BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CATARSIS POR BARRÍOS

Mario Antonio Turcios Flores


 


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Capítulo 6 La masacre

Eran las 5:30. A.M. del día 18 de abril de 1982, yo era un pre adolescente de 15 años de edad, me levanté, les hablé a mis sobrinos, Fidel, Alejandro y Oscarito. Como era costumbre, bajamos al río a bañarnos, los perros ladraban en todo el caserío, como advirtiendo algo, tomamos el baño rápidamente, nos vestimos y volvimos a casa.

Todavía estaba oscuro, apenas y comenzaba a aclarar, entre los árboles tres hombres venían hacia nosotros, sentimos miedo, nos saludaron, eran los “muchachos” que venían del campamento de El Coros, he iban a San Pedro Carrizal. -¡Qué alivio! exclamé.

Me disponía ir a La Cañada, pero antes pasaría por mi amiga Sonia, ella vivía en San Pedro Carrizal. Teníamos la misma edad y recibíamos estudios Bíblicos los domingos en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ésta estaba en el caserío La Cañada. De pronto se escuchó una ráfaga de disparos, me asomé a la ventana, eran los “muchachos “que apostados entre los árboles intercambiaban disparos con los soldados del Batallón Atlacatl, comandado por el Coronel Domingo Monterrosa Barríos.

Horas antes los soldados se habían tomado el caserío se habían apostados por todas partes, creí que todo sería como las veces anteriores, donde mataban animales, quemaban el cultivo y lo que teníamos en las trojas y graneros, golpeaban a la gente, nos robaban la comida, se hacían pasar por guerrilleros, y se iban. Salí y traté de ir y refugiarme en la Iglesia, pero cuando bajé a la orilla del río escuché a lo lejos como lloraban los niños y niñas.

Me acerqué para ver qué pasaba, me quedé escondido entre los arbustos, vi que los soldados obligaban a la gente a salir de sus casas, la familia de mi tío Concepción Turcios fue la primera en salir, luego la de don Saturdino Granados y la de mi tía Juana Parada y después la familia de don Esiderio Vázquez, iban río arriba, el que trataba de huir lo mataban a balazos , nunca olvidaré el terror y el llanto de los niños y niñas quienes presenciaban el asesinato con lujo de barbarie de sus padres y madres.

Toda la población fue llevada a punta de fusil, al lugar llamado El Mango solo sacaron del grupo a Cristina tenía 16 años de edad, la llevaron aparte y la violaron, creó que unos 80 soldados abusaron de ella. Indignado por la brutalidad con que torturaban a la gente, con sentimientos de impotencia por no poder hacer algo para defenderlas, me fui a casa y le conté a mi papá que estaban matando a toda la gente, con lagrimas le rogué que nos fuéramos , como si vaticinara el día más triste de mi vida, pero él no quiso.

Los soldados entraron a la casa de mi primo Juan, lo sacaron a golpes junto a su esposa, luego comenzaron a sacar a toda la gente de las demás casas; mi tía Josefa, la familia de mi primo Cristóbal, a Carmela y a su niño de 3 años de edad. Recuerdo que a mi primo Juan, lo golpearon tan fuerte con la culata del fusil en su cara que lo desfiguraron, lloraba como un niño, suplicaba que no mataran a su esposa y a su niño recién nacido, lo despedazaron a balazos; mientras eso sucedía, un soldado de tez morena, gordo, con los dientes forrados de oro amarillo se paró en la puerta de mi casa nos mandó hacer fila estaba yo y Fidel, Alejandro, Oscar, lolita, Elsa, Marlenis, Amílcar y mi papa. Luego dijo a mi papá:

-Salí a fuera viejo cabrón- Mi papá le contestó:- si querés comida te doy o si querés dinero te doy lo poquito que tengo, pero no mates a mis hijos. - que salgas afuera te digo viejo cabrón, insistió en forma déspota el soldado. -Vos me querés matar a mis hijos y a mí, le dijo mi papá, mientras el soldado se disponía a dispararnos, mi papá se le fue a golpes y nos gritó:

- Corran hijos, corran rápido. El soldado le disparó en el abdomen una ráfaga de tiros con una ametralladora M.60. Mi papá nos salvó la vida, ofrendó su vida por nosotros. Se convirtió en un héroe. Mientras corríamos mi papá se desplomaba, los recuerdos del hombre que me enseñó a amar la vida, el campo y a los demás venían a mi cabeza. Estaba viviendo la peor de mis pesadillas. Ese 18 de abril de 1982 marcó mi vida para siempre.

