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LA COMUNICACIÓN EDUCATIVA EN EL PERFECCIONAMIENTO DEL PROCESO DOCENTE-EDUCATIVO

Lázara Raquel Sosa Sosa y otros


 


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7.3 La Función Afectiva

La comprensión mutua representa el aspecto afectivo de la comunicación; determina los estados emocionales del hombre en su relación con otros, el nivel de tensión emocional de la comunicación interpersonal. Se refiere a la comprensión tanto intelectual como emocional del interlocutor, que permita el desarrollo de relaciones de simpatía y amistad entre los participantes en el proceso de comunicación.

Este es el aspecto más complejo y profundo de la comunicación, que implica que en el acto comunicativo se tomen en cuenta los motivos, propósitos y actitudes del otro, comprenderlos y aceptarlos intelectualmente, compartirlos emocionalmente, asimilarlos a la conducta propia.

En el enfoque histórico cultural se concede gran importancia al estudio de los procesos afectivos. Por una parte la efectividad del aprendizaje depende en gran medida de que los motivos en el sujeto que aprende coinciden con el objetivo de adquirir conocimientos y desarrollar habilidades y capacidades y por la otra, los aspectos éticos y emotivos no pueden formarse ni expresarse haciendo abstracción de los componentes cognoscitivos, como expresión de la unidad que el plano psicológico se da entre lo afectivo y lo cognoscitivo y en lo pedagógico se expresa en el principio de la unidad entre la instrucción y la educación.

Esta es la función que resulta más difícil realizar a través de las TIC pero sin embargo hay experiencias e intenciones por solucionar esto. Para algunos la comunicación mediada por computadoras facilita el intercambio para algunos sujetos que le resulta más fácil comunicar sus inquietudes, opiniones, etc. a través de la máquina que en la relación directa.

Con vistas a facilitar la interacción y encaminado a lograr una aproximación en este sentido se establecen en las relaciones entre los cibernautas determinadas normas tales como: “Debe quedar claro al receptor de los mensajes el nombre de quien los envía”; ”Queda prohibido enviar mensajes a un grupo, o a un usuario que no los quiera recibir”. “El contenido de los mensajes no debe ser nunca insultante, injurioso, ofensivo u obsceno”.

Así también se establecen determinados símbolos para expresar estados de ánimos.

Las nuevas tecnologías posibilitan no solo el trabajo grupal sino el desarrollo del grupo. Estas experiencias se enmarcan dentro del llamado “aprendizaje colaborativo asistido por computadoras”, donde participan profesores y alumnos mediando la computadora.

La perspectiva tradicional de la educación está cambiando a pasos agigantados. Las redes no sólo sirven como vehículo para hacer llegar a los estudiantes materiales para la autopreparación, sino para crear un entorno fluído y multimediático de comunicaciones entre los participantes del proceso de enseñanza-aprendizaje.

8. El Proceso Docente-Educativo como Proceso Comunicativo.

El proceso docente-educativo se ha abordado tradicionalmente, en los textos y en la práctica cotidiana, como actividad en la que se involucran maestros y estudiantes. Se enfatizan los objetivos, el contenido, los métodos, etc., como componentes no personales del proceso, y se declaran o abordan de manera superficial, los sujetos del mismo.

En la actualidad, las investigaciones pedagógicas y los teóricos de esta esfera acentúan cada vez más el carácter interactivo, comunicativo, del proceso; incluso para algunos, las relaciones interpersonales (entre alumnos y profesor-alumno) determinan la efectividad del aprendizaje al margen de la organización más perfecta de las acciones y operaciones previstas por el maestro. Esta posición extrema nos lleva a desestimar las exigencias de la actividad y puede ser tan nociva como aquellas que minimizan el papel de las relaciones.

Podríamos hablar de la actividad pedagógica y de comunicación pedagógica. Al considerar la actividad como relación S-O y la comunicación como relación S-S, en el proceso docente-educativo, en la educación en un marco escolar, estos procesos no transcurren como paralelos e independientes; la estructura y funciones de la actividad se dan en una relación entre sujetos, y ambas formas de relación (si es que pueden separarse) tienen un valor relativo en diferentes momentos del proceso; momentos que, por otra parte, solo pueden aislarse para su estudio.

Un niño que soluciona un problema matemático o escribe una composición está centrado en la tarea; realiza un sistema de operaciones para alcanzar la acción propuesta, que a su vez se inserta en un sistema complejo de acciones establecidas en la(s) clase(s), sin embargo, esta tarea fue orientada de determinada forma por el maestro (o por otro niño, o por el grupo, si se utilizan métodos cooperativos de enseñanza), comprendida de cierta forma, aceptada por el niño, reforzados o no los logros en su desarrollo, enmendado o no por el orientador en el control que se realiza durante la ejecución, etc. a través de la comunicación interpersonal.

Visto desde el ángulo inverso, se puede lograr una buena comunicación entre el que orienta y el niño que realiza la tarea, sin embargo, si la calidad de las acciones y operaciones orientadas no es las requerida para lograr una educación desarrolladora los resultados del proceso no son los deseables.

