es aún posible. Si esto no es así, si los grandes sindicatos no cambian de actitud, se condenan a ellos mismos.

III. Frente social: las organizaciones populares deben promocionar la República en la calle y en Internet. La plataforma popular unificada por la República debe ser el epicentro del movimiento republicano.

Complementándose a la lucha en los frentes político y sindical, las organizaciones populares republicanas, de forma coordinada dentro de la plataforma estatal por la República, deberán, por un lado, controlar el proceso hacia la República, instando a las organizaciones políticas y sindicales a realizar las acciones que se hayan decidido en las asambleas, es decir, haciendo que respondan ante el movimiento republicano, y por otro lado, deberán luchar también en distintos frentes por la causa. Hay que intensificar la lucha en la calle y en Internet.

Las manifestaciones por la República deben hacerse de forma simultánea en las principales ciudades del Estado, hay que promocionarlas más, hay que denunciar las censuras sufridas, etc. En el artículo “La ofensiva republicana” hablo de todo esto con más detalle (ver Apéndice C). Y simultáneamente hay que intensificar la lucha en Internet. Se debe incitar a todos los republicanos a ser más activos en los foros de la Red, a complementar el activismo colectivo con activismo individual. Todos deben poner su granito de arena. Así se consigue distribuir el esfuerzo y hacernos oír con mucha más fuerza. Con un poco de esfuerzo de cada uno de nosotros podemos conseguir mucho. Se debe incitar a cada individuo a promocionar también la causa en su círculo personal, a convencer a sus familiares, a sus amigos, a sus compañeros de trabajo, etc. Granito a granito conseguiremos hacer una montaña. La República nos beneficiará a la inmensa mayoría de ciudadanos, somos muchos los potenciales republicanos. Usemos nuestra principal fuerza: la fuerza de la mayoría. Construyamos entre todos una mayoría republicana.

Particularmente interesante es el frente cultural. Se pueden organizar actos culturales de todo tipo que promocionen la causa republicana. Se debe ir creando cultura republicana. Se pueden organizar conciertos, exposiciones, comidas, festivales, eventos deportivos, debates públicos (no sólo en locales como los ateneos, sino también en las plazas mayores de las poblaciones, en la calle), proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales, presentaciones de libros, promociones de páginas Web, referendos simbólicos en los que la población pueda elegir entre república y monarquía (imitando la iniciativa independentista en Cataluña) precedidos de los correspondientes debates públicos (porque si no es así, entonces los resultados de dichos referendos pueden ser contraproducentes a la causa republicana, hay que tener en cuenta que la población sólo ha podido, hasta ahora, oír a los monárquicos que llevan más de 30 años de propaganda; con debates públicos en los que ambas opciones, la monárquica y la republicana, puedan exponer sus argumentos en igualdad de condiciones, aumentará notablemente la gente a favor de la República), etc. Todos estos actos públicos pueden ayudar poco a poco a difundir la causa republicana. Esto ya empieza a hacerse, pero hay que hacerlo con mucha más frecuencia e intensidad. Es importante simultanear y coordinar los actos republicanos a nivel estatal. Es importante usar la originalidad y la imaginación. Frente a la censura monárquica hay que crecerse y llamar más la atención.

La plataforma unificada popular por la República debe diseñar estrategias generales de acoso a la monarquía, campañas coordinadas de propaganda republicana, en todos los ámbitos de la sociedad, a todos los niveles. Debe ser el cuartel general de la causa republicana, el foro de debate de todos los republicanos.


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