BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CATARSIS POR BARRÍOS

Mario Antonio Turcios Flores


 


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Capítulo 1: Orígenes del Caserío Barríos

Barríos, caserío perteneciente al cantón Nombre de Jesús en el oriental departamento de Morazán.No se sabe con exactitud quienes fueron los primeros pobladores del caserío Barríos; pero seguramente, aunque lo pronunciamos con diferente acento, su nombre debe hacer honor a uno de los personajes más trascendentales de la historia salvadoreña, al general Gerardo Barríos, quien fuera presidente de este país de 1859 a 1863, éste efectuó varias reformas olvidadas en los textos morazánicos: laicismo de la enseñanza, separación de la Iglesia del Estado y la introducción del cultivo del café.

Y Francisco Morazán, a quien obedece el nombre del departamento “Morazán” fue caudillo que gobernó 1830 a 1839. Su esfuerzo estuvo dirigido a mantener la unidad de la patria grande, la unidad de Centroamérica. Entonces, de alguna manera los ideales de los pobladores del caserío Barríos debieron estar relacionados a los pensamientos de revolución de estos hombres.

No sabemos cómo se formó Barríos, pero sí conocimos del empeño, unidad y el entusiasmo por la vida de aquellos hombres y mujeres de condiciones humildes; siempre estuvieron ligados a la agricultura y la ganadería, en algún momento de su historia también a minas de oro y plata.

Otra argumento del nombre, quizá un poco ingenuo, pero que dentro de la idiosincrasia salvadoreña, es posible; es que el caserío se estableció a la vera de un río, el Río Seco, de agua caudalosas y cristalinas, en su momento espacio de diversión para grandes y chicos, especialmente las pozas de la “Pata de Gallina” o de “El Conacaste”. Ahora el Río Seco está contaminado como la mayoría de afluentes de este país, pero purificado de melancolía y recuerdos de los sobrevivientes de la masacres. Entonces su cercanía al río pudo haber originado el nombre del caserío “Ba-rrío”.

Según narraba mi mamá la comunidad de Barríos fue víctima de la enfermedad mortal de la viruela, padecimiento propio de las poblaciones más pobres, en la década de los años 20`s del siglo pasado. Ese es el primer referente que tenemos.

La viruela tras un periodo de incubación de 7 a 17 días, aparecía una fiebre alta y dolor de cabeza que tumbaba a las personas en cama y luego aparecían erupciones en la piel, especialmente en la cara, palma de los pies y manos. Este virus infectaba el corazón, pulmones y cerebro de quien la padecía. Esta enfermedad fue fácilmente transmisible a través de la ropa, al usar utensilios de cocina de pacientes que la padecían, y si éstos tosían expandían más la enfermedad. Yo considero esa fue la primera masacre del siglo pasado. La pobreza de nuestra gente y el poco acceso a los hospitales aceleró la muerte.

Muertos que vuelven a la vida

El caserío respondió de la única forma que podía; con solidaridad; los menos enfermos cuidaban de los más enfermos.

Seguramente en la fase de postración del paciente, los pobladores los enterraban en huecos improvisados en la tierra, la sorpresa para todos es que horas después, las personas que supuestamente habían muerto víctimas de la viruela volvían a la vida; con sus escasas fuerzas luchaban por salir de sus improvisadas sepulturas. Eso indica que no había un profesional de salud cerca que conociera de ausencia de signos vitales.

Mi mamá da cuenta que cuando notaron que estaban enterrando a los vivos pero convalecientes, se dieron a la tarea de desenterrar a los supuestos cadáveres; al final a la viruela no sobrevivió nadie, ni siquiera los animales eso justifica el uso de este virus en las guerras biológicas.

De los estragos que causó esta epidemia solo quedó el “Cementerio de los Virulentos”, ubicado entre el cantón Santa Rosita y el Cantón el Corosal. Barríos quedó desolado. Entre las viviendas de bahareque y adobe se paseaban los espíritus de esta generación de campesinos solidarios.

Barríos resucita con el oro y la plata

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX el capitalismo pasa a una etapa superior. Estados Unidos de Norte América, Inglaterra y otras potencias van a la conquista e incremento de sus capitales. Mientras en el resto de países de Centroamérica se explotaba la fruta, en El Salvador se inauguraba el ferrocarril, los puertos de Cutuco en La Unión y Acajutla en el otro extremo del país en Sonsonate. Estados Unidos era un mercado determinante para el café salvadoreño. La minería también fue otro rubro explotado por compañías extranjeras en ese contexto llegó al caserío un estadounidense, al que le decían “El Gringo” y compró las tierras de Barríos.