Todas las formas organizativas que adopte el proceso docente-educativo en la escuela requieren de la comunicación, tanto de forma directa, entre sujetos, como indirectas, a través de los productos del trabajo humano: textos, materiales, etc.

Incluso el trabajo independiente del alumno está mediatizado por un nivel orientador establecido a través de la comunicación con otros. La clase, forma fundamental del proceso, en todas sus variantes metodológicas, exige comunicación interpersonal de mensajes. Vista de la forma tradicional, el emisor (maestro) trasmite un mensaje (contenido de aprendizaje) con determinada intención (cumplimiento de los objetivos) a un grupo de receptores (alumnos) para lograr ciertos fines (aprendizaje) utilizando para la valoración de estos fines el control (retroalimentación).

Este análisis simple (o simplista) demostraría el cumplimiento en la clase del esquema más elemental de la comunicación como proceso. Refleja, sin embargo, la transmisión del contenido en un solo sentido, vertical, y asigna al maestro el papel privilegiado de emisor único, mientras le corresponde al alumno el de receptor-reproductor de la información recibida.

Esta forma de analizar el proceso docente como proceso comunicativo se corresponde con una concepción tradicional de la enseñanza y el aprendizaje.

Incluso sin analizarla desde las posiciones pedagógicas más extremadamente “renovadoras” que eliminan o minimizan el papel del maestro en el proceso, o desde las más “democráticas” que considera la importancia del maestro y le asignan al alumno el papel de interlocutor activo, esta visión de la comunicación en el clase (o fuera de ella, en el trabajo extra docente) resulta insuficiente si no contempla que los sujetos que intervienen constituyen personalidades con características específicas, con una historia individual propia, y que las relaciones comunicativas entre ellos no se reducen al cumplimiento de los roles de emisor y/o receptor, sino que en ellas, en primer lugar, intervienen las subjetividades de cada personalidad implicada en la comunicación pedagógica, y en segundo lugar, que esta se desarrolla en determinado espacio psicológico, en un contexto situacional específico que propicia o inhibe determinadas formas de manifestación de esa(s) personalidad(es).

La comunicación en el proceso docente no se puede simplificar entonces a la participación del maestro y del alumno como emisores y receptores, y a la dirección del flujo de información, aunque debe tenerlos en cuenta; constituye “un fenómeno complejo, donde se relacionan diversos sujetos,..., sobre las bases de reglas previamente establecidas, en un determinado contexto educacional. En este proceso de creación, recreación y negociación entran en juego práctica comunicativas de diversas índole: verbales, no verbales, audiovisuales, kinestésicas, etc; que se interrelacionan para constituir universos de significación” , y que determinan, en una compleja urdimbre de hechos y fenómenos pedagógicos, el nivel de efectividad del proceso docente previsto o improvisado por el maestro como protagonista que tiene en sus manos la dirección por diversas vías, medios y formas de esta proceso.

Así, “El maestro, de acuerdo con el plan de estudios, los objetivos específicos de la disciplina que imparte, y sus conocimientos y habilidades personales, elige la o las formas y los medios a través de los cuales transmitir los contenidos: el discurso magisterial, los textos escolares, los materiales audiovisuales, la discusión grupal, las dinámicas de grupo, entre otros, cada uno de los cuales tiene lenguajes, códigos y características específicas.

El maestro no solo debe dominar los diferentes códigos y lenguajes, o sea, las exigencias internas de cada método y procedimiento, lo que de por sí es complejo, si quiere asegurar la transmisión de un significado, sino que debe considerar siempre que en la relación pedagógica cada estudiante asigna su propio sentido al mensaje en función de diversos factores: motivacionales, códigos socio-culturales y conocimientos previos entre otros.

El proceso docente-educativo como proceso comunicativo se caracteriza entonces no solo por intercambio de información (verbal y no verbal) que constituye el contenido de enseñanza-educación, sino por las relaciones entre sujetos (maestro-alumno y entre alumnos) que caracterizan y exigen una verdadera comunicación interpersonal muy diferente a otras formas de comunicación. Este intercambio de información exige un orden y sistematicidad que permitan la elaboración, la construcción de los conocimientos deseados por cada estudiante, pero requiere, además, tener en cuenta multiplicidad de acciones comunicativas entre los protagonistas del proceso.

Por el rol social que desempeña, el maestro debe conocer, entonces, las exigencias de la comunicación pedagógicas y desarrollar sus habilidades comunicativas como docente. Ello resulta totalmente insuficiente si no se trata como objetivo fundamental en la educación de la personalidad de sus alumnos, el desarrollo de las capacidades comunicativas necesarias para que estos sean sujetos activos de su propio aprendizaje en la escuela y en todas las relaciones sociales que establece.

La comunicación no es solamente, para la escuela y para el maestro, proceso por el cual el niño se apropia de la experiencia histórica, sino es además experiencia histórica que debe asimilar.


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