Recuerdo a mi sobrino Oscarito, cuando corríamos hacia al patio de la casa, en su apuro se fue en dirección a los soldados, yo le dije: -vámonos por aquí, que no ves que ahí están los soldados y él me respondió, con un rostro de derrota y con llanto:-ya mataron a mi abuelito, ahora que me maten a mi también. Corrió, vi hacia tras de mí y un soldado le dio con el fusil en la cabeza, él mismo que mató a mi papá.

Ese mismo soldado quiso acabar con mi hermana Lolita. {Pero otro soldado le dio con la culata del fusil en la cabeza y le dijo {ya mastates a mi suegro y ahora quieres matar a esta niña} — {ahora pagaras todo lo que haz hecho con toda esta gente} — (cuando mataron al compañero DARIO, una muchacha que andaba con el, se fue refugiar a nuestra casa y se hizo pasar por mi hermana, los soldados la violaron y ese soldado que defendia a LOLITA. La salvo de que la siguieran violando.

Mientras ellos peleaban, otro soldado me disparó una ráfaga de balazo logré escapar, pero al llegar a la casa de Cristóbal me acorralaron, no tenía donde escapar, justo frente a la casa de Cristóbal y con mi sobrina Marlenis decidimos saltar el piñal, nos dispararon y una bala cruzó la pierna de Marlenis, pero por suerte la bala no toco hueso, llegamos buscando refugio a la casa de Beto y su esposa Petrona nos dijo que nos fuéramos porque ellos no morirían por nuestra culpa.

Marlenis sangraba demasiado, le amarré un trapo en la pierna para detener la hemorragia y la cargué en mi espalda, la llevé a casa de mi tía Chunga, ahí estaba Sebastián, también era mi primo y reservista de la Fuerza Armada y nos dijo: -vayan a la mierda de aquí, que por ustedes nos van a matar a nosotros también.

Las balas caían en mis pies y por todos lados, Marlenis rodó al piñal y yo me fui rodando en el barranco y caí justo en los pies de los soldados, me agarraron a balazos y me les escapé de nuevo, por seguirme, no se fijaron que Marlenis estaba cerca de ellos, así ella logró escapar también. Llegamos a la casa de mi tío Chepe y su esposa Juana asustada, nos dijo:- Dios mío bendito, mira como venís Cipote, me preguntó:- ¿qué pasó cipote? No entiendo cómo pude pero les dije que habían matado a mí papá.- ¡Ave María Purísima! Dijo la mujer.

La pesadilla aún no terminaba, quería despertar y no podía, las imágenes de toda aquella gente, mi familia masacrada no se quitaba de mi cabeza. El espejo frente a mis ojos me advirtió que estaba cubierto de sangre, no podía aceptarlo. Mis tíos me dieron ropa para que me cambiara:

-cámbiate de ropa cipote, aquí están unos pantalones y unas camisas de Juan, y te vas a esconder rápido, porque los soldados están preguntando por vos y si te hallan te van a matar, apúrate porque ahí están donde tu tío Anselmo. Me advirtió mi la mujer.

Corrí y me escondí debajo de una parva de zacate, la gente lloraba, unos soldados estaban subidos en los palos de jocote, comiendo jocotes, y otros estaban torturando a la gente y obligándolos a declarar quien sabe qué. A toda aquella gente la pusieron boca abajo, estaban a punto de dispararles y un grupo de ellos iban en dirección de donde yo estaba, las balas comenzaron a salir de todos lados y los soldados comenzaron a caer al suelo también, con las semillas de jocotes trabadas en sus dientes, era Rodolfo, mi hermano y tres de sus compañeros que llegaron a rescatar a la gente que aun quedaba con vida, seis soldados murieron ahí, otros huyeron cobardemente.