Mi papá daba cuenta que “el gringo” no era tan rico, pero una vez comenzó a explotar las minas de oro y la plata de la zona se enriqueció. Trabajó muy duro y daba oportunidad a sus trabajadores de poseer pequeñas parcelas de tierra, propias para construir su rancho y mantener animalitos; los nuevos habitantes de Barríos pagaban un colón (moneda antigua) al año por vivir en las tierras de “el gringo” y cultivarlas.

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Virgilio Flores motivado por esa bonanza llegó al caserío Barríos, procedente de San Francisco Gotera, la capital de Morazán. Virgilio quedó huérfano de padre y madre siendo un niño, su padre Juan Pérez murió dejando embarazada a su mujer Transito Flores.

Transito murió cuando daba a luz a Juan y desde entonces Virgilio se convirtió en el protector de su hermano durante diez años. Luego Virgilio y Juan fueron separados, a Juan se lo llevaron para Honduras y Virgilio con menos de doce años se fue a buscar trabajo a las haciendas de San Miguel.

Un hacendado de apellido Rodríguez tenía crianza de cerdos, Virgilio comenzó a trabajar con él a cambio de la comida. Únicamente comida; el hacendado Rodríguez le negaba el café porque su trabajo no era suficiente para ganarse el café.

Las noches le parecían más oscuras, el frío le hacía estremecer sus frágiles huesos; tampoco su trabajo era suficiente para abrigo. Virgilio se arropaba con los peleros que se usaban para ponerles a los caballos bajo las monturas.

Se levantaba a las 3 de la mañana a reunir los cerdos, sus únicos amigos, lograba juntar hasta 15 animales y los llevaba al rastro de San Miguel. Caminaba durante tres horas para llegar a ese destino. Al regreso a la hacienda era igual. No conoció escuelas, ni zapatos, ni juguetes, ni siquiera se dio cuenta que fue un niño. Apenas si vestía.

Virgilio nació en 1917, luego de trece largos años de sufrimiento y soledad llegó a Barríos movido por la esperanza de una vida mejor y buscando la resurrección que le proporcionaría el trabajar como minero de oro y plata al lado del Mr. Thompson; “El Gringo”. Ese fue mi padre, el niño sin infancia, que lloró el frío de la soledad, el adolescente que llegó a Barríos buscando la vida, el hombre que luchó y se adaptó a los cambios.

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Para 1941 Virgilio decidió arriesgar el todo por el todo. Con 24 años de edad ya tenía fama su mal carácter, lo que nadie sabía es que fue moldeado por los golpes de la vida. Para Virgilio era el tiempo de hacer familia. Frente a sus ojos creció aquella niña diminuta, de lacio cabello, con el color de la canela y olor a río. Caminaba frente a él y se desconcentraba, algo estremecía su cuerpo, no era soledad como cuando fue niño sino la necesidad de tener compañera para su vida.

Osó y pidió la mano de la niña, María Dolores Turcios Benítez, era su “gracia”, menor que él, diez años. Don Eulogio Turcios y Ana Cleta Benítez eran los progenitores de aquella niña. La respuesta a la elegante petición fue negativa, Don Eulogio y Doña Ana Cleta argumentaron el mal carácter de Virgilio poco digno de María Dolores; la niña que protegieron y mimaron.

La situación los obligó a fugarse en nombre del amor que los unía. Se fueron al cantón vecino El Corosal una mañana de neblina. La fuga de aquellos enamorados fue la noticia durante un buen tiempo, el morbo se paseaba en el caserío. Una vez el ambiente volvió a la normalidad, la nueva pareja legitimada por el amor y la esperanza regresó al caserío para procrear quince hijos, entre ellos yo. Virgilio fue el mejor esposo y nunca se separó de sus hijos.

Los Flores Turcios fueron una de las nacientes estirpes de Barríos. La agricultura y la ganadería, el oro y plata de Mr. Thompson dieron el brillo de la resurrección al caserío, pronto otros llegaron a poblar el caserío.

En aquel lugar todo era paz y tranquilidad, ahí vivieron las tías de mi mamá, y luego las primas de mi mamá se casaron y creció la población en el lugar. Estaba mi tía Chunga , la tía Ana Josefa , mi tío Concepción Turcios , mi tía Rita , mi tía Juana Parada , mi tío Santos Granados , mi tío Chepe Benítez, mi tío Anselmo Benítez, don Tuno Granados , mi tío Nicho , don Esiderio Vásquez, Leónides Lizama , don Amadeo Saravia. Todos, todas, por consanguinidad y afinidad; algunos con diferente apellidos fuimos hermanos y hermanas. Éramos familia, una familia en Barríos.


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