Los “muchachos” los estaban esperando camino a San Pedro Carrizal, en la emboscada unos ocho soldados murieron entre ellos un alto oficial que mordía un pañuelo con sus dientes, lo mordía mientras el enfermero sacaba las esquirlas de su cuerpo. Cuando regresamos al lugar encontramos que los animales estaban devorando los cadáveres de los niños y las niñas. Rodolfo reunió a todos los que rescató con el permiso del comandante Cornelio, los llevó a San Carlos el pueblo más cercano.

Algunos de los sobreviviente fueron a los demás cantones a traer gente para enterrar los cadáveres de 49 personas que murieron ahí en su mayoría niños y niñas; el cuerpo de Tomasa estaba ahí, ya se le notaba su embarazo y le sacaron el bebé a balazos, Cristina con una puñalada en su cuello, no tengo palabras como describir la escena. Rodolfo y yo con ropa de mi hermana y mis sobrinas vestimos a Cristina, muchas de esas personas murieron con sus Biblias entre sus manos.

Fue increíble todo lo que pasó ahí e indescriptible, de Barríos, aquel caserío alegre, trabajador de las minas y la tierra, de aquellos campesinos y campesinas amantes del campo no quedó nada. Se habían matado hermano con hermano, salvadoreño contra salvadoreño, prójimo contra prójimo. La lucha por ser libres continuaba, aunque el ejército nunca entendió de nuestros derechos y legitimas ansias de libertad. Ellos creyendo ser libres ignoraban que eran esclavos del sistema y obedecían a los caprichos de los dueños del capital, ambos bandos pertenecíamos a la misma clase social.

Los helicópteros sobrevolaban la zona mientras nosotros cavábamos las fosas donde enterraríamos a nuestros hermanos y hermanas. Se abrieron dos grandes fosas para sepultar a mas de 35 cadáveres el resto se enterraron en fosas individuales, mis sobrinitos: Oscarito junto a su hermano Elmer y Sebastián les dimos sepultura juntos; a mi papá Virgilio Flores lo enterramos a parte, a Hilario Valladares que lo mataron desde el helicóptero el siguiente día de la masacre se sepultó en otra fosa individual, fue el ultimo que enterramos.

Ahí estaba Barríos, los días de mi infancia habían terminado, en mi memoria quedarían grabados los más lindos recuerdos de lo que ahí viví, los míos se fueron, entre ellos se fue mi mejor amigo, mi padre, se fue precisamente cuando más lo necesitaba.

Barríos ya no resucitaría, esta vez murió para siempre y no murió por la epidemia de la viruela, ni del colerín sino por la epidemia del odio y la ambición insaciable del ricachón. Nuestros deseos de ser libres continuaban y ahora más fuertes que nunca, abonado por la sangre inocente que corrió en Barios.

Nunca olvidaré a Barríos, mis heridas nunca cicatrizarían. Mi Barríos donde crecí, jugué, aprendí mis primeras letras y disfruté de los brazos de la mujer más linda del mundo mi madre, que me dio el ser y me vio crecer. Barríos llenó sus entrañas de la sangre de los inocentes que claman por justicia. Te negaras a morir una vez más o te limitaras a ser inmortal en la memoria de los que te recuerden. Si así es, seguro que nadie te matara. Serás siempre un testigo fiel que enfrentaras al genocida denunciándolo ante el mundo entero de los crímenes de lesa humanidad que han quedado en la impunidad. Barríos fuiste la cuna donde nacieron mujeres ,hombres, niñas y niños con grandes ideales , que murieron en la ardua lucha de llevarlos a la realidad, con el sueño de hacer de El Salvador una patria libre para todas y todos sus hijos, pariste hijas e hijos dignos ejemplos , que no se limitaron a ser espectadores y decidieron ser constructores de una verdadera historia de igualdad, equidad y justicia para todos y todas y nunca se acobardaron ante la adversidad: Barríos para siempre brillaras.

Barríos que descansen en ti y en paz nuestros mártires, lucharemos siempre por ti.


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